Exilios Literatura Reseñas

La Maleta [reseña]

La primera vez que leí al compañero y amigo Josep Pimentel fue con su Barricada, historia de la Barcelona revolucionaria, publicado en 2016 por el Centre d’Estudis Llibertaris Federica Montseny. Como ávido devorador de historiografía me pareció un trabajo excelente, y también que la razón de ser de este historiador, en la línea de autores como Thompson o Ealham, era comenzar a dar voz a quienes habían sido enmudecidos de uno u otro modo. Tras leer algunos artículos de su blog Barcelona Rebel decidí conocer más al autor, me puse en contacto con él y le «recluté» para Ser Histórico, donde ha llevado el listón a lo más alto, junto a una docena de colaboradores fijos del portal, de una deontología impecable, variopintos y, cuando no, heterodoxos, y he podido saborear su crecimiento como otro autor totalmente embargado de esta loca pasión por contar la historia de los olvidados, algo que ha logrado con esta espléndida novela histórica; su (ya nuestra) Maleta.

La primera pregunta que se hará todo lector es cuánto hay de autobiográfico y cuánto de ficción novelada, y aquí está uno de los enormes méritos de Pep: conseguir crear a un personaje real, el inmortal Eliseo García, un proletario que ha vivido una de las épocas más intensas de nuestra historia; un viejo cenetista que, sabiendo que su muerte está cerca, decide redactar sus memorias, sus recuerdos de un tiempo en que se soñó con una sociedad diferente, un sistema utópico en el que triunfó el apoyo mutuo, la autogestión, la solidaridad y la ruptura con la atávica situación casi medieval el que vivíamos en aquel país totalmente desgarrado por guerras infructuosas, por una oligarquía y caciquismos enquistados en el seno de un país eminentemente obrero y campesino lastrado durante siglos por una Iglesia anclada en el pasado y reprimido por unos cuerpos del orden al servicio áulico del reyezuelo de turno.

La venta de la casa del abuelo es el pretexto que da pábulo y luz a esta maleta llena de recuerdos y el hilo por el que se teje esta historia. Cuando Josep decidió abrir esta maleta abrió a su vez un camino hacia la novela histórica, un terreno nuevo para él, pero en el que se maneja como pez en el agua; tanto es así que tuvimos que hablar del tema para poner algunos puntos sobre las íes, ya que la versatilidad del lenguaje usado, las formas, el estilo e incluso el pensamiento que muestra Eliseo me era indiscernible de cualquiera de las múltiples memorias de antifranquistas, exiliados y cenetistas que florecieron en los años 70 y 80 del pasado siglo.

A pesar de las concomitancias contemporáneas y geográficas con Pedro García (Ibarra), en cuyas memorias Trazos de una vida (también editadas por el Centre Montseny) sabía que Josep estuvo involucrado, la ficción me hizo ponerme a buscar sus «alter egos» por entre las páginas de este libro, porque todo lo que se nos cuenta tiene reminiscencias de lo que fue la realidad: la huelga tras los sucesos de Fígols con que arranca el libro; el hecho de situar en el texto a compañeros como Sebastià (Sunyer i Gabaldà) y otros anónimos basados en personajes reales como Flores, Timoteo, su amada Flora o Karl Olsson, su amigo miliciano sueco que servirá para tratar de explicar el desasosiego tras el derrumbe del Frente Popular; los encuentros con Escorza o Antonio Ortiz; la magistral narración de hechos reales como el bombardeo en la Barceloneta, la repercusión de los hechos de mayo del ’37  o la vida en la colectividad de Oliete en Aragón. Por ceñirme a un pasaje, el capítulo “Barcelona era una fiesta» me atrevería a decir que está a la altura de las mejores descripciones de Orwell o Kaminski sobre sus impresiones acerca de la ciudad obrera en las mismas fechas, pues consigue impregnar el texto de esa mezcla de asombro, alegría y euforia popular de aquel verano de la anarquía.

De repente aquí, una pista nos asoma al autor: el capítulo en que, de vuelta a la actualidad en las memorias de Eliseo, su nieto Joan vuelve ensangrentado tras un enfrentamiento con las fuerzas del orden en la desokupación policial del cine Princesa en 1996. Ahí tenemos a nuestro autor en un papel minúsculo pero vital para reactivar la historia, enseñándonos que nada o muy poco cambia, algo de lo que «su abuelo» es plenamente conocedor.

Porque la maleta de Eliseo no es sino el grito silenciado del pueblo, vital y sencillo, harto de opresión y por primera vez viviendo y participando de la utopía. Eliseo escribe estas notas porque se está muriendo y es plenamente consciente de ello. La enfermedad es algo muy difícil de narrar con verosimilitud; por desgracia Josep sufrió recientemente la pérdida de un familiar muy querido por cáncer, lo que le hace plasmar las sensaciones con una verosimilitud apabullante. Realmente a Eliseo no le importa la muerte ni la trascendencia, de hecho, nos da una primera pista al rechazar la oferta de un joven investigador –otro heterónimo del autor— que quiere escribir sus memorias.

El autor, Josep Pimentel, durante una de sus habituales presentaciones

Y es que este libro ES Josep, es la suma de sus viajes y entrevistas, de sus múltiples horas de investigaciones y estudios personales. Ha tomado una época importantísima para el movimiento obrero en España y decide convertirla en novela para salirse del manido trabajo historiográfico que tan solo aporta una absurda pátina academicista y se aleja de la empatía necesaria para plasmar, por ejemplo, la tremebunda escena del bombardeo fascista sobre el mercado de la Barceloneta en marzo del 38 –de tan vívida diríase que es testimonio de algún superviviente o mezcla de varios— en que, tras tratar de describir el horror apelando a todos los sentidos (dolor tratando de rescatar cadáveres y supervivientes, visiones de cuerpos reventados y olor a carne chamuscada) acaba con un «lo siento, no puedo seguir, aquello fue horrible…».

La historia de la colectividad de Oliete donde anarquía, ilusiones e inquietudes se plasmaron ante los ojos de Eliseo, en el verano del 36 y libres de las fuerzas fascistas, los caciques locales decidieron poner pies en polvorosa y el propio pueblo decidió suprimir el individualismo, el dinero, las tierras se distribuyeron de la forma más productiva y poder organizar mejor el trabajo funcionando como un reloj. «Éramos felices», es la frase que cierra el capítulo. Pero el aldabonazo de los hechos de mayo contra poumistas y cenetistas es percibido por el propio Eliseo como la llegada de la desilusión. Vuelve a Barcelona, donde comienza a ver a los elementos contrarrevolucionarios marxistas, rabassaires y ciertos sectores de una izquierda que temía más al anarquismo que a Franco. Allí nos reencuentra con el anarcosindicalista sueco Karl, colaborador en la emisora ECN1 Radio CNT-FAI, inmersa en una febril actividad de propaganda, incidiendo en que Karl, antiguo marxista, denunciaba por la emisora la represión cometida por los estalinistas en la retaguardia. La emisora se cerraría a mediados de junio de ese 1937 infausto. Y Karl, en el papel de un Camilo Berneri o de un Andreu Nin, fue «desaparecido» de aquellos días de agresión por los comunistas al núcleo mismo de la revolución, a pesar de la intensa búsqueda por las checas de Eliseo y sus compañeros. Karl habría desaparecido como lo hicieron docenas de miembros de las Juventudes Libertarias o CNT FAI, por no hablar del POUM, que fue exterminado.

De aquí en adelante el autor nos lleva de la mano del desánimo hasta la derrota final, el penoso éxodo de refugiados, el trato de las autoridades francesas y sus guardianes senegaleses, la terrible descripción del campo de concentración francés Argelès-sur-Mer, una traición y una miseria descritas hasta en sus olores y, por fin, su huida hacia la libertad.

Tal vez para poner un punto de emotividad al relato, en el epílogo –narrado por otro Josep Pimentel más de los muchos que pueblan estas páginas— se nos cuenta el destino luctuoso de Flora, el amor de Eliseo en ese breve ínterin de libertad; o de Karl Olssen, que tras escapar de la NVDK y los estalinistas se instaló finalmente en Malmö, donde vivió con su mujer española regentando un hostal que ayudaba a personas sin hogar. Del destino de Eliseo no hacen falta palabras.

Un final adecuado para una historia de terror aún por contar, porque necesitamos a más «Joseps» que se encarguen, con ese acercamiento mimoso y de una integridad impecable, de poner en valor esa parte de la historia borrada, tachada con el frío trazo negro del censor-historiador que creyó cambiar la historia con unas simples gotas de tinta. Muchas menos gotas de las que necesitó el autor para crear esta joya, este toque de atención sobre el pasado sin caer en nostalgias y melancolías improductivas. Porque Pimentel sabe que la melancolía solo se cura conociendo la verdad, y solo el conocimiento de estos jalones de la historia nos hará entender nuestro presente.

Otros trabajos de Josep Pimentel:
Barricada. Historia de la Barcelona revolucionaria (CELFM, 2016)
– Voces críticas ilustradas (CELFM, 2016)
– Refugiados (Calumnia, 2019)
Además de varios prólogos como el de Minas de Fígols, una historia de la revolución social (CELFM, 2018)

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