Iniciamos con esta entrada una serie enfocada a parlamentarios españoles del siglo XIX. Con ellos pretendemos mostrar ejemplos de diferentes perfiles políticos ligados a la implantación del liberalismo en España que, al fin de cuentas, sirven para entender la genealogía histórica del actual régimen y ciertos tics de la política contemporánea.
Datos biográficos
Mariano Escartín y las Casas fue bautizado en la ciudad de Huesca el 6 de junio de 1806. Su padres fueron Manuel Escartín y Rafaela Las Casas, ambos naturales de Huesca. Por su partida de bautismo sabemos que tenía un hermano mayor llamado Manuel y una tía materna llamada Manuela, padrino y madrina, respectivamente, del sujeto aquí biografiado.
Mariano Escartín se casó con Manuela Boneo Aguilar, teniendo como mínimo dos hijos, Manuel Escartín Boneo, muerto a la edad de 16 años en 1864 y Rafael Escartín Boneo, que fue juez hasta su jubilación en el año 1901. Por su parte, el parlamentario biografiado murió en Madrid el 6 de mayo del año 1862, víctima de una enfermedad contraída en Cuba.

Realizó estudios de derecho, ejerciendo de abogado desde 1832, siendo también nombrado en esos años síndico procurador general de Huesca, a lo que se le sumaban diferentes funciones dentro de la Policía General del Reino desde 1826.
En 1835 fue nombrado juez de primera instancia de la población aragonesa de Valderrobles, ejerciendo el mismo cargo, entre 1838 y 1844, en la ciudad de Caspe, a lo que se les sumaba un cargo de Fiscal Militar.
Durante los años de la Primera Guerra Carlina participó en el bando isabelino, siéndole concedidas entonces las cruces de San Fernando de primera clase y de Isabel la Católica por sus méritos en el campo de batalla, llegando a la graduación de Comandante.
En 1844 fue trasladado a Falset (Tarragona), como juez de primera instancia, destacando socialmente por promover la construcción de nuevas cárceles bajo financiación privada. Esta labor le hizo merecedor de la Cruz de Carlos III. A partir del año 1847 fue también nombrado Consejero Real, así como Jefe Civil y Corregidor de Tortosa (Tarragona). Entre 1850 y 1852 ejerció de parlamentario en el Congreso de los Diputados. Posteriormente cabe mencionar su rol en las funciones defensivas de la ciudad de Tortosa durante la II Guerra Carlista.
En 1854, en el inicio del conocido Bienio Progresista, fue designado como Oidor de la Real Audiencia y Cancillería de Manila, siendo igualmente asesor general interino del Gobierno de Filipinas y en 1857, en un contexto de predominio político conservador, vocal de la junta de partidos legos y de la consultiva de archivos. En 1858 y hasta 1860 fue designado Fiscal de la Real Audiencia de Puerto Rico, siendo también nombrado en 1860 oidor y fiscal interino en la Real Audiencia Pretorial de La Habana. En este último destino enfermó gravemente, siendo trasladado a Madrid en el año 1861, enfermo y a las puertas de Cerbero, retornando a la tierra el 6 de mayo de 1862.

Analizando los rastros en la Historia de Mariano Escartín llegamos a la conclusión certera de su carácter duro y severo, ya que no sólo destacó en la construcción de cárceles privadas y, como apreciaremos, mediante estrategias un tanto coercitivas, también destacó en ello como juez o representante de la ley, destacando entre todos los casos el del asesinato de Francisco Gabaldá en 1846.
Gabaldá fue una persona violenta, maltrataba a su mujer y era reconocido en los pueblos de Tarragona por sus malas manera y peores hábitos. Al parecer su mujer, cansada de las constantes humillaciones, se conjuró con su hermana y su cuñado para solucionar su problema, llamado Francisco, quien apareció muerto un día. Los tres fueron detenidos y juzgados por el futuro padre de la patria Mariano Escartín, a quien no le tembló el pulso en condenarlos a muerte mediante garrote vil, acusados de haber acordado el asesinato de Francisco Gabaldá por sus excesos y malos tratos, los cuales no justificaban un asesinato de un hombre casado. Como nota final del sadismo del biografiado, para Escartín la peor culpable de todos fue la esposa, quien debía, ante los malos tratos, callar y asumirlos como parte de las pruebas que Dios nos ponía ante la vida, por eso condenó a la esposa del fallecido, llamada Rosalía, a que su cadáver fuese «encubado» y arrojado al río por lo simbólico de su acto, como fue matar a quien la maltrataba, un hombre, y romper algo tan sagrado como es el matrimonio.
En 1848 en otro caso, el relativo al secuestro en 1847 del ex-diputado a Cortes, ex-alcalde de Reus, director por entonces de la oficina del Banco de Barcelona en Reus y vicepresidente de la delegación en Reus de la Junta de Comercio, Joaquín Borrás y Compte, Mariano Escartín fue el responsable del operativo que detuvo y juzgó a un par de personas relacionadas con el presunto cobro del rescate, condenándolas, igualmente, a la pena capital sin demasiadas pruebas.
A la dureza de ciertas actuaciones suyas como las anteriormente comentadas, cabría sumar el sospechoso método recaudatorio para la construcción de presidios. En la recaudación de los mismos, bajo el paraguas de una comisión formada por él, una autoridad eclesiástica y un hombre de paja o acólito de Escartín, recorría diferentes pueblos de la zona presionando a electores, cabezas visibles de ayuntamientos y otras personalidades para que donasen fondos.
Teniendo en cuenta que el presupuesto medio para la construcción de una cárcel oscilaba entre los 35.000 y los 50.000 reales, el doble o triple que el sueldo habitual de un alto funcionario de por entonces, podemos imaginarnos el interesante volumen de dinero opaco que manejó Escartín durante la década de 1840 por las tierras del campo tarraconense. Cabe recordar que por estas funciones de extorsión fue condecorado por la monarquía y que en ningún momento esas «colectas» fuesen incompatibles en sus funciones de juez de primera instancia.
No se han encontrado pruebas contundentes sobre si de las»colectas» se enriquecía personalmente o no, pero si impulsaba la construcción de las cárceles de ese modo, no es descabellado imaginar que no todo se destinó para mano de obra y materiales de construcción.
Su traslado a destinos coloniales a mediados de los ’50 seguramente vino dado por el gobierno progresista de 1854, contrario a las ideas de Escartín y sus formas de ejercer el poder en la provincia de Tarragona. Pero nuestro parlamentario biografiado era poderoso y se podría interpretar como un exilio dorado los diferentes destinos que obtuvo en Filipinas primero y Cuba posteriormente, ya que cobró parte de las rentas obtenidas de sus anteriores cargos y superó los 15.000 pesos anuales por sus labores en las distintas colonias, en las cuales siguió codeándose con élites adineradas.
Elección y actividad parlamentaria
Mariano Escartín fue un liberal ultraconsevador, católico, mafioso y cacique. Con su poder e influencia en Tarragona se presentó a diferentes elecciones por el distrito de Falset, siendo escogido diputado en las del verano de 1850 y en las de mayo de 1851. En las primeras, de 394 electores, básicamente los varones más adinerados del distrito, 139 le votaron, en las segundas, lo hicieron 266. En ellas se presentó bajo una «candidatura de oposición moderada anti-ministerial», aunque en las segundas hizo pasear a un gran número de votantes…

Su actividad parlamentaria fue gris y poco notoria. En su primera elección únicamente hizo una intervención, intentando impugnar una proposición de la Comisión de Peticiones por meros formalismos técnicos. En el periodo derivado de las elecciones de 1851 destacó únicamente una discusión con Estanislao Figueras referentes a las actas de Falset. Figueras pidió la anulación de las elecciones en dicho distrito por considerar que se habían cometido casos de soborno, cohecho e intimidación hacia los electores, remarcando como ejemplo el caso de la población de Riudecolls, en la cual una fuerza armada se reunió la noche anterior a las elecciones con la intención de dirigir a los electores hacia el colegio electoral de Falset, provocando la queja formal de 4 de los sujetos conducidos bajo la presión de las armas.
Estas acusaciones fueron desmentidas por Escartín, afirmando que en el día de comicios en Falset únicamente existían tres individuos desarmados como fuerza de orden público, siendo uno de ellos el pregonero. Con un tono desafiante y menospreciativo aseguró que Estanislao Figueras había conseguido su puesto engañando a los electores, haciéndoles creer que votaban a Estanislao Figuerola, al tiempo que añadía que la candidatura progresista había hecho votar a “muertos” y electores “supuestos”. Tras la discusión fue dado de alta en la cámara, en la cual ejerció una actividad prácticamente testimonial, formando parte de la comisión que debía de felicitar a la reina con motivo de su embarazo.
Lo más pausible de todo es que, en el caso de los amaños de 1851, tanto Figueras como Escartín en gran parte dijeron verdades: el último utilizó cuerpos armados para influir al electorado, puesto que encaja con sus ideas y acciones. Su papel político en Madrid tras las elecciones de 1850 fue testimonial, aspecto que no justificaría el fuerte incremento de votantes entre dos elecciones tan recientes en el tiempo, si no fuese gracias a mayor capacidad de presión al electorado. Pero seguramente los otros candidatos intentaron amañar actas, hacer votar «muertos» o dar dinero para la obtención de votos. Fue algo habitual en los procesos electorales españoles a lo largo del siglo XIX.
Obras
“Bando de D. Mariano Escartín las Casas, del consejo de S.M…”. La Esperanza, periódico monárquico, 20 de septiembre de 1848, p. 3.
VV.AA. “Circular electoral”. La Esperanza, periódico monárquico, 30 de diciembre de 1852, p.4.