‘Contra la Corriente’ era el órgano del Grupo Español en México de la Cuarta Internacional, en el que militaban, entre otros, G. Munis, Benjamin Péret y Natalia Sedova
La guerra es la guerra, dirán los rampantes con un gesto aprobatorio de los horribles bombardeos de ciudades que frecuentemente comunica la prensa. En efecto, la guerra es la guerra. Ahí se agota la sabiduría de los rampantes. Pero en la manera de hacer la guerra se conocen su naturaleza y sus objetivos. ¿Por qué Inglaterra y Estados Unidos, que al principio de la guerra apelaban a la sensibilidad humana con todas las energías de su prensa dirigida contra los bombardeos de Londres por la aviación alemana, recurren hoy al mismo procedimiento nazi, elevado a la enésima potencia? La respuesta cae de su peso: no teniendo nada que ofrecer a la población inglesa, Hitler, para vencer, se veía obligado a aterrorizarla mediante el bombardeo de las zonas residenciales, principalmente las zonas de población obreras. Inglaterra y los Estados Unidos se encuentran en el mismo caso. Incapaces de ofrecer a la población alemana nada que pueda interesarla en su victoria, tienen que recurrir al terror de los bombardeos aéreos. En los grandes bombardeos de Hamburgo y Berlín los barrios de población obrera han resultado más gravemente dañados que las industrias de guerra. En Hamburgo resultó destruido todo el barrio de Altona, exclusivamente proletario y eminentemente revolucionario. El enemigo principal del fascismo en el interior de Alemania es el proletariado. ¿Por qué Inglaterra y Estados Unidos bombardean al principal enemigo del nazismo? ¿Por qué no bombardean preferentemente las zonas de residencia burguesas, donde está el sostén principal de Hitler? Primero porque no pueden ofrecer nada que interese a la población alemana en general; segundo porque la burguesía hitlerista es el futuro aliado de Inglaterra y Estados Unidos; y tercero porque la clase trabajadora alemana es ya su enemiga y lo será aún más en el porvenir.

Una guerra cuyos objetivos fueran la libertad del mundo y el bienestar para las clases pobres, lejos de recurrir al bombardeo en masa de la población lo concentraría en las industrias de guerra y en los barrios ricos, procurando aumentar y alentar la lucha de las clases pobres contra el fascismo. La actividad de las masas contra el régimen es un arma mucho más eficaz que todos los millones de toneladas de explosivos que se pueden dejar caer sobre las ciudades. Incapaces de ofrecer mayor bienestar y libertad a las masas esclavizadas por Hitler, Inglaterra y los Estados Unidos les ofrecen la muerte desde el aire. Ni más ni menos que lo que Hitler ofreció a las masas europeas, y a las inglesas en particular durante los bombardeos de Londres en 1941 y 1940. Métodos iguales son deducidos de objetivos iguales. La guerra aérea de Hitler, Churchill y Roosevelt corresponde al designio de esclavización del mundo, no de su liberación. Que los rampantes sigan alegrándose de los grandes bombardeos de la población civil; así mostrarán mejor su alma de esclavos. Los revolucionarios deben considerarlos un crimen “ad majoren gloriam” de las finanzas mundiales, las alemanas incluidas.