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La clave de los esperantistas está en su diversidad

Roberto GARVÍA (2022), Lengua y utopía. El movimiento esperantista en España, 1890-1936. Granada: Universidad de Granada, 304 págs.

Que un sociólogo de la talla de Roberto Garvía – quizás, el mejor de su generación – haya decidido dedicar parte de sus investigaciones a la historia del esperanto es una gran suerte para quienes nos interesamos por este tema y creemos que el conocimiento científico avanza a hombros de gigantes. Un tema que, dicho sea de paso, se va consolidando como fértil campo de estudio, al que contribuyen investigadores de las distintas ciencias sociales.1

Desde que en 2015 irrumpiese su Esperanto and Its Rivals: the struggle for an international language (University of Pennsylvania Press), es notable el incremento de publicaciones acerca del movimiento social formado por los idealistas de la lengua internacional, a menudo desconocidos y sobre los que todavía hay mucho por descubrir. Poco a poco, editoriales y revistas académicas van abriendo sus páginas a un mundo sorprendente por la cantidad, pero también la diversidad de personajes, tramas e historias cautivadoras que lo conforman. Y es que el movimiento esperantista es mucho más heterogéneo de lo que se suele considerar. El caso español es paradigmático en este sentido y aporta una gran variedad de matices.

A finales de los años 1940, ese páramo asociativo que era la dictadura en sus primeros años, aislada internacionalmente y con la represión del régimen a la orden del día, fue testigo de la legalización de la Federación Española de Esperanto. Era un hecho insólito, habida cuenta de la persecución que sufrían los esperantistas en otras dictaduras. Por si fuera poco, a pesar de las heridas de la guerra (no solo físicas), esta asociación estaba formada por personas que pocos años antes se habían enfrentado desde bandos opuestos. En ella colaboraban católicos y comunistas, militares y anarquistas y, pese al nacionalismo español imperante, también catalanistas. ¿Cómo explicar tal singularidad?

Esto es lo que los científicos sociales denominan un puzzle; esto es, un hecho que no se ajusta a lo esperable y que permite plantear una pregunta de investigación interesante, que supondrá una aportación a la literatura. En el caso que nos atañe, se trata de una cuestión sutil, que va más allá de la propaganda franquista y de las declaraciones públicas de la Federación en apoyo al régimen. Garvía acierta al observar que, bajo un discurso que no podía sino conformarse a las exigencias del contexto político, subyacía una voluntad de tolerancia y reconciliación, prácticamente inédita en esos momentos. Y eso es justamente lo que se propone estudiar.

Para ello, realiza un viaje por la historia del movimiento esperantista desde la segunda mitad del siglo XIX hasta 1936. Una vez explicado el contexto de aparición del esperanto y su recepción por parte de diversos sectores de la comunidad internacional, aprendemos que sus inicios en la península Ibérica tienen que ver con proyectos lingüísticos anteriores, como la lengua universal del albaceteño Sotos Ochando2 y, sobre todo, el volapük del sacerdote alemán Johann Martin Schleyer, cuyo nacimiento y evolución ya diseccionó Garvía en su obra mencionada de 2015.3 Muchos de los partidarios del volapük serán también pioneros del esperanto (por ejemplo, Ricardo Codorníu, iniciador del ecologismo en España). He aquí la primera contribución relevante que hace Lengua y Utopía a la literatura sobre los orígenes del esperantismo español.

Los matices a los que hacía referencia tienen que ver con dos líneas de conflicto, fundamentales para entender la configuración de actores políticos en el periodo analizado.4 Por un lado, los esperantistas no son ajenos a las tensiones nacionalistas en torno a la (des)centralización del Estado, asunto que vehicula buena parte de la vida de sus asociaciones. A pesar de que este tema ha sido ya tratado con cierto detalle por la historiografía,5 Garvía aporta nuevos elementos y una visión más amplia de lo que hasta ahora se conocía. Ordenando informaciones desperdigadas por diversos archivos, analiza con minuciosidad las relaciones de cooperación y conflicto entre los protagonistas de esta historia. Así, dedica una atención especial al poliédrico militar Julio Mangada Rosenörn, máximo exponente del esperantismo centralista español, y al escritor y periodista Frederic Pujulà i Vallès, motor del esperantismo catalanista.6 Especializado en la sociología de las organizaciones, el autor explica cómo, junto a la Asociación Hispana de Esperanto y la Federación Zamenhofiana de Mangada, se suceden distintos proyectos de organización confederal (Confederación Esperantista Española, Confederación Hispana, Confederación Ibérica Esperantista). Sin embargo, el índice analítico y onomástico revela que la asociación tratada con más detalle es la Federación Esperantista Catalana. Y es que el esperantismo catalán ocupa un lugar central en el libro.

El segundo eje que vertebra el movimiento esperantista en España es el de clase. También aquí el bisturí de Garvía va perfilando con rigor las relaciones de conflicto y cooperación entre los sectores obreros y los llamados neutrales o burgueses. Más allá de la difusión que tiene el esperanto entre los anarquistas, son diversas las tendencias socialistas en las que la lengua internacional encuentra un campo adecuado para progresar. El autor se mueve con precisión en este terreno resbaladizo, que presenta situaciones diferentes en distintos lugares. Ante la imposibilidad de alcanzar la exhaustividad, el autor elige casos emblemáticos como los de Gijón, Jerez o Córdoba, donde en ausencia de un esperantismo obrero organizado, los trabajadores esperantistas comparten asociaciones con los burgueses. Por su parte, en ciudades como Bilbao, Madrid, Zaragoza o Valencia la potencia del esperantismo proletario sí permite crear entidades propias. Finalmente, Cataluña vuelve a tener un protagonismo diferenciado, tanto por la variedad de los grupos, como por la intensidad y la relevancia de sus actividades.

Y llegamos a una parte poco frecuente en este tipo de investigaciones, pero necesaria para desarrollar el principal argumento del libro: la diversidad y transversalidad de los esperantistas facilita un aprendizaje compartido a la hora de gestionar los conflictos, de manera que desde la tolerancia y el respeto serán capaces de encontrar aquello que los une. Ya en su sinopsis, el libro nos explica que hay “masones y católicos, militares y antimilitaristas, bolcheviques y antibolcheviques, anarquistas y tradicionalistas, nacionalistas y antinacionalistas, científicos y labradores, feministas y mujeres conservadoras, empresarios y sindicalistas, escolapios y maestros racionalistas, entre otros colectivos”. Sin embargo, la mayoría de ellos están solo esbozados en las páginas de Lengua y Utopía y merecerían un análisis más pormenorizado.7 Cuatro son las excepciones que disfrutan de capítulo propio: maestros, ciegos, militares y mujeres. Los primeros desempeñan un papel importante en un movimiento social como el esperantista, basado en el aprendizaje (y la enseñanza) de un idioma.8 El segundo es un colectivo que Garvía conoce bien, pues a él ha dedicado diversas publicaciones;9 entre sus protagonistas destaca José Ezquerra, el esperantista fundador de la Organización Nacional de Ciegos. Respecto al tercero, hay pocos lugares donde los militares estén tan representados como entre los esperantistas españoles; más allá de la imagen del militar tradicional, que también los hay, suelen ser personajes pintorescos, científicos o masones. El cuarto grupo supone un intento, parcialmente exitoso, de mitigar la ausencia de mujeres en las páginas precedentes; aunque se mencionaban algunas, no se trataban con la profundidad que lo hace este capítulo. Y probablemente podría haberse añadido un quinto, formado por los estenógrafos y lingüistas interesados en la racionalización de la ortografía, colectivo que el autor ha tratado en otras ocasiones.10

La última parte del libro explica las actividades de sociabilidad de los hablantes del esperanto, que van más allá de lo puramente lingüístico. Desde excursiones a banquetes, pasando por congresos y viajes o el intercambio de cartas y postales, todo sirve para crear un sentimiento de comunidad. En este sentido, hay que señalar también la dimensión cultural de los esperantistas; Garvía menciona las veladas musicales y literarias, pero este tema merecería también mayor desarrollo para poder estimar, por ejemplo, el alcance de la producción editorial, tanto de obras originales como traducidas y su recepción social, tanto a escala local y nacional como internacional. Todo ello activará un sentimiento de solidaridad en la comunidad esperantista, en la que, una vez más, personas de distinto signo ideológico colaboran por el bien común, mostrando así el legado de L.L. Zamenhof a la hora de dotar a su idioma de un elemento ético. En suma, la diversidad de los esperantistas es también su fuerza, y sus experiencias compartidas favorecen un entorno de cordialidad que en último término permitirá la reconciliación.

Garvía muestra que el esperantismo es un movimiento social de primer orden. Además de Zamenhof, Mangada y Pujulà, por las páginas de Lengua y Utopía transitan figuras que no necesitan presentación, como Ferrer i Guàrdia, Andreu Nin o Ángel Pestaña, junto con otros personajes menos conocidos pero igualmente fascinantes, como el inventor Leonardo Torres Quevedo, el científico y militar Vicente Inglada, el cartelista y diseñador gráfico Manuel Monleón, el maestro y pedagogo Sidonio Pintado, la pintora y feminista Maria Julivert, el funcionario de aduanas Camilo José Cela (padre homónimo del escritor), el notario Salvador Dalí (padre homónimo del pintor), o el intelectual aragonés Emilio Gastón y el labrador valenciano Francisco Máñez, coordinadores ambos en su región de una experiencia extraordinaria de solidaridad que tuvieron los esperantistas con centenares de niños austríacos que pasaban penalidades tras la primera guerra mundial.11

En definitiva, estamos ante un trabajo sólido, con una importante base empírica, que sirve como brújula para orientarse en el laberinto de las identidades, el nacionalismo, el internacionalismo obrero o las distintas maneras de entender la idea interna del esperanto. Ahora bien, como ya sucediese con Esperanto and Its Rivals, este libro no agota el objeto de estudio y deja abierta una multitud de hilos de los que tirar. Así, en muchos temas presenta una primera aproximación, que será completada y desarrollada por nuevas generaciones de estudiosos. Por ejemplo, en las conclusiones, el autor anima a examinar otros colectivos que tuvieron importancia entre los esperantistas, como los científicos, los naturistas o los vegetarianos, y propone diseños de investigación sugerentes, como comparar el esperantismo nacionalista catalán y (la ausencia de) el esperantismo nacionalista vasco, o analizar otros periodos históricos, como el franquismo o la guerra civil – y podríamos añadir la transición a la democracia.

Habiéndome encontrado en una tesitura similar, he de subrayar el reto que supone realizar una investigación eminentemente histórica, sin tener formación de historiador. A diferencia de los trabajos habituales de Garvía, no hay aquí marco teórico ni metodológico (aunque sí se identifican, entre líneas, algunas cuestiones en este sentido). El autor explica una historia, que se entrelaza con muchas otras, y va colocando una a una las distintas piezas del rompecabezas. Imagino la dificultad a la hora de elegir un hilo conductor coherente, pues se superponen diversos planos: el cronológico, el geográfico, el conflicto nacional, el de clase, los distintos colectivos, la sociabilidad… Extrañamente, el libro funciona. El resultado es una obra cohesionada, donde sus distintas partes dialogan entre sí, ofreciendo diversas lecturas. También es un acierto que los capítulos sean cortos (hay 27, más introducción y conclusiones), lo que permite al lector darse un respiro cada pocas páginas para ir asimilando la información. El libro incluye una veintena de imágenes; si bien algunas en color hubieran lucido más, ello hubiera encarecido el precio de venta (24 euros), bastante razonable para ser un libro académico. Es una edición cuidada, con un formato agradable a la vista y al tacto.

En su momento, escribí sobre Esperanto and Its Rivals que se trataba del mejor libro en inglés sobre esta temática.12 En esta ocasión, tengo que repetirme. Lengua y utopía es, hasta la fecha, el mejor libro escrito en castellano sobre el movimiento esperantista.

Notas:

  1. Una muestra de la vitalidad de este campo de estudio es la mesa “El legado de la fraternidad universal”, en la que participarán una docena de investigadores en el marco del II Congreso Internacional de la Sección de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona Herències: Legacies, 20-22 de junio 2022. Véase el programa: https://www.ub.edu/legaciesconference22/2022/04/05/taula-14-el-llegat-de-la-fraternitat-universal-canvi-i-continuitat-en-el-moviment-esperantista/
  2. Véase Roberto Garvía, “Sotos Ochando’s language movement”, Language Problems and Language Planning, Vol. 43:3 (2019), pp. 325–344
  3. Para el caso español, véase también Roberto Garvía, “El volapük a Espanya”, Kataluna Esperantisto. Llengua Internacional i Drets Lingüístics 370, 2021, pp. 4-9.
  4. También para el caso catalán se han identificado estos dos mismos vectores. Véase Javier Alcalde, “Maro estas gutaro: storia del movimento esperantista in Catalogna”, Zapruder. Rivista di storia della conflittualità sociale 52, pp. 99-112. Disponible en: https://storieinmovimento.org/wp-content/uploads/2021/09/Zap52_07-Schegge2.pdf
  5. Véase, por ejemplo, Xavier Margais, El moviment esperantista a Mallorca: 1898-1938, Edicions Documenta Balear, 2002; Francesc Poblet y Hèctor Alòs (coord.), Història de l’esperanto als Països Catalans. Recull d’articles, Associació Catalana d’Esperanto, 2010.
  6. Masón, vegetariano e interesado por la teosofía, Mangada será conocido como el “general del pueblo” durante los primeros meses de la defensa de Madrid. Por su parte, Pujulà es amigo de intelectuales y artistas como Picasso, ocupa cargos de responsabilidad en distintas periódicos y es autor de la primera obra de ciencia ficción en catalán, Homes Artificials (1912).
  7. Para el caso de los anarquistas, véase Xavier Alcalde, “Vides paral·leles: esperanto i anarquisme als Països Catalans”, Kataluna Esperantisto. Llengua Internacional i Drets Lingüístics 370, 2021, pp. 28-38.
  8. En este capítulo podría haberse incluido a los maestros freinetianos, que usaban el esperanto como parte esencial de su proyecto educativo. Véase Javier Alcalde, “Eduki por emancipiĝo”, Militrakonto, 2020. Disponible en: https://mondmilito.hypotheses.org/3045
  9. Véase, Roberto Garvía, En el país de los ciegos: la ONCE desde una perspectiva sociológica, Hacer, 1997; Roberto Garvía, Organizing the Blind. The case of ONCE in Spain, Routledge, 2017.
  10. Roberto Garvía, “Spelling Reformers and Artificial Language Advocates: A Shifting Relation», Language Problems and Language Planning, 41(3), 2017, pp. 287-303.
  11. Para una aproximación a la figura de Francisco Máñez y de su aventura con los niños austríacos en la región valenciana, véase José Vicente Castillo García, Los trenes de la esperanza. Esperantistas solidarios: niños austriacos en la región valenciana, 1920, Ayuntamiento de Cheste, 2019.
  12. Javier Alcalde ,”Esperanto and Its Rivals: the struggle for an international language.» Social Movement Studies, 16(3), 2017, pp. 380–381.

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