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Mujeres del 98: justicia para las mujeres olvidadas

A modo de introducción

Sentada en un rincón del pequeño jardín, con la gata estirada en su regazo, se sumió en sus recuerdos. ¡Había tenido una vida tan larga! Con los ojos semi cerrados aspiraba con ansia el aroma de los tilos y de las azules glicinias en flor. A pesar de su avanzada edad, casi ninguna arruga surcaba su frente limpia. De pronto dio un respingo, rememoró la  noche del 15 de febrero de 1898 en La Habana, aquella noche funesta, que en un principio se presentaba limpia y serena. Ella, una niña, caminaba de la mano de su madre, que paseaba por el puerto con algunas amigas. El mar estaba agitado. Charlaban animadamente mientras apretaban los mantones sobre sus cuerpos, abrigándolos del relente.  De pronto, todas enmudecieron. Allí mismo, ante su vista, el buque americano Maine sufría una fuerte explosión. De los 355 tripulantes de la nave fallecieron de forma horrible 256; de ellos solamente dos tenían galones de, 254 eran marineros. Las paseantes, conmocionadas, no suponían entonces que ese acto constituiría  el detonante de la intervención de Estados Unidos en una guerra, la que definitivamente sirvió para que Cuba lograra su independencia de España. La anciana se dijo: Qué breve es la vida…¡Pasa en un suspiro! ¿Cuándo lograré que el olvido libere mi mente de este horrible recuerdo?

Esta anciana recordaba un suceso que resultó clave en la pérdida de las últimas provincias de ultramar —pues a lo que sucedió en Cuba hemos de unir Puerto Rico y Filipinas—. La explosión del Maine, y sus secuelas, supusieron una verdadera conmoción en España, dando lugar a muy diversas reacciones entre las que destaca la cristalización, en torno a esa fecha y a tal acontecimiento, de lo que se llegó a denominar la «generación del 98». Quizás alguna de aquellas mujeres que observaron la escena la recreó en un escrito. Puede que la describiera bien, aunque no importa, ninguno de estos relatos se ha conservado. En el índice informatizado de la Biblioteca Nacional aparece el ítem «escritores de la generación del 98». Cuando se le solicita «escritoras de la generación del 98», la pantalla aparece vacía, escribía Lidia Falcón. Con este mismo criterio se conmemoró el centenario de aquel 1898. Ni un nombre femenino apareció en los escritos de historiadores, literatos, filósofos y periodistas, que indicase al lector la existencia de mujeres en la España de final de siglo. Para los escritores del 98, las mujeres no escribían. Resultaban invisibles.i Como ocurrió con José Martínez Ruiz, más conocido por su pseudónimo Azorín, quien en el 1913 usó el término de escritores del 98 para agrupar a una serie de autores con tendencias ideológicas y estéticas semejantes: Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz «Azorín», Ramiro de Maeztu, Pío Baroja y Antonio Machado.ii

Mujeres del 98

Ah, Azorín también se olvidó de las mujeres.

No obstante, las hubo. Hay que destacar las autoras de este período modernista y de vanguardia (1898-1931). Mujeres relevantes que, a pesar de todo, defendieron sus derechos como escritoras y que actualmente ya son reconocidas como «escritoras de la generación del 98».

Las mujeres de la vanguardia española fueron las que empezaron a poner los cimientos del cambio de imagen de la mujer de «ángel de la casa» a «ciudadana moderna». Dentro de la estrechez del espacio, de la estrechez de la vida que la sociedad de la época les permitía, supieron, emulando la expresión de Virginia Woolf, encontrar una «habitación propia». En todas ellas se descubre un afán por mejorar la situación femenina dentro del mundo hecho para los hombres, y donde hasta las leyes eran diferentes para unos y otras (en distintos artículos del Código Civil de 1889 se estipulaba la subordinación de la mujer casada al marido: «el marido debe proteger a la mujer, y esta obedecer al marido»; «la mujer está obligada a seguir a su marido dondequiera que fije su residencia”).iii

En la historia del arte, como en la literatura, como en el de la cultura en general, faltan la mitad de sus protagonistas. La razón resulta evidente: esa historia la escribieron hombres.

Desde que se institucionalizó la literatura, cualquiera que consulte una historia literaria tradicional ha de encontrarse con un vacío de nombres propios de mujeres escritoras. Así es como se plantea el asunto en la introducción a los seis volúmenes de la Breve historia feminista de la literatura española (1993-2001), obra de la puertorriqueña Iris Zavala que marca “un punto de inflexión” en la lucha por el justo reconocimiento de las escritoras, afirma la presidenta de la asociación por la igualdad de género en la cultura Clásicas y Modernas, Anna Caballé, a su vez directora y editora de los cuatro volúmenes que conforman la colección La vida escrita por las mujeres (2003-2004), compendio de lo mejor de la producción literaria femenina desde la Edad Media hasta el siglo XX.

Pero ¿quiénes fueron aquellas mujeres llamadas de la generación del 98? Citemos a Emilia Pardo Bazán (1851-1921), sin duda la más ilustre y reconocida literata de la época, precursora del feminismo a la que rechazaron en la Real Academia Española. Hija de los condes de Pardo Bazán, tuvo una infancia muy rica intelectualmente, recibió formación humanística en historia, filosofía, literatura e idiomas y a una edad temprana escribía ya sus primeras obras.

A los 16 años se casó en Galicia con José Quiroga, pero el matrimonio fijó su residencia en Madrid y después en Francia. Allí, Pardo Bazán entró en contacto con ideas y corrientes europeas que hicieron crecer su espíritu innovador en la literatura española.

Su popularidad como escritora comenzó con la publicación de Estudio crítico de Feijoo (1876). En 1879 vio la luz Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina, su primera novela, influida por Juan Valera. Le siguieron otras. Introdujo el estilo naturalista del francés Émile Zola y fue pionera en la difusión de la literatura rusa en España.

Escribiendo novela llegó a la que es considerada su obra maestra, Los pazos de Ulloa (1886), en la que retrata la decadencia del mundo rural gallego. Le siguieron otras ambientadas en Madrid y encuadradas dentro del realismo. Pero su producción literaria fue muy abundante, además de ensayos, novelas y poemas escribió numerosos cuentos, más de 500, que agruparía en varias colecciones.

Pero Emilia Pardo Bazán fue reconocida también por su lucha incansable por la emancipación de la mujer, introdujo en España el debate francés y británico sobre feminismo. Se autodefinió como feminista y protagonizó conferencias y discursos en un tono adelantado para su época.iv

¿Por qué no hablar de Carmen de Burgos (1867-1932) pionera de todo apenas reconocida? De familia acomodada almeriense, se casó en la década de los ochenta con un periodista local y tuvo tres hijos. Tras el fallecimiento de dos de ellos y tras su divorcio, partió hacia Madrid donde desarrolló su preocupación por los grupos sociales menos favorecidos. Desde 1903 publicó artículos bajo el epígrafe Lecturas para las mujeres en el Diario Universal, por lo que se convirtió en la primera mujer redactora de un periódico con columna fija. A partir de este momento, se la conoció por el seudónimo Colombine. Trabajadora incansable, llegó a escribir el increíble número de 105 novelas cortas. Carmen de Burgos fue una escritora perteneciente a la Edad de Plata de la literatura española, polifacética y con una extensa obra periodística y literaria. Considerada como una de las precursoras del feminismo por su actitud vital, así como por sus ideas reformistas, que evolucionaron desde posturas más moderadas a posiciones más beligerantes en la defensa del divorcio, del sufragio universal, de la supresión de algunas leyes sexistas y del fomento de la libertad de la mujer a través de la educación y del asociacionismo. Un ejemplo de esto es el libro El divorcio en España (1904) basado en una encuesta que realizó en su columna pidiendo la opinión de los lectores. La iniciativa levanto agrias protestas por parte de los sectores más conservadores, por lo que decidió recoger las respuestas que consideraba de mayor interés en un ensayo. 

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Carmen de Burgos

Además de los viajes, en la columna “femeninas” Carmen de Burgos planteaba todo tipo de temas desde consejos para la mujer hasta reivindicaciones sociales, feministas o antibelicistas. Gracias a este periódico se convirtió en la primera mujer corresponsal de guerra, ya que se trasladó a Marruecos para describir de primera mano lo acontecido allí. Su experiencia sería narrada en una de las novelas breve de la serie el “Cuento Semanal” titulado En la guerra (Episodios de Melilla). Carmen de Burgos firmó más de cuarenta títulos en colecciones similares. En 1909, publicó su primera novela larga titulada Los inadaptados, pero no fue la única. También, cultivó el género biográfico. La primera biografía que publicó fue la del poeta Giacomo Leopardi (1911), Además, se dedicó a la traducción del francés, del inglés y del italiano. En la década de los veinte, presidió la asociación Cruzada de Mujeres Españolas y empezó a defender sus ideas en mítines y tribunas públicas.

Carmen de Burgos murió de un ataque al corazón durante uno de sus discursos sobre la cultura sexual en el Centro Socialista de Madrid. v

Citemos ahora a Concha Espina (1869-1955). Concepción Rodríguez-Espina y García-Tagle, conocida como Concha Espina, elaboró su primera obra poética a los 14 años de edad y trabajó para los diarios nacionales antes de cumplir los 20. En 1893 se casó con Ramón de la Serna y Cueto y al matrimonio pasó a residir a Chile. Luego de formar una gran familia de cinco hijos en total, Concha decidió explorar más acerca de la historia del feminismo, publicando diversos ensayos en relación al estado de los derechos de las mujeres en España de aquella época. En 1909 logró un puesto de trabajo para su marido en México y ella se instaló en Madrid con sus cuatro hijos, por lo que el matrimonio quedó físicamente separado.

A Concha Espina, Como hija predilecta de Santander, su ciudad natal, le fue otorgada la Orden de Damas Nobles de María Luisa.

En 1929 el Middlebury College le invitó a hablar de de su nueva novela, La virgen prudente. Ese mismo año, y al siguiente también, fue propuesta para el Premio Nobel. En 1938 fue nombrada miembro de honor de la Academia de Artes y Letras de Nueva Cork. En esa época comenzó a quedarse ciega. La operaron y recuperó la vista, pero en 1940 la volvió a perder, esta vez definitivamente. Contaba setenta y un años de edad.

Al año siguiente, ciertos intelectuales reintentaron que se le admitiera en la Real Academia Española, de nuevo sin éxito alguno. En 1950 recibió la Medalla del Trabajo y cinco años después falleció.vi

Hablemos ahora de otra mujer singular: María de la O Lejárraga García. La figura de María Lejárraga (1874-1974) (también conocida como María Martínez Sierra) es digna de rememorar. Prolífica escritora y traductora destacada en los más variados géneros (teatro, novela, cuento, ensayo, artículo, libreto…), ha pasado también a la historia como una de las pioneras en la vida política española, en su doble compromiso como feminista y socialista. Escribió en silencio, en la soledad de las cuatro paredes de su alcoba. Lejárraga, maestra de profesión, fue novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista y, sin embargo, ausente de las portadas de sus libros. ¿Por qué motivo? Bien, en 1897 María estrechó su relación de amistad con Gregorio Martínez Sierra. Su común afición por la literatura y el teatro convirtió en inseparables a los dos jóvenes, que iniciaron entonces una colaboración literaria intensa, que apareció, sin embargo, bajo la firma de él; un hecho que no es difícil relacionar con el escaso aprecio que se prestaba en la época a cualquier manifestación de la creatividad femenina. Ambos contrajeron matrimonio en 1900, cuando ya habían publicado varios títulos escritos conjuntamente. A partir de entonces, la obra creadora de los dos avanzó en paralelo, formando la razón social “Gregorio Martínez Sierra”. El nombre que aparece en el frontis de ellos es el de su marido: Gregorio Martínez Sierra. Él era quien recibía los aplausos en los estrenos de Canción de Cuna o El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla. Ella, mientras, le esperaba en casa.

María de la O Lejárraga tuvo además un relevante protagonismo en la vida pública española en el período de entreguerras. Trabajó de manera muy activa como promotora del asociacionismo feminista español que se desarrolló en España a partir de la Primera Guerra Mundial (1914). Fue nombrada como secretaria española de la Alianza Internacional del Sufragio de la Mujer (IWSA). Desarrolló una intensa actividad como directora de la Unión de Mujeres Españolas (UME), fundada en 1918 con la marquesa del Ter. Cabe destacar también su labor como socia promotora del Lyceum Club Femenino, de Madrid, bajo la dirección de María de Maeztu, desde 1926.

Presidió también el Patronato para la Protección de la Mujer, que se ocupaba del problema de la trata de blancas, a través de la Sociedad Española de Abolicionismo.

Con la llegada de la Segunda República se afilió al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y se comprometió entonces a hacer campaña para las primeras elecciones generales, siendo una de las primeras diputadas de las Cortes españolas (elegida por Granada en 1933). Un año después abandonó su escaño en protesta por la dura represión ejercida por las fuerzas gubernamentales en la Revolución de Asturias. Volvió a hacer campaña electoral con el Frente Popular en 1936.vii

La generación del 98 en Cataluña

En esta generación llamada del 98 coincidió la preocupación por la situación del país i la insatisfacción que provocaba. En Cataluña el tema que aquí se está tratando se vivía de manera diferente que en el resto de España. En Cataluña aquellos años fueron más bien los de la Renaixença, pero hubo relaciones diversas con la cultura castellana del momento.

Hay analistas del tema que contrapone la gente propiamente del 98 con los modernistas, que se refugiaron en la creación, el arte la literatura. En este sentido, las catalanas Carme Karr, por sus relaciones y sus maneras de hacer coincidía más con la gente del 98, mientras que Víctor Català puede considerarse más considerarse más ‘modernista’. Karr fue una mujer activa, polifacética, implicada en la sociedad y en un feminismo activo, aunque conservador en muchos aspectos.viii Caterina Albert fue una persona también de extracción burguesa, fue hija de la burguesía rural, pero más dedicada a la literatura, más independiente, quizás, aunque también llegó a cultivar la pintura, la música. Karr fue una mujer de familia i Albert permaneció soltera. Veamos a grandes rasgos aspectos de sus biografías:

Carmen Karr i Alfonsetti (1865-1943) fue una periodista, escritora, musicóloga y publicista catalana. Fue sufragista y una de las promotoras más adelantadas del feminismo catalán de principio del siglo XX, junto a Dolors Monserdà, con quien colaboró. Su feminismo, reformista, pero profundamente reivindicativo, que abogaba por dotar las mujeres de herramientas que las capacitaran tanto para el ejercicio de una profesión como para la igualdad de derechos, quedó ampliamente expuesto en Feminal —suplemento de La Ilustració Catalana—, revista que dirigió desde 1907 hasta 1917 y donde también firmaba con el pseudónimo Joana Romeu. La revista estaba dirigida al universo femenino pero siempre desde la óptica de la nueva mujer capacitada, culta e inquieta que Karr propugnaba. En 1910 impartió una serie de conferencias en el Ateneu Barcelonès en las que incidía en la necesidad de equiparar la educación de las niñas a la de los varones con el fin de conceder a la mujer una mayor capacitación en el ámbito laboral. Sus inquietudes docentes fueron compartidas con su yerno, el pedagogo catalán Manuel Ainaud, y se reflejaron en la fundación en 1913 de la residencia La Llar, donde se impartían enseñanzas muy diversas a un alumnado exclusivamente femenino. En 1916, en el Ateneu, compartió cátedra con personalidades de la talla de Dolors Monserdà, Rosa Sensat o María Baldó, en la creación del Comité Femenino Pacifista de Catalunya (1915) y la asociación feminista Acción Femenina (1921), que propugnaba el derecho al voto de la mujer. Paralelamente desarrolló una vasta carrera literaria plasmada en géneros tan diversos como la narrativa, el teatro y el ensayo. Posteriormente, en la Exposición Universal de Barcelona de 1929, dirigió el Pabellón de la Mujer. También cultivó el ámbito de la prensa.ix

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Carmen Karr i Alfonsetti

Caterina Albert Paradís (pseudónimo Víctor Català) (1869- 1969) fue una escritora de formación autodidacta. Nació en el seno de una familia de propietarios rurales y no abandonó nunca su localidad. Durante unos meses al año residía en el piso familiar de Barcelona, lo que le permitió seguir con entusiasmo la programación de música, teatro, ópera y del cine incipiente. Perfeccionó, traduciendo y viajando, el francés e italiano que había aprendido de manera autodidacta. A los veintinueve años ganó dos premios en los Juegos Florales de Olot (Gerona) del año 1898, con el poema “Lo llibre nou” y el monólogo “La infanticida”. La recepción de este monólogo, muy audaz para la época, su soltería persistente y la fuerza expresiva calificada de «viril» propiciaron una cierta leyenda fruto de la sorpresa y el malestar de los críticos ante una mujer que escribía con tanto desparpajo. Todo ello condicionó a la autora de manera que no volvió a utilizar su nombre real para acompañar sus creaciones. El corpus narrativo se presenta coherente y cohesionado a través de diversos ejes temáticos como la locura, la violencia, el tratamiento del entorno, el destino. Al igual que el drama Solitud, sus narraciones, que ella denominó dramas rurales (título de su primera colección en 1902), son intensamente originales y llenas de fuerza.

Fue la primera mujer que formó parte de la Real Academia de las Buenas Letras en 1923.

Albert realizó su obra literaria durante el tiempo que le dejaba su ocupación principal: la administración del patrimonio familiar. x

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Caterina Albert

Notas

i Lidia Falcón, “Mujeres del noventa y ocho”, El País, 1 de abril de 1998.
ii La generación del 98: Baroja, Unamuno Y Azorín.
iii Mary Nash, Mujer, familia y trabajo en Espala (1975-1936), Barcelona, Anthropos, 1983.
vi Escritoras.com, https://escritoras.com/escritoras/Concha-Espina 2 escritoras españolas más relevantes de la generación del 98, https://libreando.club/blog/escritoras-espanolas-generacion-del-98.
vii Eva Díez Pérez, “La gran escritora que borró su nombre”, El País, 7/9/2018; Real Academia de la Historia, https://dbe.rah.es/biografias/17384/maria-de-la-o-lejarraga-garcia
viii Agradezco a la maestra y escritora Júlia Costa sus indicaciones sobre este tema.

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