Con un pequeño gemido, basta1.
Después de la guerra civil (1936-1939), en la zona ocupada por los nacionales, las mujeres simpatizantes del golpe de Estado acudieron como voluntarias del 18 de julio. Se trataba de carlistas, falangistas, católicas y monárquicas de Renovación Española y de Acción Ciudadana. Las organizaciones femeninas que canalizaron el trabajo de estas mujeres en la zona sublevada fueron la Sección Femenina de Falange, las Margaritas de Comunión Tradicionalista y la Acción Católica de la Mujer.
Falange Española, partido político de corte fascista, había aparecido en el panorama español en un acto celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid en octubre de 1933.2 Por aquel entonces, principios de los años treinta, algunas muchachas ya formaban parte de la organización, pero su presencia apenas era tolerada por su líder y cofundador, José Antonio Primo de Rivera. Abiertamente contrario a la emancipación de la mujer, se oponía a que las mujeres participasen en la esfera pública y, particularmente, en la actividad política, pues la concebía como pugna o combate viril en el que la violencia ocupaba un lugar de primera importancia. El 15 de febrero de 1934, Falange Española se fusionó con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos para formar lo que se conoció como Falange Española y de las JONS. Los choques de afiliados a la Falange con militantes de partidos de izquierda se comenzaron a producir pronto. Y hubo los primeros muertos. Un gran número de falangistas fueron detenidos, se clausuraron sus locales y se prohibieron los actos públicos de la organización. Primo de Rivera fue aceptando la idea de constituir un grupo femenino relacionado con el partido. Lo formaron ocho meses más tarde las hermanas de Primo de Rivera, Pilar y Carmen, así como sus primas Inés y Dolores y una amiga de la familia, Luisa María de Aramburu.

Pilar Primo de Rivera fue la mujer que alcanzó más poder dentro de la Sección Femenina. Sobre todo durante el régimen de Franco, ya en la posguerra. Mujer fuerte, ambiciosa y valerosa, nació en Madrid el 17 de marzo de 1907 y entró en política pronto, a través de su hermano. Participó en el acto en el que se creó Falange Española. Pilar y José Antonio eran hijos de Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella, autor del golpe de Estado en España del año 1923, cuya dictadura duró hasta 1930. En julio de 1934, Pilar Primo de Rivera creó una sección femenina dentro del sindicato estudiantil de la Falange —el Sindicato Español Universitario— y, en octubre de ese año, constituyó la Sección Femenina de Falange. En un principio, la organización se dedicó a prestar atención a los falangistas presos y a sus familias. Pero a partir de la sublevación militar, provocada en julio de 1936, la Sección Femenina pasó a tener un papel de carácter más relevante. La dedicación de las mujeres se centró en ayudar a los heridos, tejer para el frente y realizar tareas de abastecimiento en la retaguardia. Las mujeres de la Sección Femenina iban uniformadas. Su aspecto, su imagen exterior se mantenía uniforme, inalterable, y tan radiante: camisa azul, completamente abrochada, mangas remangadas y con el emblema bordado, falda reglamentaria y zapato negro y boina roja bien metida, sin rizos que salieran por delante. Un uniforme, en fin, sin fantasías de ninguna clase.
La Sección Femenina difundía los valores del nacionalsindicalismo, muy tradicionales, donde la figura de la mujer quedaba circunscrita en los roles de esposa y madre sumisa; la sumisión sobre todas las cosas. Sostenía la idea de que la mujer era moral e ideológicamente inferior al hombre, por lo que tenía que estar subordinada a él. La mujer pertenecía al espacio doméstico, al lugar privado. Pilar supo preservar estas imágenes durante el franquismo a través de la Sección Femenina: con su control férreo de las costumbres, con sus consignas, con cursos de formación obligatorios.3 Pero muchas veces el discurso no se correspondía con la vida privada de las dirigentes de la Sección Femenina: solían ser mujeres con una vida muy diferente a la que propugnaban, muchas de ellas solteras, como la propia Pilar Primo de Rivera.
En el texto fundacional de la Sección Femenina quedó reflejado el ideario de género que iba a seguir la Falange para con las mujeres hasta los años setenta sin sufrir casi ninguna alteración. Se hacía hincapié en lo «femenino», delimitando de forma elocuente la intervención de las mujeres en la esfera pública. La función de las muchachas falangistas debía circunscribirse a unas actividades consideradas como específicas de su sexo: la beneficencia, la obra social, las tareas domésticas. La política y la cultura seguían siendo espacios reservados para los hombres. Respecto a la sexualidad femenina las falangistas eran escuetas: «Si tu marido te pide prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes.» «Si él siente la necesidad de dormir, no le presiones o estimules la intimidad.» «Si sugiere la unión, accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar.» Esto lo dijo una dirigente de la Sección Femenina y quizás es lo más importante que se pueda decir de esta organización.4
La mujer ideal de Pilar Primo de Rivera se traslucía en algunas de sus frases:
«Gracias a Falange, las mujeres van a ser más limpias, los niños más sanos, los pueblos más alegres y las casas más claras». «Todos los días deberíamos de dar [sic] gracias a Dios por habernos privado a la mayoría de las mujeres del don de la palabra, porque si lo tuviéramos, quién sabe si caeríamos en la vanidad de exhibirlo en las plazas.» «Las mujeres nunca descubren nada; les falta el talento creador reservado por Dios para inteligencias varoniles.» «La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular —o disimular— no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse.»5
La actitud de Falange en cuanto al papel de las mujeres en la sociedad se iría complicando cuando en febrero de 1936 hubo convocatoria a elecciones legislativas y el partido decidió participar en los comicios. A raíz de ello se puso de manifiesto la necesidad de replantear el papel de las mujeres en la esfera pública. Como posibles electoras, por una parte, puesto que ya podían votar, y, por otra, como militantes que probablemente acudirían a los mítines y desempeñarían en ellos un papel activo. Entre estas militantes destacó una figura: Rosario Pereda, jefa de la Sección Femenina de Valladolid, que tuvo acceso a las tribunas ocupando un papel importante en la campaña junto a los mandos masculinos, y pidió para las mujeres al menos una tímida participación en la esfera pública.6
Un día de abril de 1937, por orden de Franco, Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista y la Comunión Tradicionalista (los carlistas) se fusionaron para crear un nuevo partido único con el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS). Ello conllevó una reorganización de las tareas femeninas. Pilar Primo de Rivera recibió con recelo la unificación; no obstante, cedió ante Franco asumiendo el argumento de que el principal objetivo era ganar la guerra. La Sección Femenina resultó, pues, uno de los sectores que más claramente tomó opción por Franco. En esos momentos la organización declaró tener unas 250.000 afiliadas, aunque la cifra posiblemente fuera exagerada.
La joven de las JONS citada anteriormente, Rosario Pereda, nació en Ramales (Santander) en 1912. De familia muy modesta, a los nueve años quedó huérfana de padre y fue recogida por unos parientes de Valladolid donde, al poco tiempo, ingresó en la Escuela Normal. Realizo los estudios de maestra y logró por oposición entrar en la Escuela Práctica aneja a la Escuela Normal del Magisterio Primario de Valladolid. En 1932, fundó y presidió la Asociación de Estudiantes Católicos del Magisterio. Mujer enérgica, participó en los enfrentamientos que se produjeron con el sindicato de estudiantes de la izquierda republicana, la Federación Universitaria Española. Se afilió a las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), en las que desempeñó al principio funciones secundarias de secretariado. Enseguida colaboró en la labor propagandística del partido, y particularmente, en la campaña electoral de noviembre de 1933 que dio el triunfo a las derechas. Recorrió los pueblos junto con Onésimo Redondo e intervino en numerosos mítines. En ellos destacó por su claro verbo, por su genial oratoria. Cuando las JONS se fusionaron con Falange, ingresó en la Sección Femenina. ¿Cómo es posible que Falange, tan masculina, aceptara la actitud política de Pereda y su intervención en los mítines junto a los hombres? Bien, es que, en realidad, ella siempre defendió los dogmas del partido, principalmente en lo que respecta a las mujeres: afirmaba enérgicamente que la misión más relevante de la mujer era la de educadora y tenía que desarrollarse principalmente en el hogar. Este lema lo llevó en su vida personal hasta las últimas consecuencias. Salvo una corta interrupción entre julio de 1936 y agosto de 1937, Rosario Pereda dirigió la Sección Femenina de Valladolid, pero cuando se casó con Anselmo de la Iglesia, en noviembre de 1938, cesó su intervención activa en la política para dedicarse a las funciones docentes y al cuidado de la familia.7
La falangista Carmen Werner Bolín

Carmen Werner Bolín nació en Málaga en 1906. De origen parcialmente alemán, era hija del VII Conde de San Isidro. Muy pronto mantuvo una estrecha amistad con José Antonio Primo de Rivera. Pronto se afilió a la Falange Española. Prácticamente desde sus inicios. En esta organización ostentó cargos importantes dentro de la Sección Femenina.. Antes de ser fusilado, mientras estaba en la cárcel de Alicante, José Antonio escribió alguna carta. Pocas. Una de ellas iba destinada a Carmen Weiner. Cuando estalló la guerra civil, Carmen estaba en su ciudad de origen. Allí era delegada provincial de la Sección Femenina. Aunque ella no fue víctima de la represión republicana, varios miembros de su familia fueron fusilados. Además de falangista, Carmen Werner fue una gran simpatizante nazi. En 1937, durante la guerra civil, una comitiva de la Sección Femenina viajó a Alemania y ella la lideró. Allí, el grupo de jóvenes falangistas españoles visitó unas instalaciones que las Juventudes Hitlerianas tenían cerca de Darmstadt. Después asistió al Congreso que el Partido Nazi solía celebrar en la ciudad de Núremberg. Más tarde, Pilar Primo de Rivera la nombró regidora central de la Organización Juvenil Femenina y jefa de la Sección de Jerarquías y Culturas de la Sección Femenina. También dirigió los cursos de educación física de dicha organización, que comenzaron en 1938. Durante su estancia en Málaga, Weiner contó con la estrecha colaboración de la escritora feminista Mercedes Formica.
Hasta 1977, en que se disolvió, la Sección Femenina de la Falange fue una organización de masas que ayudó a sostener la dictadura. Aunque sus dirigentes, en general, fueran mujeres liberadas, visibles política y socialmente, adoctrinaron a las españolas para segarles cualquier deseo de emancipación o rebeldía. Después del paréntesis liberador que significó para ellas la Segunda República, la dictadura de Franco se obstinó en encarrilarlas de nuevo al redil doméstico, en arrancarles las ideas igualitarias y en transmutarlas en productoras de los hijos que España necesitaba después de tanta muerte. ¡Todo ello en la más absoluta invisibilidad!
Clarita Stauffer, entre nazis y espías
A Clara Sofia Stauffer Loewe a menudo sus amigos la llamaban Clarita. Este diminutivo cariñoso, cercano, no respondía en absoluto a un carácter suave o dulce de su dueña. Clarita era enérgica, decidida y audaz. ¡Hacía lo que le venía en gana! No obstante, en 1931 el semanario Crónica decía de ella: «Ríe con gracia rubia, pueril y atractiva» y «Fräulein Stauffer, o la encantadora Clarita, es muy femenina, deliciosamente ingenua, áureamente bella y sentimental sin gazmoñería». Nada menos. Pero ni una palabra sobre su admirado Adolf Hitler, aquel muchacho tan amable que había conocido en Alemania, aquel antiguo cabo que subía como la espuma en la vida parlamentaria de la patria de sus ancestros. El de la mirada profunda y el gesto galante. No, sobre Stauffer se contaban otras cosas.i Lo que si es cierto es que la trayectoria de su vida indica que fue dadivosa con los suyos e implacable con el resto de la humanidad.

Clara Stauffer nació en España en 1904. Descendiente de familia alemana, su padre se había instalado en Madrid por negocios en 1889: allí fue maestro cervecero de la fábrica Mahou. Clara recibió una esmerada educación en Alemania. Era muy culta: hablaba varios idiomas, tocaba el piano y sobresalía por ser una consumada ajedrecista. No muy alta, con 1,62 m, era delgada, pero no frágil, y se veía musculosa. Rubia, con cejas y pestañas casi blancas, sus rasgos faciales indicaban notoriamente su procedencia germánica. Clara, muy activa, fue una pionera del deporte femenino en España. Destacada nadadora, de ahí la amplitud de sus espaldas, había ganado la emblemática Travesía de la Laguna de Peñalara en 1931 y fue una activa esquiadora hasta los años cuarenta. Mujer a veces contradictoria, su amor por el deporte no le impedía beberse una botella de coñac en un fin de semana. Le encantaba la sierra madrileña, y su verdadera afición era la nieve. «Es una joya que la capital tiene allí, tan cerca», decía. Esquiando coincidía con los jóvenes madrileños de casa bien. Entonces Clarita era soltera, con dinero, con ideología y con características duplicadas: española y alemana; nazi y falangista. Aderezada con estos atributos, a través de sus contactos, pronto se relacionó con las nuevas corrientes políticas que en España observaban con interés lo que estaba construyendo Alemania. Antes que con Pilar Primo de Rivera, hizo amistad con su hermano José Antonio. A través de sus conversaciones se ensanchó su conciencia política; se enamoró del fascismo. ¡Y devino una fascista convencida! Por otra parte, su relación con Pilar se hizo tan estrecha que más tarde acabó siendo su lugarteniente en la Sección Femenina de Falange. Apoyada por la falangista con ideales nacionalsocialistas Carmen Werner, delegada provincial de la Sección Femenina en Málaga, hasta 1935 fue delegada de Prensa y Propaganda. A través de las organizaciones de beneficencia de Alemania y España, desde la delegación de prensa, Clara Stauffer fue enlace de la Sección Femenina con la Alemania nazi. Creó estrechos vínculos con la Italia fascista, donde desde hacía años se estaban creando organizaciones femeninas orientadas a enmarcar a las mujeres y también encaminadas a la beneficencia. Ella no hacía distinciones entre nazismo y fascismo: en las paredes de su despacho tenía el retrato de Hitler junto a los de Mussolini, Franco y José Antonio Primo de Rivera. Mantuvo una estrecha amistad con Muñoz Grandes, destacado militar de la zona nacional en la guerra civil, después ministro secretario general del Movimiento Nacional y, más tarde, jefe de la División Azul. Durante la guerra civil española, de 1936 a 1939, unas cuantas delegaciones de la Sección Femenina se desplazaron tres veces a Alemania y una a Italia. Fue un intercambio, por lo que algunas columnas de organizaciones femeninas nazis visitaron la España franquista. En 1937, durante uno de estos viajes, la Sección Femenina visitó instalaciones de las Juventudes Hitlerianas cerca de Darmstadt y concurrieron al Congreso del Partido Nazi en Núremberg. Clara asistió junto con Carmen Werner.
Durante esos años convulsos, Clara Stauffer recaudó fondos y organizó viajes a Alemania para buscar apoyo. Una parte de esta labor la llevó a cabo en la ciudad portuaria de Hamburgo. Le acompañaban dos mujeres de la organización Auxilio Social: Mercedes Sanz y Carmen de Icaza. De estas idas y venidas, Clarita adquirió una gran experiencia. Estas experiencias le resultaron muy útiles más adelante: en la misión que pondría en marcha en los últimos meses de la segunda guerra mundial.
Hacia 1942 Clarita contrajo matrimonio con un apuesto aviador alemán, Walter «Gulle» Oesau, que había comenzado su carrera operativa en España volando con la Legión Cóndor en abril de 1938. El historial militar de Gulle impresionó a Clarita. Pronto se volvieron inseparables en sus gestiones. Sus ideologías eran muy parecidas y también sus intereses. Pero él la engañó. Con la excusa de comprar una propiedad en Argentina, prácticamente la dejó arruinada. Se fue sin dar posteriores señales de vida. Ella viajó a Sudamérica para encontrarle y descubrió entonces que tenía mujer y familia. No obstante, Gule volvió a desaparecer al saber que había sido localizado.
El desengaño sentimental, sin duda doloroso, no acabó con el ímpetu de Clara. Tampoco con sus salidas y entradas de los círculos de poder de Madrid. Cualquier madrileño, de alta o de baja alcurnia, que tuviera un cargo importante en aquel régimen dictatorial, era amigo de ella. En el Madrid de la segunda guerra mundial se movían con soltura espías de ambos sexos, hombres y mujeres provenientes de todas las potencias afectadas por la contienda: alemanes, británicos, estadounidenses, franceses y hasta japoneses. ¡Curiosa época!
Los ojos de toda Europa se posaban sobre nuestro país. Hacía poco que España había salido de una guerra fraticida, tenía un gobierno que coqueteaba con Hitler, aunque decía ser neutral. Los únicos que tenían ventaja sobre sus competidores eran los alemanes. Y en aquel Madrid estaba ella, Clara, Clarita Stauffer. Fue entonces cuando comenzó su carrera como tejedora de redes clandestinas. Canalizó su trabajo a través de la asociación alemana de beneficencia (Dt. Hilfsverein), una organización secreta que facilitaba amparo legal a nazis con dificultades. Les buscaba trabajo y les otorgaba una nueva identidad. Fundada años atrás por la colonia alemana en España, en 1939 se integró en la Nationalsozialistische Volkswohlfahrt (NSV) o protección social nacionalsocialista. Fue la única agencia asistencial autorizada en el Tercer Reich.
Pero llegó un momento en que la ayuda humanitaria como proyecto no colmaba las ambiciones de nuestra protagonista. Y no sería el único propósito que movería a esta alemana osada y eficaz. A partir de que las potencias fascistas, o las personas de otros países que les habían dado apoyo, dieran por perdida la segunda guerra mundial, Clara Stauffer también proporcionó documentos falsos, ayudó a fugitivos y facilitó su partida de España hacia Latinoamérica. Los informes aliados así lo pusieron de manifiesto. Estaban seguros de su importante responsabilidad en varias fugas de alemanes. A partir de 1945, desde su piso, situado en la calle Galileo 14 de Madrid, Clarita dirigió una red clandestina que permitió a 800 criminales de guerra a evadir la justicia internacional. Muchos de ellos desfilan por la novela de Almudena Grandes Los pacientes del doctor García (Tusquets, 2017).
El domicilio de Clara estaba lleno de ropa y calzado: botas, camisas, pantalones, calcetines y guantes. Justo lo que los soldados alemanes necesitaban para atravesar los Pirineos presionados por los avances aliados. Ninguna pieza ostentaba la esvástica. Al mismo tiempo se organizaba la huida. A América del Sur, a Argentina, preferentemente. Era la famosa organización ODESSA. Con paso por España, esta organización permitió cruzar el Atlántico a cientos de criminales nazis. Algunos tan llamativos como Otto Skorzeny, una leyenda en las filas nacionalsocialistas, un hombre de acción que contaba entre sus éxitos la sorprendente misión de rescatar a Mussolini en el Gran Sasso de Italia. ¡Y estuvo en casa de Stauffer! ¿Hablaron de esquí, quizás? Dicen que Skorzeny fue a Argentina a vivir tranquilamente. Cuentan que tuvo una historia romántica con Evita Perón. Acabó muriendo en paz en Madrid en 1975.ii
Clara comenzó su otra vida resguardada bajo el paraguas oficial que la blindaba: el régimen franquista, que iba a hacer de ella una de las colaboradoras nazis más buscadas de España. En 1947, llegó a ser la única mujer que constaba en la lista de las 104 personas demandadas por el Consejo de Control Aliado a Alberto Martín-Artajo, ministro de Asuntos Exteriores. No obstante, ni una sola de ellas, tampoco Clara, fueron entregadas por el régimen de Franco. El delito imputado era ser responsable de una red de fuga hacia Sudamérica que prestó ayuda a más de 800 nazis alemanes perseguidos. Ella, Clarita Stauffer, la nadadora, la esquiadora, la pizpireta madrileña de pura cepa, quedó en libertad. Influyente. Absolutamente inmune. El dictador protegió a las personas más importantes que habían tenido relación con la industria del exterminio que llevó a cabo el Tercer Reich. Incluso protegió al teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, máximo responsable de la solución final en Polonia y también del traslado de prisioneros a campos de concentración alemanes durante la segunda guerra mundial. Eichmann pudo escapar de España gracias a la organización de Stauffer. Fue ayudado también por la embajada argentina en Madrid y su consulado en Barcelona. En una imagen de archivo, Clara Stauffer aparece en Buenos Aires con Rolf Vogel, agente de inteligencia alemán, delegado por el servicio secreto alemán para seguir el juicio de Eichman en Israel. Justamente a este proceso asistió también la filósofa judía Hannah Arendt, que redactó su famoso libro Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal, basado en la figura del militar nazi.
Clarita envejeció, los estragos del tiempo dejaron huellas en su rostro, pero no perdió su coraje. Con setenta años obtuvo el Campeonato de Natación de Veteranos Travesía de Peñalara. Y después quedó en segundo lugar en el Campeonato de España de Esquí para veteranos. En Madrid, aquel mismo 1974, figuraba entre los asistentes al homenaje dedicado al escritor Felipe Ximénez de Sandoval, por la edición de su obra José Antonio, biografía apasionada.
Clara Sofía Stauffer Loewe falleció el 4 de octubre de 1984 en Madrid, en una España que ya era democrática. Su esquela, publicada en el diario ABC, señala que lo hizo cristianamente.
Como se ha visto en estas páginas, algunas de las “mujeres de azul”, que ya se movilizaron en tiempo de la República, nunca perdieron su visibilidad. Las dirigentes fascistas españolas fueron, en general, mujeres fuertes y enérgicas. Mientras viajaban por Europa, Franco pregonaba que la mujer debía estar “con la pata quebrada y en casa”. Esto ocurrió también en otros países de nuestro entorno, como en la Alemania nazi o en la Italia fascista.
Retomemos ahora el hilo de la pequeña historia.
María Rosa Urraca y las Margaritas
María Rosa Urraca Pastor, propagandista carlista, se presentó en el Hospital Clínico de Madrid una tarde del 24 de abril de 1936.8 Necesitaba recibir tratamiento. Vestía un austero traje y en el brazo llevaba un pequeño bolso. Madrid estaba florido, ¡era primavera!, pero también estaba políticamente alterado: el Frente Popular había ganado las elecciones de febrero y era un secreto a voces que las derechas, políticas y sociales, permanecían atentas. Por ello, aunque el lugar era un hospital, una matrona registró el bolso de Urraca. En él había una pistola de pequeño calibre. Avisada la policía, un agente la detuvo. A partir de ese momento, la pareja que la acompañaba, el policía y Urraca, desaparecieron. No fue hasta el domingo siguiente cuando España amaneció con la noticia de la evaporación de la conocida líder carlista.

María Rosa Urraca Pastor había nacido en Madrid el 1 de enero de 1900, en el seno de una familia de militares.9 Pronto se trasladó a Burgos y más tarde a Bilbao, donde estudió la carrera de magisterio, en la Escuela Normal, graduándose en 1923. Desde muy joven se preocupó por los problemas sociales. Aficionada a la pluma, comenzó a escribir sobre los mismos en diferentes periódicos provinciales como El Nervión, La Gaceta del Norte, El Pueblo Vasco, así como en el madrileño La Nación.
Ferviente admiradora de Concepción Arenal, Urraca pensaba que la mujer podía servir al país fuera de casa. En este sentido era una mujer adelantada a la época, o quizás solamente hija de los tiempos que le tocaron vivir. Pronto ingresó en Acción Católica de la Mujer en Vizcaya, donde destacó como una enérgica y entregada propagandista. Urraca Pastor fue, junto con otras compañeras, bandera de un nuevo modelo de mujer: joven y culta, consecuente con sus deberes naturales respecto a la Iglesia, la familia y la patria. Permaneció, siendo consciente de su autonomía personal y de sus derechos. Pensaba que más que «madres sociales», las propagandistas católicas debían pasar a ser «vírgenes sociales».
La llegada de la Segunda República motivó un gran salto de Urraca Pastor a la escena política. En ese campo inició una carrera breve pero intensa, durante la República y la guerra civil. Ante las elecciones del 12 de abril de 1931, antesala de la República, Urraca participó en Vizcaya en varios mítines y actos a favor de las candidaturas monárquicas alfonsinas. Pronto, no obstante, pasó al carlismo activo. Ella no provenía de una familia legitimista, pero su padre, Juan Urraca Sáenz, la había educado en el amor al catolicismo, la monarquía y la patria. Urraca ingresó en las Margaritas —sección femenina legitimista— y aceptó liderar la Agrupación de Tradicionalistas Vascas. Comenzó una carrera como propagandista que la hizo famosa durante el primer bienio republicano 81931-1933), mientras el carlismo iba tomando auge en aquella etapa. Más adelante, a comienzos de 1936, se realizó un recuento de las asociaciones de Margaritas, saldándose con la cifra de 23.238 integrantes, aunque debe subrayarse la ausencia de datos de muchos centros, por lo que el número de Margaritas total pudo ser algo mayor.
En julio de 1936, Urraca se enteró rápidamente de la insurrección contra la República (desde febrero de 1936, ganaba el Frente Popular y las asociaciones recibían cursillos clandestinos: «Nos preparábamos para enfermeras, cantineras, y ángeles de la caridad», recordaba Urraca Pastor). Ella salió entonces de Arcos de Llana, donde estaba escondida después del episodio de la pistola encontrada en su bolso, y se dirigió a Burgos. En la ciudad castellana bullían las boinas rojas y circulaban noticias sobre la llegada de jefes insurgentes. Pronto se organizaron fuerzas para desplazarse a Madrid, a la zona de Somosierra, y Urraca Pastor, junto con otra Margarita, acompañó a las fuerzas que partían desde el cuartel de San Gil: el primer batallón de San Marcial, artillería del 11 ligero, el escuadrón de cazadores de España y los requetés burgaleses. Debido a su carrera política, el caso de Urraca Pastor fue una excepción: los mandos de la Comunión Tradicionalista habían prohibido a las Margaritas estar en las primeras posiciones. A pesar de esto, ella llevó sus actividades asistenciales y sanitarias hasta la primera línea del frente y, después de un ataque de la aviación republicana, participó en puestos de socorro cercanos. En la retaguardia continuó su labor dando conferencias y alocuciones pronunciadas en Radio Castilla Burgos, con la intención de elevar los ánimos de la población y justificar el Movimiento Nacional, además de resaltar los esfuerzos de los carlistas en el frente.
A mediados de abril de 1937, hubo disensiones en la parte nacional. Como se ha comentado antes, la causa fue la aparición del decreto de Unificación, según el cual se fusionaban todas las organizaciones políticas en un nuevo partido, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, bajo el mando único del Generalísimo y jefe de estado, Francisco Franco. Los falangistas obtuvieron una posición preponderante frente a los carlistas, lo cual, en plena guerra, solo fue fuente de conflictos internos. Los grupos tradicionalistas o falangistas que se negaron a someterse a la unificación pronto serían represaliados.
A las Margaritas esta unificación las perjudicó. Franco y sus hombres pensaban que las tradicionalistas poseían fuertes creencias religiosas, pero que solo la retórica «revolucionaria» de Falange podía proporcionar el sentido de la justicia social y el salto al futuro que España requería. Sin embargo, se aceptó el hecho consumado y, tal como se postuló, las delegadas provinciales serían falangistas y las Margaritas serían designadas para las secretarías. En esta coyuntura, Urraca Pastor fue nombrada delegada nacional de Asistencia de Frentes y Hospitales el 29 de abril de aquel mismo 1937. La finalidad residía en el mantenimiento de infraestructuras para los frentes, lavaderos, confección de ropa en talleres de la Sección Femenina, envío de paquetes con comida, ropa y tabaco a los soldados, la instalación de hospitales y otros servicios sanitarios.
Las diferencias de las Margaritas con el resto de organizaciones de Falange Española Tradicionalista y de las JONS se pusieron de relieve desde el primer momento: las tradicionalistas se negaron a lucir los uniformes reglamentarios y a imponer el tuteo falangista. No se mostraron cómodas con la unidad organizativa y trataron de mantener espacios propios. En muchos locales se obligó a que convivieran con la Sección Femenina, pero lo cierto es que se permitió independencia a las afiliadas a Frentes y Hospitales. La personalidad propia de esta delegación permitió salvar ciertos conflictos de competencias con otras, como Auxilio Social y su obligado cumplimiento del servicio social femenino.
Tres mujeres fuertes y enérgicas, Urraca Pastor, Pilar Primo de Rivera y Mercedes Sanz Bachiller, de la que trataremos más adelante, desplegaron su actividad en el marco de diferentes familias políticas que habían quedado sometidas a la disciplina del decreto de Unificación. La tensión entre la líder carlista y la hermana de José Antonio se expresó en el progresivo arrinconamiento que sufrieron los partidarios de la monarquía tradicional dentro de Falange Española Tradicionalista y de las JONS. A finales del mes de julio de 1938, Franco nombró a Casilda Ampuero nueva delegada nacional de Frentes y Hospitales, comenzando el declive de la carrera política de Urraca Pastor. El destino de las carlistas fue semejante al de su líder nacional, y culminó cuando tras la victoria militar un decretó disolvió tanto su organización, las Margaritas, como su delegación. Efectivamente, el 24 de mayo de 1939, Franco dispuso la finalización de la Delegación de Frentes y Hospitales, su servicio no tenía ya sentido, subsistiendo solo la organización exterior para recaudar divisas. En la posguerra, Urraca Pastor y su familia eligieron Barcelona como residencia, donde ella terminó de escribir Así empezamos. Memorias de una enfermera, recopilación de artículos, discursos y crónicas, que fue publicado en 1940. Ella falleció en la Ciudad Condal el 19 de marzo de 1984.
Auxilio Social, la cara amable
Mercedes Sanz Bachiller nació en Madrid por casualidad: corría 1911 y sus padres, que vivían en Valladolid, viajaron una temporada a la capital por negocios. Desde los nueve años había estado internada en un colegio de monjas francesas. A los catorce, quedó huérfana. Esta mujer enérgica, decidida y militante de Falange Española quedó viuda muy joven, a los 25 años. Para entonces solo le quedaban dos hijos (el mayor había fallecido) y estaba embarazada de nuevo. Su primer marido fue Onésimo Redondo. Tras el advenimiento de la Segunda República, éste fundó las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica (JCAH), organización embrión junto con el grupo de La Conquista del Estado de Ramiro Ledesma de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS). Su ideología, el nacionalsindicalismo, se ha llegado a considerar como una primigenia expresión de «fascismo a la española». Onésimo Redondo fue asesinado en circunstancias no del todo claras el 24 de julio de 1936, seis días después de iniciada la guerra.
Mercedes Sanz, su viuda, rigurosamente vestida de negro y con su pelo moreno recogido en un austero moño, organizó junto con Javier Martínez de Bedoya la asociación Auxilio Social, de la que pasó a ocupar el puesto de delegada nacional. La organización era una delegación de Falange concebida para atender las necesidades básicas de las mujeres y los niños, la población más vulnerable durante la guerra. Bedoya, amigo íntimo de Redondo, relataba que su encuentro con Mercedes había despertado una de las inquietudes que bullían en su cabeza desde su estancia en Alemania: crear algo similar a la Winterhilfe nazi, una organización encargada de recoger donativos para repartir ropa de abrigo y comidas entre los más necesitados durante el invierno. Mercedes, desde el principio, se mostró encantada con el proyecto. De hecho, ella ya hacía un par de meses que colaboraba con los militares. La idea fue tomando forma en octubre de 1936. Bedoya contó desde el primer momento con las orientaciones de Kroeger, adjunto del embajador alemán Von Faupel, para copiar el modelo nazi. El proyecto de Sanz Bachiller y Bedoya pasó a llamarse, de cara a la estación que se avecinaba, Auxilio de Invierno. No se conoce si en el ánimo de estos iniciadores estaba convertir su organización en algo más que una solución transitoria para el invierno a la vista. En aquel momento nadie auguraba el éxito de ese débil entramado asistencial. Pero en el plazo de un año y medio sus promotores pasaron a ser los responsables de un puñado de comedores y cocinas de hermandad en la retaguardia rebelde.10
Además del reparto callejero de comida, esta asociación se preocupó de abrir casas de la madre y centros para niños y comedores para embarazadas y centros de maternología. Adornadas con sus grandes delantales blancos, ahí estaban las mujeres de Auxilio Social prestas a ofrecer sus cuidados. Más tarde, la organización desplegó las casas cuna y los hogares infantiles y escolares para atender a niños y niñas abandonados o huérfanos. Luego siguieron la instalación de los hogares profesionales y de estudios superiores y las residencias rigurosamente separadas por sexos para recibir la educación adecuada.

Si bien en un principio la organización fue autónoma, en octubre de 1936 fue absorbida por la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera. Ello ocurrió en el Valladolid insurgente. En ese mismo mes, Mercedes Sanz inauguró en la ciudad castellana un comedor para niños y, sin saberlo, sembró las bases de la institución asistencial más emblemática del régimen de Franco. A finales de 1938, el choque entre Auxilio Social y Sección Femenina era inevitable, y las dos líderes de estos movimientos, mujeres que gozaban de un gran carisma, se enfrentaron. Mercedes Sanz Bachiller acusó a la Sección Femenina de intentar controlar Auxilio Social, que fue muy importante durante y después de la guerra. Y entonces, Pilar Primo de Rivera obtuvo una gran victoria sobre ella.
Finalmente, un decreto del 17 de mayo de 1940 reorganizó el Auxilio Social. Se integró en Falange Española Tradicionalista y de las JONS y pasó a estar protegida por el estado para cumplir, por delegación de este, funciones benéficas y sociales. Percibida por Franco además como un instrumento muy eficaz para el control social, el régimen lo utilizó para esos fines, pero ya fue sobre todo en la posguerra.
Notas
1 Tereixa Constela, «Con un pequeño gemido, basta», El País, 10 de mayo de 2009, https://elpais.com/diario/2009/05/10/cultura/1241906403_850215.html
2 Mª Teresa Gallego Méndez, «Mujeres azules en la Guerra Civil», en Isabel Morant (dir.), Historia de las mujeres en España y América Latina, vol. IV, Cátedra, Madrid, 2006, pp. 151-166. Richmond, Kathleen, Las mujeres en el fascismo español: la sección femenina de la Falange: 1934-1959, Alianza, Madrid, 2003.
3 Edurne Portela, “Reencarnaciones falangistas”, El País, 28 /7/2019.
4 Tereixa Constenla, «Con un pequeño gemido, basta», El País, 10 de mayo de 2009.
5. La Sección Femenina: el retorno al hogar http://www.ub.edu/ciudadania/hipertexto/evolucion/introduccion/Edu14.htm
6 “Christine Lavail”, De la creación de la Sección Femenina (1934) a la campaña electoral de 1936: Modalidades de intervención de las mujeres falangistas en la esfera pública”, ARENAL, 15:2; julio-diciembre 2008, 345-370
7 Real Academia de la Historia, http://dbe.rah.es/biografias/64241/rosario-pereda-cornejo
8 Antonio Manuel Moral roncal 63APORTES, nº81, año XXVIII, (1/2013), pp. 63-96, ISSN: 0213-5868 augeycaídadeunalídercarlistaenelfranquisMo: María rosa urraca pastor http://revistaaportes.com/index.php/aportes/article/viewFile/36/27
9 Antonio Moral, «Urraca Pastor, María Rosa», Historia y Política: Ideas, Procesos y Movimientos Sociales, 2011, Issue 26, pp. 199-226, 28p.
10 Ángela Cenarro, La sonrisa de Falange. Auxilio social en la guerra civil y en la posguerra, Crítica, Barcelona, 2006.
i Marcos Pereda, «Odessa en la sierra madrileña: la historia de Clara Stauffer», CTXT.es, 2016.
ii Javier Julio García Miravete., «Clara Stauffer. La espía falangista engañada y despechada por el piloto nazi Walter Oesau», VocesDelDesierto.es, 2018.
Imagen destacada: Mujeres de la Sección Femenina repartiendo comida. Fuente: Wikimedia.
Soledad Bengoechea, doctora en historia, miembro del Grupo de Investigación Consolidado “Treball, Institucions i Gènere” (TIG), de la UB y miembro de Tot Història, Associació Cultural.