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Entrevista a Lara Graña (parte I): «sois muchísimas las personas, colectivos… los que estáis contribuyendo a que no nos olvidemos ni de María del Carmen Fernández Vázquez ni de las demás mujeres que sufren violencia sexual»

Lara Graña es redactora jefe de Faro de Vigo desde 2021. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela y ha realizado numerosos artículos dedicados a la información económica y marítima desde 2008. Ha investigado también las crisis de Pescanova, Hijos de J. Barreras, Hiperxel, el naufragio del “Villa de Pitanxo” o los casos de acoso en el CSIC. Es coautora del libro Chapapote, premio nacional Cepesca y única finalista en los IV Premios Internacionales La Buena Prensa. En octubre del 2024 ganó el premio nacional de periodismo de investigación local API.

Las imágenes provienen de “García del Cid”, el buque de luto y cólera

Primera pregunta, Lara. ¿Quién era Mari Carmen Fernández Vázquez?

Mari Carmen (Mari, la llamaban en la familia; yo desde el principio, no sé por qué, la he tenido en mente como Carmen) era una mujer de Cangas do Morrazo aunque vivía en el pueblo vecino de Bueu. Estaba casada y tenía tres hijos. Nació en 1980, así que en el momento de su desaparición Carmen tenía 43 años. Era trabajadora del buque oceanográfico García del Cid y estaba contratada como personal laboral fijo. Su destino fue Barcelona porque era allí desde donde realizaba operaciones el barco.

El CSIC tiene buena imagen y creo que sus buques son algo poco conocido. ¿En qué buque trabajaba Carmen y cuáles eran sus funciones?

Hay que tener en cuenta que el Estado tiene buques de investigación a través de distintas entidades: CSIC, Instituto Español de Oceanografía, Secretaría General de Pesca o la propia Armada. En el caso de Carmen ella trabajaba para un buque adscrito directamente al CSIC, el García del Cid. Es un barco pequeño, de 37 metros de eslora, y son los que realizan campañas próximas a la costa. Y es además antiguo, el más vetusto de la flota, porque se construyó en 1979. A efectos de habilitación –confort a bordo, básicamente–, no tiene nada que ver un barco de esta antigüedad que una unidad más nueva como el Ángeles Alvariño y, por supuesto, el recién estrenado Odón de Buen.

Carmen era camarera a bordo. Por lo general, los camareros a bordo se ocupan de servir la comida a los demás tripulantes, así como de tareas como limpieza de camarotes y otros espacios interiores.

El caso del García del Cid es singular, aparte de por los sucesos que lo han hecho tristemente célebre, porque solo su tripulación contaba con un convenio laboral propio. Es una circunstancia que compartían con los tripulantes del Cornide de Saavedra, otro buque de investigación, pero que ya fue desguazado. Los actuales trabajadores de los demás buques públicos oceanográficos no tienen convenio, y de hecho lo están peleando. Se rigen, por sorprendente que resulte, solo por el estatuto de los trabajadores.

Una persona que denunció acoso sexual desapareció en alta mar. ¿Cómo es esto posible? ¿Cuál es la postura del CSIC?

Cuando tuve conocimiento de su desaparición, imagino que igual que cualquiera de nosotros, era “solo” una fatalidad. Quiero decir, de inicio lo que se me vino a la cabeza fue que se habría caído o tirado, tampoco le di muchas vueltas entonces. Todo cambió cuando su abogado me explicó que Carmen había denunciado una agresión sexual a bordo en una marea anterior por otro tripulante y que no quería haber regresado al García del Cid. Te lo cuento así para que se entienda cómo empezó toda la investigación.

En ese momento me pongo en contacto con el CSIC, a través del gabinete. No obtengo respuesta el primer día. Decido, por la gravedad de todo lo que me había explicado su abogado, dar más tiempo a la institución; fue lo que consideré oportuno, facilitar que explicaran su versión. Tampoco tuve respuesta y, en nuestra edición impresa y digital del 13 de septiembre de 2024, desvelamos el caso del abuso sexual.

La investigación la asume la Guardia Civil, que no toma declaración a todas las personas que estaban a bordo, y el juzgado de primera instancia de Gandía tampoco considera oportuno cursar diligencias judiciales. De modo que no tenemos más pesquisas que las realizadas por la Guardia Civil, sin ninguna toma de declaración en un juzgado, y solo a cuatro personas de las 16 que iban en el buque. El trabajo paralelo de investigación que iba publicando en Faro divulgaba que el CSIC le había negado el traslado, por ejemplo, supuestamente porque así lo inhabilitaba el convenio colectivo del buque, cosa que demostramos no ser cierta. Cuando la justicia cerró el caso, también en segunda instancia y sin opción a recurso, tuve que seguir tirando de otros hilos, sin contar con eventuales diligencias que pudiera haber ordenado un juzgado. Y así he seguido hasta hoy.

Probamos que el expediente científico de la campaña no incluye los datos de posicionamiento del García del Cid en las horas en las que desapareció Carmen, sin que nos hayan explicado por qué hay un vacío de más de 80 horas, que no existe en ninguna otra campaña de este u otros buques del Estado; divulgamos que el máximo responsable científico de la campaña agradeció, en su informe final, la “paciencia” de la tripulación sin hacer referencia alguna a la desaparición de esta mujer; que el CSIC envió el buque, sin haber realizado una licitación pública, a un astillero de desguaces en abril de 2024 cuando ya había pagado los víveres para todo el año y acababa de renovar su seguro. La plantilla ha sido despedida aunque su convenio recogía una recolocación en caso de retirada de servicio del García del Cid. Nuestras informaciones fueron llevadas en varias ocasiones a Congreso y Senado, lo que obligó al Gobierno a responder por escrito sobre el caso de Carmen y otras denuncias de acoso sexual en la institución.

Y lo que es más importante, trabajamos y creo que humildemente hemos contribuido a la renovación casi íntegra del protocolo antiacoso del CSIC, que sí incluye medidas específicas para el personal embarcado. No es lo mismo sufrir un caso de acoso o abuso sexual en tierra que en medio del océano o en la Antártida. Ese, y el #metooCSIC, es el legado de Carmen. O eso me gusta pensar a mí.

El CSIC, tristemente, no ha estado a la altura. La primera vez que se refirió públicamente a la desaparición de Carmen lo hizo mencionándola solo con iniciales. Y, hasta donde yo sé y pese a que el nuevo protocolo lo recoge explícitamente, no abrió una investigación interna para depurar eventuales responsabilidades.

¿Crees que este caso ha tenido la atención mediática que se merece?

No entenderé nunca por qué Carmen ha importado tan poco. Nosotros somos un periódico local, con medios limitados, pero eso no me ha impedido realizar una investigación de más de un año y haber contribuido a debatir sobre este caso en las dos Cámaras legislativas españolas, por ejemplo. 


¿Y ahora qué? ¿Qué podemos hacer para que no se olvide a  Mari Carmen Fernández Vázquez?

Por romántico que pueda resultar, eso de recordarla solo con mencionar su nombre no es suficiente. No solo porque estamos hablando de una trabajadora que ha sido despreciada incluso después de muerta, sino porque no se realizó una investigación con garantías que pueda explicar todo lo relativo a la gestión del CSIC en su embarque, primero, y su desaparición, después. En mi opinión debería realizarse una investigación interna, administrativa, sin descartar eventuales responsabilidades, y avanzar en la erradicación de todos los comportamientos de acoso por razón de sexo en el CSIC. Y en el conjunto de la sociedad, a fin de cuentas. Sois muchísimas las personas, colectivos… los que estáis contribuyendo a que no nos olvidemos ni de María del Carmen Fernández Vázquez ni de las demás mujeres que sufren violencia sexual. Y eso da mucha fuerza a este lado de la historia, que es el de la responsabilidad de intentar contarla con rigor y respeto.

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