Biografías

Joan Rusiñol Soulere: Un abogado burgués al servicio de la causa revolucionaria de los «Solidarios» 2ª Parte

Francisco García Daza

Introducción:

En la primera parte de este artículo se han expuesto los orígenes burgueses de Joan Rusiñol Soulere, hijo de uno de los empresarios más notorios y acaudalados de la industria textil algodonera catalana y, a su vez, uno de los hombres más importantes e influyentes de la Lliga Regionalista, Alberto Rusiñol y Prats. También se ha destacado como siendo un joven abogado, de apenas 21 años, comenzó a ejercer como letrado en varias de las causas en las que se vieron implicados algunos de los miembros del grupo acción de los «Solidarios». Se ha documentado, además, algunos los juicios en los que participó Joan Rusiñol como defensor de anarcosindicalistas implicados en importantes sucesos como el espectacular asalto al tren de Poblenou. Y finalmente, se ha hecho referencia a las notas que Ricardo Sanz, uno de los más destacados miembros de los «Solidarios» le dedicó en sus libros autobiográficos, así como a la amistad que se estableció entre ambos.

En esta segunda parte abordaremos algunos elementos biográficos de Joan Rusiñol, los posibles motivos que le llevaron a vincularse a la CNT y en especial al grupo de los «Solidarios», que más tarde pasó a denominarse «Nosotros», y su relación con el sindicato anarquista durante la Segunda República y la Guerra Civil.

Algunos datos biográficos

Joan Rusiñol Soulere había nacido en Barcelona el 12 de mayo de1902 en el seno de una familia ilustre perteneciente a la alta burguesía industrial barcelonesa. Su infancia debió estar en cierta forma marcada por la significación que adquirió el apellido Rusiñol. Mientras su padre encarnaba el éxito económico y político del momento, su tío, Santiago Rusiñol, alcanzaba las más altas cuotas de popularidad como artista impulsor del modernismo en la pintura y las letras catalanas.

Comenzó sus estudios de bachiller en 1912, en el Instituto General y Técnico de Barcelona. aprobando en general con muy buenas notas. En 1919. se matriculó en la Universidad de Barcelona donde realizó la carrera de derecho, obteniendo la licenciatura en 19231. Una vez acabada la carrera, y tras realizar los primeros encargos para los «Solidarios», se inscribió con el número 694 en el colegio de Barcelona, en 19252. Debió ser por esta época cuando contrajo matrimonio con Nuria Maynés Sostres, hija del también abogado y hombre de la Lliga Enric Maynés y Gaspar, que fue diputado provincial en 1917 y concejal del ayuntamiento de Barcelona en varias ocasiones. En una de ellas, en febrero de 1923, ejerció de alcalde accidental durante la visita a Barcelona de Albert Einstein. Anteriormente, una de sus hermanas, Rita Rusiñol, se había casado en 1919 con el industrial Joaquín Folch Girona, propietario de «Can Folch», una de las fábricas más importantes de Cataluña y años más tarde de la fábrica de pinturas Titán.

El 13 de marzo de 1928 falleció su padre, Alberto Rusiñol, al que la prensa de la época dedicó largos panegíricos por los muchos años dedicados al servicio de los intereses económicos, políticos y sociales del país. Tres años después, el 13 de junio de 1931, lo hacía su tío Santiago Rusiñol, con el que compartía aficiones literarias y el sentido del humor sarcástico y al que acompañaba en algunos de sus proyectos, como la creación de la asociación de carácter artístico recreativo «Arca de Noe» formada por individuos vinculados al mundo del arte y la cultura que tenían apellidos de una especie animal: Presidente honorario, Santiago Rusiñol; presidente Joaquín Ciervo; vicepresidente, Joan Rusiñol: secretario, Pau Ysart; Vocales; Josep Cunill, Francesc Llop, Josep Gavilan y Ramón Llisas 3. Cerraba este ciclo necrológico la muerte de su madre, Francesca Soulere y Bove, en octubre de 1933.

Los años de juventud y su radicalización política

Sus años como joven universitario coincidieron con una coyuntura de gran radicalidad política y social en Cataluña, que tuvo la ciudad de Barcelona como su principal escenario. La Primera Guerra Mundial y el triunfo de la Revolución Rusa habían contribuido a crear un clima revolucionario en toda Europa, cuya expresión en Cataluña fue el gran auge experimentado por la CNT y el gran éxito de la huelga de la Canadiense.

El final de la Gran Guerra también dio paso a un catalanismo más radicalizado. El fracaso de la Lliga Regionalista por conseguir, con su participación en el gobierno, una mayor descentralización económica del estado y las grandes tensiones sociales que enfrentaron a la gran patronal y el sindicalismo de la CNT durante los llamados años del pistolerismo, habían acentuado el carácter monárquico y conservador de la Lliga Regionalista, que dejó aparcadas sine die sus reivindicaciones a favor del Estatut d’Autonomía.

Esta situación propició la aparición de un catalanismo de izquierdas, que se fue conformando con la suma de los sectores de izquierdas en proceso de catalanización y de sectores catalanistas cada vez más proclives al socialismo. Este nuevo catalanismo, que trató de tender puentes con las bases obreras de la CNT, contó también con el sector claramente independentista liderado por Francesc Macià, que tras la experiencia irlandesa no despreciaba la vía insurreccionalista y miraba con simpatía los métodos de los grupos de acción anarcosindicalistas.

Envuelto en esta intensa coyuntura política, Joan Rusiñol se sintió atraído desde muy joven por la política dentro del ámbito nacionalista. En su primer año de carrera, siendo prácticamente un adolescente de 17 años, había sido nombrado vicesecretario de la «Asociació Catalana d’Estudiants»4. Tres años más tarde, varias noticias de prensa sitúan a Rusiñol como uno de los principales dirigentes, de la Asociació d’Estudians d’Esquerra Catalana, donde desarrollaba una intensa actividad política.

El 10 de noviembre de 1922 podía leerse en el periódico El Imparcial la noticia de una «revuelta estudiantil» ocurrida en Barcelona donde destacaba la participación del joven Rusiñol. Informaba el periódico que una manifestación de estudiantes, sin contar con el permiso gubernativo, había marchado desde la plaza de Universidad hasta el Gobierno civil cantando Els Segadors. La manifestación había sido convocada por La Associació Catalana d’Estudiants y la Asociació d’Estudians d’Esquerra Catalana en protesta por la publicación y venta de la obra Visca Catalunya, del novelista Joaquín Belda. Un texto que consideraban insultante hacia los sentimientos nacionalistas además de inmoral por su contenido sexual explicito.

Al llegar al Gobierno Civil, una comisión de ambas entidades, que tuvo como portavoz a Joan Rusiñol, se entrevistó con el Gobernador Civil, el General Ardanaz. Durante el trascurso de dicha entrevista el General Ardanaz se comprometió a tomar las medidas para que fuera retirada de la circulación, no por el tema nacionalista, (que en afirmaciones posteriores a la prensa atribuía a una actitud un tanto ingenua de los estudiantes), sino por su contenido abiertamente pornográfico. Desde el balcón del gobierno civil, Rusiñol se dirigió a los manifestantes para dar cuenta del resultado de la entrevista. Prosiguió la manifestación su camino por las Ramblas donde los estudiantes intentaron quemar un quiosco en el que se tenía a la venta la obra de Belda, interviniendo la fuerza pública para disolver la manifestación, que tras rehacerse marchó hacia el local de Unión Monárquica Nacional rompiendo a pedradas los cristales5.

Unos meses más tarde, mientras su padre Alberto Rusiñol era nuevamente elegido, sin competencia, senador por Vic por la Lliga Regionalista, en las que fueron las últimas elecciones legislativas antes del golpe de estado de Primo de Rivera, Joan Rusiñol volvió a situarse al frente de una nueva protesta. Esta vez se trataba de la denuncia pública de los atropellos cometidos por las fuerzas del orden público para dar la victoria en Figueres al candidato de Unión Monárquica Nacional, Manuel Rius y Rius marqués de Olérdola, frente al republicano nacionalista Alberto de Quintana León6.

En medio de la lucha electoral, el candidato republicano había solicitado ayuda para enfrentarse a los procedimientos de caciquismo y corrupción que utilizaba su contrincante. A su llamada, en pro de la candidatura republicana, acudieron significados elementos de la izquierda catalana, del socialismo, del nacionalismo; Francesc Macià, el dramaturgo Ignacio Iglesias Pujades, Rafael Campalans, (el que fuera unos meses más tarde fundador de la Unió Socialista de Catalunya (USC), el presidente José María Pou Sabater y el resto del consejo directivo de la Associació d’Estudiants d’Esquerra Catalana. Durante las elecciones hubo todo tipo de actos caciquiles, desde la coacción pistola en mano a que los repartían la candidatura republicana, hasta la compra de votos a pie de urna. Francesc Macià, que trataba de impedir estos hechos, fue retenido en comisaría, lo que suscitó la reacción de los estudiantes.

Contra estas arbitrariedades Joan Rusiñol formuló la más enérgica protesta, primero en la comisaría y después cursando un telegrama al nuevo gobernador de Barcelona, Salvador Raventós, calificando «la política electoral del Gobierno propia de un país de cafres», que hubo de costarle la apertura de un proceso judicial, ya que Raventós remitió el telegrama a la fiscalía por su tono amenazante y el peligro de promover en Barcelona serios desordenes por los partidarios de la candidatura republicana. Tras la intervención de su compañero y abogado José María Pou con el gobernador civil, y apelando de forma velada a la influencia de la figura paterna, la cuestión se solucionó satisfactoriamente7.

Es posible que este episodio significase un punto de inflexión en el pensamiento político de Joan Rusiñol. Acababa constatar directamente los límites reales de la monarquía pseudoparlamentaria de Alfonso XIII, que seguía ejerciendo el control de la política a través la oligarquía caciquil y que reprimía violentamente las luchas sindicales de un movimiento obrero permanentemente perseguido e ilegalizado.

Transcurría el mes de mayo de 1923 y Barcelona estaba inmersa en una huelga de trasporte que había paralizado totalmente la ciudad. La violencia social se había recrudecido. Habían caído asesinados los principales dirigentes de la CNT, (Salvador Seguí, Francisco Comas, Juan Pey, Jaime Albaricias, José Maria Foix, entre otros) a manos de los pistoleros del Sindicato Libre y los rumores de un posible golpe de estado eran cada vez más intensos. Es justamente en este mes de mayo, a raíz de la detención de Buenaventura Durruti, cuando el joven abogado Joan Rusiñol se convirtió en abogado de los «Solidarios».

El 14 de abril de 1931

El 14 de abril de 1931, día de la proclamación de la Segunda República, los componentes del grupo de los «Solidarios»; Durruti y Francisco Ascaso, que se encontraban exiliados en Bruselas, volvieron inmediatamente a Barcelona. Allí los recibió Ricardo Sanz, que les puso al corriente de la situación el mismo día 15. Días más tarde, se fueron incorporando los que permanecían en presión; Aurelio Fernández, García Oliver, Torres Escartín, entre otros, que se beneficiaron de la amnistía concedida por el gobierno provisional para todos los presos políticos y sociales8. La CNT se encontraba en pleno resurgimiento. Se sucedían las asambleas y los mítines multitudinarios. En pocos meses, desde su legalización en abril de 1930, hasta la celebración de su III Congreso en junio de 1931, había alcanzado la cifra aproximada de 800.000 afiliados en todo el país.

Cuando por primera vez se reunieron los diferentes grupos de la FAI, los miembros de los «Solidarios» vieron con sorpresa que entre los nuevos grupos que asistían a la reunión uno llevaba el nombre de los «Solidarios», por lo que decidieron adoptar el nuevo nombre de «Nosotros». Tras analizar la situación, el grupo volvió a liderar las posiciones más radicales de la FAI. A diferencia de los sectores moderados y sindicalistas, no consideraban que el gobierno de la nueva República, en el que se mantenían intactas las mismas estructuras económicas y militares de la monarquía, podía dar solución a los verdaderos problemas de la clase obrera y el campesinado. Para ellos la única vía era mantener la tensión revolucionaria hacia el gobierno desde el primer momento, para conseguir cambios reales, a la espera de materializar una verdadera revolución social. Una actitud que les valió las acusaciones de «anarco-bolchevismo» por parte de la dirección de la Confederación y que propició el enfrentamiento con Ángel Pestaña y Joan Peiró, que más tarde encabezaron el manifiesto de los treinta acusándolos de «infantilismo revolucionario» y lanzar a los militantes de la CNT a enfrentamientos estériles con las fuerzas armadas9.

Joan Rusiñol tampoco compartía la opinión del grupo «Nosotros». El abogado mantenía intacto su entusiasmo por la proclamación de la República y el rotundo triunfo de la izquierda catalana en las primeras elecciones generales a Cortes Constituyentes el 28 de junio de 1931. Así lo manifestaba en una conferencia realizada el 21 de julio, en el Coliseo Pompeya de Gracia, que llevó por título «La significació i transcendencia del triomf de les Esquerres». El acto fue presentado por Joaquín Armisén, abogado y amigo, con el que había compartido la defensa de diferentes miembros de los grupos de afinidad.

Rusiñol, además de señalar la transcendencia que suponía el mencionado triunfo para Cataluña, analizó los principios desarrollados por la izquierda catalana, a los que añadió su punto de vista personal sobre ellos, en especial sobre la cuestión religiosa y la cuestión social. Se mostró partidario del contrato colectivo en materia laboral y hablo de la evolución del régimen capitalista y su influencia cada vez mayor en todo el mundo. También planteó que la cuestión social no debía limitarse solo a los problemas de los obreros, si no que debía tener en cuenta a las clases medias, a las que consideraba de vital importancia para el país.

Pero donde puso especial énfasis, desde una posición netamente catalanista, fue en la importancia de «que por primera vez los obreros hicieran pública fe de catalanismo y votaran a un hombre como Macià» –al que dedicó un destacado elogio– «y ponderó el espíritu de ciudadanía del pueblo catalán y el amor que éste siente por la autonomía y la libertad». Terminó la conferencia destacando la contribución del voto obrero en el establecimiento de la República y las expectativas que esta abrió para los objetivos del catalanismo10.

Pero pasado el primer momento de entusiasmo popular los conflictos sociales fueron en aumento y se radicalizaron. Las cárceles volvieron a llenarse de presos gobernativos, los choques entre obreros y las fuerzas de la guardia civil comandadas por el ministro de gobernación, el conservador Antonio Maura, dieron lugar a cruentos episodios que se saldaron con decenas de muertos en los primeros meses de la República. La clase obrera mostraba su impaciencia y descontento por los cambios que no llegaban. En Sevilla a raíz del estallido de una huelga general se declaró el estado de guerra. El ejército aplicó la ley de fugas sobre cuatro obreros comunistas detenidos y bombardeó la «Casa Cornelio», la taberna donde estos se reunían. Los métodos de las fuerzas del orden público no parecían experimentar cambio alguno bajo el régimen de la República.

Ante la calamitosa situación económica que atravesaba el país, se sucedieron nuevas huelgas generales por todo el estado (Zaragoza, Granada, Santander, Salamanca). En Barcelona, tras el plante de los numerosos presos políticos-sociales, también se declaró la huelga general, que fue duramente reprimida. La policía tomó por asalto el local del Sindicato de la construcción del que era secretario general Ricardo Sanz, produciéndose ocho muertos y centenares de detenidos.

Esta conflictividad social alcanzó uno de sus puntos álgidos en Cataluña, en enero de 1932, durante el intento de insurrección anarquista de varios pueblos de la cuenca minera del Alt Llobregat, en los que durante una semana se proclamaba el comunismo libertario. Tras ser sofocado el levantamiento, un centenar de los miembros más destacados del anarquismo fueron detenidos y deportados hacia las colonias africanas, sin juicios previo y en su mayoría sin haber participado en el levantamiento, entre ellos los componentes del grupo «Nosotros» Francisco Ascaso, Domingo Ascaso y Buenaventura Durruti. No fue la única tentativa insurreccionalista promovido por los anarquistas. En enero de 1933 se produjo la segunda, durante la cual se producen los triste sucesos de Casa Viejas (Cádiz) donde las fuerzas del orden público acabaron con la vida de 28 jornaleros y una tercera, en diciembre de ese mismo año, que tuvo su epicentro en Zaragoza. En el trascurso de la misma perdieron la vida 75 insurrectos y 14 miembros de las fuerzas armadas. El fracaso de las tres tentativas dejó a la CNT seriamente dañada.

Los presos y las negociaciones con el Gobierno Civil

A partir de este momento las detenciones gubernativas se sucedieron, por lo que gran parte del grupo se encontraba detenido en la cárcel la Modelo o deportado a otras cárceles españolas. Rememorando esta época, Ricardo Sanz, que también se encontraba preso, afirmaba: «El abogado y asesor jurídico del grupo «Nosotros», señor Juan Rusiñol, con la República tuvo muchas más dificultades para conseguir la libertad de sus defendidos que durante la monarquía»11.

También decía Sanz: «Relacionado con mis prolongadas detenciones gubernativas, hice amistad con el prestigioso abogado Juan Rusiñol […] que después llegó a ser un buen amigo mío12». Rusiñol, «Cuando había necesidad de establecer enlace entre las autoridades y los obreros13» era requerido por el sindicato para actuar como intermediario o para acercar posiciones «cuando los patronos o los obreros tenían dificultad para llegar a una entente14».

Durante la prolongada huelga de la construcción de 1933,donde los acto de sabotaje, las coacciones y las detenciones se sucedían a diario, el Gobernador Claudio Atmella y Coll llamó al abogado Rusiñol «para ver de arreglar aquel estado de alteración de orden que existía en Barcelona», a lo que el abogado respondió que como condición previa para buscar las vías de solución del conflicto era necesario poner en libertad el centenar de presos gobernativos que se encontraban en la cárcel sin haber cometido delito alguno y que se habían declarado en huelga de hambre. El gobernador aceptó la propuesta a condición de que cesaran todos los actos de sabotaje y añadió que mientras «estallen bombas a todas horas y en todas partes» no podía hacer más que intensificar la vigilancia policial para evitarlos. Algo a lo que Rusiñol no se comprometió, pues no podía subordinar la salida de los presos gubernativos al cese de los actos de sabotaje llevados a cabo por los huelguistas.

Finalmente, tras reunirse en la cárcel con una comisión de los presos, el gobernador acordó que éstos saldrían en grupos de a diez diariamente, hasta que finalmente no quedará ninguno, a cambio de que cesara la huelga de hambre. Salieron los diez primeros, pero continuaron el estallido de artefactos en las obras. En la segunda lista de diez presentada al gobernador al ver que no se encontraba Ricardo Sanz, éste lo incorporó, consiguiendo que saliera al día siguiente al no haberse producido nuevos estallidos. Una vez puesto en libertad Ricardo Sanz, y tras entregar Rusiñol la siguiente lista al gobernador civil, cada noche se sentaban juntos en el exterior de un café de Paseo de Gracia, hasta bien entrada la noche, desde donde ponían atención para escuchar si se producían nuevas explosiones, si era así sabían que esa noche no saldrían diez nuevos presos y si no se producían «nos despedíamos hasta el día siguiente, seguros que la lista estaba liquidada a nuestro favor. Si, por el contrario, había ruido nada, también nos despedimos hasta el otro día en espera de mejor suerte». El 17 de agosto de 1933 la prensa informaba de la puesta en libertad de los tres últimos presos que quedaban en prisión, pertenecientes al Comité de huelga del ramo de la Construcción, y del final de la huelga15.

No era la primera ocasión que había intermediado para conseguir la libertad de los presos producidos como consecuencias de conflictos laborales. El 22 de junio de 1930, durante el trascurso de una huelga de empleados de autobuses, la prensa informaba de la reunión mantenida entre Joan Rusiñol y el entonces gobernador civil y capitán general de Cataluña Ignacio María Despujol y Sabater, en la que el abogado solicitaba al gobernador que fueran puestos en libertad los tres empleados que aún continuaban detenidos, –anteriormente habían sido liberados medio centenar de ellos– y manifestaba a los periodistas «que tan pronto como sean puestos en libertad se reintegrarían al trabajo todos los empleados de la compañía que prosiguen en huelga16»

También en octubre de 1932 Rusiñol había intercedido para la liberación de un nutrido grupo de presos gobernativos, entre los que se encontraban Ascaso y Durruti. Esto le valió algún reproche de alguno de los presos que fue liberado y que en una carta abierta le acusaba de colaboración o cercanía con el gobernador civil Juan Moles Ormella, un reconocido abogado vinculado al catalanismo de izquierdas, que había sido decano del Colegio de Abogados de Barcelona, y que como abogado había intervenido en procesos célebres, como el que incriminaba a varios nacionalistas radicales en el atentado a un convoy real a su paso por los túneles del Garraf en 1925 o la defensa de la familia de Francesc Macià, por la confiscación de su patrimonio, en plena dictadura de Primo de Rivera.

La respuesta de Joan Rusiñol fue categórica, y de una profunda carga emocional. En ella podía leerse, entre líneas, afirmaciones que no podían ser escritas en la prensa pública. Ambas cartas, por su interés he creído oportuno reproducir en su integridad:

Carta abierta al abogado don Juan Rusiñol

Amigo Rusiñol: Salud.

El viernes, día 14 del actual, a las doce, fui llamado por usted a los locutorios de abogados, junto con otro recluso de esta cárcel. En presencia de este testigo me expuso usted que tenía una idea por la cual podríamos salir en libertad todos los presos gubernativos. Le indiqué que se explicara para el caso de que, si la solución que usted me presentara fuera digna de aceptarse, yo no tendría Inconveniente en ponerle en relación con mis compañeros del Sindicato único de la industria del fabril y textil para que ellos, como del Comité de huelga, lo estudiaran y vieran si era aceptable, como a mí me lo había parecido. He aquí la solución que me presentó usted: Entrevistarse con el Comité de huelga y convocar una asamblea del fabril y textil, a la que, en calidad de garantía asistirían seis presos gubernativos que al efecto serian libertados por el gobernador y, una vez los libertados presentes en la asamblea dar ésta por terminada la huelga. ME DIJO USTED QUE EXIGIRÍA DEL GOBERNADOR SU «PALABRA DE HONOR» DE QUE A LAS VEINTICUATRO HORAS SERIAN PUESTOS EN LIBERTAD LOS RESTANTES PRESOS GUBERNATIVOS. Ante estas condiciones dignas, ya que ellas en nada vulneran los principios de la C.N.T. y sus tácticas de acción directa, fue cuando yo hice que se entrevistara con mis compañeros. Se hizo la asamblea, que, desde luego, tiene que ser autorizada por el gobernador, y para demostrar aún más que dicha autoridad era representada por usted, me bastará decir que en breves minutos se concedió el permiso para la asamblea cosa que no ocurre nunca Salieron los seis presos y cuatro de ellos, que pertenecían al fabril y textil, fueron a la asamblea, acordándose entonces la vuelta al trabajo para el sábado, día 15, o sea al día siguiente. Ante esto, que demuestra PALPABLEMENTE que usted llevaba la representación de la autoridad, me cabe preguntar ahora al abogado y amigo Juan Rusiñol: ¿Tenía usted, señor Rusiñol, la palabra de honor del gobernador de que a las veinticuatro horas de reanudarse el trabajo serian puestos en libertad los restantes presos gubernativos?, ¿Fue todo ello un engaño? José Aracil17.

Carta abierta a José Aracil.

Amigo Aracil: Leo tu carta abierta que publican varios periódicos de hoy con referencia a mi modesta intervención acerca de los presos gubernativos. Sus términos violentos tienen de atenuantes la cárcel, desde donde fue redactada (y de donde yo he intentado con tanto empeño sacarte), y la vehemencia impulsiva de tu carácter, para mí tan conocido. ¿Tienes derecho tú, sinceramente, a preguntarme si te he engañado? Yo silencio este extremo y lo dejo a tu conciencia de amigo (que dices ser) y de militante de la C.N.T. Pero tu carta no tiene, además, actualidad de ningún género. El viernes, d a 14, al mediodía, había en la cárcel 34 presos gubernativos y hoy, con la salida de Durruti y Ascaso, creo que no queda ya ninguno. ¿Por qué vamos a hablar, pues, de presos gubernativos? Si lo que se pretende es apoyarse en mi modesto nombre para iniciar una campaña en contra del señor Moles, no he de prestarme a ello. Precisamente porque no soy ni he sido mandatario suyo le debo una lealtad. Conozco todas vuestras dificultades de dirigentes de una organización obrera… y sé lo qué haríais… y a veces lo que tenéis que hacer, ante el imperativo de la incomprensión de los más… Por eso no ignoro que el cargo de gobernador civil de Barcelona no es algo simple, sino muy complejo. El hecho que interesa es que ya no existen presos gubernativos en este momento. Hago votos para que esto siga y que la sensatez de unos y el alto sentido democrático de la autoridad hagan que duren mucho tiempo. Y si en alguna ocasión tú y los demás militantes que conozco creéis oportuno un esfuerzo mío leal, legal y desinteresado, ya sabéis cómo mandarme, que yo no busco más pago ni más recompensa que la íntima convicción vuestra, que sé bien cuál es, como tú lo sabes. Con la comprensión y amistad de siempre, Juan Rusiñol18

Joan Rusiñol continuó trabajando al servicio del Comité Pro-Presos de la CNT encargándose de la defensa de nuevos detenidos. En 1934, Manuel Soto «conocido por la policía como militante anarquista muy destacado en los grupos de acción» fue detenido en el domicilio donde habitaba, en posesión de un verdadero arsenal de armas y explosivos (dos maletas llenas de dinamita, mechas y seis o siete pistolas) destinadas a actos de sabotaje. Durante el juicio, el agente de la brigada social que testificó en su contra detalló que durante los días que sometió a vigilancia el domicilio de Soto, en la calle Provençals, vio salir a seis o siete individuos a los que reconoció como elementos anarquistas de acción, «la mayor parte de ellos –añade en un inciso y volviéndose al público–están ahora aquí»19. El abogado defensor Rusiñol pidió la absolución y argumentó que, a la hora de dictar sentencia sobre su defendido, no podía ser considerado el hecho de «pensar en anarquista»20. Finalmente fue condenado a tres años y cuatro meses de cárcel por tenencia ilícita de explosivos.

Joan Rusiñol durante la Revolución social

La noche del 18 de julio de 1936, el grupo de «Nosotros», constituido como Comité de Defensa Confederal, se encontraba reunido en el domicilio de Gregorio Jover, en el número 276 de la calle Pujadas, de Poblenou. Juan García Oliver, Antonio Ortiz, los hermanos Ascaso, Ricardo Sanz, Aurelio Fernández, José Pérez y Buenaventura Durruti, esperaban la confirmación de la salida a la calle de los facciosos para dirigir la resistencia de una clase obrera escasamente armada, contra el golpe militar de carácter fascista. Miles de militantes obreros organizados en la estructura paramilitar de Comités de Defensa de Barrio de la CNT, junto (en mucha menor cuantía) a otros del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), a la Unió Socialista de Catalunya, al Estat Catalá y a Esquerra Republicana de Catalunya, combatieron junto a 2.000 guardias de asalto, comandadas por comisario de orden público Frederic Escofet, y unos 1500 hombres de La Guardia Civil, contra una guarnición de 5000 soldados sublevados que fueron derrotados.

Durante el transcurso de los combates, Francisco Ascaso cayó abatido por la bala de un francotirador en la defensa del cuartel de Atarazanas cuando faltaban pocas horas para ser repelida por completo la pretendida toma de Barcelona por los golpistas. A partir de ese momento, el grupo dejó de actuar como tal integrándose sus miembros en diferentes columnas, organizaciones de defensa e incluso ocupando importantes puestos en el gobierno de la República durante el transcurso de la contienda. Cuatro meses más tarde, el 20 de noviembre, Buenaventura Durruti cayó muerto en el frente de Madrid, al ser abatido por un disparo. Se había trasladado al frente de la Columna que llevaba su nombre desde Zaragoza en ayuda de la defensa de la capital.

Algunos, como García Oliver, desempeñó un papel clave en el Comité de Milicias, en la fundación de la Escuela Popular de Guerra y la Escuela de Militantes, así como en la constitución de la Columna Los Aguiluchos; formó parte del maltrecho Gobierno Republicano llegando a asumir la cartera de Justicia. Ricardo Sanz fue el encargado de sustituir a Durruti al frente de la columna. Con la militarización de las milicias, Sanz pasó a comandar la 26 División, con la que alcanzó grandes éxitos militares, siendo ascendido a teniente coronel.

La derrota de la sublevación militar fascista en Barcelona supuso una profunda transformación social y económica en toda Cataluña. La victoria política conseguida por las organizaciones obreras con las armas en la mano y la distribución masiva de armas entre los trabajadores provocó el colapso de la administración pública. La desaparición de las estructuras de estado y la disolución del ejército hizo que el poder pasara de facto a manos de los obreros. A partir del día 20 de julio la insurrección popular contra el levantamiento militar se transformó en un verdadero proceso revolucionario.

La revolución social también alcanzó al ámbito de la justicia. La noche del 11 de agosto de 1936, un grupo de milicianos pertenecientes al Comité de Defensa de la Barriada del Centro de la CNT-FAI, al frente del cual se encontraba el abogado y periodista Ángel Samblancat Salanova, ocuparon el Palacio de Justicia con la intención de establecer un nuevo orden jurídico. Le acompañaban los miembros del Comité Pro-Presos de la CNT-FAI, Josep María Batlle y Antonio Devesa. Pocos días después, el 20 de agosto, el gobierno de la Generalitat se vio forzado a reconocer, mediante la publicación de un decreto, el nuevo orden jurídico que ya se había comenzado a constituir bajo el nombre de Oficina Jurídica de Barcelona, asignándole competencias en diferentes ámbitos de la justicia, excepto el penal. Unos días más tarde, el 2 de septiembre, llegaba a Barcelona Eduardo Barriobero, que fue nombrado abogado jefe de dicho organismo, cargo en el que se mantuvo hasta la disolución de dicha oficina, el 20 de noviembre de 1936.

Los abogados que formaron parte de la nueva Oficina Jurídica se propusieron reparar las injusticias judiciales cometidas durante la Monarquía y la dictadura, promover una renovación jurídica y crear un nuevo Derecho acorde con las exigencias del momento. En definitiva, una justicia donde primase la rapidez, la equidad y sobre todo la gratuidad frente a los eternos procedimientos de la justicia histórica; lenta, cara y favorable a los poderosos21.

Joan Rusiñol fue designado para ocupar un puesto en dicha Oficina Jurídica, pero su nombramiento no se hizo efectivo, ya que tres días después anunciaba su renuncia al cargo. Tras la excepcionalidad revolucionaria vivida durante los primeros meses de contienda, el gobierno de la Generalitat trató de recuperar la normalidad jurídica. Dos meses después de haberse constituido, el 20 de noviembre, decretó la disolución de la Oficina Jurídica de Barcelona y el resto de las que se habían constituido en diferentes poblaciones catalanas.

Con un nuevo decreto de fecha de 25 de diciembre de 1936, el Conceller de Justicia Rafael Vidella, dispuso que las funciones de las Juntas de los Colegios de Abogados de Cataluña fueran asumidas por un comité integrado por las representaciones sindicales y políticas (CNT, UGT, Esquerra Republicana). Joan Rusiñol Soulere y Ángel Gil Silvestre fueron los designados para hacerlo en representación del sindicato de abogados de la CNT. Por parte de la UGT, lo fueron Ramón Palazón Bertrán y Luis Jayme Zamora y por Esquerra Republicana Josep Tomás Piera y Joan Tauler Palomeras22.

El Colegio de Abogados de Barcelona se encontraba incautado por milicianos de la CNT-FAI desde el 4 de agosto de 1936, «en cierto modo dirigidos por Juan Rusiñol», según afirmaba, muchos años después, un amigo personal de Rusiñol, el abogado y escritor Joaquín Hospital Rodes, en un artículo de prensa en el que repasaba la historia del Colegio de Abogados durante la Guerra Civil y en que calificaba a Joan Rusiñol como «un señor de los pies a la cabeza23». El comité estuvo en funciones hasta el 20 de julio de 193724, fecha en la que fue sustituido por un nuevo comité elegido por votación entre los colegiados.

Durante los breves meses en que Rusiñol formó parte de la dirección del Colegio de Abogados se dictaron disposiciones para encaminar la profesión a la nueva estructura jurídica y social que comportó la revolución y se estableció la obligatoriedad de sindicación para todos los colegiados que querían seguir ejerciendo la profesión25. Una de las mayores prioridades de Joan Rusiñol, mientras estuvo en el cargo, fue la de preservar la casa torre que alberga el Colegio de Abogados, situada en la confluencia de las calles Mallorca y Roger de Llúria, y la importante biblioteca que contenía, donde se guardaban libros catalogados como «verdaderos monumentos jurídicos» de inestimable valor. Cuando en febrero de 1937, los bombardeos sobre Barcelona afectaron directamente al Colegio de Abogados, promovió la creación de una comisión que estudiara la transgresión del Derecho Internacional de los bombardeos por la aviación rebelde, que pusieron en peligro el propio edificio y una de las primeras bibliotecas jurídicas de España y del mundo26.

Fueron los famosos sucesos de mayo de 1937 los que defenestraron la figura de Joan Rusiñol y de su compañero Ángel Gil al frente del comité que dirigió el Colegio de Abogados de Barcelona. Según la versión de Josep María Poblet, durante dichos enfrentamientos Joan Rusiñol llamó al presidente de la Audiencia Territorial, Josep Andreu Abelló, para hacerse cargo de la presidencia por decisión de la CNT a la que representaba, a lo que este se opuso de forma desafiante:

Cap a las sis va telefonar l’advocat Joan Rusiñol demanant-nos que el poséssim amb el president. Es tactava del fill d’Albert Rusiñol, prohom de la Lliga, una familia benestant de Barcelona, jove i elegant, que d’ença del començament de la guerra, que és quan el vam conèixer, defensava -fent ús del seu dret- elements de la CNT” […] Andreu es posá al telèfon, en presencia nostra, per a escoltar de llavis del comunicant una proposició inaudita, en el sentit que les coses havien d’arribar fins a un estrem que li demanava que considerés el fet de deixar de ser president de l’Audéncia, un càrrec que ell havia d’exercir d’acord amb el que acabaven de convenir elements de l’esmentada organització sindical. La resposta no es va fer esperar, de manera que, més o menys, aquestes eren les paraules d’Andreu que, amb la flegma que és del cas, li va fer saber:”No hi ha cap inconvenient. T’adverteixo, però, que quan t’apropis, només quan t’apropis al meu despaix. Vingis preparat perquè te les hauràs d’haver amb els mausers de la Guàrdia Civil que custodia l’edifici.27

El desenlace de los sucesos de mayo supuso la pérdida de gran parte del poder que la CNT había acumulado durante los primeros meses de la contienda y la apertura de varios procesamientos contra militantes de la organización. Algunos de estos procesos afectaron directamente a las actuaciones de las personas que estuvieron al frente de la Oficina Jurídica y la Junta del Colegio de Abogados. El 27 de junio de 1938 se informó en el Colegio de Abogados que Joan Rusiñol había sido detenido junto a otros abogados28. Ya en marzo de 1937 el propio Joan Rusiñol informaba de que había sido detenido y trasladado de «forma canallesca» a la Comisaría General de Orden Público, mientras se encontraba en su sindicato, por la que protestaba enérgicamente al Comité de Abogados.

La Causa General

La posición de Joan Rusiñol durante la Guerra no debió ser nada cómoda. Su doble condición de representante de la CNT en ámbito de la abogacía y las instituciones jurídicas, por un lado y su condición de miembro de una de las familias de la alta burguesía barcelonesa, le hicieron vivir situaciones especialmente dramáticas. Según Miquel Mir y Mariano Santamaría en su obra La otra memoria histórica, el hermano de Joan Rusiñol, José María Rusiñol Soulere, estaría entre la lista de los 52 socios del Círculo Ecuestre que perdieron la vida a consecuencia de la Guerra Civil, aunque dicha información no está documentada ni su nombre aparece como víctima en La Causa General29. Según la citada obra, la mayoría de estas personas fueron detenidas y ejecutadas por órdenes de destacados hombres de la FAI, entre los que se encontraría el miembro del grupo «Nosotros», Aurelio Fernández, del Comité Central de Patrullas e Investigación, y secretario general de la Junta de Seguridad Interior de la Generalitat de Catalunya.

Sí aparece documentada en dicha Causa General el asesinato de Juan Par y Tusquets, de 71 años, presidente del Centro Algodonero de Barcelona, el 15 de febrero de 1937, junto a mujer, Ramona Torent Garrigolas. Cuando tras efectuar un registro en su domicilio ambos fueron detenidos por los integrantes de la patrulla de control de Pedro IV, su hijo Juan Pablo se puso en contacto con Joan Rusiñol, que había sido abogado a la Asociación de Fabricantes de Hilados y Tejidos del llano de Barcelona, para que hiciera gestiones para dar con el paradero de los padres e interceder por ellos. Joan Rusiñol se puso en contacto con elementos de la FAI, entre ellos José Assens, Aurelio Fernández y Vicente Gil (a)Portela, no obteniendo más resultado que la confirmación de que habían sido asesinados. En la misma denuncia se da cuenta que con anterioridad ya había sido asesinado su hermano Alfonso, ambos propietarios de la compañía textil Juan Par y Cía.30.

El exilio

Tras la eminente derrota del ejército republicano, Joan Rusiñol abandonó Barcelona para exiliarse en Francia. En 1940, el negocio familiar de la fábrica de Manlleu fue vendido a la sociedad Llobet y Guri, propietaria de la vecina fábrica del Dolcet.

Otros abogados que representaron a la CNT, tanto en la Oficina Jurídica como en la Junta del Colegio de Abogados, corrieron peor suerte. Algunos, como el mismo Rusiñol, lograron huir a Francia, otros, como Josep Maria Batlle, fue detenido en 1941 y condenado a muerte, en 1943, pena que fue conmutada en 1944. Estuvo en prisión durante nueve años quedando en libertad condicional en enero de 1951, hasta que finalmente consiguió la libertad total en 1962.

Eduardo Barriobero fue detenido el 1 de febrero de 1939 y juzgado en Consejo de Guerra sumarísimo de urgencia. Fue encontrado culpable y fusilado el día 10 de febrero. Antonio Devesa fue detenido el 8 de agosto de 1940. Fue juzgado en Consejo de Guerra en abril de 1941, por lo que fue condenado a muerte, siendo fusilado en el Campo de la Bota el siete de junio de 1941. Ángel Gill Silvestre, también fue fusilado. En la caratula de su expediente conservado en el Colegio de Abogados consta en grandes letras la nota «Fusilado por la justicia de Franco, nunca mejor aplicada.31»

Sorprende pues, que, en agosto de 1945, cuando Joan Rusiñol solicitó permiso para su repatriación, la Jefatura Superior de Policía de Barcelona le diera su autorización para la entrada en España. Cosa que hizo efectiva por la frontera Puigcerdà, el 28 de septiembre de aquel mismo año. Más sorprendente aún resulta que la misma Jefatura Superior de Policía a un requerimiento sobre dicha autorización solicitado por la Comisaría General Político Social de la sección 4ª Repatriaciones, en noviembre de 1945, respondiera cuatro años más tarde, «que como se viene haciendo en todos los casos, y aunque no manifestaba el domicilio que pensaba fijar en esta capital, se ofició a la comisaría donde había vivido durante la época roja, paseo de Gracia nº 91, 4º, resultando ser completamente desconocido el mencionado exiliado»32.

Añadía el informe «que recientemente se tuvo conocimiento que el informado, había regresado de España hace bastante tiempo, y había vivido en una finca de unos familiares en Riudecols (Tarragona), […] donde permaneció por espacio de dos años, regresando de nuevo a Barcelona, y fijó su domicilio en la Avenida del Generalísimo Franco nº 520, 6º, 4ª».

Tampoco se ha encontrado su expediente del Colegio de Abogados de Barcelona, según afirmaba José Luís Villar Ferrero en su tesis Justicia y revolución en 1936: Las oficinas Jurídicas de Cataluña. Es posible que el peso de su apellido y la influencia económica que adquirió en los primeros años del franquismo su cuñado, Joaquín Folch Girona, contribuyeran al olvido de su pasado como representante de la CNT al frente del Colegio de Abogados de Barcelona, permitiendo su temprano regreso a Cataluña.

Durante los primeros años de su retorno, Joan Rusiñol mantuvo una vida discreta instalado en la antigua casa señorial propiedad de su familia materna, que había pasado a ser de su propiedad. La casa, ricamente amueblada y rodeada por una extensa finca de campo, arboledas y viñas, se encontraba situada en Les Voltes, una pequeña agrupación de casas pertenecientes al término municipal de Riudecols, en la comarca del Baix Camp, (Tarragona). Su sobrino, Jorge Folch Rusiñol, destacado poeta de la llamada escuela de Barcelona, fallecido prematuramente en 1948, solía pasar largas temporadas con él durante el verano, acompañado de sus amigos de estudios Alberto Oliart y Carlos Barral. En sus memorias ambos amigos resaltaron la gran influencia de Joan Rusiñol sobre su sobrino Jorge Folch: «Dentro de la familia su gran amigo era Joan Rusiñol, abogado, anarquista, bon vivant y señorito»33. Y al que, según Carlos Barral, Jorge llamaba «el filósofo34» y del que gustaba repetir la frase, «jo soc un senyor anarquista»35.

Entrados los años cincuenta, Joan Rusiñol retomó cierta actividad pública alrededor de la celebración del 25 aniversario del fallecimiento de Santiago Rusiñol. En esta convocatoria ejerció como presidente de la comisión que llevó a cabo actos y premios literarios. En la década de los sesenta presentó algunas de las conferencias de carácter cultural que regularmente se hacían en el Colegio de Abogados. En enero de 1992 el Colegio de Abogados de Barcelona publicaba en la sección de necrológicas de La Vanguardia una nota con el nombre de todos los colegiados que habían fallecido en el año anterior, entre los que figuraba Joan Rusiñol Soulere36.

1 Arxiu Històric de la Universitat de Barcelona.

2 VILLAR FERRERO, José Luís. (2012). Justicia y revolución en 1936: Las oficinas jurídicas en Cataluña. Tesis Doctoral, Universitat Autónoma de Barcelona. p. 625.

3 La Esquella de la Torratxa. 25 de enero de 1927. p. 68.

4 La Publicidad, 14 de marzo de 1919. p. 8.

5 El Imparcial, 10 de noviembre de 1922. p. 1.

6 El Imparcial. 5 de mayo de 1923. p. 4

7 El imparcial. 11 de mayo de 1923. p. 1.

8 PAZ, Abel. Durruti en la Revolución española. Op.Cit. p. 239.

9 Ibíb. p. 264.

10 «La conferencia de don Juan Rusiñol en el Coliseo Pompeya». El diario Grafico. 21 de julio de 1931. p.7.

11. SANZ, Ricardo. (2015). El sindicalismo y la política: Los «Solidarios» y «Nosotros». Barcelona: Descontrol. p.227.

12 SANZ, Ricardo (1976) El sindicalismo español antes de la Guerra Civil. Valencia: Ediciones Petronio. p. 288.

13 Ibíb.

14 Ibíb.

15 El Diluvio. 17 de agosto de 1933. p. 5.

16 El Diluvio. 22 de junio 1930. p. 48.

17 El Diluvio. 21 de octubre de 1932.p. 10.

18 El Diluvio. 22 de octubre de 1932. p. 1.

19 El Diluvio. 13 de mayo de 1934. p. 11.

20 La Publicitat. 13 de mayo de 1934. p. 3.

21 VILLAR FERRERO, José Luís. Justicia y revolución en 1936. Op.Cit. p.663.

22 BOGC, Núm.5, 5 de enero de 1937.

23 J. Hospital Rodes. «El protagonismo de Condomines». La Vanguardia. 12 de septiembre de 1979. p. 23.

24 BOGC, Decret 20 de julio de 1937. Núm. 201. p. 257.

25 El Diluvio. 6 de enero de 1937. p. 2.

26 VILLAR FERRERO, José Luís. Justicia y revolución en 1936. Op.Cit. p. 625.

27 Ibid. p .626.

28 Ibid.

29 MIR, Miquel-SANTAMARÍA, Mariano. (2011). La otra memoria histórica. Madrid: Ediciones Nowtilus. p. 159.

30 Causa General: Pieza primera o principal de la provincia de Barcelona, Legajo: 1584 Caja: 2 Exp.: 5 Folio: 331, fecha: 13/12/1941.

31 VILLAR FERRERO, José Luís. Justicia y revolución en 1936. Op.Cit.p.653.

32 AHN – Expedientes policiales: | FC-Mº INTERIOR POLICIA H, Exp.21237, fecha: 1949-1950 | Población: Barcelona, Residencia: Barcelona (España)

33 OLIART, Alberto. (1998). Contra el olvido. Barcelona: Tusquets Editores. p. 232.

34 BARRAL, Carlos. (1975). Años de penitencia. Madrid: Alianza Editorial. p. 146.

35 OLIART, Alberto. (1990). «Carlos Barral, el hombre y el escritor: recuerdos y consideraciones» Revista de Occidente. Número 110-111. p. 27.

36 La Vanguardia. 19 de enero de 1992. p. 38.

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