La editorial el Garaje Ediciones, en su colección Documentos Sociedad, presentó a principios de este año 2019 este extraño y cautivador libro/documento. Escrito a cuatro manos entre Teresa Rilo (viuda de Jean Pierre Cherid) y la periodista especializada en memoria histórica, Ana María Pascual.
¿Que interés puede suscitarnos la narración de las voces cruzadas de dos mujeres contándonos los entresijos vitales de uno de los sicarios, pagados por el Estado Español, más sanguinarios?
Cherid, de origen argelino, se forjó en la cultura violenta, revanchista y resentida de los pieds noirs –el origen de la denominación pieds noirs -pies negros- se encuentra en las botas negras que calzaba el ejército francés durante la colonización de Argelia, iniciada en 1830-.
Aquellos ciudadanos franceses nacidos en la que aún era su colonia: Argelia. Militares de profesión, buscavidas, delincuentes sin moral, Le Pen (padre) es un buen ejemplo del tipo de personajes que este adjetivo describe. Resentidos por la cruenta guerra de liberación protagonizada por el pueblo argelino (1954-1962), estos tipos, decidieron buscar refugio en la España católico-apostólica de Franco en busca de ingresos económicos (muchas veces alejados de lo que conocemos como “trabajo honrado”) ya fuera mediante atracos, montando empresas de restauración aprovechando el incipiente boom turístico o, como en el caso de Cherid, ofreciendo “sus servicios” al estado fascista para eliminar las muestras armadas de oposición y ataque contra el régimen, sobre todo por parte de militantes vascos y vascas.
Cherid, como sicario, estuvo en unas cuantas guerras. Vinculado a la red Gladio, se codeó con la cúpula del fascismo más virulento de la época. Las páginas del libro están impregnadas de nombres tan significativos como Stefano Della Chiae, jefe de la Internacional Negra o Neo fascista, de la cual formaba parte Fuerza Nueva, del incansable Blas Piñar. Era una nebulosa de grupos de extrema derecha sin fronteras, en conexión con policías y agentes secretos, que reclutaba mercenarios para el terrorismo fascista. En el Estado español, estas relaciones se remontaban a los tiempos del franquismo, cuando la dictadura colaboraba estrechamente con la policía política portuguesa (PIDE), y protegía a los activistas de l’Organisation Armée Secrète (OAS), contraria a De Gaulle y a la independencia de Argelia. Ideólogo y hombre de acción del neofascismo italiano y colaborador y asesor de dictadores como Pinochet; involucrado en las matanzas por atentado de Piazza Fontana en Roma y en la estación de trenes de Bolonia, con más de un centenar de muertes, con la “estrategia de la tensión” como telón de fondo, fomentada por los grupúsculos neofascistas -fomentar la inseguridad pública mediante atentados, acciones violentas de grupos aparentemente incontrolados, con el objetivo de crear una alarma social que generara una demanda civil de mano dura-, sin duda es uno de los personajes más siniestros, aún vivo, que pasean por las páginas del libro.
Otro nombre a mencionar, amigo casi íntimo de Cherid, es el de Antonio González Pacheco, conocido popularmente como “Billy el niño”. Brazo derecho del comisario Roberto Conesa en la Brigada Central de Información, tristemente conocido por ser un torturador meticuloso y salvaje, por sus manos pasaron muchos y muchas estudiantes. Por su actuación entre 1971 y 1975, González Pacheco acumula casi una veintena de denuncias por tortura en la causa contra los crímenes del franquismo que instruye la jueza argentina María Servini de Cubría. Hasta hace bien poco, como señalo en este mismo párrafo, la Audiencia Nacional había rechazado sistemáticamente las peticiones de extradición requeridas por la jueza argentina. Especializado en los grupos comunistas de la época, desde la tenebrosa Brigada Político y Social, torturó y torturó sin piedad un sin fin de estudiantes, militantes y simpatizantes de izquierdas, recibiendo por ello sendas condecoraciones (cuatro medallas concretamente) entre 1972 y 1982 que, en la actualidad, le suponen un incremento del 50% en su pensión vitalicia. Por suerte, en marzo de este 2019, una jueza madrileña emitió un auto en el que admitía a trámite una querella «por un presunto delito de lesa humanidad» contra González Pacheco y otros cuatro ex policías de la Brigada Político Social.
Cabe destacar del libro que comentamos los distintos “tonos” que en él se desenvuelven. Mediante distintas tipografías, percibimos las distintas “voces” que en él nos hablan: una más histórica y una más intimista y al detalle de la relación entre Teresa Rilo, y el que fuera su marido, Cherid. De la “voz histórica”, debe señalarse la profusión de nombres, datos y manera de obrar de la derecha fascista de la época, tanto la “francesa” (los pieds noirs) como la española. Así, por las páginas del libro paseamos con un telón de fondo muy concreto poblado de siglas, lugares, muertes y asesinatos, sobre todo de militantes vascos de ETA, pero también los sucesos trágicos que condicionaron el actuar de la disidencia política de la época: los sucesos de Montejurra; los crímenes de la calle Atocha de Madrid; la OAS; la Red Gladio; el atentado de la cafetería “California 47” de Madrid; la Brigada Político Social; la Dirección General de la Guardia Civil; el atentado contra Carrero Blanco y la posterior venganza del régimen (en la que Cherid estuvo involucrado y que fue reivindicada por el Batallón Vasco Español) 5 años y un día más tarde cuando mediante coche-bomba se asesinó al militante vasco Argala; el 23-F; y finalmente la retahíla de siglas que formaban el pelotón ejecutivo de aniquilación de la disidencia y la subversión por parte del régimen: el Batallón Vasco Español; la triple A; los Guerrilleros de Cristo Rey; acabando con los GAL. Mención a destacar de esta voz histórica, la descripción de un caso de detención, tortura y “cambio de bando y colaboración” de un familiar directo de la misma Teresa Rilo, quien fuera militante de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, siendo “adoptado” por Cherid después de pasar por las manos torturadoras de González Pacheco.
Así, esta voz histórica aporta buenos detalles, nombres y panorámica, de la manera de actuar y organizarse del fascismo cuando el mismo Franco empezaba a languidecer. Conviene señalar, para situar el contexto histórico, que ya fallecido el dictador, y cuando el pacto entre “izquierdas” y ex-franquistas iba sentando las bases del “nuevo régimen”, se promulgó la conocida como “Ley de Amnistía” en 1977, reivindicación asumida por toda la oposición. De facto, fue una ley de punto final para con las responsabilidades represivas del franquismo. Se concedió la libertad a los y las presos políticos, pero impidiendo exigir responsabilidades a los funcionarios de la dictadura. Franco murió. Pero sus jueces, policías, guardias civiles, servicios secretos y militares le sobrevivieron en democracia.
La “otra voz”, la que podemos intuir es la más cercana a la de la propia viuda de Cherid, nos transmite una candidez exasperante ante el “no saber” el tipo de vida que llevaba y a qué se dedicaba Cherid. Matrimonio con dos hijas, y otro paralelo con otra mujer, sentimos el vivir “siempre en pie de guerra” de Cherid, sus huidas y despistes, su machismo recalcitrante, su “admiración” por ETA como un adversario digno y legítimo, y su necesidad constante y vital de vivir fuera de la ley: atracos, preparación de bombas, cobro de nóminas sin trabajar, armas y asesinatos, pero siendo siempre pagado, protegido y “admirado” por el estado fascista, por sus “servicios prestados”.
Y Cherid murió como vivió, violentamente, destrozado en mil pedazos en 1984, manipulando un coche cargado de bombas dirigido contra militantes vascos, en Rentería. ¿Lo mataron los GAL? ¿Sabía demasiado Cherid? ¿Era ya un títere de sangre incómodo para la democracia, en aquellos años de mayoría absoluta del PSOE? Las autoras ni afirman, ni desmienten, solo describen el acoso y seguimiento disfrazado de ayuda y apoyo de González Pacheco hacia la viuda de Cherid después de la muerte de éste. El acecho también de algún guardia civil con alta graduación. Miedo a que su viuda hablara, y sacara quizás demasiadas conclusiones. De momento, parece que ni lo sabemos, ni lo sabremos. Quizás con el “cambio de estrategia” de la guerra sucia del estado, de grupúsculos más o menos organizados y financiados a la “profesionalización” de los GAL. Los Grupos Antiterroristas de Liberación cometieron su primer asesinato reconocido el 19 de diciembre de 1983. En él, moría Ramón Oñederra, Kattu, de veintitrés años en Baiona. Recibió siete tiros a quemarropa en el bar Kayetenia. Primera víctima reconocida por los GAL, aún hoy impune. Además, ya habían secuestrado a Segundo Marey, y dos meses antes habían raptado, torturado y asesinado a Lasa y Zabala; caso que se resolvería años después, en 1985, al encontrarse sus cadáveres sepultados en cal viva en Busot, Alicante, siendo identificados diez años más tarde, en 1995. Cherid era una pieza más que incómoda en esa “transición”. Como dato interesante apuntar que el ex-mercenario de la OAS, cuando murió al estallarle una bomba en las manos, traía consigo un carnet como integrante del GOSSI (Grupos Operativos de Servicios Secretos de Información de la Guardia Civil), vinculados a la 2a sección del Estado mayor de la Guardia Civil. Grupos, por cierto, donde estaba el general José Antonio Sáenz de Santamaría, hasta que fue nombrado delegado del Gobierno en el País Vasco, en febrero de 1980.
Para calibrar la guerra sucia, y la impunidad que la ha encubierto, necesitamos cifras. Según varias fuentes, de 1975 a 1983, entre 188 y 233 personas murieron por violencia estatal y de extrema derecha.
Después, de 1983 a 1987, los GAL mataron a veintisiete personas. Se han celebrado media docena de juicios. Sólo se ha juzgado el asesinato de cinco personas. El 80% de los crímenes del GAL están impunes. En Francia, sólo han pasado por los tribunales un puñado de mercenarios. Allí, la impunidad ha sido igual o más descarada quizás, que en el propio Estado Español.
Para acabar, recomendar este libro/documento a quien quiera estudiar las falsedades y mitos de la “Transición Española”. Con sus centenares de muertos, sus miles de torturados y sus sicarios a sueldo del estado. No podemos dejar de mencionar los precursores en la denuncia de los entramados parapoliciales a sueldo del Estado. Xavier Vinader, José Luis Morales, Pepe Díaz, Rafa Cid o Pepe Rei, que no dudaron, incluso en los primeros tiempos de mayoría absoluta del PSOE, en denunciar , escribir y publicar con pruebas y datos, las vinculaciones entre Fuerzas de Seguridad del Estado y guerra sucia. El Estado con su impunidad casi total, no cambió de “régimen” maquilló las formas, pero mantuvo el fondo, de quien mueve los hilos de la represión estatal en las cloacas de Estado.
Escrito por «Zenón».