Pórtico
A las personas que nos dedicamos, de forma casi compulsiva, a la dura tarea de la indagación histórica, raramente se nos pasa por la cabeza que un tema que ya habíamos considerado a todos los efectos concluido, un tiempo más tarde regrese y se nos plante encima de la mesa, pidiendo a gritos una revisión. Pero con los años y la experiencia se adquiere la certeza que dicho fenómeno sucede en algunos casos. Como es el de una foto a la que dedique un breve trabajo en 2014, para descubrir seis años después que necesita una buena puesta a punto, resaltando detalles que aportan más luz, o añadiendo algunas vidas que en aquel tiempo no considere relevantes1.
Corría el año 2005, cuando con motivo de una nueva edición revisada de un libro sobre la Bolsa de Bielsa2, que finalmente se tituló: La Bolsa de Bielsa, el final de la República en Aragón, desde la editorial se me indicó la necesidad de incluir en él una serie de fotografías, muchas de ellas inéditas, que se custodiaban en los fondos del Museo de Bielsa, propuesta que acepté sin el menor reparo. De hecho yo mismo en su día había prestado, con la autorización pertinente, más de un centenar de fotografías, para una exposición, en nombre de la familia Beltrán-Bescós o de la familia Borau. Material inédito que estuvo expuesto en el mismo museo, junto con otros materiales, una parte importante del año 19913.
De aquel modo tan impensado, me llegó un buen puñado de fotografías que la editorial había pensado añadir4, con el propósito último de intentar identificar en las mismas al mayor número posible de personajes, objetivo que en gran medida se cumplió. Al estudiarlas, la primera sorpresa fue distinguir entre ellas, una en concreto, donde para mi sorpresa aparecía mi padre en la Bolsa de Bielsa5, en compañía de un variopinto grupo de milicianos, que supuse eran una parte de los huidos de la región de las Cinco Villas (Aragón)6, casi todos ellos miembros de la C.N.T. y antiguos componentes del Batallón Cinco Villas7, renombrado 518º Batallón, perteneciente a la 130ª Brigada Mixta (BM).

Unidad semidisuelta, al haberse traspasado a muchos de sus hombres a la 72ª BM, bajo el mando de Antonio Beltrán Casaña, “El Esquinazau”8, tras concluir de malas maneras un conato de sublevación en septiembre de 1937, motivado al descubrirse entre sus filas a oficiales infiltrados, algunos de alto rango, que pasaban información al enemigo fascista, al que ponían al día con la ayuda de una radio, desde la que informaban de las operaciones que estaban previstas en aquel frente para las próximas jornadas, filtración que causó importantes bajas entre las filas republicanas, con el consiguiente desanimo y rabia entre los hombres, que pidieron airadamente responsabilidades al mando, y una estructuración de la unidad más racional, en evitación de nuevos quintacolumnistas 9.
En el cementerio de Biescas, en una fosa común, entre otros muchos, están sepultados nueve miembros del Batallón Cinco Villas ejecutados por sus propios mandos después de que esa unidad protagonizara aquel plante reivindicativo. El mando republicano solicitó que los contestatarios enviasen a Biescas una delegación a fin de atender sus reivindicaciones; y cuando esta llegó al pueblo sus integrantes fueron inmediatamente trasladados al cementerio y fusilados in situ, salvándose únicamente uno10.
“Carlos” el ruso
Pero hubo otra fotografía en particular que también atrajo mi atención, porque era más pequeña de lo habitual, al ser tamaño carné. En ella se veía el semblante de un hombre joven con gafas, con aires más de intelectual que de fiero guerrero, tocado con un típico gorro cuartelero, en el que campeaban las insignias de capitán, pero con evidentes rasgos de extranjero. Cuestión racial que parecía desmentir el españolísimo nombre de “Carlos” que figuraba escrito a mano, en su caso por dos manos, en los márgenes laterales de dicha foto11. Imagen para mí entonces desconocida, ya que no había figurado en la primera exposición fotográfica que se había realizado en Bielsa, de mayo a octubre de 1991, con motivo de la presentación del libro: Huesca: La Bolsa de Bielsa, Fotografías 193812.

Al preguntar al coordinador de la obra, el amigo Miguel Pesqué, quien era el personaje que aparecía en aquella foto, la única explicación que supo darme fue que aquel personaje era un “técnico” ruso, que a principios de junio de 1937, había estado enseñando el manejo de las ametralladoras Maxim-Tokarev rusas a los milicianos de la 130ª Brigada Mixta. Una historia, que por las fechas, tenía que haber tenido lugar durante el proceso de formación definitiva de la 43ª División.

Adjunta a aquella foto había otra muy similar, de igual de tamaño carné, a nombre de un tal Iván Nicols (sic), en su caso un auténtico desconocido, al cual ambos dimos por supuesto que se trataba de otro soviético, pero sin más pruebas a favor o en contra. A diferencia de “Carlos”, “Iván” parecía ser un tipo enjuto y repeinado, pero vestido de forma impecable con un traje oscuro de civil, incluida la reglamentaria corbata, tan típica de la época.

El presunto propietario de la foto
Materiales fotográficos y explicaciones, que sospechamos que deberían provenir de algún archivo particular, y con toda posibilidad del de algún combatiente conocido, y todos los números parecían apuntar a un antiguo comandante de la 43ª División. Personaje que en su día había sido uno de los jefes de la veterana columna de “Los Saltamontes”, ascendido posteriormente a jefe del Batallón 519, el de la FETE-UGT, unidades ambas pertenecientes a la 130ª BM13, gran unidad de la que finalmente se hizo cargo durante la epopeya de Bielsa. En su caso se trataba de Juan Lacasa Lardiés, más conocido por el alias de “Juanito”.
Comentarios al respecto del “fondo” Lacasa
En lo tocante a la propiedad de aquella fotografía del ruso “Carlos”, no tardamos en ver confirmadas nuestras sospechas, al tener noticias de que poco antes de fallecer su propietario en el 200214, su archivo personal había pasado a engrosar los fondos del Museo de Bielsa, y por tanto la foto y la historia del ruso de Bielsa provenían, en ambos casos, de Juan Lacasa Lardiés15.

A todo esto no se debe perder de vista que algunas de las piezas que contenía el aquel legado no eran suyas, sino prestadas y no devueltas en su día a sus legítimos propietarios. Como en el caso concreto de un libro escrito por el periodista Clemente Cimorra: “Los héroes del Pirineo”16, que dedicado de puño y letra por Antonio Beltrán “El Esquinazau”, el 28 de septiembre de 1938, a su capitán ayudante en Bielsa, Hilario Borau17, pasó un día en préstamo a Lacasa, que de aquel modo tan simple se lo hizo suyo. Por ello que al fallecer Lacasa, dicho libro, propiedad física y sentimental de Borau, acabó de forma involuntaria, catalogado en el archivo del Museo de Bielsa, donde se conserva en la actualidad, sin que figure que el propietario es Hilario Borau18.
La prueba de aquella apropiación se puede comprobar en la dedicatoria que figura en la contraportada del mismo, redactada y firmada por Beltrán, El Esquinazau, que dice así: “Al abnegado Capitán Ayudante Don Hilario Borau, modelo de valor, como recuerdo de nuestra lucha contra el fascismo. Firmado: Antonio Beltrán, 20-9-1938”
Fue por todo ello que al final dimos por confirmado que la historia de la foto de “Carlos”, provenía directamente de Juan Lacasa, y más aún al observar que el personaje la citaba en el transcurso de una grabación en video que le realizó a Lacasa el desaparecido José Mari Escalona, director del Museo de Bielsa19. Según se escucha en la misma, “Carlos” e “Iván” eran rusos, y ambos habían sido enviados por la URSS para enseñar en España el manejo de las ametralladoras Maxim-Tokarev, de las cuales llegaron a nuestro país unas 1.100, y al parecer algunas de ellas fueron a parar a la 43ª División. Hecho que de por sí daría explicación a la presencia de aquellos dos personajes extranjeros en dicha división, con la excusa de ser instructores especializados, que quedaba probada con la posesión de ambas fotos en poder de Lacasa.
También en aquel mismo fondo fotográfico de la Lacasa aparecieron multitud de fotos de él mismo, tanto individuales como colectivas, que había estado coleccionando desde el principio de la guerra en 1936, material que arrastró con él a Francia durante la retirada, y que siguió conservando durante la época de maquis, contra los alemanes o contra Franco, evidentemente con mucho riesgo20, conservando incluso dibujos con su perfil trazados al carboncillo, en lo que representaba un cierto rasgo narcisista. Como colofón, se debe resaltar que una parte de las fotos prestadas en su día por la familia Beltrán o Borau, tras estar expuestas en la exposición de 1991, fueron sin ningún juicio adjudicadas al propio Lacasa, error que todavía está pendiente de subsanar.
El final de la leyenda de Carlos el “ruso”
Por otra parte, toda aquella romántica historia de los “rusos” de la 43ª División, que figuran expuestos en una vitrina del Museo de Bielsa, en cierto modo se vino abajo en 2010, al aparecer en una publicación local catalana, Revista de Girona, un artículo que venía a desmentir en parte toda aquella bonita historia.21 Artículo del que no tardé en tener noticias.
Según aquel trabajo aparecido en la citada Revista de Girona, el famoso “ruso” llamado “Carlos” del Museo de Bielsa, era realidad un tal Karl Rudolf Rosenberg. Lo que me daba algo de comprensión al uso de aquel nombre “Carlos”, que aparecía escrito por partida doble en la foto, al haber traducido alguien de forma simple Karl=Carlos, pero ahí concluían las semejanzas. Dado que el Rosenberg auténtico era originario de Letonia, donde había nacido el 27 de septiembre de 1911, y por tanto no era ruso como enfáticamente se había estado afirmando, sino letón de nacimiento.
Un tiempo más tarde y después de una fructífera visita personal al Arxiu Municipal de Palafrugell, donde pude ver y consultar a placer lo que se puede calificar sin menoscabo alguno como el “legado Rosenberg”, procedente de una donación a dicho Arxiu, realizada en febrero del 2009 por la señora María Catalá i Hornos, que consistió en unos libros, tanto en ruso como en castellano, a los que acompañaba un conjunto de documentos que en su tiempo al parecer habían pertenecido a un brigadista internacional, que casi al final de la guerra estuvo temporalmente en Palafrugell, alojándose durante su estancia en casa de la familia Catalá.
Aquella oportuna donación, vino a coincidir en el tiempo con el 70 aniversario del paso de las Brigadas internacionales por Palafrugell, hecho que permitió además poner al descubierto una parte de la vida de un joven, hasta entonces anónimo, que en su juventud había tomado la grave decisión de venir a luchar a España por unos ideales políticos, en un conflicto bélico que estaba teniendo lugar a miles de kilómetros de su lugar de origen.
El conjunto de dicha recuperación está compuesto por nueve cartas escritas a mano, con la excepción de una redactada a máquina, (tres en ruso, tres en letón y tres más en castellano), veinte documentos de carácter militar, entre los que menudean autorizaciones, nombramientos, órdenes o salvoconductos. Seis planos de Rusia y 23 libros, de los cuales nueve estaban en castellano. De ahí que tenga sentido el título que se dio al artículo aparecido en la Revista de Gerona, “Setenta años para leer unas cartas”, que fue el tiempo que tuvo que transcurrir hasta que alguien pudiera traducir las cartas escritas en ruso o en letón.
En las Brigadas Internacionales
Gracias a aquellos mismos papeles hoy sabemos que cuando “Carlos” llegó a España, lo hizo oficialmente al presentarse en Albacete, y más en concreto, en el Cuartel General de las Brigadas internacionales, donde a las preguntas de los alistadores dijo llamarse “Charles” Rozenberg, y que su residencia habitual estaba en la URSS, concretamente en Novorosíisk, ciudad portuaria del mar Negro, en la provincia de Krasnodar. Añadiendo seguidamente que su estado civil era el de soltero, o que la organización a la que dijo pertenecer, era antifascista, presentando una carta, se supone que de recomendación, sin que conste el nombre concreto de la organización que lo avalaba.
A la hora de dar a conocer su profesión, no dudo en calificarse a sí mismo como un vulgar “ovrier”22, trabajador, Y finalmente, tal como debió quedar reflejado en la ficha de enganche a las Brigadas Internacionales, aquel alistamiento tuvo lugar el 24 de febrero de 1937, es decir, ocho meses más tarde del inicio de la guerra civil española, un detalle a no perder de vista. A la hora de estampar su firma, con letra firme y rectilínea puso una abreviatura, y su apellido simple sin rúbrica alguna: Ch. Rosenberg. Pero lo que más destaca de aquella ficha fue el destino que se le asigno a aquel simple obrero antifascista: “escole des officiers” (sic), escuela de oficiales, un tiempo después se descubrirá el por qué de aquel destino concreto.
A resaltar que todos aquellos datos quedaron recogidos textuales en lo que se puede calificar como cartilla identificativa de la Brigada Móvil, unidad a la que pasó a pertenecer, y como tal figuran en dicha cartilla, en uno de cuyos laterales puede verse una foto de un jovencísimo “Carlos” con gafas y gorra, parecida a la que portaba el ejército francés de la época, con una insignia sin definición.
Errores o encubrimiento
Una de las cuestiones que no se analizó en aquellos dos artículos publicados sobre el personaje, el de la revista Girona y el propio, es un hecho que destacaba con fuerza en todo el conjunto de papeles, un asunto que surgirá imperativo en una de las cartas finales en español, ya que saltaba a la vista que o los escribientes y los mandos de las unidades republicanas eran unos ágrafos o los papeles de “Carlos” eran sospechosamente cambiantes, a la hora de escribir su nombre propio e incluso su único apellido.
Así cuando recién llegado a España dio por primera vez su filiación personal el brigadista dijo llamarse “Charles Rozenberg”. Un mes más tarde, cuando se produce su entrada en las JSU es “Karl Rosenberg”. En mayo, cuando lo nombran instructor de dos batallones de la 130ª BM, con el grado de teniente de infantería, es “Rudolf Rozenberg”. Pero el 15 de mayo de 1937, cuando es nombrado, dentro de la misma brigada, jefe del batallón nº 3, el de la FETE, mandado hasta aquel momento por el ex maestro Telmo Mompradé, es cuando por primera vez aparece el nombre de “Carlos Rozenberg”. El 19 de junio Mompradé le autoriza por escrito a usar su coche oficial bajo el nombre de Carlos Rosemberg. El 22 de junio es Carlos Roszenberg, el 21 de julio es Carlos Rozemberg, al igual que el 29 de julio. Pero el 22 de octubre pasa a ser Karl Rosenberg, regresando el 24 del mismo mes a ser de nuevo Carlos Rosenberg, y así continuará más o menos igual hasta su definitiva desaparición.
Asunto que no inquietó a la página web SIDBRINT23, de la Universidad de Barcelona, especializada en Brigadas Internacionales al dar todos aquellos cambiantes nombres por buenos, afirmando sin la pertinente explicación al lector, que todos ellos eran los supuestos “alias” del brigadista, que según dicha página fueron los siguientes: ROSENBERG, Rudolf; ROZENBERG, Charles; ROSENBERG, Karl Rudolf; CARLOS, y su país de nacimiento Letonia, y el de procedencia, la Unión Soviética24.
El hecho de que dicha página de referencia decidiera dar por bueno el uso de aquellos “alias” en el caso de “Carlos”, suponemos que debe obedecer a la consideración de los especialistas de que era muy común que todos los agentes de la Internacional Comunista más renombrados que corrieron por España, utilizaron, antes y durante la guerra “alias” en castellano, como fueron los casos del comunista italiano Vittorio Vidali, (alias Carlos Contreras), del húngaro Stepanov, (alias Moreno), del italiano Palmiro Togliatti (alias Alfredo o Ercoli) del también argentino-italiano Vittorio Codovila (alias Luis o Medina), o del eslovaquo Ernö Gerö,(alias Pedro), y por lo tanto dando por supuesto, aunque no se afirme, que el caso de Carlos Rosenberg era idéntico, cuando en su caso la pertenencia del personaje a determinados organismos, pasó por algunas insinuaciones de sus camaradas de milicia, pero obviamente sin constancia documental alguna.
Lo que no pudo figurar en dicha ficha de enganche, es que no llevaba todavía ni dos meses desde su llegada a España cuando se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), participando gracias a ello como delegado de Las Brigadas Internacionales en el I Congreso de las JSU que tuvo lugar en Albacete, el 28 de marzo de 1937.
Otro hecho evidente es que Carlos tenía a su llegada a España 25 años recién cumplidos, y según consta en un carné que lo identificaba en aquel momento como miembro de la brigada móvil, estaba destinado en la escuela de oficiales, pero bajo en nombre de Charles Rozenberg (sic).
Primer destino, Aragón
Prueba de su paso por aquella escuela de oficiales fue que, cuando todavía no llevaba tres meses en España, el 15 de mayo de 1937 se le da la orden de incorporarse como teniente de infantería, destinado a la 130ª Brigada Autónoma unidad afincada en el norte de Huesca, que en aquel momento preciso tenía su puesto de mando en Boltaña, pero bajo el nombre de “camarada” Rudolf (Rodolfo) Rosenberg. Hecho puntual que demuestra que “Carlos” era algo más que un simple obrero antifascista.
Aquella orden de traslado de Albacete a Huesca, procedía directamente del general Sebastián Pozas, el recién nombrado jefe del Ejército del Este. Pero el personaje que recibió a Rosenberg en Boltaña fue el teniente coronel Mariano Bueno Ferrer, en aquellos días jefe de la 130ª BM, jefe indiscutible desde los primeros tiempos de la guerra del Sector del Alto Aragón, Zona Norte.
La vida militar de Rosenberg durante el mes de su llegada debió ser trepidante, porque todavía no había acabado de aterrizar en el cuartel general de Barbastro cuando el 20 de mayo, Mariano Bueno lo destinó de nuevo como oficial instructor de los Batallones nº 1 y nº 3 de la brigada, es decir de los Batallones 517 y 519, los antiguos Alto Aragón y de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, (FETE)- UGT, sin que figure en la orden de qué tipo de instructor se trataba, de armas o de hombres, o de ambas cosas.
Se supone que una vez conocido por los oficiales y ganada la confianza de la tropa, el 13 de Junio, de nuevo Mariano Bueno, da orden a Rosenberg a hacerse cargo del mando del batallón nº 3, el de la FETE, durante una ausencia de su comandante en jefe Telmo Mompradé. En la misma orden se observa que en aquellas fechas la 130ª BM, dentro del Ejército del Este, ocupa el denominado Sector Pirineo.

La relación de Juan Lacasa con Carlos Rosenberg
A partir de este momento se empieza a vislumbrar la relación que debió tener el brigadista letón con Juan Lacasa, el futuro poseedor de la foto y conocedor de sus andanzas, dado que Lacasa en julio de 1937 estaba de capitán de la 1ª Compañía del Batallón de la FETE, el mismo batallón que Rosenberg mandaba en substitución de Mompradé, siendo Lacasa en aquellas fechas uno más de los subordinados de Rosenberg
Por otra parte, al producirse la prematura muerte de Telmo Mompradé, muerto en combate a causa de las heridas recibidas durante el asalto de Biescas, el 22 de septiembre de 1937, Lacasa, por orden superior, se hizo cargo del batallón. Hecho que refuerza el trato y conocimiento de “Carlos” y la cercanía del personaje con Juan Lacasa, hecho que debió permitir que este pudiera tener una foto en su poder de Rosenberg, o que Lacasa pudiera conservar aquella foto al concluir la guerra, y más aún al saberse después que además eran amigos, pero muy probablemente desconociendo Lacasa que Rosenberg había nacido en Letonia, ignorancia que pudo obedecer a que Rosenberg a parte del castellano, hablado y escrito, también hablaba y escribía tanto letón como ruso, y muy probablemente francés.
La trayectoria militar de Rosenberg
El 19 de junio de 1937, un personaje al que se suponía desaparecido, Telmo Mompradé, jefe nominativo del batallón de la FETE, autoriza a Rosenberg para que pueda utilizar el coche oficial del Batallón a su mando. El 22 del mismo mes, siendo todavía teniente, Mariano Bueno, jefe de la 130ª Brigada Mixta, autoriza Rosenberg, a requisar todas las armas cortas que porten los individuos que tengan asignada un arma larga. Es decir, solo los oficiales pueden llevar un arma corta, pero la tropa no.
El 29 del mismo mes, de nuevo Mariano Bueno, asigna al Batallón nº 3, el de la FETE, que está al mando temporal de Rosenberg (sic), al capitán Juan García, que provenía de la 1ª Compañía del Batallón 28725, para que se presente en Cillas a Rosenberg. Lo que indica que Mompradé sigue todavía desaparecido.
Sin embargo el hecho que el “teniente” Rosenberg, esté al mando del 519 batallón de la FETE, cuando menos, desde el día 13 de junio y hasta el 29 del mismo mes lleva a tener que plantearse las andanzas de dicho batallón durante las mismas fechas, asunto del que hasta hoy nadie ha dado noticias y menos aún se ha reparado26.
La pérdida de Santa Orosia
Cuando el 12 de junio de 1937 se desencadenó la operación republicana sobre Huesca, operación que tenía como objetivo principal el estrangular el estrecho corredor que unía la ciudad a la zona fascista, comprometiendo de aquel modo su defensa, los fascistas consiguieron contener al enemigo en aquel sector y, en paralelo lanzaron una contraofensiva más al norte, en un intento por descongestionar el frente oscense, operación que pilló a los milicianos republicanos en el mejor de los sueños.
Desde Sabiñánigo, con acciones secundarias en zona cercana, los rebeldes lograron acceder por escarpados taludes a la meseta de Santa Orosia en la madrugada del día 29, cogiendo a sus pocos defensores por sorpresa. La ermita donde se produjo el ataque estaba a cargo de un pequeño grupo de soldados pirenaicos catalanes, al mando del teniente Francesc Millet, y en el conjunto del sector se desplegaban los batallones 519, 520, y el 518, el de Beltrán27. Los tres de la 130ª BM al mando de Mariano Bueno.
Tras los furiosos asaltos nacionales, que solo les conllevaron 26 heridos, al mediodía, los republicanos del batallón 519 abandonaron a la carrera el pico Oturia, huída que produjo una espantada general en todo el sector. La unidad al mando de Beltrán, el 518, sufrió grandes bajas, retirándose, in extremis, de modo organizado. Al contrario, los hombres del batallón 519, el del FETE, que habían sido los principales responsables del desastre, al ser los que habían abandonado a la carrera el pico Oturia, tardaron varios días en recuperar a sus componentes, ya que tras el fulminante “sprint”, fueron regresando en pequeños grupos a sus líneas cariacontecidos.28
La muerte del catalán Francesc Millet
El mando republicano, puesto a echar a alguien las culpas de aquel desastre, se las endosó, no a los mandos del FETE, en este caso a Rosenberg o a Mompradé, por no estar en su puesto, ya que eran los jefes que han perdido el pico Oturia, de 1920 metros, huyendo en desbandada, cuando el sitio era el principal observatorio del sector, desde el cual se cubría con fuegos la meseta de Santa Orosia, y al pequeño grupo de pirenaicos catalanes29, que tenían como única misión defender la ermita, destacamento que estaba bajo mando del teniente Francesc Millet Simón30, sobre el cual al final recayó la responsabilidad del desastre.
Por este motivo, y por cubrir responsabilidades propias, Cuervo, jefe del batallón al que pertenecía la unidad de Millet, le ordenó al día siguiente que recuperase aquella posición, lo que intentara inútilmente en tres ocasiones. Al regreso de la última, Millet se negó a continuar con aquel juego, provocando la ira de Cuervo que fulminantemente mandó ajusticiarlo con un tiro en la nuca31. Marino Constante justificó la historia, por boca de su padre: uno de los muchos “corredores” de fondo del batallón de la FETE, unidad a la que nadie, y menos aún el mando, pedirá nunca responsabilidades.32
Historia anterior la de Millet que parecen desconocer los autores del artículo “Setanta anys per lleguir unes cartes”, pues explican que Rosenberg pasó entonces a la 72 Brigada Mixta, confundiendo de aquel modo al Batallón del FETE, el 519, con el 518, el antiguo “Cinco Villas”, muy probablemente a causa del incidente que aquella unidad padeció a causa de la flagrante traición de algunos de sus oficiales, que al final se descubrirá que eran adictos a los fascistas.33
En conclusión, de seguir los documentos que se conservan, cuando se produjo el desastre de la perdida de las posiciones próximas a Sabiñánigo, de Santa Orosia, o de Oturia, el principal responsable militar de aquel sector, por la entidad de su unidad, era Carlos Rosenberg, al que nadie pidió responsabilidades, pero por lo mismo fue pasado por las armas el teniente catalán Millet.
Lo que se desconoce fue lo acaecido con Mompradé, el responsable del batallón de la FETE, al que había substituido Rosemberg, al desconocerse las causas de la anterior sustitución de Mompradé. Culpa aquélla, que más de un combatiente pensaba que Mompradé pagó con creces al morir en la toma de Biescas, el 22 de septiembre de 1937, en un auténtico ataque suicida34, en cual también murió, entre otros, Esteban Legaz, hermano de la compañera de Beltrán, Elena Legaz, más conocida, por el color de sus cabellos, como La Rubia35.
Otro de los misterios pendientes de aclarar es el motivo por el cual Mompradé, fue substituido por Rosenberg, el 13 de junio de 1937, o en qué momento concreto volvió Mompradé a asumir de nuevo el mando del batallón, dejando a Rosenberg pendiente de plaza, ya que lo único que consta es la fecha de su muerte al frente de su batallón en Biescas, el 22 de septiembre de 1937. Por otra parte, el hecho confirmado es que Mompradé había ascendido a capitán durante aquellos mismos días que estaba de baja, concretamente el 26 de junio de 1937. En la misma orden fueron ascendidos también al mismo grado dos veteranos de la 130ª BM, Nicanor Felipe Martínez, antiguo guardia de Seguridad, procedente de las Milicias Aragonesas, de las cuales fue uno de sus puntales, al igual que de la 130ª BM. y Arturo Rodríguez Salobre, jefe del primitivo Batallón Cinco Villas durante la toma de Gavín el 22 de septiembre de 1937. Firmaba aquellos tres ascensos a capitán el ministro socialista Indalecio Prieto36.
Las andanzas de “Carlos”
Sin que consten los motivos, no se había cumplido todavía el mes del desastre de Santa Orosia, cuando el 21 de julio se le daba un permiso a Rosenberg para que pudiera marchar a Barcelona ocho días, con la advertencia de que una vez concluido el mismo, debería regresar a su destino, sin que consten en el permiso los motivos de aquel viaje.
A partir de aquella noticia se produce un importante vacio documental, en la vida militar de Rosenberg, que abarcó casi tres meses. Vacio que se rompió el 20 de octubre al expedírsele un reconocimiento por los servicios prestados, sin que consten los motivos del mismo. Dicho documento lo expidieron y firmaron el Teniente Coronel de infantería José María Escassi Cebada, Jefe de la 43ª División, y Eduardo Castillo Blanco, en su caso Comisario de la 43 y Diputado a Cortes por la República, pero expedido a nombre de Carlos Rudolf Rosenberg.
En dicho documento se pone en valor que desde el mes de mayo último Rosenberg había actuado en la 130ª BM como instructor, demostrando en aquel cargo competencia y entusiasmo, con una conducta ejemplar y combativa en los distintos ataques y combates efectuados contra el enemigo. Y en lo que hace a sus conocimientos técnicos, habían sobresalido en gran medida. No consta a que obedecía aquel documento, en lo que parece ser un certificado de buena conducta, pensado para poder exhibir ante otro mando. Como así será, ya que el mismo día el jefe de la brigada le expide otro documento para que pueda trasladarse a Valencia y Albacete, “por asuntos del servicio”. Sin más comentarios.
Dos días más tarde, el 22 de octubre de 1937, Rosenberg aparece en Albacete, en la base de las Brigadas Internacionales, momento en que se le autoriza para dormir o comer fuera de los cuarteles y a su costa, como brigadista. Firma la autorización el Jefe del Estado Mayor de la Base. Al no existir documentación alguna, se desconoce a qué obedeció aquella estancia en Albacete, salvo que fuera llamado allí para informar a sus jefes, fueran estos los que fueran, sobre lo que estaba aconteciendo en la 43.ª División, como por ejemplo, la sublevación del batallón Cinco Villas en septiembre37, y la destitución y traslado de Mariano Bueno, el carismático jefe de la 130ª BM, en su caso, a causa de un rotundo informe sobre su brigada, titulado: “Informe reservado sobre la 130 Brigada”, dirigido al Estado Mayor del X Cuerpo de Ejército. Consecuencia del mismo había sido su substitución en el mando de la brigada a cargo de su jefe de Estado Mayor Leopoldo Ramírez38.
Un viaje relámpago aquel de Albacete, dado que el 1 de noviembre siguiente Rosenberg estaba ya de nuevo en Barbastro, donde se le proporcionó un nuevo certificado en el que constaba que ya era teniente provisional de Milicias, por nombramiento del mes anterior, un documento dual, ya que tanto podía servir como credencial como para justificación del derecho del percibo de sus haberes. En sencillo, para poder cobrar cada mes la reglamentaria soldada. Momento en que la 43ª División estaba totalmente militarizada de acuerdo con la nueva estructura del Ejército Popular, al pasar a formar parte del llamado Ejército del Este. A primeros de enero de 1938, Rosenberg como miembro de la 130ª BM recibe una felicitación nominal con motivo del nuevo año, que le dirige el jefe de la Brigada Leopoldo Ramírez y el Comisario, su amigo Lorenzo Berdala, con el puesto de mando en Linás de Broto.
Que Rosenberg continuaba en el frente de Aragón en aquellas fechas es un hecho, pues consta su presencia en él al recibir del jefe del 518 Batallón, el antiguo Cinco Villas, ahora muy remozado, perteneciente a la 130 BM, su nombramiento, fechado el día 23 de enero de 1938, de jefe de la Compañía de Ametralladoras del Batallón, con el grado de capitán, y como substituto del anterior jefe de la misma unidad, el capitán Emilio Fernández López. Firma aquella orden, el jefe de dicho batallón, Fermín Solano, recién llegado al mando del mismo procedente del 519 Batallón, el antiguo FETE-UGT. Y debió ser por entonces que “Carlos” se hizo la foto, y por ello llevaba en ella, bien a la vista, las insignias de capitán.
El motivo de aquella substitución del capitán Emilio Fernández, pasó por el simple detalle de que aquel capitán había dejado el mando de aquella compañía de Ametralladoras, al pasar destinado forzoso al Batallón de Ametralladoras nº 10 del XII Cuerpo de Ejército, que en su caso cubría la línea del Segre, según una orden del Cuerpo del 24 de enero de 1938. Firmaba la misma, como Comisario accidental de la 130 BM, Ángel Fuertes Vidosa, “el maestro de Agüero”39.
Aquel nuevo destino de Carlos Rosenberg no era precisamente un ascenso, salvo por el grado de capitán, dado que la unidad a la que marchó destinado, pomposamente nombrada como Compañía, era en realidad una Sección de Ametralladoras de 6 piezas, armas de acompañamiento propias de las brigadas. Una Sección tipo estaba compuesta por 1 oficial, él, 1 suboficial, 4 sargentos, 1 corneta y 49 soldados, más 1 armero, Total 67 hombres. Eso sí, tenían un caballo, para el oficial (Rosenberg), y 27 mulas para el acarreo de las máquinas. En cuanto al armamento contaban con 29 fusiles y 38 pistolas. Y de munición algo más de 53.000 cartuchos, tanto para ametralladora, como para fusil y pistola40.
En la sombra
A partir de aquel último destino se vuelve a perder la pista de Rosenberg, teniendo en cuenta que en marzo de aquel mismo año fue cuando se produjo la ofensiva franquista en el Frente de Aragón, momento en que la 43ª División se vio obligada a tener que abandonar sus posiciones para concluir recluida en Bielsa en abril, reclusión que concluirá con el paso de la división a Francia, a mediados del junio siguiente. Y no será hasta 9 meses después cuando se tendrán noticias documentadas sobre él, momento en que Rosenberg aparece destinado en la 38ª BM, perteneciente a la 72ª División, unidad que en aquellos días estaba batiendo el cobre en el frente del Ebro.
Pero tal como se descubrirá por una carta fechada el 18 de septiembre de 1938, redactada desde el P. C. del Bon. de Ametralladoras de una unidad desconocida, que le remitieron casi de forma solidaria, un grupo de sus amigos de la 43 División, en su caso los capitanes Castejón, Solano, Sampietro y Lacasa, pero haciendo uno de ellos de voluntarioso escribiente, en aquel caso todos ellos antiguos miembros de la 130ª BM, y en algún caso miembros de la FETE, pero todos ellos destacados militantes del PCE durante su estancia en la 43ª División. Lo que no quedaba claro en la misma era que había sido de los unos y del otro, desde enero de 1938 y hasta aquella fecha de septiembre del mismo año, y con la odisea de la Bolsa de Bielsa por medio.
En aquella misiva le hacían saber su alegría al recibir una carta anterior de Rosenbeg, que habían leído con emoción, Juanito41, Solano42, Castejón43 y Sampietro44, y en conjunto están contentos por la afinidad política que existía entre ellos al respecto de “tan glorioso partido de la I. C.45”, mostrándose comprensivos con Rosenberg, que al parecer les había hecho saber de algunos de sus “achaques” físicos, que sus camaradas de partido justifican, “…que tu trabajo y tu continuo ajetreo en la participación de la lucha ha repercutido tanto sobre tu disposición física”, “No obstante tú eres el mismo. El Rosenberg incansable luchador bolchevique, solidario con el pueblo español, que comprende el carácter de nuestra guerra, y te atienes al pie de la letra a las consignas de la Internacional de Dimitrov46. Y esto es lo que te hace invulnerable… Por eso somos vanguardia.”, y rematan el comentario comparándolo con otro conocido miembro del PCE en la 43ª División, “tú eres como Fuertes…, aludiendo a un conocido comisario político, amigo común47”.
Entrando en el capítulo de los reproches, sus camaradas de partido se mostraban enfadados por sus largos silencios epistolares: “Solano está enfadado porque no les escribes, Sampietro y Juanito también”. Después venían las novedades: Sampietro “ya no manda una Brigada” (en aquellas fechas). De hecho un tiempo antes Sampietro había mandado la 178ª BM, de la 55ª División perteneciente al XXVI C.E., y ahora rebajado lo habían enviado a un batallón, se supone que de jefe de batallón, en lo que parecía una evidente degradación, al bajar de jefe de brigada a jefe de batallón.
El autor de la carta recordaba también a un tal Novales, un antiguo comisario, rebajado a sargento en la 178ª BM. El autor desconocido de aquella carta, también le explica a Rosenberg sus logros personales en la milicia, explicando que había sido ascendido a cabo y estaba propuesto para sargento. Después exponía a Rosenberg lo que él pensaba que le depararía el futuro a los amigos comunes: “Solano es un gran jefe en formación, estoy con él y tiene una serie de perjuicios pequeño burgueses”…, “Lacasa es algo magnífico, es un futuro jefe de División”. “Y (también) Sampietro”. Concluye aquella carta con las habituales despedidas, y con una firma irreconocible. Al margen, en lo que parece ser una dirección: “Bon Motorizado de la 55 División, Base 8”. En el otro margen: Recuerdos de Solano y Fuertes”.
Carta de un camarada, del 1 de Octubre de 1938
Consecuencia muy probable de aquella carta anterior de sus camaradas, Rosenberg escribió una carta personal dirigida al tantas veces citado Sampietro, el 25 de septiembre de 1938, que le contestó a vuelta de correo el día 1 de Octubre siguiente. La diferencia de una a otra, es que la primera, ya vista, estaba escrita a mano, y la de Sampietro a máquina de escribir, es de imaginar que privilegio propio de oficial. Pero el detalle estaba en que estaba firmada por Sampietro con pluma estilográfica, y envuelto su apellido con unos rasgos afilados que remataban la rúbrica y con un evidente trazo elevado de las letras, mostrando optimismo.
La premura en la respuesta de Sampietro se hacía patente en los primeros párrafos, al explicar Sampietro, que quería informarle, “de la nota sensacional del presidente Negrín en lo que se refiere a la retirada de nuestros voluntarios. Y es esto lo que quería decirte, y como quiera que tu seguramente tendrás que volver a la URSS, para desde allí, como tú dices, ir algún otro frente de la IC, quisiéramos algunos amigos de por aquí que te llevaras una documentación que fuese la historia de tu paso por nuestra nación […] “Se trata de un documento muy bien hecho en el cual vayan unos cuantos certificados de los Jefes de las unidades donde hayas prestado servicios y algunos informes de los mismos aparte de algunos otros por parte de particulares y de nuestro sindicato de la FETE. Todo esto irá encuadernado en una especie de folleto que corre a cargo de Gonzalvo,48 con dibujos y si fuera posible alguna fotografía…” 49
Y es en el siguiente párrafo donde salta la “liebre”, al pedir al “amigo”, que antes de marcharse de España que se quite la “careta” y les dé a conocer su “verdadero nombre”, con la excusa pueril de que así, en un futuro, podrían todos mantener correspondencia con él, estuviera donde estuviera destinado.
“Para hacerte entrega del mismo habría que organizar una especie de fiesta que sería la despedida tuya como soldado del ejército Popular. Esta fiesta se daría como nota sensacional dar a conocer tu verdadero nombre, para que los amigos pudiéramos tener una correspondencia estrecha contigo, aunque fuera en Rusia o donde te encontraras […]50
Como era natural le pedía su compromiso de no marchar de España antes de que se celebrarse aquella fiesta, y saber dónde se encontraba para poder realizar los trámites, y a poder ser, si se podían ver antes. Sampietro también le pide a Rosenberg que en el caso de que la retirada de los voluntarios se realice rápidamente, y si se diera “el supuesto (caso) de que queda alguno (brigadista) camuflado (en España), y en este caso fueras tú, se lo hiciera saber con urgencia”, dando a entender con ello que él o ellos le ayudarían en su misión. Comentarios que dan a entender de forma lógica, que nos encontramos, no ante un simple instructor militar, como algunos nos han intentado hacer creer, sino ante un hasta ahora desconocido agente de la Internacional Comunista, llamado Carlos Rosenberg.
El último párrafo de aquella carta concluye con un comentario de Sampietro haciendo mención a las noticias internacionales que corren referidas a Checoslovaquia, con el tema de los Sudetes como fondo, conflicto que no tardará en estallar. Y se despide enviando saludos al amigo común Fuertes Vidosa y otros, dado que en la unidad donde estaba en aquel momento Rosenberg, había numerosos hombres de la 43ª División. Otra cuestión que queda de nuevo en la oscuridad es la del asunto de aquel homenaje de despedida, puesto que el “dossier” que tenían previsto regalarle los camaradas en la despedida, no apareció entre la documentación que Rosenberg “abandonó” en Palafrugell.
Una cuestión a aclarar es, visto lo anterior, que los camaradas de Rosenberg con los que se cartea, no estaban en la 43ª División, como era de esperar sino en la 55ª División. Y la causa de ello fue que la 55ª División se creó en julio de 193851, a partir del desdoblamiento de la reforzada 43ª División tras su salida de Bielsa, y aprovechando su estancia en Gerona. De aquel modo muchos de los oficiales de la 43ª, seleccionados por Beltrán, pasaron a formar parte de la nueva unidad, que fue puesta bajo el mando de uno de los antiguos comandantes de la 130ª BM, el teniente coronel Leopoldo Ramírez Jiménez. Compuesta por las brigadas mixtas 176ª, 177ª y 178ª, durante la formación de las mismas fueron a acuartelarse respectivamente en Vic, Sant Quirçe de Besora o Ripoll, y muchos de los amigos de Rosenberg fueron a parar a la 176ª BM, como fueron los casos de Lacasa, Castejón o Gonzalvo, de ahí que aparecieran citados en aquellas cartas.
Inicialmente la nueva unidad quedó adscrita al XXIV Cuerpo de Ejército, en la reserva general del GERO52. A finales de 1938 la división fue asignada al XI Cuerpo de Ejército, desplegándose en el frente del Segre. A comienzos de 1939 intervino en la batalla de Cataluña, sin conseguir frenar la ofensiva franquista.
La burocracia decreta su repatriación
Todavía no había concluido la Batalla del Ebro, cuando a Rosenberg entre octubre y noviembre se le expidieron diversos salvoconductos, un total cuatro, que abarcaron desde el 24 de octubre de 1938 hasta el 7 de noviembre del mismo año, mediante los cuales se le dio la orden de repatriar, dentro de la prevista retirada general de España de las Brigadas Internacionales, anunciada por Negrín el 21 de septiembre, retirada que se cumplió en parte, al desfilar por Barcelona el 28 de octubre en Barcelona, en medio de homenaje popular.
El primero de aquellos salvoconductos le fue expedido el 24 de octubre de 1938, por el jefe de la 38ª BM, de la 72ª División, “autorizando el traslado del capitán Carlos Rosenberg, para que pueda trasladarse a Igualada con objeto de ser repatriado como extranjero”, punto y final. La firma corresponde al jefe del Estado Mayor.
Pero antes de continuar, merece la pena aclarar que en marzo de 1938, tras el comienzo de la ofensiva franquista en el frente de Aragón, la brigada 38ª BM, a la cual ahora pertenecía Rosenberg, antigua “columna Perea”, había sido enviada desde el frente del Centro hasta Caspe, población a la que llegó el 11 de marzo. Y una vez allí fue integrada en la 45ª División. Sin embargo, de la subsiguiente lucha contra las fuerzas franquistas solo consiguieron salir relativamente intactos dos de los cuatro batallones que la componían. De aquel modo los restos de la 38ª BM lograron pasar al norte del río Ebro, donde serían agregados brevemente a la Agrupación Autónoma del Ebro. Con posterioridad la unidad volvió a ser agregada a la 72ª División quedando por ello destacada en el frente del Segre, que era donde Rosenberg estaba en aquellas fechas.
El siguiente salvoconducto, expedido en aquella ocasión por el Batallón nº 152 de la misma 38ª BM, con fecha uno de noviembre, o sea 6 días después del primero, y cuyo contenido era que aquel salvoconducto era para que el capitán Carlos Rosenberg pudiera trasladarse a Barcelona “por asuntos de servicio”. Firmaba el documento el jefe del batallón.
Por si no fuera suficiente el anterior salvoconducto, jugando al disparate, el mismo día 1 de noviembre y otra vez el mismo jefe del 152 Batallón, vuelve a expedir otro nuevo autorizando al capitán Carlos Rosenberg, para que pueda trasladarse a Igualada “con objeto de ser repatriado como extranjero”, y firma tan ancho el mismo oficial.
El cuarto y último salvoconducto, se lo expiden en Barcelona el día 7 de noviembre de 1938 y más en concreto, en la oficina del Ministerio de Defesa, Subsecretaría del Ejército de Tierra, Sección Administrativa, Brigadas Internacionales. Y el contenido vuelve a ser escueto: A favor del capitán Carlos Rosenberg, “para trasladarse a San Pedro (sic) de Torello para incorporarse”. Después de aquel destino, Rosenberg aparecerá por Palafrugell, destino que no consta entre la documentación conservada.
Un supuesto testimonio de su salida
Por otra parte, la única persona que ha dado razón de la supuesta marcha de Carlos Rosenberg de España, es un personaje que estuvo dotado en vida, con indiferencia de su fértil imaginación, con el don de la ubicuidad, ya que de creer sus “memorias” estuvo en todos los momentos culminantes que les tocó vivir a los hombres de la 43ª División. Se trata de Mariano Constante53, que en una de sus inspiraciones “rememora” su encuentro con Rosenberg y Nikols (sic), los dos “rusos” el mismo día de la despedida de las Brigadas Internacionales en Barcelona el 28 de octubre de 1938, cuando en ninguna de las sucesivas ediciones de su obra más popular “Los años rojos” los menciona para nada.
Teniendo en cuenta que hasta junio de 1938, Constante había estado trabajando en los servicios de Intendencia de la 130ª BM, en la oficina, circunstancia que da en pensar que a la fuerza tenía que conocer a Rosenberg, al ser todo aquel tiempo un oficial de aquella Brigada, pero del que debió tener noticias, tanto de él como de Nikols, en su visita al Museo de Bielsa en mayo de 1991, y el resto es su “historia”:
“Todo el gobierno estaba presente durante aquellas emocionantes ceremonias, en las que el pueblo barcelonés participó en masa […] Allí nos encontramos a Rosenberg y a Nikols, los dos soviéticos que habían venido como instructores a la 130ª BM 18 meses antes54. Los dos lloraban como críos al abrazarnos y nos decían “¡hasta la vista¡”, porque ninguno de ellos dudaba de que, una vez ganada la guerra y la libertad y consolidada nuestra República, regresarían a España, de la que se sentían sus hijos adoptivos55.”
Las cartas de su hermana
Tal como se apuntaba con detalle, en el artículo de la Revista de Girona, las tres cartas en ruso del legado Rosenberg, procedían de un familiar, muy probablemente de una hermana suya, cinco años mayor que él, y de la cual le habían separado cuando todavía era un niño. Su nombre era Olga Rozenberg, al menos así firma en aquellas cartas, de ser realmente aquel su apellido, poco camuflaje tenía aquel supuesto agente de la IC. Y le escribe desde Novorosijsk, la misma ciudad en la que “Carlos” decía residir.
Dichas cartas son tres, y se alargan desde el 31 de mayo, pasando por el 20 de julio, y hasta el 5 de septiembre de 1938. Las dos primeras, al parecer eran algo insulsas, ya que la gran preocupación reflejada en ambas, era que su hermana había perdido la dirección exacta en España, “de Karl” y no sabe si al final le llegaran. En todos los casos Olga le daba recuerdos de un tal Jan, probablemente su marido, de la madre o de Ernets, un amigo o familiar, encarcelado en la prisión central de Riga (Letonia).
La tercera carta era más extensa, y además es en respuesta a una recibida de Karl “Estoy muy contenta por ti, y de tus avances y de la confianza que has recibido. Sé que te lo mereces. Sigo muy atentamente vuestra lucha contra los fascistas […] cada día, al coger el diario, lo primero que busco y leo es la información sobre vosotros. Creo firmemente en la victoria de la República”. En las cartas habla también de los enfrentamientos del Ejército Rojo y el japonés, ya que el Japón había ocupado territorio soviético. También le explica que se había separado de su marido, en contra de la voluntad de los dos. Y como hermana mayor también aprovecha para darle consejos a su hermano, ya que es una persona joven y con toda una vida por delante, según ella, sin olvidar que puede ser que se enamore con el tiempo de una española y que se quede en España, para siempre56. En fin lo normal del epistolario familiar
Las cartas en letón de Fritz Pure
De las tres cartas escritas en letón proceden de la misma persona, en su caso de un soldado letón llamado Fritz Pure. Según se explica en el artículo citado de la revista Girona, las tres misivas, según los traductores son de difícil comprensión, ya que parece ser que están escritas en clave, y por ello hay frases que en apariencia no tienen ningún sentido. De las tres una es una postal sin fecha y las otras dos son del 25 de marzo y del 11 de junio de 1938. En todas incluye al lado de la fecha, una anotación, en lugar de figurar el lugar exacto desde donde está escrita, Así en la de marzo, figura “siempre al Sur 25/3/38”, o que fue herido en el frente el 7 de octubre… Y que se ha pasado cuatro meses recuperándose en Murcia.
Comenta también que ha cambiado de destino: “Broezins (aquel letón con el cual estuvimos en Figueras) el que mandaba en nuestro batallón, necesitaba un hombre enérgico y desde hace tres días estoy en otra posición…”. Todo seguido pasa a comentar un oscuro episodio de un dinero desaparecido, a su juicio a causa de un engaño de los españoles… y también habla de un juicio del partido. En el caso de las acusaciones contra él, […] Para mí la situación está clara…”
Pero el asunto que no quedaba claro, salvo cuando afirmaba que: “Estoy absolutamente de acuerdo contigo de ir al juicio del partido y así que se investigue quien es el verdadero culpable del robo […] puedes estar tranquilo y contar conmigo, si hace falta ir delante del juez. Tengo una pregunta que no me queda clara: si tú fuiste expulsado del partido por provocador, etc. ¿cómo es que después podemos seguir hablando en esta instancia, el trabajo de aquí y Letonia K.P.Z.K57. como la sentencia???” Finalizaba la carta diciendo. “En los próximos días te enviaré otra carta y estudiare tu caso”. Y nada más58. Carta que no existe entre los papeles conservados, y con lo cual solo podemos especular, si su amigo no volvió a escribirle, solo pudo ser por dos cuestiones, porque el partido le pidió cuentas o porque había caído en lucha, un enigma que no se ha resuelto.
Palafrugell
Poco antes de abandonar España Rosenberg recalará en Palafrugell, en una fecha indefinida y sin que se sepa de qué lugar en concreto procedía, al igual que 300 o 400 brigadistas más, pero en su caso alojándose en casa de la familia Catalá, situada en la calle Pi i Margall de aquella población. Al abandonar Rosenberg Palafrugell camino de Francia, también en una fecha indefinida, toda su documentación particular quedó abandonada en casa de aquella familia, junto con la correspondencia que había recibido, o con los libros y mapas que portaba, fondo que la familia Catalá donara al Archivo Municipal de Palafrugell en febrero de 2009.
Antes de continuar es de recibo admitir que aquellas cartas, tanto en castellano, como en letón o en ruso, o la documentación que Rosenberg dejó en Palafrugell ha proporcionado información de primera mano sobre el conflicto bélico español, en una parte concreta del territorio, o sobre las Brigadas internacionales, así como aspectos de la vida de un brigadista en los diferentes frentes de combate por los que pasó, y todo ello gracias a la documentación comentada, que se puede consultar en Arxiu Municipal de Palafrugell, al cual desde aquí le damos las gracias.
Conclusión
En el tiempo que el llamado Carlos Rosenberg ingresó en la 130ª BM, un hecho era evidente, su llegada a España vino a coincidir casi con los luctuosos Hechos de Mayo barceloneses de 1937, momento que en Cataluña comenzaba la liquidación física y política de la CNT, acosada por nacionalistas y comunistas, el desmantelamiento de las columnas revolucionarias que cubrían el frente de Aragón, trasformadas a la carrera en unidades regulares del mismo corte militar de siempre, con la excusa del Ejército Popular, lo que en muchos casos provocó conflictos armados y la remoción de muchos mandos procedentes de los primeros tiempos de la revolución, o la persecución física de otros, como fue el caso del POUM, momento ideal para la fulminante alza de PCE, que poco a poco fue ocupando todos los resortes de poder y de los mandos del Ejército Popular, un hecho extrapolable a la 43ª División.
Sirva como ejemplo el caso del propio Antonio Beltrán Casaña, “el Esquinazau”, que alcanzó a ser el jefe de aquella División. De creer a los testimonios, su meteórica carrera militar se inició en septiembre de 1937, momento en que ante un grupo reducido de íntimos, despotricando de sus dirigentes, Antonio rompió con furia un carné del partido socialista. Uno de los testigos fue Elena Legaz, de hecho la única persona que informó sobre la supuesta militancia de Beltrán en dicho partido. Por el contrario era notorio que hasta el 18 de julio de 1936, como mínimo, Beltrán llevaba consigo el carné de Izquierda Republicana, y que el 20 de aquel mismo mes se sacó en Barcelona el carné del PSUC.59
Más fácil de establecer resulta el hecho de que en esos mismos días, en virtud de los acuerdos fraternales entre partidos comunistas hermanos, Beltrán pasó a formar parte de la misma célula del PCE de su amiga y compañera Elena Legaz, en su caso en el Radio de Boltaña, cuartel general de la 43ª División. El día 11 de septiembre de 1937, coincidencia o consecuencia, fue nombrado oficialmente mayor de Milicias60 y jefe de la 72ª BM, un primer paso hacia la jefatura de la división. Jefatura divisionaria que a posteriori le vendrá dada por las órdenes dimanadas de la Generalitat de Cataluña, al depender en aquel entonces el frente de Aragón del gobierno catalán.
Otro hecho evidente fue el corrimiento que se produjo en la escala de mandos o en las plantillas de las grandes unidades a favor siempre de gentes del PCE, incluso con ofrecimientos a elementos destacados de otras tendencias, de que si se afiliaban al PCE subirían en el escalafón61, pero caso de negarse, las consecuencias físicas estuvieron a la orden del día. Por ello y discrepando sobre determinadas opiniones que expresó Peirats, sobre el papel que representó la 43ª División durante su estancia en Bielsa62, dejando en el olvido explicar previamente y como contrapunto, la humillante retirada de la 31ª División a Francia, la homónima de la 43, al formar ambas el Xº Cuerpo de Ejército, que con su huída forzó a su división hermana a tener que organizar aquella resistencia, lo vamos a utilizar. En particular en todo lo que hace referencia a un informe elaborado por el comisario político de la división, Máximo Gracia, redactado en Barcelona, el 25 de junio de 1938, tras la retirada de Bielsa.
“En la 72 y 130 (BM), por dejación, complicidad u ociosidad de los comisarios de brigada, se venía desarrollando una labor de persecución y descrédito contra los elementos que no aceptaban la disciplina o el carné del PCE, llegando a acciones de tal naturaleza, como la de prometer ascensos a los elementos que por tener un conocimiento ideológico mantenían firmes sus convicciones, soportando con valor las vejaciones que por parte de dichos elementos, sin control de los comisarios, o protegidos por estos, realizaban una descarada propaganda a favor del PCE63.”
Peirats también igualmente recordaba la reunión que tuvo lugar en Salinas, en la que se acordó la eliminación física de los jefes de la 102 Brigada Mixta64, que se salvaron gracias al socialista Máximo Gracia, comisario de la división, que avisó a los mandos de que estaban amenazados de muerte, aconsejándoles huir. Del mismo modo que Máximo Gracia estaba en total desacuerdo con dicha decisión, haciéndolo constar durante la misma y avisando que cuando la división regresara a España pensaba elaborar un informe explicando con detalle lo que había acontecido durante los últimos tiempos en la división, como así hizo. Recogiendo también en él, por ejemplo, los asesinatos de un alférez, y de un teniente, ambos de la CNT, a manos de otro teniente con nombre y apellidos, un conocido individuo del PCE que Gracia calificaba como: “jefe de la checa”.
Un día más tarde de aquella reunión de Salinas, un militante socialista que estaba de guardia de noche en el Cuartel General de la división, sin pretenderlo, oyó una conversación donde varios jefes militares muy conocidos estaban planeando el asesinato de Máximo Gracia, llegando finalmente al acuerdo de simular su muerte en un accidente fortuito.
Enterado inmediatamente de la conspiración el secretario particular de Máximo Gracia, el argentino Julio Gil de Muro, decidió no avisarle de ella, pero disponiendo que a partir de aquel momento dos militantes socialistas de confianza, armados con “naranjeros”, lo escoltaran día y noche en previsión del atentado. Aquella medida sorprendió mucho a Máximo Gracia al no estar informado de los motivos de la misma. Y cuando Gracia se retiró a Francia, junto con la división, marchó escoltado por Gil de Muro y dos “sombras” anónimas.
Conocido el ambiente político que reinaba en la 43 división, con el intento frustrado de eliminación masiva del batallón Cinco Villas, en septiembre de 1937, al plantear una limpieza a fondo de sus mandos, y ser sus componentes mayoritariamente de la CNT, orden que vino dada por mandos comunistas, la posterior destitución de Mariano Bueno, jefe de la 130 BM por explicar por escrito los defectos de su unidad, y lo acaecido durante la estancia de la unidad en Bielsa, tal como se acaba de ver, se le debería añadir ahora un hecho transcendente, aunque anterior, como fue la llegada de Rosenberg a la 43ª División en febrero de 1937.
Una llegada que no debió obedecer únicamente a motivos militares, sino también a los políticos. La prueba reside en el círculo de “camaradas” que lo rodearon, casi todos ellos oficiales, que además eran conocidos y activos miembros del PCE. Un indicativo es una foto donde aparecen gran parte de ellos, todos oficiales. Foto que se irá repitiendo en diferentes momentos más reducida o ampliada en gente, y muy probablemente todos ellos miembros del mismo Radio de Boltaña del PCE. Aspecto el de su providencial llegada a la 130 BM, que no apunta precisamente a una casualidad, y por lo mismo no se puede relativizar, ya que tal como afirmaba Peirats, la politización, dentro de la 43ª División se hizo extensiva a dos brigadas muy concretas, a la 130 y a la 72, fracasando en la 102, como afirmó el Comisario divisionario Máximo Gracia en su informe, pero con intento de asesinato frustrado de sus mandos.
De ahí se entiende la necesidad imperiosa del envío a determinadas unidades de cualificados miembros de las brigadas internacionales, y particularmente de gente de la Internacional Comunista, con la misión de fomentar el proselitismo, adoctrinando y coordinando las acciones a realizar en las diferentes unidades, la misma que debió continuar realizando Rosenberg durante su estancia en la 55ª División, al repartirse entre ella a gentes muy significadas de la 43, en su mayoría conocidos comunistas.
A modo de cierre, resaltar que el hecho que Rosenberg abandonara toda su documentación y sus cosas personales en Palafrugell, apunta o a una huída precipitada de los brigadistas, de la que no hay constancia, o a una desaparición radical del personaje a causa de motivos desconocidos, pasando de aquel modo del misterio al misterio más absoluto, como corresponde a la estela que debe dejar un agente infiltrado.