El 1º de Mayo tiene su origen en el Congreso Internacional Obrero celebrado en la Sala Petrelle de Paris durante el mes de julio de 1889. Los delegados presentes pretendían que la jornada se convirtiera en una demostración de fuerza y número por parte de los obreros dirigido a una sociedad que los mantenía al margen. En este sentido es importante el lugar en el que tiene lugar la celebración, ya que la utilización del espacio marca por un lado la forma de celebración de la jornada y por otro la respuesta de los otros sectores de la sociedad a una jornada donde el obrero era el principal protagonista, algo impensable en aquel momento.
La jornada del 1º de Mayo transcurre entre un espacio conocido y un espacio conquistado. Dos espacios totalmente diferentes que ha hecho que Miguel Rodriguez apuntara en este sentido que “le 1er mai est à la fois un raseemblement des masses stagnantes sur leur prope terrain et une incursion des masses rytmiques, en mouvement dans un espace étranger”. En las siguientes líneas analizaremos el uso y las consecuencias de la utilización de uno u otro durante las veinticinco primeras celebraciones del 1º de Mayo.
El espacio conquistado
Los delegados del congreso «marxista», en su última sesión, celebrada el sábado 20 de julio de 1889, votaron por unanimidad la siguiente resolución:
«Se organizará una gran manifestación internacional, en fecha fija, de manera que en todos los países y en todas las ciudades a la vez, el mismo día, los trabajadores exijan a los poderes públicos la reducción legal de la jornada de trabajo a ocho horas y la aplicación de las demás resoluciones del Congreso Internacional de Paris».
La elección de la manifestación, como acto a llevar a cabo el mismo día en todas aquellas poblaciones donde se pudiesen llevar adelante, tenía un objetivo muy concreto, este no era otro que una demostración de la fuerza y el número del movimiento obrero. No era la primera vez que el movimiento obrero utilizaba la manifestación con dicho fin. Michel Offerlé afirma que es a finales del siglo XIX cuando, tanto en Francia como en otros países, se «crea o recrea el proceso de significación de la manifestación pública», siendo a partir de los años 80 del siglo XIX cuando las asociaciones obreras intentan aprovecharse de la ocupación de las calles en nombre del movimiento obrero. En todo caso, la primera noticia de una manifestación motivada por la demanda de reformas tuvo lugar durante el mes de octubre de 1816 en Blackburn (Inglaterra), mientras que la mayor manifestación, en el mismo país, tuvo lugar el 16 de agosto de 1819 en Peter’s Field (Manchester) donde:
«[Un] contingente provisto con banderas y acompañados de numerosas mujeres marcharon hacia el terreno designado para la concentración en un orden perfecto, con una disciplina más inquietante para las autoridades que cualquier desorden».
Fue una manifestación que se organizó hasta el más mínimo detalle, lo que demuestra hasta qué punto se daba importancia ya por aquel entonces a la presión que una protesta de este tipo podía representar para el gobierno.
En Francia, la primera manifestación importante tuvo lugar el 28 de febrero de 1848, a pesar de que las primeras manifestaciones tuvieron lugar entre los años 1828 y 1834. Aquel día una imponente manifestación finalizó delante del Ministerio del Trabajo imponiendo la Comisión de Luxemburgo para el estudio de los problemas de trabajo.
En Cataluña, la que se considera primera manifestación popular tuvo lugar la tarde del 2 de julio de 1855, iba encabezada por una bandera roja con el lema «Viva Espartero. Asociación o muerte. Pan y Trabajo» y recorrió Barcelona hasta llegar a la Plaza de Sant Pere donde dicha bandera fue plantada. Fue una manifestación que aunaba la reivindicación política con las sociales, fruto de los contactos entre progresistas, republicanos y obreros. Unos republicanos que como Pere Gabriel apunta, utilizaban la manifestación como fin para afirmar y hacer visible su presencia.
Por tanto, el objetivo del movimiento obrero internacional al aprobar la manifestación sigue los mismos fines que sus predecesores a nivel internacional y los republicanos españoles. O sea, se toma el espacio público para dar visibilidad al grupo, a sus quejas y sus pretensiones. En este sentido se explica que la invasión del espacio público por parte de los obreros tiene un significado importante, tanto para los trabajadores como para el resto de la sociedad, y este no es otro que la constatación de que se está produciendo un cambio en las relaciones sociales y, más concretamente, en la presencia del movimiento obrero en la sociedad del momento. Es en este sentido en el que tenemos que situar la manifestación y, en este caso en concreto, la del 1º de Mayo.
Por tanto, el recorrido de la manifestación del 1º de Mayo implicaba la ocupación de las calles, pero no las calles periféricas sino las calles centrales de las poblaciones que eran consideradas un espacio dominado por las clases dominantes, por lo que su ocupación por parte de los trabajadores conllevaba un claro significado de desafío. Era una incursión a un espacio no habitual para los obreros. Un espacio que contiene la memoria vital de la villa. Por estas razones Miguel Rodriguez considera que la conquista de este espacio es uno de los aspectos fundamentales de la manifestación del 1º de Mayo. La presencia, o conquista, en los centros urbanos, ayuntamientos y sedes policiales son el objetivo de estas manifestaciones obreras. La presencia de los trabajadores, un sector de la sociedad marginada de la toma de decisiones, en estos espacios, que representaban el poder en las poblaciones, era también una demostración de fuerza y número ante la sociedad en general y del poder político en concreto, dejando al mismo tiempo una imagen de cohesión, unidad y homogeneidad de los manifestantes.
Así pues, con este objetivo en mente, el movimiento obrero asociativo de las diferentes poblaciones catalanas, adhiriéndose a la proclama del socialismo internacional, organizó la manifestación del 1º de Mayo de 1890. Desde Barcelona, a la cabeza de la provincia de Barcelona, pasando por las poblaciones de la Montaña, El Ter, L’Empordà y acabando por las poblaciones de la provincia de Tarragona, los obreros ocuparon las principales calles de sus respectivas poblaciones con el fin de reivindicar su derecho a ser reconocida su presencia en una sociedad que los ignoraba en el día a día, así como a presentar sus demandas que iban desde el carácter general presentadas en el manifiesto aprobado por el Congreso de Paris, hasta las demandas concretas presentadas por diferentes oficios a nivel local.
Como no podría ser de otro modo, fue en Barcelona donde el 1º de Mayo tuvo una mayor resonancia. En la capital Condal no sólo hubo una, sino dos manifestaciones, producto de la división del movimiento obrero que se manifestó en el 1º de Mayo en la forma en que la jornada debía seguir, manifestación y entrega del manifiesto con las peticiones a las autoridades o huelga general hasta la implantación de la jornada de 8 horas. La primera tuvo lugar por la mañana después del mitin. En número de entre 15.000 y 30.000 obreros bajaron desde teatro Tívoli por Plaza Cataluña, Ramblas, Paseo de Colon e Isabel II, el destino era Gobernación donde entregaron el manifiesto con las reivindicaciones aprobadas en Paris y ratificadas esa misma mañana por los trabajadores barceloneses. A la cabeza iba una bandera roja con inscripciones sobre el 1º de Mayo y la jornada de 8 horas. La segunda manifestación tuvo lugar a primera hora de la tarde. Los favorables a la huelga general se reunieron en Las Carolinas donde varios obreros hablaron a favor de la huelga general y la jornada de 8 horas. Seguidamente, dio inicio la manifestación que en número de dos mil tomó el camino de las Rondas, Calle Tallers, siguió por Las Ramblas y acabó en Colon donde según El Productor:
«… se había acordado disolverse. Así que llegaba la cabeza de la manifestación, que abría un compañero llevando un látigo por estandarte, presentóse un piquete de la guardia civil cerrando el camino, lo que ocasionó corridas de curiosos que llevaron la alarma por toda la ciudad, cerrándose precipitadamente las tiendas, y promovió vivas protestas de los manifestantes sosteniéndose en su puesto y obligando á los guardias á retroceder y á abrir paso, lo que una vez conseguido, se convino, como se había antes propuesto que á la mañana siguiente se reuniese la gente en la plaza Tetuan».
En Sabadell si bien hubo sólo una manifestación que dio inicio en la Plaza de la Libertad y acabó en las Casas Consistoriales, se entregaron dos manifiestos: el primero al alcalde, en el que se daba «conocimiento a la autoridad local y a quienes corresponda, que desde este momento dan por pedida la jornada de ocho horas; y que, en caso de no ser atendidas, tan justa y humanitaria petición, obrarán según la conveniencia y las circunstancias les aconsejen». El segundo lo presentó la sección de cerrajeros mecánicos de Sabadell, también al alcalde para que hiciera de intermediario ante los patronos, dicho manifiesto se pedía la jornada de 8 horas para volver al trabajo y un aumento del cien por cien de las horas extras.
El ayuntamiento y la entrega a los respectivos alcaldes de un manifiesto similar al presentado en Barcelona y Sabadell, también fue el destino final de las manifestaciones realizadas en otras poblaciones catalanas, lo que significa que pasaron por las calles principales de estas villas. En Terrassa las sociedades obreras se reunieron a las diez en el Paseo donde dio salida una manifestación de entre mil y dos mil obreros con los niños a la cabeza, los cuales llevaban un pendón en el que se podía leer ¡Viva las ocho horas de jornada!; les seguían los tejedores mecánicos con otra bandera con el lema ¡Fiesta Proletaria.- Manifestación del 1º de Mayo! ¡Viva la jornada de ocho horas!; los seguían los albañiles con otra bandera y la inscripción Manifestación Universal, ¡Viva la jornada de ocho horas!; la sección de cerrajeros con otra en la que se podía leer 1890. 1º de Mayo. Reclamación de la jornada de ocho horas. Sociedad de Cerrajeros de Terrassa; la sección de carpinteros seguía con su propio estandarte al que habían añadido 1º de Mayo 1890; al final iba una representación de jóvenes obreros.
En Manresa, encabezada por una bandera roja, y Mataró, entre 2500 y 5000, las manifestaciones también tuvieron lugar por la mañana, dirigiéndose a los respectivos ayuntamientos donde se hicieron entrega del manifiesto. En la primera la manifestación finalizó en el mismo ayuntamiento, mientras que en Mataró siguió hasta la Plaza de Cuba.
Por la zona sur de Barcelona, la manifestación también tuvo lugar en Igualada, Vilafranca del Penedès, en ambas en un número no superior a cuatrocientos, y Vilanova i la Geltrú, donde la prensa habla de la presencia de unos dos mil al principio del recorrido, para acabar con el doble, unos cuatro mil obreros. Así pues, es en Vilanova donde este 1º de Mayo consigue una mayor participación que se da por la adhesión a la jornada de las diferentes asociaciones obreras de la ciudad. En primer lugar, iban los niños y niñas entre nueve y doce años quienes llevaban dos estandartes rojos con el lema «Protecció a la infància»; seguidamente iba el resto de los trabajadores con sus respectivas banderas rojas y en forma de triángulo con el nombre del oficio y lema de las ocho horas; cerraba la manifestación la Comisión Organizadora con un estandarte que incluía el lema «Comissión Organizadora – Ley Internacional – Ocho Horas».
En las dos comarcas L’Empordà, L’Alt Empordà y El Baix Empordà, también llegó la proclama del 1º de Mayo, la cual fue seguida en poblaciones como Palamós, Sant Feliu de Guixols, Palafrugell y Figueres. En la primera se escucharon gritos a favor de la jornada de ocho horas y del 1º de Mayo, entre otros, y que, según El Productor, reunió a paletas, zapateros, carpinteros y “un centenar poco más de la industria corchera”. En Sant Feliu, la manifestación estaba plagada de banderas donde se podían leer los lemas «¡Viva la huelga universal!», «¡Viva el 1º de Mayo!» y «¡Viva la jornada de ocho horas». En la Plaza Nueva se reunieron la mayoría de los trabajadores de Palafrugell, desde donde empezó la manifestación que recorrió también las calles principales hasta llegar al ayuntamiento. Igual que pasó en Figueras, aunque en esta villa la manifestación tuvo lugar por la tarde.
Las poblaciones de la zona del Ter y la Montaña también se sumaron al 1º de Mayo. Así en Vic una manifestación ordenada, numerosa y con una fuerte presencia de niños salió del local de la Sociedad del Centro hacia el ayuntamiento acompañados de música y los correspondientes estandartes de todos los oficios. Al frente iban los obreros quienes llevaban tres banderas en las que se podía leer: «El Centre de treballadors de Vich, demana 8 horas de treball», «1er de Maig, 8 horas», y la tercera representaba el centro social. La prensa local señala que durante el recorrido se escucharon gritos a favor de la jornada de 8 horas, la unión obrera y el socialismo. Es este aspecto el que se repitió también en la cercana población de Manlleu, donde todos los oficios, entre ellos los tejedores, afiladores, tintoreros, paletas, socialistas, anarquistas y las Tres Classes de Vapor, se reunieron en la Plaza Mayor desde donde partió la manifestación acompañada por una banda de música en dirección al Ayuntamiento, donde se encontraron al consistorio reunido y un piquete permanente de las fuerzas de la Guardia Civil y los Mossos d’Esquadra. Más al norte, en Ripoll, también hubo manifestación, pero en esta ciudad fue la Sociedad de Albañiles, la única sociedad constituida según El Socialista, la que llevó a cabo la manifestación que siguió la misma pauta que en las otras ciudades. Mientras, en Olot la manifestación tuvo lugar a primera hora de la tarde. Organizada por el Consejo Local y en un número de entre 1500 y 2500 obreros recorrieron las principales calles de la ciudad con una bandera roja con el lema «La Jornada de vuit horas». En esta población hay que destacar la presencia de obreros de otras poblaciones de los alrededores, el objetivo de los cuales era dar una imagen de unidad y fuerza.
Más al sur, en el Tarragonés también se dieron imágenes similares. Como en Valls, donde a media mañana comenzaron a desfilar «un centenar de chiquillos, ciento cincuenta mujeres y unos seiscientos hombres», llegando en algunos tramos a ser tres mil personas. Al frente de dicha manifestación iban la bandera y un pendón con los lemas: «Gloria a los padres que saben defender el pan de sus hijos» y «Jornada de ocho horas – 1º de Mayo – Fiesta Obrera Universal». En esta ciudad los manifestantes no pararon en el ayuntamiento a entregar el manifiesto, pero si pasaron por delante al grito «Viva las autoridades de Valls». Se dio por finalizada en el Paseo de los Capuchinos. Al sur de Valls, en Reus, unos dos mil quinientos obreros y un centenar de mujeres se manifestaron a primera hora de la mañana desde la Plaza del Rosario. La manifestación la abría un estandarte llevado por tres jóvenes, donde se podía leer «Manifestación Internacional – 1º de Mayo – Ocho horas de trabajo». Los manifestantes entraron a la ciudad por la Puerta del Rosario, el recorrido continuó por las principales calles de la ciudad hasta llegar a la Plaza de la Constitución, donde está situado el ayuntamiento, allí se hizo entrega del correspondiente manifiesto.
El éxito de convocatoria de esta primera jornada dio lugar, por un lado, a que los obreros decidieran repetir la convocatoria el siguiente año; por el otro, las autoridades se posicionaron para impedir la repetición de una jornada similar. Con este fin en mente, el gobierno, presidido por el conservador Cánovas del Castillo, prohibió la celebración de cualquier acto al aire libre para el 1º de Mayo de 1891. Una prohibición que se volvió a repetir para el 1º de Mayo de 1892, un hecho que nos confirma la importancia que la sociedad daba a la conquista de las calles principales por parte del proletariado, y que se mantuvo hasta que los poderes comenzaron a estar seguros que el 1º de Mayo había perdido el carácter revolucionario que caracterizó la celebración de la jornada los primeros años. Así, a partir de finales de siglo se empezaron a relajar las medidas preventivas dando lugar a que las calles volvieran a ser escenario de la celebración obrera del 1º de Mayo con cambios significativos en el tipo de actos, aparecieron las jiras y los pasacalles, que se llevaron a cabo que implicó la desaparición de las manifestaciones en algunas poblaciones, pero no en todas. Poblaciones como Tortosa, Manresa, Mataró i la misma capital del Principado siguieron celebrando manifestaciones.
La razón de este cambio radica en que el punto de vista táctico de la manifestación es la de, que dando forma al descontento y presentando sus reivindicaciones al mismo tiempo que contribuyen a demostrar la existencia del grupo como tal, obligar a los poderes públicos a actuar al mismo. Por tanto, una vez que el 1º de Mayo es monopolizado por los socialistas, dado que los anarquistas pierden el interés, la jornada pierde todo carácter de enfrentamiento para pasar a ser una jornada sino festiva si pacífica, una forma de celebración que los socialistas defienden desde la primera jornada e irán imponiendo desde mediados de la década de los 90. Con este propósito los organizadores del 1º de Mayo buscaron alternativas a la manifestación con la que pudieran mostrar la fuerza y la unión del grupo, pero sin dar muestras de enfrentamiento, lo que podríamos llamar como la toma pacífica de la calle. El acto elegido fue la jira campestre.
La diferencia entre manifestación y jira es indiscutible. Mientras que la primera es un acto de protesta que se centra en las calles principales, la jira es un acto de lúdico, un acto de celebración pacífico, lo que significa que la celebración de dicho acto representa la voluntad de los participantes del 1º de Mayo a enfrentarse a las autoridades, a lo que ayuda el hecho que la celebración se desplaza del centro, donde tiene lugar la manifestación, a las afueras, donde quedan totalmente fuera de la visión de las clases acomodadas. Así pues, no es extraño que la jira se convirtiera en un acto típico del 1º de Mayo a partir del momento que los organizadores de la jornada intentan presentar el 1º de Mayo como un día festivo y a que empezaran a llamarla La Fiesta del Trabajador o del La Fiesta del Trabajo.
Las primeras jiras se organizaron el año 1893 en Vilanova y la Geltrú, Mataró, Barcelona y Manresa. La causa fue la voluntad de los socialistas de estas poblaciones a desmarcarse rápidamente de la posición de los anarquistas favorables a la huelga general a partir del 1º de Mayo que daría lugar a la revolución social. La jira campestre tuvo dos formas de reunión. En algunos casos los obreros se reunían directamente en el lugar elegido para pasar la tarde, en otros se reunían en un punto concreto, la mayoría de las ocasiones este era el local social de la sociedad obrera organizadora, desde donde se dirigían a las afueras de la ciudad donde pasaban el día. Muy pronto este acto se expandió a otras poblaciones catalanas y se añadieron nuevos elementos como el acompañamiento de una banda de música, la primera en Manresa el 1º de Mayo de 1898, y banderas, Mataró el 1º de Mayo de 1901. Un año antes en Manresa, el año 1900, las calles también se vieron llenas de obreros, en este caso a primera hora para celebrar el inicio de un nuevo 1º de Mayo, lo que se dio en llamar el toque de diana dado que hacía las seis de la mañana una banda de música recorría las principales calles de la ciudad anunciando el inicio del día. Otra población que convirtió este acto en un ritual del programa del 1º de Mayo fue Tortosa a partir del 1º de Mayo de 1902, primer año que se celebraba en la capital del Baix Ebre. Con estos pasacalles los centros de la ciudad volvían a ser “conquistados” por los obreros. Pero, al contrario que la manifestación, con este acto la “invasión” tomaba un aire festivo, abandonando todo rasgo violento. La función del pasacalle era la de iniciar la festividad de los obreros, un día que representaba para los trabajadores el inicio de una nueva sociedad más justa.
Así pues, el movimiento obrero catalán mantuvo durante todo el período que va de 1890 a 1918 la opción del llamado espacio conquistado, porque el principal fin de la jornada no era otra que la de dar visibilidad al grupo, mostrándose como un grupo unido y fuerte. Todo y que la presión de las autoridades y el abandono de los anarquistas de la jornada provocó un cambio en el tipo y la forma de los actos a llevar cabo en las calles. Así se pasó de la manifestación, acto reivindicativo y de ocupación de las calles centrales, a la jira campestre, la cual tenía como principal escenario espacios alejados del centro. Así y todo, la presentación de la jornada como día festivo permitió a partir de principios del siglo XX la presencia de nuevo de los trabajadores en las calles centrales de las villas, con los llamados pasacalles como preámbulo de la jira o como toque de diana del día. En todo caso, estos pasacalles tenían una función similar a las manifestaciones, pero la dirección seguida y el acto al cual se dirigían tendían a quitar a dichos pasacalles el carácter reivindicativo y militante que caracteriza las manifestaciones.
El espacio conocido o terreno propio
Como hemos anotado en las líneas precedentes, la importancia del 1º de Mayo radica en mostrar a los trabajadores como un grupo cohesionado, compacto, unido ante la sociedad para así dar consistencia a sus demandas, para eso era importante la toma del espacio público, lo que hemos llamado el espacio conquistado. Pero, el día también tenía otra función la de trabajar en la concienciación de los obreros como tales. Se trataba de señalar a los propios trabajadores la importancia de la unidad de acción para conseguir los objetivos planteados, y que mejor día para trabajar este planteamiento que durante la jornada en la que todos los trabajadores se unían para reivindicarse como grupo ante la sociedad. Una función, por tanto y como ya hemos visto, que el espacio conquistado ya realizaba, pero que sería llevada a cabo principalmente en lo que llamaremos espacio conocido, o terreno propio como es definido por M. Rodriguez: el espacio conocido es aquel donde los obreros se interrelacionan en el día a día. Principalmente nos referimos a los centros sociales, donde tienen lugar las reuniones, conferencias y actos lúdicos. Un terreno, por otra parte, que no tiene ninguna connotación de enfrentamiento, tal y como pasa en el llamado espacio conquistado.
Uno de los actos significativos que tienen lugar en este espacio es el mitin, un acto durante el cual una o varias personas se dirigen a un grupo de gente con el objetivo de transmitir unas ideas o protestar por una situación concreta. La gente que se reúne para escuchar generalmente es conocida como pueblo. No forma parte de la élite que dirige y controla los resortes del poder. Con los mítines se busca la presión de la población para provocar cambios, algo parecido a lo que se pretende con las manifestaciones. Pero mientras que los primeros son utilizados para alentar a los trabajadores a participar, las segundas tienen una función dirigida al resto de la sociedad y a la autoridad y los patronos en concreto.
A lo largo de la historia siempre han existido personas que se han dirigido al pueblo, pero en todo caso podemos decir que el mitin, tal y como lo hemos descrito en el parágrafo anterior, surge al final del siglo XVIII con la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. Con la Revolución Francesa el pueblo empieza a asimilar los derechos políticos, y con la Revolución Industrial se producen cambios en todos los niveles de la sociedad que dan paso a los mítines de protesta organizados por aquellos sectores que se consideran los más perjudicados: los gremios. Pero no será hasta los años 30 y 40 del siglo XIX cuando los mítines se convierten en auténticos mítines de masa en Inglaterra y Francia, coincidiendo en el primero con el momento álgido del Cartismo y con la revolución de 1848 en el caso de Francia. En ambos casos la convocatoria de mítines se produce ante situaciones de demandas de mejoras políticas y sociales. Este tipo de mitin no se dio en España hasta el periodo revolucionario de 1869 a 1874, momento en que el movimiento obrero español entra en la dinámica de la Primera Internacional.
Esta doble función, política y social, también se da en los mítines organizados para el 1º de Mayo. El mitin es, junto a la manifestación, un acto central del 1º de Mayo, el cual podríamos ubicar entre el espacio conocido y el conquistado, dado que mayoritariamente tiene lugar en un gran recinto, teatros principalmente, lugares que no son propios de los obreros, pero que al no tener la función específica de ser un acto abierto al resto de la sociedad, sino que es principalmente dirigido a los trabajadores, podemos situar dentro de los actos celebrados en los espacios propios, en este caso más específicamente espacios cedidos para la jornada. Será en los mítines, sea quien sea el organizador, donde se plantean todos aquellos temas que afectan al obrero a nivel internacional, nacional a nivel local o de asociación; también se critica la sociedad capitalista por la posición seguida ante la situación del trabajador. En definitiva es el escenario pertinente para la propaganda de ideas. En los mítines socialistas además se plantean las demandas que posteriormente son entregadas al poder político.
El año 1890 el acto central del 1º de Mayo era la manifestación, pero el mitin tenía su propia función, como ya hemos señalada y que no es otra que la de arengar a los trabajadores a participar en la jornada. Por esta razón la mayoría de ellos tuvo lugar antes de iniciarse la manifestación. Este fue el caso del mitin de Barcelona celebrado en el teatro Tívoli donde los oradores defendieron las reivindicaciones que posteriormente serían entregadas al gobernador civil. Fuera de Barcelona también hubo mitin antes de la manifestación en Manresa, en el teatro Buen-Retiro; en Mataró, el Gran Saló contó con la presencia de oradores de marcado radicalismo ideológico que se expresaron en contra de entregar el manifiesto a las autoridades y a favor de la huelga general; en Sant Feliu de Guíxols se reunieron en el saló de Torrent más de tres mil obreros que aprobaron la huelga general hasta la obtención de la jornada de ocho horas; en Ripoll se reunieron en el local social de la Sociedad de Albañiles donde se aprobó las reclamaciones formuladas y se recomendó la unidad de los obreros; finalmente, en Valls el mitin tuvo lugar la noche del 30 de abril en el local de la Sociedad Cooperativa «La Restauradora Obrera Vallense» con Boix y Esteve como principales oradores, los dos procedentes de Barcelona, quienes defendieron la emancipación del trabajador y la huelga general.
En Valls también se celebró un mitin la tarde del día 1, posterior a la manifestación, en el salón «La Violeta», aquí los oradores se centraron en los objetivos que los trabajadores tenían que conseguir. No fue la única población donde se celebró un mitin después de la manifestación. En Reus tuvieron lugar dos mítines, el primero en el teatro Principal, el segundo tuvo como escenario el claustro del Instituto y estaba dirigido a las obreras específicamente. En los dos se acordó volver al trabajo el día 2. En Olot, el mitin tuvo lugar una vez acabada la manifestación en el claustro del Hospital. Las reclamaciones aprobadas fueron entregadas al alcalde por una comisión compuesta por miembros del Consejo Local y representantes de los pueblos presentes.
En el caso de Olot también tuvo lugar un parlamento antes de la manifestación; uno de los miembros del Consejo Local habló a sus compañeros. Así pues, los mítines no sólo tuvieron lugar en lugares cerrados, el punto de encuentro para la iniciar la manifestación también fue lugar escogido para arengar a los trabajadores. En Barcelona, fue en Las Carolinas, donde se reunieron los trabajadores favorables a la huelga general, donde varios obreros se dirigieron a sus compañeros incitando a declararse en huelga general hasta la obtención de la jornada de ocho horas. También antes de la manifestación tuvieron lugar diferentes alocuciones en Terrassa, allí uno de los dirigentes locales, Aligué, pidió orden durante la manifestación. Cerca de allí, en Sabadell, los obreros reunidos en la Plaza de la Libertad escucharon las palabras que les dirigieron desde un balcón algunos de sus dirigentes, entre ellos Domènec Fruitós, Josep Fainé i Josep Miquel, quienes recordaron a los mártires de Chicago y se escuchó la canción Los Hijos del Pueblo. También en Manlleu los obreros reunidos en la Plaza Mayor escucharon a sus líderes valorando el acto como un medio para aumentar la fuerza moral del movimiento, dado que la situación del movimiento obrero local del momento no era la idónea para ir más allá, la huelga general sería posible cuando finalmente se lograse la unidad de todos los trabajadores. Finalmente, también en Reus antes de la manifestación los organizadores se dirigieron a sus compañeros recomendando principalmente mantener el orden durante la manifestación.
La prohibición, los dos siguientes años, a realizar cualquier acto al aire libre tuvo como principal consecuencia que el mitin se convirtiera en el acto central del día. Los teatros pasaron a ser el centro de reunión de todos los trabajadores, el lugar en el cual, a pesar de no ser visibles a la sociedad, mostraba su unión y fuerza. El teatro Tívoli de Vilanova fue el lugar donde se reunieron los obreros para celebrar los Primeros de Mayo de 1891 y 1896; en Manlleu fue el teatro Alcalá el escogido para el 1º de Mayo de 1892; el Salón Vila de Mataró fue el escenario desde donde los líderes obreros se dirigieron a sus compañeros los años 1892, 1893 y 1894; en Barcelona fueron el Tivoli, el Circo Ecuestre y el Novedades para el 1892, el Calvo Rico el 1893, otra vez el Circo Ecuestre y el Circo Barcelonés el año 1894, el Circo Ecuestre vuelve a ser escogido los años 1895 y 1896 y finalmente el 1º de Mayo de 1898 fue el Circo Barcelonés. La elección de teatros como espacios donde celebrar los mítines se corresponde con los años con una mayor participación, así como una unidad de acción en la organización del programa. La razón no es otra que el aforo de estos espacios permitía a los diferentes movimientos obreros locales dar visibilidad a su número, fuerza y unidad, aunque no de una forma tan visible como la manifestación. Se tiene que tener en cuenta que los teatros se encuentran mayoritariamente en el centro de las poblaciones, por lo que la presencia de un importante número de trabajadores por los alrededores así como entrando en el recinto no podía pasar desapercibida por el resto de la población. Así cuando el movimiento asociativo comienza a reorganizarse a partir de 1899, y consiguientemente el resurge el 1º de Mayo, los teatros vuelven a ser el principal escenario de los mítines celebrados durante dicha jornada. Esto no significa un cambio de espacios, sino una ampliación del número de actos. Las calles vuelven a ser ocupadas, como ya hemos visto con los pasacalles y las manifestaciones, los teatros se convierten en los centros de los actos grandes del día, para por las noches dirigirse a los locales de las diferentes asociaciones donde en “petit comité” tenían lugar veladas de carácter familiar, literarias o sociológicas.
Lo que queda claro con esta relación de lugares donde se llevaron a cabo los actos del 1º de Mayo es que la prohibición de 1891, que se repitió el año 1892, limitó la organización de actos propios a lugares de sociabilidad obrera. El 1º de Mayo queda, pues, restringido de esta manera a una celebración interna, principalmente durante los siguientes dos años a la prohibición. Deja de ser un acto de cara a la sociedad para convertirse en una celebración privada de los obreros, al menos hasta el año 1893. Las dificultades del movimiento obrero a partir del año 1892 repercutieron también en la celebración de aquellos años, lo que dio lugar a una decisión más en firme a celebrar la jornada en los espacios propios. Así los centros obreros acogen diferentes actos, principalmente conferencias y veladas donde se leían trabajos relacionados con la jornada, la mayoría de las cuales fueron amenizados con música. Por tanto, se da una doble función que se asentaría a partir de principios de siglo; por un lado, trabajar en la concienciación del obrero; por otro, comienza a verse el día como una jornada también lúdica.
La velada es uno de estos actos que se empiezan a organizar durante estos años de repliegue. Es un acto donde la gente se relaciona al margen del marco familiar y laboral. Según Michel Ralle este acto «es sobre todo un fenómeno bien de referencias rurales o bien de clases media». Pero este fenómeno también afectó a los obreros, tanto a los jornaleros de campo como a los obreros industriales de la ciudad. Una velada común era aquella en la que se reunían para practicar la lectura en voz alta. Por otro lado también se organizaban veladas con un doble carácter: el de la mera diversión, entre ellos el baile, y los actos pedagógicos donde se leían artículos o se daban discursos. Una doble característica que encontramos en las veladas del 1º de Mayo. Así, los programas que se preparaban para estas veladas encontramos bailes, conciertos, recitales de poesía y escritos, incluyendo algún que otro acto político.
El otro acto que destaca en los espacios propios es la conferencia; un acto que está especialmente vinculado a la función de propaganda ideológica. La conferencia podríamos vincularla al mitin dado que los dos tienen la función de divulgar las ideas, pero mientras el mitin se caracteriza más por la emoción, se trata de animar a los trabajadores a participar en la jornada, la conferencia tiene un marcado carácter racional, se trata de argumentar aquellos temas que afectan especialmente al trabajador.
La incorporación de estos tipos de actos al programa del 1º de Mayo tuvo dos consecuencias: la primera, ya comentada, es el alejamiento de los anarquistas de la jornada, un alejamiento que también podemos considerar al mismo tiempo consecuencia y causa del giro en el tipo de celebración del 1º de Mayo; la segunda es la progresiva incorporación de los republicanos a la celebración del 1º de Mayo. Las primeras acciones de los republicanos, principalmente los federales, fueron las cesiones de sus locales sociales a los obreros para llevar a término actos para conmemorar la jornada, como la cesión del Centre Local Federal de Vilanova y la Geltrú el 1º de Mayo de 1895. Pero la vinculación de los republicanos con la jornada dio inició con presencias testimoniales, como la del alcalde republicano de Vilanova, Miquel Ferrer, que estuvo presente en la manifestación del 1º de Mayo de 1893; una presencia que fue aumentado los siguientes años, primero con la organización conjunta, como de 1910 a 1912 en Sabadell, donde sindicalistas y republicanos organizaron conjuntamente el programa del 1º de Mayo, a la organización en solitario de actos, el único acto de 1903 en Manresa fue organizado por los republicanos. La adhesión republicana a la jornada tuvo mucho que ver con el giro que las sociedades obreras dieron al 1º de Mayo, que no es otra que la decisión de convertir la jornada en un día festivo. En cuanto a los republicanos, no hay ninguna duda que tuvieron la capacidad de ver las ventajas de participar de una manera más activa o dejando sus locales para la celebración de actos, de esta manera mantenían los vínculos con el proletariado, el apoyo de los cuales era importante para los intereses de los republicanos.
Así pues, el giro de la jornada del 1º de Mayo significó un cambio en la utilización del espacio. El espacio conquistado siguió teniendo un papel destacado, pero la progresiva decantación hacia una jornada festiva dio lugar a un mayor uso de los espacios propios. El uso de los cuales, al mismo tiempo, creaba un ambiente más íntimo y recogido que coincidió también con la voluntad de los trabajadores de describir el día como una jornada propia de los obreros.
El papel de la bandera roja y los himnos en los dos espacios
Si hay algo que une a los dos espacios es la iconografía que se repite tanto en el espacio conquistado como en el propio y que son signos de unión de los participantes. Los dos principales fueron la bandera y los himnos.
El primer signo visible de la jornada fue la bandera roja, símbolo del movimiento obrero internacional. La bandera roja, apunta Miguel Rodriguez, es un signo importante dentro del movimiento socialista internacional, por su relación con las diferentes insurrecciones que tuvieron lugar al largo del siglo XIX, entre ellas las revoluciones de 1848 y la Comuna de Paris de 1871. Pero fue a partir de la reorganización del movimiento obrero en la década de los ochenta, después de los años de represión que siguieron a la Comuna a nivel europeo y la caída de la Primera República en el estado español, cuando la insignia roja se convirtió en el color del movimiento proletariado. La bandera roja, pues, se convierte desde su aparición en un signo de unión, un símbolo cargado de afectividad, pero al mismo tiempo, como afirma Michelle Offerlé, es «una reivindicación de la toma de la calle y de la propiedad por parte de la masa que se ha agrupado detrás de ellos y que se supone cede a los portavoces la expresión de sus reclamos».
Así pues, la bandera roja acumula una historia principalmente vinculada a alzamientos proletariados contra la tiranía de la sociedad. El objetivo de dichas insurrecciones era la transformación de la sociedad, objetivo que también se busca con los Primeros de Mayo. Durante la jornada la bandera roja presenta los objetivos a lograr: por un lado, la voluntad por parte del movimiento obrero de realizar una afirmación pública de los obreros como obreros; por otro lado, se establece que el objetivo era luchar por un cambio de la sociedad. En definitiva, el significado del 1º de Mayo se expone con la presencia de la bandera roja.
Por otro lado, la visión de la bandera roja portadora de toda una historia de insurrecciones será una de las causas de la visión insurreccionalista del 1º de Mayo no sólo en España sino también en otros países. En el caso de Francia, por ejemplo, M. Rodriguez apunta que esta visión se combina con la ausencia de inscripciones:
«Mais il y a rouge et rouge. Que sur le drapeau rouge il n’y ait aucun nom de syndicat ou de groupe politique, et la faute est plus grave encore. Car la couleur seule, la couleur nue, paraît concentrer en elle une violence insurrectionnelle que rien ne viendrait canaliser»
La presencia de un “drapeau rouge” sin inscripciones en Cataluña es más puntual que en Francia y se centra más en las decoraciones de los Centros Obreros. Con emblemas rojos se decoraron el Centro Federalista de la calle de Porteferrissa en Barcelona para el 1º de Mayo de 1895, los centros obreros de Mataró para el 1º de Mayo de 1891, también fue enarbolada en la jira campestre de Manresa del 1º de Mayo de 1906. La única manifestación que se tiene noticia de la presencia de una bandera sin inscripción es la que tuvo lugar en Vilanova y la Geltrú el 1º de Mayo de 1893, emblema que fue llevado por una mujer.
Los manifestantes catalanes prefirieron enarbolar las banderas rojas con inscripciones relacionadas con la jornada, convirtiéndolas en una portadora más de las reivindicaciones obreras del 1º de Mayo. El 1º de Mayo y la jornada de ocho horas son los principales lemas que se podían leer en ellas. En las manifestaciones de 1890 se podían leer «8 hores de trabajo» (Manresa), «Jornada legal de 8 horas» (Mataró), «La jornada de vuit horas» (Olot), «Manifestación Internacional – 1º de Mayo – Ocho horas de trabajo» (Reus), «¡Fiesta Proletaria.- Manifestación del 1º de Mayo!» i «¡Viva la jornada de ocho horas!», «Manifestación Universal, ¡Viva la jornada de ocho horas!» i «1890. 1º de Mayo. Reclamación de la jornada de ocho horas. Sociedad de Cerrajeros de Terrassa» (Terrassa) o «Jornada de 8 horas – 1º de Mayo Fiesta Obrera Universal» (Valls). Serán estas banderas a las que la prensa aludirá a partir de 1891 como los estandartes del 1º de Mayo. Al lado de estos emblemas son visibles las llevadas por los diferentes oficios adheridos a la jornada. En estas aparece el nombre del oficio con inscripciones relativas a la jornada. En Vilanova y la Geltrú los oficios se presentan con sus estandartes rojos en forma de triángulo, emblema que también identifica a los albañiles de Terrassa. Así pues, el rojo era el color que predominó durante la jornada del 1º de Mayo, con una excepción, la que se produjo el 1º de Mayo de 1902 en Figueres:
«… unos doscientos obreros escasamente se pasearon el jueves 1º de Mayo, precedidos de una orquesta, varias banderas españolas y una senyera modernista con las inscripciones “1º de Mayo” en el anverso y “Jornada de 8 horas” en el reverso…»
La presencia de la señera como una bandera del 1º de Mayo en Figueres se puede explicar a partir de la influencia del republicanismo catalanista dentro del movimiento obrero local.
En definitiva, las banderas rojas se vieron durante los Primeros de Mayo a lo largo y ancho de la geografía catalana durante todo el periodo que estamos analizando en esta comunicación, convirtiéndose, por tanto, en uno de los principales símbolos del 1º de Mayo, como hemos constatado en las líneas precedentes. Pero no sería el único.
Otro elemento clave en los actos del Primero de Mayo, así como en la construcción de una simbología propia de la jornada, tanto en el espacio conquistado como en el propio es la música. Pere Gabriel apunta que la música es una pieza fundamental en cualquier celebración, «un vasto campo que incluye tanto el canto y los coros como la búsqueda de himnos identificadores, jalonaban y «ordenaban» las celebraciones». M. Rodriguez, sigue esta línea cuando afirma que la música es uno de los elementos más importantes de la celebración del 1º de Mayo en Francia:
«Comme le drapeau, le chant est un enjeu fondamental. Moins par les paroles propement dites que parce que, ces airs de circonstance, chantés ensemble, soulignent ce que la journée représente (…)
Enfin, le chant constitue un élément important de toute une conception esthétique de la fête»
En este sentido también es presente la música en los Primeros de Mayo en Cataluña. En las manifestaciones, los obreros aprovecharon el recorrido para cantar sus propios himnos, como el himno anarquista el 1º de Mayo de 1890 en Barcelona o «La Marsellesa» en Vilanova y la Geltrú el 1º de Mayo de 1893. Las manifestaciones de 1890 de Manlleu, Vic i Olot contaron con la presencia de una banda de música. En Tortosa la banda de Santa Cecilia i La Lira Dortosina amenizaron las manifestaciones obreras desde la primera celebración organizada por los obreros tortosinos el año 1902.
También la música estuvo presente en las jiras campestres. En este tipo de acto aparte de la banda musical tenemos que destacar la presencia del Coro Obrero en las celebraciones de Manresa de finales de siglo XIX y principios del XX (1898, 1899 y 1900), el cual se encargó de cantar los himnos revolucionarios. Por lo tanto, las bandas mantendrían el talante festivo de la jornada que los socialistas querían dar al acto, mientras que la presencia del Coro con su repertorio mantiene el carácter reivindicativo.
En los espacios cerrados, aquellos que hemos llamado espacio propio, la música y las canciones también tenían su rol. La velada a menudo contaba con una banda o una coral que amenizaba los tiempos entre las diferentes partes del programa o ponía fin al acto. En Tortosa por ejemplo la velada organizada el año 1902 por el Centro Social la acabó la Coral Tortosina. Un acto que fue seguido por un concierto en el teatro Principal donde se tocó «La Maquinista» de Clavé. En Mataró el Orfeón Socialista y el Coro «La Palma» se encargaron de amenizar la media parte de la obra de teatro representada en el teatro Euterpe el 1º de Mayo de 1906. Los presentes pudieron escuchar entre otras «La Marsellesa de la Paz» de Clavé, «La Germanó» y «La Maquinista». Seis años más tarde la Banda Municipal y la Coral de Mataró «La Harmonia» tocaron «La Internacional» durante el festival celebrado en la Casa del Pueble.
La importancia de la música radica, tal y como hemos apuntado anteriormente por ser un elemento cohesionador, factor importante para el éxito de la jornada en los diferentes escenarios donde tienen lugar los actos del 1º de Mayo, y en este punto son clave los himnos reconocidos como propios por el movimiento obrero. Los más populares fueron «La Marsellesa» y «La Internacional». «L’Acrata», «La Unió», «La Casta Voz del Pueblo», «La Redención» o «La Marsellesa de la Paz» de Clavé son otros himnos que fueron cantados durante el Jornada Internacional del Trabajador. Pero el 1º de Mayo también contó con su propio himno a partir de 1891. La prensa barcelonesa se hizo eco de la composición de un himno para canto y piano dedicado al 1º de Mayo y titulado «¡A la Revolución!»:
«El orgullo abatid de los tiranos
Que sin razón alteran nuestra paz
Pero hoy, que á cuestas estamos
Queremos al fin su antifaz
Hurra sin tregua
Luchemos ya
Pronto acabad con tanta fiera
Nuestra bandera
Enarbolad
Al grito de Igualdad»
En definitiva todos estos símbolos e himnos dieron a la jornada una atmosfera propia que no vario en un alto grado según el escenario o el tipo de acto.
Conclusión
Concluyendo, la primera intención del movimiento obrero internacional al convocar el 1º de Mayo de 1890 era la de organizar un acto abierto, cuyo propósito era dar visibilidad al colectivo, con el que se reconocieran sus derechos como grupo; por tanto era un acto de cara a la sociedad. Para tal propósito, los trabajadores decidieron la ocupación o conquista de unos espacios no naturales de la sociabilidad obrera, el centro de las poblaciones, de los cuales habitualmente estaban apartados, al igual que les sucedía como grupo social.
Las dificultades, llámese política represiva del gobierno, desorganización del movimiento obrero y alejamiento de los anarquistas de la jornada, modificaron esta voluntad inicial, provocando cambios significativos en la utilización de la calle, así como la ampliación a espacios más naturales de la vida social de los trabajadores, digamos casinos, ateneos y centros obreros y republicanos. Por tanto y tal y como apunta Miguel Rodriguez:
«…le 1er mai est à la fois un rassemblement des masses stagnantes sur leur propre terrain et une incursion des masses rytmiques, en mouvement dans un espace étranger.»
Texto presentado en el VIII Congreso de Historia Social de España, Tarragona 2015