Segunda Guerra Mundial

LOS “NIÑOS-LOBO” OLVIDADOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

A finales del verano de 1944 el Ejército Rojo llegó a la frontera de Prusia oriental. A pesar de que esto fuera el preludio del posterior avance soviético, las autoridades nazis, encabezadas por el gauleiter (gobernador) Erich Koch (Elferberd, Renania del Norte-Westfalia, 1896- Barczewo, antes Wartembork,  Polonia, 1945) prohibieron la evacuación de civiles. En octubre los rusos rompieron las líneas alemanas lo cual desató el pánico y la desesperación por huir de unos 2’5 millones de personas. Cientos de miles murieron y miles desaparecieron mientras intentaban escapar y otras tantas quedaron atrás. Entre estos dos últimos grupos, la mayoría eran niños.

A  mediados de enero de 1945 la zona alrededor de Königsberg (actual Kaliningrado) fue rodeada por las tropas del mariscal Konstantin Rokossovsky. La huida de la población solo fue posible hasta finales del mes a través de la península del Vístula.[1] Posteriormente, hasta abril, por el mar Báltico desde Pillau, (en ruso Балтийск), a 29 km de Kaliningrado.

Al final de la Segunda Guerra Mundial y, una vez finalizada la misma, se calcula que entre 12 y 16 millones de personas se vieron forzadas a desplazarse al Oeste por el mero hecho de ser de etnia alemana. De entre ellas, al menos 500.000 murieron como consecuencia de estas expulsiones.[2]

Antes de que entraran en Alemania, los soldados soviéticos fueron aleccionados para vengarse de las atrocidades cometidas por la Wehrmacht en las zonas ocupadas de la URSS. Algunos panfletos repartidos entre los combatientes del Ejército Rojo alentaban a no tener piedad con nadie:”Mata a todos los alemanes, también a sus hijos. No existen alemanes inocentes. Apodérate de sus pertenencias, de sus mujeres. Es tu derecho, tu botín.[3]

La situación en Königsberg deviene dramática. La ciudad, en gran medida destruida por los bombardeos ingleses del verano de 1944, presentaba un aspecto desolado, con sus calles sembradas de cadáveres. El hambre empuja a algunos de los pocos habitantes que han sobrevivido a practicar el canibalismo. De hecho, los rusos descubrieron un matadero humano al cual habían sido conducidas las víctimas[4]

Al respecto es particularmente impresionante el testimonio de Ursula Dotz:

Nací en Königsberg en 1935, en Prusia oriental y tenía solamente 10 años cuando fue testigo de la llegada del Ejército  ruso. Lo viví con mi madre, mis tres pequeños hermanos y hermanas y con mi abuela, de 76 años de edad así  como mi tía y su hijo de once años. Cuando tomaron  la ciudad, nos escondimos con el resto de habitantes de la casa en un sótano que nos servía de refugio antiaéreo donde nos hacinábamos todos. Los soldados nos sacaron brutalmente de allí, nos llevaron por las calles en llamas y nos empujaron en dirección a la estación central, […] Se tratase  de niños o de adultos todos los que no caminaban  con la suficiente agilidad eran golpeados con las culatas de los fusiles. Mi abuela, que no gozaba de muy buena salud, desapareció de nuestra vista poco antes de llegar a la estación. La encontramos más tarde, muerta y violada por los rusos en la cabaña de nuestro jardín. Para mi madre fue horroroso tener que ver algo parecido […] Lo peor estaba aún por venir y eran las violaciones que sufrieron nuestras madres, nuestras abuelas y todas las chicas jóvenes.[5]

Durante los desplazamientos, muchos niños quedaron abandonados a su suerte al perder el contacto con sus padres o familiares o al convertirse en huérfanos. Ese fue el caso de 30 000 de ellos solo en Prusia oriental.

El término volskinder, niño-lobo, empezó a utilizarse a partir de la década de los noventa. La Asociación de Historia de los Niños-Lobo (Der Wolfskinder-Geschichtsverein e. V). define a los niños-lobo como “niños y jóvenes alemanes no afiliados que intentaron escapar de la amenaza del hambre en el norte de Prusia oriental en la primavera de 1947. Por esta razón acabarían en localidades lituanas viéndose obligados a ocultar su origen de manera temporal o incluso de forma permanente con la ayuda de una nueva identidad.[6]

El historiador Christopher Spatz publicó en el 2016 su libro Nur der Himmel blieb derselbe. OstpreuBens Hungerkinden erzhälen vom Überleben [Solo el cielo permaneció igual: los niños hambrientos de Prusia oriental] en el que estima en 200 000 el número de madres, niños y ancianos arrancados de sus granjas en Prusia oriental al terminar la contienda. Entre ellos solamente las mujeres enviadas como mano de obra a los centros de producción agrícola del Ejército Rojo tuvieron derecho al pan y a la sopa. El resultado fue que en la primavera de 1947, la mitad de esos civiles habían perecido víctimas de las enfermedades y de la desnutrición.[7]

La principal característica de los niños-lobo prusianos era el intercambio de su identidad por pan lo cual acarreaba la pérdida de cualquier contacto con el pasado. Es el caso del joven Günter que se sintió totalmente perdido cuando su familia de acogida le prohibió abruptamente hablar en alemán y le obligó a aprender a marchas forzadas el lituano. Además tuvo que “enterrar” en una botella los únicos documentos que probaban sus orígenes, unos papeles recibidos de sus padres asesinados por las fuerzas soviéticas en 1946 en Kaliningrado. Se le impuso un nuevo nombre, Jurgis, con un certificado de nacimiento lituano. Numerosas familias actuaron así con los niños-lobo, añade Spatz, en parte por piedad y compasión y en parte también por interés económico ya que esos pequeños mendigos suministraban una fuerza de trabajo barata.

Territorios perdidos por Alemania después de la Primera Guerra Mundial (en  gris) y después de la Segunda Guerra Mundial (en negro). Fuente: Wikiwand.


 Sobre la población infantil alemana en Lituania afirma Sonia Winterberg en Somos los niños-lobo abandonados en Prusia oriental [Wir sind die Wollfskinder verlassen in OstpreuBen ][8]

En 1946 los campesinos lituanos que vendían comestibles en las ciudades de Prusia oriental reclutaron a niños y jóvenes como trabajadores. Como resultado, numerosos pequeños iban regularmente a Lituania para hacer trueques, trabajar o mendigar comida, o para quedarse allí de forma permanente. Las cifras exactas no están disponibles. Se estima que en 1948 había alrededor de 5000 niños y jóvenes alemanes en la república báltica.

Peter Brandt, nacido en 1936 en la entonces Königsberg relata su experiencia en estos términos:

Todavía me resulta dificil hablar de lo que vi en esos días. Fue un momento difícil. Los rusos nos habían perseguido. En el caos perdí el rastro de mi familia y tuve que seguir adelante solo. El hambre era mi compañera constante. En el invierno viajé solo en un tren de carga abierto a Lituania. Hacía mucho frío y sufría congelación en los pies. Cuando llegué a Lituania, lo peor fue que no podía comunicarme. Cuando finalmente hablaba lituano, casi había olvidado mi lengua materna.[9]

Waltraut Minnt, por su parte, nacida en Uderwangen, afirma:

Durante la guerra perdí a mi padre y a mi hermano mayor. Cuatro de mis hermanos y yo nos quedamos con nuestra madre en la granja familiar hasta que llegó el Ejército Rojo. Un día, los soldados rusos entraron en nuestra casa y violaron a mi madre. Ella resultó gravemente herida. Los soldados nos llevaron a la estación y tuvimos que subir a un tren a Siberia. Mi madre subió en el tren y mi hermana y yo fuimos deportadas a un campo de trabajo. Mi hermana no sobrevivió al gulag. A principios de la década de 1950. fui liberada y deportada a Lituania. Allí no conocía a nadie. No  hablaba el idioma y tenía miedo de la gente. Deambulé por el campo hasta que encontré un lugar para quedarme con una familia de granjeros.[10]

Peter Bundt, de niño, en Königsberg. Fuente: Wolfskinder


  Otro testimonio estremecedor es el de Ewald Gustav Bork, nacido en Königsberg en 1934 y fallecido en el 2016.

En el invierno de 1945 hubo una gran hambruna. Logramos sobrevivir durante dos años, pero luego nos enfermamos terriblemente, mi madre murió acostada junto a mí en la cama. Me quedé en el apartamento durante unos días después de que retiraran su cuerpo. Estaba desesperado y no sabía qué hacer a continuación. Al final, decidí ir a Lituania. Había oído que allí había comida.[11]

En la misma línea Eva Briskorn explicaba su calvario en Sept Info.

Habíamos salido de Königsberg en 1945. Poco después de nuestra partida, los soldados del Ejército Rojo impidieron que siguiéramos adelante.                Éramos siete niños y mi madre. El más pequeño ni tan siquiera tenía un año. Nos hicieron bajar de las charretes[12]y tuvimos que continuar a pie. Circulaban camiones por la carretera y uno de los gemelos fue atropellado. El chofer no lo había visto en medio de la nieve. Proseguimos nuestro camino. Nos hicieron avanzar hasta un granero. Trepamos  para comer heno Hacía mucho frío. Teníamos hambre. Yo era la mayor de los siete niños. Al día siguiente abandonamos el granero. Estábamos cubiertos de nieve. Nos hicieron caminar hasta un hermoso camino. Tuvimos que andar tanto que los pequeños perdieron sus zapatos. Finalmente, llegamos a Puwarben. Allí nos retuvieron[13].

Lo peor, sin embargo, estaba aún por llegar.

Estábamos en una casa. Mi hermano había muerto ya. Después, otros hermanos y hermanas  sucumbieron de hambre. Mi madre  falleció también por inanición. Al final, solo quedábamos mi hermana Gisela y yo. Ella fue recogida por una alemana, una traductora.  A partir de ese momento mi hermana se comportó conmigo como si fuera una extraña. Quizás le habían dicho que no me contactara. Ella vivía en un molino y cuando molían grano, yo me acercaba. Recuperaba el polvo de harina para comer. Mi hermana no me dejaba entrar en él.[14]

Rudi Herzman fue otro “niño-lobo.” Nació en 1934 en Gerdauen, en Prusia oriental Este es su testimonio:

Estaba prohibido partir. Nos escondimos en una segadora-trilladora. Esta se encontraba sobre un vagón. Se lo llevaban todo a Rusia. Me deslicé en su interior y así es como llegué a Lituania. Salimos de la segadora y los soldados que custodiaban el tren miraron lo que salía de la máquina. Entonces, empezamos a correr. Había un curso de agua muy cerca y conseguimos llegar a la otra orilla. Ellos dispararon con sus metralletas. Resulté herido por una bala encima del pie. De repente, este empezó a calentarse. Miré y había sangre por todas partes. Rasgué mi camisa y con ella me lo envolví. Tenía 13 años cuando llegué, era un niño, éramos niños. Mi vientre estaba hinchado. Comíamos cualquier cosa en Prusia oriental al final. Nos comíamos las ranas, los gatos, todo lo que aún corría, todo.[15]

Erika Smetonus tenía cinco años cuando tuvo que huir sola-sus padres y hermanos no habían sobrevivido a la guerra- de Prusia oriental hacia Lituania. Caminaba sin zapatos por el bosque y estaba llena de pulgas. Se encontraba sola, hambrienta, perdida entre los árboles. Durante el camino se topó con otros niños, pero rápidamente les perdía de vista porque cuando hallaban comida no querían compartirla. Su travesía acabó cuando una familia lituana la localizó muerta de hambre y de frío y la adoptó.[16]

La mayoría de los niños-lobo alemanes llegados a Lituania comparten similares historias en las cuales su lengua, su familia y su hogar, elementos esenciales en la formación de una identidad, les fueron arrebatados a una edad en la que todavía eran muy influenciables. Su única compensación fue una vida de trabajo a destajo, en condiciones difíciles y, a menudo, obligados a vivir en la sombra. La mínima ayuda que pudieran recibir de sus vecinos lituanos podía interrumpirse brutalmente en cualquier momento. La Lituania en la que vivían, además, estaba bajo ocupación soviética y se sumaba a las políticas de supresión de la influencia nazi en la sociedad y a las represalias tomadas contra los alemanes, considerados colectivamente responsables de las atrocidades de la guerra.[17]

Marianne Beutler tenía 10 años cuando emigró y pone énfasis en el carácter brutal del proceso de aculturación de los pequeños.

A lo largo del camino, algunas familias ponían tazones de sopa en sus puertas para que los niños pudiéramos comer. Otros soltaban a los perros para que no durmiésemos en sus portales. Los niños pequeños eran adoptados más fácilmente.  Y si los mayores no encontraban un hogar, tenían que sobrevivir en el bosque. Incluso aquellos que eran acogidos en un hogar nunca sabían cuánto tiempo sería. Quizás los dejaban durante el invierno cuidando de sus hijos y luego los echaban. […] Teníamos que aprender lituano muy rápido porque el alemán estaba prohibido..Si no lo hacíamos, era peligroso para nosotros y para las familias que nos habían acogido. Los niños no tenían nombre, ni lengua ni identidad. Debían quemar todos sus recuerdos para asegurarse la supervivencia, muchos olvidaron detalles clave de quiénes eran[18].

Cierto es que otros pequeños corrieron mejor suerte, pero su número fue muy escaso. Algunos, sin embargo, tuvieron la suerte de encontrar abrigo durante el invierno en el seno de familias de campesinos que tuvieron compasión de ellos. Entre estos, muchos consiguieron, incluso, hacerse adoptar por lituanos. Se les daban apellidos del país y olvidaban rápidamente su lengua materna y su apellido original. Vivieron como lituanos hasta el día de hoy y hasta como rusos. No obstante, tan solo una minoría consiguió, después de muchos años de búsqueda localizar a su familia que había  podido escapar a Alemania.[19]

Una historia también con final feliz es la de Alfreda-en realidad Luise-, una alemana nacida en 1940 en Schwersternhof, Prusia oriental, en la región de Königsberg. Al principio, junto a su tía y su prima huyeron hacia el oeste. En el camino, restos humeantes de árboles quemados y cadáveres de caballos que se alineaban en las calles. Junto a ellos había carros averiados y maletas entreabiertas. “De repente, los rusos nos alcanzaron. Recuerdo que las mujeres gritaban terriblemente. Las estaban violando a unos pasos de nosotros,” contó Luise Quietsch a Deutsche Welle (DW) en el 2013.

Durante un atentado con bomba fue separada de su tía. Un cocinero del Ejército Rojo se llevó a la niña mientras marchaba hacia Lituania. Un día, mientras estaba en un cuartel en la entonces república soviética  báltica vio a una mujer detrás de la cerca que le hizo señas con unos dulces. “Y caminé, caminé, caminé a lo largo de la cerca hasta que encontré un agujero. A través de él me escapé y me instalé con la familia. !Sí, simplemente,escapándome!”

Le cambiaron el nombre por el de Alfreda, sus nuevos parientes le facilitaron los documentos lituanos para ella y la enviaron a la escuela.

“Siempre tuve de todo. Siempre dispuse de ropa y nunca pasé hambre. Era una niña muy pequeña, por supuesto que necesitaba una familia. A veces incluso me olvidaba de que era hija de otras personas.[20]

Muy diferente es la historia de la pequeña Liesabeth, de 7 años que cuenta Ingeborg Jacobs en su libro Moi, enfant-loup [Yo, niña lobo],(Fleuve Noir, 2012). Ella había perdido a su madre, muerta de hambre en Dánzig (la actual Gdansk) y desconocía el paradero de su padre. Junto a sus hermanos, que trabajaban para el Ejército Rojo, se alimentaba de las sobras del rancho de los soldados soviéticos. Se separó de ellos al poco tiempo, precisamente por una disputa acerca de la comida con su hermana Christel y consiguió llegar a Lituania. Allí sobrevivió yendo de granja en granja a ver si le daban abrigo y comida durante unos pocos días y no le quedó otra que dormir en establos junto a los animales. Ella lo explica en estos términos:

No podía quedarme nunca mucho tiempo en una familia porque apestaba, porque era una niña pequeña alemana y porque la gente tenía miedo. Cada vez que decían stribai (peligro) o “los rusos” tenía que partir. Los agricultores  señalaban la granja vecina y me daba a entender que podría pasar la noche allí. A veces me aconsejaban que obviase la primera granja y que golpease a la puerta de la segunda.

[…] Muy a menudo ni siquiera podía discernir la granja vecina mientras caminaba en la oscuridad. En esa época la gente no disponía todavía de electricidad y se alumbraba con una lámpara de petróleo o con una vela. Cuando no me autorizaban a entrar en una casa, me deslizaba sin pedir permiso en el granero cuya puerta nunca estaba cerrada con llave. Sin embargo, con las primeras nieves hacía allí muchísimo frío y no tenía más remedio que refugiarme al lado de los animales en el establo. Sentía calor en medio de los caballos, de las vacas, de los corderos y de los cerdos.[21]

Algunos años después de la guerra, en 1948,  los alemanes que erraban en Lituania de pueblo en pueblo fueron requeridos para que se presentasen a las autoridades soviéticas para ser devueltos- se aseguraba entonces- a su país de origen. Sin embargo, muchos de ellos no lo hicieron al ser advertidos por los lituanos que podía tratarse de una trampa ya que cientos de miles de habitantes de la república báltica habían sido deportados a Siberia y nunca regresaron a casa. Como todos los alemanes eran considerados fascistas por los rusos por el mero hecho de serlo, la mayoría no hizo caso y continuó con su vida habitual.[22]

En la inmediata posguerra, los alemanes del oeste del país y, a partir de 1949, de la RFA evitaban hablar de lo que les pasaba a los niños de esta nacionalidad en Lituania. Pensaban que, de alguna manera, si lo hacían, se les podría acusar de relativizar las atrocidades cometidas por los nazis. Por ese motivo los “niños lobo” quedaron relegados de la historia y tan solo los revisionistas de la extrema derecha hablaron de ellos para mostrarlos como un ejemplo del sufrimiento padecido por los germanos durante la Segunda Guerra Mundial. Así lo afirma el historiador Christopher Spatz: “La RFA había olvidado la Prusia oriental. No se sabía lo que había pasado después de 1945 en königsberg. Las autoridades estaban a la defensiva.”

En plena guerra fría, Moscú no estaba por la labor de facilitar los reencuentros de los huidos a su área de influencia con sus familiares. La distensión iniciada con el proceso de Helsinki en 1975 y, años después, la perestroika de Gorbachov, abrió una puerta que se mantenía cerrada desde 1945.

Moi, enfant-loup.. Une orpheline allemande dans la tourmente de l’après.guerre [Yo, niña-lobo. Una huérfana alemana en la  tormenta de la posguerra]. Ingerborg Jacobs  París: Fleuve Noir, 2012.

Tuvieron que pasar décadas para  que los “niños lobo” salieran del anonimato. Tras la disolución de la Unión Soviética el 25 de diciembre de 1991, las víctimas, obviamente ya adultas, pudieron revelar su verdadera identidad. Fue a partir de entonces cuando su drama empezó a conocerse. Esto se debió al estigma que las acompañó desde el final de la contienda en 1945. Este estigma hacía abstracción de su edad y las consideraba culpables por el mero hecho de ser de nacionalidad alemana. El historiador británico Antony Beevor en su libro Berlín, la caída: 1945 (Barcelona: Crítica. Grupo Planeta, 2005).

lo explica con estas palabras: “ Algunos consideraban que los niños alemanes  no eran sino hombres de las SS en estado embrionario por lo que debían ser asesinados antes de que crecieran y volvieran a invadir Rusia.”            

En la actualidad existe una organización denominada EdelweiB-Wolfskinder  que tiene sedes en Vilnius, la capital lituana y la ciudad de Klaipeda, también en la república báltica, donde se cuenta el mayor número de ellos, aunque no pocos ya hayan fallecido.

En el 2012 el director de cine alemán Rick Ostermann estrenó el filme Wolfskinder que tuvo un gran impacto en el país germano.

                                                        BIBLIOGRAFÍA

Bilodeau , Maxime “Ursula Dorn” En: docplayer-fr, 2014 (consulta 23/05/2022). Disponible en:

Demeure, Brigitte“Les enfants-loups de Lituanie (1945-1991). Topique, nº 1, 2015 (p.68-76). Disponible en: https://www.cairn.info/revue-topique-2015-1-page-68.htm

Griebeler, MonikaLost and forgotten: German wolf children in Lithuania” [Perdidos y olvidados: los niños lobo alemanes en Lituania.” En: Deutsche Welle, 09/05/2013. En: https://www.dw.com/en/lost-and-forgotten-german-wolf-children-in-lithuania/a-16798830

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https://www.lensculture.com/articles/claudia-heinermann-wolfskinder

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Rotermund (traducción),  París: Fleuve Noir, 2012, p.21.

Luc, André Bartuska, Gediminas Les Allemands perdus de Lituanie: les enfants prodigues (1/5) [Los niños perdidos de Litunia: los niños pródigos] En: Sept Info, 2022. (consulta 17/05/2022). Disponible en: https://www.sept.info/allemands-perdus-lituanie-15 El vídeo, desde el minuto 3:52 hasta el 5:46 en: https://www.youtube.com/watch?v=hVbLjmapJ1U&feature=emb_imp_woyt

Slepikas, Alvydas  Bajo la sombra de los lobos.. Margarita Santos Cuesta (traducción). Barcelona: Tusquets, 2021, p. 14

Winterberg, Sonia Wir sind die Wolfskinder: verlassen in Ostpreußen. Munich:.Piper Verlag, 2012.

                                                                     WEGRAFÍA

Expulsion des Allemands d’Europe de l’Est.” A: Wikipédia. L’encyclopédie libre. Disponible en

: https://fr.wikipedia.org/wiki/Expulsion_des_Allemands_d%27Europe_de_l%27Est

Definición de “wolfskinder “ en Asociación de Historia de los Niños-Lobo, e. V. http://wolfskinder-geschichtsverein.de/

“Sin padres ni futuro, los huérfanos de los nazis se refugiaron en los bosques viviendo como lobos.” En:

Codigo Nuevo, 13/08/2019. Disponible en: https://www.codigonuevo.com/sociedad/padres-futuro

-huerfanos-nazis-refugiaron-bosques-viviendo-lobos


[1] Se trata de un cordón litoral que forma una delgada península que separa la bahía de Gdansk y la laguna del Vístula. Actualmente, el lado SO pertenece a Polonia  y el NE a Rusia, a la región de Kaliningrado.

[2] “Expulsion des Allemands d’Europe de l’Est.” A: Wikipédia. L’encyclopédie libre. Disponible en

: https://fr.wikipedia.org/wiki/Expulsion_des_Allemands_d%27Europe_de_l%27Est

[3] Alvydas Slepikas  Bajo la sombra de los lobos.. Margarita Santos Cuesta (traducción). Barcelona: Tusquets, 2021, p. 14.

[4] Sonya Winterberg  Wir sind die Wolfskinder: verlassen in Ostpreußen. [Somos los niños-lobo abandonados en Prusia oriental].Munich:.Piper Verlag, 2012. Citada por: Brigitte Demeure en “Les enfants-loups de Lituanie (1945-1991). Topique, nº 1, 2015 (p.68-76). Disponible en: https://www.cairn.info/revue-topique-2015-1-page-68.htm

[5] Maxime Bilodeau  “Ursula Dorn” En: docplayer-fr, 2014 (consulta 23/05/2022). Disponible en:

[6]  Definición de “wolfskinder “ en Asociación de Historia de los Niños-Lobo, e. V. http://wolfskinder-geschichtsverein.de/

[7] Christopher Spatz  Nur der Himmel blieb derselbe. OstpreuBens Hungerkinden erzhälen vom Überleben”

[Solo el cielo permaneció igual: los niños hambrientos de Prusia oriental.]. Alemania: Ellen & Richte; Verlag G, 2016).

[8] Sonya Winterberg  Wir sind die Wolfskinder: verlassen in Ostpreußen. Munich:.Piper Verlag, 2012.

[9] Claudia Heinermann “Wolfskinder” en Lensculture. Consulta: 29/04/2022. Disponible en:

https://www.lensculture.com/articles/claudia-heinermann-wolfskinder

[10] Ibidem.

[11] Ibidem.

[12] Coche de caballos de dos ruedas y dos o cuatro asientos.

[13] Luc André; Gediminas Bartuska Les Allemands perdus de Lituanie: les enfants prodigues (1/5) [Los niños perdidos de Litunia: los niños pródigos] En: Sept Info, 2022. (consulta 17/05/2022). Disponible en: https://www.sept.info/allemands-perdus-lituanie-15  El vídeo, desde el minuto 3:52 hasta el 5:46 en: https://www.youtube.com/watch?v=hVbLjmapJ1U&feature=emb_imp_woyt

[14] Ibidem.

[15] Vídeo  con el testimonio (del minuto 3:52 a 5:46) en: https://www.sept.info/allemands-perdus-lituanie-15

[16] “Sin padres ni futuro, los huérfanos de los nazis se refugiaron en los bosques viviendo como lobos.” En:

Codigo Nuevo, 13/08/2019. Disponible en: https://www.codigonuevo.com/sociedad/padres-futuro-huerfanos-nazis

-refugiaron-bosques-viviendo-lobos

[17] Gail Fletcher “Los niños-lobo olvidados de la Segunda Guerra Mundial.” En: National-Geographic, 05/11/ 2020. Disponible en: https://www.nationalgeographic.es/historia/2019/07/los-ninos-lobo-olvidados-de-la-segunda-guerra-mundial

[18] “Sin padres ni futuro, los huérfanos de los nazis se refugiaron en los bosques viviendo como lobos.” En:

Codigo Nuevo, 13/08/2019. Disponible en: https://www.codigonuevo.com/sociedad/padres-futuro-huerfanos-nazis

-refugiaron-bosques-viviendo-lobos

[19] Ingeborg Jacobs La chasse aux Allemands [La caza a los alemanes]” En: Moi, enfant-loup. Dominique

Rotermund (traducción),  París: Fleuve Noir, 2012, p.19.

[20] Monika Griebeler Lost and forgotten: German wolf children in Lithuania” [Perdidos y olvidados: los niños lobo alemanes en Lituania.” En: Deutsche Welle, 09/05/2013. En: https://www.dw.com/en/lost-and-forgotten-german-wolf-children-in-lithuania/a-16798830

[21] Ingeborg Jacobs La chasse aux Allemands [La caza a los alemanes]” En: Moi, enfant-loup. Dominique

Rotermund (traducción),  París: Fleuve Noir, 2012, p.21.

[22] Ibidem, p.59.

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