Guerra civil Española Historiografía

La historia es un campo de batalla más de la guerra de clases en curso

Introducción

La historia es un campo de batalla más, de los muchos que existen en la guerra de clases. No se trata sólo de recuperar la memoria de las luchas de clase del pasado, sino también del combate por la historia desde el punto de vista revolucionario, esto es, desde el punto de vista de la defensa de los intereses históricos del proletariado, que no puede ser otro que el de la TEORIZACIÓN de las experiencias históricas del movimiento obrero internacional. Ni la economía, ni la literatura, ni el cine, ni la política, ni la historia, ni cualquier campo de la cultura son neutrales, ni pueden serlo nunca, en una sociedad dividida en clases, porque son un despiadado campo de batalla.

Estamos hablando de la comprensión y de la defensa de los intereses históricos del proletariado, aquí y en Pekín, en París y en Perú, en New York y en Senegal, en todas partes. Estamos hablando de los intereses históricos del proletariado de hoy, de ayer, y del futuro, hasta su extinción como clase. Estamos hablando de nuestra historia (proletaria): real y materialista; enfrentada a su historia (burguesa): falsificada, falsificadora e idealista.

No se trata sólo de recuperar la memoria de los vencidos en la Guerra civil, ni de homenajear a los represaliados por el franquismo, ni de colocar placas o erigir monumentos, o establecer lugares de culto y memoria, ni siquiera de desmentir las aberraciones ideológicas de la derechona (tipo historiografía neofranquista de Pío Moa y César Alcalá), o las componendas justificadoras de la refundación democrática de la izquierdona (tipo historiografía liberal de un Ángel Viñas o la neoestalinista de un Ferran Gallego y un José Luis Martín), ni mucho menos los disparates independentistas y nacionalistas de un Miquel Mir o un Gonzalo Berger…

La indigencia intelectual de algunos descerebrados, con ordenador y web privados con los que difundir sus memeces, en ocasiones fundadores de partidos o Internacionales de un par de miembros, no se merece ningún comentario. más allá de su confuso, disparatado e ilimitado corta y pego de las sacrosantas obras completas de Marx-Engels-Lenin-Trotsky-Mao o de las obras escogidas de Bakunin-Kropotkin-Malatesta-Zerzan-Chomsky-Bookchin. Tampoco se trata de fabricar supermanes o ídolos proletarios, ni de proseguir la historia palaciega de reyes contra nobles, ahora como cómic de buenos y heroicos líderes obreros contra malos dirigentes traidores, como hacen puerilmente algunos brillantes plagiarios, metidos a cuentistas. Es mucho más importante que todo eso, que, a fin de cuentas, se resume en justificar los asesinatos de la guerra de exterminio de los franquistas; o bien en santificar y ensalzar la “gloriosa y terrible” derrota de los antifascistas (entre los que se incluye a los anarcosindicalistas).

No se trata de adorar viejos mitos, se llamen Lenin, Nin o Durruti y Amigos de Durruti, o de levantar altares donde consagrar y ungir nuevos héroes, ya sean Balius, Bordiga o “Bilan”. Es más importante señalar sus errores, que los tuvieron, o descubrir sus deficiencias, que fueron las del movimiento revolucionario de su época. El mito de Lenin, Nin o Durruti no nos sirve para nada, sus deficiencias y sus equivocaciones sí, porque nos enseñan algo. Los mitos de ayer son nuestras cadenas de hoy; desvelar sus errores nos permite avanzar más allá de donde ellos fracasaron.

Pensar o escribir la historia es tan importante y tan sencillo como sacar las lecciones de la Guerra de España, que atañen a la alternativa revolucionaria del proletariado, en 1936. O, dicho de otra forma, se trata de teorizar las experiencias históricas del proletariado ¿Por qué?: porque el proletariado sólo puede aprender de su propia experiencia, de sus luchas, ya que no tiene más escuela que el laboratorio histórico. No otra cosa es el marxismo o el bakuninismo: la teorización de las experiencias históricas del proletariado, y de su existencia como clase explotada en el capitalismo. Aunque es muy posible que haya quien crea que marxismo son los escritos sagrados de un individuo genial, que vivió en el siglo diecinueve, y no su método de análisis, fundamentado en el protagonismo y las experiencias del proletariado en su época. Aunque es muy posible que haya quien crea que anarquismo son los escritos sagrados de un individuo genial, Bakunin, que vivió en el siglo diecinueve, o de Kropotkin, fallecido en febrero de 2021, y no las experiencias del proletariado en la lucha por su autoemancipación.

¿Qué lecciones pueden extraerse de la Guerra civil?:

1.- El Estado capitalista, tanto en su modalidad fascista como en su modalidad democrática, debe ser destruido. El proletariado no puede pactar con la burguesía republicana (o democrática) para derrotar a la burguesía fascista, porque ese pacto supone ya la derrota de la alternativa revolucionaria, y la renuncia al programa revolucionario (y a los métodos de lucha) del proletariado, para adoptar el programa de unidad antifascista con la burguesía democrática, en aras de ganar la guerra al fascismo.

2.- El programa revolucionario del proletariado pasa por la internacionalización de la revolución, la socialización de la economía, sentar las sólidas basas para la supresión del valor y del trabajo asalariado en un ámbito mundial, dirección de la guerra y de las milicias obreras por el proletariado, organización consejista de la sociedad y dictadura del proletariado sobre las capas sociales burguesas y pequeño-burguesas, para aplastar la segura respuesta armada de la contrarrevolución. La organización no es solo un programa, sino su defensa por parte de individuos movidos por la pasión revolucionaria. La principal conquista teórica de Los Amigos de Durruti afirma el carácter totalitario de la revolución proletaria. Es totalitaria, esto es; total, porque ha de darse en todos los campos: social, económico, político, cultural…, y en todos los países, superando todas las fronteras nacionales, y es además autoritaria, porque se enfrenta militarmente al enemigo de clase.

3.- La ausencia de una vanguardia revolucionaria, capaz de defender el programa histórico del proletariado, fue determinante, porque permitió que todas las organizaciones obreras asumieran el programa burgués de unidad antifascista (unidad sagrada de la clase obrera con la burguesía democrática y republicana), con el objetivo único de ganar la guerra al fascismo. Las vanguardias revolucionarias que surgieron durante la Guerra civil, lo hicieron tarde y mal, y fueron aplastadas en su intento, apenas esbozado, de presentar una alternativa revolucionaria, capaz de romper con la opción burguesa entre fascismo y antifascismo.

Conciencia de clase y vanguardia revolucionaria

En realidad, la conciencia de clase es un producto de la lucha de clases, determinado por el antagonismo de los intereses materiales, y el desarrollo de esa conciencia es paralelo al de la lucha de clases. La vanguardia revolucionaria no puede surgir en un período contrarrevolucionario. La clase obrera es revolucionaria, o no es nada. La vanguardia es un producto dialéctico del desarrollo de la conciencia de clase y, por consiguiente, un factor activo en ese proceso. La organización de los revolucionarios surge como una necesidad en el desarrollo de la conciencia de clase. Aunque la vanguardia y la clase están en relación orgánica, y son complementarios, no son idénticos, no deben confundirse. La organización de los revolucionarios es la expresión más alta de la conciencia de clase del proletariado, tanto política como históricamente. Los distintos grupos de afinidad y las diversas organizaciones son sólo una parte de la clase, y precisamente aquella que analiza con mayor claridad la situación. Más sencillo aún: el grupo de vanguardia no es otra cosa que la necesaria organización de los revolucionarios; y por eso mismo, en una situación revolucionaria aparecerán distintas organizaciones, vanguardias o grupos del proletariado.

La diferencia fundamental entre las opciones políticas de materialistas e idealistas radica en la distinta concepción de la naturaleza de la vanguardia revolucionaria y de sus funciones. Para los materialistas los diversos grupos formales de vanguardia son factor, pero también producto de la historia. Para los idealistas esos grupos son un factor para cambiar la sociedad y la historia, prácticamente ajenos a la situación social e histórica inmediata; las vanguardias son sobre todo la voluntad de sus militantes. De ahí el determinismo esencial de los materialistas y el voluntarismo de los idealistas.

En “La Ideología alemana” se define al comunismo como “el movimiento real que suprime el estado de cosas existentes”, que sitúa la conciencia revolucionaria en la existencia de una clase revolucionaria y que define explícitamente la conciencia revolucionaria como una emanación histórica del proletariado explotado. La continuidad con las “Tesis sobre Feuerbach”, donde se dice que los educadores deben también ser educados, es también evidente. En ambos trabajos Marx rechazaba ya a todos los “salvadores” del proletariado, a todos quienes creen que la conciencia comunista es aportada a los humildes obreros desde fuera de la clase obrera, por intelectuales y héroes, que nadie necesita.

Recapitulemos, pues, subrayando el carácter eminentemente pedagógico y ejemplar de la vanguardia (o de la nebulosa de los grupos de afinidad) como organización de los revolucionarios, que surge del seno del proletariado, y más concretamente de su necesidad de teorizar las experiencias revolucionarias de la lucha de clases, pasadas o en curso.

La fuerza de esa conciencia, en las clases peligrosas y subordinadas, es continuamente obstaculizada por el peso de las ideologías de la clase dominante, que en cualquier campo cultural, incluido el de la historia, dispone de todos los recursos del Estado, de la instituciones académicas y universitarias, de la prensa y medios de comunicación, de las empresas editoriales, de los intelectuales orgánicos, de los canales de publicidad y distribución, librerías, etcétera, etcétera, para imponer, en el caso de la historiografía, la versión de la historia oficial como la única y “auténtica” historia. Se pretende que aquello que la historiografía ignora, ni existe, ni ha existido nunca. Si la historiografía académica niega la existencia de una situación revolucionaria en la España de 1936, llegará un momento, desaparecida la generación que vivió la guerra civil, en que eso será un dogma inapelable, con el perverso objetivo de velar un importante episodio de la historia revolucionaria del proletariado. Igual sucede en cualquier otro campo ideológico y cultural. Existen, en España, dos historiografías burguesas, enfrentadas entre sí, pero coincidentes en lo fundamental, esto es, en la defensa del Estado y de la sociedad capitalista. Son la historiografía neofranquista y la neoestalinista-liberal. Incluso podría ramificarse el estudio en subespecies, de tipo catalanista o republicana, siempre con el sagrado respeto debido al Estado y la sociedad capitalista. Unos, los estalinistas y liberales, optan por defender la democracia; otros, los neofranquistas, también, aunque justifiquen la necesidad y valía histórica del franquismo. Ambos impulsarían, en caso de peligro grave de los fundamentos democráticos, o del Estado, el recurso al totalitarismo y la represión del proletariado, y se unificarían en una misma escuela historiográfica de “ideología demócrata, en defensa del capitalismo”.

Habría, por supuesto, diferencias de matiz; y unos, los liberal-estalinistas, republicanos o socialdemócratas propondrían medidas represivas selectivas y transitorias; mientras otros, los neofranquistas y fascistas impondrían medidas represivas generalizadas y permanentes. Pero ambas facciones del capitalismo, tanto la derecha como la izquierda, coincidirían en la fundamental defensa democrática y contrarrevolucionaria del sistema capitalista, mediante la brutal represión del movimiento obrero revolucionario. Es muy posible además que, en un futuro no muy lejano, paro y depresión económicas mediante, se responda a esa profunda crisis económica, política y social con un cambio de régimen, de carácter republicano, en el que se comprometan todos los defensores del capitalismo, una vez superadas ya las obsoletas diferencias entre franquistas y antifranquistas, por alejamiento cronológico respecto a la etapa de la guerra civil y de la dictadura franquista, con el objetivo común de aplastar a los revolucionarios. En España, esa desviación de las luchas anticapitalistas del proletariado en lucha antimonárquica (1931), antifascista (1936), o antifranquista (1976) es un recurso frecuente, que suele tener cierto éxito inicial, al menos en el campo ideológico. Izquierda y derecha del capital se complementan siempre, como yunque y martillo, para aplastar al proletariado revolucionario.

La constitución del proletariado en clase es un proceso histórico de luchas, en las que el proletariado puede aparecer como una fuerza de apoyo a la burguesía revolucionaria; o progresista, en la lucha contra fuerzas socio-políticas feudales; pero también puede surgir como fuerza destructiva del Estado burgués, construyendo sus propios órganos de poder obrero: los soviets en Rusia (1905 y 1917), los raters en Alemania (1919-1920) y los comités-gobierno o comités revolucionarios en España (1936-1937).

La desaparición del proletariado en la sociedad sin clases sólo puede ser una consecuencia de su constitución en clase dominante; pero siempre será una hipótesis optimista, pero no inevitable, a la que cabe otra salida terrible: la barbarie.

La historia de la constitución de la clase en partido histórico del proletariado, antagónico al partido del capital, es la historia de los distintos partidos, organizaciones, sindicatos, la nebulosa libertaria, los consejos obreros, o los grupos y vanguardias formales del proletariado. Para algunos historiadores la revolución fracasó en 1936 porque no había partido (formal), lo cual es inexacto, porque el propio partido no es un elemento indeterminado. La revolución fracasó, en la España de 1936, porque el antagonismo entre el proletariado y la burguesía hispana no había sido, en los años veinte y treinta, lo bastante intenso y consciente como para hacer surgir la constitución formal del partido histórico de la revolución proletaria y hacer posible la organización consejista de la sociedad. Por otra parte, el proceso revolucionario mundial, iniciado en 1905, ya había sido derrotado internacionalmente en los años veinte (aunque no lo había sido en España).

Conocer, divulgar y profundizar en el conocimiento de la historia revolucionaria, negando las falacias y deformaciones que escribe la historiografía burguesa, desvelando la auténtica historia de la lucha de clases, escrita desde el punto de vista del proletariado revolucionario, es ya en sí mismo un combate por la historia. Combate que forma parte de las luchas de clases, como cualquier huelga salvaje, o el Manifiesto Comunista, la ocupación de fábricas, una insurrección revolucionaria, la nebulosa libertaria, La conquista del pan o El Capital. El proletariado, para apropiarse de su pasado, ha de combatir las visiones estalinista, liberal y neofranquista. El combate proletario por conocer su propia historia es un combate, entre otros muchos más, de la guerra de clases en curso. No es puramente teórico, ni solamente práctico, porque forma parte de la propia conciencia de clase, y se define como teorización de las experiencias históricas del proletariado.

El proletariado, para vencer, necesita una conciencia cada vez mayor, superior y más aguda, de la realidad y de su devenir. Sólo con una conciencia crítica, elaborada en el estudio riguroso de las experiencias de sus luchas pasadas, podrá avanzar hacia sus objetivos. La conmemoración de la muerte de sus militantes, o de las masacres del proletariado, no puede ser jamás, para los revolucionarios, un acto religioso, o de homenaje y memoria. LO QUE IMPORTA ES EXTRAER LAS LECCIONES DE LAS SANGRIENTAS DERROTAS DEL PROLETARIADO, PORQUE LAS DERROTAS SON LOS JALONES DE LA VICTORIA.

El proletariado es arrojado a la lucha de clases por su propia naturaleza de clase explotada, sin necesidad que nadie le enseñe nada, porque necesita sobrevivir. Cuando el proletariado se constituye en partido del proletariado, enfrentado al partido del capital, necesita asimilar las experiencias de la lucha de clases, para tomar conciencia de éstas, apoyarse en las conquistas históricas, tanto teóricas como prácticas, y superar los inevitables errores, corregir críticamente los fallos cometidos, reforzar sus posiciones políticas por medio de la toma de conciencia de sus insuficiencias y lagunas y completar su programa; en fin, resolver los problemas no resueltos en su momento: aprender las lecciones que nos da la propia historia. Y ese aprendizaje sólo puede hacerse en la práctica de la lucha de clases.

No existe una lucha económica y una lucha política separadas, en departamentos estancos. Toda lucha económica es, a la vez, en la sociedad capitalista actual, una lucha política, y al mismo tiempo una lucha por la identidad de clase. Tanto la crítica de la economía política, como la crítica de la historia oficial, el análisis crítico del presente, el sabotaje o una huelga salvaje, son combates de la misma guerra de clases. Y en todos, y en cada uno de esos combates, se plantea la conciencia de clase, y el devenir de la clase en partido del proletariado (antagónico al partido del capital).

Sin teoría revolucionaria no hay revolución. Sin una teorización de las experiencias históricas del proletariado no existe teoría revolucionaria, ni avance teórico. Entre la teoría y la práctica puede existir un lapsus de tiempo, tan largo como el de una etapa contrarrevolucionaria de varias décadas, pero eso no significa una separación absoluta e insalvable entre teoría y práctica. El marxismo revolucionario es un método de análisis de la realidad social e histórica, que transforma el arma de la crítica en la crítica de las armas. LAS TEORÍAS REVOLUCIONARIAS PRUEBAN SU VALIDEZ EN EL LABORATORIO HISTÓRICO. El partido del proletariado no es sólo un programa, sino su defensa por parte de individuos movidos por la pasión revolucionaria, y organizados en diversos partidos, nebulosas y vanguardias de clase, que defienden distintas tácticas.

La visión modernista y progre quizás pueda aceptar que la historia del movimiento obrero, hoy, en España, es un combate contra la historia oficial del mandarinato liberal-estalinista, o la demanda comercial neofranquista. Ese combate por la historia sólo terminará cuando hayan desaparecido las clases, tras la victoria del proletariado, confundido ya con la humanidad. Lo que empezó como combate por la historia del proletariado, sólo puede culminar como historia del combate por el comunismo y la abolición de todas las clases, previa extinción del trabajo asalariado, de la ley del valor, de las fronteras nacionales, de todos los Estados, con sus ejércitos y policías. Y todo esto no hace más que actualizar e ilustrar lo que ya escribió Marx en La ideología alemana: “la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”. Es decir, quien posee el poder económico dicta su historia, que adecuadamente falsificada e idealizada, es siempre la oficial y predominante. Esa sagrada historia burguesa oficial se cree y pretender ser, además, la única historia válida, y por ello, mostrará su elitista desprecio profesional y su ignorancia por la historia del proletariado. Sobre todo, su ignorancia.

Como decía el Manifiesto trapero de Puigcerdá. Combate por la historia:

“Con la ignorancia, omisión o minimización de las connotaciones proletarias y revolucionarias que caracterizaron el período republicano y la guerra civil, la Historia Oficial consigue ponerlo todo del revés, de forma que sus principales popes se imponen la tarea de reescribirlo todo, y consumar de este modo la expropiación de la memoria histórica, como un acto más del proceso de expropiación general de la clase trabajadora. Pues, a fin de cuentas, la historiografía es quien elabora la Historia. Si, paralelamente a la desaparición de la generación que vivió la guerra, los libros y manuales de la Historia Oficial ignoran la existencia de un magnífico movimiento anarquista y revolucionario, dentro de diez años se atreverán a decir que ese movimiento no ha existido. Los mandarines creen firmemente que nunca ha existido aquello sobre lo que ellos no escriben: si la historia cuestiona el presente, la niegan. […]

Hay una contradicción flagrante entre el oficio de recuperación de la memoria histórica, y la profesión de servidores de la Historia Oficial, que necesita olvidar y borrar la existencia en el pasado, y por lo tanto la posibilidad en el futuro, de un temible movimiento obrero revolucionario de masas. Esta contradicción entre el oficio y la profesión se resuelve mediante la ignorancia de aquello que saben o deberían saber; y eso les convierte en necios. Y por esta misma razón la Historia Oficial se caracteriza por una absoluta incapacidad para el rigor, la objetividad y la totalidad. Es necesariamente parcial, y no puede adoptar más perspectiva que la perspectiva de clase de la burguesía. Es necesariamente excluyente, y excluye del pasado, del futuro y del presente a la clase obrera. La Sociología Oficial insiste en convencernos que ya no existe la clase obrera, ni la lucha de clases; a la Historia Oficial le toca convencernos de que nunca existió. Un presente perpetuo, complaciente y acrítico banaliza el pasado y destruye la conciencia histórica.

Los historiadores de la burguesía tienen que reescribir el pasado, como lo hacía una y otra vez el Gran Hermano. Necesitan ocultar que la Guerra Civil fue una guerra de clases. Quien controla el presente, controla el pasado, quien controla el pasado, decide el futuro. La Historia Oficial es la historia de la burguesía, y hoy tiene por misión mitificar los nacionalismos, la democracia liberal y la economía de mercado, para convencernos de que son eternos, inmutables e inamovibles.”

Mientras tanto, el combate por la historia pasa hoy por la teorización de las experiencias históricas del proletariado INTERNACIONAL, que ya realizaron en su momento Rosa Luxemburg, Herman Gorter, Anton Pannekoek, Amadeo Bordiga, “Bilan”, Onorato Damen, Josep Rebull, Munis, “Alerta”, Jaime Balius, Ridel y Prudhommeaux, entre otros. NINGUNO de ellos fue historiador; TODOS ellos fueron militantes revolucionarios, que no dudaron en estudiar y teorizar las experiencias históricas del proletariado revolucionario, porque para ellos el combate por la historia revolucionaria era una batalla fundamental de la guerra de clases. Porque no se trata sólo de escribir racionalmente la historia, fundamentada en la realidad de la lucha de clases y en los hechos humanos concretos, sino además, y ante todo, de perfeccionar, acrecentar, acendrar y cimentar la teoría revolucionaria.

Agustín Guillamón

Barcelona, 1 de junio de 2023

Léxico:

  1. PARTIDO HISTÓRICO: Partido histórico del proletariado enfrentado al partido histórico del capital. Es esta la definición de un antagonismo entre clases. El partido histórico del proletariado no debe confundirse con los distintos partidos, vanguardias, nebulosas o grupos formales, que tienden a su disolución en ese partido histórico del proletariado, antagónico del partido del capital.
  1. PARTIDO FORMAL: Partido, vanguardia, sindicatos, la nebulosa libertaria, los consejos obreros, organizaciones o grupos son sinónimos de partido formal.
  1. NEBULOSA LIBERTARIA: El concepto de la “nebulosa” libertaria como fórmula asociativa de los grupos de afinidad ácratas, propia y muy original, a menudo mal comprendida, es totalmente distinta a la sindicalista, y absolutamente opuesta a la de carácter leninista y/o militarista. Esa nebulosa, vista desde una perspectiva exterior, estaba envuelta en una espesa neblina que impedía ver qué sucedía en su interior y mucho menos quién estaba dentro y qué hacía. Esa misma nebulosa, desde una perspectiva interna, era un mundo cerrado de militantes seguros y probados, un océano de oportunidades y una red de relaciones sociales y personales que fomentaba el surgimiento de grupos de afinidad, reunidos para alcanzar determinados objetivos (desde fabricar bombas, planificar acciones o huelgas, fundar una cooperativa, sostener una escuela racionalista o un ateneo hasta la creación, redacción, impresión y distribución de un periódico o de una octavilla, y las más variadas actividades) que, una vez conseguidas, suponían la disolución de ese grupo de afinidad. Quizás no debería ser necesario añadir que esa nebulosa facilitaba a los diversos grupos que surgían de su seno una complicidad y apoyo incondicionales, que multiplicaban la operatividad de esos pequeños grupos. Todo el mundo se conocía y era conocido desde el más estricto anonimato militante, impermeable a los confidentes y a la policía, pero absolutamente transparente y eficaz en su red de relaciones militantes internas. Véase el artículo sobre la nebulosa libertaria aquí:

http://www.portaloaca.com/historia/historialibertaria/la-nebulosa-como-formula-organizativa-acrata/

4 comentarios

  1. La conciencia de los trabajadores de ser una clase explotada, diferenciada y con objetivos enfrontados a la burgesa ha quedado muy reducida. No hay cultura obrera paralela a la capitalista. Primero se la cargó el franquismo y después la sociedad de consumo. Los trabajadores ya no se culturizan en el sindicato, ateneo, etc. sino que consumen la misma ropa, programas, partidos de futbol etc que los ricos. Y algunos hasta quieren ser como ellos. Primero se necesita recuperar esta conciencia de clase o al menos que más trabajadores la tengan. Hablar de proletariado revolucionario lo encuentro un poco trasnochado y fuera de la realidad. Y si lo quieres comprobar siéntate a escuchar o hablar a los trabajadores en cualquier bar de poligono industrial o a los repartidores, etc.

    No creo que decirle neoestalinista a Gallego o soltar bilis personal en general a otros historiadores sea publicable en un portal de historia si quiere ser un poco «serio». ¿Qué importa más? ¿la ideología del historiador o su obra? Yo no tengo la misma ideologia que Gallego pero eso no me impide decir que sus libros sobre del nazismo y la extrema derecha en Alemania, son interesantes, útiles y detrás hay un buen trabajo para entender la sociedad alemana antes de la II Guerra Mundial y después de esta.

    Parece que solo se puede hacer historia de la revolución en la Guerra Civil para ser un buen historiador (revolucionario)… Como si estudiar otros movimientos sea contrarevolucionario. Para entender el ascenso del fascismo, marxismo-leninismo y tantos otros «ismos» se debe estudiar el contexto, la sociedad, los acontecimientos históricos anteriores. Muchos anarquistas provenían del republicanismo federal, ¿se debe obviar y hablar de ellos solo cuando tienen ideas revolucionarias?
    Creo que no, que es un error y que para entender las revoluciones, los cambios ideológicos, las insurrecciones, etc. hay que conocer a otros movimientos e ideologias.

    Si le hablas de proletariado a un trabajador, hasta los que tienen conciencia de clase… es probable que no lo entiendan o lo entiendan pero no usen este vocabulario. Por eso el historiador, sea revolucionario o no, tiene que saber (ni que sea un poco) el pensamiento y contexto actual, para poder analizar e intentar transformar la sociedad.

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  2. Respuesta de Guillamón:

    1.
    Sobre mi concepción del papel del historiador le remito a un artículo publicado en SER HISTORICO, aquí:

    ¿Historiador o trapero?

    Sobre el estalinismo, un artículo en SER HISÓRICO, aquí:

    Estalinisme


    Más materiales sobre estos temas en el libro COMBATE POR LA HISTPRIA, qie puede descargarse en PDF, aquí:

    https://materialesxlaemancipacion.espivblogs.net/2020/06/24/libro-combate-por-la-historia-balance-cuadernos-de-historia-del-movimiento-obrero/

    4.
    Adjunto una reseña sobre el libro de Ferran Gallego dedicado a mayo de 1937:

    EL RUIDO Y LA FURIA, O DEL ESTALINISMO AL NARCISMO
    Reseña del producto editorial:
    GALLEGO, Ferran: Barcelona, mayo de 937. Debate. Barcelona, 2007, 628 páginas.
    INTRODUCCIÓN
    La historia es un campo más entre los múltiples campos de batalla de la guerra de clases. Por esta razón es imposible que la historia, elaborada desde el mundo académico, copado por burgueses y estalinistas, pueda darnos un relato medianamente aceptable e inteligible sobre los llamados “Hechos de mayo de 1937”.
    Nos enfrentamos, pues, a un libro de 628 páginas que trata sobre los Hechos de Barcelona en mayo de 1937, con pretensiones filosóficas, literarias y epistemológicas. Es un libro de síntesis (aunque su autor pretende de investigación) que, tanto por su tamaño como por su planteamiento, debería ser exhaustivo. Son más de cien páginas por cada uno de los días que conformaron las llamadas Jornadas de Mayo, entre el 3 y el 7 de mayo de 1937.
    Lo mejor del libro es la exposición pormenorizada de las investigaciones (ajenas) de Godicheau y Pozo, y sobre todo su afirmación de que no existió en la Barcelona de 1936 una situación de doble poder. ¡Cuánto menosprecio por los laboriosos trabajos de investigación, que cualquier iluminado se atreve a apropiarse y mancillar para usar y tirar, como un klínex con el que se suena las narices!
    No, por obvia, deja de ser notable la insistencia de Gallego en que mayo no fue un simple enfrentamiento de la CNT y el POUM contra las organizaciones gubernamentales y estatales, puesto que la CNT también estaba en el gobierno.
    Aunque el libro pretende ofrecer una nueva interpretación de mayo del 37, no sale del marco del antifascismo. Gallego no puede entender que, para las organizaciones obreras, sumarse a la unidad antifascista suponía renunciar al programa y a los métodos de lucha del proletariado. Mayo del 37 empezó en realidad en julio de 1936, cuando los anarquistas aceptaron la colaboración con el gobierno de la Generalidad y el resto de partidos antifascistas, en lugar de coordinar y potenciar los comités revolucionarios para que éstos tomaran todo el poder e iniciaran un proceso revolucionario. Pero todo esto a Gallego le queda más lejano que el planeta Marte.
    Porque la posición política de Gallego, estalinista, burguesa y frentepopulista, no puede sino lamentar que la unidad antifascista no fuera lo bastante fuerte y cohesionada como para permitir a los republicanos que intentaran ganar la guerra a los fascistas. No puede entender ni valorizar la situación revolucionaria vivida por el proletariado barcelonés.
    UN LIBRO OTOÑAL
    Las hipótesis y elucubraciones del autor abarcan hojas y hojas que se caen al suelo si el lector ha leído antes “Barricadas en Barcelona” (Espartaco) y “Barcelona, mayo de 1937. Testimonios desde las barricadas” (Alikornio). El de Gallego es un libro otoñal, que tras la caída de las hojas sobrantes (una 627) se queda más desnudo que Adán. Sólo le queda el precio, para taparse las vergüenzas, que sin embargo es lo bastante grande para hacerlo.
    Hagamos la prueba otoñal a libro tan perecedero: las primeras 230 páginas intentan situar históricamente el inicio de la Guerra civil, sin decir ni aportar nada nuevo que no haya sido ya dicho. Su análisis internacional del estalinismo responde más al del eurocomunismo de los años setenta que al frentepopulismo de los años treinta: Gallego se equivoca en cuarenta años. Así, pues, aquellos que ya han leído otras historias sobre el tema pueden arrancar tranquilamente esas primeras 230 páginas, con lo cual reducimos el texto en una tercera parte. El resto está lleno de jeroglíficos epistemológicos y simbólicos que no importan a nadie más que a su autor, y posiblemente la capillita de cátedros que los han discutido con él. De hechos históricos que no hayan sido ya publicados en otros libros: nada; de interpretaciones novedosas o racionales, inteligibles y que aporten algún interés: nada. En las seiscientas y pico páginas no se explica ni la foto de la portada, el lugar exacto o la fecha en que fue tomada; eso sí, se le dedica varias páginas de bobadas sobre no sé qué simbolismos.
    Si Gallego no da este curso un aprobado general que me lo digan sus alumnos, porque en esta reseña se está ganando un cero patatero. El profesor Gallego ignora en su mamotreto de más de seiscientas páginas, dedicado sólo a las Jornadas de Mayo de 1937 en Barcelona, todo esto:
    1.- La decisión de Companys de acabar con la CNT llegó al punto de solicitar reiteradamente al gobierno de Valencia el mando de la aviación (en manos de Sandino) para poder bombardear los cuarteles y edificios de Barcelona en poder de la CNT, siguiendo el detallado plan, elaborado por José del Barrio (PSUC), aunque eso supusiera la incautación del orden público y defensa por el gobierno central.
    2.- Y sin embargo Gallego, en su libro, llega a plantear al lector dudas sobre la estrecha relación existente entre Companys y el PSUC, cuando los hechos demuestran que José del Barrio se apresuró a planificar y concretar el plan de bombardeos que quería Companys para destruir, arrasar y aniquilar a la CNT.
    3.- Escorza y Herrera mantuvieron en abril de 1937, cara a cara con Companys, unas tensas y decisivas conversaciones, previas a la formación de un nuevo gobierno, para resolver la crisis del gobierno de la Generalidad que estaba abierta desde primeros de marzo.
    4.- Escorza respondió a la provocación del asalto de la Telefónica desde su coordinación y dirección efectiva del Comité de Investigación y de los comités de defensa.
    Gallego no explica, ni puede explicar, en sus más de seiscientas páginas, ni el inicio ni el desenlace real de los Hechos de Mayo, sencillamente porque los desconoce. Imagínese el lector la imagen literaria que don Ferran Gallego podría haber esculpido, en blanco y negro, de un presidente de la Generalidad suplicando al gobierno central “español” aviones para bombardear al proletariado “catalán”. Hubiera podido citar, esta vez acertadamente, a Goethe y a Mefisto, junto a las tan numerosas como inapropiadas citas literarias que anegan su libro, la mayoría de ellas sin venir a cuento.
    5.- ¿Cómo pueden ignorarse a estas alturas los trabajos de Anna Monjó sobre las colectivizaciones y la lucha por la socialización iniciada por los trabajadores barceloneses en la primavera de 1937? ¿Cómo puede escribirse un libro de investigación, como pretende Gallego el suyo, sin documentación de archivo?
    6.- Ignora que el grado de enfrentamiento, antes de mayo, había llegado a tal punto que en una reunión de la Junta de Seguridad, efectuada en el Palacio de Gobernación, Aurelio Fernández (CNT) llegó a amenazar de muerte a Rodríguez Salas, poniendo en su cabeza una pistola. ¿Cómo no iba a romperse el gobierno de unidad antifascista?
    7.- Ignora que a Martín “el cojo de Málaga”, anarquista que controlaba la zona fronteriza de Puigcerdá, fue asesinado por unos pistoleros contratados por altos cargos de la policía de la Generalidad. ¿Qué unidad antifascista había de conservarse en estas circunstancias?
    8.- Ignora las causas reales de la dimisión del “conseller” de Defensa, el cenetista Isgleas, que no le voy a explicar, para no dejárselo todo hecho. Si quiere saberlo, que lea los libros que lo explican.
    9.- Ignora la enorme implicación de Companys, y su complicidad con los soviéticos y los estalinistas, para dar un golpe que les permitirse la formación de un gobierno “fuerte”, capaz de deshacerse de una CNT, que aparecía como incapaz de controlar a sus “Incontrolados”.
    10. Pero, sobre todo, Gallego ignora el abecé del historiador. Ignora que la historia no se escribe disfrazando los hechos, que otros YA han explicado, con símbolos arbitrarios, aleladas teorías, entre extravagantes y anodinas, o pedantes citas literarias y novelescas imitaciones; sino metiendo las narices en mil archivos e investigando entre los sucios y destartalados legajos para desvelar los hechos históricos que realmente sucedieron.
    Luego, el descubrimiento puede escribirse en una línea, o en una breve nota a pie de página como hacen Godicheau, Pozo, Guillamón o el colectivo de Alikornio, para decir lo que no dice Gallego en más de seiscientas páginas, ni tampoco diría en una enciclopedia de veinticinco mil páginas, por la sencilla razón de que lo ignora.
    Son demasiadas cosas las que Gallego ignora y desconoce como para que su pedante librote sirva para algo más que para tirarlo a la papelera. Porque, le guste o no le guste, la historia se hace interpretando los hechos reales, y no con especulaciones, citas literarias, fantasías, o machaconas simbolizaciones de hechos no ocurridos y numerosísimas ignorancias, tan evidentes como importantes. El libro de Gallego es como la canción de verano, una operación de marketing totalmente ajena e indiferente al auténtico valor musical de la canción.
    Y es que nos encontramos ante unos de esos libros que, aunque pretende hacer balance histórico y presentar el estado de la cuestión sobre Los Hechos de Mayo, nace ya viejo en cuanto llega a las librerías.
    No cita, ni una sola vez, ni a Manuel Escorza ni a Josep Rebull.
    Ni una sola vez, ni por casualidad: ignora su existencia, el papel que jugaron, lo que hicieron y dijeron, su papel en los acontecimientos reales.
    Sin citar a Escorza es imposible comprender “la espontaneidad” de la insurrección obrera en mayo del 37; sin citar a Rebull, muy crítico con el comité ejecutivo del POUM, del que llegó a afirmar que no era un partido revolucionario, es imposible comprender la auténtica naturaleza reformista y frentepopulista del POUM, y el auténtico papel jugado por ese partido en mayo del 37.
    INCOMPRENSIBLE SOLIPSISMO
    Hay cosas que no se entienden, o que sólo se entienden en las cerradas tertulias académicas, y que sólo a éstas les interesa:
    1.- ¿Qué es eso de que la Telefónica tiene una situación temporal y moral, además de espacial? (p. 438). A esto se le llama idealismo, y del barato.
    2.- ¿Qué es eso de que la CNT y la FAI han de responder con hechos, “pero deben imprimirles un valor simbólico”? (p. 443). A esto se le llama simbolismo, del huero.
    3.- ¿Qué es eso de que los hechos tienen voluntad de símbolo? (p. 406). Quizás sea cierto en el aula regentada por Gallego, pare él y para sus sufridos alumnos. En el resto del planeta los hechos son acciones reales, y en ocasiones se convierten en hechos históricos, pero casi nunca son símbolo de nada. Gallego parece confundir la realidad de los hechos y de las acciones humanas, en un determinado momento histórico, con la simbología futura de éstos en la mente de un historiador narcisista burgués, que en 2007 publica un libro sobre mayo del 37. A esto se le llama solipsismo, o como decía muy gráficamente un pastor: “mejor una buena cabra que tantas farfollas mentales”.
    Al libro le sobran todos esos espantajos epistemológicos, que además son legión, y le falta lo fundamental en un libro de historia: los hechos históricos y su interpretación racional y creíble.
    LA FOTO DE LOS TRABAJADORES DE LA MADERA
    Dentro de las distintas corrientes historiográficas sobre la Guerra civil, Ferran Gallego se sitúa, sin duda alguna, en la escuela estalinista, tanto por militancia política como por vocación. Pero este exsecretario del PSUC-viu ha ido evolucionando y levitando desde el suelo del estalinismo hacia las etéreas alturas del narcisismo, y endiosado entre las nubes pontifica a diestro y siniestro, más allá de toda realidad, más allá de los hechos históricos; y así como Midas convertía en oro cuanto tocaba, Gallego transforma en símbolo cuanto mira. Del estalinismo al narcisismo.
    Y es esa clave narcisista, que en algunas ocasiones alcanza las cumbres del solipsismo, la que nos permite comprender algunos párrafos esenciales del libro de Ferran Gallego. Así, por ejemplo, en las páginas 591-592, cuando nos describe la foto de la cubierta, que encabeza y adorna el libro, nos hace un insufrible relato poético-novelístico de un local del sindicato de industria de la madera de la CNT, pero sin darnos en ningún momento los datos de rigor que cabe exigir a un historiador: lugar y fecha exactos. La descripción de los trabajadores en armas, tras la barricada, sigue ese estilo novelístico, tan inapropiado en un relato histórico, sin decirnos nada de esos trabajadores. Y todo esto para acabar humanizando el aire de la foto, la barricada, o una caja de fruta, que saben más que esos trabajadores, que no comprenden que están ahogando el antifascismo con sus propias manos. Pero la labor de un historiador, en lugar de la exposición novelística de tales majaderías poéticas, hubiera sido la de indagar y presentarnos los recientes combates de esos trabajadores de la edificación, madera y decoración, que habían constituido la Madera Socializada en la Asamblea reunida en el teatro Victoria el 25 de abril de 1937, esto es, sólo una semana antes de la toma de la foto. Esos trabajadores que Gallego nos presenta más inconscientes y bobos que las piedras de la barricada, o una caja de fruta, acababan de rechazar las limitaciones y sumisiones impuestas por el Decreto de Colectivizaciones de octubre de 1936, y habían impuesto la socialización del sector de la Madera.
    Después del 19 de julio de 1936, el Sindicato Único del Ramo de la Madera (CNT) racionalizó la producción suprimiendo los pequeños talleres, económicamente inviables, reorganizó la estructura productiva del sector, mediante la concentración y racionalización industrial, dando paso a los llamados “talleres confederales”, de amplias naves, con buena iluminación y ventilación, a los que se dotó de la maquinaria y especialización necesarias. Se estructuró además la producción de forma que no se dependiera de la materia prima exterior. A fines de 1937 el sector alcanzaba una cifra de ocho mil trabajadores.
    El Sindicato de la Madera se opuso a cualquier tipo de intervención, financiación o injerencia del Estado u otras instituciones oficiales, el burocratismo y la ineficacia. Se opuso, asimismo, al “capitalismo sindical” presente en algún sector de la clase obrera, ya que significaba el establecimiento de la desigualdad entre los propios trabajadores, según la empresa o ramo a que pertenecían, lo cual era contrario a los objetivos de la socialización: «Lo fácil, lo lógico para algunos hubiese sido hacer esas colectivizaciones que no son otra cosa que grandes cooperativas, en las cuales sólo las industrias con vida propia tendrán asegurada su existencia. Pero en cambio, dejan abandonadas a las pobres a sus propios medios, que no es otra cosa que crear dos clases: los nuevos ricos y los eternos pobres, ¡desigualdad que no se puede consentir! Nosotros aceptamos la colectivización de todas las industrias, pero con una sola caja, llegando al reparto equitativo. Lo que no aceptamos es que haya colectividades pobres y ricas…»
    La Madera Socializada de Barcelona fue una agrupación que, a pesar de ser de las primeras en constituirse y de mantenerse en pleno funcionamiento hasta la entrada de las tropas franquistas, nunca se legalizó, manteniendo en todo momento una actitud contraria a cualquier presencia de la Generalidad, en la reestructuración de la actividad económica, tal como ya se ha indicado, y una posición crítica respecto al Decreto de Colectivizaciones.
    Un historiador hubiera dicho todo esto sobres esos trabajadores de la Madera que hacían guardia tras la barricada, y hubiera investigado y explicado con mayor profundidad esa “curiosa” contradicción existente EN LA REALIDAD SOCIAL E HISTORICA entre la colectivización y la socialización. Pero el narcisismo, en ocasiones el solipsismo, conduce a Gallego por otros derroteros. Para Gallego, la caja de fruta es más consciente e inteligente que esos trabajadores de la madera que luchan por la socialización, porque Gallego no entiende que a esos trabajadores el antifascismo, esto es, la unión sagrada con la burguesía democrática, no les importa un carajo, ni siquiera una caja de fruta.
    Cuando un historiador mira la foto de unos obreros tras una barricada ha de intentar explicar el combate que alienta y empuja a esos hombres; Ferran Gallego, por el contrario, como hace en todo su libro, utiliza un método narcisista con el que lo único que ve es su propia mirada complacida de dios-historiador; juez omnisciente sin más privilegio que el de no explicar nada, porque setenta años después “ya lo sabe todo”, aunque ya hemos visto que la lista de sus ignorancias es bastante extensa e importante.
    EL RUIDO Y LA FURIA
    El libro empieza y termina con la misma frase, tan anodina y somnífera como el mamotreto que abre y cierra, en la que se afirma que Barcelona está durmiendo la siesta, vayan ustedes a saber por qué. El autor no podía hallar una frase más desafortunada, porque en todo caso, en 1936 y 1937, fueron el ruido y la furia quienes azotaron la Barcelona obrera y revolucionaria. El ruido de las bombas de la aviación fascista, del tableteo de las ametralladoras y fusiles tras las barricadas, de las sirenas que el 19 de julio llamaban a la insurrección revolucionaria. Narciso se encandila y dormita ante el espejo.
    En resumen, otro producto editorial, que no libro de historia, de los que tanto abundan en la sociedad capitalista que nos ha tocado sufrir. Habrá que empezar a diferenciar, pues, entre los productos editoriales, servidos por el marketing de las grandes multinacionales, y los libros de historia, a menudo fruto del esfuerzo y el combate de pequeñas editoriales.
    La historia de la lucha de clases no es un juguete para narcisos, sino una dura experiencia pagada con la sangre y el sufrimiento de los nuestros, que los obreros debemos estudiar, analizar y teorizar para aprender qué hacer la próxima vez que asaltemos los cielos.
    Agustín Guillamón
    Barcelona, mayo de 2007
    Balance cuaderno número 31 (abril 2008)

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  3. Respuesta de Guillamón:

    1.
    Sobre mi concepción del papel del historiador le remito a un artículo publicado en SER HISTORICO, aquí:

    ¿Historiador o trapero?

    1. Sobre el estalinismo, un artículo en SER HISÓRICO, aquí:
      https://serhistorico.net/2019/08/14/estalinisme/
    2. Más materiales sobre estos tema en el libro COMBATE POR LA HISTPRIA, qie puede descargarse en PDF, aquí:

    https://materialesxlaemancipacion.espivblogs.net/2020/06/24/libro-combate-por-la-historia-balance-cuadernos-de-historia-del-movimiento-obrero/

    4.
    Adjunto una reseña sobre el libro de Ferran Gallego dedicado a mayo de 1937:

    EL RUIDO Y LA FURIA, O DEL ESTALINISMO AL NARCISMO
    Reseña del producto editorial:
    GALLEGO, Ferran: Barcelona, mayo de 937. Debate. Barcelona, 2007, 628 páginas.
    INTRODUCCIÓN
    La historia es un campo más entre los múltiples campos de batalla de la guerra de clases. Por esta razón es imposible que la historia, elaborada desde el mundo académico, copado por burgueses y estalinistas, pueda darnos un relato medianamente aceptable e inteligible sobre los llamados “Hechos de mayo de 1937”.
    Nos enfrentamos, pues, a un libro de 628 páginas que trata sobre los Hechos de Barcelona en mayo de 1937, con pretensiones filosóficas, literarias y epistemológicas. Es un libro de síntesis (aunque su autor pretende de investigación) que, tanto por su tamaño como por su planteamiento, debería ser exhaustivo. Son más de cien páginas por cada uno de los días que conformaron las llamadas Jornadas de Mayo, entre el 3 y el 7 de mayo de 1937.
    Lo mejor del libro es la exposición pormenorizada de las investigaciones (ajenas) de Godicheau y Pozo, y sobre todo su afirmación de que no existió en la Barcelona de 1936 una situación de doble poder. ¡Cuánto menosprecio por los laboriosos trabajos de investigación, que cualquier iluminado se atreve a apropiarse y mancillar para usar y tirar, como un klínex con el que se suena las narices!
    No, por obvia, deja de ser notable la insistencia de Gallego en que mayo no fue un simple enfrentamiento de la CNT y el POUM contra las organizaciones gubernamentales y estatales, puesto que la CNT también estaba en el gobierno.
    Aunque el libro pretende ofrecer una nueva interpretación de mayo del 37, no sale del marco del antifascismo. Gallego no puede entender que, para las organizaciones obreras, sumarse a la unidad antifascista suponía renunciar al programa y a los métodos de lucha del proletariado. Mayo del 37 empezó en realidad en julio de 1936, cuando los anarquistas aceptaron la colaboración con el gobierno de la Generalidad y el resto de partidos antifascistas, en lugar de coordinar y potenciar los comités revolucionarios para que éstos tomaran todo el poder e iniciaran un proceso revolucionario. Pero todo esto a Gallego le queda más lejano que el planeta Marte.
    Porque la posición política de Gallego, estalinista, burguesa y frentepopulista, no puede sino lamentar que la unidad antifascista no fuera lo bastante fuerte y cohesionada como para permitir a los republicanos que intentaran ganar la guerra a los fascistas. No puede entender ni valorizar la situación revolucionaria vivida por el proletariado barcelonés.
    UN LIBRO OTOÑAL
    Las hipótesis y elucubraciones del autor abarcan hojas y hojas que se caen al suelo si el lector ha leído antes “Barricadas en Barcelona” (Espartaco) y “Barcelona, mayo de 1937. Testimonios desde las barricadas” (Alikornio). El de Gallego es un libro otoñal, que tras la caída de las hojas sobrantes (una 627) se queda más desnudo que Adán. Sólo le queda el precio, para taparse las vergüenzas, que sin embargo es lo bastante grande para hacerlo.
    Hagamos la prueba otoñal a libro tan perecedero: las primeras 230 páginas intentan situar históricamente el inicio de la Guerra civil, sin decir ni aportar nada nuevo que no haya sido ya dicho. Su análisis internacional del estalinismo responde más al del eurocomunismo de los años setenta que al frentepopulismo de los años treinta: Gallego se equivoca en cuarenta años. Así, pues, aquellos que ya han leído otras historias sobre el tema pueden arrancar tranquilamente esas primeras 230 páginas, con lo cual reducimos el texto en una tercera parte. El resto está lleno de jeroglíficos epistemológicos y simbólicos que no importan a nadie más que a su autor, y posiblemente la capillita de cátedros que los han discutido con él. De hechos históricos que no hayan sido ya publicados en otros libros: nada; de interpretaciones novedosas o racionales, inteligibles y que aporten algún interés: nada. En las seiscientas y pico páginas no se explica ni la foto de la portada, el lugar exacto o la fecha en que fue tomada; eso sí, se le dedica varias páginas de bobadas sobre no sé qué simbolismos.
    Si Gallego no da este curso un aprobado general que me lo digan sus alumnos, porque en esta reseña se está ganando un cero patatero. El profesor Gallego ignora en su mamotreto de más de seiscientas páginas, dedicado sólo a las Jornadas de Mayo de 1937 en Barcelona, todo esto:
    1.- La decisión de Companys de acabar con la CNT llegó al punto de solicitar reiteradamente al gobierno de Valencia el mando de la aviación (en manos de Sandino) para poder bombardear los cuarteles y edificios de Barcelona en poder de la CNT, siguiendo el detallado plan, elaborado por José del Barrio (PSUC), aunque eso supusiera la incautación del orden público y defensa por el gobierno central.
    2.- Y sin embargo Gallego, en su libro, llega a plantear al lector dudas sobre la estrecha relación existente entre Companys y el PSUC, cuando los hechos demuestran que José del Barrio se apresuró a planificar y concretar el plan de bombardeos que quería Companys para destruir, arrasar y aniquilar a la CNT.
    3.- Escorza y Herrera mantuvieron en abril de 1937, cara a cara con Companys, unas tensas y decisivas conversaciones, previas a la formación de un nuevo gobierno, para resolver la crisis del gobierno de la Generalidad que estaba abierta desde primeros de marzo.
    4.- Escorza respondió a la provocación del asalto de la Telefónica desde su coordinación y dirección efectiva del Comité de Investigación y de los comités de defensa.
    Gallego no explica, ni puede explicar, en sus más de seiscientas páginas, ni el inicio ni el desenlace real de los Hechos de Mayo, sencillamente porque los desconoce. Imagínese el lector la imagen literaria que don Ferran Gallego podría haber esculpido, en blanco y negro, de un presidente de la Generalidad suplicando al gobierno central “español” aviones para bombardear al proletariado “catalán”. Hubiera podido citar, esta vez acertadamente, a Goethe y a Mefisto, junto a las tan numerosas como inapropiadas citas literarias que anegan su libro, la mayoría de ellas sin venir a cuento.
    5.- ¿Cómo pueden ignorarse a estas alturas los trabajos de Anna Monjó sobre las colectivizaciones y la lucha por la socialización iniciada por los trabajadores barceloneses en la primavera de 1937? ¿Cómo puede escribirse un libro de investigación, como pretende Gallego el suyo, sin documentación de archivo?
    6.- Ignora que el grado de enfrentamiento, antes de mayo, había llegado a tal punto que en una reunión de la Junta de Seguridad, efectuada en el Palacio de Gobernación, Aurelio Fernández (CNT) llegó a amenazar de muerte a Rodríguez Salas, poniendo en su cabeza una pistola. ¿Cómo no iba a romperse el gobierno de unidad antifascista?
    7.- Ignora que a Martín “el cojo de Málaga”, anarquista que controlaba la zona fronteriza de Puigcerdá, fue asesinado por unos pistoleros contratados por altos cargos de la policía de la Generalidad. ¿Qué unidad antifascista había de conservarse en estas circunstancias?
    8.- Ignora las causas reales de la dimisión del “conseller” de Defensa, el cenetista Isgleas, que no le voy a explicar, para no dejárselo todo hecho. Si quiere saberlo, que lea los libros que lo explican.
    9.- Ignora la enorme implicación de Companys, y su complicidad con los soviéticos y los estalinistas, para dar un golpe que les permitirse la formación de un gobierno “fuerte”, capaz de deshacerse de una CNT, que aparecía como incapaz de controlar a sus “Incontrolados”.
    10. Pero, sobre todo, Gallego ignora el abecé del historiador. Ignora que la historia no se escribe disfrazando los hechos, que otros YA han explicado, con símbolos arbitrarios, aleladas teorías, entre extravagantes y anodinas, o pedantes citas literarias y novelescas imitaciones; sino metiendo las narices en mil archivos e investigando entre los sucios y destartalados legajos para desvelar los hechos históricos que realmente sucedieron.
    Luego, el descubrimiento puede escribirse en una línea, o en una breve nota a pie de página como hacen Godicheau, Pozo, Guillamón o el colectivo de Alikornio, para decir lo que no dice Gallego en más de seiscientas páginas, ni tampoco diría en una enciclopedia de veinticinco mil páginas, por la sencilla razón de que lo ignora.
    Son demasiadas cosas las que Gallego ignora y desconoce como para que su pedante librote sirva para algo más que para tirarlo a la papelera. Porque, le guste o no le guste, la historia se hace interpretando los hechos reales, y no con especulaciones, citas literarias, fantasías, o machaconas simbolizaciones de hechos no ocurridos y numerosísimas ignorancias, tan evidentes como importantes. El libro de Gallego es como la canción de verano, una operación de marketing totalmente ajena e indiferente al auténtico valor musical de la canción.
    Y es que nos encontramos ante unos de esos libros que, aunque pretende hacer balance histórico y presentar el estado de la cuestión sobre Los Hechos de Mayo, nace ya viejo en cuanto llega a las librerías.
    No cita, ni una sola vez, ni a Manuel Escorza ni a Josep Rebull.
    Ni una sola vez, ni por casualidad: ignora su existencia, el papel que jugaron, lo que hicieron y dijeron, su papel en los acontecimientos reales.
    Sin citar a Escorza es imposible comprender “la espontaneidad” de la insurrección obrera en mayo del 37; sin citar a Rebull, muy crítico con el comité ejecutivo del POUM, del que llegó a afirmar que no era un partido revolucionario, es imposible comprender la auténtica naturaleza reformista y frentepopulista del POUM, y el auténtico papel jugado por ese partido en mayo del 37.
    INCOMPRENSIBLE SOLIPSISMO
    Hay cosas que no se entienden, o que sólo se entienden en las cerradas tertulias académicas, y que sólo a éstas les interesa:
    1.- ¿Qué es eso de que la Telefónica tiene una situación temporal y moral, además de espacial? (p. 438). A esto se le llama idealismo, y del barato.
    2.- ¿Qué es eso de que la CNT y la FAI han de responder con hechos, “pero deben imprimirles un valor simbólico”? (p. 443). A esto se le llama simbolismo, del huero.
    3.- ¿Qué es eso de que los hechos tienen voluntad de símbolo? (p. 406). Quizás sea cierto en el aula regentada por Gallego, pare él y para sus sufridos alumnos. En el resto del planeta los hechos son acciones reales, y en ocasiones se convierten en hechos históricos, pero casi nunca son símbolo de nada. Gallego parece confundir la realidad de los hechos y de las acciones humanas, en un determinado momento histórico, con la simbología futura de éstos en la mente de un historiador narcisista burgués, que en 2007 publica un libro sobre mayo del 37. A esto se le llama solipsismo, o como decía muy gráficamente un pastor: “mejor una buena cabra que tantas farfollas mentales”.
    Al libro le sobran todos esos espantajos epistemológicos, que además son legión, y le falta lo fundamental en un libro de historia: los hechos históricos y su interpretación racional y creíble.
    LA FOTO DE LOS TRABAJADORES DE LA MADERA
    Dentro de las distintas corrientes historiográficas sobre la Guerra civil, Ferran Gallego se sitúa, sin duda alguna, en la escuela estalinista, tanto por militancia política como por vocación. Pero este exsecretario del PSUC-viu ha ido evolucionando y levitando desde el suelo del estalinismo hacia las etéreas alturas del narcisismo, y endiosado entre las nubes pontifica a diestro y siniestro, más allá de toda realidad, más allá de los hechos históricos; y así como Midas convertía en oro cuanto tocaba, Gallego transforma en símbolo cuanto mira. Del estalinismo al narcisismo.
    Y es esa clave narcisista, que en algunas ocasiones alcanza las cumbres del solipsismo, la que nos permite comprender algunos párrafos esenciales del libro de Ferran Gallego. Así, por ejemplo, en las páginas 591-592, cuando nos describe la foto de la cubierta, que encabeza y adorna el libro, nos hace un insufrible relato poético-novelístico de un local del sindicato de industria de la madera de la CNT, pero sin darnos en ningún momento los datos de rigor que cabe exigir a un historiador: lugar y fecha exactos. La descripción de los trabajadores en armas, tras la barricada, sigue ese estilo novelístico, tan inapropiado en un relato histórico, sin decirnos nada de esos trabajadores. Y todo esto para acabar humanizando el aire de la foto, la barricada, o una caja de fruta, que saben más que esos trabajadores, que no comprenden que están ahogando el antifascismo con sus propias manos. Pero la labor de un historiador, en lugar de la exposición novelística de tales majaderías poéticas, hubiera sido la de indagar y presentarnos los recientes combates de esos trabajadores de la edificación, madera y decoración, que habían constituido la Madera Socializada en la Asamblea reunida en el teatro Victoria el 25 de abril de 1937, esto es, sólo una semana antes de la toma de la foto. Esos trabajadores que Gallego nos presenta más inconscientes y bobos que las piedras de la barricada, o una caja de fruta, acababan de rechazar las limitaciones y sumisiones impuestas por el Decreto de Colectivizaciones de octubre de 1936, y habían impuesto la socialización del sector de la Madera.
    Después del 19 de julio de 1936, el Sindicato Único del Ramo de la Madera (CNT) racionalizó la producción suprimiendo los pequeños talleres, económicamente inviables, reorganizó la estructura productiva del sector, mediante la concentración y racionalización industrial, dando paso a los llamados “talleres confederales”, de amplias naves, con buena iluminación y ventilación, a los que se dotó de la maquinaria y especialización necesarias. Se estructuró además la producción de forma que no se dependiera de la materia prima exterior. A fines de 1937 el sector alcanzaba una cifra de ocho mil trabajadores.
    El Sindicato de la Madera se opuso a cualquier tipo de intervención, financiación o injerencia del Estado u otras instituciones oficiales, el burocratismo y la ineficacia. Se opuso, asimismo, al “capitalismo sindical” presente en algún sector de la clase obrera, ya que significaba el establecimiento de la desigualdad entre los propios trabajadores, según la empresa o ramo a que pertenecían, lo cual era contrario a los objetivos de la socialización: «Lo fácil, lo lógico para algunos hubiese sido hacer esas colectivizaciones que no son otra cosa que grandes cooperativas, en las cuales sólo las industrias con vida propia tendrán asegurada su existencia. Pero en cambio, dejan abandonadas a las pobres a sus propios medios, que no es otra cosa que crear dos clases: los nuevos ricos y los eternos pobres, ¡desigualdad que no se puede consentir! Nosotros aceptamos la colectivización de todas las industrias, pero con una sola caja, llegando al reparto equitativo. Lo que no aceptamos es que haya colectividades pobres y ricas…»
    La Madera Socializada de Barcelona fue una agrupación que, a pesar de ser de las primeras en constituirse y de mantenerse en pleno funcionamiento hasta la entrada de las tropas franquistas, nunca se legalizó, manteniendo en todo momento una actitud contraria a cualquier presencia de la Generalidad, en la reestructuración de la actividad económica, tal como ya se ha indicado, y una posición crítica respecto al Decreto de Colectivizaciones.
    Un historiador hubiera dicho todo esto sobres esos trabajadores de la Madera que hacían guardia tras la barricada, y hubiera investigado y explicado con mayor profundidad esa “curiosa” contradicción existente EN LA REALIDAD SOCIAL E HISTORICA entre la colectivización y la socialización. Pero el narcisismo, en ocasiones el solipsismo, conduce a Gallego por otros derroteros. Para Gallego, la caja de fruta es más consciente e inteligente que esos trabajadores de la madera que luchan por la socialización, porque Gallego no entiende que a esos trabajadores el antifascismo, esto es, la unión sagrada con la burguesía democrática, no les importa un carajo, ni siquiera una caja de fruta.
    Cuando un historiador mira la foto de unos obreros tras una barricada ha de intentar explicar el combate que alienta y empuja a esos hombres; Ferran Gallego, por el contrario, como hace en todo su libro, utiliza un método narcisista con el que lo único que ve es su propia mirada complacida de dios-historiador; juez omnisciente sin más privilegio que el de no explicar nada, porque setenta años después “ya lo sabe todo”, aunque ya hemos visto que la lista de sus ignorancias es bastante extensa e importante.
    EL RUIDO Y LA FURIA
    El libro empieza y termina con la misma frase, tan anodina y somnífera como el mamotreto que abre y cierra, en la que se afirma que Barcelona está durmiendo la siesta, vayan ustedes a saber por qué. El autor no podía hallar una frase más desafortunada, porque en todo caso, en 1936 y 1937, fueron el ruido y la furia quienes azotaron la Barcelona obrera y revolucionaria. El ruido de las bombas de la aviación fascista, del tableteo de las ametralladoras y fusiles tras las barricadas, de las sirenas que el 19 de julio llamaban a la insurrección revolucionaria. Narciso se encandila y dormita ante el espejo.
    En resumen, otro producto editorial, que no libro de historia, de los que tanto abundan en la sociedad capitalista que nos ha tocado sufrir. Habrá que empezar a diferenciar, pues, entre los productos editoriales, servidos por el marketing de las grandes multinacionales, y los libros de historia, a menudo fruto del esfuerzo y el combate de pequeñas editoriales.
    La historia de la lucha de clases no es un juguete para narcisos, sino una dura experiencia pagada con la sangre y el sufrimiento de los nuestros, que los obreros debemos estudiar, analizar y teorizar para aprender qué hacer la próxima vez que asaltemos los cielos.
    Agustín Guillamón
    Barcelona, mayo de 2007
    Balance cuaderno número 31 (abril 2008)

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