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Cambios sociales en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) 

El presente texto es una conferencia pronunciada por mí en la Univerdidad Pompeu Fabra de Barcelona, edificio Mercè Rodoreda, el pasado 29 de septiembre de 2023.

Las palabras son evocadoras y, al pronunciarlas, todo un mundo de imágenes se despliega en nuestro interior. Decir “dictadura” nos trae inmediatamente a la mente una imagen gris, de represión y desolación. Donde hay una dictadura poco bueno puede ocurrir. El mundo se congela o retrocede a un estado brutal y estéril. Represión, tristeza y retroceso son los calificativos que asociamos con la palabra dictadura. Creo que al hacerlo olvidamos la fuerza creadora de la sociedad y la historia en todas o casi todas las circunstancias.

                La Dictadura de Primo de Rivera, que se alargó durante algo menos de 7 años, fue represora. Comparada con la que estaba por venir y que tanto nos ha marcado a los españoles, fue leve. Suprimió partidos políticos, pero no sindicatos. Ejerció la censura en las publicaciones periódicas, los espectáculos públicos, pero se esforzó mucho menos cuando se trataba de libros. Sobre todo no pudo –quizás tampoco le interesó— frenar un proceso de modernización del país que había arrancado a finales del siglo XIX, se había acelerado con la Iª Guerra Mundial y va a seguir imparable en este período que se conoce como los “Felices 20”. Los “Felices 20” es esa expresión que pretende definir una etapa de prosperidad y de liberación de costumbres que siguió al conflicto bélico y que acabó de forma dramática con el crack de 1929. Posiblemente quien mejor supo retratarla fue F. Scott Fitzgerald, no solo en sus obras sino también con el testimonio de su vida. España no es Estados Unidos. Ni lo fue.  Lejos quedamos de la especulación y la vida fácil, aunque algo llegó.

                Esos años son también años en que se consolidan las tendencias vanguardistas iniciadas con el cambio de siglo y aparecen nuevas corrientes sugerentes y estimulantes como la escuela De Stijl en los Países Bajos o el Surrealismo en Francia cuya influencia y repercusión será muchísimo mayor en la Península. O la misma Bauhaus en la República de Weimar por cuyas aulas pasarán todos los artistas más importantes del siglo XX.

                Todos esos movimientos tendrán su repercusión en España como la tendrán los procesos demográficos, económicos y sociales de la época.

POBLACIÓN[1]

                En 1923 había 21.338.381 españoles viviendo en España. En 1930 la población había aumentado en más de dos millones de personas, 23.529.376 vivían en el país. Si nos fijamos en el año 1920 y los comparamos con 1923, observamos con sorpresa que ese año los habitantes del estado eran 20.720.000. Por tanto, parecería que el incremento demográfico de 3 años era casi equivalente al que se produce en los 7 años posteriores. No podemos desligar este fenómeno de la contienda europea. Sabemos que la guerra fue un momento de gran necesidad de mano de obra del país vecino, y por otras fuentes sabemos que muchos españoles marcharon a Francia. En el Anuario de 1920 se reserva un apartado para los obreros regresados de Francia, una información que desaparece en los anuarios sucesivos de 1921 a 1923. A este millón casi cien mil nuevos habitantes hay que sumarles otros 700.000 que en esa década abandonó el territorio. Cabe señalar que en 1920 los emigrantes fueron más de 150.000, una cifra que está muy por encima de la que encontramos en el resto de la década y que interpreto como el resultado de la ralentización de la economía después del conflicto y, en parte, también, como consecuencia del aumento de la represión e inseguridad que se vivía, especialmente en Barcelona. La fuente que utilizo son los Anuarios Estadísticos de 1920 y 1930.

                Estas cifras son, en parte, el resultado del incremento en la esperanza de vida que, según Juan Sisinio Pérez Garzón, pasa de los 31 años en 1887 a los 50 de 1930. Aumento debido sin duda a la mejora de la higiene pública y las nuevas costumbres que ensalzaban el deporte y la vida al aire libre.

                Hemos hablado de la emigración al exterior, pero las migraciones interiores fueron todavía más intensas. El crecimiento de las ciudades medianas y grandes fue espectacular. Madrid y Barcelona que sobrepasaban los 700.000 habitantes en 1920 habían llegado al millón en 1930 (952.863 Madrid y 1.005.565 Barcelona) Pero todas las capitales de provincia habían crecido y, en consecuencia, aumenta la población urbana, no solo por el crecimiento vegetativo, también por la afluencia de personas provenientes del mundo rural, con el cambio que este fenómeno comporta en cuanto a mentalidad, costumbres y modos de vida.

Barcelona, 1920

ECONOMÍA

                La llegada de nuevos vecinos a las ciudades venía ocasionada por razones como el mayor atractivo que en todos los aspectos tiene la ciudad al lado del campo, la búsqueda de oportunidades y de prosperar económicamente y socialmente. Razones que mayoritariamente tienen que ver con oportunidades económicas y de trabajo. También porque muchos campesinos sin tierra veían como se desvanecían sus esperanzas de encontrar trabajo, aunque fuera ocasional ante el avance de la mecanización agrícola. Ricardo Robledo nos informa de que

Hacia ese mundo perfecto en el que el obrero fuera un bien prescindible caminaba el progreso técnico aplicado a la agricultura. Las faenas de recolección que solían durar cinco meses se habían reducido a uno o dos meses al acabar la Primera Guerra Mundial, tendencia que debió seguir en años posteriores.[2]

                La Dictadura continuó con el proceso de industrialización ya iniciado en el siglo XIX y lo intensificó. No vamos a analizar el saldo económico de la Dictadura, un tema controvertido en muchos autores aunque, sin duda, el crecimiento económico de aquellos años se sustentó en un período de expansión que afectó a todos los países y, sobre todo, a la obra pública que se emprende en España y que afectó a casi todos los sectores de la economía.

                Creo oportuno, antes de continuar, señalar que la prosperidad, los cambios culturales y de modo de vida afectó a una parte relativamente pequeña de la población. Buena parte del país se quedó al margen. Al margen de las inversiones económicas, al margen de las nuevas costumbres, al margen de la nueva mentalidad. Creo importante señalarlo porque esa mentalidad conservadora, apegada a costumbres y formas de vida ancestrales cruzará el período de la República entre escandalizada y asustada por unos cambios culturales que no entendía y triunfará en la posguerra.

                Un hecho importante de la economía es la pérdida de peso de las industrias tradicionales y la aparición de nuevos sectores que requerían técnicos, ingenieros, químicos y eso ocurría al tiempo que aparecieron los monopolios (CAMPSA, Telefónica), la administración de empresas adquiría complejidad, como también se volvía más y más compleja la administración del Estado. A este propósito, justamente en 1918 se había aprobado el Estatuto del funcionariado, eliminando la figura del “cesante”, el funcionario que debía abandonar su puesto ante el cambio de gobierno.  Ambas circunstancias permitirán la creación de una clase media urbana. Si técnicos e ingenieros permitirán la aparición de un grupo que, sin ser rico, gozarán de bastante poder adquisitivo (habrá excepciones como la del Conde Guadalhorce), la seguridad que ofrecía la carrera funcionarial o el aumento de la oferta de empleos en las administraciones de las empresas y bancos permitió el acceso a ellos de una pequeña burguesía que verá crecer su peso en la sociedad, en especial mujeres cuya “dignidad” les impedía trabajar en una fábrica y sí, en cambio, podían hacerlo  en una oficina o en alguna de las nuevas profesiones que crearán las nuevas tecnologías como la telefonía o las bibliotecarias, es aquí donde se puede encontrar la explicación al aumento de mujeres solteras que se produce en esos años.

                Nuevas clases sociales implicaron nuevos gustos, nuevas casas, nuevas costumbres que estimulaban la producción interna de los primeros electrodomésticos, como las planchas eléctricas. Buena parte de las medidas económicas de la Dictadura facilitaron este cambio de costumbres como la construcción de una red de carreteras que superaban las antiguas y facilitaban el uso del automóvil. En esos años empieza un desplazamiento notable de los medios de transporte que van arrinconando los de tracción animal, en 1923 se matriculan 21.475 automóviles y en 1929, 37.335, un 50% más. Un incremento lo suficientemente atractivo como para que la Ford instalara una cadena de montaje en Barcelona para fabricar su modelo Ford T. (Francisco Alía Miranda, 2023). La Ford trajo consigo un nuevo sistema de producción que, a su vez, obligó a las empresas automovilísticas de aquí a adaptar su sistema de producción. Al mismo tiempo se desarrolla la aviación comercial, aparecerán las primeras ofertas de vuelos regulares tanto intercontinentales como interiores, una nueva percepción del tiempo y un nuevo lujo para las clases acomodadas.

EL Retiro Obrero de Sevilla

                No cualquier ciudadano podía permitirse la compra de un coche, ni siquiera de un Ford T. Las grandes diferencias sociales se daban entre la ciudad y el campo y se daban, también, dentro de la ciudad. Esas diferencias se evidenciaban en las viviendas. En las casas de las capas medias y altas se normalizó el cuarto de baño y la calefacción. A ello contribuyó la extensión del alcantarillado y el acceso al agua corriente, aunque fuera de depósito, al tiempo que se generalizaba la luz eléctrica y paulatinamente se substituía los fuegos de carbón por los de gas, petróleo e, incluso, eléctricos. Desde luego todas estas observaciones no tienen sentido en los barrios obreros, muchos de ellos eran una extensión de chabolas. Hubo una serie de iniciativas para mejorar la vivienda obrera, generalmente iniciativas que se llevaban a cabo en el extrarradio de las ciudades, como las Casas Baratas de Barcelona; o iniciativas de cooperativas con apoyo, o no, de entidades como las cajas de ahorros, caso de El Retiro Obrero de Sevilla, esta vez con el apoyo de la Caja de Ahorros. Muchos, la mayoría de estos proyectos, acabaron en manos de familias de clase media, mientras las clases humildes continuaban viviendo en edificios sin agua corriente o sanitarios, algo que describe muy bien Ángel Pestaña en “Carta abierta al Barón de Viver”, aparecida en El Diluvio en 1927. El Barón de Viver era el alcalde de Barcelona en aquel momento.

                Igual que había grandes diferencias en las viviendas, las había en el vestido. En la década de los 20 se abandonó el vestido tradicional por la vestimenta europea, según Ana Aguado y Dolores Ramos. Desde luego hay una diferencia abismal entre la moda de final de la guerra europea y los estilismos (como se llama ahora) que veremos en la proclamación de la República a pesar de lo cual rápidamente se identificaba un campesino por su ropa, o a un obrero. Los vestidos se acortaron y, especialmente la mujer, adoptó una imagen andrógina y estilizada. El corsé desapareció, símbolo de la liberación femenina, como desaparecieron los moños y peinados complicados para dar paso a las garçonières[3]. Apareció el prêt a porter, aunque también era algo que no estaba al alcance de todos los bolsillos, los obreros más bien compraban cosas de “confección” y las más de las veces, se cosían la ropa que llevaban y con todo, continuó la diferencia en la imagen según se viviera en el campo o en la ciudad, un somero repaso de las fotos de los exiliados de 1939 nos identifica rápidamente quienes provenían de uno u otro ámbito.

                Quizás lo que sufrió un cambio más radical fueron las formas de ocio en la ciudad, ese gran laboratorio. Muchas fueron las novedades de las que destacamos tres: la práctica del deporte y el deporte de masas, el cine y el baile. Los deportes también diferenciaron las clases sociales, el tenis, por ejemplo, quedó reservado a las clases altas mientras excursiones y baños de mar eran disfrutados por obreros y grupos de rentas más bajas[4]. El fútbol, que ya hacía más de veinte años que se practicaba, es en ese período cuando inicia su expansión posterior, en 1929 se iniciará el primer campeonato de Liga, en definitiva, el deporte como espectáculo de masas se consolida.

                El cine se popularizó extraordinariamente, todas las poblaciones medianas o grandes contaban con sus salas de cine. Las producciones españolas acostumbraban a presentar temas castizos y costumbristas fomentando una concepción de lo “español” atada al costumbrismo y el tipismo que tanto fue explotada en las décadas 60 y 70 del siglo pasado como gancho para el turismo. Rara vez abordaban temas contemporáneos. Todo lo contrario de las películas que llegaban del exterior. La mayoría eran norteamericanas. Con ellas, se introducía una nueva mentalidad, actitudes más libres y se popularizaban el jazz, la barra americana, el foxtrot, el charlestón.

                Seguramente el baile fue la actividad que más se difundió en aquellos años sirviendo de piedra de escándalo para autoridades eclesiásticas y organizaciones católicas. Frente a bailes típicos aparecen nuevos tipos de danzas como el jazz, considerada música de negros y, por tanto, salvaje y primitiva, el charlestón y, especialmente el foxtrot, esos bailes donde los cuerpos se acercaban y en los que se rozaba la concupiscencia. Todos fueron condenados por la sociedad religiosa y bien pensante con tanta fuerza como con fuerza se difundieron simbolizando una nueva forma de relación entre sexos.

                Los tradicionales establecimientos de socialización y ocio no desaparecieron, a su lado llegaron otros nuevos y, entre todos, el que más aceptación y permanencia ha tenido, la barra americana, el bar. Locales luminosos con un mostrador corrido donde pedir y consumir. Mientras las clases altas se refugiaban en clubs y fiestas privadas, las clases populares se lanzaron a ocupar la calle y las salas de baile. No necesariamente eran establecimientos comerciales porque los obreros organizados frecuentaban casas del pueblo, ateneos obreros, cooperativas de consumo… que proliferan en la época y que acostumbran a tener un espacio que hoy llamaríamos polivalente, en el que lo mismo se hacía clase las noches de entre semana, que hay una controversia o una conferencia, se representa un sainete o una obra de teatro clásico o se libera el espacio para poder bailar.

                De entre todos los adelantos que nos trajo la época de entreguerras, la radio estaba llamada a ser la más influyente en la difusión de ideas, elemento de distracción y permanencia en la vida cotidiana. La importancia de este elemento para controlar la población y unificar la opinión fue rápidamente captado por el Dictador que ya en abril de 1924, antes de la instalación de la primera emisora comercial, se sirvió de las ondas para lanzar sus mensajes y lo continuaría haciendo a todo lo largo de su mandato. La radio entró con fuerza en los hogares con un cierto nivel de ingresos. La importancia que tenía en la popularización de nuevas formas de vida estaba en la difusión de nuevos modelos que llegaban a mucha más gente porque, con frecuencia, igual que ocurriría con la llegada de la televisión, un grupo de personas se congregaba a su alrededor para escucharla.

                Relacionado con la radio está la prensa. La censura impuesta por el régimen acabó con la vida de la mayoría de publicaciones políticas al servicio de un partido. Lorena R. Romero nos da otra pista para entender su desaparición, la prensa periódica cambió a una prensa de noticias con un enfoque empresarial que buscaba el beneficio y se servía de los nuevos avances como la fotografía[5], dejaron de ser periódicos al servicio de un partido o tendencia política. Solo los que supieron y pudieron cambiar el enfoque, sobrevivieron. Las revistas gráficas se multiplicaron y aumentaron sus tiradas, Día Gráfico. Al mismo tiempo florecieron las revistas especializadas, las publicaciones deportivas.

                Los intelectuales consagrados, las generaciones del 98, del 14 se enfrentaron al dictador y lo pagaron con destierros, el más conocido, Miguel Unamuno, también Gabriel Alomar, mientras los nuevos valores, quienes estaban a punto de constituir la Generación del 27, vivían cómodos bajo su mandato y solo García Lorca hizo gala de sus inquietudes sociales antes de la república.

EDUCACIÓN

                La evolución y el progreso positivo de una sociedad va indudablemente ligado a la educación de sus miembros. En 1910 el analfabetismo en España afecta al 43,06% de los hombres y el 56,94% de las mujeres (Anuario Estadístico de España, 1930). Cuando lleguemos a 1930 serán analfabetos el 36,9 % de los hombres y el 47,5 % de las mujeres (Ramos y Aguado, 2002).[6] El interés por el nivel educativo tiene una muestra en la creación de la Oficina Técnica de Construcciones Escolares creada en 1920, pero hasta 1931 no habría un Plan de construcción de Escuelas.

                En contraste con estas cifras, el crecimiento de los alumnos universitarios es espectacular: 22.000 universitarios había en 1922 y en 1930 los alumnos que llegaron a la enseñanza superior alcanzaban la cifra de 60.000, atendiendo a los datos que da Alía Miranda. Casi se triplica la población estudiantil que, además, adquirirá protagonismo político y su papel será relevante en la caída de Primo de Rivera. El crecimiento es sintomático del desarrollo de las clases medias y de las demandas profesionales a las que hemos aludido anteriormente. Esta masa crítica puede servir de telón de fondo y explicación a la efervescencia cultural que vivió el país precisamente en ese momento que, no en vano, ha sido denominado como “la edad de plata” de la cultura española. Enunciar todos los nombres de este renacer cultural e intelectual ocuparía buena parte de esta intervención, aunque no puedo dejar de nombrar a poetas como García Lorca, pero también a Gerardo Diego o pintores como Joan Miró. Será la época del desarrollo del cine y podemos destacar, por supuesto, a Luis Buñuel mientras el Modernismo daba paso al Novecentismo.

                Todos ellos pasaron por la Residencia de Estudiantes. La Residencia de Estudiantes había sido fundada en 1910 por la Junta de Ampliación de Estudios y su ideario se basaba en las doctrinas de Giner de los Ríos, que había fundado la Institución Libre de enseñanza en 1876. Junto a ella hay dos instituciones relacionadas y mucho menos conocidas. La Residencia de Señoritas, dirigida por María de Maeztu y la Residència d’Estudiants de Barcelona; ambas estuvieron a la altura de la original. En 1910 por fin se había permitido el libre acceso de la mujer a la universidad al tiempo que se hacía un esfuerzo por facilitar la formación de los estudiantes en el extranjero; una de tantas paradojas históricas, ya que mientras el país se cerraba políticamente después del 98, se abría a las nuevas tendencias europeas estimulando los viajes de sus estudiantes más brillantes. Las mujeres, como los hombres, que tuvieron la suerte de frecuentar la Residencia de estudiantes, pudieron vivir un ambiente estimulante en contacto con los intelectuales más destacados de la época y en relación continua con las nuevas corrientes que había en la Europa de entreguerras, también uno de los momentos más interesantes culturalmente de la historia del siglo XX. No en vano, intelectuales como Ortega y Gasset se habían formado en Alemania.

Residencia de Señoritas, Madrid

                También formado en Alemania era el Doctor Juan Negrín. Negrín, mucho más conocido como Jefe de Gobierno de la República en guerra, era un brillante científico que llamó la atención de Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel, por sus trabajos en histología, y que en los años 20 dirigía la JAE (Junta de Ampliación de Estudios). Precisamente para esa función eligió a Negrín, quien fue capaz de organizar y dar vida a un laboratorio de relieve internacional. Los alumnos que por allí pasaron formaron un plantel de científicos difícilmente repetible. Bastaría con decir que ahí se formó Severo Ochoa, el otro nobel español, y la mayoría de los que allí estuvieorn tendrían un papel relevante en la posguerra europea en organismos internacionales y universidades de prestigio.

                No podemos olvidarnos de los cambios sociales en la vida de la mujer. Ya hemos mencionado el derecho ganado a acudir libremente a la universidad. También hemos hablado de las nuevas oportunidades de trabajo que representó la ley del funcionariado y la necesidad de personal administrativo o las nuevas profesiones. Y el peso de la mujer en la radio fue muy grande desde el primer momento. Es indudable el progreso en libertades y el empoderamiento de la mujer en los felices 20. Su presencia será cada vez más frecuente en las páginas por causas ajenas a las páginas de sociedad o de variedades. Solo quiero mencionar a Clara Campoamor y a Victoria Kent. Victoria Kent por su esfuerzo en no cercenar las vidas de quienes han pasado por la prisión. Clara Campoamor por su ejemplo de superación de obstáculos económicos hasta llegar a ejercer como abogado, por su convencimiento de que los derechos están para ejercerlos sin necesidad de tutelas, como es el derecho al voto. Fueron muchas quienes ejercieron su derecho a ser, pasaron por las aulas o se formaron de forma autodidacta. Yo siempre sostengo que no llegaron a formar una masa crítica porque, de lo contrario, en 1939 no se las hubiera podido encerrar de nuevo. Para la mayoría de mujeres obreras o de clase media baja, su aspiración continuó siendo el modelo tradicional católico de mujer madre y pal de paller[7] del hogar, mientras que la mujer campesina veía con desconfianza esas nuevas modas.

CONCLUSIONES

                Paradójicamente la Dictadura que, según los cánones, tendría que haber significado unos años de retroceso en todos los órdenes, no parece que fuera así. El control político y social, entendiendo como social el orden público, sufrió un control y una represión que quedó de manifiesto en la censura de periódicos y revistas, mítines y reuniones públicas. En cambio, los años en que Primo de Rivera dirigió España fueron años de gran efervescencia cultural, aquí y fuera de aquí. Un período apasionante por las nuevas corrientes que se manifestaron en todos los aspectos de la sociedad. Los cambios al final de la Dictadura eran evidentes, se veían por la calle de ciudades grandes y medianas. Esos cambios escondían importantes desigualdades económicas, pero también mentales. Sirva de ejemplo la anécdota que explica Lorena Romero: un periodista local se congratula de que uno de sus conciudadanos haya comprado un aparato de radio superando las prevenciones que en la localidad existían hacia ese medio.[8] Hay frenos materiales y hay frenos mucho peores que son los que nos ponemos a nosotros mismos. Tenemos datos muy significativos como lo es que se triplicara el número de estudiantes universitarios en esa década, una señal de la transformación profunda de la estructura social de España, puesto que esto indicaba el aumento imparable de las clases medias aunque todavía no fuera suficiente para frenar los extremismos.

                A pesar de la larga noche que nos esperaba, buena parte de las costumbres, de las iniciativas de aquel momento han llegado a la actualidad. Por citar una que en estos momentos vive momentos decisivos: Telefónica. El cambio mental que supuso poder hablar con alguien que no está presente ya no tuvo marcha atrás. Ni tuvieron marcha atrás el crecimiento de las clases medias y las nuevas exigencias que traían mejoras higiénicas y sanitarias, control de calidad de los productos y nuevas formas de relación. Como tampoco tuvo marcha atrás la presencia de las mujeres en la universidad.

                El franquismo ofreció a las mujeres un ideal basado en el nacional-catolicismo, un ideal pasivo y resignado, pero la presencia de mecanógrafas telefonistas, locutoras… ahí siguió. Las prédicas de la Iglesia no pudieron ni con el baile agarrao. Hubo cambios que llegaron para quedarse porque a la historia se la puede ralentizar pero nunca se para.

BIBLIOGRAFÍA

AGUADO, Ana y RAMOS, Mª Dolores: La modernización de España (1917-1939). Cultura y vida cotidiana, Editorial Síntesis, 2002

ALÍA MIRANDA, Francisco: La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), Los Libros de La Catarata, 2023

Anuarios Estadísticos de España 1920 y 1930. INE

BERNAL SANTA OLALLA, Begoña: Las Casas Baratas de Burgos, Editorial Dossoles, 2001

DÍAZ DEL CAMPO, Ramón V. Y PÉREZ GARZÓN, Juan Sinisio: La aventura de la modernidad, Libros de la Catarata, 2022

MARTÍN ACEÑA, Pablo  y COMÍN, Francisco: “La Industrialización española en el primer tercio del siglo XX” en Revista de Historia Eonómica, nº 2, 1985. Págs. 335-342

ROBLEDO, Ricardo: La tierra es vuestra, Ed. PASADO Y PRESENTE, 2022

ROMERO DOMÍNGUES, Lorena R.: “La Dictadura de Primo de Rivera: entre el control y la censura (1924-1930)”, en Concha Langa-NuñoLorena R. Romero-DomínguezMaría José Ruiz Acosta, editoras: Un siglo de información en Sevilla: (prensa, radio y televisión), 2009, págs. 51-82


NOTAS AL PIE

[1] Los datos estadísticos, tanto los referidos a la población como a otras variables, los he recogido en los Anuarios Estadísticos de 1920 y 1930 que se pueden consultar en el INE (Instituto Nacional de Estadística)

[2] ROBLEDO, Ricardo: La tierra es vuestra, 2022, pág. 87

[3]  Las garçonières llevaban el pelo corto y el nombre viene porque la moda viene de París, como toda la moda en aquellos años.

[4] La práctica del deporte y el contacto con la naturaleza eran actividades que venían siendo fomentadas por sectores anarquistas desde finales del siglo XIX.

[5] ROMERO DOMÍNGUES, Lorena R.: “La Dictadura de Primo de Rivera: entre el control y la censura (1924-1930)”, Pág. 51-83

[6] Pérez Garzón da unas cifras distintas, 21% los hombres y 19, 45% las mujeres. Es notable la diferencia de datos en los hombres. [PÉREZ GARZÓN, Juan Sisinio, 2022].  Estos datos se parecen más a los recogidos en Las estadísticas Históricas de España. S. XIX y XX de la Fundación BBVA y dirigido por Josep Fontana

[7] Palo o mástil que sirve de eje alrededor del cual se monta el pajar. Ha derivado en un uso lingüístico figurado para referirse al eje o núcleo en torno al cual se vertebra una sociedad, una familia, una empresa, etc.

[8] ROMERO DOMÍNGUEZ, Lorena R.: “La Dictadura de Primo de Rivera. Entre elcontrol y la censura (1924-1930)”. En Un siglo de Información en Sevilla (Prensa, Radio y Televisión), 1909-2009, 2009, págs.. 51-82

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