Discurso pronunciado por G.Munis, en el Panteón Moderno, ante el cadáver de Trotsky, el 22 de agosto de 1940
Publicado en Revolución
Órgano del Grupo Español en México de la IV Internacional, nº. 6-7, agosto-septiembre 1945
Tomado de Documentación histórica del trotskismo español, Ediciones La Torre, Madrid, 1996, páginas 343-345
Camaradas, simpatizantes, amigos todos:
Viéndonos ante la trágica necesidad de hablar junto al cuerpo ya inerme del que fue gran líder del movimiento obrero mundial, las ideas se trastocan en nuestro cerebro y las palabras se anudan en nuestras gargantas.
¡León Trotsky ya no existe! El hombre que dio un poderoso impulso a la revolución proletaria, el maestro querido que alentó los primeros pasos de nuestra infancia política, yace ahí, mudo para siempre. La mano asesina de Stalin ha logrado, desde el Kremlin, asestarle el golpe definitivo. Pero el chacal que reside en Moscú no podrá conseguir su objetivo. León Trotsky deja amigos, ideas, una organización, que sabrán empinarse ante la historia, y vengar su muerte, mediante la acción revolucionaria de las masas, en la cabeza de todos los opresores. Desde esta tribuna fúnebre, nosotros, sus discípulos, sus amigos, sus continuadores, contraemos ante el proletariado mundial el compromiso solemne de llevar a término victorioso las ideas de la IV Internacional.
Aunque universalmente reconocida por su talla gigantesca, la figura histórica de Trotsky merece aquí una somera recordación. Nacido en un siglo en que la sociedad capitalista entra en su fase de putrefacción, Trotsky, como todos los hombres grandes, de espíritu inquieto y magnánimo, busca una salida al conflicto de su tiempo y no tarda en hallarla en el movimiento obrero internacional. Muy joven, se colocó al lado de éste, colaborando activamente en su desarrollo. Pero la perspectiva de su adhesión no podía limitarse a una actitud genérica e incolora. Dentro del mundo proletario de principios de siglo, donde el reformismo socialdemócrata había hecho sólida presa en la mayoría de los representantes obreros, Trotsky se alza, paralelamente a Lenin, con una recia figura polémica, regeneradora del movimiento obrero. Desde la primera década del siglo, su aportación teórica al marxismo revolucionario es de primera categoría, ocupando así, por derecho propio, un lugar eminentísimo entre los grandes pensadores revolucionarios. Ninguna de las categorías del reformismo pudo hacer mella en él. Como su enemigo irreductible, por el contrario, combatiéndolo sin reposo, atraviesa toda la primera etapa de su vida, hasta unirse definitivamente a Lenin con las primeras explosiones de la gran revolución rusa.
Con la Revolución de Octubre, el genio ya maduro de Trotsky, genio que une a extraordinarias cualidades intelectuales una gran energía y un dinamismo comunicativos, se proyecta inmenso, impresionante, con toda su capacidad de realización. Trotsky es el artífice del golpe de estado, y cuando la revolución, acosada en todas direcciones por los ejércitos blancos e imperialistas coaligados, necesitó sacar un ejército revolucionario de un país abrumado por la miseria y extenuado por cuatro años de guerra, la capacidad creadora de Trotsky hizo prodigios de realización. De la nada construyó un ejército que salvó la revolución aniquilando los ejércitos blancos. Sus detractores y asesinos de hoy, no lograrán borrar de la historia el nombre de quien, como Trotsky, fue uno de los primeros contribuyentes, en esfuerzo y genio, a la victoria de la más grande revolución conocida hasta hoy.
Por causas que no es preciso analizar en este momento, la revolución de Octubre degenera, cayendo en manos de la oligarquía burocrática parasitaria que aún hoy usurpa el poder. Trotsky, como él mismo lo ha dicho recientemente, recibió numerosas ofertas de la burocracia para que se decidiera a representarla, en lugar de Stalin. Pero el temperamento revolucionario de Trotsky, su pensamiento honrado y fiel al marxismo, no podía envilecerse traicionando la causa de los pobres por la de los burócratas. Como antaño contra el zarismo, nuevamente se levanta airadamente contra la nueva casta usurpadora, en franca reivindicación de los de abajo. Destierros, persecuciones, atentados, asesinatos de amigos y familiares, expulsiones de un país a otro, todo lo afronta Trotsky con ejemplar valor revolucionario, y continúa infatigablemente su lucha contra la burocracia estalinista de la URSS y de la Komintern.
Como resultado de esta actividad, en oposición a la corrupción creciente de lo que fue Internacional Comunista, nace el cuerpo de doctrina y la organización de la IV Internacional. Trotsky dedicó a ella sus mejores y postreros esfuerzos. Sabía que la crisis social del régimen capitalista, sorprendiendo al proletariado mundial sin una organización auténticamente revolucionaria, transformaría los partidos y grupos hoy minúsculos de la IV Internacional, en organizaciones de masas, dirigentes de la revolución social.
La figura de Trotsky adquiere así relieves titánicos a través de los años. Forjador de una revolución, atraviesa incólume, sin tacha, la vorágine de la corrupción burocrática, se enfrenta al termidor estalinista, y desafiando una de las más pérfidas y terribles persecuciones que registra la historia, funda un nuevo movimiento internacional, llamado a dar el segundo y definitivo impulso a la revolución proletaria mundial.
¡Y este hombre ha sido asesinado por los esbirros de Stalin! ¡Hele ahí eternamente mudo! Stalin lo ha asesinado porque tiene conciencia plena del valor revolucionario de la IV Internacional, en esta época de guerra. La insistencia y precipitación últimas para asesinar a Trotsky, no pueden significar sino que la situación de Stalin en la URSS es catastrófica. El poder de los usurpadores se tambalea, y pretenden conjurar el fantasma de las masas en insurrección, asesinando al hombre que mayor impulso y claridad de dirección podía darles. Pero si las balas, los puñales y las piquetas de Stalin, han podido abatir el cuerpo de Trotsky, las ideas de Trotsky harán infaliblemente blanco en el corazón de todos los tiranos, tanto los de la contrarrevolución burguesa como los de la contrarrevolución estalinista.
Fantástico..fue la perfidia stalinista la responsable de las purgas que descabezo el ejército Rojo y lo presento, casi inerme, ante la furia de la wehrmacht, responsable de 27 millones de muertos en la ex URSS.
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