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«Campesinos»: otro romance proletario de Victoriano Crémer

Victoriano Crémer (Burgos, 1907 – León, 2009) participó desde 1934 en el Ateneo Obrero de León, fundado en los años 20, ejerciendo de secretario de la Junta Directiva. A diferencia del Ateneo de Divulgación Social leonés, de marcado carácter anarquista, era un organismo abierto a distintas tendencias: liberal, republicana, socialista, comunista y también libertaria. Ese mismo año empiezan a editar la Revista del Ateneo Obrero de León (más tarde Ateneo, a secas), de la que Crémer será coordinador oficioso y colaborador habitual[1].

En su número cuarto, publicación correspondiente a febrero de 1935, vio la luz el romance Campesinos. La revista leonesa regresaba tras unos meses sin salir (el anterior número fue de septiembre del 34), probablemente debido a la suspensión de las garantías constitucionales y la clausura de numerosos periódicos obreristas y de izquierdas tras los sucesos revolucionarios de octubre de 1934. Por otro lado, es interesante señalar que, previo al título del poema, existe el epígrafe «Romance proletario», denominación idéntica a la que figura en su relato «Via Crucis», aunque en este caso sí es un poema formado por versos octosílabos y con rima asonante en los pares.

En él, Crémer refleja el durísimo contexto vital del campesino español en la década de 1930, relatando una historia sobre la cotidianeidad de un grupo de labriegos que finalmente se ven abocados a robar para sobrevivir a causa del hambre, motivo por el cual son detenidos. Cita en varias ocasiones el topónimo «de Campos», que puede identificarse con la comarca natural de Tierra de Campos, región cerealista localizada en parte de las provincias de León, Zamora, Valladolid y Palencia.

Destacamos varios de los componentes del poema: el campesinado terracampino, protagonista absoluto de los versos; su antagonista, la Guardia Civil, como institución represora al interés de los poderosos, que finalmente detiene a los sufridos campesinos –una simbología muy lorquiana–; los abundantes elementos agrícolas y del mundo del trabajo en el campo (surcos, tierra, lar, estepa, choza, etc.); las figuras iconoclastas y antirreligiosas (ciego dolmen, dios bárbaro, hiel y espinas, milagro) invocando a un Dios que no hace justicia; y, para terminar, el léxico relacionado con el fatal contexto represivo (tricornios, fusiles, galeras, maniatados…), tan frecuente en la literatura periférica y obrera del primer tercio del siglo XX. Se justifican así las inquietudes de un poeta «apasionado y violento»[2], convertido en portavoz de las miserias de la clase trabajadora.

Capta asimismo la austeridad del campesinado terracampino y los sobrios paisajes que ya habían cautivado a hispanistas y viajeros durante las tres primeras décadas del siglo pasado. El escritor sefardita norteamericano Waldo Frank escribió así su experiencia en cualquier pueblo castellano: «Pasan cabras lanudas balanceando las ubres jugosas, y burros con hombres y mujeres hieráticos sobre las ancas […]En la fonda el pan es duro y áspero hasta herir la boca, y el café un cocimiento gris y desabrido».[3]

Ciertamente, es muy simbólico que el contexto espacial sea la Tierra de Campos, comarca geográficamente muy próxima al poeta, donde existía un numeroso colectivo jornalero y un considerable asociacionismo agrícola –incipiente desde las huelgas de 1904– con varias localidades donde el modelo sindical de CNT tenía presencia[4] (Villalpando, Medina de Rioseco, Valderas o Aguilar de Campos), así como grupos adheridos a la FAI. Por ejemplo, en la primavera del 34 se produce el asalto a una panera privada en Villalpando, que tuvo por consecuencia el encarcelamiento de varios obreros, entre ellos algunos de los líderes anarquistas de la localidad[5]. El fin de la vida de estos expropiadores terracampinos fue trágico: presos en el penal de Burgos, no pudieron beneficiarse de la amnistía de febrero de 1936 y sólo lograron salir cuando, en verano de 1936, fueron sacados por falangistas para ser fusilados.

Reproducimos a continuación este romance, respetando la forma de su primera edición, tal y como hicimos recientemente con su obra «Via Crucis».

Campesinos, en la Revista del Ateneo Obrero de León, febrero de 1935 (número 4)

CAMPESINOS
(Romance proletario)

…..  Allá van los campesinos
de Campos …

       	En el bronce de sus rostros,
duros arados trazaron
broncas simas de pesares,
indelebles garabatos.
Surcos de hiel en las carnes
cauterizadas con llanto…

       	Vencido se trunca el torso
como roble desgajado
y se crispan iracundas
las promesas de sus manos,
en una estéril porfía,
faltas de pan y trabajo.

       	Tiembla en su mirada toda
un afán jamás logrado,
que le abrasa como fuego
las entrañas, cuando andando,
deja tras de sí la estepa
del ámbito castellano.

       ¿A dónde va el campesino
de Campos …?

       Fuego de sol en los ojos;
tierra sin agua en las manos,
hacia caminos perdidos
en confines ignorados…

      Tras él la choza bosteza,
— ciego dolmen a un dios bárbaro — 
falto el lar del tronco rojo,
sobrecogida en el agro.

      	¡Ay, qué en el lar faltó el fuego
en los inviernos cerrados!...
¡Ay, qué en la tierra morena 
aves sin rumbo clavaron
su rapacidad siniestra…
  
¡Ay, la tierra tiene amos…!

Y se van los campesinos
en busca de nuevos campos
— ruta de hiel y de espinas
regada con sangre y llanto —.

      Secas mujeres, talladas, 
gimen lamentos amargos,
mientras el recio labriego 
frunce el ceño encapotado
y los niños se sonríen
— futura luz de milagro —
iluminando la estepa
del ámbito castellano.

 		¿Qué se hicieron los campesinos
de Campos…?

      		¿Qué se hicieron, que lo llevan,
por parejas, maniatados,
como ladrones sin patria
o galera de forzados…?

       La luz de los ojos duros
miran muy bajo, muy bajo…
como queriendo en la tierra
arrinconar su fracaso.

       En su caminar sin rumbo
tuvieron hambre… y robaron.
¡Por sus pálidas mujeres!...
¡Por sus hijos sin amparo!...

         Y el brillo de los tricornios
borra en flor todo alegato.
Las bocas de los fusiles
miran, ciegas, a lo alto.

         Y allá van los campesinos,
por parejas, maniatados,
como ladrones sin patria
o galera de forzados.

        Y sedienta y sin amor,
grita la tierra el halago
fecundo del campesino,
del campesino de Campos…..



[1] MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, José Enrique (1991). Victoriano Crémer: el hombre y el escritor. León: Ayto. de León, p. 31.

[2] VALBUENA, Ángel y DEL SAZ, Agustín (1986). Historia de literatura española e hispano-americana. Barcelona: Editorial Juventud, p. 319.

[3] FRANK, Waldo (1930). España virgen. Escenas del drama espiritual de un gran pueblo. Madrid: Revista de Occidente, p. 12.

[4] ÁLVAREZ OBLANCA, Wenceslao (coord.) (1993). Historia del anarquismo leonés. León: Santiago García editor.

[5] “Tragedias rurales. Villalpando”, ¡Campo Libre! Semanario de los trabajadores del campo, 9 de mayo de 1936, Madrid, p. 3.


Estudio publicado en la revista Humanitat Nova (número 9), pp. 36-49, correspondiente al año 2024.  Originalmente (incluye también el texto de ‘Campesinos’), su título es ‘Campesinos’ y ‘Via Crucis’: dos romances proletarios de Victoriano Crémer



6 comentarios

  1. En 1903, por mor de los escasos frutos que conseguían con protestas, encierros y huelgas, algunas sociedades obreras agrícolas de Tierra de Campos optaron por presentarse a las elecciones municipales de noviembre, optando por integrarse en el PSOE y la UGT para conseguir apoyos. Según Manuel Corpa (Los pioneros…, 2006) el labrador José Herrero Fernández fue el primer alcalde socialista elegido en España, en el pueblo vallisoletano de Urones de Castroponce, localizado 14 km al este de Valderas. La implantación de la CNT en Tierra de Campos fue posterior, y el asesinato del presidente de la CNT de Villalpando en 1934 fue la venganza llevada a cabo por cuatro jornaleros, en represalia por una paliza a dos jornaleros que no secundaron la huelga general de campesinos de junio.

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  2. Es muy interesante lo que comentas. Es cierto que la historia social de Tierra de Campos está aún por contar, aunque en los últimos años ya hemos publicado alguna cosa sobre el asunto.

    La expansión del anarquismo en los años 30 fue muy rápida, sus ideas fueron muy populares y sus militantes muy respetados. El asesinato del presidente de la CNT de Villalpando fue un hecho trágico (Campo Libre! dedica varios artículos al tema) e hizo despertar aún más simpatías. Igualmente, el encarcelamiento de varios militantes por una expropiación (que no fueron liberados en la amnistía de febrero de 36, algo comentamos en este artículo sobre ello) fue algo que no gustó al vecindario.

    La represión tras el golpe de Estado militar fue enorme, el anarquismo (como principal sindicato en Villalpando) fue el peor parado con, al menos, 20 asesinados.

    Agradezco mucho, toda la información que puedas aportar.

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    1. Gracias Sergio, pero me pasa lo mismo que con el articulo de la ultraderecha catalana, aunque días después tuve la grata sorpresa de ver la publicación revisada del libro de Soledad Bengoechea sobre el locaut de Barcelona. Sobre Tierra de Campos, hace años investigué lo mínimo para escribir la Historia de Olombrada, porque descubrí que los campesinos de mi pueblo natal iban en cuadrillas a Tierra de Campos a segar a destajo antes de cosechar sus propios campos.

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  3. Qué interesante lo que cuentas, Marciano. Además, Tierra de Campos tenía de por sí una amplia población jornalera . Me gustaría mucho conocer esa conexión de los jornaleros de Olombrada con los campesinos castellanos.

    Estoy de acuerdo con Sergio, sería un lujo contar con tus estudios y artículos en Ser Histórico.

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  4. Amigos, no puedo aportar, porque en el archivo de Olombrada (el último pueblo de Segovia en la frontera con Valladolid) no hay ningún documento sobre los agosteros, que en ocasiones podían segar hasta cien días, desde mediados de junio hasta últimos de septiembre, si no tenían siega propia. Además, su concepto de Tierra de Campos era «amplio», porque podía incluir el valle del Esgueva y así era. Mis referencias orales son que pagaban mejor en «Tierra de Campos» que en Tierra Madrid (una referencia a Algete, Valdetorres…). Había cuadrillas que iban a ambas, primero al sur y después al norte. Las fechas, horarios, condiciones laborales, etc. ya las conocéis. Solían comenzar a ir con 14 años y, en 1928, estos muchachos ganaban 1,50-1,60 ptas/día trabajando a jornal. En el valle del Esgueva, un buen segador (sobre media hectárea diaria) podía ganar 8,50 ptas/día y mantenido en 1950, que consideraban un buen salario, sobre todo comparándolo con el de Tierra Madrid. Sobre 1960, en Olombrada, un segador autónomo a destajo podía llegar a ajustar, en el mejor de los casos y ante la perentoriedad de la siega, a unas 1.000 ptas/Ha.

    Carlos, en Olombrada queda la última fuente lúcida de historia oral sobre el tema: el sacristán Abel Pecharromán, 92 años. Si quieres intentar hablar con él por teléfono, dímelo, e intento poneros en contacto a través de la revista del pueblo, Zaraguja, en la que ambos colaboramos. Si lo conseguimos, que menos que, tras vuestra conversación, comprometerte a elaborar un artículo para la revista.

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