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La banda del inspector Martorell y los orígenes del pistolerismo policial en Barcelona

El pistolerismo representó una de las épocas más sangrientas y trágicas en la historia de Barcelona, al punto que León-Ignacio, uno de los mejores cronistas de estos años, definió este período como un ensayo para la guerra civil. Las fuerzas policiales se vieron implicadas directamente en la violencia, tanto en el ejercicio de sus funciones como a través de la colaboración con bandas al servicio de la patronal y los Sindicatos Libres. Algunos autores han señalado que la implicación de la policía en el pistolerismo fue una respuesta al terrorismo de los grupos de acción anarcosindicalistas; sin embargo, existían una serie de vicios y deficiencias que venían de mucho antes, y que tuvieron un rol determinante en la deriva violenta de los cuerpos de seguridad. El presente artículo examina uno de los principales antecedentes del pistolerismo policial: la supuesta banda organizada por el inspector Francesc Martorell en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial.

El inspector (y luego comisario) Francesc Martorell.
El inspector (y luego comisario) Francesc Martorell.
Fuente: Arxiu Nacional de Catalunya.

A pesar de su carácter represivo, el régimen de la Restauración fracasó en la creación de un cuerpo policial íntegro y eficiente. A finales del siglo XIX, las fuerzas policiales españolas se encontraban en un estado lamentable, arrastrando diversos problemas estructurales entre los que destacaban:

La mala selección de personal, el problema de las cesantías, que ahogaba todo espíritu de superación, el bajísimo sueldo que los hacía extremadamente vulnerables a la corrupción, que se denunciaba insistentemente por la parte más sana de ambos cuerpos infructuosamente; la arbitrariedad como norma para los ascensos y para ocupar desde fuera de los cuerpos puestos más altos del escalafón y la poca preparación cultural […] y finalmente, la nula preparación para ejercitar el cargo.[1]

Los gobiernos de la Restauración realizaron varias reformas que sólo lograron mejorar levemente la situación, sin modificarla en lo sustancial. La ineficacia de la policía se hizo evidente en Barcelona durante la oleada de atentados explosivos que afectó a la ciudad a comienzos del siglo XX. Ante la incapacidad para encontrar a los responsables, la burguesía catalana dejó de sentirse protegida por el Estado y decidió organizar temporalmente una fuerza policial propia, liderada por un inspector de Scotland Yard.[2]

Joan Rull
Joan Rull es uno de los ejemplos más famoso de confidente pasado a terrorista por intereses económicos. Fue ejecutado por medio de garrote vil el 8 de agosto de 1908.

La debilidad de los cuerpos policiales era especialmente evidente en el plano investigativo, lo que significó una gran dependencia de la figura del confidente. La gravedad del problema del terrorismo en Barcelona transformó al confidente en una ocupación muy lucrativa, lo que atrajo a una serie de individuos de pésimos antecedentes y motivaciones espurias. El caso más famoso fue el de Joan Rull, el cual decidió poner bombas por su cuenta para favorecer su actividad como confidente. Tras ser descubierto, Rull fue juzgado con sus cómplices y condenado a muerte en 1908. Incluso los mismos agentes del Estado no estaban a salvo de estas tentaciones, como demuestra el caso del teniente de la Guardia civil José Morales en 1903, el cual se dedicaba a esconder bombas para luego descubrirlas con el objetivo de impresionar a sus superiores y obtener ascensos.[3]

Francesc Martorell y la brigada del anarquismo y socialismo

El asesinato de José Canalejas en 1912 provocó una nueva reforma de la policía, que significó la creación de la Dirección General de Seguridad y de una serie de brigadas especiales, entre las que destacaba la de “anarquismo y socialismo”. En Barcelona, la brigada de anarquismo y socialismo comenzó su funcionamiento durante los primeros meses de 1913, y se encargó de su jefatura el veterano inspector Antoni Tresols (a) Vinagret. Tresols había sido un hortelano semianalfabeta que se hizo confidente de las autoridades a finales del siglo XIX. Esto le permitió ingresar a la policía de Barcelona, donde se transformó en una de las figuras más odiadas y temidas por el movimiento obrero debido a su rol en el Proceso de Montjuich. Tresols sólo alcanzó a estar pocos meses al mando de la brigada de anarquismo antes de jubilarse, siendo reemplazado por el inspector Francesc Martorell, su fiel subordinado.

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Lleó Antoni Tresols (a) Vinagret.
Fuente: La Campana de Gràcia, 12-9-1896.

Según informaciones de Solidaridad Obrera, antes de ser policía Francesc Martorell había sido abogado y concejal en su Mallorca natal. Tras la Semana Trágica de 1909, Martorell se convirtió en la mano derecha de Tresols, distinguiéndose en la represión de la huelga general de septiembre de 1911 y de la imponente huelga general del textil que se desarrolló entre julio y agosto de 1913. Para Ángel Pestaña, destacado dirigente anarcosindicalista, esta huelga textil marcó el inicio del uso de agentes provocadores en los sindicatos:

Si bien es verdad que la policía española se sirve del confidente con excesiva frecuencia, no había caído, hasta hace pocos años, en el feo vicio del agente provocador para los conflictos sociales. Acaso porque éstos no habían adquirido la máxima intensidad, no se recurría al agente provocador con la persistencia que se recurre en los demás países. Pero débase a esta causa o a otra, lo cierto es que hasta el año de 1913 nos hallábamos libres de esa plaga. Era a la sazón, jefe de la policía barcelonesa y de la brigada de anarquismo y de sindicalismo, el señor Martorell. Cómo pudo arreglárselas no sabemos decirlo, pero el hecho, real, cierto innegable, inconcuso es que la huelga se perdió porque casi todos los componentes del Comité de aquella huelga se vendieron a la policía, se hicieron confidentes y la traicionaron.[4]

En realidad, las afirmaciones de Pestaña no son del todo ciertas. Como vimos, la policía barcelonesa tenía ya una larga tradición en el uso de confidentes y agentes provocadores. Además, la mayoría de los individuos señalados como colaboradores de la policía fueron detenidos a comienzos de la huelga, por lo que difícilmente pudieron tener un rol destacado en la evolución del movimiento. La verdadera transformación fue el grado de organización que alcanzó el uso de confidentes, al punto que el periódico lerrouxista El Progreso, junto a varios sindicatos, acusaron al inspector Martorell de formar una verdadera banda para la eliminación de militantes obreros.[5]

Imágenes de la huelga general del textil en 1913
Imágenes de la huelga general del textil en 1913. Fuente: Mundo Gráfico, 20-8-1913.

La Banda Martorell

Según la denuncia de El Progreso, la supuesta Banda Martorell habría estado compuesta principalmente por cinco individuos: Lluís Mas Terrades, Amadeu Camprubí Soler, Frederic Roigé Navero, Marià Sans (o Sanz) Pau y Epifani Casas. Las primeras apariciones públicas de varios de estos individuos se dieron, tal como señalaba Pestaña, en el contexto de la huelga general textil y, en particular, luego de que las autoridades detuvieran a la cúpula de la Confederación Regional del Trabajo (CRT, la confederación catalana de sindicatos integrada en la CNT) para impedir la radicalización del movimiento.

El 9 de agosto, Mas y Camprubí fueron detenidos junto a otras cinco personas, acusados de haberse presentado como representantes de la CRT en la sede del sindicato textil “La Constancia”, amenazando al comité de huelga para que dimitiese. Al retirarse, el grupo se llevó la documentación y los sellos del sindicato, que utilizaron para confeccionar credenciales que autorizaban a proclamar la huelga general en las fábricas a nombre de la CRT. Las credenciales estaban firmadas por uno de los detenidos, Emili Polo, que aparecía como secretario general de la CRT y que tiempo después fue señalado como confidente.[6]

Por su parte, Frederic Roigé, de oficio tintorero, había sido condenado a cuatro meses de prisión por su participación en la agresión a un esquirol durante las huelgas del metal de 1910. Posteriormente, alcanzó cierta notoriedad al interior de las sociedades obreras del textil, siendo tildado de anarquista por la prensa. Participó como orador en varios mítines de la huelga de 1913, y fue detenido a finales de agosto. Marià Sans Pau, sin oficio conocido, también había tenido problemas con la justicia, aunque no por motivos políticos o sindicales. En 1910, había sido condenado a tres meses de prisión por una agresión con arma blanca y, en 1913, a dos meses y un día de prisión por amenazar con una navaja en estado de ebriedad a miembros de su familia e insultar al guardia que lo detuvo. Al estallar la huelga textil, Sans acababa de huir a Francia, luego de haberse hecho pasar por anarquista para timar a varios compañeros del Sindicato de Oficios Varios de San Martí.[7]

Tras salir de la cárcel a finales de agosto, Mas y Camprubí intentaron hacerse con la dirección de “La Constancia”, siendo elegidos como presidente y contador respectivamente. La elección causó un profundo rechazo entre ciertos sectores del sindicato, probablemente porque ya se sospechaba que Mas y Camprubí podían ser confidentes. Las diferencias estallaron en forma violenta la noche del 9 de septiembre, ocasionando una riña al interior de la sede sindical en la que Lluís Mas, según algunas versiones, llegó a efectuar algunos disparos. Tras la pelea, Mas y Camprubí desaparecieron, siendo expulsados del sindicato y acusados de robarse los fondos.[8]

Lluís Mas volvió a aparecer el 10 de febrero de 1914, cuando sufrió un atentado en el que resultó herido. Las represalias no se hicieron esperar: a los pocos días un grupo de desconocidos disparó contra el destacado sindicalista textil Maurici Puig, quien resultó ileso. El 14 de febrero fue herido por disparos el recaudador de la Sociedad de Cilindradores Jaume Sabanés Parés, el cual reconoció a Marià Sans como su agresor, y afirmó que estaba acompañado de Roigé y Camprubí. Por su parte, las autoridades realizaron una redada en la Agrupación Obrera del Clot deteniendo a siete obreros por su supuesta implicación en los atentados contra Lluís Mas y Augusto Baüer, gerente de la fábrica Casas y Jover, sucedido a finales de enero. Estas detenciones provocaron una furiosa respuesta por parte del periódico lerrouxista El Progreso, que publicó un artículo titulado “¿Un complot policiaco?”, en el que se destapaba por primera vez el asunto de la Banda Martorell. En el artículo se citaba la confesión de uno de los integrantes —Epifani Casas, según testimonios posteriores—, el cual, arrepentido, acusó al inspector Martorell de formar una banda de confidentes con el objetivo de asesinar a 14 sindicalistas y desarticular así las organizaciones obreras.[9]

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Algunos de los artículos del periódico El Progreso (1914).

Paralelamente, la fiscalía acusó a Jaume Sabanés y otros obreros detenidos de ser los responsables de una serie de atentados sindicales que se habían registrado en Barcelona entre 1912 y 1914. Al parecer, la fiscalía se basaba en las confidencias de Lluís Mas y, sobre todo, de Frederic Roigé, por lo que la campaña de El Progreso pasó a centrarse en desacreditarlo y exponer su trayectoria como confidente policial. Según el testimonio de algunos trabajadores, tras ser un conocido militante sindical, Roigé se hizo confidente durante la huelga general del textil de 1913 motivado tanto por un afán de lucro personal como para financiar las actividades del sindicato. De este modo, entró en contacto con el inspector Martorell, el cual le habría encargado la colocación de una bomba en la sede de “La Constancia” para poder clausurarla y acabar con la huelga, lo que finalmente no llegó a producirse.[10]

Por su parte, los sindicatos comenzaron una activa campaña en favor de los presos, durante la cual se publicaron una serie de artículos denunciando la connivencia entre algunos industriales textiles, que se habían personado como acusación privada contra los sindicalistas detenidos, y la Banda Martorell. En particular, se acusaba al industrial Emili Monteys de haber pagado la fianza de Marià Sans, detenido por el atentado a Sabanés, y de haber financiado su fuga a Perpiñán.[11]

Con Roigé señalado públicamente como confidente y Sans en paradero desconocido, la credibilidad de los miembros de la supuesta Banda Martorell tocó fondo a comienzos de junio. Tras ser encarcelados y liberados al poco tiempo, Mas y Camprubí organizaron una banda de atracadores junto a Manel Bertrán y Antoni Guillamón, ambos con antecedentes penales. Tras una breve racha de asaltos y robos, los cuatro fueron detenidos y condenados a presidio en 1915; inclusive, Lluís Mas se enfrentó a tiros con la policía antes de rendirse.[12] En consecuencia, las acusaciones contra Sabanés y los otros detenidos perdieron fuelle y fueron liberados. De este modo, a mediados de 1914 la supuesta banda del inspector Martorell podía darse por finiquitada.

La condena de Mas y Camprubí. Fuente: La Vanguardia, 19-2-1915.
La condena de Mas y Camprubí. Fuente: La Vanguardia, 19-2-1915, p. 14.

Un epílogo sangriento

Lamentablemente, la historia de la supuesta Banda Martorell no terminó ahí, sino que tuvo un desenlace dramático para la mayoría de sus integrantes, con la excepción de Amadeu Camprubí, quien desapareció sin dejar más rastros. Tras cumplir su condena en prisión, Lluís Mas encontró trabajo como contramaestre, aunque no fue olvidado por la militancia sindical. El 12 de febrero de 1919, el mismo día que comenzaba la huelga de la Canadiense, sufrió un atentado que le dejó herido de muerte. Sin embargo, antes de morir Mas denunció como sus agresores a Jaume Sabanés, con el que se había enfrentado en 1914, y Lino Prida, señalado por la policía como destacado militante de los grupos de acción anarquista. Ambos fueron detenidos y juzgados en noviembre, si bien el jurado les absolvió.[13]

Por su parte, Frederic Roigé consolidó su fama de confidente y asumió una actitud de abierta confrontación con el movimiento obrero. A finales de 1916, fue contratado como esquirol en la huelga de contramaestres textiles iniciada por el sindicato “El Radium”. El conflicto se alargó durante varios meses, lo que contribuyó a generar una creciente tensión que estalló en modo violento a comienzos de 1917. Tras algunas agresiones contra esquiroles, el 3 de marzo Roigé capitaneó la salida de un grupo de individuos armados por las calles de Sants, realizando varios disparos para intimidar a los huelguistas. Algunos días después, dos esquiroles de la España Industrial dispararon en una barbería contra el huelguista Joan Bosch, hiriéndole de gravedad. Tras algunas semanas de calma, el 31 de mayo de 1917 Frederic Roigé fue asesinado en las puertas de su casa. La muerte de Roigé fue recibida con palabras durísimas por parte de Solidaridad Obrera:

Los que desde algunos años leen SOLIDARIDAD OBRERA recordarán al que se hizo tristemente célebre en la huelga del Arte Fabril de 1913, un sujeto llamado Federico Roigé. Este repugnante individuo era confidente del policía Martorell. Era uno del cuarteto Mas, Camprubí, Mariano Sans. […] Roigé continuó merodeando al amparo de Martorell y en todos los conflictos huelguísticos intervenía, reclutando esquiroles, intimidando con amenazas a los huelguistas y como agente provocador, pero claro está, en el mundo todo tiene fin, y la actuación de Roigé no podía eludirse de ese fatalismo de las cosas. El miércoles por la noche sonó para ese canalla, que tantas maldades cometió, la hora suprema de la Justicia. Roigé murió atravesado a balazos en la puerta de su domicilio, calle de Bogatell. Murió antes de llegar al dispensario, trágica y justicieramente. La muerte de un canalla, de un miserable, es poco interesante, por lo que a su muerte se refiere. Sólo interesa que la gente predispuesta a la traición sepa que “a cada puerco le llega su San Martín”.[14]

A pesar de su arrepentimiento, Epifani Casas volvió a las andadas al poco tiempo. Al igual que Roigé, ejerció como esquirol durante la huelga de contramaestres, sufriendo un atentado el 25 de febrero de 1917 en el que resultó ileso. Posteriormente, fue reclutado por el ex comisario Manuel Bravo Portillo para su policía paralela. Según León-Ignacio, en 1919 Casas fue el autor del atentado al secretario del ramo de la construcción, Pere Massoni, dejándole herido de gravedad, y del asesinato de José Castillo, peluquero y destacado militante cenetista. Epifani Casas fue también acusado injustamente del asesinato de Manuel Bravo Portillo, al ser denunciado por la amante del ex comisario. Estuvo en la cárcel hasta enero de 1920 y, tras su liberación, se pierde su pista en forma definitiva.[15]

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El ex comisario Manuel Bravo Portillo y el sedicente Barón de Koenig (cuyo verdadero nombre era Rudolf Stallmann) fueron los líderes de las principales bandas parapoliciales al servicio de la patronal.

Marià Sans Pau fue finalmente detenido y condenado por la agresión a Sabanés. Una vez en prisión, amplió aún más su fama de confidente e incluso fue propuesto como ordenanza del centro penitenciario, siendo rechazado por el resto de los reclusos. Tras salir de la cárcel, fue reclutado por la banda del barón de Koenig, sucesor de Bravo Portillo. En julio de 1920, Sans sufrió un atentado al interior de un tranvía, en el que resultó herido y uno de los pasajeros murió. Por este hecho fue detenido y condenado Juan López Sánchez, el cual llegaría a ser un destacado militante anarcosindicalista y ministro de la CNT durante la guerra civil. En enero de 1922, Sans, que en ese entonces era el último miembro de la banda del barón que quedaba en Barcelona, sufrió un nuevo atentado en el que fue herido de gravedad, falleciendo a los pocos días.[16]

A pesar de las denuncias, el inspector Martorell fue nombrado jefe de la brigada de anarquismo en junio de 1914, tras la jubilación de Tresols. Martorell siguió reclutando confidentes, lo que casi le costó la vida el 5 de septiembre de 1914, al ser herido por disparos a quemarropa realizados por Jesús Fernández Vega en su despacho. Fernández Vega era un joven anarquista argentino que había llegado a Barcelona a mediados de julio y, según su versión, desde un principio había sido acosado insistentemente por Martorell para que se convirtiera en confidente y agente provocador. A raíz de la agresión, Vega fue condenado a seis años de prisión, a pesar de una intensa campaña en su favor.[17]

Bajo el mandato de Martorell, la brigada de anarquismo se transformó en una fuerza temida y despreciada por los trabajadores. Los sindicatos denunciaron las constantes arbitrariedades y maltratos por parte de Martorell y sus subordinados. En concreto, las organizaciones obreras se quejaban del acoso constante para reclutar confidentes y del uso de agentes provocadores para legitimar la represión. La situación llegó a tal extremo que, a finales de 1916, la CNT inició una virulenta campaña contra Martorell y sus abusos. En febrero de 1917, el gobierno decidió eliminar el nombre de brigada de anarquismo para dejarlo en el más neutro de “brigada especial”.[18]

Martorell se demostró como un convencido aliadófilo durante la guerra, colaborando ampliamente con los servicios de espionaje de la Entente. Esto exacerbó su rivalidad con Manuel Bravo Portillo, el cual estaba al servicio de los alemanes y codiciaba la jefatura de la brigada de anarquismo. Según Manuel Buenacasa, durante la huelga general de agosto de 1917 Martorell fue sobornado por Alejandro Lerroux para permitirle escapar hacia Francia. Bravo Portillo aprovechó la oportunidad para denunciar a Martorell, el cual fue enviado a Madrid.[19]

El triunfo de los aliados permitió la rehabilitación de Martorell. A finales de 1918, el Gobierno Romanones creó una policía especial denominada “Escuadra Volante Secreta”. El cuerpo estaba formado por 50 hombres liderados por el comisario Martorell, y su objetivo era la vigilancia de extranjeros, en particular rusos. Desde un inicio, la Escuadra Volante se caracterizó por una actuación más que dudosa. Al respecto, el Agregado Naval italiano sospechaba que los métodos de la Escuadra eran “un poco demasiado españoles de la inquisición”, al considerar que se había aplicado la “Ley de Fugas” a un deportado ruso.[20]

A comienzos de 1919, Martorell fue enviado de nuevo a Barcelona para liderar la represión contra la CNT. Durante la huelga de la Canadiense, iniciada en febrero, se distinguió una vez más por la violencia de sus métodos. Paradójicamente, Martorell acabó siendo una víctima colateral del descontento de empresarios y militares ante la política conciliadora del Gobierno. El 14 de abril de 1919, una vez finalizada la huelga, los militares expulsaron al Gobernador civil Carlos Montañés y al jefe superior de la policía Gerardo Doval, lo que obligó a dimitir a Romanones el mismo día. Una semana más tarde, el comisario Martorell también se veía obligado a abandonar Barcelona y volver a Madrid.[21]

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La huelga de la Canadiense en 1919 representó uno de los principales conflictos laborales del siglo XX. En la foto, fuerzas militares vigilan Barcelona durante la huelga. Fuente: Arxiu Nacional de Catalunya.

¿Existió la Banda Martorell?

La existencia de la Banda Martorell está lejos de ser una certeza. Los pocos historiadores que han tratado de forma seria el tema albergan serias dudas sobre la credibilidad de los testimonios disponibles. Ahora bien, es necesario establecer una distinción entre la existencia de la banda y la verosimilitud de los objetivos que se le atribuyeron. Desde este punto de vista, es descartable casi con toda seguridad que la Banda Martorell se hubiese constituido para asesinar militantes sindicales. Tras la serie de artículos de El Progreso de 1914, el tema no se volvió a mencionar en muchos años, ni siquiera durante la durísima campaña de la CNT contra Martorell.

La idea de que la banda se había formado para asesinar sindicalistas comenzó a circular nuevamente a comienzos de los años ’20. En ese momento, la existencia de la Banda Martorell permitía presentar una cronología de la violencia en la que el pistolerismo anarcosindicalista aparecía como una respuesta directa al de la patronal y la policía. En cierto sentido, lo que se hizo fue proyectar en forma retrospectiva la actuación de las bandas parapoliciales de Bravo Portillo y el barón de Koenig. De este modo, se fue construyendo una memoria completamente distorsionada de la actuación de la Banda Martorell, plagada de exageraciones, rumores imposibles y falsedades evidentes.[22]

Ahora bien, la existencia de la Banda Martorell se hace mucho más verosímil si la consideramos como una red organizada de agentes provocadores, en vez de como un grupo de sicarios. Las conexiones entre los integrantes de la supuesta banda son bastante evidentes, así como la inclinación a utilizar confidentes por parte de Martorell, tanto antes como después de la huelga de 1913. Otro aspecto interesante es la relación entre la Banda Martorell y el mundo empresarial. Si bien parece del todo falsa la afirmación de Pestaña de que la Federación Patronal financió la banda con 40.000 pesetas anuales, el apoyo económico para la fianza y posterior fuga de Marià Sans es bastante creíble.[23] En cualquier caso, incluso si los empresarios no hubiesen estado relacionados desde un principio con la banda, su actitud posterior resultó una clara aprobación de sus acciones. No se explica de otro modo que fuesen contratados como contramaestres —puesto de elevada responsabilidad y confianza— en las principales fábricas textiles de Catalunya, individuos de dudosa reputación y con notorios antecedentes criminales, cuyo único mérito era su actividad antisindical.

En definitiva, la Banda Martorell no fue el punto de partida del pistolerismo, aunque seguramente jugó un rol importante en el espiral de agresiones que caracterizaron estos años. El reclutamiento de confidentes y provocadores por parte de la policía contribuyó a la transformación del conflicto social en una enfrentamiento violento entre grupos clandestinos. Una vez implicados en las tramas policiales, los confidentes tenían pocas alternativas más allá de una huida hacia adelante, especializándose en el ejercicio de la violencia. No es de extrañar, desde este punto de vista, que varios miembros de la banda acabasen implicados en algunos de los episodios más oscuros de la época del pistolerismo. Este submundo de confidentes y agentes provocadores alcanzó su época dorada durante los años de la guerra, gracias a las extensas redes de espionaje establecidas en Barcelona por los alemanes y los aliados. De este modo, se fue creando el caldo de cultivo ideal para que, una vez finalizada la guerra, estos individuos se convirtiesen en pistoleros de las bandas parapoliciales y de los Sindicatos Libres.[24]

Notas

[1] Martín Turrado Vidal, La policía en la historia contemporánea de España, 1766-1986, Madrid, 1995, pp. 156-157.
[2] Sobre el terrorismo de estos años, ver: Antoni Dalmau, “La oleada de violencia en la Barcelona de 1904-1908”, Ayer, n. 85 (2012), pp. 157-173.
[3] Un excelente estudio sobre Rull en Antoni Dalmau, El cas Rull. Viure del terror a la Ciutat de les Bombes, 1901-1908, Barcelona, 2008. Con respecto al caso del teniente Morales, ver: Ángel Herrerín, Anarquía, dinamita y revolución Social. Violencia y represión en la España de entre siglos (1868-1909), Madrid, 2011, pp. 240-244.
[4] Ángel Pestaña, Terrorismo en Barcelona (memorias inéditas), Barcelona, 1979, pp. 80-81.
[5] Sobre el uso de confidentes por parte de la policía, es ilustrativo el artículo de Tomas Herreros, “Refrescando la memoria”, en Tierra y Libertad, 25-2-1914, p. 1.
[6] La Publicidad, 10-8-1913, p. 2; Tierra y Libertad, 25-2-1914, p. 1.
[7] Participación de Roigé como orador en mítines en La Vanguardia, 2-8-1913, p. 13 y 4-8-1913, p. 4. La denuncia contra Marià Sans en: Tierra y Libertad, 23-7-1913, p. 4.
[8] La elección de Mas y Camprubí en La Vanguardia, 6-9-1913, p. 3. La riña y los disparos en El Progreso, 20-2-1914, p. 1. La desautorización y la acusación de robar los fondos en ABC, 11-9-1913, p. 13.
[9] El Progreso, 20-2-1914, pp. 1-2.
[10] El Progreso, 12, 13 y 19 de marzo de 1914.
[11] El Progreso, 15, 16 y 23 de junio de 1914.
[12] El Progreso, 12-6-1914, p. 2.
[13] Sobre el asesinato de Lluís Mas, ver ABC, 14-2-1919, p. 26. Con respecto a Lino Prida, ver ABC, 15-12-1921, p. 16.
[14] Solidaridad Obrera, 1-6-1917, p. 1. La salida capitaneada por Roigé en Solidaridad Obrera, 16-3-1917, p. 1. El atentado a Joan Bosch en La Vanguardia, 12-3-1917, p. 3 y Solidaridad Obrera, 15-3-1917, p. 1.
[15] El atentado a Epifani Casas en La Publicidad, 26-2-1917, p. 4. Su relación con la banda Bravo Portillo en León-Ignacio, Los años del pistolerismo: ensayo para una guerra civil, Barcelona, 1981, pp. 67, 74, 85 y 126. Sobre su detención y liberación: El Sol, 14-9-1919, p. 1 y El Fígaro, 3-1-1920, p. 8. Un resumen de su relación con los sindicatos en El País, 15-9-1919, p. 1.
[16] Su rol de confidente en la cárcel en Solidaridad Obrera, 7-5-1918, p.1. El atentado de 1920 y la condena de Juan López en: Josefa Alcolea, Fragua social. Prensa, cultura y movilización en la CNT valenciana (1936-1939), Tesis doctoral, Universitat de València, 2015, pp. 130-131. Sobre el asesinato de Sans y algunos de sus antecedentes: La Vanguardia, 6-1-1922, p. 6.
[17] El atentado a Martorell en La Vanguardia, 6-9-1914, p. 4. Una amplia información sobre el caso en Solidaridad Obrera, 27-5- 1915, pp. 1-2.
[18] Sobre los confidentes, resultan significativas las reflexiones que hacía Solidaridad Obrera en 1916: “Quien esté algo enterado de como maniobran ciertos policías y del modo cínico y descarado como se simulan servicios a costa de la libertad e intereses de los desgraciados escogidos como cabeza de turco, no tendrá que hacer grandes esfuerzos para saber a qué atenerse. El bochornoso recurso de los confidentes permite que los agentes provocadores sean un recurso para que los policías poco escrupulosos hagan vergonzosas combinaciones y más vergonzosos negocios (…) Si se obligara a que los policías fuesen responsables de las canallerías que se cometen contra honrados ciudadanos, o a que tuvieran que presentar a los confidentes para que sostuvieran sus acusaciones en frente de los calumniados, no serían posibles abusos tan incalificables como los que se cometen con odiosa impunidad por policías presidiables y presidiarios convertidos en confidentes” (Solidaridad Obrera, 21-10-1916, p. 1). Con respecto a la represión policial de estos años, ver Juan Cristóbal Marinello Bonnefoy, Sindicalismo y violencia en Catalunya 1902-1919, Tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, 2014, pp. 323-343. Para la campaña contra Martorell, ver Solidaridad Obrera entre diciembre de 1916 y febrero de 1917.
[19] Fernando García Sanz, España en la Gran Guerra: espías, diplomáticos y traficantes, Barcelona, 2014, p. 213; Manuel Buenacasa, El movimiento obrero español: 1886-1926, París, 1966, p. 62.
[20] En palabras de Fernando García Sanz: “Dos días antes de escribir estas líneas, el Agregado Naval había recibido una nota en la que Francisco Martorell le decía que el súbdito ruso de nombre Wladimir Tinikof (alias Michel Weissben), que el día anterior era conducido a Barcelona para ser expulsado de España por orden gubernativa, había muerto al intentar escapar en Zaragoza como resultado de los disparos de la policía que le custodiaba. La nota oficial que fue dada a la prensa decía, sin embargo, que había muerto al tirarse del tren en el que viajaba. Por esta razón el Agregado habla en su informe de los métodos usados en España y finaliza su escrito asegurando que, en adelante, “irán con pies de plomo” en su colaboración con los españoles para no “tener siquiera la más lejana sospecha de ser copartícipes en injusticias de ningún tipo” (Fernando García Sanz, “Hacia una ‘cultura de los Servicios de Inteligencia’”, Arbor, CLXXX, n. 709 (2005), p. 7).
[21] Al respecto, ver La Mañana, 16-1-1919, p. 4; El País, 22-1-1919, p.1; El País, 30-1-1919, pp. 1-2; La Acción, 23-4-1919, p. 6; y El Día, 4-10-1919, p. 4.
[22] Un claro ejemplo de exageraciones y tergiversaciones con respecto a la Banda Martorell es el folleto A toda conciencia honrada: Manifestaciones y origen del terrorismo en las luchas sociales, escrito por Mauro Bajatierra a comienzos de los años ’20. En dicho folleto se dan como reales algunos episodios que no llegaron a concretarse (como por ejemplo, la colocación de una bomba en la sede de “La Constancia” durante la huelga general de 1913), se asegura que la banda había matado a un obrero pocos días antes del atentado a Sabanés, y se acusa como patrocinadores de la banda a la familia Muntadas, dueños de la España Industrial, mientras que en 1914 el principal acusado había sido Emili Monteys (pp. 12-17). En 1931, Bajatierra transformó el folleto en un libro titulado ¿Quiénes mataron a Dato?, en el que las exageraciones se mantienen y aumentan de nivel. Bajatierra llega a asegurar que los miembros de la banda cobraban 20 pesetas diarias, y un plus de 1.000 o 1.500 pesetas por trabajador asesinado (p. 46). A comienzos de los años ’20 destacados dirigentes de la CNT como Pestaña o Salvador Seguí, defendían que la Banda Martorell era una antecedente directo del pistolerismo patronal (La Voz, 25-11-1922, p. 4; María Teresa Martínez de Sas, “Antonio Fabra Ribas, un socialista políticamente incorrecto”, Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 205, Número 3 (2008), p. 377).
[23] Los datos de Pestaña en La Acción, 25-11-1922, p. 2. Sobre Emili Monteys, ver nota 11.
[24] Ver Eduardo González Calleja y Paul Aubert, Nidos de espías: España, Francia y la Primera Guerra Mundial, 1914-1919, Madrid, 2013, pp. 346-364.

Bibliografía

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