A principios del siglo XX, el explorador y misionero Samuel Phillips Verner viaja al Congo, en la zona del valle Kasai, con la misión de llevarse a varios pigmeos a St. Louis para la «exhibición de antropología» en la Feria Mundial de 1904. En aquella época los nativos sufrían las atrocidades del rey Leopoldo II de Bélgica, según el libro «Ota Benga: El pigmeo en el zoológico» (1992), de Phillips Verner Bradford (nieto de Samuel Phillips Verner) y Harvey Blume, Ota Benga fue un sobreviviente de una matanza pigmea llevada a cabo por la Fuerza Pública, una fuerza armada al servicio de Leopoldo II, el rey de Bélgica y gobernante del Congo. Entre los muertos estaban la esposa de Ota Benga y sus dos hijos. Los asesinos lo vendieron como esclavo a la tribu «Baschilele» y Samuel Phililips Verner lo compró. En 1904, Ota Benga fue expuesto junto a otros nativos en la Feria Mundial de Saint Louis (Missouri), aunque Verner aseguraba que Ota Benga era el único caníbal genuino que había en Estados Unidos, explica Pamela Newkirk en su libro «Spectacle, the astonishing life of Ota Benga» (2015) (1) . En 1906 Benga fue expuesto en la Monkey House (Casa de de los Monos) en el Zoo del Bronx (inaugurado en 1899), y 114 años después, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre que trabaja en el Zoo del Bronx ha emitido un comunicado disculpándose por haber exhibido a Benga y por su asociación con dos eugenistas.
«La sociedad conservacionista, que se estableció como la Sociedad Zoológica de Nueva York en 1895, nunca antes había emitido una disculpa pública formal por el trato inhumano del joven, Ota Benga, que previamente había sido sacado de su hogar en lo que ahora es la República Democrática del Congo y exhibido en la Feria Mundial de San Louis. La segunda parte de la disculpa se dirigió a dos de los fundadores del grupo, Madison Grant y Henry Fairfield Osborn, y su avance del «racismo pseudocientífico basado en la eugenesia. El director ejecutivo de la sociedad de conservación, Cristián Samper, dijo en una entrevista que el grupo había comenzado a investigar su historia debido a su 125 aniversario este año, y ese proceso, combinado con conversaciones sobre la injusticia racial que arrasó el país después del asesinato policial de George Floyd – llevó a la organización a publicar la disculpa» (2)
Los visitantes pudieron ver a Benga por primera vez el 8 de septiembre de 1906 en la «Casa de Monos» junto a un cartel donde se leía la siguiente información:
Pigmeo Africano «Ota Benga» 23 años de edad, Altura, 4 pies y 11 pulgadas Peso: 103 libras, Traído desde la ribera del río Kasai, Estado Libre del Congo, Centro Sur de África por el Dr. Samuel Phillips Verner, exhibido cada tarde durante septiembre. (3)

El espectáculo fue un éxito de público, a finales de septiembre, más de 220.000 personas habían visitado el zoológico, el doble que el mismo mes del año anterior. Casi todos se dirigieron directamente a la casa de los primates para ver a Ota Benga (4); para vergüenza de la comunidad afroamericana, lideres religiosos y algunos intelectuales blancos. En cambio sabios de prestigiosas universidades, como Princeton o Harvard, avalaron «el alto ideal de civilización moderna’.
Los visitantes de Monkey House el primer día vieron a un hombre vestido con ropa moderna pero descalzo, mostraba sus habilidades con el arco y la flecha y para tejer con cordel, hizo muecas divertidas mostrando sus afilados dientes y bebió refrescos. El segundo día le pusieron un orangután como acompañante para entretener al público mientras se abrazaba y luchaba con él. Y para dar un aspecto más de jungla, le colocaron un loro y esparcieron huesos a su alrededor. Para mejorar el efecto de la jungla, se colocó un loro en la jaula y se esparcieron huesos a su alrededor.

Una de la voces contrarias al cautiverio de Benga, fue la del reverendo James H. Gordon, superintendente del Asilo de Huérfanos Howard Coloured en Brooklyn, en una visita al zoo junto a un pequeño grupo de ministros declaró:
«Somos lo suficientemente francos como para decir que no nos gusta esta exhibición de una de nuestras razas con los monos. Creemos que nuestra raza está lo suficientemente deprimida, sin exhibir a ninguno de nosotros con simios. Creemos que somos dignos de ser considerados seres humanos, con almas «.
James H. Gordon
William Temple Hornaday, director fundador y conservador del zoológico, defendió la exposición por motivos científicos. «Estoy dando la exposición simplemente como una exhibición etnológica», dijo. La exhibición, insistió, estaba en consonancia con la práctica de «exhibiciones humanas» de africanos en Europa, evocando sin ambages el estatus indiscutible del continente como el modelo mundial de cultura y civilización.
Sin arrepentirse, Hornaday declaró que el espectáculo continuaría tal como decía el letrero, «cada tarde durante septiembre» o hasta que la Sociedad Zoológica le ordenara detenerlo. Hornaday, considerado el zoólogo más importante de los Estados Unidos, y un conocido cercano del presidente Theodore Roosevelt, no estaba sólo, tenia el apoyo de dos de los miembros más influyentes de la Sociedad Zoológica; el de Henry Fairfield Osborn, uno de los principales fundadores del zoo y de los más notables paleontólogos; y el de Madison Grant, secretario de la Sociedad Zoológica y abogado de la alta sociedad de una prominente familia de Nueva York (4). Gordon y los contrarios al cautiverio se toparon con el muro de la indiferencia de la sociedad blanca impregnada de racismo, el alcalde George McClellan, por ejemplo, se negó a reunirse con los clérigos y rechazó unirse a su causa.
The New York Times en un editorial afirmó que no entendía la polémica «Los pigmeos figuran muy abajo en la escala humana y el sugerimiento que Ota Benga estaría mejor en una escuela que en una jaula ignora que la escuela seria un lugar de tortura para el» (4)
«En la sobria opinión de los hombres de ciencia progresistas, la exposición de Benga en los terrenos sagrados de los Jardines Zoológicos de Nueva York no fue un mero entretenimiento, fue educativo. Creían que Benga pertenecía a una especie inferior; ponerlo en exhibición en el zoológico promovió los ideales más altos de la civilización moderna. Después de todo, esta visión había sido adoptada por generaciones de intelectuales destacados. Louis Agassiz, el profesor de geología y zoología de Harvard, quien en el momento de su muerte en 1873 era posiblemente el científico más venerado de Estados Unidos, había insistido durante más de dos décadas en que los negros eran una especie separada, una «raza degradada y degenerada».
Dos años antes de que Ota Benga llegara a Nueva York, Daniel Brinton, profesor de lingüística y arqueología en la Universidad de Pensilvania, había usado su discurso de despedida como presidente de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia para atacar las afirmaciones de que la educación y la oportunidad representaban diferentes niveles de logro entre las razas. «Las razas negra, marrón y roja difieren anatómicamente tanto de la blanca, especialmente en sus órganos esplácnicos, que incluso con la misma capacidad cerebral nunca podrían rivalizar con los resultados con los mismos esfuerzos», dijo.
Ante las constantes protestas, se intentó trasladar a Benga al Asilo para Huérfanos Howard Coloured. Finalmente fue enviado a las instalaciones del asilo en el este de Long Island. Y en enero de 1910, el Sr. Gordon lo envió a a Lynchburg (Virginia), donde ya había pasado un semestre en un seminario bautista. En Lynchurg vivió con la viuda Mary Hallen y sus siete hijos, le repararon los dientes (en el Congo le habían sido limados para darle forma puntiaguda) y vestido al estilo americano y se dedicaba a hacer lanzas y a pescar con ellas o a recolectar plantas y hierbas. Se hizo amigo de la poeta Anne Spencer y través de ella conoció a los activistas afroamericanos Web Du Bois y Booker T. Washington. El 20 de marzo de 1916, a la edad de 32 años, prendió fuego, se arrancó las coronas que le habían implantado en los dientes, bailó una danza tradicional y se pegó un tiro en el corazón (5). Se desconoce el motivo de muerte, aunque se puede apuntar a la imposibilidad de volver a su tierra o al trato que había recibido en vida.
El caso de Oto Benga no fue el único, ni una excepción, a finales del siglo XIX y hasta entrando en el XX existieron Zoos humanos, se utilizó el darwinismo para manipularlo con el fin de mostrar que unas razas evolucionaron y otras no, se revistieron de «científicas» prácticas como la frenología, o el régimen nazi o los ustachas croatas entre otros, utilizaron la ciencia y la tecnología para acabar con las razas que consideraban inferiores. En Catalunya se dio el caso del «negre de Banyoles» que fue sacado de su tierra y expuesto disecado durante décadas en el museo de dicha localidad.
(1) La Vanguardia. Francesc Peirón. Nova York. Corresponal. «La Victòria d’Ota Benga». Internacional. Històries del Món. Pàg. 7
(2) «Racist Incident From Bronx Zoo’s Past Draws Apology». Julia Jacobs. The New York Times, July 29, 2020.
(3) «Man and Monkey Show Disapproved by Clergy.» The New York Times, September 10, 1906, pg. 1.
(4) «The man who was caged in a zoo». Pamela Newkrik. The Guardian. 3 Jun, 2015.
(5) «The Scandal at the Zoo». Mitch Keller. The New York Times. 6 Aug, 2006
reconocio en un editorial que no entendia la polemica. “Los pigmeos estan muy abajo en la escala humana y la sugerencia de que Ota Benga estaria mejor en la escuela que en una jaula ignora que la escuela seria un lugar de tortura para el”, sostenia el articulo.
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114 años muy tarde
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