Compartimos la reseña que Julián Vadillo ha tenido la amabilidad de hacer del trabajo de Carlos Coca, Ácratas y revolucionarios por Zamora. Estudios y artículos (Karrazka Banaketak, 2024).
Hay textos que por los directos que son y por su simpleza a la hora de trasmitir conocimiento se quedan indelebles en la mente de todo aquel que lo lee. Y eso no es tarea fácil, aunque sea lo deseado por el autor. Igualmente, no hace falta construir grandes historias para trasmitir grandes conocimientos. Y estas ambas cuestiones son dos constantes en los escritos del zamorano Carlos Coca Durán.
A Carlos le conozco desde hace ya bastantes años y me consta de su tesón en la busca de información que reconstruya la historia del movimiento libertario en una provincia como Zamora. Con una actividad sin fin, el profesor Coca Durán nos lleva deleitando desde hace tiempo con toda una serie de escritos que han colocado en el mapa libertario una provincia en la que nunca se repara cuando se habla del anarquismo español. Y esto es ya una de las grandes aportaciones a la reciente historiografía del movimiento libertario.
El libro que hoy se reseña lleva por título Ácratas y revolucionarios por Zamora. Estudios y artículos, no es sino una colección de pequeños textos que por separado quizá poco nos digan, pero viéndolo en su conjunto nos hace una idea de la ingente labor recopilatoria del autor.
Cuando hablamos del anarquismo estamos acostumbrados a fijarnos en los grandes procesos iniciados en los centros neurálgicos de la Idea, tales como Cataluña, Aragón, País Valenciano o Andalucía. Quizá también podríamos poner en este eje a Asturias o, inclusive, a Madrid, aunque los estudios pormenorizados de estas zonas son bastantes más escasos. Solo este panorama nos haría pensar que en el resto del territorio español el anarquismo era inexistente o como mucho anecdótico. Y esto es algo que esta alejado de la realidad cuando descendemos a las fuentes primerias.
Bien es cierto que hay lugares donde el anarquismo y el anarcosindicalismo no ocuparon un lugar hegemónico. Fueron fuerzas minoritarias o, incluso, en algunos casos residuales. Pero esa marginalidad ha provocado que nadie ponga el foco o la atención sobre las mismas. Es más, en muchas ocasiones esa marginalidad es ficticia, dado que hay que analizar los contextos sociales del movimiento obrero y considerar donde militaban los libertarios. No siempre los hacían en las clásicas organizaciones del movimiento libertario, sino que en muchas otras los rastreamos en sociedades obreras de otros sindicatos o impulsando iniciativas de carácter educativo y cultural que sirvió como espoleta ideológica. No perdamos en ningún caso de vista los Ateneos Sindicalistas o los Centros de Estudios Sociales, auténticas universidades del anarquismo español.

Hay que decir que muchos de estos presupuestos se cumplen en las obras de Carlos Coca en general y en este libro en particular. Sin desentrañar ningún aspecto de este texto, me gustaría resaltar algunas virtudes que le otorgan una categoría de obra de lectura recomendada.
Algunos de los capítulos que toca me parecen de una extraordinaria actualidad para colocar en su justa medida algunas cuestiones que por desgracia caen en lugares comunes. El aspecto analizado de Sefarad y los sefardíes me parece de una necesidad imperiosa. En un momento donde el concepto de “judío” se asimila a las políticas genocidas de un Estado en concreto como el de Israel, conviene recordar que hay que distinguir varias cuestiones. Judío no es igual que sionista. Y la cultura judía en su extensión y su proyección cultural ha aportado grandes cosas a nuestro país y a nuestro entorno. Ese sentimiento de añoranza de Sefarad, por parte de aquellos judíos expulsados por el odio y el antisemitismo de los Reyes Católicos, estuvo siempre presente en generaciones posteriores que no solo han conservado llaves de casas ya inexistentes, sino que han mantenido un idioma que se entrelaza con la actualidad.
Persecuciones que no terminaron a lo largo de la historia y que culminaron con el Holocausto del siglo XX contra el pueblo judío (y contra el gitano y otras minorías). Quizá lo realmente terrible y triste de todas estas lecciones es que después de siglos de persecución, de apartheid social y político, algunos no han aprendido nada y repiten de forma grosera y criminal algunas actuaciones hoy en la tierra Palestina. Pero el movimiento libertario siempre tuvo una pata hebrea que hablaba de la integración general, de la solidaridad entre los pueblos y de la negatividad del nacionalismo. Es de necesidad rescatar este tipo de historias.
Otro aspecto que destacar en el escrito de Carlos Coca, son los personajes vinculados a Zamora que él rescata y reivindica. Además, aquí tengo la sensibilidad que uno de ellos, León Felipe, no deja de ser uno de mis poetas de cabecera. Leer las páginas de su vinculación a Zamora no deja de acércame más a un personaje apasionante y apenas conocido en nuestras aulas. El otro es Jacinto Toryho, al que leí hace mucho tiempo y sobre el que tengo que dar las gracias al autor de este libro para entenderle con otro prisma. Recuerdo que hace ya mucho años leí No éramos tan malos, en una edición clásica de G. del Toro y que encontré en la Cuesta de Moyano por apenas 100 pesetas. Tras leer aquel libro y otros aspectos biográficos de Toryho siempre me quedó la impronta de un personaje gris con aspecto jesuítico que había evolucionado desde su colaboración en la prensa católica de la órbita de Herrera Oria hasta su vinculación sin fisuras al movimiento libertario. Esos personajes curiosos de la Historia, como también lo fue Salvador Cánovas Cervantes en su evolución ideológica, que en un momento dado perdí la pista. Gracias a Carlos la volvía retomar y a interesarme por Toryho. Además, fue gracias a los escritos de Carlos donde aprendí que el personaje era de un pueblo de Zamora (Villanueva del Campo) y no de Palencia u otros lugares de Castilla donde lo ubicaban otras fuentes.
Gracias Carlos Coca, Zamora no es una fría provincia en el mapa. Él nos rescata como numerosos extranjeros de primer nivel, de esos que marcaban tendencia en la época pasaron por las tierras zamoranas. Quien se iba a imaginar que Ilya Ehrenburg, gran cronista de época, que ofreció una visión de los inicios de la República española y luego corresponsal durante la Guerra de España, dejó una impronta de Zamora. En la misma línea estarían las figuras de Waldo Frank y Rosa Zimmerman, que cierra ese círculo de judíos antifascistas.
Y como no podía ser de otra manera, a pesar de que el movimiento libertario zamorano no fuera el mayoritario, gracias a ellos se desarrollaron interesantes iniciativas educativas que llevó a Zamora a ser una referencia en el aprendizaje del esperanto. Algo que no era inusual en las capitales de provincia. Guadalajara fue una de las pocas capitales en España que contó, desde finales del siglo XIX, con círculos volapukistas. El esperanto, algo más extendido, sí que encontró una veta entre los libertarios españoles y Zamora no le fue a la zaga. Como tampoco en experiencias educativas dentro de la pedagogía racionalista al estilo de Ferrer Guardia.
Para finalizar esta breve reseña, solo he de decir que quizá no estábamos hablando de una obra angular en la historiografía del movimiento libertario. Pero Carlos Coca, con pasión y criterio, ha recopilado una serie de textos de los que he disfrutado página a página y donde he aprendido y corroborado que en los lugares más pequeños se puede forjar las historias más grandes.
Lectura muy recomendada.
Julián Vadillo Muñoz.

