Nota de edición: a partir de la edición del artículo sobre Antonio Salón una lectora e historiadora del portal se puso en contacto con nosotras. Comentó la identificación de otro miliciano que aparecía en la foto del mencionado artículo sobre Salón junto a otros integrantes de la Isaac Puente.
«Las guerras las viven y las mueren los simples soldados, los sin nombre de la Historia»
Alfonso Gorosabel García

Había nacido en Buenos Aires, San Telmo, en 1920, hijo de españoles que decidieron en 1929 el regreso a La Rioja de la que eran oriundos. En 1936, Logroño cayó sin presentar resistencia a los facciosos. Un vecino de derechas dió el aviso a la familia: pese a sus 16 años, Alfonso estaba señalado por sus simpatías anarquistas, y por tanto su vida en peligro.
El joven se despidió de sus padres (a los que ya no volvería a ver), y marchó al País Vasco, con referencias de la CNT, donde poco después se integró al Batallón Isaac Puente que en noviembre del 36 intervino en la fallida ofensiva republicana de Villarreal. Alfonso supo entonces que la guerra no era un juego. Cuando el frente Norte se derrumbó, Gorosabel junto a otra veintena de milicianos apostaron a huir desde Santander por mar (agosto del 37), en un endeble pesquero que a punto estuvo de zozobrar en las aguas del Cantábrico. La fortuna jugó a favor de ellos, puesto que fueron rescatados por un destructor británico que los desembarcó en el puerto de Saint Nazaire. Desde Nantes, y por sus medios llegaron Alfonso y sus compañeros a la frontera franco- catalana y se reintegraron a la lucha, Gorosabel en la Defensa antiaérea. Herido en el frente del Ebro en agosto del 38, fue derivado a un Hospital de Figueres, dónde le sorprendió la retirada final. Cruzó la frontera en muletas en febrero del 39, primero probó «la hospitalidad» en Argèles y en abril fue trasladado a Gurs ( que recién había sido construido), en donde permaneció hasta su evacuación.

A España no podía volver. ¿Por qué no viajar a la tierra de la infancia? En octubre del 39 embarcó en La Rochelle en el Massilia, junto a 77 argentinos, rumbo al Sur. Alfonso Gorosabel García llegó a Buenos Aires en noviembre de 1939. Llegaba descalzo, con 19 años, pero ¿cómo son los 19 años de un hombre que conoció la ferocidad de la guerra?
El mismo escribió:
«…tuve una etapa de mí vida salteada… pero con la firme convicción que había hecho lo que mis ideales me ordenaban, defender una causa justa que todavía sostengo y espero confiado el advenimiento de la III República.»
Tuvo un bar, trabajó en la Marina Mercante, formó una familia y la tercera no llegó para él, pero su hija Rita sostiene la bandera en el Centro Republicano de Mar del Plata (el último que queda abierto en Argentina).