Urbanismo

Els Encants: la pervivencia de un antiguo mercado medieval

En la actualidad, determinadas expresiones o costumbres han pasado a formar parte de nuestro vocabulario habitual, sin reparar que algunas de ellas se llevan arrastrando siglos, en parte debido a la pervivencia en nuestro tiempo de una reliquia viva de nuestro pasado más remoto, y más aún al tener la misma casi ocho siglos, como es el caso dels Encants. Lo que ha permitido conservar su nombre, sus usos, sus normas y los hábitos de la época medieval en la actual Barcelona.

Los viejos mercados de objetos de segunda mano

De intentar ser objetivos, habrá que admitir que los mercados de objetos usados más conocidos que existen en las grandes ciudades europeas se han transformado hoy en día, guste o no y con indiferencia de que puedan resultar más o menos pintorescos, en importantes centros de atracción turística y por ende económica. Teniendo en cuenta que en todos los casos, y con la excepción dels Encants de Barcelona, todos ellos son de origen relativamente reciente, tal como vamos a ver.

Así en el ámbito geográfico más próximo, El Rastro de Madrid, siendo antiguo, es mucho más joven que los Encants de Barcelona, teniendo en cuenta que es el segundo mercado de aquellas características más antiguo de Europa, al remontarse sus orígenes a 1740. En París, el mercado más antiguo, el del Carreau du Templees posterior al madrileño, dado que su andadura se inició en 1802, mientras que el conocido mercado de Marchés aux Puces, se inauguro en 1885.

De pasar a Inglaterra, el pintoresco mercado de Portobello Road Marketen Londresabrió sus puertas al público en 1940, o sea ya en pleno siglo XX. Al igual que sucede con el mercado de Ámsterdam, el Waterlooplein, queen su versión actual,se inauguro en la misma época que el inglés, mientras que el mercado de Porta Porteseen Roma, se puso en marcha durante la década de los 60 del mismo siglo XX. Visto el balance se puede afirmar sin menoscabo alguno que los Encants de Barcelona y el Rastro de Madrid, son los mercados de segunda mano más antiguos de Europa, pero ganando por goleada el de Barcelona.

La problemática de los mercados de segunda mano

Los mercados de segunda mano, con indiferencia de su constante y continua presencia en las modernas ciudades, y a pesar de figurar de forma destacada en las guías turísticas actuales, dado su indiscutible atractivo, resulta que están muy poco muy estudiados, tanto desde su vertiente económica como bajo su aspecto histórico o cultural.

El crecimiento contemporáneo de las grandes ciudades occidentales, que en su momento significó una notable expansión de aquel tipo de ventas, dio paso a la posterior negación de aquellos mercados por parte del modernismo, al considerarlos más propios de una economía superada, y por tanto destinados a desaparecer.

En otros momentos fueron clasificados cómo fenómenos incómodos, a los que había que controlar y reordenar, al ser poco o nada compatibles con las imperante moda del embellecimiento urbano, y por tanto poco decorosos por razones estéticas y morales. Pero sobre todo por razones higiénicas. no faltando razones para ello, dado el origen primero de una parte de los objetos que en ellos se estaba poniendo a la venta, al llegarse a vender en determinadas ocasiones la ropa usada por los hospitales tras las constantes pandemias, o la ropa particular de los propios enfermos o fallecidos en dichas pandemias, cuando existía una orden gubernativa de quemarlas en ambos casos, pero la miseria no entendía de infecciones, ya que los pobres también tenían derecho a sabanas o ropas de abrigo, con indiferencia de su procedencia.

Pero al final primaron más los motivos económicos, al pasar a venderse en dicho mercado artículos nuevos relativamente nuevos. En su caso los artículos que estaban fuera de temporada o los que eran restos de de stocks, a modo de los modernos “outlets”. Asunto que desató la controversia entre el sector de comerciantes barceloneses que se dedicaban de normal a la venta de aquellos mismos artículos y los en cantistas, a los que acusaron de competencia desleal al comercio ordinario. Y una parte de razón tenían los comerciantes de nuevo, dado que como mercado de segunda mano los Encants estaban regidos por otro tipo de legislación, incluida la tributaria, en ambos casos más beneficiosa a favor de los Encants.

Tambien hubo tiempos en que las muchas reformas ordenadas desde el ámbito municipal, en el caso de Barcelona, propició que en cierto modo se rompiera el hilo que ligaba a los Encants con sus antiguos antecedentes históricos, dando lugar así a que pasaran a ser considerados como un fenómeno pintoresco y por lo mismo poco relevante en el devenir tanto histórico como económico de la ciudad. Lo que finalmente dio en que algunos sectores pasaran a considerarlos un simple mercado marginal.

Olvidándose así que en el contexto actual, el mercado de los Encants barceloneses de ser hipotéticamente comparado con sus iguales, tanto a nivel o español como extranjero, tiene como merito propio su carácter excepcional, nada más sea por el hecho singular de haber conseguido mantener, durante siglos, una clarísima ligazón histórica con sus lejanos orígenes medievales, a gran diferencia de todos sus competidores, ya que ninguno de ellos posee semejante pedigrí.


1.- Los Encants en el Camp del Insecticida, 1938, Arxiu Casa Ardiaca

De ahí que resulte ridículo tratar de realizar dicha comparación con cualquiera de ellos, como acostumbra a hacer más de un despistado periodista local, al hablar de él cada vez que surge la ocasión, al no tener ninguno de ellos, por ejemplo, la singularidad de las subastas diarias que poseen los Encants, al igual que acaecía en la baja Edad Media.

Un intento por modernizarlos

Otra gran diferencia reside en la voluntad mantenida por los Encantes de Barcelona por evolucionar. Voluntad expresada por escrito en 1916, por su director de entonces Juan Martorell Alegret, en su trabajo, “Memoria sobre el Mercado de los Encantes y Feria de Bellcaire”,al proponer en la misma al Ayuntamiento de la ciudad la creación de un gran mercado, con la idea de poner en marcha en él lo que hoy se conoce como “reciclaje”, a la par que abría la posibilidad de habilitar una parte de sus propios almacenes, con la intención de custodiar en ellos los ajuares de las familias que en en aquel tiempo se desahuciaban por impagos de alquileres, asunto aquel del cual el Ayuntamiento no se hacía cargo. Del mismo modo que se ofrecían para guardar también en los mismos las mercancías procedentes de quiebras o de suspensiones de pago, pendientes por tanto de una subasta judicial, Solución última que hoy en día se denomina “trasteros”, y anteriormente guardamuebles. Asuntos todos, que después de más de 100 años todavía resultan tristemente actuales.

Otra de las novedades era que aquel mercado propuesto por Martorell tendría que ubicarse en un moderno local de obra y no en barracones provisionales, que se tendría que denominar “Hotel de Ventas”. Propuesta novedosa que se contraponía como respuesta a las ideas que en aquel momento tenía el propio ayuntamiento barcelonés, ya que éste se estaba planteando seriamente la supresión total y absoluta del mercado de los Encantes, al considerar el consistorio de aquel momento que dicho mercado municipal era un elemento urbano a extinguir, a causa de muchas presiones de todo tipo.

Propuesta de fácil realización al haber sido los Encants durante siglos un elemento permitido y tolerado, pero en situación administrativa de “precario”, y por tanto susceptible de ser suprimido en el momento mismo que le pudiera interesar al Ayuntamiento. Y es que los pobres comerciantes del mismo para la institución representaban muy poco, al cobrar solo un tanto por metro lineal.

De ahí que cada vez que el Ayuntamiento decidía ensanchar los límites Barcelona a nivel urbanístico, los Encants eran automáticamente desterrados a la periferia de la ciudad, al igual que se hacía durante la Edad Media con todos los llamados “oficios viles”, que por ley eran obligados a ubicarse fuera de las murallas de la ciudad 1.


2.- Niños de las familias de los Encants, 1961, Adela Dancausa

El origen del primitivo nombre de Encants

Otra de las pruebas de la remota antigüedad del mercado, y con indiferencia de las muchas y variadas especulaciones que corren o han corrido referidas al origen del nombre de los Encantes de Barcelona, muchas de ellas erróneas, es evidente que dicha denominación no es insólita ni pintoresca, puesto que ya en la baja edad media el término Encants era un apelativo de uso muy común.

De hecho dicho nombre de Encants provenía del latín, in quantum, o del occitano en cant, términoscon los cualesse designaba el lugar o los lugares donde de forma habitual se realizaban ventas mediante subasta pública, o almoneda, de los bienes muebles procedentes de las liquidaciones testamentarias, de los mandamientos judiciales, o por deudas fiscales, pero que en todos los casos eran adjudicados a la persona que ofrecía mayor precio por el lote a la venta y por lo general con la ayuda de un llamado corredor de encant o de coll.

Costumbre medieval que enraizaba con las antiquisimas subastas de la época del desaparecido imperio romano, y por lo mismodenominación que provenía del latín sub-asta, “bajo la lanza”, que rememoraba una ceremonia de la aquella época, como era el habitual reparto de las tierras conquistadas, entre los soldados participantes en las campañas, que al ser asignada se señalaba, de forma notoria, hincando una lanza en la parcela que le había tocado en suerte al afortunado legionario del momento.

Del mismo modo que cuando los mismos soldados ponían a venta pública los frutos de sus saqueos y rapiñas, bajo la lanza, no era una bandera la que señalaba el lugar sino su propia pilum o lanza legionaria, origen de aquel denigrante nego­cio militar, realizándose seguidamente las correspondientes ventas o subastas ante la misma.

De ahí que en alguna época concreta los comerciantes dels Encantes fueran denominados de forma despectiva, “regatones”, haciendo mención así a la contera o extremo final de la lanza, o de un bastón2. La bandera a la que antes se ha hecho referencia apareció en épocas posteriores, como señal indicativa de que delante de ella estaba el lugar donde se realizaría la subasta.

Remarcar también que el comentario: “…las ventas se hacían al encant… pregonando un hombre pagado al efecto…”, es aún más clarificador, incluso si cabe, que el referi­do al tema de las subastas3. Pues sin entrar en grandes honduras etimológicas, la RAE 4 nos dice; “Encante”, “del catalán, en,cant, en cuanto, nombre masculino, lugar en que se hacen ventas en pública subasta, poco usado, venta en pública subasta”.

El ritual de las subastas o almonedas

Por otra parte, toda subas­ta o almoneda, al igual que las actuales, re­quería y requiere un ritual idénti­co. Una mercancía que subastar, el subas­tador o subastero subido en una tari­ma, y el canto monóto­no del mismo, cre­cien­te o decreciente, hasta la adjudicación final de la mercancía objeto de la venta. Siendo el sujeto principal de toda la ceremo­nia el propio agente subastador, que de hecho es fedatario público de dicha transacción comercial. La existencia de dicha figura del subastador, ya indicaría de por sí, la propia existencia física de los Encants, tal como continua realizándose en la actualidad.

Es más, el término en cuestión Encants no es de uso exclusivo en Cataluña, dado que en Marsella había en tiempos una plaza llamada Place des Encans (o también Inquans), y aunque el término se haya perdido en Francia en la actualidad, todavía subsiste en el Quebec francés. Sin embargo es evidente que en Barcelona la persistencia del mismo nombre da fe de la venerable continuidad de dicho mercado, convertido hoy en día en un normalizado mercado municipal.

Antigüedad que asociada a una larga y azarosa historia le presta un impagable valor añadido, que le permite reivindicar su propia continuidad en un tiempo cambiante, pero hoy en día ya sin necesidad alguna de leyendas interesadas, que en tiempos pasados sirvieron para justificar la necesidad de su pervivencia, en su constante lucha contra su liquidación definitiva a manos de los funcionarios municipales. Y más aún al ser constantemente expulsados de diferentes barrios, como si fueran unos apestados y conforme la ciudad seguía creciendo.

En su caso al ser considerado aquel negocio un oficio vil más a extinguir, tal como ha acontecido con el gremio de los drapaires o traperos, que hemos visto desaparecer definitivamente de nuestras calles, substituidos ahora por unos camiones de empresa dedicados a vaciar pisos u oficinas, o los libreros de viejo en plena fase de desaparición.


3.- Los Encants Vells, vista aérea, 2012, Archivo autor

Breve historia de los Encants de Barcelona

De creer a las fuentes, alguna de ellas apunta a que durante los primeros años del reinado de Jaime I el Conquistador, Barcelona padeció una epidemia de carácter desconocido en aquel tiempo, historia que menciona en el año 1231 un oscuro cronista, que también explica que para evitar el contagio se dispuso, por parte de la autoridad municipal, que las ropas y los muebles de las casas donde había muerto algún enfermo de aquel extraño y terrible mal, se deberían quemar o pasar a vender “al encant” fuera de las murallas de la ciudad.

De esta forma todos los efectos destinados a dicha venta eran llevados a un huerto llamado el ”Calet” 5 (probablemente el mismo lugar que con el tiempo se denominaría el “Canyet” 6) donde bajo la “sub-asta” que señalaba el lugar destinadoal vendedor, hombrespagados a tal efecto, llamados entonces “corredors”, pregonaban en voz alta, “al encant”, el valor de los lotes que se estaban subastando.

Pero, la primera noticia de la existencia en la ciudad de Barcelona de un Encant propiamente dicho, se produce hacia 1251. Dicha fecha se conoce gracias a la existencia de una memoria de ordenanzas municipales, en la cual se regulan las obligaciones de los “corredors de coll i trompa”, que ejercíansu actividad en los porches, o” voltes”, de la plaza de Sant Jaume de Barcelona, es de suponer que bajo los claustros de la iglesia homónima, hoy desaparecida. Por otra parte, en aquel tiempo, los vendedores de l´Encant eran en su gran mayoría judíos, prueba de ello era que sus locales estaban situados en las cercanías del Call, y su negocio en aquel tiempo estaba limitado a la venta de ropa vieja y usada y joyas.

En el año 1544, con motivo de una concordia entre los Consellers de la ciudad y el Capítulo catedralicio, el señor obispo del momento renunció a un huerto situado justo al lado de su palacio, lo que permitió poder realizar las obras de introdución del agua corriente en la Plaza de Sant Jaume, y a su vez la reforma de la Plaza Nova, situada frente a la muralla de la ciudad.

Tres años más tarde, por otras ordenanzas municipales, se vuelve a tener noticias de una autorización que hacía referencia a que cuando se retirasen los comerciantes de hortalizas y de aves vivas, situados en la dicha Plaza Nova y después del mediodía, sus lugares de venta los podrían ocupar los vendedores de muebles y de artículos de madera.

Unos años antes, en 1378, los antiguas Atarazanas del Regomir fueran trasladadas a su actual emplazamiento situado al final de las Ramblas barcelonesas, quedando así un gran espacio por habilitar. Este hecho, unido a la reforma del viejo barrio judío, tras producirse las terribles matanzas en el Call barcelonés de 1391, dio pie en 1396 para realizar la urbanización de la Plaza de Sant Jaume.

Momento que aprovechó el Ayuntamiento barcelonés para trasladar el antiguo Encant de la plaza Sant Jaume, que de aquel modo fue afincado al lado de la Lotja (Lonja), “a sol ponent”, situándolo muy próximo a las conocidas Voltes de la Ribera de Mar y a las Voltes d’en Guayta, lugar donde estaba ubicado, a orillas de la playa, el antiguo Mercat del Vi. Para ello, se dio orden de levantar unos mojones numerados de piedra, que tendrían que servir para marcar las correspondientes paradas, construyéndose además tres “taulas” o “bancs” de “subasta”.

A finales del siglo XV se da una orden a los mercaderes y traperos del Encant que les autorizaba a poder comprar mercancías “de sol a sol”, medida encaminada a evitar los robos y las ventas clandestinas nocturnas, de todo tipo de mercancías, substraídas en muchos casos por esclavos, sirvientes o escuderos de casas de familias barcelonesas pudientes. A principios del siglo siguiente, entre la iglesia de Betlem y el Palau de la Virreina, en la actual Rambla, se creó el Mercat del Ferro, origen primero de la que años después será la Fira del Bellcaire.

Al poblarse las Ramblas, y con la construcción de la casa Moya en la esquina de Porta Ferrisa, dicho mercado, que abría solo los domingos, pasó a ser trasladado al paseo de L’Esplanada que ocupaba en aquel tiempo el espacio comprendido desde Portal Nou hasta cerca de las Forques, aproximadamente desde el Arc de Triomf hasta el antiguo Mercat del Born.

En 1507, entre la Lotja y la Font del Angel 7, que presidía hacía años la plaza dels Encants se edificó la capilla de Sant Sebastiá, patrón contra las epidemias de peste. Unos años más tarde, junto a dicha capilla, se edificara el convento de Sant Sebastiá donde se podía venerar a la Mare de Déu de la Canal dels Encants, lo que dara pie a que dicha plaza se denominara indistintamente de Sant Sebastía o dels Encants .

Por aquellas mismas fechas los sastres de vell (viejo) son autorizados a la venta simultánea de libros usados, por mediación de “corredores de coll”, en las Plazas de Sant Jaume, Plaza Nova y en la de los Encants. Al final de aquel siglo, y para evitar los abusos, en els Encants la ropa comprada debe ser expuesta en escaparates o sobre una pértiga durante mínimo seis días, antes de poder realizarse su venta, para evitar que la misma fuera fruto de robos. Al final de aquel siglo el Consell de Cent le recuerda al Virrey gobernador, nombrado por el rey, que los encantistas están exentos de llevar el obligatorio libro de registro de compras.

En el siglo XVII se tienen noticias de las primeras venta de esclavos en los Encants. La condición básica para su venta era que dichos esclavos deberían ser de segunda mano o con algún notorio defecto físico. Estos esclavos mayoritariamente eran de procedencia árabe, sarda, albanesa o griega. En 1661 se vende en subasta en los Encants los efectos personales del antiguo conseller Pau Claris. En 1719, y tras la toma de la ciudad por las tropas de Felipe V, y el derribo del barrio de la Ribera de Garbi para poder construir en aquel espacio la Ciudadela, se ordena que els Encants abran solo los lunes, miércoles y viernes. A final de aquel siglo se procede al derribo de la fuente del Ángel que presidía la plaza de los Encantes y se substituye la misma por una pirámide.

Durante los años de ocupación francesa, 1808-1814, la Fira del Bellcaire, que estaba extramuros, se vuelve a instalar en su lugar primitivo de las Ramblas. Al ser reconquistada la ciudad por las tropas españolas, la Fira es cerrada por orden del gobernador militar, volviendose a reabrir nuevamente en 1822 en el Portal Nou, aunque solo los domingos. Una parte de dicha Fira, en 1835, pasa destinada a la calle del Consolat, junto a la Lotja (Lonja), mientras los Encants, conocidos ya en aquellas fechas por Encants Vells ocupan toda la plaza de Sant Sebastía, espacio que correspondería hoy en día a la antigua plaza de Antonio López, rebautizada en diciembre de 2021, con los nombres indistintos de Idrissa Diallo o Correus, olvidando que en 1936, la plaza recibió el nombre de Capitán Biardeau, héroe de octubre de 1934, nombre que suprimió, como muchos otros, la dictadura franquista en 19398.

En 1865, al urbanizarse la Explanada 9, la Fira del Bellcaire se traslada a las afueras del portal de Sant Antonio, que ya había sido derribado unos años antes, y que había estado situado junto a la muralla medieval. En 1869 se elabora un proyecto para trasladar als Encants Vells al Paseo de San Juan, donde son ubicados en 1877. En 1886 se elabora otro nuevo proyecto, con la pretensión de ubicarlos en un denominado Hotel de Ventas, una especie de galerías comerciales, que seguían la moda europea. Local que deberían tener su sede entre las calles de Pallars, Almogávares, Roger de Flor y Salón de San Juan.

Dos años más tarde, y con motivo de la Exposición Universal de Barcelona, y con la idea de que los visitantes no tuvieran una mala visión de la ciudad, los Encants son trasladados por orden del ayuntamiento a las calles Urgell, Borrell y Tamarit, muy cerca del mercado de Sant Antoni, nuevo mercado municipal que se había inaugurado seis años antes, en 1882.

Estos nuevos Encants abrirán al público los lunes, miércoles y viernes, mientras la Fira del Bellcaire, afincada en aquellas fechas en el Paseo de Cruz Cubierta, abre solo los domingos y dias festivos. Cuando se decrete, en 1918, el domingo como fiesta obligatoria, la Fira del Bellcaire será autorizada a que abra, en substitución de aquel día, los sábados.

En la Plaza de las Glorias

En marzo de 1928, parte de estos comerciantes de los Encants de Cruz Cubierta forzados por el Ayuntamiento al estar próxima la celebración de la Exposición de 1929, deciden trasladarse, de forma voluntaria, a unos huertos de la nonata plaza de las Glorias, terrenos que de hecho habían formado parte de una antigua finca agrícola llamada Albiana, lugar conocido entonces como Camp del Sidral. Lugar que en aquel momento era un caótico cruce de caminos y de vías férreas que tardarán todavía muchos años en ser una auténtica plaza, pero donde existe en aquel momento una fabrica de insecticidas, propiedad del francés Antonio Caubet, y otra de paraguas, propiedad del conocido Pío Rupert Laporta.

Mientras tanto, en 1931, una parte de aquellos mismos comerciantes hartos de tanta trashumancia y por no continuar en “precario”, alquilan lo que había sido el terreno d el campo de futbol del Centre d’Esports Martinenc, situado entre el carrer de València-Dos de Maig, donde se crea una cooperativa conocida popularmente como «Els Encants Nous«, la misma que en la actualidad todavía pervive, afincada en las galerías comerciales del mismo nombre, y cuya existencia dio nombre a la correspondiente parada de Metro actual.

Un año más tarde, dentro de aquella hipotética plaza de las Glorias se les obliga a tener que desplazarse al llamado Camp de l’Insecticida, teniendo que situarse las paradas pegadas a la pared de la empresa Antonio Caubet, famosa firma comercial de origen francés, dedicada a la fabricación de todo tipo de insecticidas, y con su central en Francia .

Concluida la guerra civil en 1939, en los Encantes de Glorias, dada la miseria imperante y las consiguientes persecuciones políticas, era relativamente fácil encontrar trapicheando en aquel rincón de la ciudad a viejos anarquistas dedicados a los más múltiples “negocios”, como reparación de muebles de segunda mano, a la pintura, a la chatarrería, a la venta de ropa usada, o a la venta de vajillas usadas y nuevas, como fue en caso de la familia directa de Abel Paz, los Escámez, de la cual todavía pervive en él uno de sus miembros. Del mismo modo que se los podía encontrar ejerciendo de libreros de segunda mano en las antiguas barracas de libros situadas al lado de Atarazanas, otro de los oficios propios, donde yo llegue a conocer a más de uno, al llevarme los domingos mi padre cuando era niño a husmear por el lugar, conservando más de uno de aquellos viejos libros, con ediciones anteriores a la guerra.


4.- Plaza de las Glorias en 1928, Archivo fotográfico de Barcelona

Pero lo que dará origen al actual mercado será la unificación, en 1941, de los Encants Vells con la antigua Fire del Bellcaire y en el mismo lugar de la plaza de las Glorias. De esta manera quedaran los dos mercados repartidos entre las dos aceras de la calle del Dos de Maig, cubriendo el espacio de la antigua harinera la Mercedes y la vieja y desaparecida estación de tren de Vies Noves, lugar donde en la actualidad se alza en Teatro Nacional.

Espacio del que no se moverán en los próximos 72 años, y siempre en la situación administrativa de “precario”, lo que no privaba que en sus cochambrosas barracas, asoladas por tormentas de agua o por pavorosos incendios, vivieran, durante muchos años, numerosas familias con niños incluidos. Situación que concluyó de forma definitiva en septiembre de 2013, momento en que fueron trasladados a su actual emplazamiento, al otro lado de la plaza en el tramo de la avenida Meridiana dirección a Marina, y justo al lado del Teatre Nacional. Siendo éste el tercer emplazamiento de los Encants Vells dentro de la misma plaza de les Glòries y el séptimo de su periplo viajero por toda la ciudad de Barcelona, esperando y deseando que en este caso sea su último y definitivo viaje.

Los orígenes de la Fira de Bellcaire

Hasta hace muy poco tiempo, ha existido una considerable confusión entre los Encants propiamente dichos y la llamada Fira de Bellcaire. Sin embargo, contra los que defienden el origen medieval de la Fira de Bellcaire, una reciente investigación del Taller de Historia del Clot-Camp de l’Arpa, demuestra con claridad que dicha Fira apareció y se consolidó en los inicios del siglo XIX.

Corrobora lo anterior un explícito comentario del propio Gobernador de la época, que apareció en el Diario de Barcelona de 24 de enero de 1816: “… es verdaderamente una feria o mercado que, introducido durante la ocupación de esta ciudad por las huestes enemigas, ha seguido después sin ninguna autoridad”. Comentario que subraya así el carácter foráneo y falto de legitimidad histórica de aquella Fira, al ser un vulgar mercado, pensado únicamente para vender el producto de la rapiña del ejército francés invasor de 1808, el de Napoleón.

De aquel modo, desde la llegada de los franceses en 1808 y hasta 1816, la Fira de Bellcaire estuvo localizada en las Ramblas de Barcelona, extendiéndose desde el Palacio Moja hasta el cuartel dels Estudis, en la actualidad Canaletas. Así, después de diversas prohibiciones de las autoridades barcelonesas, en 1822, la venta de ropa vieja y otros trastos fue trasladada al paseo de la Explanada, situado entre el Born y el convento de Sant Agustí Vell.

Finalmente, en 1835 una parte de aquella misma feria pasó a las hoy llamadas Voltas dels Encants, junto al carre Consulat, traslado que propició la confusión que dura hasta hoy.

Con todo, la distinción era muy clara. La Fira de Bellcaire solo se celebraba los domingos, mientras que los Encants disponían de tres días laborables: lunes, miércoles y viernes. En 1881, la Fira de Bellcaire finalmente fue desplazada al paseo de la Creu Coberta, a las afueras del portal de Sant Antoni, mientras que los Encants se mantuvieron en aquellos pórticos hasta 1888, momento en que también fueron trasladados, reuniéndose así, en aquel lugar, ambos mercados, con la gran diferencia de que la Feria de Bellcaire, la componían los llamados “traperos de carretón”, y que dicho mercado se seguía celebrando únicamente los domingos.

Los hijos perdidos, “Els Encants de Gracia

Entre los muchos Encants barceloneses desaparecidos entre las brumas de la Historia, y recuperados en un libro10, está el de Gracia, cuyo eco nos ha llegado desde las páginas de La Vanguardia, gracias a una carta de queja, aparecida en el apartado de Ecos de Sociedad, en junio de 1928.

Misiva que firmaba un tal Federico García Duch, en nombre de la Comisión de Vecinos de Gracia, personaje que un año más tarde será el jefe de la Oficina de Transportes del Sindicato de Comerciantes y Asentadores del Mercado Central. Carta que apareció bajo el llamativo título de La Feria de Bellcaire.

Aquella queja estaba motivada por una propuesta presentada ante el Ayuntamiento barcelonés, el día 19 de junio de aquel mismo año, en la cual se solicitaba que se permitiera el traslado de “la tradicional feria del Bellcaire”, pero en su caso no la de Barcelona, sino la que existía entonces en la antigua villa de Gracia.

De creer al comunicante, aquel nombre no correspondía al nombre real de aquel mercado, ya que, según él, “con este pomposo y despistado título, no quiere decir otra cosa, que lo que conocemos con el vulgar nombre de Encantes de Gracia”. Encantes que se celebraban, según el comunicante, dos veces a la semana y justamente en la Plaza del Sol, “donde van a parar las camas y somieres viejos y toda clase de trastos, que ni los traperos quieren comprar, espectáculo que nos llena de espanto”.

Aquella andanada dialéctica, venía a cuento, pues la intención del Ayuntamiento pasaba por trasladar aquel mercado a la Plaza del Norte, situada en el extremo superior del barrio, y según el comunicante paso obligado para poder acceder al santuario de San José de la Montaña, lugares ambos de veraneo, y muy propios de la burguesía barcelonesa de la época, cuestión que, como es normal, desagradaba y repugnaba a la gente de “bien”.

Santuario, que inaugurado en abril de 1902, era en aquel momento uno de los monumentos principales de Gracia, con un conjunto arquitectónico formado por una iglesia y un convento de estilo neo románico, con algún elemento modernista, obra de Miquel Pasqual Tintorer.

Y por tanto, proyecto que los vecinos acomodados no estaban dispuestos a aceptar, pues de llevarse a la práctica, aquel lugar de recreo para niños y familias, “se convertiría en un foco de infección.”, “con el pretexto de la tradición” y por lo mismo no era concebible que se pudiera tolerar “tales ventas de artículos sucios, y mucho menos en lugares rodeados de viviendas”. Otra de las cuestiones que se descubre es que aquel mercado se había inaugurado en 1872, y con todas las bendiciones del propio Ayuntamiento de Gracia, que en aquella época era todavía independiente de Barcelona.


5.- Los Encants en la actualidad, 2024, Internet

García Duch concluía su carta de 1928, pidiendo al Ayuntamiento que aquellos Encants fueran alejados de Gracia, enviándolos a “lugares despoblados”, propuesta que se cumplió, puesto que en el caso concreto de los de Barcelona, aquel mismo año, fueron trasladados de forma forzosa a la desangelada Plaza de las Glorias, una encrucijada de caminos, con los bordes repletos de barracas, que cobijaban a la última oleada de emigrantes de las Españas.

Personajes mitológicos de los Encantes, el librero asesino

Es de recibo reconocer que de los múltiples personajes mitológicos que pasaron por los Encants, muchos de ellos fueron recogidos por el folclorista Joan Amades 11, uno de los que más fortuna obtuvo, a efectos de fama, fue el de Fray Vicents, más conocido como el “librero asesino de Barcelona”.

Según dicha leyenda, los hechos ocurrieron durante el primer tercio del siglo XIX, y en la Ciudad Condal fue tan grande el impacto que causaron en la sociedad internacional, que escritores tan prestigiosos como el francés Charles Nodier, o los también franceses Jules Janin y Gustave Flaubert, entre otros, no vacilaron en escribir inquietantes versiones de la misma historia.

Lo que no recogió la leyenda, fue qué razón impulso a un ilustrado fraile, exclaustrado por el trienio liberal del monasterio de Poblet y reconvertido en afamado e ilustrado librero, a decidir asesinar a sus clientes. En su caso a estudiantes y eruditos, a bibliófilos o coleccionistas que acudían a su tienda, situada en las Voltas o Arcos de los Encants de Barcelona, con la inocente intención de saciar su terrible bibliomanía.

6. Dibujo de D’Ivori sobre el Librero Asesino de Barcelona.

Ya que no se trataba precisamente de menesterosos o de papanatas, sino de hombres por lo general de elevada cultura que, conscientes de las exóticas colecciones del librero, que además pagaban lo que fuera con tal de hacerse con las obras que eran de su interés. En aquel caso, incunables del renacimiento, manuscritos de la Alta Edad Media, ediciones príncipe, en fin, de piezas únicas que aguzaban el apetito de los entendidos, que ebrios por el perfume que desprendían los vetustos mamotretos no vacilaban en vaciar sus bolsillos con tal de satisfacer su adición al papel viejo.

Y nada parecía quebrantar la armónica relación entre librero y cliente, hasta que la paz de Barcelona se tornó en alarma general, tras la continua aparición de una serie de cadáveres exquisitos. Bibliófilos y coleccionistas aparecían muertos por doquier y las autoridades no sabían a qué obedecía semejante matanza de intelectuales y eruditos. Hasta que un día, no el afán de conocimiento sino el azar, llevó a la policía a la tienda de Fray Vicents que finalmente acabo confesando sus atroces crímenes.

Amaba tanto a sus libros, que sólo ante la voraz insistencia de los compradores le hacía desprenderse de ellos, aunque a continuación siguiera a sus clientes, y en alguna oscura callejuela los asesinaba sin piedad, para recuperar de nuevo sus amados hijos de papel. Leyenda que recogerá en extenso La Vanguardia en junio de 1923.

Tipos del Siglo XIX, el Pau de Laya

El “Pau de Laya”, cuyo nombre auténtico era Pau Escuder, venía de una familia de origen humilde, dedicándose desde muy joven al oficio de simple “camalic”12, y a puro de esfuerzos, se especializó en la compra venta, y en el oficio de intermediario. Con los años poseía una casa, en la calle de Capellans, en cuyos bajos tenía abierta una tienda dedicada a la compraventa de muebles y de ropas y artículos de calidad.

Cuando la ocupación napoleónica, en el siglo XIX se le ofreció, por parte del gobierno intruso francés, el lucrativo empleo de vender al “encant” los muebles o las propiedades de los patriotas, que los franceses incautaban por la cara, propuesta que rehusó. Por el contrario, y de manera anónima, estuvo durante toda lo ocupación francesa haciendo llegar a las cárceles barcelonesas carretadas de esteras y felpudos, y un buen número de mantas, con las que cubría las necesidades de los prisioneros españoles.

El “Déu dels Encants”

Otro de los encantistas populares del siglo XIX fue el Dios de los Encants, trapero y marchante de cosas viejas, que vivía en las Vueltas del Encants, y su nombre era Dios. El personaje era alto y gordo como un gigante, y en lo político fiel seguidor de Espartero que juraba como un carretero; cada dos palabras arrancaba lanzando graves blasfemias, y si alguien le reprochaba aquella manera de hablar tan grosera, contestaba indignado que nadie tenía nada que decir, porque si maltrataba a Dios de palabra se estaba maltratando a sí mismo. De ahí salió el dicho popular que decía “Dios es, un hombre, alto y gordo como un gigante, que vive en las Vueltas de los Encants”.

El “Xato”

También hubo un vendedor del siglo XIX de los Encants que llegó a adquirir gran popularidad, conocido como el “Xato dels Encants”. Era un viejo liberal, y otro gran admirador del general Espartero. Y presidiendo la parada siempre tenía un gran retrato del militar. Para acabar de ambientar el negocio, El “Xato” iba vestido de antiguo miliciano, tocado con un típico morrión militar. Para llamar aún más la atención del público, realizaba vibrantes toques con un cornetín de órdenes, teniendo siempre el detalle de que a los compradores que se declaraban liberales y constitucionalistas les hacia una buena rebaja, detalle que los compradores le agradecían.

Conclusión

En la actualidad si damos una vuelta por los Encants de Glories, veremos que éstos siguen cumpliendo su labor ancestral de intermediario en la venta de objetos de segunda mano, en algún momento mal denominados hijos putativos “del mercado de la miseria13. Entre los cuales, de vez en cuando destaca algún cuadro de un pintor famoso, viejas ediciones perdidas, ropas de otros tiempos, ajadas fotografías familiares u olvidadas cartas de amor, sin hablar de los veteranos discos de piedra o vinilo, mudos ahora, o los viejos teléfonos de baquelita, todos ellos tristes restos de los últimos naufragios familiares producidos por el Covid.

Objetos todos que si tienen algo de suerte volverán a revivir una segunda vida al ser comprados por un nostálgico/a, para verse finalmente tachonados entre modernos aparatos digitales de última generación, a los que los “abuelos” miraran con extrañeza al no ser de su generación, pero que a buen seguro tendrán la inmensa suerte de poder sobrevenirnos a todos nosotros.

1 A. Gascón, Els Encants i la Fira de Bellcaire, un viatge a lo desconegut, Frontissa, nº 27, julio, 2014.

2 RAE: regatón: cuento o virola que se pone en el extremo inferior de las lanzas, bastones. Regater – Regatejador – Revenedor.

3 J. Tomé Paule, “La subasta judicial en el Derecho histórico español”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, nº 24, sep., diciembre 1975, p. 1038-1057.

4 Real Academia Española, edición digital de Diccionario de la Lengua Española.

5Calet: (catalán).  Persona que, con pretensiones de señorío o distinción, resulta ser rústica y sin ilustración.

6 Canyet: (catalán) Lugar donde se tiraban o se enterraban los animales muertos. En castellano, muladar.

7 “Localizan la Fuente del Ángel, construida en el siglo XVI”, diario Ara, 25 de marzo 2024.

8 A. Gascón, “Martir por la Libertad”, la historia olvidada del Capitán Biardeau. serhistorico.net, 22 de febrero de 2020.

9 El paseo fue popularmente conocido como Paseo de la Explanada, Paseo Nuevo, Campo de Marte o Lancastrín, debido a su impulsor, el capitán general Lancaster. Finalmente fue bautizado como Paseo de San Juan, aunque la denominación de Paseo de la Explanada siguió siendo durante tiempo la más usual.

10 A. Gascon et allis, Els Encants i la Fira de Bellcaire. Imatge i Història de Barcelona, Barcelona, 2013

11 J. Amades, Arts i oficis, vol. XXV, Barcelona, La Neotípia, Barcelona 1935.

12 “Camalic”, mozo de estación.

13 Luis Benvenuty, La Guardia Urbana dispersa el mercado de la Miseria instalado en el Raval, La Vanguardia, 8/8/2022,

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