Se ha escrito casi de todo sobre la conflagración bélica que asoló el planeta entre 1939 y 1945 y que provocó decenas de millones de muertos y heridos. Los historiadores han abordado prácticamente todos los temas relacionados con el conflicto bélico, pero entre estos, el de la deserción ha sido, hasta hace muy poco, relegado al olvido. Ello es tanto más paradójico cuando, sobre la misma cuestión, existe una abundante literatura en lo que concierne la Primera Guerra Mundial. El porqué de ello puede explicarse, entre otras razones, por el tabú que la deserción ha supuesto históricamente, -y sigue suponiendo en parte-, equivalente al suicidio en la vida civil. Y en el caso de la Segunda Guerra Mundial, presentada casi sin matices como una lucha entre los defensores de la libertad y la democracia en contra de la tiranía, el papel del prófugo de los ejércitos aliados, ha constituido un estigma infamante para sus protagonistas, una vergüenza, algo que ocultar. En el caso de los desertores de los estados del Eje, tampoco han sido reivindicados como resistentes a la dictadura y ha pesado más hasta hace pocos años el “baldón” al honor nacional que su enfrentamiento con regímenes fascistas o nazis.
En marzo de 1935 fue reintroducido en Alemania el servicio militar obligatorio y con él la obligación de los conscriptos de realizar el siguiente juramento:
Delante de Dios, presto el juramento sagrado que debo obediencia incondicional al Führer del Reich y del pueblo alemán, Adolf Hitler, comandante supremo de la Wehrmacht y de estar preparado como valiente soldado a dar mi vida por este juramento1.
Hasta finales de 1944, aproximadamente 300.000 soldados desertaron del ejército y numerosos jóvenes desobedecieron las órdenes o se automutilaron. Parece ser, sin embargo, que el impacto de la propaganda rusa y americana que llamaba a la deserción de las filas nazis fue escaso. En realidad, los motivos fueron diversos, a menudo personales e incluso íntimos no siendo los políticos los más frecuentes. Muchos actuaron por solidaridad hacia los oprimidos del régimen ya fuera porque pertenecieran a minorías religiosas como los testigos de Jehová o bien por ser integrantes de grupos nacionales incorporados por la fuerza (alsacianos, luxemburgueses, poloneses, etc), si bien la mayoría lo hicieron simplemente para escapar a la muerte y a los horrores de la guerra.2
La insumisión de los desertores estaba considerada como la peor de las traiciones no solamente en contra de la potencia militar del Reich sino también hacia toda la comunidad del pueblo alemán. Representaban el arquetipo del “cobarde” en oposición al “hombre de verdad”, viril, disciplinado con un profundo sentimiento nacional. Más que una ignominia, la “cobardía” era definida jurídicamente como un crimen que correspondía a un “caso particularmente grave de violación del servicio militar obligatorio por miedo a un peligro personal”, según establecía el Código Militar en su artículo 85.3
Durante la Segunda Guerra Mundial, la justicia militar nazi dictó 50.000 condenas a muerte, 35.000 de las cuales contra miembros de la Wehrmacht (23.000 por deserción) a las que habría que añadir las impuestas por “ataque a las fuerzas armadas”. De todas ellas, más de 21.000 fueron ejecutadas, cifra que contrasta con las 150 sentencias de muerte del II Reich, 48 de las cuales se llevaron a cabo. La comparación con lo que hacía la justicia militar americana en esos mismos años es también ilustrativa y evidencia el grado de dureza de la represión bajo el régimen nacionalsocialista. Aquella “solo” dictó 763 condenas a muerte de las que se ejecutaron 146.4
En la Alemania hitleriana había cerca de 300 objetores de conciencia que fueron condenados por un tribunal militar y, posteriormente, ejecutados en la guillotina. Según el historiador Detlef Garbe, entre ellos había 250 testigos de Jehová.5
En Austria, entre 1938, el año del Anschluss y 1945, entre 1.200 y 1.400 objetores fueron condenados a muerte por la justicia militar nazi. En 1944, el juez austríaco Leopold Breitier es llamado a presidir el tribunal militar de Viena. Se trata de una corte que condena a muerte a 20 soldados que se habían mutilado mutuamente para escapar a la guerra. Los jóvenes fueron todos ejecutados en un campo de tiro de Kagran, al norte de la capital, hoy convertido en parque.6
Ni en Alemania ni en Austria la derrota de los nacionalsocialistas y la ocupación por los aliados supusieron una rehabilitación de los jóvenes que habían desertado del ejército de Hitler. Ni desde el punto de vista legal ni tampoco socialmente. El caso del prófugo del estado alpino Richard Wadani, nacido en 1922 en Praga es paradigmático al respecto. Wadani que había escapado varias veces de los destacamentos nazis en Ucrania antes de huir a Francia (donde se reunió con los aliados británicos), no fue bien recibido en Austria a su regreso. Él lo lo contaba con estas palabras en una entrevista concedida en el 2009 a Le Point:
Volviendo a Austria después del fin de la guerra, había conservado mi chaqueta del ejército inglés cuando, dirigiéndome a la agencia por el empleo, me rechazaron echándome en cara el haber servido en un ejército extranjero7
En la pequeña república alpina la federación de excombatientes de la Wehrmatcht, la Kameradschftsbund, que reinvindica más de 200.000 miembros y simpatizantes, hasta el año 2009, igual que en Alemania, no fueron plenamente rehabilitadas las víctimas de la justicia militar nazi.
Como subraya Walter Manochek, profesor en el Instituto de Ciencias Políticas de Viena:
Hasta hace muy poco, los desertores de la Wehrmacht eran considerados por muchos como traidores, incluso asesinos de sus compatriotas. Era todo el doble lenguaje de Austria que después de la guerra se erigió en primera víctima del nazismo considerando al mismo tiempo a los que resistieron contra Hitler como traidores.8
Hubo que esperar hasta el 25 de octubre del 2014 para que se inagurase en Viena un monumento en memoria de los desertores de la Wehrmacht.

En Alemania, en los años inmediatamente posteriores a la rendición, los desertores continuaron manteniendo el estigma de traidores o de cobardes y sus perseguidores no fueron molestados. De hecho, en 1952, el canciller Konrad Adenauer (Colonia, 1876-Bad Honnef, 1967) exoneró a la Wehrmacht de los crímenes nazis cuya responsabilidad circunscribió a la esfera política y administrativa. Incluso los jueces del régimen nacionalsocialista fueron en su mayor parte reintegrados en el aparato judicial de la RFA o hicieron carrera en la administración o en la política y continuaron tildando a los prófugos de marginados. Uno de ellos, Eric Swinge, antiguo magistrado militar convertido en profesor de Derecho y rector de la universidad de Marburgo, los presentó como “psicópatas” y justificó su represión en estos términos: “Las 10.000 a 12.000 condenas a muerte eran, -no hay que olvidarlo-, el precio a pagar para que la Europa del Oeste fuera preservada de la ola bolchevique9.”
En la RDA se elevó en un primer momento a los desertores al rango de resistentes al nacionalsocialismo, pero, posteriormente, a principios de los cincuenta, con la remilitarización, se silenciaron todos los testimonios.
El primer monumento al desertor desconocido se erigió en 1981 en Kasserl, en la RFA, en el contexto del movimiento pacifista de la época en contra de la instalación en de los euromisiles por parte de la OTAN (en respuesta a los que había desplegado previamente la URSS). En 1997, por acuerdo de la coalición de gobierno entre el SPD y los verdes, el Bundestag admitió en una resolución fechada el 15 de mayo, la injusticia de las condenas dictadas por los tribunales de la Wehrmacht por deserción y “atentado contra las fuerzas armadas” y manifestó su “respeto y compasión hacia las víctimas”. Finalmente, en el 2002 se adoptó una ley que estipulaba la anulación de las condenas nazis en contra de los prófugos así como su rehabilitación.10
En Italia, el historiador Mimmo Franzinelli en su libro Disertori. Una storia mai raccontata della Seconda Guerra Mondiale (Mondadori, 2016) aborda el tema de los prófugos durante el periodo 1940-1945. Una historia ausente de los libros de historia del país transalpino aunque afectase a decenas de miles de jóvenes de la época. Y eso ya desde los primeros meses de “no beligerancia” de Roma (septiembre 1939-junio 1940), cuando diversos flujos de soldados huyeron a Francia y a Yugoslavia. En la primera fase de la intervención italiana en la guerra desertaron, sobre todo, los campesinos y los artesanos poco dispuestos a morir en una guerra en la que no creían. En 1943, con el desembarco en Sicilia, muchos ya la consideraron perdida, combatían de mala gana y el fenómeno de la deserción se disparó recrudeciéndose la dureza de la represión mediante “fusilamientos pedagógicos”. Con el armisticio de septiembre de 1943 y la división de Italia en dos gobiernos, amén de dos ocupaciones militares, la deserción se convirtió en la carcoma que corroía el andamiaje de la República de Saló y del Reino del Sur. Los tribunales militares trabajaron a destajo y en Saló los fusilamientos se extendieron incluso a los que ayudaban a los “traidores”, comprendidas las mujeres.
Las fugas a Francia a las que se ha hecho referencia anteriormente sorprendieron a las autoridades militares y políticas, incapaces de encontrar explicaciones racionales al hecho de que huyeran soldados (del Piamonte, de Liguria y del Valle de Aosta) a un país que la propaganda presentaba como adversario de los intereses italianos. Es difícil de cuantificar el número y los datos confirmados solo abarcan hasta julio de 1943: aproximadamente 200.000 procesos, de los cuales 40 fusilamientos, 24 cadenas perpetuas y 71.307 condenas a más de diez años de reclusión.11
Los motivos por los cuales desertaron eran varios: miedo, cobardía, ganas de volver a casa y ayudar a quien moría de hambre, por amor, por codicia de dinero, por ideología, política, etc.
En el libro de Franzinelli se narra un episodio particularmente dramático que tuvo lugar cuando ya se había firmado el armisticio entre las autoridades italianas que controlaban el sur del país y los aliados. El 5 de septiembre de 1943, con los angloamericanos ya en Calabria, una veintena de soldados de la 222 División costera prestando servicio en Intavolata, huyen. Cinco de ellos son capturados. El coronel Remo Ambrogi que comanda el regimiento propone que sean fusilados y el general Chatrian ordena que el fusilamiento sea inmediato. Cuando tres días después, el 8, el militar escucha en la radio el mensaje de Pietro Badoglio (Grazzano Monferrato, 1871- Grazzano Badoglio, 1956) anunciando el armisticio entre su gobierno y los aliados, no por este motivo cambia de opinión y los desertores, campesinos, pagarán con la vida su huida. Se justificó la decisión para dar un ejemplo aunque, en realidad, sirvió de bien poco ya que después de 1942 las deserciones fueron incluso masivas: 200.000 en el ejército real y 100.000 en el de la República de Saló. Además, el general Chatrian no pagó nunca por su comportamiento ya que continuó dentro del ejército e hizo incluso carrera política puesto que en diciembre de 1944 se convirtió en hombre de gobierno democristiano y ocupó los cargos de subsecretario de Guerra, y después de Defensa en el tercer y cuarto gobierno de Alcide De Gasperi (Pieve, Tesino, 1881-Borgo Valsugana, 1954) siendo también parlamentario de la Democracia Cristiana.12
Por lo que hace referencia a los Estados Unidos y a la Gran Bretaña, es obligatorio referirse al libro del periodista norteamericano Charles Glass; Desertores.Una historia silenciada de la Segunda Guerra Mundial (Planeta, 2014).
Glass estima que cerca de 50.000 estadounidenses y 100.000 británicos desertaron durante la conflagración. El 80% de ellos eran soldados en primera línea. 49 soldados USA fueron condenados a muerte aunque todos vieran su pena conmutada a excepción de Eddie Slovik, una ejecución que la correspondencia entre oficiales de alto rango da fe de su creencia en que era necesaria para evitar que otros siguieran su ejemplo.13
La identidad de Eddie Slovik se conoció públicamente en 1954 cuando el escritor y periodista William Bradford Huie publicó su exhaustivamente documentado The Execution of Private Slovik.Veinte años más tarde, el actor Martin Sheen interpretó a Eddie Slovik en un telefilm con el mismo título. Sheen recitaba en él, una por una, las palabras que Slovik murmuró antes de su ejecución:
No me fusilan por desertar del Ejército de los Estados Unidos; miles de tipos han hecho eso. Tan solo necesitan dar un ejemplo con un tipo, y yo soy ideal porque soy un exconvicto. Robaba cosas de crío, y es por eso que me ejecutan. Me fusilan por el pan y los chicles que robé cuando tenía doce años.14
En Europa algunos soldados de autolesionaban de modo deliberado y muchos hacían todo lo posible por contraer pie de trinchera* y otras enfermedades. Otros se quedaban atrás cuando se les ordenaba avanzar. El general John E. Dahlquist escribió acerca de “deserciones entre las compañías en primera línea de combate (unas 50-60 por división) y el siempre presente fenómeno de los rezagados”. Los consejos de guerra condenaron a 1.963 soldados en el teatro europeo de operaciones directamente por deserción y a otros 494 por mala conducta ante el enemigo (que a menudo incluía deserción en combate). La mayor parte de ellos recibieron sentencias de hasta 20 años de trabajos forzados y, como ya se ha comentado, todas las sentencias de muerte por deserción fueron conmutadas excepto una. Los Consejos de Guerra Sumarios y Especiales condenaron a más de 65.000 soldados por ausentarse sin permiso y otros 5.834 casos de ausentes sin permiso quedaron en manos del Tribunal Marcial General que, de promedio, imponía sentencias de quince años de trabajos forzados.15
El sufrimiento y el dolor que padecían los compañeros de armas en el frente causaba efectos devastadores en la moral de muchos de los jóvenes. Es particularmente lacerante al respecto el testimonio de otro de los protagonistas del libro de Glass, (junto a Eddie Slovik y el granjero Alfred Whitehead), John Bain. Durante su participación en la batalla de El Alamein, en octubre de 1942, las explosiones de los obuses alemanes explotaban en el suelo a su alrededor, pero para el soldado británico las detonaciones eran menos terroríficas que los sonidos emitidos por los seres humanos.:
Una de las cosas más vividas y terribles es oír las voces de los heridos, de los que han sido muy malheridos, las voces que se profieren con terror y dolor.
La metralla alcanzó al sargento de la compañía, “una especie de figura paterna”, diez años mayor que Bain.
Escuchar una voz sollozando y, en realidad, llamando a su madre fue tan… no sé, humillante.16
El jefe de la Policia Militar estadounidense en Francia en 1944 estimaba que había miles de desertores a la fuga en ese país y que resultaba imposible que tantos hombres permanecieran ocultos sin que otros soldados fueran cómplices suyos así como civiles franceses. Algunos prófugos, de hecho, subraya Glass, se escondían con mujeres galas, mientras que otros hallaban un lugar entre los criminales del mercado negro.
En Gran Bretaña, al finalizar la guerra, había 20.000 desertores, casi la mitad de los cuales vivían en Londres. Otros 20.000 hombres conscriptos para trabajar en las minas de carbón también habían desertado, un delito, por aquel entonces, equivalente al de deserción del Ejército. El Daily Telegraph y la policía los culpaban de lo que llamaban “una de las peores epidemias de gangsterismo desde el fin de la guerra de 1914-1918” y, de hecho, entre fines de 1945 y comienzos de 1946, la policía bloqueó secciones enteras de la capital británica para atrapar a los prófugos. Pocas voces se alzaron a su favor, entre ellas destaca la del diputado laborista -y capitán- John Baird que pidió al gobierno una amnistía para ellos.17
En cuanto a la URSS, Mark Edele, historiador australiano, especialista de la Unión Soviética en la Universidad de Melbourne, es el autor de Stalin’s Defectors: How Red Army Soldier became Hitler’s Collaborators,1941-1945 (Oxford University Press, 2017). Se trata de una obra que aporta una nueva luz sobre le fenómeno de la deserción en aquellos años en el Ejército Rojo.
En 1941, casi el 80% de los soldados rusos se rindieron en embolsamientos sin disparar un solo tiro. Por cada recluta soviético muerto en combate, había tres o cuatro que preferían rendirse.18
Muchas de las teorías sobre los desertores soviéticos se han centrado en el caso del general Ivan Konorov que, afirma Edele, constituye una excepción en el Ejército Rojo. Apenas 60 días después del inicio de la Operación Barbarroja, el 22 de agosto de 1941, este militar protagonizó la primera gran deserción soviética junto a la unidad de infantería número 436. En su caso, la motivación era el odio hacia Stalin al que culpaba del gran número de bajas de la URSS en 1939, durante la guerra de invierno contra Finlandia. Konorov y su regimiento pasarían a convertirse en el regimiento cosaco número 102 del ejército alemán. Se trata, como se ha apuntado anteriormente, de un caso excepcional ya que las deserciones en grupo aunque eran comunes, raramente implicaban la rendición voluntaria de unidades enteras y tampoco era habitual, siempre según Edele, su antiestalinismo, puesto que la mayor parte de los prófugos simplemente había dejado de creer en la contienda y en sus posibilidades de ganarla.19
En cualquier caso y fuese cual fuese la motivación, las deserciones masivas pusieron en guardia al dictador georgiano, el cual el 28 de julio de 1942 emitió la Orden número 227 que decretaba que todos los miembros del Ejército Rojo que se hubieran retirado en combate o que hubiesen abandonado su posición serían ajusticiados sumariamente. A partir de ese momento ningún comandante tenía el derecho de retirarse sin una orden. Cualquiera que lo hubiese hecho era juzgado por un tribunal militar compuesto por hombres de grado superior por antigüedad en el servicio.
La Orden 227 establecía que en cada frente podían ser creados de 1 a 3 batallones disciplinarios compuestos por unos 800 militares, entre oficiales inferiores y superiores acusados de deserción, los cuales podían ser enviados a las zonas más peligrosas de la primera línea para que cumplieran su pena. El número de hombres castigados en los batallones de disciplina aumentó espectacularmente entre 1942 (24.993) y 1943 (177.694), para ir reduciéndose en los años finales de la guerra (143.456 en 1944 y 81.766 en 1945). En total, 428.189 entre 1942 y 1945.20
Edele en las conclusiones de su libro señala que, incluso en los años finales de la guerra, una minoría significativa de los prisioneros del frente eran desertores, que cruzaban voluntariamente las líneas enemigas. Establece un mínimo de un 2%, que pueden parecer pocos, pero que suponía centenares de miles de hombres. Otro millón y medio emprendieron su fuga hacia el interior del país y unos 212.000 tuvieron más suerte y consiguieron ocultarse entre la población civil.21
Según el historiador australiano, la mayoría de los prófugos no eran colaboradores de la Wermatcht:
aunque la participación de algunos de ellos fue clave en el Holocausto. Edele afirma al respecto que. sin su concurso en los campos de concentración, el número de judíos ejecutados podría haberse reducido en un tercio.22
Mención aparte merecen los 104.000 militares extranjeros internados en Suiza durante la Segunda Guerra Mundial. Se trataba, en su mayor parte, de integrantes de cuerpos del ejército derrotados como los franceses o los polacos, a veces desertores, refractarios a la milicia, prisioneros de guerra evadidos o incluso alsacianos que huían del alistamiento en la Wehrmacht. La mayor parte de los franceses pudieron regresar en enero de 1941 gracias a un acuerdo entre el Reich y el régimen de Vichy. Los polacos, por contra, tuvieron que quedarse en el estado helvético hasta el final de la guerra. Por otra parte, después de la caída de Mussolini en el verano de 1943, cerca de 20.000 italianos se unen a los polacos y franceses (los que no regresaron en 1941) a los que hay que añadir varios miles de soviéticos, refractarios alemanes y pilotos americanos abatidos por la defensa aérea del III Reich.23
Estos hombres fueron utilizados como mano de obra por el gobierno de Berna para obras de interés general como tala de bosques, desbrozamiento, drenaje de pantanos para hacerlos cultivables, extracción de turba para combustible, extracción de carbón en las minas de Chandoline, etc. Los militares trabajaban también en la construcción y el mantenimiento de cientos de kilómetros de caminos, puentes y carreteras en el puerto de montaña de Susten. Eran, pues, trabajos pesados, diez horas al día en todas las estaciones que fueron provechosos para Suiza que carecía de recursos humanos suficientes al estar muchos obreros del país movilizados.24
A modo de conclusión, se puede decir que la deserción afecto a todos los ejércitos que participaron en las operaciones militares en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Los motivos que la motivaron eran múltiples no siendo en la mayoría de los casos de índole política o ideológica. El horror que causaban las muertes y el sufrimiento de los heridos jugaron un papel determinante. La memoria de los desertores no ha sido reivindicada hasta fechas muy recientes -y en varios estados siguen sin hacerlo-. De hecho, ha resultado complicado encontrar información para realizar este breve artículo al respecto ya que es mucha más abundante, como se ha señalado al principio del escrito, la existente sobre el fenómeno durante la Primera Guerra Mundial.
BIBLIOGRAFÍA
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“Ordine numero 227.” En: Wikipedia.L’enciclopedia libera.(en línea) (consulta 27/04/2018). Disponible en:
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Notas
1 “Serment hitlérien” En; Wikipédia. L’encyclopédie libre (en línea) (consulta 16/04/2018). Disponible en:
2 Jörg Kammler, Ich habe die Metzelei satt und laufe über. Kasseler Soldaten zwischen Verweigerung und Widerstand (1939-1945), Fuldabrück, 1985. Citado por Frédéric Strah “Au déserteur inconnu” En: Oe-Kumen. Oe-kumen vous propose de découvrir les réflexions de jeunes chercheurs en Histoire, dans les domaines les plus variés. (en línea) (consulta 16/04/2018). Disponible en:
http://oe-kumen.over-blog.com/pages/Article_complet_Au_deserteur_inconnu-2839187.html
3 Artículo 85 del Código Militar del III Reich. Citado por Frédéric Strah Au déserteur inconnu.” En: Oe-Kumen. Oe-kumen vous propose de découvrir les réflexions de jeunes chercheurs en Histoire, dans les domaines les plus variés. (en línea) (consulta 16/04/2018). Disponible en:
http://oe-kumen.over-blog.com/pages/Article_complet_Au_deserteur_inconnu-2839187.html
4 Ibidem.
5 Wolfram Wette La Wermacht: Los crímenes del ejército alemán. Barcelona: Crítica, 2007. Citado por: Francis Currey “Los objetores de conciencia.”En: Foro Segunda Guerra Mundial,02/07/2007, (en línea),(consulta 17/04/2018). Disponible en:
6 Gabrielle Grenz “Les déserteurs autrichiens des armées d’Hitler toujours en quête de justice.” En: Le Point, 03/09/2009, (en línea) (consulta17/04/2018). Disponible en:
7 Ibidem.
8 “ Les déserteurs de la Wehrmacht tardivement honorés en Autriche.” En: Libération, 25/10/2014, (en línea) (consulta 17/04/2017). Disponible en:
9 Frédéric Strah “Au déserteur inconnu” En: Oe-Kumen. Oe-kumen vous propose de découvrir les réflexions de jeunes chercheurs en Histoire, dans les domaines les plus variés. (en línea) (consulta 17/04/2018). Disponible en:
http://oe-kumen.over-blog.com/pages/Article_complet_Au_deserteur_inconnu-2839187.html
10 Ibidem.
11 Enrico Martinet “Addio alle armi.Migliaia di disertori nella seconda guerra mondiale.” En: La Stampa, 07/03/2016 (en línea 22/04/2018). Disponible en:
http://cedocsv.blogspot.com.es/2016/03/addio-alle-armi-migliaia-di-disertori.html
12 Corrado Stajano “Gettare la divisa alle ortiche in fuga dall’esercito del Duce.” En: Corriere della Sera , 03/04/2016, (en línea)
(consulta 23/04/2018). Disponible en:
http://www.nuovalibreriarinascita.it/images/docs/160415.appuntamenti-corsera.pdf
13 Charles Glass Introducción. En: Desertores.Una historia silenciada de la Segunda Guerra Mundial. Joan Andreano Weyland
(traducción). Barcelona: Planeta, 2014, pp. 9-10.
14 Ibidem, p.13
*Patología sufrida en los pies por la prolongada inmersión de estos en agua fría. Se describió por primera vez en 1812, pero no es hasta la Primera Guerra Mundial que se convierte en un problema médico de primera magnitud (nota del traductor).
15Ibidem, pp.255-256.
16Ibidem, p.39.
17Ibidem. p.359.
18“Los desertores de Stalin.Cómo los soldados del ejército rojo terminaron colaborando con Hitler.” En: Herratas. Crítica de libros
incluyendo aspectos técnicos. Y las erratas.09/09/2017 (en línea) (consulta 27/04/2018). Disponible en:
https://herratas.blogspot.com.es/2017/09/ldesertores-URSS-stalin-hiwis-mark-edele.html
19Héctor G.Barnés “Los desertores de Stalin: los soldados soviéticos que lucharon para Hitler.” En: El Confidencial 20/08/2017,
(en línea) (consulta 27/04/2018). Disponible en:
20 “Ordine numero 227.” En: Wikipedia.L’enciclopedia libera.(en línea) (consulta 27/04/2018). Disponible en:
21“Los desertores de Stalin.Cómo los soldados del ejército rojo terminaron colaborando con Hitler.” En: Herratas. Crítica de libros
incluyendo aspectos técnicos. Y las erratas.09/09/2017 (en línea) (consulta 27/04/2018). Disponible en:
https://herratas.blogspot.com.es/2017/09/ldesertores-URSS-stalin-hiwis-mark-edele.html
22Héctor G.Barnés “Los desertores de Stalin: los soldados soviéticos que lucharon para Hitler.” En: El Confidencial 20/08/2017,
(en línea) (consulta 27/04/2018). Disponible en:
23 Pascal Fleury “Ces soldats étrangers bienvenus en Suisse,” En: La Liberté, 20/11/2015, (en línea) (consulta 27/04/2018)
Disponible:
24Ibidem.
No se puede considerar crimen algo que estaba recogido en el código penal desde antes de la guerra. Es una falacia llamar crimen a un fusilmiento por deserción habiendo estado esta sentencia estipulada como delito en el código penal, ya fueran nazis o mi abuela la del pueblo. Nose porqué tenemos que juzgar todo tras el prisma de la propaganda aliada y democrática…
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Gracias por su comentario y por leer el artículo.Que estuviese en el Código Penal desde antes de la guerra no justifica nada.De hecho, el delito de deserción estaba recogido en todos los códigos de los países beligerantes.La comparación entre los ejecutados por este motivo en Alemania en la Primera Guerra Mundial y la Segunda creo que es ilustrativa. No creo que esto sea juzgar todo desde el prisma de la propaganda aliada.Las fuentes son diversas, a pesar de la dificultad para encontrar información del tema referente a la II Guerra Mundial.
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Me llama la atención al alto número de desertores ejecutados por los nazis frente a la relativa Benevolencia del Kaiser en la Gran Guerra; ¿cual fue el número o cifra aproximada de ejecuciones por delitos militares en el ejercito rojo?.
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Gracias por leer el artículo y el comentario. No sabría darle una cifra, ha resultado complicado encontrar información al respecto ( y en general sobre la deserción en la II Guerra Mundial), pero teniendo en cuenta la Orden 227, se puede dedicir que fueron muchos, miles probablemente.
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¿He leído «código penal» ?
Me parecía que el delito de deserción, ausencia del servicio en tiempo de guerra, cobardía ante el enemigo, confraternidad, insumisión, … se regía por el código de justicia militar. También manda bemoles juntar justicia y militar en la misma frase
Lo que está claro es que según el «código» de una dictadura ( soviética, nazi, fascista, …), si te pillaban la llevabas clarinete, paredón y listo. En una «democracia» un batallón de castigo, 15 o 20 años.Sólo que si había que dar «ejemplo» , mala suerte.
Supongo que daba igual, la deserción equivalía a la muerte social, arruinar la vida para siempre, salieras vivo o con los pies por delante.
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