Franquismo Guerra civil Española

Espías y hombres de acción. Profesores de instituto en la Quinta Columna en Valencia (1936-1939) [Margarita Ibáñez Tarín]

Imagen de cabecera: «La Quinta Columna» (1938), de Antonio Rodríguez. MRS Madrid.

En este artículo ponemos de manifiesto la participación de un grupo de profesores de instituto en distintas tramas de resistencia más o menos organizada contra el Estado republicano en Valencia. En el periodo central de la guerra civil la ciudad se convirtió en capital de la República y pasó de tener 340.000 habitantes a multiplicar por cuatro su población y a albergar un volumen de refugiados desmesurado.i La llegada masiva de desplazados conllevó un aumento escandaloso de emboscados y sospechosos, que desde la clandestinidad trabajaban para el derrocamiento del régimen republicano, y generó una psicosis colectiva de temor ante la presencia invisible de la Quinta Columna en la ciudad.

Un grupo de docentes de instituto participó en las tramas clandestinas antirrepublicanas. El perfil-tipo de estos docentes responde al del quintacolumnista prototípico o enemigo emboscado de la República: hombres jóvenes de clase media con estudios y filiaciones políticas al partido Derecha Regional Valenciana (DRV) o Falange Española. Es importante poner de relieve el papel que jugaron estos jóvenes profesores durante la contienda y con posterioridad. Muchos de ellos ejercieron labores de zapa dirigidas a la caída de la República durante la guerra y, después, con la victoria franquista, ocuparon los puestos principales en los poderes locales de la capital y de los pueblos de la provincia. Continuaron de esta forma el trabajo de sostén del Nuevo Estado a través de las delaciones, los avales, los informes o la vigilancia. En este sentido se puede decir que “Los de abajo ejercieron el poder de definir quién era y quién no era amigo del régimen”.ii

La DRV fue el partido que más destacó en la preparación y apoyo a la trama civil vinculada al golpe de Estado en el País Valenciano, pero no fue el único, ya que hubo otros partidos, como Falange o Comunión Tradicionalista que también intervinieron.iii Y es que en Valencia —frente al incipiente Partido de Falange Española, poblado por una minoría de jóvenes inexpertos— el Partido DRV ya se había convertido en los años 30 en un partido de masas. Estaba integrado por los hombres fuertes del capitalismo valenciano: caciques, industriales, comerciantes y exportadores de naranjas, al mismo tiempo que contaba con unas “juventudes” muy activas, que cada día se mostraban más próximas a posiciones filofascistas.

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Después del fracaso del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, la red civil que había apoyado la sublevación en Valencia se desintegró hasta su recomposición a principios de 1937. La antigua estructura creada por el Partido DRV fue sustituida en ese periodo por varias redes clandestinas poco estructuradas denominadas “Socorro blanco”, que se ocupaban de la asistencia a los perseguidos fascistas y el apoyo económico a las familias de los encarcelados.

Severiano Goig Botella, catedrático de Física y Química del Instituto Luis Vives (1934-1939), fue uno de los que colaboraron con el Socorro Blanco. Era amigo personal del psiquiatra Francisco Marco Merenciano —un conocido médico partícipe de las teorías sobre la eugenesia de Antonio Vallejo Nájera— y de otros importantes derechistas valencianos. Estuvo preso en la cheka de la plaza de Tetuán y en las Torres de Quart varias veces. Según su testimonio, en esa primera época —ante la grave situación vivida por familiares y amigos— se comprometió con labores humanitarias y escondió en su domicilio a derechistas y a religiosos perseguidos, también colaboró económicamente con familias que tenían familiares presos o asesinados.iv

José Blasco Such, profesor encargado de curso de Latín en el instituto de Benicarló y militante de DRV, pasó la guerra escondido en Valencia, después de haber sido declarado cesante por la República. Desde su domicilio se dedicó a proporcionar documentación falsa a otros evadidos y a colaborar con el Socorro Blanco.v Lo mismo que Eugenio García Lomas, catedrático de Francés del instituto de Alcoy, que ofreció sus servicios de traductor a la organización y traducía para ellos las noticias que captaba de emisoras extranjeras en la radio que tenía en su casa.vi

No hay duda de que existieron redes clandestinas que conectaban la zona nacional con Valencia y ofrecían posibilidades de movilidad entre las dos zonas a personas adineradas partidarias de la España de Franco. La policía republicana estaba tras los pasos de estos quintacolumnistas y el 19 de agosto de 1936 consiguió desarticular una primera célula clandestina de Falange Española en Valencia, si bien de poca importancia, ya hemos dicho que este partido tenía mucha menos infraestructura que DRV.vii Hasta finales de 1937 no se puede empezar a hablar de una verdadera estructura organizada de resistencia antirrepublicana que enlazaba de manera eficiente con el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) franquista.viii

Desde 1937 la Quinta Columna valenciana conectó con el servicio de información y espionaje creado por el ejército franquista, denominado en un primer momento de la guerra como Servicio de Información de la Frontera Nordeste de España (SIFNE), con base de operaciones en Biarritz, y dirigido en Valencia por Rodrigo Arellano Requena, capitán de la Guardia Civil, quien al principio enviaba la información a este servicio, dirigido por el abogado catalán José Bertrán i Musitu, y, más tarde, al SIPM, dirigido por José Ungría.ix

Existió en Valencia durante la segunda parte de la guerra una delegación local del SIPM, dirigido por el ya mencionado, Rodrigo Arellano Requena, y en la que tenían cargos de responsabilidad Ramón Bueno Laguarda, encargado de la organización de la Quinta Columna en Valencia, y Leopoldo Fortuny Serra, jefe de las organizaciones de la Quinta Columna en los pueblos de Valencia. En los pueblos importantes había enlaces, como era el caso del profesor de Latín del Instituto de Requena, Íñigo José Gracia López, agente del SIPM y jefe de la centuria S. S. nº 8.x Las labores de espionaje llevadas a cabo por este profesor no constituyen un caso aislado, hemos encontrado otros ocho docentes de instituto que dicen en la declaración jurada preceptiva para solicitar la depuración franquista haber sido agentes de la Quinta Columna y/o del SIPM y aportan documentación, y trece más que aseguran que mantuvieron contactos y realizaron funciones para la Quinta Columna, la Falange Clandestina o el Socorro Blanco. En total suman la cifra nada desdeñable de 21 personas dentro de un colectivo de 242 profesores que ejercieron la docencia en los institutos del País Valenciano.Bxi Con carácter general, según han investigado Heiberg y Ros, en Valencia la Quinta Columna debió contar con unos 500 quintacolumnistas y unos 5.000 colaboradores.xii

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Efectos de un bombardeo en los poblados marítimos de Valencia. Archivo Histórico Municipal de Valencia

Íñigo José Gracia López fue profesor de Latín en Requena desde 1933 hasta 1961, salvando algunas ausencias a consecuencia de un traslado durante la guerra. El comienzo de la contienda le sorprendió en este pueblo, preparando unas oposiciones que se iban a celebrar el 3 de agosto de 1936 en Madrid. En abril de 1937 fue trasladado forzoso al Instituto de Reus a un puesto que abandonó meses después, en septiembre de 1937, en plenos exámenes, alegando una falsa enfermedad para ser declarado inútil en el servicio militar. Lo cierto era que había falsificado su fecha de nacimiento real de 1908 para que constara cuatro años más tarde, en 1912, y retrasar así su llamamiento a filas. La falsificación fue detectada en la Dirección General de Seguridad y fue suspendido de empleo y sueldo desde septiembre de 1937 hasta mayo de 1938. En esa fecha, según él mismo contó en su expediente de depuración franquista, se presentó en la Delegación de Educación en Valencia —“sin medios y endeudado”— y por amistad personal con el secretario del delegado de Educaciónxiii fue destinado a la cátedra de Literatura del instituto Blasco Ibáñez de Valencia. Unos meses después, en diciembre de 1938, fue enviado al instituto Luis Vives para dar clases de Latín. Esa fue su trayectoria académica, pero su verdadera labor era desde diciembre de 1937 —fecha en que contactó con Claudio Chaqués Ramón y con Ramón Bueno Laguarda en Valencia— la de agente de información y reclutador de elementos para la Quinta Columna y el Socorro Blanco en Valencia y en Requena.xiv Su colaboración más importante consistió en aportar documentación de espionaje de fábricas de material bélico, defensas antiaéreas, movimientos de fuerzas en el campo rojo y datos del depósito de armas de Valencia. También sirvió de enlace entre los prisioneros que trabajaban en las fortificaciones que dirigía Juan Knaster Smulewicz y la Quinta Columna en Valencia.xv

Cuando analizamos la figura de los profesores que colaboraron en la sombra en la derrota republicana, podemos diferenciar entre espías y quintacolumnistas, aunque ambos tipos tenían mucho en común. Los quintacolumnistas siempre formaban parte de una red organizada y los espías no necesariamente estaban integrados en una estructura clandestina, en muchos casos actuaban por su cuenta. A José María Estevan Ballester, auxiliar de Ciencias del Instituto Luis Vives (1927-1958), su afán de colaboracionismo le llevó a correr riesgos y aprovechando que su cuñado trabajaba como intérprete de militares extranjeros en el legendario hotel Metropolxvi de la calle Xàtiva, en Valencia, le propuso que hiciera por su cuenta labores de espionaje:

En diciembre de 1938 y enero de 1939 en ocasión de ser nombrado mi hermano político, D. Salvador Senís Sernia para el cargo de intérprete cerca de la Comisión Internacional de retirada de combatientes extranjeros, por su dominio de idiomas francés, alemán e inglés, tuve conocimiento de la existencia documentada en esta provincia de gran número de fuerzas internacionales, que en aquellos momentos el gobierno rojo propagaba que no estaban en su zona. Para que quedara constancia de ello y proporcionar el mayor número de datos al Ejército Nacional, pedí a mi dicho hermano político que me proporcionara todos los documentos que le fuera posible. Me hice presentar a algunos miembros de la Comisión Internacional, cambiando recíprocas atenciones, entre ellas acompañarles a un concierto de la orquesta sinfónica el día 15 de enero de 1939, siendo presentados al maestro Izquierdo, director de la orquesta, quien les dedicó unos programas del festival. Recuerdo los nombres del coronel Jeske, la señora Field y el señor Robert Confino. […] Atendida mi petición, en varias ocasiones me proporcionó documentación.xvii

De José Oria Micho, profesor encargado de curso de Física y Química en el Instituto de Requena, sí que tenemos acreditada su pertenencia al SIPM. A principios de 1937 fue movilizado por el sindicato FETE para prestar servicios como químico en la subsecretaría de Armamento (fábrica de armamento nº 7 de Manises). Al principio ingresó como obrero civil y después subió a la categoría de técnico auxiliar. Desde este puesto se dedicó a sabotear la producción, a facilitar planos, cifras de producción y cuantos detalles le eran requeridos por su enlace de la Quinta Columna, que a la sazón era el conserje del Instituto de Requena: José Roda Ricart. Un hombre, que aunque oficialmente era subalterno, ejerció labores de habilitado y de secretaría desde la fundación del centro en 1928 hasta su muerte en los años 70. Al final de la guerra, el día 29 de marzo y en los días siguientes, José Oria Micho formó parte de las partidas de quintacolumnistas que “liberaron” Valencia.xviii

Por lo general, los docentes encuadradados en el SIPM fueron reclutados como agentes por tratarse de “personas de cierta cultura, categoría y posición social que, desinteresadamente, y sólo por adhesión a la causa prestaban servicios a la organización”. Pertenecían a los denominados grupos B o de información, compuestos por personal que no llevaba uniforme. Se encargaban de reunir noticias procedentes de la zona enemiga y de realizar misiones secretas en la retaguardia.xix

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Brigadistas desfilando por Valencia. Fuente: Flick

José Cos Beamud, también profesor de Física y Química y director del Instituto de Xàtiva durante la guerra. Se incorporó a filas en marzo de 1938 pero no nunca llegó a estar en el frente. Desempeñó cargos en Sanidad Militar y en la Subsecretaria de Armamento, donde no desperdició la ocasión para hacer acción disolvente y derrotista. En dicha Subsecretaría, en colaboración con Antonio Frigols, técnico de la fábrica de armamento de Godella, planificaron inutilizar la fábrica en caso del derrumbamiento de Cataluña. También asesoró a un antiguo alumno del instituto de Xàtiva, Godofredo Gómez Crespo, facilitándole datos de espionaje y un libro para construir una emisora y conectar con la zona nacional. Según su declaración estuvo encuadrado en la 3ª Escuadra de Oltrea, Falange de Simó, Centuria de Federico Ibáñez. Los últimos días se empleó a fondo para distribuir a más de 150 hombres de la Quinta Columna en la guardia de fábricas, polvorines, etc. Se trataba de lugares estratégicos que temía que los republicanos quemasen o destruyeran en su huida.xx

Otro ámbito en el que desarrollaron su actuación los quintacolumnistas fue en la Administración Republicana, en el Ministerio de Guerra y en las organizaciones políticas y sindicales. La infiltración más importante y efectiva fue en la CNT. En los años de la guerra un grupo importante de profesores de instituto derechistas encontraron refugio y protección en el Sindicato de Profesiones Liberales de la CNT en Valencia.xxi Era una época en la que se desarrolló un proceso de sindicalización forzosa de la vida económica y laboral, y, también, de muchos otros aspectos de la vida social. Se trataba por tanto de una sindicalización de guerra que convirtió de golpe al sindicato y al carné sindical en piezas básicas de la nueva situación. Mucha gente se vio abocada a la necesidad de proveerse de carnés sindicales y salvoconductos para evitar persecuciones en esos días. La falta de compromiso llegó a ser piedra de escándalo cuando se supo que la misma CNT y diversos comités de Barcelona vendían carnés antifascistas.xxii Sin mucho esfuerzo los quintacolumnistas tenían fácil acceso a documentación de sindicatos y partidos del Frente Popular. El testimonio de uno de estos quintacolumnistas puede ilustrar bien la situación:

No es que me haya quedado sin ningún documento. Tengo el carnet de Correos, con mi foto, sellos en tinta, que aprecian mucho las milicias. Tengo un carnet del sindicato de funcionarios de la CNT, que me consiguió por cinco pesetas don Juan, […] y que es absolutamente auténtico. Igual que el de Correos. Pero de Correos estoy expulsado desde que empezó el Alzamiento. Eso no lo saben las milicias de Retaguardia, las que te paran por la calle pidiendo documentación. Además, tengo una especie de salvoconducto para andar por Madrid libremente, firmado por un teniente coronel de orden de Miaja, y que me lo ha hecho Manolo Vázquez-Prada, perfectamente imitado.xxiii

La cuestión ha sido también abordada por el historiador Paul Preston que observa en su libro El holocausto español como: “La facilidad con la que se podían obtener carnés de la CNT otorgaba a la Quinta Columna un acceso rápido a la información […]. Con los carnés de la CNT, los quintacolumnistas consiguieron también identificaciones para infiltrarse en los servicios de seguridad republicanos”.xxiv Y no sólo en los servicios de seguridad, también se infiltraron en la subsecretaría de Armamento, en las fábricas de producción bélica y en los más altos puestos del sistema educativo republicano, como veremos a continuación. La CNT abrió de par en par sus puertas a todo aquel que quería afiliarse. El objetivo era alcanzar una posición de fuerza y esto trajo consigo la relajación —cuando no la eliminación— de todo control sobre la lealtad de las personas de nuevo ingreso y facilitó la introducción entre los anarquistas de muchos enemigos de la república que a partir de ahí accedían a distintos centros oficiales y en distintos ámbitos, desde donde actuar emboscado contra el régimen.

Enrique Beta Espert, llegó a ser secretario del Sindicato Único de la Enseñanza de la CNT en Valencia. De profesión era maestro —al igual que su camarada Vicente García Llácer— y realizaba, como él, labores en la Quinta Columna. Vicente García Llácer llegó a ocupar la dirección del servicio del SIPM en la capital del Turia tras la marcha de Joaquín Maldonado a zona nacional.xxv Cuando fue encarcelado en la Modelo de Valencia, Enrique Beta y otros miembros de la CNT hicieron todo posible para conseguir su indulto. Hasta incluso viajar a Barcelona con el fin de entrevistarse con el ministro de Educación, el anarquista Segundo Blanco. En sus propias palabras: «en mayo de 1938, preso García Llácer y al ser condenado a muerte, tres compañeros salimos para Barcelona, provistos con los fondos del sindicato, para reunirnos con Segundo Blanco. La comisión llevaba el encargo de gestionar el indulto. Le pagamos al abogado Cano Coloma la defensa y a raíz de esos contactos [con el ministro] fui nombrado director provincial de Primera Enseñanza«.xxvi

Finalmente, el indulto no fue necesario porque Vicente García Llácer consiguió fugarse de la cárcel y pasar a zona nacional, pero el viaje fue provechoso para Enrique Beta que consiguió ser nombrado director provincial de Primera Enseñanza en Valencia. En cualquier caso, aceptar el cargo a esas alturas de la guerra (5 de junio de 1938) representaba para él un dilema. Temía las responsabilidades políticas que le pudieran achacar los franquistas, una vez ganada la guerra. Decidió pedir consejo y ayuda a «un consejo de la Quinta Columna Autónoma y Auténtica, formado por siete u ocho sacerdotes y por Miguel Hernández Ascó, auxiliar de Eloy Montero, catedrático de la Central [Universidad de Madrid]». Estos quintacolumnistas le ordenaron que aceptara el cargo y que ellos asumirían toda la responsabilidad política o profesional que en un futuro pudiera derivarse. Siguió sus instrucciones y aprovechó el puesto «para nombrar docentes a más de 70 religiosos y sacerdotes auxiliares en Valencia y provincia«. No hay duda que a la CNT estuvieron afiliados sacerdotes emboscados, algunos de ellos quintacolumnistas como el ya citado Manuel Mindán Manero, amigo de la infancia de Buñuel, que fue bibliotecario en la sección de Segunda Enseñanza del sindicato, y Juan [Samuel] Leal Luna, profesor encargado de Ciencias Naturales en el instituto de Reus y presidente de la sección de Profesiones Liberales de la CNT.xxvii

Durante el tiempo en que ocupó la Dirección Provincial Enrique Beta Espert, entre junio de 1938 y el final de la guerra, fue requerido en dos ocasiones para que destruyera la documentación de las oficinas del servicio. Una vez por el ministro de Instrucción Pública, Sr. del Río, y otra por el subsecretario, Vicente Sanz; y en ambas ocasiones manifestó que ya lo había hecho y no lo hizo. En esos meses finales de la guerra fue detenido dos veces, una de ellas siendo director provincial, y en ambas ocasiones pudo salvarse sin problemas. xxviii Y es que los tribunales republicanos eran conscientes de que se acercaba la derrota y no compensaba condenar a quienes eran correligionarios de los que iban a obtener la victoria. Javier Cervera ha observado una evolución clara a la disminución de las sentencias condenatorias conforme se acerca el final de la guerra. Desde noviembre de 1938, con la derrota de la batalla del Ebro, muy pocos dudaban ya del triunfo de los franquistas. En esas circunstancias no convenía ser severo en la represión de los adscritos al bando de los vencedores.xxix

Autores como Ángel Bahamonde, Paul Preston o Francisco Alia Miranda han subrayado en los últimos tiempos el papel de la Quinta Columna en el final de la guerra, resaltando la falta de lealtad hacia la República de algunos de sus mandos militares más importantes. No todos los militares profesionales fueron hostiles a la República, pero sí que hubo un buen número de ellos que transitaron entre la felonía y la disidencia o colaboraron activamente con el enemigo.xxx El final de la guerra no los sorprendió en sus puestos de mando, lo tenían todo dispuesto para cuando llegara el momento culminante. Los quintacolumnistas de Valencia sabían a qué lugares, puntos concretos o instituciones de la capital tenían que dirigirse para asegurar su control. Algunos de ellos habían estado reclutando partidarios para colaborar con los franquistas cuando llegaran a la ciudad. Muchas mujeres se habían encargado de confeccionar brazaletes, emblemas y colgaduras para el momento de la entrada de las tropas franquistas en Valencia.

Rafael Monfort Gómez, catedrático de Matemáticas del Instituto Luis Vives (1932-1937), y del Instituto Obrero y de la Escuela Popular de Guerra de Paterna durante la guerra, formó parte del grupo Buchón de la Quinta Columna y relata así su actuación:

Por orden de mi jefe el 28 de marzo acudí armado a la calle San Vicente, el 29 acudí con mi escuadra a la comisaría de la Audiencia de Valencia para ocuparla y desarmar a los agentes de policía del gobierno rojo. Finalmente tomé parte en las guardias y servicios que después de la entrada de las tropas nacionales se nos asignaron. La custodia en el campo del Mestalla, formación de carrera para los desfiles, etc.xxxi

Un sector del profesorado universitario también tuvo un papel destacado en las actuaciones de la Quinta Columna al final de la guerra. En Madrid, la Organización Antonio, formada por catedráticos de la Universidad Central, tuvo una actuación importante a lo largo de 1938 y en enero de 1939 reunió a Julián Besteiro y al coronel Casado para tratar sobre los planes encaminados a derrocar a Negrín.xxxii En Valencia, además de Enrique Beta, otros tres profesores de instituto quintacolumnistas, José Ventura González y los hermanos Beltrán Villagrasa, acompañaron al catedrático de Derecho, Manuel Batlle, en la toma de la Universidad el día 29 de marzo de 1939.xxxiii

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Entrada de las tropas franquistas en Valencia, 1939. Fuente: Todo Colección

En los últimos días de la contienda, la Quinta Columna ocupó el vacío de poder provocado por la retirada de las autoridades republicanas. Los «soldados de las sombras» salieron a la luz y se situaron en los centros de mando y comunicaciones con el fin de evitar destrucciones. Se hicieron con el control de ayuntamientos, emisoras de radio, etc. y pusieron manos a la obra en la elaboración de listas con los nombres y los apodos de los que habían tenido puestos de responsabilidad durante la II República: autoridades civiles, funcionarios, y demás personal con el fin de que sirviese esa información en los procesos de limpieza política que iba a emprender el Nuevo Estado. Acabada la guerra y una vez puesta en marcha la maquinaria represiva de la dictadura, los informes elaborados por antiguos quintacolumnistas, que ahora ocupaban cargos en los poderes locales, fueron solicitados de manera obligatoria, junto con los de la Guardia Civil y los de los ayuntamientos, en los consejos de guerra, y con posterioridad, en las Comisiones Depuradoras, en los Tribunales de Responsabilidades Políticas y en el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo.

Las viejas clases dominantes valencianas al término de la guerra recuperaron el poder que la República les había intentado arrebatar, la guerra sólo supuso una interrupción momentánea en la hegemonía que venían detentando desde el siglo XIX. Durante el franquismo consolidaron sus posiciones y en la Transición muchos representantes de esa antigua derecha ultramontana se transmutaron, como dice Fontana, en “demócratas de toda la vida” para seguir siempre teniendo bajo su control los resortes del poder.

Margarita Ibáñez Tarín
Doctora en Historia Contemporánea
Universidad de Valencia

Notas

i SERRALLONGA, J., SANTIRSO, M. y CASAS, J., Vivir en guerra. La zona leal a la República (1936-1939), Barcelona, Edicions UAB, 2013, p. 57.
ii ANDERSON, Peter, “¿Amigo o enemigo? La construcción de la verdad franquista sobre el pasado en guerra tras la ocupación.”, en RODRÍGUEZ BARREIRA, Óscar (ed.), El franquismo desde los márgenes. Campesinos, mujeres, delatores, menores…, Universidad de Lleida, Coedición Universidad de Almería, Lleida, 2013, p. 80.
iii Ibid., p.15.
iv Archivo General de la Administración (en adelante AGA), “Expediente de Severiano Goig Botella”, (5)1.12 32/16757, AGA.
v AGA, “Expediente de José Blasco Such”, (5) 1.12 32/16740.
vi AGA, “Expediente de Eugenio García Lomas”, (5)1.12 32/16754.
vii El Pueblo, “Un magnífico servicio policiaco”, 19 de agosto de 1936, p. 1.
viii Archivo General Militar de Ávila (en adelante AGMA). “Informe provisional del Movimiento Nacional en Valencia”. Caja 2479, carpeta 18.
ix LAJO, B. y J. PANIAGUA, Sombras en la retaguardia. Testimonios sobre la 5.ª Columna en Valencia, Alcira, UNED, Fundación Historia Social, 2002, p. 30.
x AGA, “Expediente de Íñigo José Gracia López”, (05) 001.012, 32/16758.
xi IBÁÑEZ TARÍN, Margarita, «Profesores franquistas, antifranquistas y en la «»zona gris»». La guerra ideológica que vivieron los profesores de segunda enseñanza en el país valenciano (1936-1950)», Tesis doctoral presentada en la Universidad de Valencia en 2017.
xii Auditoría del Ejército de Ocupación. Juzgado Especial de S.E. el Generalísimo de la Jefatura del SIPM, 20 de agosto de 1938. AGM, CGG, SIPM, c.2874/10, doc.7 en HEIBERG, M. y M. ROS AGUDO, La trama oculta de la guerra civil. Los servicios secretos de Franco (1936-1945), Barcelona, Crítica, 2006, p. 305.
xiii El director general de Educación Primaria era en esa fecha el quintacolumnista Enrique Beta Espert y es de suponer que el «delegado» al que hace referencia también sería un quintacolumnista.
xiv AGA, “Expediente de Iñigo José Gracia López”, (5) 1.12, 32/16758.
xv La documentación que figura en su expediente relativa a su adscripción a la Quinta Columna es muy amplia y contiene copia literal de un certificado firmado por José Ungría, jefe nacional del SIPM, donde se le reconoce que por sus actuaciones de espionaje llevadas a cabo entre el 15 de diciembre de 1937 y el 25 de marzo de 1939 le corresponde a todos los efectos la consideración de excombatiente con quince meses de campaña militar.
xviEn el hotel Metropol se alojó la plana mayor soviética, desde el embajador Rosenberg hasta otros diplomáticos, personal técnico militar y agentes secretos como Orlov. También residieron allí los ministros anarquistas Federica Montseny y Juan García Oliver.
xvii AGA, “Expediente de José María Estevan Ballester”, (5) 1.12 32/16749.
xviii AGA, “Expediente de José Oria Micho”, (5) 1.12, 32/16775.
xix HEIBERG, Morten y ROS Manuel, La trama oculta de la guerra civil…, pp. 95-99.
xx “Expediente de José Cos Beamud, (5) 1.12 32/16746, AGA.
xxi IBÁÑEZ TARÍN, Margarita, “El sindicato de profesiones liberales de la CNT durante la guerra en Valencia, refugio de profesores de instituto derechistas”, CIAN, Revista de Historia de las Universidades, Instituto Figuerola, Universidad Carlos III, nº 17-2, 2014.
xxii SEIDMAN, Michael. A ras de suelo. Historia social de la República durante la guerra civil, Madrid, Alianza Editorial, 2003, p. 99.
xxiii ALCOCER, Santos, La Quinta Columna, Madrid, G. del Toro Editor, 1976, p. 62.
xxiv PRESTON, Paul, El holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y después, Barcelona, Crítica, 2011, p. 513.
xxv Después de la fuga de García Llácer la dirección en Valencia del SIPM fue asumida por el sacerdote Francisco Salt. Véase Andreu Ginés Sánchez, La instauració del franquismo al País Valencià…, p. 213.
xxviAGA, “Expediente de Enrique Beta Espert” (5)1.12 32/13009.
xxvii AGA, “Expediente de Juan Leal Luna”, (5) 1.12 32/16763.
xxviii AGA, “Expediente de Enrique Beta Espert” (5)1.12 32/13009.
xxix CERVERA, Javier, Madrid en guerra, La ciudad clandestina, 1936-1939, Madrid, Alianza, 2006, p. 212
xxx BAHAMONDE, Ángel, Madrid 1939. La conjura del coronel Casado, Madrid, Cátedra, 2014, p. 13.
xxxi AGA, “Expediente de Rafael Monfort Gómez, (5) 1.12, 32/16770.
xxxii PRESTON, Paul, El final de la guerra…, p. 42, BAHAMONDE MAGRO, Ángel y CERVERA GIL, Javier, Así terminó la guerra de España…, pp. 249-250, HEIBERG, Morten y ROS AGUDO, Manuel, La trama oculta de la guerra civil…, p. 193.
xxxiii SALVERT, Vicent L., “La ocupación de la Universidad” en PESET, Mariano (coord.), Historia de la Universidad de Valencia, Universitat de València, Valencia, 1999-2000, p. 245.

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