Entre el detonar de las pistolas y el ruido de sables
Autor: Francisco García Daza
La llegada del nuevo gobernador Barber Sánchez.
El uno de junio el presidente del Consejo de Gobierno García Prieto nombraba al representante del partido liberal, Francisco Barber Sánchez, como nuevo gobernador civil de Barcelona. Un abogado y periodista completamente desconocido y sin ninguna experiencia previa para el cargo de gobernador. Un escaso curriculum para una ciudad que se encontraba desbordada por los atentados sociales y completamente paralizada por una huelga para el que no se vislumbraba solución.

Fuente: La Campana de Gracia. 2 de junio de 1923.
A partir del día 31 de mayo, cuando ya estaba confirmada la renuncia del gobernador Raventós, la limpieza pública comenzó a mejorar de manera notable. Ese día el Ayuntamiento había pedido formalmente a la Mancomunitat, cooperación para hacer frente a la grave situación, solicitando el uso de las Brigadas sanitarias que para los pueblos y ciudades pequeñas de Cataluña tenía organizadas, y a la ciudadanía el auxilio privado en forma de choferes, camiones y voluntarios para reforzar el servicio que se había de poner en funcionamiento. Rápidamente La Mancomunitat de Cataluña organizó un servicio de grandes dimensiones, compuesto por 25 camiones que, auxiliados por los operarios de dichas brigadas, por término medio diario recogían 400 metros cúbicos de basuras. Dichas basuras eran lanzadas al mar, en un gánguil propiedad del servicio de limpieza, para el que la comandancia de marina había puesto a disposición, cuatro patrones, dos maquinistas, dos fogoneros y doce tripulantes.
Los camiones de diversas procedencias fueron guiados por soldados que había prestado el capitán general y voluntarios. Entre los voluntarios, afirmaba Josep Puig y Cadafalch, se encontraban diputados y funcionarios de la propia Mancomunitat, Regidores y jóvenes de la aristocracia barcelonesa, bajo la estrecha vigilancia de un servicio de guardia de Mossos de Escuadra, auxiliados por la guardia civil y el cuerpo de seguridad que prestaba guardia en las calles. El presidente de la Mancomunitat justificaba su retraso en intervenir aludiendo a la falta de lealtad del anterior gobernador civil, por no garantizar la seguridad de los que trabajaban en los servicios comunales y advirtiendo que ante intromisiones dejaría de prestar servicio1.
Entre las notas referentes a la huelga del transporte, de Puig y Cadafalch, que se encuentra en el Arxiu Nacional de Catalunya, aparece el listado de dichos prestigiosos voluntarios. La lista la había organizado Vallet y Bofill, importante fabricante de la industria del automóvil y subcabo del somaten. Entre los nombres destacados se encontraba el mismo Sr, Vallet i Bobill, Josep Bertrán Musitu, su hijo Felipe Bertrán Güel, Santiago Güell y López (barón de Güell), Amadeo Casajuana Pfeiffer, (hijo del agente de la casa Ford), y Francisco Coma, Pablo Nicolau, Estanislao Planas Armet. Estaban vinculados al Real club del automóvil de Cataluña. Los camiones fueron facilitados por los patronos de importantes empresas como Asfaltos y Porland, Asland, Cubiertas y tejados, Cargas y Descargas y Transportes, Hijo de Miguel Mateu, Sociedad de Carburos Metálicos, entre otras2.
Al mismo tiempo que seguía creciendo el número de obreros en paro forzoso a consecuencia de la huelga, también aumentaba la actividad de las entidades patronales que se reunían y emitían protestas al Gobierno de Madrid. Cada vez eran más los empresarios y representantes de importantes entidades económicas que se dirigían al capitán general, los primeros para solicitar fuerza para proteger los carros con el material necesario para mantener su actividad y los segundos para mostrarle su apoyo. Cosa que comenzaba a inquietar en Madrid.
La agudización del conflicto a iba en aumento. La tarde del 4 de junio se había producido el asesinato del Cardenal Soldevila en Zaragoza, hecho que, sumado al asesinato en León del exgobernador de Vizcaya, el 17 de mayo, y a los que se producían a diario en la ciudad de Barcelona radicalizaba la posición patronal. Los grupos de afinidad ajenos a esta radicalización habían salido al auxilio decidido de la huelga, a la que pretendían dar un carácter revolucionario.
El día 3 de junio, a las 10,30 de la noche fue asesinado un trabajador de la limpieza pública cuando recogía la basura apilada en uno de los cruces de la calle Muntaner, Miguel Mediavilla Bellsolá, de tan solo 16 años, por disparos efectuados por dos desconocidos. El 4 de junio era asesinado José Franquesa Sardanuy, patrono carretero de una cuadra de 12 carros, subcabo del somatén y expresidente del Círculo Tradicionalista de San Martín3.
Ese mismo día 4 de junio la patronal entregaba al recién nombrado gobernador civil Francisco Barber, que había llegado a la ciudad pocas horas antes, un escrito dirigido al Gobierno suscrito por el Fomento Nacional, las dos cámaras y 67 entidades más, en el que denunciaban el alto grado de violencia que alcanzaban las luchas sociales en las calles de la ciudad y la impunidad del terrorismo social, a la vez que lanzaban una amenaza premonitoria:
[…]diríase que ha sido decretada la muerte de Barcelona por una monstruosa conspiración de odio y envidia, con la complicidad de la negligencia […]. Barcelona pide ansiosamente desde hace muchos años el cumplimiento de ese deber elemental del Estado e insiste ahora con vehemencia en la petición, porque se le ha agotado la paciencia y no puede sufrir por más tiempo las abominaciones de que es víctima. Si los gobiernos no se sienten con capacidad para extirparlas, dese a nuestra ciudad una organización adecuada para que se ella misma la encargada de realizar obra de paz social a que tiene derecho…es un crimen no hacer ni dejar hacer lo necesario para restablecer el imperio de la ley y el orden social, tan gravemente perturbado durante tantos años4.
El día 6 de junio, tras la toma de posición del cargo el nuevo gobernador realizaba sus primeras declaraciones sobre el conflicto. Entre otras cosas, declaró que a pesar de que se producían coacciones éstas no eran de la gravedad suficiente como para que la fuerza pública interviniera. La solución del conflicto estaba pendiente de los acuerdos que se adoptasen en las reuniones que habían de celebrar los patronos y los obreros. Al día siguiente, tras entrevistarse con los patronos, los periodistas preguntaron a Barber que diera su opinión sobre la actitud de los patronos a lo que éste respondió: «Los patronos enlazan este pleito con el problema general obrero planteado en Cataluña. Es decir, que lo consideran como una modalidad del pleito que la clase patronal sostiene con el sindicalismo». Preguntado también sobre la actitud de los obreros contestó: «no tengo tampoco malas impresiones. De todos modos, el problema es muy complicado y a ello obedece la aparente lentitud con la que llega la solución5».
El resultado de la primera reunión de patronal y obreros con el gobernador no pudo ser más desolador, no había la más mínima posibilidad de acuerdo. Ante la propuesta del gobernador de que el trabajo ordinario del puerto comenzara a la siete de la mañana, tras un receso, los empresarios endurecieron su propuesta haciendo completamente inviable cualquier intento de solución. «Los horarios que regirán en el puerto serán los mismos que tenían establecidos antes del conflicto; que los obreros trabajarán cuantas horas extraordinarias sean precisas, sin distinción del momento en que se les exijan, las cuales serán renumeradas al tipo extraordinario establecido antes de la huelga; que la contratación de obreros será libre, diaria y por jornal6». Incluía además la condición que los obreros debían constituirse en sociedades profesionales independientes entre sí y sin ningún vínculo con sindicatos.
La reunión es valorada por el comité de huelga como un completo fracaso. Según la reproducción recogida en La Veu de Cataluña, Solidaridad Obrera afirmaba:
Las negociaciones entabladas por el nuevo gobernador civil han fracasado. La huelga del ramo de transporte no se ha solucionado por que la Federación Patronal de Cataluña no ha querido solucionarla. En la tarde de ayer. el Comité de huelga, que acudió a un nuevo llamamiento del señor Barber, permaneció seis horas enel Gobierno civil, sin ver a nadie, al cabo de las cuales le fue comunicado que los patronos no querían hablar con «terroristas». Esta infamia, este insulto a la representación de un organismo obrero lanzado por la Federación Patronal, que ha subvencionado bandas de asesinos, que ha tenido trato con presidarios y gente presidiable es una injuria inferida a toda la organización obrera de España7.
En una importante asamblea celebrada la noche anterior, Camilo Piñón atacaba además a la Federación Patronal. Le acusaba de que con su intransigencia estaba coaccionando la vida y los actos del gobernador civil de Barcelona. Se aludía en especial a Joan Comas Balcels, uno de los patronos carreteros más significados, de abanderar dicha actitud. Hacia responsable a la burguesía catalana de alimentar el terrorismo como un pretexto que «nos declare al margen de la ley» y añadía que «el problema social es un problema de justicia y no de fuerza». Y terminaba proclamando: «Ni carretones, ni carros, ni autocamiones deben rodar por las calles de Barcelona y no rodaran pese a quien pese8».
Todo ello sucedía tras el famoso incidente durante el entierro de José Franquesa. Durante el acto, el marqués de Estella tuvo que proteger a Barber de las iras de los somatenistas, que zarandearon al gobernador al grito de «¡Fuera el representante del Sindicato Único! ¡Fuera el gobernador! ¡Viva el capitán general!». Ante el aumento de la excitación, Primo de Rivera se interpuso entre la multitud para acompañar al gobernador hasta su automóvil para que abandonara la comitiva, en medio de una sonara ovación. Este acontecimiento se convirtió, sin duda en un acto de protesta contra el Gobierno de Concentración Liberal de García Prieto.

Fuente ANC. Autor Brangulí. Uns obrers traslladen un barril amb motiu d’una vaga de transports, Barcelona de 1923.
En los días sucesivos la huelga se mantuvo sin grandes variaciones. Los huelguistas mantenían, con más firmeza si cabe, su actitud. Solidaridad Obrera hacía saber: «continúa la huelga en las mismas condiciones. Queda bien especificado. Quedan autorizadas para circular los carros de carne, pescado fresco, pan y leche. Fuera de estos cuatro géneros. nada; ni huevos, ni gallinas. ni nada. Así mismo se recomendaba la no circulación de carretones de mano ni carretillas9». El servicio de recogida domiciliaria de basuras aumentó hasta llegar a los 122 carros, que rodaban custodiados por fuerzas del ejército y la guardia civil. Algunos distritos comenzaban a estar normalizados y limpios. Puig y Cadafalch, anunciaba que en una semana quedaría completamente limpia la ciudad10.
A pesar de la posición enrocada de las partes, Barber no dio por rotas las negociaciones, y afirmó que seguía explorando soluciones a fin de lograr la terminación de la huelga. El presidente del comité de huelga, Camilo Piñón, afirmaba a preguntas de los periodistas, que los obreros estaban conformes con algunas de las nuevas bases presentadas y que su deseo era transigir, a excepción de la hora de entrada a las cuadras que debía ser a las seis. Piñón, como presidente del Sindicato de Transportes, se hacía responsable de lo que pueda suceder durante la huelga, pero no de los hechos «provocados por elementos extraños interesados en cambiar el carácter pacífico del conflicto.» Y añadía que «de ninguna manera volverá el Comité de huelga a subir las escaleras de Capitanía mientras ocupe el cargo el actual capitán general11», debido, decía, a su falta de imparcialidad y su desconocimiento del problema social. La Federación Patronal, por su parte, había rebajado el tono de su comunicado anterior y se comprometía a revisar lo expresado en lo referente al horario actual del trabajo en el puerto por si hubiese posibilidad de que el trabajo comience a las siete de la mañana.
El 14 de junio, el gobernador, después de varios días de espera recibió una nueva propuesta entregada por los patronos, que algunos periodistas atribuyeron a la pluma de Puig y Cadafalch. Esa misma noche, la Federación Patronal entregó al capitán general las bases, acompañada de una extensa nota llena de agradecimientos y elogios a su figura por su actuación en el conflicto. En dicha nota la patronal atacaba duramente al Sindicato Único, con todo tipo de calificativos, y le acusaba de solo querer imponer su tiranía, primero en el puerto y después a toda la ciudad. Y seguía afirmando que con el Único «no pueden ni quieren ni han de tratar los elementos patronales» y declaraba que el conflicto del puerto no había sido provocado por una cuestión de horarios ni por el justificado despido de unos obreros, sino por el pretexto para sus aspiraciones revolucionarias.
Después de todo lo expuesto la Federación Patronal afirmaba que, a pesar de lo perjudicial de la modificación del horario de los trabajos en el puerto, podría acceder a la entrada a las siete de la mañana a condición de que los trabajadores aceptasen las bases presentadas anteriormente, cuyos dos puntos principales consistían en la contratación libre y diaria y que los obreros se agrupen en asociaciones profesionales desligadas de todo sindicato. Unas bases, a las que Primo de Rivera hizo algunas sugerencias a los patronos para suavizarlas ligueramente en lo que afectaba a las horas suplementarias obligatorias.12 Estos dos puntos, la contratación libre y diaria y que los obreros se agrupasen en asociaciones profesionales desligadas de todo sindicato eran dos cuestiones claves que la patronal venía defendiendo desde hacía años. En definitiva, eran dos temas claves que liquidarían a la CNT.
Para entonces, era una creencia general el que era el capitán general quien realmente gestionaba el conflicto. La Federación Patronal había desautorizado públicamente y relegado a un plano completamente secundario al gobernador Barber y solo reconocía el papel del capitán general como única autoridad sobre la situación de la ciudad, negándose a pactar con los representantes de los obreros en huelga y negándose a tratar con el gobernador. Los elogios públicos de la patronal hacia la figura del capitán general y las reuniones que a diario se sucedían en la Capitanía General entre la patronal y las llamadas fuerzas vivas de la ciudad con Primo de Rivera dejaban entrever una sintonía total, que iba mucho más allá de la resolución de la huelga del transporte.
El gobernador por su parte mantenía reuniones con el comité de huelga que, aunque molestos por la forma que adquirían las negociaciones, se mostraba dispuesto a estudiar la propuesta si quedaba bien claro que el trabajo en el puerto comenzaría a las siete y la entrada a las cuadras nunca será antes de las seis, ya que afirmaban que no eran culpables de que los patrones alquilasen cuadras a las afueras de la ciudad porque allí eran más baratas y que en ningún caso las horas suplementarias antes de comenzar la jornada, que han de ser pagadas como extraordinarias pueden hacer que el trabajo efectivo se alargue más allá de la jornada legal 13.
Sabían que la libre contratación suponía de hecho implantar la arbitrariedad y la discriminación en la contratación para todos aquellos obreros portuarios que no podían adaptarse a pleno rendimiento a las normas de trabajo estipuladas, ya fuera por su avanzada edad o desgaste físico, además de la discriminación por cuestiones sindicales14.
Tras semanas sin ningún ingreso, los trabajadores comenzaban a tener una situación desesperada. La prensa se hacía eco de largas colas de obreros frente a las casas de empeño. A pesar de ello, la solidaridad se extendía y las consecuencias de la huelga también. A diario se informaba del cierre de nuevas fábricas por todos los pueblos de la provincia, e incluso de la provincia de Tarragona y Girona, que cerraban por falta de carbón y materias primas. En Tarragona los trabajadores del puerto ni cargaban ni descargaban barcos con mercancías que viniesen o fueran con destino a Barcelona. En Almería se declaraba la huelga general por solidaridad con los obreros del transporte de Barcelona y los obreros de las minas de Serón durante dos días (del 25 al 27 de junio). Continuaron las coacciones volcando la carga de los carros y carretones de mano que circulan por la ciudad. El 16 de junio, mientras seguía aumentando el número de carros destinados a la recogida de basuras domiciliarias, un grupo de desconocidos dio muerte a tiros al caballo de uno de los carros de Fomento de Obras y Construcciones15.

El día 18 de junio el gobernador civil y el capitán general salieron para Madrid por requerimiento urgente del Gobierno. La intención del gobierno era amonestar e incluso cesar a Miguel Primo de Rivera por la injerencia continuada sobre las negociaciones de la huelga del transporte en favor de los intereses de la patronal que estaban minando la labor del gobernador Francisco Barber. Pero ante la debilidad del Gobierno de Concentración Liberal para imponer la destitución del capitán general, que contaba con el apoyo de la clase patronal y de todas las fuerzas vivas de la ciudad de Barcelona, quien acabó siendo cesado fue el gobernador civil. Desautorizado y vencido fallecía dos meses después a consecuencia de una embolia.
El capitán general, Primo de Rivera, consciente de que su figura salía reforzada, tras imponerse a los intentos de su destitución aprovechó la situación para mantener encuentros con los generales que en Madrid que llevaban tiempo conspirando para acabar con el orden constitucional, y conferenció con el rey, que comenzaron a verlo como un firme candidato a encabezar el pronunciamiento del golpe de Estado. Durante los tres días que ambas figuras estuvieron en Madrid, se produjo un nuevo asesinato en Barcelona que vino a contribuir a que los argumentos y la figura capitán general saliesen reforzadas. La víctima fue Joaquín Albiñana Folch, un joven exconcejal del ayuntamiento de Barcelona, miembro de la Lliga Regionalista, y propietario, junto al senador Luis Argemí Martí, (uno de los máximos dirigentes de la Junta Tradicionalista en Barcelona) de la importante Casa de productos químicos Albiñana Argemí, cuya significación como patrocinadores del Sindicato Libre era ampliamente conocida16.
A su llegada triunfante a Barcelona fue recibido por una amplia delegación de empresarios pertenecientes al Fomento del Trabajo Nacional, el consejo en pleno de la Federación Patronal de Barcelona, somatenes de todos los distritos y todos los generales destacados que se encontraban en la ciudad que aclamaron la llegada triunfante del marqués de Estella. En realidad, muchos de los allí presentes ya sabían que estaban aplaudiendo al futuro dictador. Al finalizar los actos de bienvenida, gran parte de los allí congregados marcharon para asistir a la manifestación de duelo y de protesta por el asesinato del exconcejal Joaquín Albiñana Folch. Entre 10.000 o 12.000 personas se reunieron para seguir el paso del cortejo fúnebre, una participación mucho más amplia de la que había recibido a Primo de Rivera17.
En Barcelona corrían rumores que apuntaban a la posibilidad de que la marcha del capitán general a Madrid fuera para conseguir que el Gobierno decretase el estado de guerra, para así poder reproducir las políticas represivas de Martínez Anido y Arlegui. Por otra parte, las manifestaciones triunfalistas realizadas por la Federación Patronal, que daban prácticamente por acabada la huelga, se sucedían. Los obreros no hicieron caso de lo que consideraban unas provocaciones y se mantuvieran firmes, ajenos a los desafíos.
Lo cierto es que, el día 20 de junio, La sociedad de Comerciantes de Carbón afirmaba que habían reemprendido las tareas de descarga, en el puerto operaban 61 carros con carreteros del Sindicato Libre y se afirmaba que trabajaron más 976 obreros y 72 mujeres del Montepío San Pedro Pescador. Ya eran 136 el número de carros que trabajan en la recogida domiciliaria. La guardia civil tenía destinadas 125 parejas a custodiar los 136 carros de basuras; 27 parejas al cuidado de carros particulares de diferentes servicios; 100 parejas a la vigilancia de los muelles del puerto y de las carreteras, y 500 más al servicio ordinario18. A las que había que sumarle los servicios diarios prestados por soldados del ejército, que en una relación publicada el día 28 junio sumaban para aquel día un total de 394 servicios, con 344 carros y camiones y 729 cabos y soldados19. La huelga estaba completamente militarizada.
El día 21 los huelguistas del ramo del transporte realizaron un mitin, de nuevo en el local del Globo. Tomaron la palabra los sindicalistas Bautista Marco, Desiderio Trillas, Félix Monteagudo, Juan Peiró y Camilo Piñón, acordando intensificar la huelga. Los oradores, decía La Veu de Catalunya, de forma un tanto irónica «hicieron votos para que llegase, cuanto más pronto mejor, el gobernador civil y manifestaron que no entraran a Capitanía, aunque vuelva el Sr Marqués de Estella, pues no quieren tratar, según ellos, con una persona que ignora los resortes de la cuestión social»20. Lo cierto es que además de hablar del éxito cosechado en los mítines que CNT había realizado en Madrid y Zaragoza, para recabar el apoyo a la huelga del transporte de Barcelona, hubo palabras de respeto al trabajo realizado por Barber, que se había mostrado cercano a los planteamientos del comité de huelga y llamamientos a mantener la serenidad, al tiempo que se anunciaba que a partir del día siguiente el Comité de huelga desarrollaría una nueva táctica21.
El día 23 Solidaridad Obrera emitía un aviso urgente de los acuerdos tomados por la organización sindical para «que los obreros todos se nieguen a realizar ningún trabajo en el que deban emplearse materiales trasportados sin autorización del Sindicato del Transporte, séanlo por civiles o por militares». Y en otro lugar del diario se añadía que la protesta del Comité de huelga por el empleo abusivo «de los soldados como esquiroles, sean voluntarios u obligados, no solo en la custodia sino en la carga o descarga para particulares22».
Al mismo tiempo, los periódicos informaban de un aumento de los obreros que se reincorporaban a los trabajos en el puerto, del incremento de circulación de carros y camiones, y del final del servicio de recogidas de basuras antiguas acumuladas a consecuencia de la huelga, y siendo la recogida de la nueva hecha con relativa normalidad. Por lo que se dio por terminado el servicio de las brigadas sanitarias establecidas por la Mancomunitat. Un informe detallado de esta entidad sobre el número de efectivos movilizados y sobre el importe de los 25 días que prestó el servicio de recogida y transporte de las basuras al Ajuntamiento de la ciudad, incluía los gastos en salario de 148 capataces y peones, provenientes de todas partes de Cataluña, 100 Mossos d’Esquadra y 16 choferes militares (8 militares y 8 marineros aviación naval) 18 choferes civiles. Gastos de alojamiento y manutención, para lo que se habilitó local apropiado, lo que sumó un total de 117.480 pesetas. 23
Quedaba claro, como ya había afirmado El diario del comercio días atrás, que Puig y Cadafalch puso por encima de la salud de la ciudad la cuenta de los agravios a cargo del Sr. Reventós. «Es innegable que la Mancomunitat de Cataluña ha prestado un buen servicio a la ciudad con la recogida de basuras […]. Pero este mismo éxito de organización de la Mancomunitat y el Ayuntamiento, comprueban que se acumularon las basuras sin necesidad […] solo porque entre el gobernador civil Sr, Reventós y las autoridades populares, existía una evidente incompatibilidad.24»

Los grupos de acción
Es a partir de estas fechas que el comité coordinador de los grupos de acción consideró llegado el momento de asaltar el poder. Sus integrantes creían que la crisis política por la que atravesaba la sociedad burguesa estaba al borde del colapso y trataron de arrastrar a la organización aun asalto para imponer la revolución social antes de que se materializase el golpe de Estado que cada vez veían más inminente. Esa posibilidad fue desestimada por los dirigentes del sindicato por considerarla una aventura sin ninguna posibilidad de éxito y de consecuencias más que inciertas para la organización. Pero esta negativa por sí sola no disuadió a los grupos de acción que siguieron con los atentados y los atracos. También se emplearon a fondo con los sabotajes y tiroteos contra los patronos carreteros para tratar de levantar la huelga, en la que veían un medio para alcanzar el clima propicio para sus fines revolucionarios.
En los últimos días de la huelga los atentados no cesaron. Al asesinato de Joaquín Folch el día 21 de junio, le había seguido, el mismo día, el de Juan Pons Bruch, pequeño patrono propietario de una fábrica de lejías que conducía un carro tirado por una jaca25. El día 23 un grupo formado por tres hombres y una mujer efectuaron varios disparos sobre las cuadras del patrón carretero José Inglada, de Hostafranchs, que había comenzado a trabajar la semana anterior en el transporte de carbón con trabajadores del Sindicato Libre. A consecuencia de los disparos, resultó herido en la pierna un carretero de Viladecans que se preparaba para cargar el estiércol de dichas cuadras y en su huida los asaltantes hicieron estallar una bomba de mano26.
El día 26 otro propietario carretero llamado José Santos Gil cuando salía con su carga de su cuadra en la calle Industria, guiando un carro tirado por dos caballos, fue tiroteado a las cuatro y treinta de la mañana, a su paso por la calle Muntaner, por cinco individuos recibiendo varias heridas que le provocaron la muerte, quedando los dos caballos también heridos. Ante esta intervención de los grupos de afinidad, poniéndose al frente de la huelga de los carreteros y los trabajadores del puerto, Camilo Piñón presentó su dimisión al frente de Sindicato de Transportes, por estar en desacuerdo con los métodos empleados, pero fue elegido de nuevo. Se sentía atrapado e indignado por el nuevo rumbo que estaba tomando la situación, sin poder hacer nada para cambiarla27.
Nuevo cambio de gobernador: Manuel Portela Valladares
Por fin, el 27 de junio, tras haber rechazado la propuesta varios candidatos, se anunciaba el nombre de Manuel Portela Valladares como posible nuevo gobernador civil de Barcelona. Era un político gallego que ya había ejercido el cargo anteriormente, en 1911, y que aún era recordado por el Sindicato Único por la detención de una veintena de militantes que permanecieron en la cárcel Modelo durante once meses por haberse solidarizado con los huelguistas de Bilbao.
Su nombramiento se produjo en medio de una redoblada campaña de presión de La Federación Patronal de Cataluña, que envió una nueva delegación a Madrid, para exigir al Gobierno que decretase el estado de excepción para acabar con la «gravísima situación por la que atravesaba la ciudad». Ante la negativa del Gobierno, trataron de deslegitimizarlo, lanzando gravísimas acusaciones sobre la absoluta incapacidad de los ministros, de su falta de preparación y de su incomprensión aguda de los problemas vitales de la nación28.
Por su parte, el capitán general, Primo de Rivera, aprovechando el vacío de poder civil, decidió acabar con la huelga por métodos expeditivos, antes de que se hiciera efectivo el nombramiento del nuevo gobernador civil Barcelona. Para ello ordenó llevar a cabo la detención de los elementos sindicales más destacados en el desarrollo del conflicto. En la operación se acordonó férreamente el barrio de Atarazanas, en el que se concentraban varios locales del Sindicato Único y varios domicilios de sindicalistas, sometiendo a intensos cacheos a los viandantes con aspecto de obreros que trataban de salir. A primeras horas de la madrugada, se procedió al registro de los locales y las viviendas incluida la redacción de Solidaridad Obrera, donde fueron detenidos el director el periódico, Ángel Pestaña, el redactor Antonio Amador y el sindicalista Martí Barrera. A consecuencia de los registros también fue detenido Desiderio Trillas Mariné, miembro del comité de huelga. Camilo Piñón, al que la guardia civil intentó detener primero, en el mercado central del pescado donde trabajaba, y posteriormente en su domicilio, consiguió huir milagrosamente. En total fueron 18 los detenidos que fueron ingresados en prisiones militares.
El capitán general afirmaba que las detenciones, a las que en los próximos días le seguirán otras, habían sido instruidas por las autoridades militares, por sedición e incitación a la sedición, a causa de la deserción de uno de los soldados destinados a la custodia de los carros de transportes con su arma y la repartición de hojas clandestinas entre la tropa y añadía que en los registros habían sido halladas 18 pistolas y una bomba de mano y muchas hojas clandestinas. Afirmaba que estas actuaciones nada tenían que ver con la huelga.
La respuesta de la CNT, a las detenciones de varios de sus miembros fue la de elevar el nivel del conflicto declarando, a través de las páginas de Solidaridad Obrera, el boicot a los productos catalanes, lo que encolerizó enormemente a la burguesía catalanista.
Confederación Nacional del Trabajo de España: A todas las Regionales, Comarcales, Sindicatos y a todo el proletariado en general. En vista de la magnitud que alcanza el actual conflicto de Barcelona, que influye poderosamente en la marcha de la organización, este Comité acuerda y determina que todas las organizaciones obreras de España declaren el boicot absoluto a todos los productos de importación y exportación de Cataluña, sean cualesquiera las clases y condiciones29.
Todo esto sucedía mientras Portela firmaba ante el rey el decreto de su nombramiento y preparaba su salida desde Madrid hacia Barcelona. El nuevo gobernador, que en un principio no contaba ni con la aprobación ni con la confianza de las fuerzas vivas de la ciudad, realizaba sus primeras declaraciones en relación a la situación de la huelga: «Erróneamente se ha creído que el pleito lo es entre la clase patronal entera y todo el Sindicato Único. Es decir, que casi no se discute ya las horas de trabajo, ni los servicios de los obreros, ni de la retribución30». Pero lo cierto es que, tras estas declaraciones de aparente neutralidad, el nuevo gobernador se iba a alinear con la patronal y el capitán general de forma clara para acabar con la huelga. El Gobierno había querido con su elección dar un giro a su posición tolerante y garantista respecto a la huelga, tras las críticas de absentismo recibidas por la patronal y la posición de fuerza adquirida por Primo de Rivera, dando autorización al nuevo gobernador para que emplease a la policía en la forma que considerase más efectiva para dicho fin.
Mientras, en una nota que encabezaban las firmas de Ángel Pestaña Desiderio Trillas, los detenidos alentaban a los huelguistas a mantenerse firmes en la huelga para que en ningún caso su puesta en libertad debiera servir para deponer su actitud. Por disposición del nuevo jefe de policía, el teniente coronel de la guardia civil, Heraclio Hernández Malillos, se mantuvieron los cacheos que se extendieron a toda la ciudad. Pero no se limitaban a las calles, sino que se efectuaban también en locales, fondas y demás establecimientos públicos. Se hacían extensibles a todos aquellos que, por su indumentaria, tuvieran aspecto de obreros. Se les daba el alto y eran cacheados y en muchos casos vejados por las fuerzas policiales. Se produjeron nuevas detenciones de personal que iba armado. El estado de excepción oficialmente no se había sido declarado, pero en la práctica estaba en vigor en toda la ciudad.
El día 4 de julio llegaban más fuerzas de la guardia civil a la ciudad a las que se les sumarían nuevas compañías en los días siguientes. A pesar de ello siguieron las coacciones, y las amenazas. Un carro cargado de paja fue incendiado, sin que pudiera detenerse al individuo que provocó el incendio. Un jornalero que llevaba una jaca a herrar fue amenazado con pistola y golpeado. Mientras, seguían incrementándose el número de servicios realizados por el ejército, que ascendían ya a 465 con unos 375 carros y camiones y 1.183 cabos y soldados. En el puerto se trabajaba en la descarga de nueve buques carboneros y dieciséis más de carga general, tomando en parte en dicha labor 1280 obreros. La Federación Patronal se mostraba convencida de que pronto acabaría la huelga y exhortaba a los patrones carretos y patronos en general poner al servicio del acarreo todos los carros disponibles y solicitar la protección militar31.
La huelga había alcanzado su octava semana y a pesar de los rumores optimistas de la patronal, que insistentemente circulaban, lo cierto es que el conflicto empeoraba. En las puertas de las cuadras de cinco patronos carreteros, Estallaron varios petardos que ocasionaron fuertes explosiones. Desde las páginas de Solidaridad Obrera se preguntaban «¡Muchos petardos nos parecen para una misma noche, estallando sin causar daños! ¿Quieren decir que no son la obra de confidentes o de la Patronal?» Y afirmaban, «Los huelguistas no están para gastar la pólvora en salvas»32. En el puerto, a pesar de trabajo de los descargadores del Montepío de San Pedro y unos cientos de esquiroles, la mayoría de los estibadores no acudían al trabajo y la proporción de carros que trabajan era mínima en relación con al tráfico rodado que necesitaba una gran ciudad industrial y los que lo hacían habían de ser custodiados por las fuerzas del orden.
El día 5 de julio la huelga se extendió a los coches de alquiler y los taxis, y estaba previsto que después implicaría a los tranvías y otras secciones del sindicato del arte rodado como respuesta a los registros y cacheos. El personal de las obras del puerto y el personal del dique flotante, varadero, dragas, vapores-bombas, cabrias, remolcadores y talleres de carpintería y cerrajería pararon en solidaridad 33. El día siguiente, el comité de huelga decidió aumentar la presión incorporando a la huelga los tranvías y los autobuses, que se sumaron en su totalidad. «Solidaridad Obrera publicaba a toda plana: De potencia a potencia. -Siguiendo el curso metódico del paro por escalonamiento34»·
Solo en el ramo del textil de la ciudad, que empleaba unos 40.000 obreros, la mayoría mujeres, se calculaba que la mitad de ellos se encontraban totalmente parados y el resto solo trabajaban de forma parcial. Fuera de Barcelona, en el mismo ramo, de un total de 75.000 obreros, un 25 por ciento también se encontraba parado a consecuencia de la huelga, lo que sumaba, unos 50.000 trabajadores 35. Cada día paraban nuevas fábricas y muchos de los barcos atracados vendían sus cargas al menudeo para evitar la pérdida de la misma.
El día siete de julio la prensa afirmaba «La situación va empeorando por momentos y cada día está más lejana la solución36». El día 8 abandonaron el trabajo, a primera hora, todos los trabajadores pertenecientes a la sección de pescado fresco empleados en el mercado central. El comité de huelga afirmaba «A pesar de las muchas detenciones para acabar con la huelga del transporte, seguimos nuestro camino37».
Ese mismo día, tras conferenciar el gobernador con el marqués de Foronda, propietario de la empresa de tranvías, se logró poner en marcha algunos tranvías, custodiados por la fuerza pública y algunos trabajadores contrarios a la huelga, intensificándose bastante más los servicios al día siguiente. Pero la verdadera batalla se daba en el puerto, donde el tráfico de carros seguía siendo muy limitado y las mercancías seguían acumulándose en los muelles y los tinglados a pesar de los esfuerzos de los obreros del Montepío. Los tripulantes de algunos buques hicieron causa común con los huelguistas negándose a trabajar en las operaciones de carga y descarga. También dejaron de prestar servicio los tripulantes de los buques cisterna encargados de abastecer a los vapores de tránsito.
Otros dos integrantes del comité de huelga, fueron detenidos bajo la acusación de haber repartido hojas llamando a la sedición a los soldados en los cuarteles. En las prisiones militares se hallaban ya 23 sindicalistas detenidos, mientras se intensificaron las detenciones policiales de tranviarios y carreteros por amenazas y coacciones. En los alrededores de una de las cocheras de la Compañía de Tranvías, en la barriada de Gracia, tras ser cacheados varios empleados de la compañía por los guardias se entabló una discusión sonando en aquel momento un disparo resultando muerto uno de los tranviarios. La versión oficial fue que fallecido trato de arrebatar el arma al guardia civil. Mientras que Solidaridad Obrera afirmaba «[…] el procedimiento se nos antoja una continuación del canallesco procedimiento de la ley de fugas» y protestaban contra la vergonzante nota emitida por la Jefatura, «[…] nadie puede admitir que un individuo desarmado se lance contra la guardia civil en la forma dicha por la nota38». El cadáver fue trasladado al cementerio custodiado por varias parejas de la fuerza pública y enterrado, por orden militar, a la una de la madrugada, a pesar de las protestas de la familia39 y 500 trabajadores de la fundición Girona abandonaron el trabajo en solidaridad con los huelguistas.
El domingo 9, ya era entrada la noche cuando el gobernador convocó al comité de huelga a su despacho. Aconsejó a los reunidos que volvieran al trabajo, a lo que se negaron a la vez que se mostraron dispuestos a reunirse con la patronal. El día 11, respondiendo al llamamiento del comité de huelga se sumaron al paro los obreros panaderos y los matarifes, que abandonan el trabajo en su inmensa mayoría. El marqués de Estella, tras reunirse con el intendente de la región, decidió tomar medidas en el caso de que fuera necesaria la intervención de soldados panaderos en las tahonas. En el puerto, por órdenes del gobernador civil, el comandante de marina se incautó la carga de pescado fresco de tres buques pesqueros que fue descargada por marineros de la comandancia, y transportado en camiones de la división de aeronáutica naval al mercado. En el mercado de Honstafrancs, un nutrido grupo de mujeres se dirigieron a los puestos de pescado invitando a sus propietarios a cerrar los puestos, a lo que se negaron produciéndose gritos y amenazas e imponiéndose el cierre40.
Sin embargo, a pesar de sumar nuevos sectores a la huelga, la situación parecía que tendía a normalizarse. El servicio de tranvías se intensificó. Cuatrocientos tranviarios que se habían adherido a la huelga en una nueva reunión, decidieron volver al trabajo, aunque se mantuvieron huelga las líneas que recorrían las afueras de la ciudad. También aumentó considerablemente el número de carros que circulaban. El Gobernador afirmaba a la prensa, «la huelga de proveedores de verdura ha fracasado; la huelga de transportes va encaminada a la normalidad; la huelga de pescaderos ha fracasado; la huelga de tranvías y autobuses ha fracasado. La huelga del pan ha fracasado», (a pesar de que la mayor parte de los panaderos fueron a la huelga, no faltó pan al mantenerse en sus puestos los del Sindicato Libre, los propios patronos y sus familias. Es sabido el pavor que siente la burguesía ante la falta de pan por los desórdenes que puede acaecer, sobre todo entre las mujeres). Y añadía, «la huelga de los mataderos es ilegal, por eso no ha sido secundada». Pesaba sobre los matarifes la amenaza de aplicarles sanciones. Estos se habían reunido en asamblea y por votación (174 en contra y 72 a favor) decidieron por dar por terminada la huelga, también acordaron contribuir con una peseta los oficiales y con 0.75 pesetas los aprendices para socorrer a los carreteros huelguistas. «Mañana saldrán los taxis y los coches de alquiler y a los que no salgan se les aplicarán las sanciones debidas. La autoridad no puede coaccionar a ningún trabajador para que vaya a trabajar, pero hay patrones que tienen contratados servicios públicos y la autoridad no puede obligar a cumplir estos contratos41». El gobernador dejaba claro que no iba a tolerar las huelgas de servicios públicos y artículos de primera necesidad, amparándose en el cumplimiento estricto de la ley. También se intensificaron los cacheos y las detenciones.
La Federación Patronal, en un extenso manifiesto dirigido a la opinión pública del cambio de actitud del nuevo gobernador, se felicitaba. Gracias a ello, la actuación de la policía ha sido mucho más eficaz, se garantizaba el derecho, se facilitaba el trabajo, decía, y los patronos confiaban en que, si esta actitud gubernamental persistía, variaría totalmente el carácter de la situación en Barcelona. «Nuestra seguridad en el triunfo de los patronos del ramo del transporte es absoluta […] Se acusa a los patronos de intransigencia y la acusación es injusta. Se les podría llamar enérgicos y consecuentes entonces se diría la verdad». La Federación Patronal acusaba a las anteriores autoridades de haber permitido las coacciones y los atentados. También criticaba la actitud de la ciudadanía y a una parte de los patronos de claudicación constante frente a la dictadura de los sindicatos revolucionarios. Ahora bien, rechazaba las acusaciones de que los patrones hubieran tenido interés en mantener y extender la huelga, como afirmaba el Sindicato Único. Era esté último, acusaba, el que había obstaculizado la solución de la huelga y de ser el responsable de mantener a un sesenta por ciento del proletariado de Barcelona en el hambre y la miseria42.
¿Qué contribuyó a esa normalidad? Sin duda las amenazas de las autoridades civiles con sanciones, pero también fue decisivo el agotamiento de los huelguistas que durante más de dos meses se habían visto privados de ingresos, y el cansancio del propio sindicato. Un artículo aparecido en las páginas de Solidaridad Obrera, hizo crecer las expectativas de victoria de la Federación Patronal:
Solo pedimos que se nos combata con ideas y procedimientos mejores, pues cuantas tropelías se cometan contra nosotros no lograrán vencernos. Como todo es relativo, y nosotros representamos mejor que nadie el progreso, triunfaremos siempre aún en medio de la derrota. A veces lo que consideramos como derrota no es más que un aspecto del triunfo y casi siempre es más fecunda que el triunfo mismo43 .
El final de la huelga
El día 12, a las dos de la tarde, una comisión compuesta por cinco obreros, en representación de la Confederación Local de Sindicatos Únicos de Barcelona, autorizados por el comité de huelga, se presentó ante el gobernador civil para comunicarle el acuerdo tomado por la organización de dar por terminada la huelga vista la parcialidad de la primera autoridad y la intransigencia de la patronal. También anunció que al día siguiente se reincorporarían al trabajo todos los obreros. La entrevista duró dos minutos escasamente. Solidaridad Obrera al día siguiente hacía público el siguiente aviso: «Reunida la organización obrera y estudiada la situación del actual conflicto del ramo el transporte, acordó que una comisión compuesta de cinco compañeros, se entrevistara con la primera autoridad civil de la provincia, para notificarle, de una manera rotunda, que la organización obrera solucionaba la huelga en la forma que quisieran dicha primera autoridad y la Federación Patronal44».
Ese mismo día, por infracción de la ley de huelgas, ingresaban en la cárcel, el vicepresidente y los dos vocales del Sindicato Único de transportes que habían sido detenidos en la madrugada, «acusados de haber recomendado a los panaderos que secundaran la huelga45».
Tras más de dos meses, la huelga acababa por agotamiento del propio sindicato, con sus líderes presos y el transporte completamente militarizado. Los obreros sin trabajar, sin cobrar el jornal, habiendo dejado de ingresar una sexta parte de sus salarios anuales y habiendo perdido el empleo muchos de los huelguistas. El fin del conflicto fue presentado a la prensa como una rendición sin condiciones o más bien como un fracaso debido a los propios errores del movimiento. Supuestamente, las críticas también se daban en el interior de la organización obrera, donde se cuestionaba la estrategia seguida, y donde se decía, siempre según la prensa, que la extensión de la huelga a las basuras y la alimentación había sido un error. Lo esencial era el puerto. Los patronos lo sabían y laboraban por la intensificación del trabajo en el puerto y en los transportes. La clase patronal de Barcelona se consideraba triunfadora y así lo proclamaba abiertamente en sus comunicados y escritos. El día 13 de junio Solidaridad Obrera publicaba una nota en la que afirmaba que la huelga no estaba acabada, sino solo suspendida:
Vista la conjura de todos los mortales enemigos de la organización para ahogar brutalmente la causa que hemos defendido durante varias semanas; y visto que la única solución para defendernos del inicuo ultraje inferido a nuestra personalidad de clase era lanzarnos a un movimiento revolucionario, que no había entrado en los cálculos de la organización. En una reunión de representantes de los sindicatos, que sin que faltara uno, se acordó designar una comisión para que se trasladara al Gobierno civil a comunicar al representante del estado la resolución de la organización de levantar la huelga del ramo del transporte en las condiciones que Portela y la Federación Patronal quisieran. Las poderoses causas que han impelido a la organización a adoptar tal resolución son públicas y nadie las ignora. Nuestro gesto ha sido de serenidad y vosotros, como todo Barcelona, debéis de entender que la huelga no ha tenido una solución, sino una suspensión. Es un alto en la marcha. que reanudaremos cuando todos estimemos oportuno, y con la debida preparación para el triunfo definitivo. Y en estos momentos, en que la burguesía ha de producirse como los salvajes a la vista de rico botín, conviene que también vosotros tengáis serenidad, la máxima serenidad para afrontar las circunstancias y pensando siempre en que aquí queda una organización que necesita del esfuerzo de cada uno para fundirlo con el esfuerzo de todos, que mañana habrá de compensaros del sacrificio de hoy. Salud a todos. Por la Federación Local de Sindicatos de Barcelona, El Comité. Barcelona, 13-VII-192346
Las visitas y también los elogios, de todas las autoridades y fuerzas vivas de la ciudad al capitán general, por su gestión para acabar con el conflicto, se sucedían. El Gobierno de Madrid hacía lo propio con el gobernador civil de Barcelona. Algunos días después, el juzgado militar comenzó a dejar en libertad algunos de los detenidos acusados del reparto de hojas sediciosas. Ángel Pestaña entre ellos. Desiderio Trillas hubo de cumplir arresto subsidiario por tenencia de arma sin licencia. El marqués de Estella manifestaba: «Desaparecidas las circunstancias que habían exigido de la guarnición un gran esfuerzo, se imponía restablecer al ejército a su labor técnica47»Dos meses después se produciría el golpe de Estado que durante el trascurso de la huelga se había estado fraguando.
Después de la huelga del transporte
Ante la declaración del Sindicato de dejar a la voluntad de la autoridad civil y los patronos las condiciones del final de la huelga, el gobernador Portela comunicó a los patronos el fin de la huelga. Estos, desconcertados por el final inesperado del conflicto, se reunieron para tomar acuerdos. Portela se mostró confiado en la creencia de que la patronal mantendría las bases presentadas el 16 de junio y que estas serían las que se aplicarían en el sector, manteniendo las seis de la mañana como hora de inicio de los trabajos del puerto, tal como deseaban los patronos, aunque esto representará una molestia para la clase obrera. Aun así, esperaba que La Federación Patronal estudiaría las bases para que en la medida de lo posible fueran menos lesivas para las condiciones de trabajo de los carreteros. En este sentido, la Federación Patronal hubo de eliminar de las bases la que se refería a la eliminación del derecho de los obreros a estar asociados a sindicatos, no por su voluntad, sino porque esta era incompatible con los principios de la ley de Asociaciones, que garantizaba el derecho indiscutible a estar asociados. Más adelante, Portela, viendo que en el asunto del horario los obreros tenían la razón, hubo de intervenir, de forma indirecta decretando que no se permitiera las colas de carros frente a las estaciones antes de las siete de la mañana, ya que muchos patronos obligaban a estar en los lugares de carga antes de las cinco de la mañana para ser los primeros en cargar48.
Pero los patronos que se sentían victoriosos, lejos de mostrarse condescendientes con los huelguistas, no desaprovecharon la ocasión para tomar represalias, seleccionando al personal que acudía al trabajo. Muchos obreros se vieron rechazados, alegando los patronos que no los necesitaban de momento o que sus plazas habían sido cubiertas durante la huelga. Por esta causa quedaron sin ocupación un importante número de descargadores y carreteros. Este fue el caso del obrero carretero Josep Pascual Blanco que, tras ser despedido de su trabajo en las cuadras del anteriormente mencionado Comas Balcells, después de pedirle explicaciones, le hirió de gravedad con arma blanca49.
Ese mismo proceso se dio al aplicarse la contratación en el puerto. En el muelle hubo incidentes porque las casas de carbón encargaron la admisión del personal a dos obreros no sindicados, admitidos durante la huelga. El incidente quedó resuelto admitiéndose la petición de los obreros, de que la admisión la realizarían dos de los capataces antiguos. Los representantes del muelle del carbón pertenecientes al Sindicato Único y los del Sindicato Libre habían llegado a un acuerdo en lo que se refiere a la contratación del personal para la descarga y acarreos del puerto, dichos capataces adquirieron el compromiso de contratar tanto personal de un sindicato como de otro50. Al capataz que faltara a este compromiso se le impondría la multa de mil pesetas y el reincidente sería expulsado del puerto51. Este acuerdo de contratación forzado por las circunstancias, permitió, según denunciaba el Sindicato Único, que en el muelle del carbón trabajaran varios pistoleros del Libre, que capitaneados por un individuo apodado «El chato» se dedicaban a intimidar y a provocar a los trabajadores del Único.
El 25 de julio se celebró un gran mitin sindicalista para dar cuenta de la solución del conflicto del transporte. En su momento no se pudo celebrar debido a que el Comité de huelga tenía algunos de sus miembros en prisión o huidos. El acto contó con una imponente asistencia de público, según la prensa. Habló Bautista Marco en nombre del sindicato de transportes, para decir que. «Todos se coaligaron para formar el frente y dar la batalla a la organización obrera. El número de obreros conscientes es muy reducido y por ello no hubo más remedio que ir a una solución en contra del criterio de los elementos dirigentes. En la pasada huelga no todos cumplieron con su deber […] era imposible dar la batalla para evitar víctimas inocentes […] llegó lo que se ha llamado la solución a la huelga.
Se atacó en él a las autoridades que en nombre de la ley «arrancan a los obreros de sus hogares y les llevan a la cárcel para abortar las huelgas» La junta del sindicato de transportes tiene una misión que cumplir: que los patronos carreteros reconozcan el pacto firmado por ellos el año 1920 respecto a la duración de la jornada.
Habló Juan Peiró, que hacía pocos días que había salido de los calabozos de la jefatura de policía, en nombre de la Federación local. Denunció la cooperación prestada por el ejército a la patronal. «Acorralada la organización y con exceso de hambre sus componentes, se tuvo que solucionar la huelga». Una solución era la revolución, pero no se pudo hacer, pues por ahora no estaban capacitados, confesó. Otra solución era el sabotaje, pero les faltó tiempo. Los obreros no deberían ir, en lo sucesivo a una huelga que significase un fracaso. La burguesía no tiene necesidad de producir y no le importaba tener cerradas las fábricas y talleres. No renuncian, siguió Peiró, a las mejoras a que tienen derechos los obreros, pero deben conseguirlas sin abandonar el trabajo. Ya no irán más a la huelga, concluyó, ésta ha pasado a la historia. Hay otros medios para conseguir mejoras-
Intervino Ángel Pestaña, que salió en defensa del Comité de huelga sobre el que recaían ciertas críticas y reproches por la derrota de la huelga, y de él dijo que había dado muestras de luchar con nobleza, para enfatizar después «que se pierden las batallas, pero no las guerras, y ellos la ganaran definitivamente» «No había más que dos soluciones: o la que se ha dado, o la lucha en las calles, y esto no procedía, pues hubiera sido un sacrificio estéril porque el momento no era oportuno52».
Piñón y Trillas reaparecieron días más tarde en una asamblea de carreteros donde se procedió a nombrar una nueva comisión de Sección de carreteros. Y Trillas denunció las injusticias cometidas por el gobernador Portela y apeló a la máxima unidad para dar la batalla final a la burguesía. Habló Piñón, diciendo que el conflicto seguía en pie para ganarlo de una vez53. Faltaban pocos días para que Primo de Rivera decretase el golpe de Estado y pocos meses para que la CNT fuera ilegalizada.
Siete años después, tras la destitución de Primo de Rivera y pocos días antes de la proclamación de la Segunda República, el 9 de abril, el Sindicato de Transporte de la CNT lograba superar la negativa de las autoridades a su legalización. Fue de los últimos sindicatos en conseguirlo. El 19 de abril, celebró su primera asamblea eligiendo una nueva junta directiva encabezada por Bautista Marco y compuesta mayoritariamente por dirigentes portuarios54. Camilo Piñón, que no quiso optar a su presidencia, pero que desempeñó un papel activo en las tareas para su legalización, rememoraba en su biografía, redactada en 1989 por el historiador Manuel Lladonosa, sus trabajos tratando de rehacer el Sindicato de Transporte en esa época. Menciona su entrevista a finales de 1930 con el gobernador civil Ignacio Despujols, que le contestó «que no podía autorizar un sindicato que podía paralizar la vida de la ciudad» y su posterior viaje a Madrid, los primeros días del advenimiento de la República, para reunirse con el ministro de Justicia, Álvaro de Albornoz, y conseguir autorización para realizar asambleas para constituir de nuevo el Sindicato de Transporte, este le espectó su responsabilidad en todo lo acontecido durante la huelga de 1923 y sus consecuencias directas en los cambios políticos que sacudieron el país: «Usted estaba al frente de la huelga y del movimiento. De allí surgió todo lo que pasó55».
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1 El Diluvio. 2 de junio de 1923. p.6
2 ANC. Fons Josep Puig i Cadafalch. Codi del fons: ANC1-737-T-5516.
3 La Veu de Catalunya. 5 de junio de 1923. p.1
4 El Diluvio. 5 de junio de 1923, p. 9.
5 El Diluvio. 7 de junio de 1923, p.8.
6 Diluvio. 8 de junio de 1923. Pp.11-12
7 La Veu de Catalunya. 8 de junio de 1923, p.5
8 El Diluvio. 8 de junio de 1923, p.26.
9 La Veu de Catalunya. 11 de junio de 1923, p.6.
10 La Veu de Catalunya. 12 de junio de 1923, p. 11.
11 La Publicitat. 16 de junio de 1923, p 4.
12 La Veu de Catalunya. 15 de junio de 1923, p.5.
13 La Veu de Catalunya. 17 de junio de 1923, p.5.
14 IBARZ GELABERT, Jordi. Treballar a ciutat, p 11.
15 El Diluvio. 16 de junio de 1923, p.7.
16 GARCÍA DAZA, Francisco. (2023, enero) Patrocinadores y promotores de los Sindicatos Libres: La compañía Albiñana, Argemí y la Asociación de Hoteleros de Barcelona. SER HISTÓRICO.
17 GARCÍA DAZA, Francisco. (2022) Can Folch. Memoria de una fábrica (1882-1987). Barcelona: Editorial Carena. p. 277.
18 El Diluvio. 20 de junio de 1923, p.10.
19 El Diluvio. 28 de junio de 1923, p.12.
20 La Veu de Catalunya. 21 de junio de 1923, p.1.
21 El Diluvio. 21 de junio de 1923, p.28.
22 La Veu de Catalunya. 23 de junio de 1923, p1
23 La Veu de Catalunya. 22 de junio de 1923, p1
24 El diario del comercio. 15 de junio de 1923, p. 1.
25 El Diluvio. 22 de junio de 1923, p 13.
26 La Veu de Catalunya. 24 de junio de 1923, p.1.
27 LLADONOSA VALL-LLEBRERA, Manuel. (1989) Sindicalistes i llibertaris l’experiència de Camil Piñón, p. 24.
28 La Veu de Catalunya. 27 de junio de 1923, p.1.
29 La Veu de Catalunya. 29 de junio de 1923. p.1
30 El Diluvio. 1 de julio de 1923, p.13.
31 El Diluvio. 4 de julio de 1923, p 9.
32 La Veu de Catalunya. 6 de julio de 1923.p.1
33 El Diluvio. 6 de julio de 1923, p. 9
34 La Veu de Catalunya. 6 de julio, p. 9.
35 EL Diluvio. 6 de junio de 1923, p.9.
36 El Diluvio. 7 de julio de 1923, p.10.
37 El Diluvio. 8 de julio de 1923, p. 11.
38 Juan Colominas Maseras. Crónicas Barcelonesas. El Pueblo.12 de julio de 1923. P. ()
39 El Diluvio. 12 de julio de 1923. p.6.
40 El Diluvio.11 de julio de 1923, p.8.
41 La Veu de Catalunya. 11 de julio de 1923. p.1
42 La Veu de Catalunya. 12 de julio de 1923, p.1
43 La Veu de Catalunya. 11 de julio de 1923, p. 1.
44 La Veu de Catalunya. 14 de julio de 1923. P…
45 El Diluvio. 13 julio de 1923. P.12
46 La Veu de Catalunya. 15 de julio de 1923, p.1
47 La Publicitat. 14 de julio de 1923, p.4.
48 El Diluvio. 21 de julio de 1923, p. 13.
49 La Publicitat. 15 de agosto de 1923, p. 4.
50 El Diluvio. 14 de julio de 1923, p.10.
51 El Diluvio. 17 de julio de 1923, p.9.
52 El Diluvio. 26 de julio de 1923, p. 8
53 Solidaridad obrera. 21 de agosto de 1923. p.4
54 IBARZ GELABERT, Jordi. (2000).Treballar a ciutat: Sindicalisme I Relacións Laborals dels Estibadors del Port de Barcelona durant la II Republica (1931-1936):Edicions de la Universitat de Lleida, p.21.
55 LLADONOSA i VALL-LLEBRERA, Manuel. (1989) Sindicalistes i llibertaris: l’experiència de Camil Piñón, p.29.

