Anarquismo Nacionalismos Opinión

De la infamia a la ignorancia y de la desmemoria al fraude [Antonio Gascón & Agustín Guillamón]

ANTES DE LA GUERRA (1933-1936)

El 22 de octubre de 1933 ocho mil miembros uniformados de los escamots de las JEREC (Juventudes de Esquerra Republicana y Estat Catalá) desfilaron militarmente en Montjuic, imitando el modelo nazi-fascista. Vestidos con camisa militar verde, pantalones oscuros de pana, correajes de cuero y botas claveteadas, vitorearon los discursos de Miguel Badía, de Josep Dencás (según la “Soli” ridículo imitador de Hitler) y del tan manipulado como ambicioso presidente Maciá.

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Tal desfile provocó, al día siguiente, un encendido debate en el Parlamento catalán, que rechazaba en su mayoría tales manifestaciones totalitarias, aunque todo quedó en mera palabrería y en la mayor pasividad.

El 24 de octubre de 1933 un grupo de escamots [pelotones armados] asaltaron a punta de pistola la imprenta donde se imprimía el semanario humorístico catalanista y liberal El Bé Negre, dirigido por Planes, provocando algunos desperfectos, al tiempo que destruían y secuestraban los cinco o seis mil ejemplares del número de esa publicación, en curso de impresión. No se detuvo a nadie. El redactor que había ofendido a algunos dirigentes de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y Estat Català (EC) huyó prudentemente a un lejano país, en las antípodas, y el propietario de la imprenta presentó cargos por destrucción de algunos enseres y deterioro de maquinaria contra el confeso participante en el asalto, el señorito Jaume Aiguader (hijo del alcalde de Barcelona y dirigente de ERC del mismo nombre), que estuvo al mando, con su tío Artemi, del escamot de los 15 asaltantes del semanario. La “Soli” advirtió que si los escamots les atacaban se defenderían adecuadamente, muy lejos de la pasividad mostrada por El Be Negre.

En los meses siguientes la emulación fascista de los escamots incluyó también reventar huelgas y boicotear los mítines de los partidos rivales, al mismo tiempo que Badía y Dencás se hacían con los resortes efectivos de Gobernación y Orden Público, torturando sistemáticamente a los cenetistas detenidos por la huelga de tranvías en Barcelona.

El binomio Dencás-Badía, desde principios de 1934, había instaurado en el departamento de Gobernación de la Generalidad un aparato de represión y persecución obrera y anticenetista, que normalizó la implantación y uso de métodos policiacos fascistas y racistas. En menos de un año (diciembre de 1933 a septiembre de 1934) la acción concertada de las fuerzas policiales y los escamots habían causado, entre los obreros, numerosos presos y muertos, millares de palizas y centenares de torturados. Ese era “el oasis catalán” que aún nos vende la Historia Sagrada de la burguesía.

Sin la participación de la CNT, dado que era imposible la colaboración con quienes ejercían una durísima represión antisindicalista, la insurrección catalanista del 6 de octubre de 1934 levantó bandera blanca al oír los primeros cañonazos del ejército. Los cenetistas recogieron y guardaron las armas abandonadas por los escamots. Companys y su gobierno fueron a prisión; Dencás, Rodríguez Salas, Menéndez y Miquel Badía huyeron por las cloacas para exiliarse en París o Roma.

El 28 de abril de 1936, según confesión realizada por Justo Bueno en el sumario incoado por la judicatura franquista, intervino con el argentino Lucio Ruano (seudónimo de Rodolfo Prina), José Martínez Ripoll y Vicente Tomé Martín, también argentino, en el grupo de acción que dio muerte a los hermanos Badía, alcanzando por ello cierta celebridad. Jaime Riera (que en el verano del 36 fue miembro cenetista del Tribunal de las Patrullas de Control) facilitó las armas y el coche de huida. A la altura del número 38 de la calle Muntaner, Justo Bueno asesinó a Miquel Badía con tres disparos; Ruano a Josep Badía; Martínez Ripoll que había señalado el objetivo, caminando por la acera opuesta, protegió la huida de Bueno y Ruano, con su pistola ametralladora. Vicente Tomé conducía el auto de fuga, un Ford rojo oscuro matrícula B-39763.

El juez Márquez, sometido a fortísimas presiones, liberó el 25 de junio a los anarquistas que habían sido detenidos como sospechosos del asesinato de los Badía: Justo Bueno, Ignacio de la Fuente, José Villagrasa y Manuel Costa Ribero. Los periodistas Avel·li Artís Gener (“Tísner”), de La Rambla, y Josep María Planes, de La Publicitat, protestaron por tal decisión judicial, sin denunciar que esas presiones procedían de las más altas autoridades de la Generalidad. El comisario de policía Escofet había desviado la atención, con la falsa acusación y arbitraria detención de varios falangistas. Un Justo Bueno, joven, locuaz, apuesto, elegante y audaz, visitó a Tísner en su despacho, para contarle todo lo sucedido y pedirle, acto seguido, un absoluto silencio.

Numerosas preguntas sin respuesta: ¿Quién había informado al grupo de acción anarquista dónde vivía Miquel Badía? ¿Quién había avisado que la pistola de Miquel Badía (clandestina, puesto que la Generalidad no le había concedido permiso de armas) estaba averiada desde el día anterior y que había sido entregada a una armería para su arreglo?

Al día siguiente del asesinato de los hermanos Badía, un grupo clandestino de acción de los mossos, camuflados de paisano, había acribillado a balazos, a la puerta de su domicilio, al travesti y director de varios antros de prostitución, juego y venta de drogas, conocido como Pepe el de La Criolla, que además era confidente de la policía y del mejor postor. Unos decían que, para vengar a los Badía, otros que se trataba de cortar todos los hilos que relacionasen a las más altas instancias de la Generalidad con ese asesinato, de forma que las posibles pruebas quedasen sólo en rumores y cábalas de sucias y mezquinas rivalidades sexuales. Quizás alguien había manipulado la sed de venganza del “rondín especial” de Badía en los mossos. Un prudente y taimado periodista de la revista Crónica glosaba, en el número del 17 de mayo de 1936, con profundo conocimiento, la figura de Pepe el de La Criolla, y relacionaba su asesinato con el de Miquel Badía el día anterior, para terminar irónicamente con un travieso guiño al lector: “ya verán cómo no es por eso”.

Cuando las noticias y certezas sólo pueden quedarse en rumores, porque al informador le va en ello el trabajo o la vida, los rumores se convierten en calidoscopio de las posibles verdades.

El asesinato de Miquel Badía había sido planificado, verosímilmente, mediante la necesaria colaboración de diversos estamentos, intereses y personas, muy dispares entre sí, que intercambiaron información, capacidades y ocasiones. Miquel Badía había perjudicado a su antiguo confidente, Pepe el de la Criolla, con la persecución efectiva del juego; a los cenetistas por las torturas sistemáticas a los sindicalistas detenidos (con numerosas muertes) y el uso de la fuerza pública para romper las huelgas, especialmente en el transporte urbano; a Companys por los derechos que Miguel Badía creía poseer sobre Carmen Ballester y por haberle cesado en septiembre de 1934 como comisario de Orden Público, tras la chulesca detención del fiscal y del juez que procesaban a su amigo Xammar. Y, sobre todo, por incumplir la promesa de restablecerlo en el cargo, tras el abrazo público entre ambos, en el acto de desagravio del 23 de septiembre de 1934.

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Funeral de los hermanos Badia. Fuente: El Nacional

Las JEREC, ante los escandalosos rumores o certezas, y ante tanta mezquindad, se escindieron, porque un amplio sector quería fusionarse con Estat Catalá y romper con Companys, a quien consideraban (fundadamente o no) responsable último del asesinato de Badía. Un hilo unía esta escisión, contra Companys y pro-Badía, con la intentona de golpe de estado de noviembre de 1936, en la que el servicio de información del cenetista Dionisio Eroles desbarató un complot catalanista que intentaba asesinar a Companys y a destacados militantes anarquistas, como Aurelio Fernández, proclamando la independencia de Cataluña con el apoyo de las potencias fascistas. El complot finalizó con la ejecución de Reverter, otro comisario de orden público nombrado por Companys. De nuevo, escandalosos rumores sexuales sobre la mujer de Reverter que, infundados o no, desprestigiaban al Govern de la Generalidad.

DURANTE LA GUERRA (1936)

En noviembre de 1936 se produjo un complot de Estat Catalá contra Companys, que pretendía proclamar la  independencia de Cataluña con el apoyo de las potencias fascistas de Italia y Alemania, y asesinar o apartar al presidente de la Generalidad y a los principales líderes anarcosindicalistas, especialmente a Aurelio Fernández, Vicente Gil, Dionisio Eroles y su secretario Solans. Para Estat Catalá era insufrible la preponderancia anarquista en Orden Público, aún después de la disolución del Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA). Odiaban la colaboración de los anarquistas con el gobierno de Tarradellas.

La operación fue planificada y preparada por Estat Català. Los conspiradores principales eran Joan Casanovas, Josep Maria Xammar y Joan Torres Picart, secretario de EC. Todos ellos contaban con la complicidad del Comisario General de Orden Público, Andreu Revertésy de las fuerzas a sus órdenes.

El objetivo fundamental era la detención y/o liquidación de los líderes más destacados y “peligrosos” de la CNT-FAI, además de destituir y/o asesinar al presidente Companys y poner en su lugar al presidente del Parlamento catalán, Joan Casanovas, como paso previo a la proclamación de la independencia de Cataluña. Se confiaba en la obtención inmediata del apoyo del gobierno francés y el decidido auxilio de las potencias fascistas. Estat Català había preparado a unos doscientos militantes armados, encuadrados en los escamots, para el operativo del complot contra Companys. Se esperaba que Cataluña, independiente de la República Española, quedara al margen de la guerra civil, protegida y reconocida por Francia, Italia y Alemania.

El 24 de noviembre el complot fue descubierto a través de una filtración protagonizada por un trabajador de Revertés, llamado Duran, que había informado de la trama al jefe de Servicios de la Comisaría general de Orden Público y dirigente anarquista Dionisio Eroles. El mismo día 24 de noviembre fue detenido Andreu Revertés.

Joan Torres Picart fue suspendido y expulsado del cargo de secretario general de EC y se exilió, al igual que Joan Casanovas.

Revertés, salió de prisión gracias a la ayuda de Josep Graus, Solé Arumí y el citado Duran, miembros de ERC, pero fue ejecutado el 30 de noviembre por milicianos no identificados.

Todo apuntaba a que se trataba del temprano aborto de la preparación de un golpe de estado contra Companys, a causa de su “alianza” con los anarquistas, y que se proponía la eliminación física de varios dirigentes ácratas, “responsables de la anarquía imperante en Cataluña”, entre los que destacaba el nombre de Aurelio Fernández. El confuso objetivo final se orientaba a una independencia de Cataluña, fundamentada en el apoyo de las potencias fascistas de Italia y Alemania, que quedaría al margen de la República y de la España de Franco. Existía un hilo, ferozmente anticenetista, que unía la preponderancia catalanista-fascista de Dencás-Badía, en 1934, en el Departamento de Gobernación de la Generalidad, con el descontento de Estat Catalá por haber sido marginado del CCMA y del gobierno de la Generalidad tras el 19 de julio de 1936, que llegaba hasta ese ridículo intento de un golpe de estado contra Companys.

AYER (2018)

El 27 de abril de 2018, Antonio Gascón y Agustín Guillamón presentamos el libro Nacionalistas contra anarquistas en la Cerdaña 1936-1938. Antonio Martin, la experiencia libertaria de Puigcerdá y el sagrado mito de Bellver en el Arxiu Comarcal de la Cerdanya (ACC), sito en pleno centro de Puigcerdá, gracias a la valiente y honesta hospitalidad de su archivera Arola Simon.

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Fuente: Descontrol Editorial

En ese mismo acto difundimos el Manifiesto trapero de Puigcerdá, en el que denunciábamos la manipulación de la historia efectuada durante ochenta años por los nacionalistas catalanes, que acusaban falsamente a los anarquistas de los asesinatos de 21 derechistas, cometidos el 9 de septiembre de 1936.

Un grupito de gente de la Seu d´Urgell, próxima a Estat Català, que asistió al acto de presentación, se mostró superada ante la magnitud e importancia de la documentación expuesta en nuestro libro. Las respuestas que dimos a sus preguntas desarmaron su ofensiva ideológica, nacionalista y antilibertaria. No desmintieron nada, porque nada podían desmentir ante nuestra documentada y razonada argumentación de que el asesinato de 21 derechistas del 9 de setiembre de 1936 fue elaborado y decidido en el Casal de ERC en Puigcerdá.

Expusimos y razonamos el origen y naturaleza de esa campaña de difamación de los nacionalistas contra los anarquistas, que dura ya más de ochenta años.

Los independentistas de EC exhibieron un papelito, marginal a la temática tratada, que repitieron una y otra vez que era suyo y no nos lo dejarían fotocopiar. Respondimos que nosotros, por el contrario, cederíamos al Arxiu (ACC) toda la documentación utilizada en nuestra investigación. No podíamos actuar de otro modo: es el único método ético posible y digno de calificarse como libertario.

No respondieron a nuestra oferta de participar conjuntamente en un coloquio sobre la Guerra civil en la Cerdaña. No era un desafío, ni un duelo, sino un instrumento de debate y apertura de nuevos campos de investigación. Quizás, para ellos, era otra cosa.

Seis meses después de esa presentación cedimos al ACC todo el material utilizado en nuestra investigación, tanto el digitalizado como el que tenemos en papel. Este es un hecho banal, y que debiera ser habitual, pero que en la práctica es absolutamente extraordinario en el mundillo universitario y académico. Quien quisiera o pudiera contrarrestar nuestra versión de los hechos acaecidos en la Cerdaña durante la Guerra civil, tenía a su disposición todo el material que nosotros habíamos utilizado y recopilado. Así lo prometimos en el libro, y así lo cumplimos. Sabemos que los historiadores académicos nunca hacen tal cosa; pero nosotros somos traperos, servidores de la historia.

Claro está que la generosidad de nuestro gesto implicaba tácitamente un reto; si nuestra documentación era inapelable, la leyenda negra contra los anarquistas catalanes debía ser abandonada por falsa y obsoleta. Y la permanente infamia nacionalista/estalinista contra los libertarios quedaba documental e históricamente desacreditada; reducida al ámbito del insulto de cuatro majaderos ignorantes.

HOY (finales de 2019)

Rasgo característico de nuestra sociedad son las mentiras sin respuestas efectivas posibles, ya que el pensamiento único y sectario dominante no permite ningún debate. Se vive y reflexiona desde un presente perpetuo, porque se pretende que el pasado no existe, ¡o que está pasado de moda! La consecuencia más útil para las élites y el aparato estatal es la ausencia de memoria histórica sobre la Guerra civil, o incluso sobre los hechos de hace pocos años, meses, semanas o días.

Vivimos, en estos últimos años, un inaudito auge del catalanismo, una invasión mediática todopoderosa de la ideología nacionalista más simplona y una fiebre de patriotismo identitario, sin mesura ni control, que todo lo arrasa.

Aparecen sonadas aberraciones de carácter oportunista, que no solo no son denunciadas por monstruosas, sino que a veces son bien acogidas y mejor publicitadas. Nacen desde ese presente perpetuo que ignora las luchas del pasado. Si alguien se denomina anarquista, libertario o anarcosindicalista hunde sus raíces en determinada historia, principios y ética.

Quizás solo se trata de pura indigencia intelectual y de oportunismo. La Cerdaña, además, queda muy lejos de Barcelona y está dividida entre Francia y España. Demasiado complejo para solo 16.000 habitantes y aún menos votos. Mejor no moverlo y, sobre todo, que el asesinato de anarquistas por nacionalistas en 1937 no empañe ni obstaculice esa alianza contra natura entre libertarios e independentistas.

Mejor la ignorancia absoluta que el conocimiento profundo de la historia. Difama, que algo queda, piensa el nacionalista. Ignora el pasado, o retuércelo hasta el paroxismo para pactar el presente, interiorizan algunos libertarios, alocadamente, sometiéndose al nacionalismo. Pero tales aberraciones solo son posibles desde la debilidad y ausencia de perspectivas propias del mundo libertario.

Hay que elegir entre Miquel Badía y Justo Bueno. Hay que elegir entre Antonio Martín o sus asesinos nacionalistas, que inventaron la leyenda negra antilibertaria para ocultar sus propios crímenes. O anarco o independentista; las dos cosas a la vez sólo son posibles cuando se sufre una profunda esquizofrenia.

¿A qué vienen ahora esos dos jubilados de Barcelona a decirnos que esas historias de asesinos anarquistas en la Cerdaña no son ciertas, con lo cómodas y nacionalistas que nos quedaban?

Piensan que ¡mejor ignorantes que traidores a la patria! ¿Libertarios independentistas?: ¡apaga y vámonos! Ya lo dijo Orwell: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.

Antonio Gascón y Agustín Guillamón

Barcelona, 20 de diciembre de 2019

ANEXOS [Página siguiente]

13 comentarios

  1. Comparto algunas de las ideas de fondo. Pienso que es positivo que se tenga presente que en parte de la Historia del nacionalismo catalán se constaten posicionamientos que, en la primera mitad del siglo XX, se puedan asociar a coqueteos con los fascismos entonces en pleno auge. Considero historiográficamente interesante y loable investigaciones como las planteadas sobre la Cerdeña y en desmoronar tantos mitos del nacionalismo.

    Personalmente tengo mi identidad, y seguramente está bastante cerca a la planteada por los autores del artículo. En el terreno nacional, considero a los nacionalismos un producto histórico, comunidades imaginadas que, en su gran mayoría, no han aportado nada positivo a la Historia humana. En pleno siglo XXI me siento una persona cosmopolita y no tengo un desarrollado sentimiento nacionalista, ni catalán, ni español, y tampoco de ningún otro lugar.

    Considero que en el siglo XXI aún es importante el plantear alternativas a las concienciasa nacionalistas que son, a día de hoy, el principal eje identitario en las sociedades del mundo de los estados-nación. Algo más de 200 años de procesos de nacionalización y perfeccionamiento de los mismos, entre otros factores históricos, explican esta hegemonía en el terreno identitario. Aún así, no me siento una persona «nacionalizada» y saludo, por ejemplo, con relativos buenos ojos planteamientos del siglo XXI que abogan por la superación de los estados-nación, como sería el caso del confederalismo democrático nacido en el Kurdistán.

    Aún así, creo que el artículo falla en varios temas. El salto que hace de los años ’30 a la actualidad es ignorante a los cambios y evolución de los llamados procesos de nacionalización. Y especialmente, creo que el tono, en sí mismo, más que ayudar a crear un debate, hace perder interés en el tema al público que, en teoría, va dirigido.

    Si el artículo va dirigido hacia personas críticas con los avances de los nacionalismos -en este sentido, algo de crítica al nacionalismo español tampoco creo que sobrase-, el artículo es autoreferencial, con lo cual, no tendría más significado que un mero ejercicio de reafirmación para quienes ya tienen una opinión formada del tema. Para quien tenga una identidad independentista fuerte y consolidada, este artículo será olvidado en el pozo de la propaganda «españolista» (típica simplificación) a descartar.

    Así pues, si planteamos que el artículo va dirigido a otras personas: ¿es positivo o negativo? No soy nadie para criticar lo bueno o malo del artículo, pero sí para dar mi opinión y crítica constructiva. Considero que para una persona en plena formación identitaria (especialmente habitual entre los y las jóvenes), en pleno nomadismo identitario, y que inclusive puede sentirse tanto heredero/a de la tradición libertaria como del nacionalismo catalán de base marxista, visible desde la segunda mitad del siglo XX y que hunde sus raíces o referencias en una mezcolanza de sectores libertarios moderados como Josep Llunas o del republicanismo federal más catalanista, por ejemplo el del congreso de 1883, casi una década anterior a las reaccionarias Bases de Manresa, podemos preguntarnos si el artículo tiene cierta utilidad. Muchos de los potenciales lectores estarán de acuerdo que lo de la Cerdaña fue una manipulación histórica de una parte del nacionalismo catalán, y que, en muchos sentidos, ni se sienten herederos/as, de igual modo que tampoco sienten suya la memoria de los hermanos Badia. Así pues, para esas personas con una doble identidad, fruto de la más pura normalidad (todo el mundo sigue su evolución identitaria), e inclusive para quienes sostienen y mantienen esa identidad anarco-indepe tras el paso de los años (que haberlos haylos), este artículo falla, por la sencilla razón que con argumentos como que «O anarco o independentista; las dos cosas a la vez sólo son posibles cuando se sufre una profunda esquizofrenia», más que argumentos, son descalificaciones. Y eso es un error, porque guste o no en el siglo XXI, en Cataluña, existen personas con identidades flexibles, y no creo que sea efectivo ese tipo de argumentario, aunque comparta que el tema y el planteamiento de alternativas a lo hegemónico es más que nunca necesario.

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    1. El comentario de Fran nos parece no solo pertinente y adecuado, sino necesario y acertado. Sólo queremos dejar constancia de algunos matices, puntualizaciones y discrepancias menores, tan excitantes como pedagógicas:
      1. El salto que Fran señala entre los años treinta y la actualidad se salva cómoda y rápidamente en la propia web de SER HISTÓRICO, señalando la lectura complementaria de los artículos titulados Nació o classe y El procés és un Sidral
      2. Sobre la insuficiencia de una crítica del nacionalismo español, bastaría también con señalar esos dos artículos, ya citados en el punto 1.
      3. El artículo no se dirige ni a creyentes independentistas, formados en su fe y en sus dogmas; ni tampoco a adolescentes en búsqueda de identidad. Se limita a constatar la realidad del panorama actual y toma nota de las últimas aberraciones ideológicas, provocadas por el auge de la ideología nacionalista.
      4. El patriotismo es incompatible con los principios anarquistas más elementales: “ni dios, ni amo; ni patria, ni patrón”. Quien defiende una patria o una bandera nacional deja de ser anarquista en el mismo instante que alza esa bandera. No se trata de una descalificación gratuita por parte de un tercero, sino de una dejación de principios, o, si se quiere, de una renuncia y una abdicación. Los anarcopatriotas que ondean banderas, imponen nuevas fronteras y combaten por un Estado propio sólo son patriotas. Y sólo confunden a quien quiere ser confundido.
      5. Si algún adolescente en busca de identidad confunde catalanismo y anarquismo tenemos la obligación de informarle que no son compatibles, que es necesario elegir. Y elija lo que elija, debe entender que las dos cosas a la vez son incompatibles. Es un deber elemental de pedagogía y salud mental.
      6. A Fran nuestro tono le parece inadecuado. No nos importa el tono, sino el contenido. Creemos sinceramente que nuestro tono es adecuado al contenido que intentamos expresar y a la situación de sitiados en que nos encontramos.
      7. No creemos que las identidades sean flexibles. La Historia burguesa tiene por misión mitificar los nacionalismos, el totalitarismo democrático y la economía capitalista, para convencernos de que son eternos, inmutables e inamovibles. Un presente perpetuo, complaciente y acrítico banaliza el pasado y destruye la conciencia histórica. Sus recursos financieros, sus funcionarios universitarios y sus medios de propaganda son prácticamente ilimitados frente a nuestra absoluta precariedad. No tenemos más fortaleza ni recursos que nuestros principios. La defensa de los principios son las únicas armas de que disponemos. Fran parece contemplar un combate entre iguales, sin considerar la enorme desigualdad existente en la realidad social, económica e histórica en que vivimos.
      8. Compartimos con Fran la necesidad de plantear alternativas al pensamiento único y al nacionalismo hegemónico. Eso intentamos hacer, desde la defensa de los principios.
      9. No se trata de evolución de la identidad, o de búsqueda de la identidad, o de escoger entre una identidad independentista y otra ácrata, o bien de elegir una determinada mezcla “flexible” de identidad nacionalista e identidad ácrata, como parece proponer Fran. Se trata de ser o no ser; pero no en un sentido identitario, sino clasista: ser opresor o ser oprimido; ser sumiso o ser rebelde. Se trata de proponer un nuevo Estado o enfrentarse a cualquier Estado; disolver todas las fronteras, policías y ejércitos o implantar nuevas fronteras, policías “afines” y ejércitos “propios”.
      10. Es cierto que el artículo es autorreferencial. Es, sin duda, una reafirmación en los propios principios. Y como dice el primer párrafo del Manifiesto trapero de Puigcerdá: “El combate de los trabajadores por conocer su propia historia es uno, entre otros muchos más, de la guerra de clases en curso. No es puramente teórico, ni abstracto o banal, porque forma parte de la propia conciencia de clase, y se define como teorización de las experiencias históricas del proletariado internacional, y en España debe comprender, asimilar y apropiarse, inexcusablemente, las experiencias del movimiento anarcosindicalista en los años treinta”.
      11. Hoy por hoy no existe, en ninguna parte, una alternativa libertaria creíble, valiente e ilusionante, capaz de oponerse, ni siquiera verbalmente, al tsunami nacionalista, organizado piramidalmente desde el gobierno y los partidos independentistas, con la colaboración de destacadas personalidades e ilustres profesionales, directivos de empresas y las grandes asociaciones de masas nacionalistas. Jerarquizado, tecnificado y financiado Tsunami al que obedecen ciegamente todas las asambleas locales o de barrio de los CDR, militantes radicalizados de unos partidos independentistas demasiado pactistas, y demás compañeros de viaje, incluidos aquellos que aún se creen y autodenominan libertarios independentistas.
      El Tsunami es un movimiento anónimo y clandestino, bendecido desde la actual DeGeneralidad, que actúa desde la sombra y la impunidad. Fue creado para impulsar la desobediencia civil, que propugnan algunos políticos y organizaciones después del fracaso de la DUI. Ha conseguido una formidable institucionalización de la rebeldía de la pequeña y mediana burguesía (en peligro de proletarización), instrumentalizada por parte de la élite catalanista, que combina y suma recursos financieros y tecnológicos gubernamentales y empresariales con manifestaciones, revueltas y protestas callejeras “antisistema”. Las evidentes contradicciones de esa hábil y difícil combinación ponen en la cuerda floja al cuerpo de los mossos d´esquadra, y revienta costuras interclasistas con el plan de privatizaciones del actual vicepresidente Pere Aragonés, militante de ERC.
      La alternativa libertaria sólo puede aparecer y enraizarse en esa oposición a la Ley Aragonés, pero también en una tajante separación y delimitación respecto a cualquier Tsunami paramilitar, paraestatal, independentista, burgués y ajeno, patriota, piramidal y jerarquizado.

      Antonio Gascón y Agustín Guillamón, 31 de diciembre 2019

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      1. Entiendo parte de los comentarios y puedo suscribirlos perfectamente. Aunque creo que el tema es más complejo. Quisiera puntualizar que no fomento una identidad «flexible», sencillamente constato que ahora en el presente, com ha ocurrido en el pasado, las identidades, especialmente las nacionales, pueden ser variables. El mismo Bakunin empezó siendo un activista paneslavista antes de abrazar el internacionalismo.

        Creo que el gran error del artículo, o más bien aspecto a mejorar, es el tono. Es evidente que quien escribe elige como comunicar, pero creo que en el contexto de flexibilidad o evolución identitaria, y si creemos que merece la pena demostrar que los nacionalismos son un problema más que una solución para un mundo mejor, utilizar afirmaciones que, básicamente, afirman que lo que sientes es una aberrración y posiblemente seas un esquizofrénico, más que ayudar, perjudican el crear alternativas a las formas identitarias nacionalistas, acordes con una sociedad clasista como es la capitalista. En el pasado fueron las identidades internacionalistas y cosmopolitas las alternativas, pero hoy en día son marginales.

        Y como puntualización, dentro de quienes se oponen a la ley Aragonés, hay bastantes personas que se adscribirían ideológicamente al independentismo más de izquierdas, es decir la CUP y organizaciones afines.

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        1. EL TONO
          El amigo Fran insiste en que el tono del artículo es inadecuado.
          Tal insistencia me ha hecho reflexionar. Fran dice que el tono utilizado no es adecuado “si creemos que merece la pena demostrar que los nacionalismos son un problema, más que una solución para un mundo mejor”. Fran piensa, pues, que nuestro articulo intenta demostrar algo a alguien, y ese alguien, al parecer, son los nacionalistas o los anarco-independentistas. Y, por eso, según Fran, el tono es inadecuado, porque poco o nada va a convencerse a alguien si se considera que su pensamiento es aberrante y además se le califica de esquizofrénico.
          Podríamos caer en la tentación de satisfacer a Fran y concederle el trueque de la palabra “aberrante” por “incoherente”, así como el cambio del término “esquizofrenia” por “confusión extrema”. Pero no, no vamos a hacerlo, entre otras cosas porque nuestro artículo no quiere convencer a nadie, ni dar satisfacción a nada.
          Nuestro artículo más bien pretende todo lo contrario: criticar, excluir, reafirmarse y delimitar un abismo entre ellos y nosotros.
          Nuestro artículo no se dirige a los anarco-independentistas, ni a algunos sectores más o menos afines de la CUP, ni a los adolescentes en busca de identidad, ni a los nacionalistas en busca de una unión sagrada en defensa de la patria. Sólo intenta alumbrar algo de claridad entre tanta oscuridad, oportunismo y confusionismo.
          De ahí, quizás, la desorientación de Fran sobre nuestro inadecuado tono, inflexible y sin capacidades proselitistas.
          Nuestro artículo se dirige solamente a los militantes anarquistas y anarcosindicalistas, y a sus organizaciones; a las de hoy, a las de mañana y también a las de ayer. Se dirige a un SER HISTÓRICO, que incluye a los militantes de hoy y de mañana, pero también a los que ya no están entre nosotros. Por eso, nuestro tono es adecuado, intransigente, altivo, duro, excluyente y no admite componendas, ni cesiones. Y, por ello, es fundamentalmente autorreferencial. No intenta convencer a nadie de nada, Es sólo, y nada más, y nada menos, que una reafirmación en los principios.
          Creo que, ahora, el amigo Fran entenderá por qué el tono usado en el artículo es el adecuado y no podía ser otro, más suave y flexible. Los principios son las únicas armas que tenemos en un mundo hostil, en el que predomina el confusionismo, la flexibilidad reverencial del espinazo y las renuncias. Y no podemos ir desarmados a las batallas que se avecinan; batallas de la misma guerra de clases de ayer, de hoy y de mañana.
          Nosotros somos quien somos, armados con nuestros principios; ellos que sean lo que quieran ser y que les vaya bonito, pero que no intenten confundirnos con su olla de grillos, sus ruidos y fanfarrias, su veneración a los sacrosantos jefes o presidentes, con sus mitos y mártires nacionalistas, de ayer, de hoy y de mañana; sus vivas a la patria y sus banderas, sus cantos de sirena y sus politiquerías.
          Nosotros a lo nuestro: “Ni dios, ni amo, ni Estado; ni patria, ni patrón”, porque, como dice el Manifiesto trapero de Puigcerdá: “No es posible ningún pacto ni colaboración con el enemigo de clase. Convocamos a esa necesaria minoría ácrata y rebelde armada de principios, aún sin patria ni banderas, sin dioses ni fronteras, sin dejaciones ni renuncias”.
          A esa minoría se dirige el artículo; a nadie más, y, por ello, el tono utilizado es el más adecuado que podíamos hallar.
          Antonio Gascón y Agustín Guillamón, 5 de enero de 2020.

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          1. Más allá del tono, que es un debate que no quiero continuar porque todo lo que se tenía que plantear por mi parte está hecho, me gustaría incidir a quien sí va dirigido el escrito. Dadas las respuestas planteadas por los compañeros, entiendo que es un escrito dirigido a lo que se podría denominar movimiento anarquista y anarcosindicalista. Así que, plantearé varias reflexiones para entender mi posicionamiento, el cual considera que el escrito original falla en varios aspectos (reconociendo igualmente aspectos más que acertados):

            Uno. En el seno del movimiento libertario he visto situaciones que se podrían cosiderar como incoherentes. Por ejemplo compañeros y compañeras de primera línea del sindicato, anarquistas y anarcosindicalistas confesos, reconocer que alguna o varias veces habían votado a candidaturas políticas.

            Dos. También he encontrado en organizaciones de base libertaria a compañeros y compañeras que se definen directamente como anarco-indepes o que tienen profundos sentimientos de simpatía por lo que se podría considerar el nacionalismo catalán.

            Tres. Igualmente he visto y escuchado a más de un compañero y compañera que se proclama anarquista, pero luego tener discursos identitarios cercanos a lo que se podría considerar como españolismo, seguramente de raíz republicana, pero españolismo al fin y al cabo.

            Con estos tres puntos constato algo que, personalmente, consideraría incoherente, pero en ningún caso me atrevería a calificar a esos compañeros como esquizofrénicos y demás, más aún cuando entramos en el terreno de las neurodivergencias y pienso también en los compañeros y compañeras que, en su momento militaron, o militan hoy en el ámbito de la antipsiquiatría y crítica a la sociedad que separa a personas entre cuerdas y locas.

            También me gustaría dejar en el aire la idea que, dentro de una organización anarcosindical tienen cabida personas obreras que, aunque no sean libertarias, puedan compartir los métodos de lucha del sindicato y no contravengan a sus principios y finalidades. Actualmente, por citar un caso y si no voy errado, la CGT en Catalunya roza los 20.000 afiliados. Os puedo asegurar que dentro del sindicato hay personas anarquistas y anarcosindicalistas, pero también personas que identitariamente se sienten parte de la Esquerra Independentista o de otras corrientes marxistas no nacionalistas catalanas. Y no veo donde reside el problema. Y eso que suelen existir debates agrios en estos temas, pero si pensamos en la Historia, el mismo Mijail Bakunin recomendaba a sus correligionarios de la Alianza de la Democracia Socialista en España que, en referencia a la Internacional como organización sindical, debía de tener abiertas sus puertas a toda la clase obrera, independientemente de su ideología, ya que consideraba que el contacto con las formas de organización libertarias acabarían transformando esas identidades y creencias.

            No me gustan los nacionalismos como concepto, en varios escritos planteados en este portal salen a relucir mis argumentaciones, pero la actitud frontista, la de ellos y nosotros, en este caso no es del todo útil. El anarquismo actualmente es un movimiento minoritario en el conjunto de la sociedad que nos rodea. Si pienso en los puntos antes planteados, la intencionalidad del artículo no ayudará a no «ir desarmados a las batallas que se avecinan; batallas de la misma guerra de clases de ayer, de hoy y de mañana», porque si algo sobra en las filas libertarias son debates intestinos y frontistas, más aún cuando la realidad es más gris de lo que parece. Resultaría más útil superar el discurso del nacionalismo adaptando experiencias recientes en nuestro presente, como las de los kurdos turcos y sirios, que no en un «o con ellos o con nosotros», que resulta maniqueo y hasta cierto punto simplista. No sé, Agustín y Antonio, pero no me seduce un discurso que ya de entrada piensa en una situación trágica, cuando afirma sobre el presente y futuro que existirá una «necesaria minoría ácrata y rebelde armada de principios». No aspiro a ser minoría, y tampoco soy partidario de la existencia de «vanguardias revolucionarias», un término usado por una parte del anarquismo históricamente, sí, pero para ser honestos, más propio del marxismo.

            Sobre el simplismo del análisis, de un profundo blanco y negro, quizá recordaría la lectura de Ruyman Rodríguez, de la FAGC, sobre los pasados disturbios en Barcelona tras la sentencia del Procés [https://kaosenlared.net/la-verdadera-barcelona-en-llamas/]. Veo más acertado su análisis, y más fructífero para superar el nacionalismo imperante, que plantear intransigencia y una «guerra» desde una Atalaya de pureza de principios.

            Finalmente, y es algo que me resulta curioso, ya que si una cosa admiro de los autores del artículo es el hecho que, por ejemplo, en el análisis del marxismo en España (y el mundo), especialmente del siglo XX, han planteado una gran diversidad dentro de una ideología como la marxista, y la cual, en un sentido de clase, es hermana de la libertaria, no entiendo que, por contra, se pueda analizar de forma tan cerrada un independentismo catalán que va más allá de los hermanos Badia y los precipicios que supuestamente nos separan.

            Para finalizar esta diatriba que se hace larga, y en consonancia con el último párrafo, pienso en amigos y amigas que empezaron a militar en la Esquerra Indepe y en su proceso y evolución hacia formas libertarias de pensar, hasta incluso renegar del nacionalismo, pero también pienso en los compañeros y compañeras anarquistas que, ante la escasa trascendencia en la conflictividad social del movimiento, a día de hoy son militantes de organizaciones nacionalistas. Y entre medio de unos y otros, una escala de grises de identidades y posicionamientos. A mi edad, camino de los 39 años, quizá me quedé aún bastante tiempo para la jubilación, y quizá entonces lo haga, pero repartir «carnets» del buen o mal anarquista, con 20 años lo hacía, pero a día de hoy no me atrevo a hacerlo.

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            1. Última respuesta e invitación a unas conclusiones

              1.
              Es evidente que no se trata de repartir carnets de buenos o malos. Ese es un argumento, mi querido Fran, que roza la parodia, y que no tiene más diana que la de ridiculizar al oponente en el debate. Es un argumento, si me lo permites, impropio de ti.
              Y esos jubilados, amigo Fran, que minusvaloras como repartidores de carnets de buenos y malos, son los mismos que han publicado un documentado y riguroso libro en el que demuestran que la matanza de 21 derechistas/fascistas en Puigcerdá, el 9 de septiembre de 1936, fueron elaborados y aprobados en el Casal de ERC, y que por eso mismo los nacionalistas levantaron una leyenda negra contra el anarquismo catalán, que ha durado más de ochenta años.
              La historia antilibertaria de estalinistas y nacionalistas era una pirámide invertida, que descansaba sobre su cumbre; y esos jubilados, amigo Fran, han conseguido con su esfuerzo, pese a los achaques de la edad, asentar esa pirámide sobre su base. ¿No es demasiado mezquino desmerecer la argumentación de quienquiera que sea por su edad?
              Sea como fuere, no hace falta jubilarse, tener la dentadura completa o ir en silla de ruedas para comprender que existen unos principios básicos que diferencian y definen el anarquismo y el anarcosindicalismo de lo que NO es anarquismo o anarcosindicalismo.

              2.
              Y esos principios ácratas, tan sencillos que caben en lemas tan breves como el “ni dios, ni patria, ni amo”, o bien, el “ni Estado, ni patrón”, son incompatibles con el programa mínimo del nacionalismo catalán:
              a. La lucha por la independencia de Cataluña.
              b. La fundación de un Estado catalán.
              c. La creación de una policía y un ejército “propios”.
              d. El sacrificio económico de todos los catalanes durante una década, o más, necesario para consolidar ese nuevo Estado, o bien, la propuesta Comín de hundir la economía española y la catalana como arma para obtener la independencia, cueste lo que cueste.
              e. La constitución de una comunidad nacional, mediante una unión sagrada de todas las clases sociales. A eso, los trabajadores solo pueden oponer la comunidad internacional de lucha contra un capitalismo salvaje y obsoleto.
              f. La consolidación del catalán como única lengua oficial.
              g. La promoción y subvención de fuertes empresas catalanas, capaces de competir en un mercado globalizado.
              h. La federación con el Departamento de los Pirineos Orientales, la Franja, Valencia y las Baleares para constituir el Estado del Països Catalans.
              i. Amnesia general y rehabilitación política de Pujol, Millet y demás delincuentes deshonorables y corruptos confesos. Paso al centro del escenario político del mesiánico Artur Mas.
              j. Etcétera, etcétera, etcétera

              3.
              Rasgo característico de nuestra sociedad son las mentiras sin respuestas efectivas posibles, ya que el pensamiento único y sectario dominante no permite ningún debate. Se vive y reflexiona desde un presente perpetuo, porque se pretende que el pasado no existe, ¡o que está pasado de moda! La consecuencia más útil para las élites y el aparato estatal es la ausencia de memoria histórica sobre la Guerra civil, o incluso sobre los hechos de hace pocos años, meses, semanas o días.
              Vivimos, en los últimos años, un inaudito auge del catalanismo, una invasión mediática todopoderosa de la ideología nacionalista (tanto españolista como catalanista) más simplona y una fiebre de patriotismo identitario, sin mesura ni control, que todo lo arrasa. No puedo repetir lo ya dicho en los artículos publicados en la web de SER HISTÓRICO, a saber “Nació o clase” y “El procés es un sidral”.
              Aparecen sonadas aberraciones de carácter oportunista, que no solo no son denunciadas por monstruosas, sino que a veces son bien acogidas y mejor publicitadas. Nacen desde ese presente perpetuo que ignora las luchas del pasado. Si alguien se denomina anarquista, libertario o anarcosindicalista hunde sus raíces en determinada historia, principios y ética. No vale todo. La ideología nacionalista no cabe en los principios ácratas, sino que más bien se contradicen y excluyen mutuamente.
              No existe aún una alternativa libertaria creíble, valiente e ilusionante, capaz de oponerse, ni siquiera verbalmente, al tsunami nacionalista, organizado piramidalmente desde el gobierno y los partidos independentistas, con la colaboración de destacadas personalidades e ilustres profesionales, directivos de empresas y las grandes asociaciones de masas nacionalistas. Jerarquizado, tecnificado y financiado Tsunami al que obedecen ciegamente todas las asambleas locales o de barrio de los CDR, militantes radicalizados de partidos independentistas (a los que consideran demasiado pactistas), y demás compañeros de viaje, incluidos aquellos que aún se creen y autodenominan libertarios independentistas.
              El Tsunami es una plataforma de comunicación de un movimiento nacionalista, bendecida desde la actual Degeneralidad, que actúa desde la sombra y la impunidad. Fue creada para impulsar la desobediencia civil, que propugnan algunos políticos y organizaciones después del fracaso de la DUI. Ha conseguido una formidable institucionalización de la rebeldía de la pequeña y mediana burguesía (en peligro de proletarización), instrumentalizada por parte de la élite catalanista, que combina y suma recursos financieros y tecnológicos gubernamentales y empresariales con manifestaciones, revueltas y protestas callejeras “antisistema”. Las evidentes contradicciones de esa hábil y difícil combinación de trapecistas ponen en la cuerda floja al cuerpo de los mossos d´esquadra, y revienta costuras interclasistas con el plan de privatizaciones del actual vicepresidente Pere Aragonés, militante de ERC.
              Pero, muy significativamente, el Tsunami Democràtic, que nada tiene que envidiar al Comité Central de cualquier partido estalinista, se autopresenta como un movimiento autónomo, autogestionario y asambleario, absolutamente independiente de cualquier partido, organización o gobierno. Todo ello es evidente y absolutamente falso.
              ¿Por qué el Tsunami necesita presentarse como un movimiento asambleario, cuando es evidente su organización jerárquica y piramidal, dependiente de la Degeneralidad, ANC, Òmnium, los sectores más radicales de los partidos catalanistas, CUP, TV3%, empresas pequeñas y medianas, profesionales y directivos de prestigio, más alguna multinacional de origen y vocación catalanista?
              Si contestamos esa pregunta, el Tsunami se derrite como un terrón de azúcar en el café: una plataforma de comunicación que organiza acciones masivas de desobediencia civil necesita presentarse como un movimiento autónomo, espontáneo, sin cabezas dirigentes, autogestionado y asambleario, con el objetivo de burlar cualquier posible investigación judicial y la consiguiente represión. ¿Se entiende el lamentable papel de tontos útiles que juegan aquí esos libertarios independentistas, vía CUP, como disfraz antiautoritario y acéfalo de una estructura estalinista, jerárquica y piramidal?
              Hay que elegir entre los homenajes al policía y torturador Miquel Badía y la adecuada comprensión de la militancia y peripecias del sindicalista Justo Bueno. Hay que elegir entre la memoria recuperada del líder libertario Antonio Martín, limpia de las infamias catalanistas y estalinistas, o sus asesinos nacionalistas, que inventaron la leyenda negra antilibertaria para ocultar sus propios crímenes. O anarco o independentista; las dos cosas a la vez sólo son posibles cuando se sufre una profunda esquizofrenia, se transige y convive con las contradicciones y el confusionismo más extremos, se tiene vocación de tonto útil, o se viven espejismos oportunistas. Y, en el mejor de los casos, es un error.
              Hay que escoger entre la aprobación de la Ley Aragonés o su derogación, porque esa Ley, pendiente de aprobación por el Parlament, pretende sentar las bases para la privatización de un sinfín de servicios sociales, sanitarios y educativos, que hoy son de gestión pública.
              En un santiamén podemos pasar del Tsunami nacionalista “contra LA sentencia” al Tsunami de las privatizaciones, gestionados ambos tsunamis por el mismo gobierno, en favor de empresas que participarán en las subastas del sector público, con el privilegio que conlleve la etiqueta de “empresa catalanista, colaboradora del Tsunami”, desde el sector farmacéutico al alimentario, del sector de la información al informático o inmobiliario, del sector sanitario al educativo.
              El vomitivo abrazo de David Fernández (de la CUP) con Artur Mas, un icono reaccionario de la oligarquía catalana, ya unió, hace años, la política antiobrera y represiva del gobierno Mas de la Generalidad con los antisistema, abducidos por el nacionalismo en una misma Patria. Así está el mundo de los “antisistema”.
              Ya lo dijo Orwell: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.
              4.
              El nacionalismo es siempre reaccionario y excluyente. Y el nacionalismo catalán no menos que el español. Ambos, independentistas y fascistas de Vox, se retroalimentan y son incompatibles con una propuesta de trasformación social que respete la igualdad económica, la cohesión social y las diferencias culturales. Muchos dirigentes destacados del nacionalismo catalán no esconden la necesidad de destruir una comunidad real multilingüe y multicultural. Es necesario advertirlo ahora, antes de que los rasgos nacionales “auténticos” sean impuestos mediante procedimientos violentos. Antes de que el ejemplar pacifismo de masas trueque en comandos de acción.
              El movimiento nacionalista catalán forma parte del auge de los nacionalismos derechistas y xenófobos en todo el mundo, especialmente en Europa, incluido el Brexit. Es con estos, y no con las revueltas sociales de Chile, Francia, y otros lugares, donde debemos situar al independentismo catalán.

              5.
              Creo que el debate no da para más, so pena de aburrir al sufrido lector, razón por la que invito al amigo Fran a redactar, si lo cree necesario, unas conclusiones finales, o bien, un resumen objetivo del debate.

              Agustín Guillamón
              8 enero 2020

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              1. Amigo Agustín, no quiero disgustarle, pero no me veo haciendo un resumen o conclusiones de este debate, puesto que tengo una opinión formada y quisiera concluirlo, por mi parte, con unas breves apreciaciones.

                Sobre el tema de la vejez os pido disculpas. Pero al leer el fragmento de vuestro texto afirmando que: «¿A qué vienen ahora esos dos jubilados de Barcelona a decirnos que esas historias de asesinos anarquistas en la Cerdaña no son ciertas, con lo cómodas y nacionalistas que nos quedaban?», pensé que era adecuado sacar el tema, utilizando a mi persona como ejemplo, y afirmando que lo que pensaba con 20 ha evolucionado cerca de los 40 y que quizá también lo haga cuando llegue, si es que llego, a una edad más elevada. La intención no era ridiculizar.
                De vuestra última intervención podría suscribir casi todo su contenido, aunque creo que la realidad es algo más compleja, pero el centro de la cuestión y la mayor parte de las palabras de las afirmaciones, como he mencionado, las suscribo.
                Como aportación, desde hace tiempo que se hace necesario mirar al pasado para entender planteamientos recientes. Antiguamente existía cierta diferenciación terminológica cuando se hacía referencia a la palabra cosmopolitismo y también a internacionalismo. La primera, en resumida cuentas, afirmaba que no existían las naciones, ya que únicamente existía una Humanidad. Mientras que la segunda palabra aportaba un interesante matiz: existían las naciones, pero pese a ellas se deseaba una hermandad universal, lo que llevaba, desde dos ópticas diferenciadas, a una conclusión común: superar los problemas derivados de las identidades nacionales. Bakunin inició su activismo bajo un prisma paneslavista que nunca dejó del todo de lado, Charles Malato, si no recuerdo mal, afirmaba que antes de la deseada fraternidad universal, sería necesaria la unión previa de las diferentes naciones de la humanidad… En fin, quizá por el olvido, pero hablando con diferentes personas que se sienten «anarquistas y nacionalistas», en Catalunya identificados vulgarmente como «anarcoindepes», o con personas de la CUP de los sectores más críticos, he tenido la sensación de estar debatiendo con un «internacionalista» que ha olvidado lo que significaba el término. Quizá por eso aún sea optimista y piense que aún las ideas de superación de la nación tienen oportunidades para crecer, más aún si propuestas actuales que recogen la herencia del internacionalismo y cosmopolitismo, como serían las derivadas del confederalismo democrático, o aquellas que desde América defienden la libertad de las comunidades indígenas, aportan matices con capacidad de ser adaptados a nuestra realidad.
                Finalmente, un último aporte que ayude a entender mis críticas al denominado «tono». Soltar que una persona que defiende dichas ideas es esquizofrénica lo encuentro solo como ejemplo de ridiculización de un supuesto adversario, y no me gustó. Quizá porque tengo amigos que han sido diagnosticados con esquizofrenia, al igual también porque me considero una persona sensibilizada con las denominadas neurodivergencias, y especialmente porque uno de mis mejores amigos está diagnosticado, siendo una persona que pese a ello, tiene razonamientos políticos propios y siempre está abierto al debate. El comentario me pareció ofensivo y que no era adecuado.

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                1. ESQUIZOFRÉNICOS Y ESQUIFOFRÉNICOS FIGURATIVOS

                  Deseo expresar mi más absoluta solidaridad y respeto hacia aquellas personas diagnosticadas como esquizofrénicas.

                  Es evidente que la utilización de la palabra esquizofrenia en el artículo se refiere, en un sentido metafórico, a aquellas personas que sostienen una doble militancia anarco e independentista, al mismo tiempo. Es una incoherencia extrema y conflictiva, inaceptable.

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  2. Sorprende leer este parágrafo casi al inicio del artículo: «Un Justo Bueno, joven, locuaz, apuesto, elegante y audaz, visitó a Tísner en su despacho, para contarle todo lo sucedido y pedirle, acto seguido, un absoluto silencio».

    No deja de ser chocante que los autores del artículo mencionen una serie de apelativos del todo subjetivos elogiantes hacia nuestro héroe, y en cambio se olviden de mencionar que la petición se realizo no con el poder de la palabra, sino con «la autoridad» y el poder que otorga tener una pistola cargada en la mano.

    Sin duda estamos más ante un artículo de opinión pensado en clave del presente, que no ante uno de análisis de unos hechos históricos.

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  3. El movimiento libertario ha cometido un error repetido hasta la saciedad: ocupar cargos en la estructura de Estado burgués: Partido Sindicalista, CNT-FAI en Gobiernos de la Generalitat y del Gobierno republicanos. El Estado te acaba fagocitando.

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  4. Un artículo «acorde» con los tiempos que corren: una gota de faire en una pila atascada con cuatro dedos de grasa en descomposición.

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  5. Tot i que segurament que no us convenceré, deixo aquí la meva opinió:

    • El Tsunami es anònim i funciona verticalment, d’acord. Però els CDR’s per exemple, no. Et poden agradar més o menys, però no van ser una estratègia del govern de la Generalitat, en tot cas van ser creats per gent de l’esquerra independendentista, o fins i tot alguns anarcoindependentistes (no necessàriament de la CUP) o gent que estava al 15M i que mai s’han declarat independentistes… Pel que ser depenent del lloc del CDR són d’una tendència o altre.

    • No es pot simplificar l’independentisme amb la definició de és «un movimiento burgés, financiado por empresarios…» En els dos nacionalismes hi ha empresaris, de fet les grans empreses, i la banca es mostren totalment contràries a la independència (Freixenet, Codorniu, El Grupo Planeta, Banc Sabadell), tenen una postura conservadora, com alguns revolucionaris, vaja… En tot cas l’empresa petita i part de la mitjana si que és més favorable a la independència.

    • A mi la independència tampoc crec que solucioni tots els nostres mals, i si es produís està clar que almenys als primers anys serien durs, perquè hi hauria una desinversió i un boicot per part de l’estat espanyol, ni tampoc seriem la «Suïssa d’Europa» com han dit alguns…. Però vaja, tampoc tinc una posició bel·ligerant respecte l’independentisme (a alguns personatges independentistes i partits, si), penso que també pot tenir aspectes positius com treure’s la monarquia de sobre, acabar amb certs privilegis i «casta» (si ser que també hi ha casta entre alguns independentistes), i si haig de protestar sempre tindré el govern més a prop i ja no tindran l’excusa de dir «Espanya ens roba». Potser seria la millor manera d’acabar amb la febre nacionalista que dius…jeje

    • Per altre banda tampoc dieu res sobre el perquè d’aquest creixement independentista, jo no crec que tota la gent sigui idiota i segueixi el que diuen els polítics independentistes, hi ha motius de fons, que porten molts anys: si no s’haguessin carregat l’estatut del Maragall, no hi hagués hagut un discurs tan bel·ligerant respecte els catalans, la llengua i cultura catalana per part de l’estat i la majoria de mitjans de comunicació (que es crítica molt TV3, i si manipula, com tots, però és que TV3 és un sol canal), doncs els independentistes serien un 10% com fa uns pocs anys. Trobo a faltar un discurs sobre què fem amb les identitats, pobles, cultures, llengües, no solament dir «nacionalismo=burgesia/fascismo». No crec que estimar la llengua que parles i no voler que acabi sent residual o que algun dia s’extingeixi, sigui nacionalisme, per exemple, potser a vosaltres us és igual perquè no us han dit mai «hablame en español». I això no vol dir que a la gent li deixi d’importar que no l’explotin a la feina, o que no tingui consciència de classe.

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