Entrevistamos en Ser Histórico a Rubén González (Madrid, 1979) cuya trayectoria arranca en radios de asociaciones de vecinos y fanzines. En 2003 se embarcó en El Embrujo, cuyo equipo en torno a 2010 fundaría la revista Godot. En el 15M presenta el concurso de bandas emergentes Wolfest. Tras el 15-M participa en Ahora Madrid al calor de las movilizaciones y Piedra contra tijera es su primer ensayo.
En el prólogo Kike Babas habla de que casi no quedan revistas en papel y que puede que haya un apagón digital donde se pierdan todos los contenidos. 1991 es el año que el punk explotó y del comienzo de internet en nuestro país. ¿Es casualidad lo de este período 1991-2021?
Muy agudo el maestro Babas, que siempre digo que es nuestro gran beatnik contemporáneo. El apagón lo estamos viviendo aunque no seamos conscientes. Se perdió el vastísimo archivo musical de MySpace, muchas biografías de grupos en internet han desaparecido y los cambios en los algoritmos de los motores de búsqueda o plataformas de streaming son invisibles para el gran público, pero devastadores para los profesionales. Una de las razones por las que hacer este voluminoso libro es que no se pierda ese conocimiento contextualizado.
Empieza en 1991 porque coincide con el último gran año del rock internacional, y porque enlaza con la crisis política y generacional de la crisis post 92 con los JJOO, la Expo o el V Centenario. Musicalmente se rompe con la marca España de los 80 (la edad de oro del pop-rock español) y surgen el bakalao, el indie, el cambio del punk como señalas, la gran ola del rock urbano y el metal alternativo (y más tarde el hip-hop, el mestizaje…) como respuesta rupturista. Internet se generaliza más tarde en España y deja profundos cambios que también intento explicar, pero es paralelo, no hay relación causal a priori.
¿Ha habido cosas que te sorprendieran haciendo la investigación de este libro?
Todo, darle sentido a todo. Vivimos en la industria del ahora y de lo que triunfa, y no tenemos tiempo para reflexionar. Reestructurar me ha ayudado a explicarme a mí mismo por qué los movimientos se han ido sucediendo como lo han hecho, y ha confirmado una impresión previa, que estaba todo mucho más relacionado con el tipo de sociedad qué fuimos (o que somos) a nivel político, musical, social…

Antes se hablaba de tribus urbanas y se vivía la música de otra manera, ¿cómo crees que se vive ahora y que pasó con esas identidades más fuertes?
Lo de las tribus es muy 80s porque coincide con el baby boom del ‘aperturismo’ franquista. En los 90s se rompe en la medida en que entra el conflicto político. El rock se radicaliza a la izquierda y se enfrenta entre otros a nichos neofascistas aglutinados en torno al bakalao. En los 2000 triunfa el marco aznarista y el individualismo rompe con ese elemento disgregador por otro más homogeneizador que ha llegado hasta nuestros días, con un rock duro generacionalmente más agotado y sin grandes relevos. Y ahora lo que vemos es el predominio de un consumo basado en las experiencias del usuario.
Actores y actrices siempre han estado más organizados y han peleados más que artistas y bandas del sector musical. La pitada a Muguruza en el 2003 fue bochornosa, sobre todo porque denunció el infame cierre de Egunkaria. ¿Sigue sin mojarse el sector musical?
Suscribo plenamente lo que dices de Fermin; no solo eso, pusieron una bomba casera en un concierto suyo en Barcelona que afortunadamente no explotó. El primero vinieron a por los vascos y luego a por los catalanes pero yo no dije nada… a la larga se ha extendido a las distintas izquierdas de contenido estatal y a los artistas y tuiteras con la Ley Mordaza. Es nefasto, pero debería hacernos reflexionar sobre cómo debemos tejer nuevas alianzas entre las izquierdas rupturistas, una vez que ha quedado claro que los pactos de la Moncloa que funcionaron para el oficialismo, ya no sirven con una derecha ultramontana. Solo se respiran las cloacas y queda mucho que limpiar en esta casa.
Cierto es que con el No a la Guerra de Irak, el mundo del cine y del teatro desbordó a la industria musical, algo que se volvió a repetir con la lectura post 15-M y el cuestionamiento al llamado régimen del 78 en numerosas producciones. Pero la música contracultural (o juvenil rebelde), y el rock en concreto, ha estado en todas las luchas. Contra el felipismo, contra el aznarato, en la crisis de 2008 y la aparición del ciclo Mareas-Podemos (Bunbury, Rozalén, Vetusta Morla, Auserón, Zahara… muchos artistas a priori ajenos politizaron también sus canciones), siempre ha habido un rock (en sentido amplio) contestatario.
Lo que pasa es que en el fondo la inestabilidad juega en contra. Pedimos al colectivo artístico un compromiso histórico que no tiene muchas veces siquiera la sociedad. Los y las artistas, que suelen ser jóvenes, luchan por sobrevivir y cuando adquieren una visión política de las cosas ya ha pasado su oportunidad. Y más en los últimos tiempos cuando la burbuja de festivales ha jugado en contra de la libertad artística homogeneizando sonidos y mensajes. Los medios de comunicación de masas funcionan en España como mero canal de divertimento y evasión y no como creadores de juicio crítico. Este el gran drama.

Hay gente que plantea que los años 90 fueron despolitizados en el sector musical, cuando fueron los años de Negu Gorriak, Barricada, Boikot, Soziedad Alkohólka, Su Ta Gar, Def Con Dos, Os Diplomáticos de Monte-Alto, Subterranean Kids, Sin Dios, Los Muertos de Cristo, Obrint Pas… Surgen recopilatorios como «Grita insumisión», a mediados de los 90 hay un resurgir de los gaztetxes… ¿Se sostiene la tesis de unos 90 despolitizados, indies y hipster?
Tú lo has dicho, no se sostiene. La aparición de estos grupos no solo dinamizó la escena, sino que la condicionó. Surgen cuando se produce una invasión terrible del sonido Miami con grandes artistas internacionales como Ricky Martin, Gloria Stefan o Paulina Rubio aterrizando en nuestro país para homogeneizar las cadenas de radio de música generalista, dando al traste con el que quizás haya sido el mejor momento creativo de la historia de nuestro país (o Estado, porque se produce en todos los territorios). El indie fue minoritario en comparación con el rock urbano, el heavy-metal, el punk, el rap y el mestizaje que se agrupan tempranamente para remar a contracorriente, y con mucho contenido contestatario.
El indie tampoco dejó de estar politizado como dices, pero lo hizo en otros términos. Penelope Trip con los insumisos asturianos, la pujanza femenina que no se dio en otras escenas con La Buena Vida, Nosoträsh o incluso Dover… lo que pasa es que si en la primera mitad de los 90 surgen muchos grupos noise, indies o poppys, a final de década ese circuito vuelve su mirada a Gran Bretaña y corta de raíz con el sustrato existente, que desaparece prácticamente hasta el 2008 en el que sus hijos recuperan el marco.
A Fermín lo abuchearon pero a los Titiriteros los detuvieron y Pablo Hásel sigue en la cárcel. ¿Qué ha fallado con la nueva política y la cultura combativa? Desde mi punto de vista la desconexión es total.
Es un drama lo de Hásel, y lo de los 6 de Zaragoza, Altsasu, Casandra, titiriteros, La Insurgencia, Valtònyc, Strawberry, el diputado Alberto Rodríguez… el desamparo es total. Pero no caigamos en el error de achacar nada a una cultura poco combativa; efectivamente influye esa falta de referentes, pero creo que en las luchas intestinas partitocráticas del final del ciclo del 15-M, que siguen tan vigentes en 2024, es en donde hay que poner el acento. Esa doctrina del shock de la que hablaba Naomi Klein y que llega hasta el arboricidio en Madrid, donde nace el gran eje de Mal y lo peor de la Corte del régimen, se aplica con contundencia. Residencias de ancianos, desmantelamiento de la sanidad y la educación, Gaza… toca volver a encontrarse en los barrios, en las ciudades pequeñas, en los pueblos. Y las artistas deben ser pieza fundamental.
¿Cómo crees que va a impactar la Inteligencia Artificial en el sector musical?
Ni idea, la verdad. A la industria evidentemente sí, sobre todo a la que no se ve. Música para anuncios, películas, televisión… ya lo hemos vivido de manera primitiva con la Rueda o Spotify inundando el espacio de contenido ‘fake’. Eso conllevará más precariedad, más inestabilidad, y más flujo de dinero huyendo de abajo arriba (Marx ya lo llamó la acumulación de capital), igual que los festivales y los “realities”. Quiero creer que en la escena underground vendrá pronto una nueva generación que vuelva a buscar esa autenticidad en el cómo. Más radicalizada y que ponga en jaque el oficialismo empezando por tejer nuevos puntos de encuentro al margen de los demás. Y que nuestra generación no sea un tapón.
Periodistas como Patricia Godes, Oriol Llopis, Fernando Navarro, Kike Babas y Kike Turrón… trabajos como «El Libro De La Salsa» de César Miguel Rondón, «El Estado de las Cosas de Kortatu: Lucha, fiesta y guerra sucia» de Roberto Herreros e Isidro López… son para mí referentes básicos. ¿Cuáles son los tuyos y qué libros te han ayudado en el recorrido que has hecho?
El Estado de las Cosas es un librazo, y los Kikes son grandes referentes, biografías como las de Boikot, Reincidentes, Enemigos, Siniestro o Leño son muy buenas. Me gustan las obras integrales, no reportajes largos en forma de libros, “Pequeño Circo” y “Macrofestivales” de Nando Cruz, “Poder Freak” de Jaime Gonzalo, “El Rumor de los suburbios” y “Músicas contra el Poder” de Valentín Ladrero, “Las mujeres del rock. Su historia” de Anabel Vélez… ahora mismo estoy con “El diablo vino a mí” de Monty Peiró, un estudio antropológico sobre género, drogas y rock and roll, muy bueno.
Mójate: ¿cuáles son para ti los cinco mejores discos de las bandas que aparecen en tu libro?
Afortunadamente la música no es una competición (como parece ser todo lo demás en esta vida) y se puede picar de allí y allá, y disfrutar de todo. Tampoco quiero ponerme pequeñoburgués, porque los gustos no deben ser medida para hablar de arte o cultura, así que estos debates dejémoselos a los snobs, que abundan en nuestra sociedad y en la industria musical.
Pero sin contar a S.A. que es obvio por el título, te cuento por ejemplo cinco de los que sí me han cambiado la vida y creo que se la han cambiado a muchas otras también. Reincidentes (Nunca es tarde si la dicha es buena) porque representa el culmen de rock contestatario a nivel de éxito y contenido, y aúna los estilos del resto de su generación; Vetusta Morla (Un día en el mundo), por su belleza y compromiso (Beirut, Tinduf, Lorca, asamblearismo…), y su calidez humana, mi trato con ellos ha sido de un cariño y respeto mutuo maravilloso; Riot Propaganda, la unión de los Chikos del Maíz con Habeas Corpus, porque nos enseñó a dejar de luchar contra la crisis para hacerlo contra el capitalismo; Zahara (La pareja tóxica) por su folk superlativo de autora con un discurso increíble; y Berri Txarrak (Eskuak/Ukabilak), porque aúna todo lo mejor de NG, evolucionó con los tiempos del rock alternativo en este largo s.XXI, y porque ha demostrado que los idiomas son la riqueza que tenemos los pueblos, puentes de entendimiento y no fronteras que nos quieren imponer los de la carcunda reaccionaria. Gorka es un buen tipo, mola ser fan de los Berri.
¿Algo más que añadir?
Como dice mi editor, este libro no cierra nada, pretende abrir puertas y recorrer caminos colectivos. Gracias por creer que puedo aportar algo a vuestras lectoras con esta entrevista.

