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Las tres muertes de José Castillo (Las víctimas del pistolerismo y la desmemoria II)

José Castillo fue un dirigente sindical de los peluqueros de Barcelona y uno de los fundadores de “Solidaridad Obrera”, la federación sindical que dio origen a la CNT en 1910. No se sabe casi nada más de su vida, aunque su muerte es aparentemente bien conocida. La gran mayoría de libros y artículos que tratan de la época del pistolerismo —incluyendo alguno mío—, mencionan a José Castillo como una de las víctimas de la banda parapolicial liderada por el excomisario Manuel Bravo Portillo y financiada por la Federación Patronal. Todos los autores nos hemos basado, directa o indirectamente, en la siguiente información aparecida en el valiosísimo libro Los años del pistolerismo: ensayo para una guerra civil (1981) del periodista y escritor Jacinto León-Ignacio:

Aquella tarde [del 19 de julio de 1919], actuó de nuevo la banda de Brabo. Sabía, sin duda por haberle vigilado, que José Castillo se encontraba en una barbería de Sants, barrio en que vivía. Debió ir a que le afeitasen. El ex comisario ordenó que le matase Epifanio Casas […]. Sin embargo, Casas se negó a hacerlo. No quería cometer un nuevo asesinato. Brabo Portillo le estuvo abofeteando hasta que decidió obedecer. Entonces, Casas, acompañado de otros dos, se encaminó a la barbería. Abrió la puerta del establecimiento y vio a Castillo. Comenzó a disparar hasta quedarse sin municiones. Luego fue a esconder su cobardía, su vergüenza y su angustia.[1]

Ante el gran lujo de detalles que ofrece León-Ignacio, todos los historiadores asumimos que era una información fiable, reproduciéndola y citándola de un texto a otro hasta que se transformó en un hecho histórico consolidado. Por esto, mi estupor fue mayúsculo cuando intenté profundizar sobre la figura de Castillo y me di cuenta que lo narrado por León-Ignacio simplemente no sucedió. Así, el caso de José Castillo constituye un excelente ejemplo del enorme desafío que implica el rescate de la memoria de las víctimas del pistolerismo en Barcelona.

Siguiendo las pistas en que se basó León-Ignacio, descubrí que fusionó varias informaciones sueltas considerando que se referían a una misma persona. Sin embargo, lo que León-Ignacio presentaba como un hecho único esconde, en realidad, tres sucesos diferentes. En este sentido, se hace necesario descomponer lo narrado por León-Ignacio en tres elementos verídicos, aunque no relacionados entre sí: el asesino, la víctima y la fecha.

El asesino: Epifani Casas

En primer lugar, vemos que León-Ignacio identifica muy claramente a Epifani Casas como el asesino de José Castillo. Epifani Casas fue una figura clave en la génesis del pistolerismo en la Ciudad Condal y, sin embargo, se sabe muy poco de él. Casas fue un obrero textil reclutado en 1913 por el inspector Francesc Martorell para formar una banda de confidentes y agentes provocadores. Sin embargo, rápidamente se arrepintió y reveló la existencia de la banda a los sindicatos, que pudieron neutralizarla a través de una campaña de denuncia.

Para protegerle de represalias, los sindicatos le dieron dinero para huir a Francia e iniciar una nueva vida. Sin embargo, tras un tiempo del otro lado de los Pirineos, Casas decidió volver a Barcelona y retomar sus viejos vicios, ejerciendo como esquirol en la huelga de contramaestres de 1917 (sobre la que me referiré más adelante). Ahora bien, Epifani Casas es conocido sobre todo por ser uno de los principales integrantes de la banda de Bravo Portillo. Incluso, tras el asesinato de Bravo en septiembre de 1919, Casas pasó una temporada en la cárcel como sospechoso del crimen, pero fue liberado en enero de 1920 al comprobarse que la acusación era infundada. A partir de ese momento, se pierde definitivamente su pista.

Tradicionalmente, los historiadores identifican a dos víctimas de la banda además de José Castillo: Pere Massoni y Pau Sabater (a) El Tero, respectivamente dirigentes del sindicato de la construcción y del ramo del agua. Massoni sufrió un atentado el 23 de abril de 1919, en el que resultó gravemente herido, mientras que Sabater fue asesinado la madrugada de 19 de julio del mismo año, tras ser detenido en su casa por individuos que se hicieron pasar por policías.

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Imágenes de una postal conmemorativa de la CNT sobre el asesinato de Pau Sabater

Una de las principales fuentes sobre estos hechos es el periodista cenetista Mauro Bajatierra, el cual aseguraba que el designado para atentar contra Massoni fue Epifani Casas, “pero tuvo miedo y rogó a los otros que hicieran el «trabajo» ellos solos”. Bravo Portillo no reaccionó bien ante su desobediencia, y cuando “se enteró de lo ocurrido, apaleó brutalmente a Epifanio”. Bajatierra añade también que, tras el asesinato de Sabater, “pocos días después Epifanio Casas, que hacía de contramaestre esquirol en la «España Industrial», (…) entraba en una barbería de Sans y agredía a tiros de pistola a un huelguista del mismo ramo”.[2]

Resulta evidente que León-Ignacio se basó principalmente en esta información para construir su narración, aunque en ningún momento Bajatierra menciona a José Castillo y, de hecho, habla de un contramaestre huelguista agredido y no muerto. Como veremos, León-Ignacio tuvo sus razones para pensar que se trataba de Castillo, pero el problema es que Bajatierra —o su informante— erró por completo tanto la fecha como el protagonista.

A pesar de ser asalariados, los contramaestres —una mezcla entre supervisores, jefes y vigilantes de las fábricas textiles— siempre se habían posicionado del lado de los empresarios, despertando una gran antipatía entre los obreros. Sin embargo, la crisis derivada de la primera guerra mundial afectó negativamente sus condiciones de vida y de trabajo. En 1916, los contramaestres se organizaron y fundaron el sindicato “El Radium”, lo que les enfrentó directamente con la patronal. En las principales fábricas textiles de Sants, los contramaestres sindicados fueron despedidos y reemplazados por esquiroles, iniciándose un conflicto que fue asumiendo características cada vez más violentas.

Los empresarios reclutaron a un perfil particular de esquirol, capacitado para soportar la presión y responder a las agresiones. Esto significó la contratación de individuos de pésimos antecedentes, incluyendo a exmiembros de la banda Martorell como Epifani Casas o Frederic Roigé. El 25 de febrero de 1917, Casas sufrió un atentado a la salida de la fábrica España Industrial, resultando ileso. Los esquiroles respondieron con una incursión por las calles de Sants capitaneada por Roigé, realizando algunos disparos para intimidar a los huelguistas. Luego, el día 11 de marzo, se verificó el siguiente hecho:

A la una y media de ayer tarde se desarrolló un sangriento suceso en una peluquería situada en los bajos de la casa número 2 de la calle de Sans. Se hallaban afeitándose en el citado establecimiento Juan Bosch Farnér (sic), de treinta y cinco años, casado, ex contramaestre [huelguista] de la fábrica La España Industrial, y los obreros de dicha fábrica, Manuel Campos, de veintisiete años, y Vicente Gálvez, de veinticuatro. (…) Según noticias, entre los tres hombres se originó una seria disputa. Bosch se manifestaba contrario a la opinión de Gálvez y Campos. Sin que nadie pudiera evitarlo, sonó un disparo, y Juan Bosch cayó gravemente herido. Vicente Gálvez había sido el autor de la agresión. Gálvez y Campos abandonaron seguidamente el establecimiento, y según informes oficiales, se entregaron a la pareja de la guardia civil que se hallaba apostada en la fábrica de La España Industrial.[3]

Claramente, Bajatierra se refería a este episodio en su libro, pero la víctima no era José Castillo, sino el contramaestre huelguista Joan Bosch, el cual resultó gravemente herido, pero no murió. Además, la agresión fue en 1917 y no en 1919, mientras que Epifani Casas estuvo involucrado en el conflicto de los contramaestres, pero en ese momento nadie le relacionó con este caso concreto. En definitiva, siguiendo la pista del presunto asesino hemos derivado en unas circunstancias completamente diferentes y que nada tienen que ver con lo señalado por Bajatierra y León-Ignacio. Entonces…¿qué fue lo que pasó en realidad con José Castillo?.

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La España Industrial a finales del Siglo XIX

La víctima: José Castillo

José Castillo no aparece en ninguno de los primeros listados de víctimas elaborados por anarcosindicalistas; sin embargo, existe una débil pero relevante referencia que demuestra que Castillo murió en torno a las mismas fechas que Pau Sabater. En un libro publicado en 1928, el destacado cenetista Manuel Buenacasa, tras criticar el clima de violencia que se había instalado en la CNT durante esta época, señalaba: “No se hicieron esperar mucho los resultados desastrosos de aquel sistema. En la primavera del 1919 ya habían caído —como represalias— dos de los nuestros, ¡y de los mejores!: Pablo Sabater «El Tero» y José Castillo”.[4]

Buenacasa no menciona que Castillo fuese asesinado por la banda de Bravo Portillo, pero tampoco resultaba ilógico deducirlo a partir de la vinculación que hace con la muerte de El Tero. Aquí reside probablemente el motivo de la confusión de León-Ignacio, el cual debe haber considerado que las informaciones aportadas por Buenacasa y Bajatierra eran compatibles, sin saber que éste último en realidad se refería a un episodio de 1917.  Aunque Buenacasa muestra una gran admiración y afecto hacia José Castillo, no ofrece ninguna otra información sobre él más allá del nombre.

León-Ignacio asegura que era un antiguo miembro del comité nacional de la CNT, información que debe haber recabado de otras fuentes. Esto ha permitido suponer que se trataría del peluquero José Castillo, el cual en 1908 participó en el Consejo Directivo de la Confederación Regional Solidaridad Obrera. Además, Castillo fue delegado de la Sociedad Nueva de Peluqueros en el congreso de fundación de la CNT realizado en Barcelona en 1910. Lamentablemente, a pesar de saber la fecha aproximada de su muerte, resulta casi imposible obtener información concluyente al respecto.

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Manuel Buenacasa  y Mauro Bajatierra

La primavera de 1919 en Barcelona representa un período oscuro, en el que los sectores de orden intentaron aplastar el movimiento sindical luego de la imponente huelga de la Canadiense. Tras la declaración del estado de guerra, los militares asumieron un poder casi absoluto en la ciudad, e iniciaron una cruenta represión de la que se saben pocos detalles debido a la estricta censura informativa. Miles de afiliados cenetistas pasaron por la cárcel, y durante meses los sindicatos hubieron de soportar la actuación impune de un amplio abanico de cuerpos represivos: el ejército, la policía, la banda de Bravo Portillo y el somatén.

El somatén era una milicia rural catalana cuyos orígenes se remontan a la Edad Media. Fue trasladada al ámbito urbano de Barcelona a comienzos de 1919 como fuerza paramilitar liderada por la burguesía, organizada para contrarrestar la huelga general y apoyar a las autoridades. A pesar de ser un cuerpo civil y voluntario, el somatén gozo de amplias prerrogativas para reprimir a la clase obrera. De hecho, entre las grietas de la censura es posible encontrar la siguiente noticia, publicada el 14 de mayo de 1919:

Barcelona. Ha fallecido en el Hospital Clínico José Castillo, herido por los individuos del somatén de Sarriá, al sorprenderle cortando cables del teléfono.[5]

No hay forma de comprobar en forma fehaciente que este José Castillo y el mencionado por Buenacasa sean la misma persona. Sin embargo, con la información disponible es sin duda la hipótesis más factible. Así, José Castillo no habría sido asesinado por la banda de Bravo Portillo, sino que por miembros del somatén mientras saboteaba los cables telefónicos. A pesar de que ya es de una extrema gravedad que un cuerpo como el somatén pudiese matar gente de este modo sin afrontar ningún tipo de responsabilidad, hay que decir que no es descartable que Castillo fuese ejecutado, y luego se hubiesen inventado la historia del cable telefónico para justificarlo. Algo que, lamentablemente, no habría sido ni la primera ni la última vez que sucediese en Barcelona.

La fecha: 19 de julio de 1919

Resumiendo, desorientado por la equivocación de Bajatierra, León-Ignacio confundió dos hechos que sucedieron con dos años de diferencia. Se podría dar por cerrado aquí el misterio, si no fuera porque hay un tercer elemento sobre el que vale la pena profundizar. León-Ignacio es extremadamente preciso con respecto a la fecha de la muerte de José Castillo, afirmando que fue asesinado el mismo día que Pau Sabater, es decir, el 19 de julio de 1919.[6] Un dato que resulta muy curioso, si consideramos que ni Bajatierra ni Buenacasa mencionan fechas concretas.

León-Ignacio podría simplemente haberse tomado una licencia narrativa; aunque otra alternativa plausible es que considerase que José Castillo era la verdadera identidad del “sindicalista Antonio Castellano” (sic), el cual según Josep Mª Farré Morego, una fuente de referencia para este período, habría sido asesinado por la policía el mismo día que Pau Sabater.[7] Considerando que los errores groseros en los nombres de las víctimas obreras eran muy comunes (y, de hecho, Castellanos y Castillo se parecen), es factible que León-Ignacio viese en la referencia a la muerte de Castellanos el punto de conexión que unificaba la información de Bajatierra y Buenacasa.

Ahora bien, Antonio Castellanos Garrido era una persona real y, efectivamente, murió a manos de la policía el 19 de julio de 1919. Sin embargo, al parecer Farré Morego también se equivocó, ya que todo indica que no era un sindicalista, sino más bien lo contrario.

Para comprender la muerte de Antonio Castellanos es necesario remontarse a algunos meses antes, en concreto a marzo de 1919. El día 24, el largo conflicto de la Canadiense derivó en la huelga general más potente que ha conocido Barcelona, inaugurando un período de brutal represión sobre el movimiento obrero que se prolongó varios meses. En este contexto, la noche del 31 de marzo un piquete de la guardia civil se presentó a la casa de Miguel Burgos, presidente del sindicato de curtidores, con el objetivo de detenerle. Según la versión oficial, Burgos intentó huir por el terrado y fue acribillado por los agentes que le perseguían, falleciendo a los pocos días en el Hospital Clínico.[8]

La muerte de José Castillo a manos del somatén permite suponer que este tipo de episodios no fueron hechos aislados durante la primavera de 1919, aunque la estricta censura impide dimensionar el fenómeno. El impacto sobre los militantes sindicales debe haber sido importante, ya que estaban acostumbrados a la prisión e, incluso, a la tortura, pero no al “gatillo fácil” de las fuerzas de seguridad. Unas consideraciones que seguramente habrán pasado por la cabeza del anarquista Elías García Segarra, el cual decidió que cuando golpeasen a su puerta empuñaría la pistola en vez de levantar las manos.

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Miguel Burgos y Elías García Segarra

Elías García era ferroviario, escritor, hombre de acción y colaborador de distintos periódicos anarquistas y sindicalistas.[9] La madrugada del 12 de julio de 1919, cinco agentes de policía se presentaron en un piso de la calle Cerdenya donde vivía García, creyendo que ahí se escondía el sospechoso de un atentado. García decidió no darles ninguna oportunidad y en cuanto entraron comenzó a disparar para cubrir su fuga. Como resultado del tiroteo, murieron dos agentes de policía y otros dos resultaron heridos, además de uno de los inquilinos del piso.[10]

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Los agentes fallecidos tras el tiroteo con Elías García (Mundo Gráfico, 16 julio 1919, p. 18)

La policía tampoco estaba acostumbrada a sufrir bajas, por lo que reaccionó con una frenética caza al hombre, la cual se reveló infructuosa pero acabó cobrándose una nueva víctima. A eso de las cinco de la mañana del 19 de julio, un grupo de agentes irrumpió en un piso de la calle de la Cadena donde se suponía que estaba escondido García, originándose un confuso incidente en el que resultó muerto Antonio Castellanos. La policía aseguró que había matado a Castellanos en defensa propia, lo que en realidad nadie se creyó. Sin embargo, la censura impedía informar en forma independiente sobre el suceso, como reconocía con frustración El Diluvio, decano de la prensa republicana barcelonesa, al reproducir la versión oficial:

«En la madrugada del sábado, poco después de las cinco, se presentaron para practicar un registro en la calle de la Cadena 6 bis, 4º 1ª, el jefe de la brigada de servicios especiales, don Salvador Mas, y varios agentes, entre ellos los señores Amat y García Oliva. En dicho piso vivían un individuo llamado Antonio Castellanos Garrido y su mujer Encarnación Avilés. Al entrar la policía trató de huir dicho sujeto, que iba en paños menores. Le dieron el alto y entonces agredió navaja en mano al agente señor García Oliva, a quién rompió la americana. El agente sacó el revólver y disparó dos tiros contra Castellanos, hiriéndole en el antebrazo derecho y en la región cervical. Auxiliado en la Casa de Socorro de la calle de Barbará fue trasladado al hospital de la Santa Cruz, donde falleció al poco rato». Hasta aquí la versión oficial. Nosotros nos guardaremos muy bien de añadir por nuestra cuenta, una sola línea más. Así ahorraremos trabajo al censor.[11]

Tras el incidente, gran parte de la prensa —incluida la de izquierdas— aseguró que Castellanos era un peligroso anarquista de acción y redactor de Tierra y Libertad, lo que explicaría el error de Farré Morego. Sin embargo, algunos pocos periódicos desmintieron posteriormente esta información, asegurando que el muerto “era el amante de la dueña de una casa de lenocinio, domiciliada en la citada habitación”.[12] Un manifiesto de la Federación Local de la CNT de Barcelona aseguró que Castellanos era un esquirol de la casa Tayá, y que había sido “asesinado equivocadamente en la cama por la Policía”.[13] En definitiva, un caso muy turbio, en el que si algo podemos decir con certeza es que un terrible error policiaco acabó con una persona inocente muerta, y con la más completa impunidad.

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Un titular de la prensa sobre la muerte de Antonio Castellanos (El Imparcial, 20 julio 1919, p. 2.

A modo de conclusión

Más allá de un necesario ejercicio de clarificación y recuperación de la memoria, ¿qué conclusiones podemos sacar de la complejidad que se esconde tras el caso de José Castillo? En primer lugar, me gustaría decir que, aunque el artículo se centra en desmentir a León-Ignacio, su trabajo ha sido sumamente valioso e indispensable para conocer muchos detalles de lo sucedido durante estos años. Considerando la información que tenía disponible, su hipótesis con respecto a la muerte de José Castillo era perfectamente racional, y su fallo fue confiar en la información errada de Bajatierra (y, posiblemente, de Farré Morego). Por otra parte, aún equivocándose, León-Ignacio rescató a José Castillo de lo que hasta entonces había sido un olvido casi total.

Ahora bien, el caso de José Castillo no es de ningún modo excepcional. Hay demasiados elementos de la historia del pistolerismo —a veces pequeños detalles, a veces hechos claves— que son manifiestamente falsos, pero que los historiadores hemos transformado en “hechos históricos” al repetirlos de libro en libro y de artículo en artículo. La escasez de fuentes y de estudios en profundidad sobre el pistolerismo contribuyó a que la historiografía fuese aceptando como fidedignos una serie de testimonios sin corroborarlos. Por suerte, en la actualidad contamos con una enorme cantidad de nuevas fuentes disponibles digitalmente, lo que obliga a subir nuestros estándares y mirar con nuevos ojos información que considerábamos indiscutible con respecto a esta época. Por ende, es importante reconsiderar las fuentes sobre el pistolerismo y los estudios basados en ellas, intentado corroborarlas o desementirlas. Si bien muchas veces no será posible encontrar la “verdad”, sí que podremos evitar y erradicar algunos errores flagrantes, permitiendo una mejor comprensión de uno de los períodos más dramáticos de la historia de Barcelona.

Este artículo es parte de una serie sobre la memoria histórica de las víctimas del pistolerismo barcelonés (1917-1923). Se puede consultar el primero en este enlace.

Notas

[1] León-Ignacio, Los años del pistolerismo: ensayo para una guerra civil, Barcelona: Planeta, 1981.

[2] Entrecomillados en Mauro Bajatierra, ¿Quiénes mataron a Dato?, Barcelona: Mundial, 1931, pp. 119-120.

[3] “Un contramaestre gravemente herido”, La Publicidad, 12 marzo 1917, p. 3.

[4] Manuel Buenacasa, El movimiento obrero español: 1886-1926 : (historia y crítica), Paris: Familia y Amigos del Autor, 1966, p. 69.

[5] “La situación en Barcelona”, El Día, 14 mayo 1919, p. 3. La Vanguardia publicó una noticia similar, aunque con una pequeña diferencia: “En el Hospital Clínico ha fallecido un individuo llamado José Castillo Aspreu, herido hace pocos días al ser sorprendido en Sarria sustrayendo hilo telefónico” (La Vanguardia, 14 mayo 1919, p. 4).

[6] Hay que decir que, en realidad, León-Ignacio considera que tanto Sabater como Castillo murieron el 18 de julio. Esto se debe a que muchas fuentes aseguran que Sabater fue detenido durante la “madrugada” del día 18, lo que León-Ignacio entiende como la noche entre el día 17 y el 18. Sin embargo, como aseguró su misma esposa durante el juicio, Sabater fue detenido y asesinado la noche entre el viernes 18 y el sábado 19 de julio de 1919 (“El asesinato del «Tero»”, El Diluvio, 12 mayo 1922, p. 27).

[7] Josep Mª Farré Morego, Los atentados sociales en España, Madrid: Faure, 1922, p. 230.

[8] Instituto de Reformas Sociales, Estadística de las huelgas: memoria de 1919, Madrid: Instituto de Reformas Sociales, 1922, pp. 76 y 77.

[9] Sobre Elías García Segarra, ver Baltasar Porcel, La revuelta permanente, Barcelona: Planteta, 1978, p. 150; y la breve biografía elaborada por la CNT de Puerto Real.

[10] La versión oficial del suceso en: “Un desconocido hace siete disparos contra la Policía”, El Imparcial, 13 julio 1919, p. 3.

[11] “De unos sucesos”, El Diluvio, 21 julio 1919, p. 8.

[12] “Desde Barcelona”, El Liberal, 22 julio 1919, p. 3.

[13] “El ‘San Bartolomé’ policíaco burgués ha comenzado”, El País, 27 julio 1919, p. 2.

 

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