«En los últimos doce meses transcurridos más de 13.000 personas se han suicidado en los Estados Unidos, la miseria y los sufrimientos por falta de trabajo han sido las únicas causas. En Filadelfia, según informes de la policía, más de 50.000 hombres se encuentran también sin tener ocupación. Un telegrama de Chicago dice que 2.000 personas se están muriendo de hambre, y que hay más de 15.000 que no tienen qué comer ni casa donde dormir. Una señora capitalista ha alquilado dos casas que servían de talleres en otro tiempo: y en ellas se alojan por las noches, empaquetados como sardinas, más de 1.500 de esos desgraciados»
Berlin, Bertha. «Bien Venido». En: La Alarma (La Habana), 10/01/1894, p. 3.
En contexto
Las rivalidades que existieron a finales dels siglo XIX entre proyectos propagandísticos, así como las disputas doctrinales dentro de una misma ideología, sirven para explicar y comprender muchos sucesos de nuestro pasado. La aparición el 6 de abril de 1893 de un artículo en el barcelonés El Productor, titulado “Manos á la obra”, desató una polémica entre los anarquistas hispanos que en nada ayudó al crédito de las propuestas surgidas del antiadjetivismo barcelonés, del cual dicho periódico era el máximo exponente.
El antiadjetivismo fue una corriente libertaria que se originó en el seno del anarquismo colectivista hispano. En el contexto de debates entre planteamientos colectivistas y comunistas en el seno del anarquismo, los antiadjetivistas preconizaban la necesidad de organizarse y dejar el debate sobre el modelo económico de la sociedad futura en un segundo plano. Con el paso de los años, en lo económico, pese a ser un tema secundario, la mayoría de dicha corriente abrazó los planteamientos del anarquismo comunista.
El antiadjetivismo, que fue en sus orígenes impulsado por el grupo Benevento de Barcelona y con argumentaciones teóricas destacadas como las de Fernando Tarrida del Mármol, fue la corriente hegemónica en la segunda mitad de la década de los ’80 en el entorno del sindicalismo revolucionario de matiz anarquista, lo que sería por entonces la FTRE, creada en 1881 y continuadora de la Primera Internacional en España (FRE-AIT). Esa hegemonía favoreció que los planteamientos antiadjetivistas en 1888 llegasen a buen puerto, disolviéndose la FTRE en favor de dos organizaciones: por un lado la Federación de Resistencia al Capital-Pacto de Unión y Solidaridad (FRC-PUS), enfocada en el ámbito laboral, y la Organización Anarquista de la Región Española (OARE), de carácter más específico y política.
Aunque no libre de polémicas, el proyecto antiadjetivista de 1888 se hizo realidad y, pese a que tenía su propia evolución, coincidió en muchos aspectos con las teorías que el ilustre anarquista Errico Malatesta empezaba a impulsar por entonces. Malatesta, uno de los «inventores» y difusores de las teorías anarcocomunistas, mítico por haber participado en la insurrección del Benevento de 1877, escrito obras y artículos en prensa que creaban nuevos anarquistas, represaliado infinidad de ocasiones, el mismo que favoreció la implantación del anarquismo por varios continentes, entre un largo etcétera de loas, planteaba que las discusiones doctrinales sobre la economía de la sociedad futura no eran urgentes, siendo más necesario unir a los anarquistas en una organización específica, un «partido anarquista» internacional, con la finalidad de caminar hacia la revolución. En una época en la que el comunismo anárquico era sinónimo de acción informal de grupos, espontaneismo de las masas e insurreccionalismo al margen de siglas, lo de Malatesta no agradó a todas las individualidades del movimiento.
De hecho, para lo que nos concierne en este artículo, Malatesta estuvo en España de gira propagandística entre fines de 1891 e inicios de 1892. ¿Y qué hizo por estas tierras? Defendió dichas ideas y planteamientos y quienes, por entonces, más cerca de él estuvieron fueron los antiadjetivistas hispanos, los cuales encontraron en la figura italiana a un aliado de su propio proyecto, ya que ambas propuestas eran muy similares.
Pero la realidad es que la gira malatestiana y sus propuestas encontraron resistencias en el seno del anarquismo, especialmente entre comunistas, ya que hasta entonces los anarcocomunistas habían destacado por su crítica y rechazo hacia la vía legal y las organizaciones formales. De hecho en Barcelona algunos comunistas anárquicos fueron silenciados en el acto de Malatesta, y desde las páginas de El Porvenir Anarquista, Paolo Schicchi y otros vomitaban bilis hacia la figura italiana. Sin embargo la represión derivada por los sucesos de Jerez y la bomba de la Plaza Real de Barcelona en 1892, hicieron remitir dicho debate entre comunistas momentáneamente, básicamente porque la gira de Malatesta quedó clausurada y él, junto a otros hispanos, como Adrián del Valle o Pedro Esteve, se fueron al clima de Londres, que por entonces no era tan represivo como en la España de 1892. Josep Llunas, pese a que compañeros cercanos marchaban al exilio, aprovecho la situación para lanzar una anatema a los dinamiteros, especialmente a la figura de Ravachol, en las conferencias y mítines que solía ofrecer, como el relativo al Primero de mayo de dicho año. En 1893, con sus propias ideas sobre partidos y demás, alejadas de las del propio Malatesta, ya que apostaba por una alianza con sectores no obreristas, Llunas pese a ganar en desprestigio, seguía siendo influyente en los medios obreros. En 1893 los debates y polémicas sobre el modelo organizativo aún estaban candentes, sencillamente otros factores, como la represión, los habían postergado.
Manos á la obra
El artículo fechado en abril de 1893, el que hizo estallar la polémica, era un sencillo llamamiento a realizar una colecta para enviar representantes a la Conferencia Internacional Anarquista de Chicago, prevista para septiembre de ese mismo año y coincidente con la Exposición Universal en dicha ciudad. El método propuesto por el periódico antiadjetivista se fundamentaba en una elección de una delegación a cargo de una comisión, la cual recibiría de los suscriptores diferentes propuestas de candidatos y fondos para lograrlo. La suscripción o colecta era de cuantía voluntaria, afirmándose que con ello “la agrupación inspiradora y sostenedora de El Productor, creyendo interpretar fielmente las aspiraciones de los anarquistas españoles, y haciéndose buen cargo de todo lo expuesto, inicia la manifestación del proletariado anarquista de la región española para tomar parte directamente en la conferencia de Chicago”2.
El entorno tras esta propuesta en 1893 corresponde básicamente al de dos publicaciones, por un lado El Productor y por el otro La Conquista del Pan, ambas de Barcelona. Este último, un quincenal abiertamente anarcocomunista y auspiciado por el grupo Benevento, el grupo Lingg3, un grupo afín de Mataró, así como otro de carácter anónimo. Dicho medio apareció en el verano de 1893, apenas dos meses después de la propuesta aparecida en El Productor4 y no hay que ser muy avispado para pensar que los grupos que sustentaban al medio, eran los principales núcleos de la OARE en Cataluña. Tras la idea de escoger delegados a Chicago se encontraban, por lo tanto, individualidades como Jaume Torrens Ros, Joan y Francesc Abayà, Fernando Tarrida del Mármol, así como otros anarquistas menos conocidos y algunos contactos en el Caribe (Cuba y Estados Unidos básicamente), estos últimos normalmente migrantes originarios de la península, como sería el caso de Pedro Esteve. Por contra, «viejas glorias» colectivistas, como Anselmo Lorenzo o Josep Llunas, también opinaban de forma positiva sobre la iniciativa y, muy posiblemente, se implicaron en la misma.
Si nos centramos un momento en La Conquista del Pan nos resulta útil porque en el contexto del antiadjetivismo, el nombre, así como el contenido del mismo periódico, demuestran que ya entonces entre los propios antiadjetivistas predominaban abiertamente los de tendencia anarcocomunista. Recordemos que La Conquista del Pan es un libro mítico del anarquista comunista Piotr Kropotkin, aparecido en 1892 en francés (y en el mismo año también una edición española), aunque en verdad era un recopilatorio de artículos que hasta entonces había escrito en prensa afín.

Periódico «La Conquista del Pan», Barcelona, 1893. Descarga aquí.
Los antiadjetivistas y malatestianos tenían un arraigo bastante marcado en la Catalunya conectada ferroviariamente con Barcelona en 1893, siendo la ciudad condal el epicentro de su influencia, mientras que Gràcia, dentro del llano barcelonés, lo era para el entorno más informal del comunismo anarquista.
Si nos centramos nuevamente en la publicación de La Conquista del Pan, observamos como mantuvieron durante su edición más de una veintena de contactos con poblaciones catalanas y en el caso de Barcelona, con presencia activa en los principales locales de sociabilidad obrera, como la sociedad de albañiles, la de carpinteros, zapateros, o mediante iniciativas propias como el Círculo Obrero de Estudios Sociales y sus conferencias, demostrando que pese a las diferencias tácticas existentes por entonces, mantenían una estructura mínima y estable, tanto la vinculada con la OARE (y relacionada con los planteamientos malatestianos) o al Pacto de Unión y Solidaridad (en lo sindical) en Cataluña.
Con el resto del estado los contactos se produjeron con una treintena de localidades, destacando entre ellas a personalidades como Miguel Rubio en Sevilla (y que en breve se desplazará a Barcelona), el Grupo Berkman de Algeciras5, quienes estaban detrás del periódico El Oprimido, con Francisco Ruiz en Madrid, célebre porque ese mismo 1893 atentaría fallídamente contra Cánovas del Castillo. Como curiosidad, en el mismo número de El Productor del artículo aquí analizado («Manos á la obra»), escribió un suelto. Formó parte del entorno de La Anarquia de Madrid, publicación «hermana» de El Productor. El resto, diversos contactos en poblaciones con presencia estable anarquista, muchas de ellas varias andaluzas y de lugares más concretos del resto del estado, como Zaragoza, Sestao, Tafalla, El Ferrol o los compañeros de El Corsario de La Coruña.
Según los datos aportados por Antonio López Estudillo6, la propuesta antiadjetivista obtuvo la representación de unos 4000 obreros y obreras, siendo, finalmente, el delegado de España y Cuba en la conferencia de Chicago el anarquista Pedro Esteve, quien por entonces vivía ya en Estados Unidos7, lo que da pie a pensar que el dinero recaudado durante la polémica para enviar a delegados no se pudo destinar para dicha finalidad8.
Allí Esteve representaba a 38 localidades catalanas con 1631 votos, casi la mitad de ellos del área de Barcelona, 1180 votos de Andalucía, y entre 200 y 300 votos de Galicia, Valencia y Aragón. En el resto del estado los votos fueron prácticamente testimoniales, únicamente acercándose a un centenar en Euskadi. Teniendo en cuenta que alguno de esos votos representaban a sociedades obreras con varios centenares o decenas de afiliados, no necesariamente anarquistas, nos da una imagen pobre en cuanto a fuerza del proyecto antiadjetivista, si lo comparamos con cifras de congresos de las extintas FRE-AIT o FTRE.
En la memoria que hizo Esteve de la Conferencia podemos entender que tuvo muchas dificultades para poder desarrollarse el acto en Chicago y que, en cierta medida, gran parte de lo trabajado en aquel septiembre se perdió por diferentes motivos, aunque el petardismo barcelonés de 1893 y la consiguiente clausura de periódicos, detenciones, encarcelamientos, intervención de correos postales y otras artimañas represivas, sugieren las razones del porqué desapareció gran parte de las conclusiones de Esteve en Chicago:
«Además, para colmo de contrarierades, toda la correspondencia que desde Chicago, mandé á El Productor, de Barcelona, perdióse también por llegar en dicha localidad cuando arreciaban las persecuciones con motivo del heróico acto de Pallás y extravióse igualmente, en tanto estaba yo en Cuba, el original del manifiesto de la Conferencia así como la conclusión de la síntesis de principios, organización y táctica por mi expuesta, que en Nueva York dejé para publicar en El Despertar»
Pedro Esteve. A los Anarquistas de España y Cuba. Memoria de la Conferencia Internacional Anarquista de Chicago, Paterson: Imprenta de El Despertar, 1900, p.21.
Tras el citado artículo de “Manos á la obra” en abril de 1893 aparecieron voces críticas sobre la propuesta, las cuales encontraron especial eco en las páginas del periódico valenciano La Controversia. En sus páginas, informalistas del llano de Barcelona, diversos grupos de Andalucía y entre los mismos redactores del periódico, publicaron duros y contundentes escritos sobre la no idoneidad de la propuesta antiadjetivista.
En un contexto internacional en donde ante la convocatoria de la conferencia, periódicos como El Perseguido de Buenos Aires recomendaban no dar un céntimo para los viajes de los delegados, bajo la sospecha que los mismos acudirían a Chicago para hacer negocios o pasar una vacaciones, no sonaba muy bien. Pensémoslo desde la perspectiva de entonces: gente pobre que financiaba sus propias publicaciones ahora se les pedía un dinero para enviar delegados. No hay que olvidar que por entonces la miseria era generalizada y muchos obreros y obreras pasaban hambre y penurias, así que pedir dinero, en una cuantía importante e indeterminada, para pagar un viaje de un delegado o dos que, viendo los antecedentes históricos de quienes impulsaban la iniciativa, seguramente sería lo que la «comisión» quisiese, independientemente de las preferencias de los donantes y sus votos, y que muy probablemente dicho delegado básicamente defendiese los planteamientos del entorno del grupo Benevento, más que nada porque tras la iniciativa no había demasiado margen para el debate y consensuar propuestas, hizo que se acusase al El Productor y al grupo Benevento de querer costearse un viaje a costa del resto de los anarquistas de España, al tiempo que se les acusaba también de no ser representativos. Ante dichas acusaciones, el periódico barcelonés reaccionó a la defensiva, asegurando que se hacía la propuesta de buena fe y que las críticas eran fruto de las exageraciones, reafirmándose en los plateamientos vertidos en el artículo «Manos á la obra», sobre la necesidad de organizarse y participar en dicha Conferencia.
Sin embargo, el hecho que publicaciones de la órbita antiadjetivista como La Anarquía de Madrid o El Productor de Barcelona se hubiesen negado al intercambio con publicaciones de corte informal y comunista, acrecentó las críticas a la propuesta de delegados, de hecho a cualquier propuesta surgida de dicho entorno hubiese surgido idéntica oposición. Un anarquista de Reus, presumiblemente Juan Montseny, manifestaba su desagrado por el tono que la polémica estaba adquiriendo, puesto que:
“ni ‘El Productor’, ni ‘La Anarquía’, ni ‘El Corsario’ se han hecho acreedores de tanto odio; porque si para odiar tanto como les odia vuestro corresponsal de San Martín de Provensals [Sebastiá Sunyer] sólo se necesita que no sean comunistas, por iguales razones podría ser odiado él por los que sean colectivistas”9.
Montseny o quien escribiese ese artículo desde Reus, afirmaba que gran parte de la polémica venía dada por los odios sectarios que existían en ambos bandos y que se arrastraban desde hacía años, el de los primeros comunistas y el de los antiguos colectivistas o aún en 1893, como Josep Llunas, abiertamente partidarios de dichas doctrinas. Parte de razón tenía dicha visión de la polémica, y en ese equilibrio Juan Montseny y su entorno marcaron un perfil propio que, unido a la edición de propaganda por entonces como Las preocupaciones de los despreocupados10, de clara inspiración ya comunista, sirvió para que la pareja Montseny-Gustavo adquiriese prestigio entre los anarquistas de todas las tendencias y saliese entonces airoso de muchas polémicas.
En el devenir de esta polémica, especialmente si pensamos en los debates vertidos en La Controversia, quienes primero quedaron desacreditados fueron los posibles instigadores de la misma, los viejos anarcocomunistas gracienses y jóvenes como Sebastià Sunyer o el, por entonces, recien liberado de la cárcel, Paul Bernard. Todos ellos informalistas y críticos con los antiadjetivistas y también con el rol internacional del Malatesta de entonces. Por entonces muchas veces sabotaban los actos de dichos «rivales», aunque también era habitual que se les negase la palabra en los actos, no se publicasen sus artículos en El Productor u otros medios, etc. Aunque gracias al eco de las páginas de La Controversia o El Oprimido de Algeciras, figuras como Martín Borràs se expresaron y encontraron la comprensión de antiguos camaradas distanciados, al tiempo que se hizo comprensible de una forma sosegada sus planteamientos, aunque otras figuras del informalismo, como Sebastián Sunyer, tras ser advertido por el tono de sus acusaciones y escritos en el periódico valenciano, quedó más bien etiquetado como fanático, tal y como se intuye de las palabras de Montseny antes citadas. Pero tampoco el entorno del grupo Benevento consiguió un éxito en su colecta y propuesta para ir a Chicago, tal y como pretendieron.
De hecho el autor de la carta de Reus, posiblemente Juan Montseny, afirmaba que una misiva que se había recibido en la administración de La Controversia, en nombre del gerente de El Productor y firmada por otros anarquistas de dicho entorno, en la cual se amenazaba e insultaba a los integrantes de La Controversia, no podía ser verídica, puesto que no creía “que tal documento esté escrito de la persona que vosotros suponéis, ni siquiera creo que sea escrito de un anarquista. Si tal creyera, desconocería por completo los efectos que causa en el hombre la concepción de la Anarquía”11. Dicha carta amenzante, que fue editada como suplemento al periódico, era un compendio de incongruencias e insultos gratuitos, lo cual me inclinaría a dar por válida la hipótesis de Montseny en cuanto a la mala fe de la autoría, pero falsedad en la misma. Aunque por lo planteado desde las páginas del periódico valenciano, sí que se le dio valor a la misma y se respondió con amenazas hacia el no nombrado gerente del periódico barcelonés.

Descarga de «La Controversia», Valencia, 1893.
Pese a las palabras conciliadoras desde Reus, un número importante de los integrantes del periódico valenciano aún creían que la mano del antiadjetivismo barcelonés estaba tras las amenazas recibidas y otros sucesos polémicos. En el mismo ejemplar en donde se editó la carta de El Productor, en la sección de la correspondencia administrativa, se afirmaba en tono amenazante que al “Administrador de ‘El Productor’; Si niegas, nosotros afirmamos. Ya nos veremos en Barcelona”.12 Una amenaza en toda regla para personalidades como Anselmo Lorenzo, un anarquista muy odiado por el entorno anarcocomunista primigenio, ya fuese por su oscuro papel en los últimos años de la FRE-AIT, cuando se enfrentó al insurreccionalista José García Viñas, o por ser acusado de haber falsificado el escrutinio en el congreso de 1880 de la FRE-AIT, lo que le comportó su expulsión de la organización. Fueron años que el mismo Lorenzo recordará en sus memorias como un tiempo que hasta antiguos amigos le negaban el saludo por la calle. Pese a ser considerado en su vejez en el siglo XX y hoy en el siglo XXI, como el abuelo de los anarquistas españoles, o ser rrecordado con simpatía y hasta tener una fundación de estudios históricos vinculada con la CNT con su nombre, lo cierto es que la fama y prestigio personal de dicha figura durante esos primeros años de los ’90 no era muy buena, aunque después de años de ostracismo, por entonces volvía a ganar peso en las filas libertarias. De hecho en 1893 publicó bajo el auspicio editorial de Josep Llunas la novela «Justo Vives«, la cual recibió críticas muy duras en las páginas de algunos periódicos anarquistas de entonces.

A partir de entonces el tono contra la propuesta de El Productor se agudizó y comunistas hasta entonces aliados del entorno antiadjetivista, como resultó ser el entorno vasco de Vicente García, Manuel Díaz y de grupos activos como el de Sestao, se posicionaron contrarios a las directrices de El Productor y se posicionaron, en ese contexto, públicamente a favor del periódico de la ciudad de Valencia, ofreciendo todos los recursos humanos y económicos que tenían previstos para la creación de una nueva publicación en Euskadi, para la continuación del medio valenciano. Los anarcocomunistas zaragozanos, desde una perspectiva similar a la valenciana, derivaron rápidamente hacia el no apoyo de la propuesta de El Productor, mientras que en sus publicaciones, pese a la diversidad existente en las mismas, predominaron los artículos de corte informalista, lo que nos da la idea del tipo de posicionamiento anárquico en dicha ciudad en la centralidad de los años de esa década de los 90. En el caso concreto de Vicente García es importante señalar que habitualmente la historiografía le ha designado como el otro integrante de la delegación hispana a la Conferencia de Chicago de 1893, por lo tanto resulta sorprendente las críticas contra la propuesta unas pocas semanas antes del encuentro, aunque finalmente únicamente Pedro Esteve ejerció dicha función.
Incluso en localidades como Sabadell, en donde históricamente el entorno barcelonés antiadjetivista había tenido seguimiento, tras la marcha de algunas de las personalidades más destacadas, en 1893 era un terreno bastante menos afín. Pese a las discrepancias que se abrieron entre Paul Bernard y algunos anarquistas de Sabadell en 1891, en el contexto de las críticas a Malatesta, lo cierto es que al año siguiente, tras la aparición del periódico Ravachol y su sucesor, El Eco de Ravachol, y bajo el impulso de figuras como Joaquín Pascual, Joan Toronell, Dolors Busquets o Joan Argemí, se mostró una realidad local mucho más cercana al informalismo que no al proyecto antiadjetivista. De hecho, tras la represión del equipo de redacción de las publicaciones sabadellenses, alguno de sus integrantes se trasladaron a vivir a Barcelona y las poblaciones del llano, con la intención fallida de continuar el proyecto. En ese contexto se integraron mayoritariamente al abrigo del entorno más informal.
Finalmente, en el contexto de la bomba de Paulí Pallàs contra Martínez Campos en septiembre de 1893, las declaraciones del colectivista Josep Llunas, director de La Tramontana, abrieron aún más la brecha existente entre el anarquismo formal y el informal. Básicamente, como ya llevaba años preconizando, Llunas desacreditó el uso de la dinamita y cargó duramente contra sus partidarios. En el último ejemplar aparecido de La Controversia, por ejemplo, ante este hecho, en todas las páginas apareció un suelto amenazante contra la figura del colectivista catalán, el reflejo personificado de los peores años y vicios de la FTRE, esa que presuntamente delataba a compañeros y manipulaba escrutinios. Y, no lo olvidemos, Llunas era amigo personal del entonces aún controvertido Anselmo Lorenzo y de otras personalidades que estaban detrás de la propuesta de envío de una delegación a Chicago.

Interesante periódico cubano, en el cual, entre otros y variados artículos, se recogen parte de los escritos de Pedro Esteve en relación a la Conferencia de Chicago. Descarga: aquí.
Conclusión
La resolución final en España al debate nacido tras las propuestas de Malatesta de 1889, la cuales giraban en favor de organizarse bajo un partido anarquista internacional, se puede rastrear con la consulta de fuentes hemerográficas de la época, siendo en gran medida muy útiles las discusiones y debates de La Controversia sobre la conferencia de Chicago y otros posicionamientos doctrinales que en 1893 se produjeron.
La salida al debate que se adoptó fue la de criticar abiertamente la actitud y propuestas del antiadjetivismo barcelonés, especialmente por sucesos como las supuestas amenazas que recibió la cabecera valenciana por parte de El Productor, aunque también se amonestaron los excesos dialécticos de algunas figuras del informalismo barcelonés, como sería especialmente la figura de Sebastián Sunyer. Mientras que otras figuras tachadas de dogmáticas de dicho entorno, como Martín Borràs, lograron introducir sus planteamientos de forma conciliadora. Algunos sectores malatestianos españoles, con figuras como Vicente García a la cabeza, se desengañaron igualmente de las propuestas antiadjetivistas, aunque seguramente, en los inicios de la propuesta de organizar una delegación al congreso, la debieron de apoyar, de ahí el nombre de García en las referencias históricas sobre la conferencia y su rol de delegado: debería de haber sido uno de los delegados asignados por la comisión.
El relativo fracaso al organizar la representación en la conferencia y el agrio debate que se abrió alrededor de la misma, así como otros temas como la funesta carta enviada a La Controversia, son factores para entender la erosión de la aún reciente OARE y Pactos de Unión y Solidaridad, ya que tras la propuesta de la delegación estaban dichas organizaciones y en el corto desarrollo de la propuesta, más por antagonismos personales y malas formas que por otra cosa, se perdió una oportunidad de afianzar dichas estructuras, independientemente de las críticas recibidas del comunismo libertario más informal.
En cierta medida la lectura de La Controversia y la evolución de la polémcia nos avanza el ambiente que será más habitual entre los años 1894 y 1896 en el anarquismo hispano, cuando en las publicaciones existentes los debates agrios y personales son más secundarios, al tiempo que se valora la riqueza de tendencias. Para ello, simbólicamente, se empezó a marginar el papel y preponderancia de algunos anarquistas de Barcelona y su llano porque, ya fuesen formales o informales, estaban aún cegados por antiguas disputas. Esto sirvió para renovar el ambiente. Del entorno catalán saldrían bien parados Juan Montseny y Soledad Gustavo, quienes a lo largo de la polémica, pese a no renunciar a sus simpatías y afinidades por los antiadjetivistas, marcaron un perfil propio diplomático con todas las corrientes. Borrás mostró su rol más dialogante, aunque tras la represión iniciada por los atentados de Paulino Pallàs y Santiago Salvador, morirá a inicios de 1894 suicidado en prisión. Josep Llunas, por contra, seguía en su particular caida libre en picado, bajo su discurso interclasista, provinciano, pacifista y acusador de supuestos compañeros, mientras que Anselmo Lorenzo aún le quedarían unos años para empezar a ser visto de manera generalizada como un referente. En cierta manera, durante el debate existente en 1893 apareció con fuerza la visión conciliadora, que en teoría hacía gala el antiadjetivismo y el comunismo malatestiano, aunque en el terreno organizativo, por gestiones como la colecta y delegación a Chicago, los proyectos de la OARE y el Pacto de Unión y Solidaridad, prácticamente pasarán a ser testimoniales y en España, a mediados de la década de 1890, el informalismo comunista seguirá siendo importante.
Los atentados de 1893 en Barcelona, como conclusión final, desactivaron este debate y, lo que resulta más curioso, tras el final de la vorágine y dura represión, se logró lo que nunca antes nadie había logrado plenamente, como fue la unidad en la acción de gran parte de los entornos del llano barcelonés y del anarquismo ibérico en general. En La Controversia ya se apreciaba dicha tendencia, aunque la represión y la consiguiente solidaridad, aglutinó esa unidad. Para el estado, cualquier anarquista, fuese de la tendencia que fuese, era un peligro a reprimir.
Reblogueó esto en REBLOGADOR.
Me gustaMe gusta