Antifascismo Biografías Guerra civil Española

Los héroes olvidados. Ricardo Sánchez Torrero

Rememoración

Ignoro si a otros compañeros de oficio les ocurre lo mismo, pero a mí cada vez me resulta más doloroso recordar a personajes a los que un día conocí y que ahora ya nos han dejado. Más aún cuando con el tiempo se convirtieron en amigos. Y cuyo recuerdo queda limitado a una vieja cinta de cassette, con una charla acaecida hace varias décadas, y alguna que otra foto. Pero con una información que no era precisamente la de su propia vida, sino la de un amigo suyo. Y por lo mismo ahora me arrepiento de no haberle preguntado más por la suya propia, al haber sido uno de nuestros muchos héroes olvidados.

Carencia que noto en el momento mismo de intentar explicar al lector la vida de aquel informador circunstancial, que en este caso conocí durante el invierno de 1986, y que me presentó en Jaca Roentgen Beltrán Bescós, hijo de Antonio Beltrán, “El Esquinazau”, que era el que se había encargado de traerlo desde Francia, donde residía desde la conclusión de la guerra civil española. Y que apareció junto con su inseparable amigo Hilario Borau.1 Los cuales me prestaron sus respectivas y prodigiosas memorias en pro de la recuperación de la de Beltrán,2 al haber sido sus mejores amigos, desde antes de la guerra civil y hasta la muerte de Beltrán en Méjico en1960.

El papel de Ricardo Sánchez durante la guerra civil

Ricardo Sánchez, nacido en Canfranc el 22 de agosto de 1913, era de profesión chofer, y al iniciarse la guerra civil huyó a Francia y después se pasó a Cataluña, donde finalmente acabó enrolado en la 43 División, encontrándose en ella con Antonio Beltrán Casaña y Hilario Borau Diez, naturales los tres de Canfranc. Y juntos participaran por obligación en la retirada de Aragón en marzo de 1938, en la Bolsa de Bielsa, o en la Batalla del Ebro y hasta la retirada definitiva a Francia al finalizar la guerra, y mientras Hilario militaba en la CNT, Ricardo Sánchez se afilió al PCE, al igual que Beltrán.

De aquel trepidante tiempo Ricardo recordaba uno de los momentos que más le marcó, ocurrido durante la Batalla del Ebro, y más en concreto, durante la retirada propiamente dicha de los restos de la 43 División, y el correspondiente paso del Ebro con dirección a Barcelona.

Al producirse el repliegue final de la 46 División y del resto de 43 con Lister a la cabeza, durante la noche del 7 de noviembre y tras pasar por el Puente de García, situado muy próximo a Mora, durante el paso de dicho puente en la orilla derecha había quedado descolgado el Batallón de Ametralladoras de la 43 División. Momento en que Beltrán ordenó enérgicamente a Ricardo Sánchez, “El de Bayona”,3 jefe circunstancial del Cuerpo de Tren divisionario, que cruzara de nuevo el rio con sus camiones y procediera a retirar a dicha unidad. Orden comprometida de cumplir, pues Ricardo tendría que realizarla en medio del fuego de una batería enemiga, que con sus disparos punteaba casi todo el recorrido a realizar en su misión.

De hecho aquella artillería enemiga batía la carretera de acceso al puente a placer, y además una parte de este, lugar en el que el enemigo franquista había conseguido realizar una horripilante carnicería de hombres y vehículos Y el único sistema que se le ocurrió al aragonés para poder dejar expedito el paso de sus camiones, dado que lo dificultaban los vehículos destrozados en medio del mismo, podría resolverse en caso de tener un buen garfio con su correspondiente cuerda, con el que poder enganchar, como fuera y donde se pudiera el amasijo de hierros y restos humanos, que obstruía el paso. Maniobra que efectuó un soldado voluntario, que a la carrera y jugándose la piel en cada una de sus salidas, permitió poder retirarlos arrastrándolos con la ayuda un tractor situado a cubierto del fuego enemigo.

Solucionado el primer impedimento, y tras haber estudiado Ricardo durante un tiempo el tramo expuesto al fuego de los franquistas, y la frecuencia de disparo de la batería enemiga, y pensado la posible solución, partió él mismo en persona al frente de un convoy formado por cuatro camiones de su unidad, marchando a toda velocidad, pero frenando bruscamente antes de llegar a la zona batida, dando tiempo que explotaran ante él los proyectiles disparados previamente por el enemigo.

Para punto seguido acelerar y cruzar a todo gas la zona comprometida, en medio del humo de las explosiones, y aprovechando el momento en que burlado el fuego enemigo, la batería estaría ocupada recargando de nuevo las piezas, con la intención de intentar alcanzarlo de nuevo. Juego que llevo acabo tanto a la ida como a la vuelta.

Y aunque el Batallón logró cruzar indemne y por tanto sin bajas, Beltrán no se molestó en ningún momento en felicitar a su amigo por aquella arriesgada operación. Con el tiempo Ricardo lo acabó disculpando, al explicarme con una cierta cachaza que “Beltrán no lo hizo, al pensar sencillamente que yo tenía la obligación de cumplir a rajatabla sus órdenes”. Actitud de Beltrán que demostraba que en aquel tiempo era inmune, incluso a la amistad que se profesaban como amigos, desde los lejanos tiempos de Canfranc.4 Muestra de que para Beltrán todos los hombres de su unidad eran iguales, fueran amigos o no, y con indiferencia de otras consideraciones de cualquier índole.

Actitud que no mermó en absoluto el respeto o la amistad que sentía Ricardo hacia Beltrán, la cual se reanudará al regreso de Beltrán a Francia procedente de la URSS en marzo de 1946, o al convertirse tanto Hilario Borau y Ricardo Sánchez en los protectores de Beltrán tras producirse su abrupta salida del PCE en 1947.5 Lazos de camaradería que se mantendrán hasta la marcha definitiva de Beltrán a Méjico en 1957, no sin antes crear incluso una empresa de fabricación de alpargatas con los tres en 1949, como forma de poder sobrevivir a la miseria en que vivían todos en el país galo.

Beltrán y Ricardo. Archivo familia Beltrán.

Breve semblanza bélica

Ricardo Sánchez durante la guerra civil española perteneció siempre a la 43ª División, concluyendo la guerra civil con el grado final de teniente. Concluida la misma pasó a Francia en 1939, y desde junio de 1940 trabajó como carpintero en la Societée Auxiliaire de Travaux Publiques, en Bagnéres de-Bigorre hasta que pasó a residir en Buzy (Aquitania), donde le alcanzó el inicio de la II Guerra Mundial.

Pero no fue hasta enero de 1943, en que tomó la decisión de incorporarse a la resistencia francesa, en su lucha contra el invasor nazi.6 Y será el 1 mayo de aquel mismo año cuando definitivamente paso a la clandestinidad, ingresando en el maquis español bajo el mando de Ricardo Ozcoz Larralde, antiguo maestro navarro, que había sido comandante durante la guerra de España y en el maquis francés.

El 21 de septiembre de 1943 Ricardo pasó a formar parte de la 227ª Brigada de FTPF- (Francs-tireurs et partisans français) pero en realidad guerrilleros españoles, unidad compuesta por unos 650 hombres establecidos en las montañas de Basses Pyrenées, cuyos jefes eran los españoles, comandante Ricardo Ozcoz Larralde y el teniente coronel Victorio Vicuña Ferrero, alias ‘Julio’. Pero la buena estrella de Ricardo hasta aquel momento pareció decaer al ser detenido inopinadamente por los alemanes en Pau el 14 de abril de 1944, cuando transportaba encima el dinero procedente de un parachutaje (lanzamiento en paracaídas de armas y municiones) inglés destinado a la 9ª Brigada guerrillera (la de los Altos Pirineos) pero quedando en libertad en breves días, gracias a la eficaz intervención conjunta de miembros de la Resistencia francesa y española. En junio de 1944, estando integrado en el maquis del Bager de Buzy, (Pirineos Atlánticos) fue nombrado por el mando de la Xª Brigada, oficial adjunto al Jefe del 2º Batallón, con el grado de teniente.

En la misma brigada, pero concretamente en el primer Batallón, estaba ya como jefe del mismo su gran amigo Hilario Borau. Batallón que al mando de Borau jugó un importante papel durante los combates de agosto de 1944, junto con dos unidades francesas más, en el momento de la liberación. Ya que tras descender desde el puerto de Marie Blanche hacia el Valle de Aspe, participó en el ataque a una importante columna alemana que pretendía huir a España, suicidándose el jefe de la Gestapo de Oloron, y apresando a un total de 150 alemanes, que fueron entregados a las autoridades francesas provisionales en Pau.

En su lucha contra el nazismo.

Mientras tanto Ricardo había estado participando en acciones tanto de sabotaje como enlace, o causando numerosas bajas en convoyes alemanes o entre la milicia de la Francia de Vichy. Participando también en la defensa de sus compañeros, tras producirse el ataque alemán al maquis de Pédèhourat, en Arthez-d’Asson (Pirineos Atlánticos) y Ferrières (Altos Pirineos), en junio de 1944, o en el combate de Gabas (Aquitania) del 24 de agosto.

De la siguiente historia existen gran cantidad de información e incluso algún texto íntegro de una entrevista que supuestamente mantuvo Ricardo con el historiador francés Michel Martin,7 sobre la misma. Mientras que la mía la tengo en mi memoria, y por ello es de hecho el relato que me realizó Borau, en presencia y con el silencio atento de Ricardo Sánchez, poco o nada amigo de relatar sus hazañas bélicas, con algún que otro detalle que no aparecen en ninguna de sus historias “oficiales”.

El día 23 de agosto de 1944 hicieron su aparición por el puerto fronterizo del Portalet un grupo de guerrilleros españoles , tras ser llamados por sus compañeros de brigada para que les ayudaran a cortar la retirada de los alemanes hacia España., Pero el golpe más audaz fue el llevado a cabo por los españoles en el Portalet, en el hotel Baresse, cuartel general de alemanes de vigilancia en aquella frontera, cuyas ventanas estaban cubiertas con sacos terreros, convirtiéndolo así en una fortaleza.

Donde un grupo formado por 18 españoles y dos franceses, pertenecientes todos a la 10ª Brigada, de la 102 División, al mando de Ricardo Sánchez, que después de deshacerse del centinela, al que desarmó Ricardo tirándole al suelo, para seguidamente penetrar en el hotel, en aquel momento cuartel general de la vigilancia alemana, que tras pensar en la inutilizad de entablar combate desigual con el enemigo, había decidido entrar y tratar de convencerlos por las buenas, armado tan solo con una pistola y unas cuantas bombas de mano, y con un único compañero español como guardaespaldas. Ricardo en plenitud de su edad, en aquella época imponía por su estatura y su gran fortaleza física, imagen que debió intimidar a los espantados alemanes al ver aparecer a un enemigo tan resuelto.

De ahí que tras conseguir la inapreciable ayuda de un intérprete alemán de francés, les remarco a los asombrados germanos que lo escuchaban que la guerra para ellos ya se había concluido, al estar rodeados por una fuerza muy superior que en caso de no rendirse tenía como misión la de aplastarlos. Lo que sería una lástima a aquellas alturas del conflicto. Y ya fuera por la firmeza del discurso unido a la aparente tranquilidad y el valor del orador, la cuestión fue que convenció al enemigo.

Convencida la tropa, el personal fue invitado a salir de uno en uno y entregar sus armas a los hombres que les estaban esperando a la salida. Y mientras los primeros soldados iban saliendo por la puerta, donde eran recibidos por los guerrilleros españoles, Ricardo fue desplazándose por todos los despachos, en compañía del interprete, repitiendo el mismo discurso a los oficiales, que siguiendo el ejemplo de sus subordinados también decidieron entregarse.

Con una única excepción, la del oficial al mando, que al salir y observar que el “enemigo” era una veintena escasa de “desharrapados” españoles, pues no llevaban uniforme alguno la tropa española, pidió permiso para suicidarse ante la ignominia que estaba sufriendo como oficial alemán , deseo que Ricardo sin dudarlo le permitió. Detalle que se ha soslayado en todas las versiones, y que Hilario Borau me refirió con una amplia sonrisa.

Del mismo modo que también se ha olvidado referir en las crónicas que el segundo oficial al mando de los alemanes le pidió a Ricardo el poder rendirse ante un militar y no ante unos civiles. Lo que obligó a Ricardo a tener que mandar a un guerrillero que bajara al pueblo más cercano y que hiciera subir a un gendarme con su bicicleta, para que el alemán no se sintiera tan humillado. Entregando al gendarme unos 80 o 90 prisioneros que Ricardo hizo acompañar con un único guerrillero como escolta militar.

Concluida aquella operación, la unidad de Ricardo paso al valle de Aspe para intentar cortar la retirada hacia Canfranc de otro grupo enemigo , pero a su llegada los alemanes ya habían logrado escapar por el túnel del ferrocarril, que ya una vez en España fueron apresados por los guardias franquistas de Canfranc, que los trasladaron a la prisión militar del Fuerte Rapitán en Jaca.

El 1 de septiembre Ricardo pasó trasladado al 8º Batallón de Seguridad español, al haberse transformado la 10 Brigada de guerrilleros españoles, en dos batallones de un centenar de hombres cada uno, y uno de ellos puesto al mando de otro hombre de Canfranc, Francisco Cavero, alias, el Taxista de Canfranc, amigo como los otros dos de Beltrán, y jefe carismático del maquisard, que en aquella época empezó a realizar incursiones con sus hombres también en España, lucha en la que perderá su vida. Posteriormente, por todas aquellas actuaciones Ricardo Sánchez será condecorado por los franceses con la Cruz de Guerra.

Los primeros homenajes a los guerrilleros españoles

El 1 de octubre del 1944, Ricardo estuvo presente como representante de los guerrilleros españoles en el homenaje a sus compañeros asesinados por los alemanes en Buziet situado en el valle pirenaico de Ossau, durante la ocupación alemana, el 17 de julio de aquel mismo año. Una Historia que había ocurrido durante el mediodía de aquel 17 de julio, momento en que apretaba el sol sobre el pequeño pueblo de Buziet situado en el valle pirenaico de Ossau, en la Francia entonces ocupada por el ejército alemán. Momento en que los nazis andaban buscando a un grupo de guerrilleros republicanos españoles responsables de diversas acciones de guerra y sabotaje contra las tropas ocupantes.

Por lo mismo tropas de las SS rodearon Buziet, y sitiaron la casa donde suponían que se refugiaban los republicanos españoles y, tras más de tres horas de combate, asesinaron a 14 compatriotas nuestros, saquearon el pueblo casa por casa y fusilaron a varios vecinos tanto de Buziet como del pueblo cercano de Buzy. Y su asistencia en homenaje a sus compañeros se debió sumar también a la de algunos de aquellos civiles asesinados, vecinos conocidos de Ricardo al haber vivido en dicha última población de Buzy.

Borau y Beltrán. Archivo familia Beltrán.

El Homenaje anual de Buziet.

El emotivo homenaje al que asistió Ricardo sigue teniendo lugar cada año con una ofrenda floral ante el Memorial de los Guerrilleros, situado en la aledaña plaza, llamada por ello “du 17 de julliet de 1944”. Y concluye con el canto del “Himno del Partisano” y los briosos sones de “La Marsellesa” resonando con fuerza en Buziet. Música que sirve de recuerdo a los republicanos españoles, asesinados hace ya 81 años y que con tal motivo, reúne en Buziet y en dicha fecha a familiares, amigos, asociaciones y autoridades para honrar a las víctimas de la lucha contra el nazismo, que en aquel rincón francés no se olvida.

La doble traición de Francia

Lo que casi nunca se recoge en los trabajos dedicados al maquis español en Francia es que tras la liberación del sur de dicho país, los guerrilleros que querían seguir luchando se vieron obligados a tener que alistarse en once “Batallones de seguridad”, tal como le sucedió a Ricardo, concentrados en la zona pirenaica (Toulouse, Muret, Lourdes, Jurançon, Salies-de-Béarn, Saint-Jean-de-Verges, Alet, Limoux, Prades).

Pero en marzo de 1945, el día 31, el gobierno provisional de Francia y por orden del general de Gaulle se apresuró a desmovilizarlos, buscando con ello el neutralizar a los españoles al desarmarlos. Los guerrilleros españoles, con brazaletes que llevaban la Cruz de Lorena, la sigla UNE-FFI y los tres colores de la bandera republicana española, que habían estado ocupado lugares simbólicos como eran los consulados españoles, los locales de la Gestapo, o los hoteles habían servido de sede a las autoridades nazis.8

Y el motivo de dichas ocupaciones fue que la resistencia española, sabedora de su papel como ejército en la sombra, no quería renunciar a que le robaran la victoria frente al fascismo y por lo mismo tomo lo pensaba que era suyos. Pero todos los esfuerzos y sacrificios de aquellos años fueron en vano, al ser traicionados por segunda vez por Francia, nada interesada en crear un conflicto con España o con Franco. Siendo la primera la imposición del Comité de No Intervención, durante la guerra civil, y el triste papel de Francia en el control de fronteras, que tanto perjudicó a la República.

De ahí que muchos de los españoles que decidieron quedarse a vivir en Francia y en algunos casos matrimoniar con mujeres francesas, con el tiempo nunca perdonaron aquella traición a la causa republicana española.

Las últimas charlas

Recuerdo todavía una de nuestras últimas conversaciones que tuvo lugar en Jaca en 1980, momento que al tenerle a Ricardo una cierta confianza, le pregunte por su experiencia en el maquis español, y más en concreto donde escondían las armas en el Pirineo. Y riendo me contestó, “Si hombre a ti te lo voy a decir…”, y yo insistí medio en broma, “Qué pasa que todavía las tenéis allí…”, respondiéndome, “Por si acaso…”, “Por si caso qué”, insistí y así quedó todo. Pero al producirse el 23 de febrero de 1981 el llamado “Tejerazo” en Madrid,coincidiendo con la publicación en Zaragoza de mi obra : “El Esquinazau, perfil de un luchador”, entendí con claridad meridiana aquella respuesta de Ricardo a mi pregunta.

Lo que si me explicó al respecto de las armas, fue que por cada arma que recibían de los aliados, por vía aérea, el PCE se guardaba otra para el futuro, al igual que sucedía con el armamento que se apresaba a los alemanes. De ahí que cuando se produjo la invasión del Valle de Arán en 1944 se viera la variopinta composición del armamento que las unidades guerrilleras portaban, incluidos los explosivos plásticos.

Armamento que en parte sirvió de excusa para que la policía francesa organizara en 1950 la operación Bolero- Paprika, en la que cayeron, según algunas versiones, 177 dirigentes del PCE, y 288 militantes, que fueron o expulsados a países del Este, o desterrados a Córcega, como fue el caso del propio Beltrán. Teniendo en cuenta que en su caso se había dado él mismo de baja del PCE en 1947.

Operación que ocasiono la perdida de importantes depósitos de armas que poseía el partido a todo lo largo de la frontera francesa. Cuestión que pareció demostrar la existencia de una conspiración comunista en Francia. Destapándose de paso ciertos asesinatos cometidos entre el colectivo de exiliados españoles, por el propio partido comunista español. Tal como apunta Joan Estruch, en su “Historia oculta del PCE”, y del cual hemos tomado la historia,9

Pero la última ocasión en que me pude reunir con los tres, Roentgen Beltrán, Hilario Borau y Ricardo Sánchez, todos ellos ya desaparecidos, en aquella ocasión el 4 de mayo de 1991, los dos exiliados me preguntaron al unísono quien era el personaje que se había subido a la tribuna sin que nadie lo invitara, dentro de los actos de la presentación de un libro y una exposición, homenaje a la resistencia de la 43 División en Bielsa,10 al haber aducido como excusa él espontaneo “que él era el mejor amigo del Beltrán, el Esquinazau”, y yo les contesté que el escritor Mariano Constante, antiguo miembro de la 43, a lo que me contestaron que a aquel tipo ellos no lo conocían de nada, después de haber sido durante años compañeros de viaje de Beltrán, de mucho antes y después de la guerra. Situación chusca que me obligó a denunciar las fantasías literarias del personaje. 11

Recuerdos para la Historia

Fallecido Ricardo Sánchez en Pau, en septiembre de 1994, y Hilario en Canfranc en 1997, finalmente y aunque tarde, el ayuntamiento de Canfranc decidió el 17 de mayo de 2003, declarar hijos predilectos a Antonio Beltrán, Hilario Borau, Ricardo Sánchez y Francisco Cavero, y a otro Beltrán más, Lázaro Beltrán, primo hermano del primero, oficial en la 43 División y combatiente del maquis francés, gravemente herido en los combates por la liberación de Paris, y muerto en el exilio mejicano. En un acto titulado Homenaje a los combatientes republicanos de Canfranc, en el cual me toco rememorarlos a todos. Ceremonia en la que participaron los familiares supervivientes de los homenajeados.Y en 2011, se puso por fin el nombre de Antonio Beltrán el Esquinazau a una nueva calle de Jaca, cercana al Pabellón de Hielo. Prueba que de vez en cuando nuestros Héroes olvidados todavía se recuerdan.

1 A. Gascón, Hilario Borau Díez, el anarquista del quinteto de Canfranc (1906-1995), serhistorio.net, 21/01/2021.

2 R. Ferrerons y A. Gascón, El Esquinazau, perfil de un luchador, Zaragoza 1981.

3 “El de Bayona”, era su apodo en Canfranc, que correspondía al nombre de la casa donde vivía la familia de Sánchez.

4 Testimonio de Ricardo Sánchez al autor.

5 A. Gascón Beltrán, El Esquinazau, de jefe de aparato de pasos del pirineo Central de la guerrilla del PCE a traidor “titista” , serhistorico.net, 06/08/2020

6 En este apartado utilizo una parte de la información que aparece en la obra “Cuando los maquis” de Luis Pérez deBerasaluce, Zaragoza, 2018.en particular en el asunto del maquisard.

7 Michel Martín, Resistances en Haut-Bearn, Biarritz, 2002.

8 Jean -Louis Blanchon, 1944-1945, la batalla dels consolats, Era, nº 6 , 2025, pp. 173- 192

9 J. Estruch, Historia oculta…, pp. 174-175.

10 A. Gascón, R. Ferrerons, Huesca. La Bolsa de Bielsa, Fotografías 1938. Huesca 1991.

11 A. Gascón, La apropiación del pasado ajeno. El caso de Mario Constante en sus Semblanzas de un combatiente de la 43ª División. Página Web sbhac.net/República, 2016.

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