Compendio histórico
Según la versión eclesiástica y franquista el obispo de Barcelona, Manuel Irurita, murió fusilado por la CNT en las tapias del cementerio de Montcada, en diciembre de 1936. Versiones posteriores afirman que el personaje sobrevivió a la guerra, al existir varios testigos que tras la toma de la Ciudad Condal por los franquistas, lo vieron salir del propio arzobispado acompañado de otra persona el día 28 de enero de 1939. Testigos a los que las autoridades del momento les hicieron callar amedrentándolos. De ser cierta la historia cabe preguntar: ¿de quién es el cadáver que reposa en la Catedral de Barcelona? o por qué se mantiene vivo el proceso de beatificación ante semejante sospecha.
Dudas que se llevan arrastrando desde 1943, momento en que la Iglesia lo declaró oficialmente muerto después de una “exhaustiva” investigación. Resolución que no satisfizo a todos, puesto que había opiniones para todos los gustos, tanto en un sentido como en el otro. Una de aquellas dudas se fraguó a causa del llamativo hecho que significaba que la Santa Sede no nombrara un nuevo obispo para la diócesis de Barcelona hasta 1942, cuando llevaba vacante desde 1936. Obispado que tras ser propuesto por Franco le correspondió en suerte a Gregorio Modrego Casáus que finalmente fue aprobado por Roma aquel mismo año.

Pero el detalle puntual de que la silla episcopal hubiera estado vacante seis años, parecía avalar los rumores que habían estado corrieron en torno a la dudosa muerte de Irurita. Tal vez por ello muchos vieron, en aquella prolongada tardanza, un signo de las evidentes dudas vaticanas al respecto de la muerte del personaje. Unos cuantos años después se tendrán noticias de la existencia de ciertos papeles eclesiásticos que estuvieron corriendo en determinados círculos, incluso políticos, avalando la supervivencia de Irurita en unos años en que se le estaba dando oficialmente por muerto.
Sin embargo en tiempo actual el problema reside en que la iglesia oficial desde 1958 quiere canonizar a Irurita como mártir, causa eclesiástica que por un motivo u otro se estuvo postergando, hasta que el cardenal arzobispo de Barcelona Ricard María Carles decidió reabrir de nuevo la” Causa de Canonización” o “Declaración de martirio de monseñor Irurita” en 1994, y ante las dudas que existían sobre el cadáver, el buen arzobispo encargó a especialistas una prueba de ADN, que según los interesados salió positiva en función de quien opine. Y ahora todo parece indicar que la causa continua inexorable su trámite ordinario.
El estado de la cuestión
Desde aquellas fechas de 1943 en que se dio por identificado el cadáver de Irurita, han sido innumerables los artículos dedicados al asunto, que además ha dado también para varios libros, interviniendo en la historia desde aficionados hasta grandes especialistas en los más diversos campos, pero lo más sorprendente es advertir que la actual polémica parte de la propia iglesia ya que fue ella quien lo abrió, al someter aquel mismo asunto a “una investigación minuciosa”.
Investigación que fue ordenada por el administrador apostólico de Barcelona, que era el personaje que en aquel tiempo ocupaba la vacante existente en el cargo de obispo tras la detención y desaparición de Irurita en diciembre de 1936, plaza que se cubrió con Miguel de los Santos Díaz Gómara, al que más tarde sucedería Modrego Casaús, un trabajo de investigación del que se hizo cargo el vicario José Morera.
Investigación que nunca se llegó a hacer pública en toda su extensión, un trabajo cuyo original debió abarcar como mínimo más de 80 folios, con la salvedad de que la misma solo tuvo un objetivo, llegar a unas conclusiones harto discutibles al tener un carácter corporativo, pero que sirvió para que el obispo Modrego amparando en ella considerara “suficientemente probada la expresada identificación, siendo el cadáver correspondiente a la ficha 814 de los hallados en el Cementerio de Moncada […] el propio y verdadero de tan insigne prelado”.
Afirmación que Modrego realizó por escrito el 16 de noviembre de 1943. Y con ella en la mano tuvo lugar el traslado del cuerpo del supuesto finado desde el cementerio de Montcada, donde estaba provisionalmente enterrado, a Barcelona procediéndose punto seguido a su entierro en la catedral metropolitana el día 3 de diciembre de 1943, sepelio que tuvo lugar en la capilla denominada del Cristo de Lepanto.

Los nuevos documentos
Trascurridos más de 70 años desde aquella fecha, ahora viene a resultar que después de tanto tiempo y tantos trabajos a nadie se le había ocurrido buscar entre los legajos de la propia Causa General franquista qué había al respecto del mismo hecho. Y tal como ya era de esperar ha saltado la liebre al aparecer en la misma dos “expedientes”, que han resultado tener una cierta transcendencia al resultar en algunos puntos esclarecedores. El primero titulado “Traslación de los restos mortales del Excmo. Y Rvdmo. Dr. D. Manuel Irurita Almándoz (q. e. p. d.), Obispo que fue de esta diócesis, asesinado por los revolucionarios”, con el sello en tinta de Obispado de Barcelona[1].
Expediente que contiene un folleto impreso, compuesto de 11 páginas, del que sólo se conservan tres ejemplares en distintos lugares[2] obra que según los catalogadores del CCUC[3] tuvo como autor a Gregorio Modrego Casáus (1890-1972), dato último discutible pues no figura como tal en la impresión ahora aparecida, al menos en la copia que se conserva en la Causa General. Folleto que en apareció publicado resumido en las páginas de La Vanguardia, pero sin que se explicara en aquel artículo del diario el origen del mismo o los motivos, original que dio por recibido impreso el fiscal de la Causa General el día 21 de diciembre de 1943 que lo incorporó a la misma como elemento de prueba.

Tal como se acaba de referir, las conclusiones finales que aparecen en el folleto son las mismas que aparecieron en forma de noticia en La Vanguardia del día 1-12-1943[4], bajo el título: “Cómo se identificaron los restos del doctor Irurita. Informe del vicario general”, pero limitándose el reportero del momento a copiar las páginas 6 a 10 del folleto, sin hacer mención alguna sobre la existencia del mismo o sobre el resto del contenido que en algunos aspectos resultaba cuando menos muy curioso.
El otro documento encontrado también en la misma Causa General es el expediente abierto con motivo de la desaparición y muerte de Irurita compuesto por 15 folios. Durante aquella averiguación aparecen declarando en el mismo, por ejemplo, la viuda de Antonio Tort, el joyero en cuya casa se refugió Irurita y lugar donde fue apresado, la portera de la finca, el chofer de Irurita, que resulta ser el hermano del sastre también de Irurita, una de las monjas detenidas en casa de los Tort, el alguacil del palacio episcopal o el encargado de desenterrar los cadáveres del cementerio de Montcada.
Una pieza que permite en general descubrir los pequeños detalles que confirman o desmienten cuestiones que después en apariencia parecerán ser decisivas para el caso, como por ejemplo el asunto de cierto jersey, la supuesta desaparición del cadáver del pariente de Irurita, el tema del traje de Irurita y así hasta un largo etc., etc.[5]
Cuestión curiosa es que el 30 de julio del 2019 y también el 30 de julio del año siguiente aparecieron en dos páginas digitales, de evidente adscripción religiosa, un trabajo publicado bajo el título: “Identificación del obispo Irurita y condena a muerte de un religioso por la Generalitat. Entre los documentos sobre la Generalitat durante la guerra civil se encuentra la condena a muerte de un religioso y la identificación de Irurita”, en cuyas páginas aparecían dos o tres reproducciones del mismo documento que estamos comentando, pero haciendo creer a los lectores que estas había salido de la propia Generalitat. Santa Lucía les conserve la vista a los autores[6].
El auténtico motivo de la redada
Hasta el presente ha sido relativamente fácil especular durante años sobre las causas que desencadenaron la detención de Irurita en casa de los Tort, cuando la realidad fue bastante menos truculenta y mucho más prosaica, tal como se podrá apreciar en un documento que se inicia: “Se certifica por Don Eliseo García Martínez, auxiliar letrado, secretario accidental de la Causa General de Barcelona, Gerona y Baleares, que Certifica que en la pieza Separada número 4 (Checas) obran los particulares siguientes:”
Y con toda normalidad el secretario mencionado escribe: “Con motivo de practicar las patrullas (de Control) de referencia un registro en el monasterio de Montserrat, hallaron una lista en la que figuraban diversas personas que habían asistido al citado monasterio en una peregrinación, entre las cuales se encontraba el nombre y domicilio de Antonio Tort Rexachs, domiciliado en Call, nº 17. El día 1 de diciembre de 1936 se personaron en el domicilio del Sr. Tort unos doce patrulleros[7] (que) realizando un minucioso registro de la casa….” Advirtiendo que la información anterior había salido de la documentación que poseían los redactores de la Causa procedente de las “checas” tal como consta[8].
Hablando del mismo registro en la casa de la familia Tort, la viuda de Antonio Tort también afirmaba en su declaración que: “Después de hacer un minucioso registro y de robar cuanto pudieron de objetos de valor, ya que el Sr. Tort era joyero y además debido a la confianza que todo el mundo tenía en él guardaba en depósito una infinidad de alhajas, cálices, custodias y demás objetos de arte religioso, fue inmenso el botín que se llevaron las patrullas”.
Olvidando la señora Tort referir en su declaración lo que después declarará precisamente uno de sus vástagos[9], como por ejemplo: “Cuando las patrullas detuvieron al Sr. Obispo al entregarse dijo que se llamaba Manuel Luis Pérez, sacerdote a secas, sin hacer otra manifestación, en cambio su familiar,[10] dio su verdadero nombre, y en cuanto a mi padre y mi tío también dieron los correspondientes”.

El asunto de las joyas
El mismo testigo en otra declaración habla de las joyas antes citadas por su madre, pero especificando más aún que esta: “Se llevaron de mi casa tres custodias, varios cálices, dos copones, dos Paquetes conteniendo valores del estado propiedad del padre Torrent, que los administraba de penitentes suyos[11]. También se llevaron cubiertos de plata y joyas por un valor que no puede precisar, y además de ocho o diez mil pesetas en billetes del Banco de España, y algunas monedas de oro[12] […]”
Pero la demostración de que los patrulleros no entraron con otro fin que detener a un par de personas muy concretas fue que : “Se dejaron por coger con la precipitación, dos custodias […] la primera de gran valor pesaba 27 kilos en plata y cuatro de oro y entre brillantes y perlas pasaban de doscientas, y la otra tiene mucho menos valor […] para que se salvasen de otras requisas entregue dieciocho cálices, diecisiete de plata y uno de oro, a Rafael Martínez que vive en la calle de san Ramón del Call […] también se llevaron ocho vinajeras (sic) de plata…”
Y una mentira del testigo: “se llevaron a cuatro monjas carmelitas de la Caridad, y otra, que estaba moribunda la dejaron y al cabo de ocho o diez días murió…”. Mentir en aquella época salía muy barato a los vencedores, ya que la realidad había sido que los patrulleros vieron a cuatro monjas pero sólo se llevaron a dos, que poco después fueron puestas en libertad, y en la casa de los Tort quedaron otras dos, según testimonio de una de las monjas detenidas. Otro de los “desmanes” fue que: “recogieron todas las imágenes y los objetos sagrados […] y lo quemaron todo frente de mi casa, echándolos previamente por el balcón…”[13].
Otra cuestión que el testigo se dejó en el tintero fue explicar que acaeció con la joyería familiar, situada en los bajos de la misma finca, de la que nada se sabe, ni en positivo ni en negativo, quedando demostrado así que los patrulleros se limitaron a cumplir su orden de detención, tal como vamos viendo, de dos personas concretas y de rebote al encontrase con el resto: dos sacerdotes, cuatro monjas y las joyas, se limitaron a tomar decisiones.
La misma detención según otro testigo
El 10 de septiembre de 1943, ante el fiscal delegado de la causa general de Barcelona compadece la testigo María Ferrer Carretas, de 43 años, soltera, natural de Mont Blanch (Tarragona) de profesión portera, con domicilio en la calle del Call nº 19 que: “Declara que al iniciarse el G.M.N. (sic) (Glorioso Movimiento Nacional) la declarante estaba en la portería, y a las tres de la tarde, poco más o menos, se presentaron seis o siete milicianos armados, (que) le preguntaron por Francisco Tort y Mercedes Tort, que vivían en “el piso principal de la casa”. En resumen, los patrulleros no eran tantos como se afirmaba y además venían a tiro fijo.
“Al cabo de un rato bajaron junto con el obispo de Barcelona Dr. Irurita, (después se enteró la declarante que lo era, puesto que hasta entonces no lo había sabido) Don Antonio Tort, don Francisco, y la Srta., Mercedes Tort, y además un señor que no conocía la declarante, del cual cree que dijeron que era el secretario, pero no puede asegurar que lo fuese. […] Sobre las nueve de la noche del mismo día regresó la Srta. Mercedes, la cual le dijo a la declarante que la habían dejado en libertad, pero no así a su padre y tío y demás detenidos”.
Pero según el testimonio de la madre, Mercedes no regresó a casa hasta el día cinco, detalle que desmienten el resto de los testigos, ya sea la portera tal como hemos visto, o una de las monjas detenidas, al afirmar ambas que Mercedes regresó a su casa la misma noche de su detención.
El modo en que se inició la operación
Para la portera quedó muy claro el objetivo de aquella redada: una “lista”, versión que cuadra con el primer informe: “Que no sospecha de quien pudo denunciar la existencia de dichos señores y que cree que solo iban a buscar a Francisco (Tort) y a Mercedes Tort, pues los milicianos llevaban una lista, y cuando llegaron a la portería, mirando la lista, le dijeron: “Francisco y Mercedes Tort, viven en el principal, ¿verdad?”.
A destacar que la testigo no habló para nada de la existencia en la casa de cuatro monjas, dos de ellas detenidas en la misma redada, Montserrat Sabanés y María Torres, o de las otras dos, la madre Elvira y la madre Micaela, que por gentileza de los terribles patrulleros quedaron en el piso, una a causa de su grave estado de salud y la otra por su avanzada edad. De las primeras una de ellas en concreto prestará su testimonio en la Causa General, en su caso María Torres.
Después se sabrá que en opinión de Mercedes la hija de Tort, la redada después de procederse al registro desembocó en la necesidad casi absoluta de llevarse a alguien detenido, y por lo mismo la muchacha especificó tres grupos concretos: “Mi tío y yo (los que aparecían en la lista) […] el señor obispo y don Marcos por sacerdotes y papá por ser el jefe de la casa, aunque dijeron que solo era para declarar [….] en los coches iba un miliciano a cada lado, de pie en el pescante, sosteniéndose con una mano y con la otra el fusil.
Exhumación en Montcada
Algo que tampoco nadie ha explicado es que el cadáver de Irurita pudo ser exhumado en dos ocasiones distintas. La primera pudo haber corrido a cargo del juez José Bertrán Quintana, que por orden de la Generalitat, fue el juez instructor encargado de las investigaciones sobre la violencia en la retaguardia catalana, en el sumario de los cementerios clandestinos[14], operación que tuvo lugar en diversos cementerios, entre otros el de Montcada. Operación que tuvo lugar entre el 26 de noviembre de 1937 y el 30 de marzo de 1938, desenterrándose 450 cadáveres, de los cuales sólo se pudieron identificar 164. Y una segunda después de la guerra, que tuvo lugar entre el 31 de mayo de 1940 y el 22 de enero de 1941, momento en que se fueron desenterradas 1155 víctimas y lográndose identificar a 308. Datos que corrobora en la propia Causa General un testigo de excepción: Miguel Torrens Roig, en su caso el encargado de realizar la segunda exhumación de Montcada y supuesto momento en que hizo su aparición el cuerpo de Irurita.

Torrens era natural de Santa Margarida i els Monjos (Tarragona). Tenía 53 años y estaba casado, y que en aquel tiempo era regente de la Casa Provincial de Caridad de Barcelona, cargo que ocupaba desde el año 1927, y por ello el testigo podía afirmar que en el año 1938, un juez de la Generalitat llamado Bertrán de Quintana ordenó la apertura de la fosa clandestina “que habían establecido los terroristas (sic) rojos en Moncada, y el dicente por su cargo tuvo noticia de dicha apertura, pero no intervino en las diligencias […] fueron exhumados 450 cadáveres”.“[…] al ser liberada Barcelona se procedió de nuevo a la apertura de la fosa clandestina […] siendo el dicente el encargado de dirigir los trabajos de exhumación, por ello puede afirmar que se llegó a la exhumación de 1150 cadáveres”.
Llegado a aquel punto Torrents retoma la historia afirmando de forma taxativa que: “Entre los cadáveres exhumados en Moncada, puede asegurar el dicente que se encontraba el del Obispo de Barcelona Dr. Irurita, que fue reconocido sin vacilación de ningún género en el momento de ser descubierto el cadáver por la viuda Tort, existiendo además el detalle […] de que en el momento de la detención llevaba una camisa de la cual se habían cortado los puños […] Además el jersey que llevaba el cadáver fue reconocido por la hija de los señores Tort como hecho por ella, dicho jersey lo llevaba puesto el día de su detención”.
Sin embargo en los “particulares” del mismo expediente de “persecución religiosa” se explica que Irurita durante su estancia en la casa de los Tort, el obispo se había dejado barba, o que “vestía traje gris, guardapolvo, bufanda negra, zapato negro y camisa rayada”, y curiosamente en aquella descripción no aparece mencionado jersey alguno, sobre el cual a posteriori se hará tanto énfasis, teniendo en cuenta que dicha descripción de la vestimenta, como el resto de las afirmaciones vertidas en aquellos “particulares” está extraída de “la pieza Separada número 4 (Checas)”. Del mismo modo que las “particulares” se afirma que “los Tort fueron totalmente desvalijados”, cuando sabemos que el comentario no era cierto.
Otro de los detalles a resaltar de los “particulares” de la Causa es que: “…en diversas ocasiones parece ser que (Irurita) fue invitado por algún consulado a que abandonase la capital, para lo cual habían de facilitarle el pasaporte, toda vez que el viaje debía ser por barco, pero con la imposición de que tenía que renunciar al Obispado, negándose rotundamente en cuantas ocasiones le hicieron tal proposición”. De ser cierto el comentario, significa que alguien desconocido debió ponerse en contacto con determinadas embajadas, para que se hicieran cargo del “paquete”.
Y algo de ello hubo cuando en la propia La Vanguardia de 1943 se hicieron públicas aquellas componendas: “Un momento de gran preocupación fue aquel en que llegó a prepararse su salida de la zona roja. Cuando se indicaba al señor obispo la conveniencia o necesidad de que procurase salir de Barcelona, manifestaba su franca oposición, por creer un deber suyo no ausentarse de su diócesis. La hermana Torres, dice: «Más de una vez le oí decir “si el Santo Padre me llama, correré a su llamamiento, a pesar de los peligros, pero, de lo contrario, que estaba contento de no separarse de su diócesis” Pero lo cierto es que se intentó su huida para salvarlo, siendo, aparte de otras veces en que algunos particulares lo intentaban, director de la empresa el cónsul de Italia en Barcelona, don Carlos Bossi, quien se sirvió de un caballero barcelonés muy cristiano y conocido, y ayudándole el cónsul general de la Argentina”.
“Fue una empresa muy laboriosa ponerse en contacto con el prelado y recabar su consentimiento, que solamente otorgó porque sus consejeros, unánimemente, le decían que era necesario que saliese de la zona roja. Hechas con gran solicitud y cautela las debidas diligencias, un alto personaje extranjero a quien incumbía llevar a cabo la liberación del doctor Irurita y que había dado antes palabra de sacarlo, exigió, como previa condición, que el doctor Irurita debía renunciar antes a la Mitra de Barcelona por medio de una carta que él se cuidaría de hacer llegar a manos del Papa. Informado de ello el prelado, dijo rotundamente que debía acabar toda negociación para salir de Barcelona, porque veía claro que era voluntad de Dios que permaneciese en ella”[15].
El cónsul italiano Carlos Bossi (1892-1972, que según aquel reportaje destacó en el intento de salvar la vida a Irurita era un hombre ilustrado y naturalmente fascista. Ingeniero y diplomático de carrera era militante del Partito Nazionale Fascista. Personaje que ocuparía diferentes cargos diplomáticos y consulares entre 1919 y 1955 tanto en Europa como en África y América. Entre sus destinos estaría el de cónsul general en Barcelona entre el 18 de febrero de 1936 y el 20 de noviembre del mismo año; regente de 1ª de la embajada italiana en Salamanca entre abril y julio de 1937; miembro de l´Ufficio Stampa Italiano in Spagna[16], entre agosto de 1937 y enero de 1939; cónsul general en Barcelona de nuevo entre enero de 1939 y abril de 1940. En su caso el innominado cónsul general de Argentina, tuvo que ser Jorge Blanco Villalta, del cual no constan detalles.
En ambos casos, tanto italianos como argentinos tenían barcos en aguas españolas con diferentes misiones, en el caso de los italianos con la nave Tevere que estuvo atracada en las proximidades del puerto de Barcelona y donde se guardó parte del archivo consular reservado y los descifradores. En el caso argentino con dos buques de guerra en constante trasiego por la costa mediterránea El torpedero Tucumán y el crucero 25 de mayo, ambos utilizados para evacuar evadidos de la zona republicana. Hechos que demuestran la posibilidad y las oportunidades que hubo para sacar a Irurita de España.

El asunto de los cadáveres
En la declaración realizada por María Gabín, esposa de Antonio Tort, ésta explica cómo se consiguió localizar los cadáveres de su esposo y de su cuñado en Montcada: “Que debido a las indagaciones efectuadas por el hijo de la dicente José M. Tort Gabín, encontró en los ficheros del Hospital Clínico la medalla escapulario que llevaba el esposo de la dicente y su hermano, reconociendo así mismo el pañuelo de bolsillo con sus iniciales y las ropas que figuraban en dicha ficha con ellos fueron reconocidos los cadáveres de los hermanos Tort…”
Continuando con su declaración la viuda de Tort habló de la búsqueda y reconocimiento del cadáver de Irurita: “…aparecidos en las excavaciones de Moncada y suponiendo que sería fácil encontrar los dos cadáveres del Dr. Irurita y su familiar Rvdo. Goñi (su pariente y secretario) se hicieron asimismo todas las indagaciones reconociendo la dicente el fichero en que aparecían las ropas que eran las que vestía el Sr. Obispo que precisamente el jersey y la camisa, pertenecían a la familia Tort que se la habían prestado y cuyo jersey había sido confeccionado por las hijas de la dicente […]. En otro apartado figuraba que el jersey de marras no lo habían elaborado “las hijas”, como se afirmaba en plural, sino Mercedes Tort, una contradicción más de la testigo.
Por cerrar el apartado de la identificación de Irurita, en el informe de la investigación emprendida por la Iglesia en 1943 se dice que: “Con destino a estas diligencias el sastre Honorio Pérez había entregado un retazo de la pieza, de que se confeccionó el traje de paisano del Sr. Obispo: y cotejándolo con pedazos de la americana y el pantalón del cadáver, dicho maestro pudo afirmar que, no obstante la acción de la cal sobre el tejido, “el traje era idéntico a la muestra” (fol.27) Lo que asimismo dictaminaron los peritos técnicos designados por el Sr. Director de la Escuela Industrial de esta ciudad, en su concienzudo informe fol. (15-17”).
Vistos aquellos supuestos exhaustivos peritajes todo apunta a que dicha prueba no se podía rebatir. Sin embargo en la Causa General hay un oportuno testigo de cargo. Se trata de Eusebio Pérez Monsonis, de 41 años, natural de Almedijar (Castellón) de profesión chofer, que resultó ser el conductor habitual del Sr. Obispo desde 1921, Personaje que después de relatar en su declaración lo acaecido en el palacio episcopal el día de la huída de Irurita, ante el asalto de las “hordas rojas”, y su refugio en casa del padre Faura, en el Pasaje de Sant Felipe Neri nº 3, de donde después pasaría a casa de los Tort, Pérez entra en el asunto del traje de Irurita, al conocer directamente la historia.
“Manifestando asimismo que el declarante tiene un hermano sastre llamado Honorio Pérez Monsonis que en aquel entonces vivía en esta ciudad y fue él el que confeccionó un traje para el Sr. Obispo, que era precisamente el que llevaba cuando lo detuvieron y sabe que cuando se trató el reconocimiento del cadáver por medio de la ficha concurrió dicho su hermano a Moncada para que manifestara si las ropas coincidían con el traje que él había confeccionado, sabiendo (él) que no pudo asegurarlo concretamente debido a lo deteriorado que se hallaba”.
En conclusión en el informe elaborado por la iglesia se miente descaradamente al afirmar que el sastre “…pudo afirmar que, no obstante la acción de la cal sobre el tejido, “el traje era idéntico a la muestra”. Y por lo mismo es de imaginar que el sastre no aporto retal alguno para cotejarlo como se afirmaba en el informe eclesiástico y por lo mismo, mal podría existir un informe pericial posterior. Pero teniendo en cuenta que en la Causa General no había careos, no se tuvo en cuenta aquel comentario negativo del hermano del sastre en aquel punto concreto, de la “investigación exhaustiva”.

La búsqueda del cadáver de Marcos Goñi
La misma testigo relata al interrogador de la Causa General la búsqueda infructuosa realizada del cadáver de Marcos Goñi, el pariente y secretario de Irurita, al que algunos autores consideran enterrado en la catedral, en lugar de Irurita: “En cambio hasta la fecha y aún cuando se encontraron vestigios del cadáver del familiar del Sr. Obispo Dr. Goñi no se pudo reconstruir por hallarse los restos incompletos debido ello a que fueron los cuatro asesinados las primeras víctimas que echaron en la fosa y debido a que encima de ellos aparecieron novecientos cadáveres quedó materialmente deshecho”[17]
Historia anterior muy exagerada, que además entra en conflicto directo con lo declarado por Miguel Torrens, en su caso el encargado de la exhumación del cementerio de Montcada de 1940, dado que éste afirma sin ningún género de duda: “que también apareció y fue reconocido el cadáver del familiar del Sr. Obispo don Marcos Goñi, así como los de los hermanos Don Antonio y Don Francisco Tort Reixachs (sic)”. Declaración por tanto que entra en conflicto total con la realizada antes por la viuda Tort.
Por otra parte, por internet corre un video donde aparecen las exhumaciones de Montcada, y en uno de los fotogramas se recoge el detalle siguiente: “Ficha de Antonio Tort 803, ficha de Francisco Tort 823, ficha de Irurita 814, ficha de Marcos Goñi 788”. Es decir, que se tenía perfectamente identificados los cuatro cadáveres[18]. Identificación que se adjudica, en el mismo fotograma, a la época del juez republicano José Bertrán Quintana, inhumación que tuvo lugar entre el 26 de noviembre de 1937 y el 30 de marzo de 1938. De ahí que ahora existan dudas razonables al seguir sin saberse en qué fecha concreta se reconoció a todos o a una parte, durante la guerra o a posteriori.
Para más inri, recordaremos ahora lo que afirmaban dos autores hace muy pocos años[19], que en el año 1942, los familiares tanto de Irurita como de Marcos Goñi fueron a Montcada con la intención de reconocer a sus respectivos deudos. Misión estéril, dado que cuando a los hermanos de Irurita les presentaron el supuesto cadáver del hermano, ambos hermanos afirmaron categóricamente que “éste no es nuestro hermano”. La prueba de lo verosímil de la historia será que los mismos personajes ya habían buscado a su hermano en 1939, o impusieron silencio a los testigos que lo vieron con vida en Barcelona aquel mismo año, por lo mismo no podían admitir, tres años más tarde que había un cadáver posiblemente ante la esperanza de que todavía continuaba vivo.
Detalle al que se debería añadir lo referido por la Sra. Emeteria, prima de Irurita y su mayordoma durante más de 30 años, que explicó en una carta dirigida al historiador Sospedra “que el cráneo que le mostraron tenía un diente de oro en un lugar donde Irurita nunca lo había tenido”. Después aparecerán informes dentales diciendo todo lo contrario, debió ser por una cuestión de fe.
Caso idéntico al del malogrado Goñi, ya que en 1986 la María Cruz Goñi Almandoz, hermana de Goñi, escribió una carta dirigida al historiador Antoni Sospedra, en la cual aparte de aclarar el parentesco del obispo con Goñi, “al ser su madre prima segunda del tío Manuel Irurita”, le explicó también que en 1942, “nos avisaron que había” en el cementerio de Montcada, “un cadáver con las dimensiones de estatura, forma de cabeza, etc., que podía ser nuestro hermano”, pero al presentarles el cadáver la familia quedó convencida que aquellos restos no eran los de su hermano y allí se quedó[20].

El cadáver de la catedral
Los mismos autores de aquellas aportaciones demoledoras haciendo piña con el sacerdote e historiador Antoni Sospedra i Buyé, apuntaban la posibilidad de que el cadáver enterrado en la catedral de Barcelona podría ser el de Marcos Goñi, apuntando también el presente autor, que tal vez por ello sus respectivas familias no pudieron reconocer a ninguno de los dos deudos, al haber sido substituido el uno por el de Goñí, y en el caso de Goñi por el cuerpo de un desconocido. Es decir, el círculo perfecto.
Tal vez por ello el profesor Ángel Carracedo del instituto de Medicina Legal del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Santiago de Compostela, que fue el encargado de realizar el estudio de ADN de Irurita, a requerimiento del arzobispo de Barcelona, a la pregunta “¿Puede ser que los restos también pueden pertenecer a un familiar por vía materna, es decir un sobrino de Irurita, Marcos Goñi Almándoz? Carracedo contestó con un lacónico “puede”[21].
La prueba del ADN
Reforzando lo anterior: “según la nota del arzobispado de Barcelona del 11 de enero del 2000, los restos (analizados) pertenecen a un familiar por vía materna, tal como un hermano biológico, de las señoras Regina y Raimunda Irurita Almándoz, y por tanto pertenecen con una alta probabilidad, superior al 99%, al Excmo. y Rvdmo. Mons. Manuel Irurita Almándoz”. “Pero no se descarta que pudieran pertenecer a los de su sobrino, el sacerdote Marcos Goñi Almándoz, que fue ejecutado junto a los hermanos Tort en Montcada”[22].
Tras aquella prueba de ADN, todo pareció encauzarse, pues la ciencia había emitido su última palabra. Pero el 30 de noviembre de 2006, las aguas volvieron a removerse, al aparecer en La Vanguardia un provocador titular: “Irurita aparece vivo tras la guerra. Seis personas se toparon con el obispo dos días después de la entrada franquista en Barcelona”. Trabajo que de hecho constituía una trilogía, al estar formado por tres artículos consecutivos y numerados bajo el título genérico de “El enigma del obispo mártir”, y los tres salidos de la misma pluma, la del periodista Josep María Sória[23]. Un asunto que no sorprendió en demasía a más de un vecino del barrio del Clot, al conocer personalmente muchos de ellos a los protagonistas de aquella enigmática historia.
La trilogía de La Vanguardia
En el primer artículo de aquella trilogía, que se puede considerar una investigación a fondo de aquel asunto, el autor abordaba un asunto peliagudo, el rechazo de Franco a los diferentes intentos de canjear a Irurita, haciendo público el documento descubierto por el monje benedictino e historiador Hilari Raguer en los archivos secretos vaticanos, en concreto uno fechado en octubre de 1937. Es decir, 10 meses después de la supuesta muerte de Irurita en Montcada, momento en que Franco y la Santa Sede estaban negociando la liberación de Irurita con las autoridades republicanas. El documento estaba fechado el 9 de octubre de 1936 y formaba parte de las negociaciones para el intercambio de prisioneros entre la República y los militares rebeldes.
Más adelante, el cardenal Gomá comunicará a Pacelli, el futuro papa XII, la postura adoptada por Franco sobre la propuesta de canjear al obispo por Pedro María de Irujo, abogado nacionalista vasco, sentenciado a muerte por espionaje por los franquistas y hermano de Manuel de Irujo del PNV, en aquel entonces ministro sin cartera de la República, rehén al que Franco se negó a entregar, y así quedó el asunto, en nada[24].
El segundo de los artículos, titulado: “El Manuscrito de un anarquista niega que el obispo Irurita fuera ejecutado en Montcada”, no lo vamos a comentar al estar suficientemente rebatido el asunto por Agustín Guillamón, al estar basado dicho artículo en el libro de Miquel Mir: “Entre el roig i el negre”. Obra panfletaria refutada de forma demoledora por el amigo Guillamón en dos memorables trabajos, “Memorias de un pistolero de la FAI, y crónica de Barcelona”[25], “El “caso Mir” o el odio clerical a los anarquistas. De la novela a la crónica, de la crónica al libelo, del libelo a la historia basura”.
El tercer y último artículo con el que se cerró aquella serie era el mencionado, “Irurita aparece vivo tras la guerra. Seis personas se toparon con el obispo dos días después de la entrada franquista en Barcelona”, asunto que vamos a comentar de forma sintética al ser aquel trabajo accesible por Internet, pero muy digno de leer al detalle al constituir la prueba evidente de la falsedad de aquel “martirio”, que al final había resultado ser una historia casi idéntica al famoso grabado de Silos “La duda de Tomás”, donde se plasma la resurrección de Cristo ante sus apóstoles, solo que aquella ocasión, a diferencia de Jesús, el obispo barcelonés no se dejó besar el “anillo”, al retirar la mano.

Irurita vivo
En dicho trabajo su autor afirmaba sin tapujos que al menos seis personas vieron vivo a Irurita la mañana del 28 de enero de 1939, justamente dos días después de la entrada de las tropas de Franco en Barcelona, y cuando habían transcurrido dos años y un mes desde su presunto fusilamiento en Montcada. Las personas que se toparon con él en la calle del Bisbe Irurita de la capital catalana aquella mañana fueron los señores Aragonés y Arbós, dos hijos del primero, Josep y Joan, que entonces tenían 12 y 10 años, y el doctor Reventós, que había visitado en alguna ocasión al obispo dada su profesión, personaje que dejó su testimonio en forma de carta a sus hijos, carta que La Vanguardia trascribía a pie de página, aquel día Reventós iba acompañado del señor Riera. Todos ellos conocedores de su fisonomía, incluidos los niños, pues habían coincidido en unas cuantas ceremonias, departiendo después con él.
Uno de los testigos, Josep Aragonés y Rebollar, que tenía 80 años en el 2006, era canónigo emérito de la catedral de Barcelona, y había sido vicario episcopal para el Penedès, el Garraf y la Anoia con el cardenal Jubany, y autor de los 16 volúmenes de La Biblia. Reconocido experto era desde mediados de los sesenta del siglo pasado párroco en Torrelavit, cerca de Sant Sadurní. Dotado de una memoria prodigiosa, mosén Aragonés contaba por vez primera de forma pública y en la prensa, los pormenores de su fortuito encuentro con Irurita aquel año de 1939.
Tras el triunfo franquista y la consiguiente entrada de sus tropas en Barcelona, aquel sábado 28 de enero de 1939 se había convocado una misa de campaña en la plaza Catalunya. El señor Aragonés, vecino del Clot y hombre muy devoto y creyente, que un mes antes había enviudado, paseaba junto con dos de sus hijos, Josep y Joan, y un amigo, el señor Arbós, al haber decidido acudir a aquella misa de acción de gracias. Contó Aragonés que el grupo subía por la calle del Bisbe en dirección a la plaza Nova cuando, y al pasar por delante del palacio episcopal se abrió una puerta por la que salieron dos personas. Iban con gabardinas o abrigos oscuros y ambos tocados con sombrero o quizás con boina. Los señores Aragonés y Arbós inmediatamente reconocieron en uno de ellos al obispo Manuel Irurita.
El reconocimiento
Con la natural sorpresa que hacía el caso se acercaron a él y le dijeron “Señor obispo, ¡creíamos que le habían fusilado!”. El interpelado bajando la voz les espetó: “No griten, que me comprometen”. El azar hizo que, unos instantes después, apareciera en escena el doctor Reventós, que había tenido como paciente al obispo Irurita. El médico, que conocía a Arbós, también se sorprendió al reconocer al obispo, al que saludó, y éste le insistió igualmente en que no lo comprometiera.
Acto seguido, Irurita desapareció sin más en dirección a plaza Sant Jaume, mientras Aragonés y sus acompañantes se quedaban prácticamente paralizados. Recordaba Josep Aragonés que la persona que acompañaba al obispo Irurita no mostró impaciencia alguna, ni tampoco el portero del palacio episcopal que presenció la escena demostró extrañeza ante la presencia del obispo.
Las consecuencias
La familia Aragonés y el señor Arbós, confundidos, volvieron al Clot sin ir a la misa de campaña de la plaza Cataluña, Llegados a su destino se dirigieron a la capilla de las monjas Paulas, en la calle Mallorca-Montaña, que hacía las veces de parroquia, al haber sido destruida la del Clot durante la guerra. Al encontrarse allí con un grupo de personas, entre ellas a un cura del requeté de uniforme y pistola al cinto que se llamaba Arredondo, narraron lo vivido en la calle del Bisbe.
Pasados unos días, el citado Arredondo convocó a Aragonés, a sus hijos y a Arbós a un piso del paseo de Gracia, o quizás de la Rambla de Catalunya. Mosén Josep Aragonés no lo pudo precisar con exactitud, aunque recuerda cómo le impactó “aquella casa de senyors de grans habitacions”. El motivo era una reunión con dos hermanos de Irurita, uno fraile capuchino y el otro laico. De hecho, según Aragonés, se trató de un interrogatorio de cada uno de los testigos del encuentro, en solitario, sobre lo que habían visto y dicho el día del encuentro.
Al terminar, se reunieron todos en el recibidor de la casa. El capuchino informó de que les llegaban noticias de otras personas que habían visto al obispo Irurita con vida, lo cual les angustiaba. El otro hermano sentenció que los cuatro habían contado lo mismo y de la misma forma concluyó que “Manuel era un santo”. El capuchino terció diciendo: “Déjate de santos, nosotros queremos saber dónde está”. Finalmente les pidieron de buenas formas que no divulgasen la noticia. Y les dijeron que a su hermano no lo habían fusilado, sino que lo habían trasladado a Rusia (sic).
También el doctor Reventós fue convocado a una reunión con el presidente de la Diputación, José María Milá Camps, I conde de Montseny, el alcalde de Barcelona, Miguel Mateu, el jefe de policía, el coronel José Ungría, y Alfonso Güell, conde de Ruiseñada, y más tarde con un hermano de Irurita. “Todos se extrañaban de que no se hubiera presentado a las autoridades”, escribió Reventós en una carta dirigida a sus hijos que todavía conservan. Reventós en la misma carta explicaba que […] El coronel Ungria (era el jefe de la policía) y dijo que “podría ser que hubiera muerto en una “checa”, porque en aquellos días todavía funcionaban algunas en Barcelona”. Al cabo de algún tiempo recibió la visita de dos señores, uno de ellos un hermano de Irurita que le repitieron lo mismo[26].
Mosén Josep Aragonés tuvo conocimiento de la existencia de la carta de Reventós cuando el arzobispado inició las investigaciones sobre Irurita y el encargado de hacerlo, el padre Sospedra, le informó sobre la coincidencia de los recuerdos aportados por unos y otros respecto del encuentro con Irurita y sobre los que él había guardado hasta 2006 una discreción absoluta.
Cuando se inició el proceso para la beatificación de Manuel Irurita, Josep y Joan fueron llamados a declarar. Josep explicó lo que narró a La Vanguardia en 2006, narración que le costó algún que otro disgusto, cuando le acusaron de obstaculizar la beatificación de Irurita. Otros, en cambio, creyeron que su testimonio certificaría la santidad del obispo mártir al tratarse de una “aparición milagrosa”. Josep Aragonés explicó que su familia nunca tuvo la impresión de que lo que presenciaron aquel día se tratara de una “aparición”.
Aportaciones complementarias
De las muchas aportaciones que se han producido en el tiempo cabe destacar, entre otras muchas dos en concreto, la del doctor Josep María Ustrell Torrent en 1997, y la de Josep Clará en el 2008. En principio el trabajo del doctor Ustrell Torrent “Odontología forense en la identificació del bisbe Irurita: un treball inedit del Dr. Joan Carol Monfort”[27], es impecable, pero diríamos que excesivamente académico, más propia de trabajo de grado que de un trabajo se supone con pretensiones divulgativas, y excesivamente colegial al hacer del tema dental casi una tesina, y sin advertir al lector de que se trata de un trabajo-homenaje a un amigo.
Por ello, cuando era de imaginar que el trabajo inédito de Carol Monfort aportaría alguna luz al asunto de Irurita, lo cierto es que no trae más que confusión, al dar por hecho en los inicios de aquel informe que el cadáver de Irurita apareció justo al lado del de los hermanos Tort, un hecho inexacto, o afirmando que fue el hijo de Tort el que realizó la primera “identificación por su estatura y la indumentaria”, dando así a dicho hijo la categoría de especialista, o que gracias a dicha gestión el administrador apostólico pidió el 4 de junio de 1940 a los forenses Josep Calicó Maleras y Agustí García-Die Andreu que hicieran un reconocimiento oficial de los restos[28].
Información que no era novedosa puesto que es idéntica al estar calcada a la que aparece en el informe eclesiástico de 1943. Seguidamente habla del informe del sastre Honorio Pérez, diligencia que sabemos que resultó negativa, diga lo que diga el informe eclesiástico, o del tema de la talla de Irurita, extraída de la Caja de Reclutas de Pamplona, y hasta aquel punto lo único que hizo Carol fue seguir el informe de 1943.
Ustrell Torrent a la hora de copiar el informe médico forense, de ser obra y autoría de Pere Carol, éste se limitó a seguir al pie de la letra el contenido del informe de 1943, dando incluso las mismas referencias que aparecen en los folios referenciados de dicho informe, prueba de su seguimiento, incluida la interpretación antropológica de los restos que se dice corresponden a tipos vasco-navarros, definición que se ajusta como un guante tanto en el caso de Irurita como en el de su pariente Goñi, detalle en que al parecer no reparó.
Cuestión distinta es cuando entra en el informe odontológico-forense, que abarca cinco páginas del trabajo, coincidiendo en alguna medida con el de 1943, para llegar al Resumen, donde Carol afirma sin tapujos que: “…de encontrarse la ficha maxilo-dental, detallada por un profesional o profesionales que hubieran atendido al I. Dr. Irurita, existen en el sistema máxilo-dental del cadáver examinado, datos de valor específico para poder verificar una completa identificación”. Es decir, que de encontrarse dicha ficha, con las pruebas existentes entonces, se podría dar la identificación por positiva. En resumen, no lo pudieron comprobar al no tener otras referencias fiables.
Tal vez por ello el doctor Ustrell Torrent apostilla el trabajo de Carol afirmando: “Carol da fe, de forma detallada, de las características dentales de un cadáver pero no puede asegurar a quien pertenecen”. Por lo mismo el 19 de octubre de 1940 Carol escribe a Enrique Twose, dentista de Lérida, que al parecer había tratado a Irurita. Y en la carta le dice que está interesado en recoger todos los datos posibles que pueda tener sobre la dentadura de Irurita, y que por mismo intente recordar tanto las extracciones como las prótesis.
Del mismo modo Carol solicitó otro informe al cirujano dentista José Vissón que al parecer había sido el que intervino en la prótesis de la arcada maxilar superior. Pero al no recogerse las respuestas en el trabajo de Carol, es de suponer que nunca le llegaron. Sin embargo en el informe eclesiástico de 1943 se dice que Vissón si contestó, quedando constancia cumplida de los detalles en dicho informe, cuestión que el doctor Ustrell Torrent no menciona, como tampoco menciona en ningún momento la existencia de dicho informe eclesiástico. Quedando de aquel modo el lector en la duda sobre que pretendió Ustrell Torrent con su trabajo, al no explicar al comienzo que parte del trabajo era el inédito de Carol que pensaba utilizar o que parte era la suya propia.
El misteri de la mort del bisbe Irurita
Tal como afirma Josep Clará en su trabajo[29], en los informes de identificación del cadáver 814 aparecido en Montcada, se notan, según él, contradicciones sospechosas, por ejemplo en el tema de la talla del cadáver, como en la edad, apartado último errado por parte de Clará, al afirmar que Irurita tenía 50 años cuando murió en 1936, cuando la cosa cierta es que por una simple substracción Irurita tenía justamente los 60[30]. Otro hecho sorprendente es la credulidad de Clará al dar por bueno el panfleto de M. Mir “Diario de un pistolero”, asunto que ya hemos comentado antes con los detalles inherentes.
Pero su aportación en apariencia más relevante fue comentar lo aparecido en una obra ajena refiriendo la historia del canje de rehenes, detalles que Clará sacó de la obra, Archivo Gomá: documentos de la Guerra Civil, enero-marzo 1938[31], o apostillando la documentación descubierta por el benedictino Hilari Raguer, sin olvidar citar a J. M. Sória el conocido autor de La Vanguardia o un trabajo similar aparecido en El País, en su caso anterior al trabajo de Sória, dejando para el final sus suposiciones. En resumen poca cosa nueva bajo la capa del sol.
Cajón de sastre
Cuando en La Vanguardia del día 6 de junio de 1940, se da la noticia del descubrimiento de los restos de Irurita, bajo la cabecera titulada: “Para la identificación de los supuestos restos del obispo Irurita”, en dicha noticia se pone de relieve que el obispo administrador apostólico de la diócesis, doctor Díaz Gómara, tan pronto se enteró de la noticia, ordenó incoar el oportuno proceso canónico… y que después de colocar los restos en una caja, se dio orden a la Guardia Civil de custodiarla, o que entre las personalidades que habían ido a verlos habían algunos familiares del obispo.
Poca confianza se tuvo en aquel hallazgo, puesto que transcurridos dos años y medio de aquel descubrimiento, el día 21 de febrero de 1942 se da la noticia del “registro del óbito del doctor Irurita”, en la p. 5 de La Vanguardia: “Por el canónigo doctoral señor Baucells, se ha presentado en el decanato de los Juzgados un escrito solicitando la instrucción de un expediente para la inscripción en el Registro Civil de esta ciudad – del fallecimiento del que fue obispo de esta diócesis doctor Manuel Irurita Almandoz, asesinado por las hordas rojas. Ha correspondido la instrucción del citado expediente al Juzgado número 16”.
Inscripción en el registro civil que no se hará efectiva hasta el 18 de abril de aquel mismo año: “Después de la tramitación del expediente incoado por el Juzgado de Primera instancia nº 16, el juez del mismo ha ordenado en una providencia la inscripción en el Registro Civil del Juzgado Municipal número cinco, de la defunción del Excmo. y Rvdmo. Don Manuel Irurita Almandoz que fue obispo de Barcelona, y que consten en el registro en la inscripción las siguientes palabras: «Muerto por Dios y por España», conforme a lo dispuesto en el artículo primero de la orden de 29 de abril de 1940. Este expediente fue instado por un canónigo de esta cátedra basílica para que constara esta defunción del obispo mártir que fue asesinado por los rojos”.
Lo que al parecer no llamó la atención del registrador es que en aquella fecha de abril de 1942, nadie cualificado había dado todavía por identificados oficialmente aquellos restos, y por lo tanto todavía eran anónimos, y anónimos continuaran hasta el 15 de noviembre de 1943, momento en que el obispo Modrego afirma que: “Atendida las razones que van indicadas, el suscrito es de parecer que la identificación de que se trata no deja lugar a duda…[32]” Es decir, en llano, se registró antes su fallecimiento que su identificación.
Registrado el fallecimiento, la iglesia decide celebrar unos funerales de aniversario por el alma de Irurita el 4 de diciembre de 1942: “En la Catedral basílica se celebraron ayer solemnes funerales de aniversario por el alma del doctor Irurita, por cumplirse ayer el sexto año en que fue martirizado y muerto el Inolvidable prelado de esta diócesis. Actuó de celebrante en el oficio el canónigo doctor Baucells, que fue secretario de Cámara y Gobierno de aquel prelado asistido de los doctores Boada y Vilaseca La Capilla de música, dirigida por el maestro Sancho Marraco, interpretó una misa de réquiem… Asistieron al acto el Cabildo en pleno representaciones de las autoridades y jerarquías del Movimiento, todo el personal d« la curia eclesiástica y de la Secretaria del Palacio Episcopal y numerosos fíeles, entre los que había las niñas de varios colegios.”.
El día 31 de diciembre de 1942 aparece en el Boletín Oficial del Estado, el siguiente comunicado de la jefatura del Estado: “De conformidad con el convenio vigente entre la Santa Sede y el Gobierno español relativo a la provisión de diócesis, S. E. el Jefe del Estado ha tenido a bien presentar y el Santo Padre se ha dignado nombrar para la Sede Episcopal de Barcelona, vacante por defunción del Excmo. y Rvdmo. Señor don Manuel Irurita Almandoz (a- s. g. h.), al Excmo. y Rvdmo. Señor don Gregorio Modrego Casaús, obispo titular de Aezani, administrador apostólico de la diócesis de Cuenca.”
A destacar que fue la jefatura del estado con Franco a la cabeza la que oficialmente dio por muerto a Irurita once meses antes que lo declara la iglesia, e invocando el convenio firmado con la Santa Sede, Franco nombra obispo a Modrego, que será finalmente el encargado de cerrar el engorroso asunto de Irurita, con la justificación de un folleto, que dará cuerpo legal al reconocimiento de unos restos y el traslado del “reconocido” cadáver de Moncada que deberá ser enterrado en la catedral de Barcelona en diciembre de 1943, siete años después de su supuesta muerte en Montcada, en lo que para algunos fue una larga espera, de un posible regreso feliz que nunca se produjo.

Colofón y cierre
En este país tan dado a los homenajes y estatuas, vio como el 17 de junio de 1939, cuando todavía aún no hacía cinco meses de la ocupación de Barcelona por parte de las tropas de Franco, se celebraron en la Catedral unos funerales solemnes por el obispo Manuel Irurita, muerto en diciembre de 1936, y a continuación se descubrió una placa que daba su nombre a la vía urbana que tradicionalmente había sido la calle del Obispo
No contentos con ello el presidente de la Diputación de Barcelona José María Milá Camps, I conde del Montseny, recién nombrado en aquel cargo tras la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, pero que no tardará en ser substituido en su cargo en septiembre de aquel mismo año por el falangista Antoni María Simarro i Puig, propuso la erección de una estatura de Irurita, acuerdo que tomó la Diputación de Barcelona el 22 de julio del mismo 1939, con la salvedad que sería costeada por subscripción popular.
Puesto en ello, el conde del Montseny encargó al escultor Vicente Navarro una escultura de Irurita en bronce el día 1 de julio de 1939. Abriendo una subscripción pública para su consecución, por ello resulta fácil comprobar a través de La Vanguardia la aparición en sus páginas de varias listas de donantes de fondos con la intención de levantar aquel monumento. El día 27 de septiembre de aquel mismo año se puede ver en el mismo periódico la undécima lista de donantes, en la que figuran los nombres los piadosos donantes, entre ellos los de la familia Tort.
Obra que una vez concluida se colocará en una hornacina de la fachada del palacio episcopal el día 9 de diciembre de 1943, con motivo del traslado de los restos del obispo a la Catedral, y allí continúa…
[1] PARES, Pieza décima de Barcelona. Persecución religiosa –Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA GENERAL, 1675, Exp. 5, folios 83-99.
[2] Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona, Biblioteca Episcopal del Seminari de Barcelona y Biblioteca de Montserrat.
[3] (CCUC): Catálogo Colectivo de las Universidades de Cataluña.
[4] Cómo se identificaron los restos del doctor Irurita. Informe del vicario general”. La Vanguardia, 1-12-1943, p.5.
[5] PARES, Expediente de constitución y funcionamiento del Comité de Inspecciones de Tribunales de Cataluña e informe de la Fiscalía Instructora de la Causa General de Barcelona.- Archivo Histórico Nacional, FC-Causa- General, 1635, Exp. 7.
[6]. Ver: forumlibertas.com/identificacion-del-obispo-irurita-y-condena-a-muerte-de-un-religioso-por-la-generalitat/, 30-7-2019; ver también: http://martires.centroeu.com/identificacion-del-obispo-irurita-y-condena-a-muerte-de-un-religioso-por-la-generalitat/30-7-2020.
[7] Patrulleros, que como los panes y los peces bíblicos, según el momento, se multiplican, en el archivo Gomá ya eran 14.
[8] “Checa”: Instalación que durante la guerra civil fue utilizada en la zona republicana para detener, interrogar, torturar, o juzgar a sospechosos de simpatizar con el bando franquista, actitudes idénticas a las utilizadas en el bando franquista, en el llamaban a instalaciones similares “secretaría”.
[9] Muy probablemente José María Tort Gavín.
[10] Se está refiriendo al sacerdote Marcos Goñí, pariente de Irurita y su secretario, que al verse apresado fue más valiente que su jefe.
[11] Curioso servicio eclesiástico aquel de administrar valores del Estado de los feligreses.
[12] Se supone que dinero de la familia, prueba de su opulencia en la época.
[13] José Andrés-Gallego, Antón m. Pazos (Ed.) Archivo Gomá: documentos de la Guerra Civil, enero-marzo 1938, Volumen 9, p. 463, CSIC, 2005
[14] Oriol Dueñas, Queralt Solé. “El juez Josep María Bertrán de Quintana (1884-1960): compromiso político y cementerios clandestinos”. Hispania, Vol. 74, No 246 (2014).
[15] “El obispo, doctor Irurita, durante la revolución”, La Vanguardia, 10 de junio de 1943, p. 5.
[16] Oficina de prensa italiana en España.
[17] Si fiamos de la foto que aparece en un video, la fosa en disputa no podía contener tantos cadáveres.
[18] https://somatemps.me/2016/07/16/video-la-cataluna-de-companys-la-checa-de-san-elias/
[19] Ponç Feliu, Miquel Mir: El misteri de l´assassinat del bisbe de Barcelona, L´anarquisme i el Vaticà davant l´enigma Irurita, Portic, 2012, p. 189-192.
[20] Óp. cit., p. 189-190.
[21] Josep María Sória, “Una ambigua prueba de ADN, Los análisis del cadáver del obispo Irurita son concluyentes pero no determinantes”, La Vanguardia, Cultura, 1 de diciembre de 2006, p.44.
[22] Op. cit. p.44
[23] Josep María Sória: El enigma del obispo mártir. “Franco rechazó el canje de Irurita” (1), La Vanguardia, Cultura, 28-11-2006, p. 40.; ídem. “Revelaciones de un miliciano. El Manuscrito de un anarquista niega que el obispo Irurita fuera ejecutado en Montcada” (2), La Vanguardia, Cultura, 29-11-2006, p. 42; ídem. Sória: “Irurita aparece vivo tras la guerra. Seis personas se toparon con el obispo dos días después de la entrada franquista en Barcelona” (3) La Vanguardia, Cultura, 30-11-2006, p.46.
[24] Op. cit.
[25] Febrero de 2006, https://kaosenlared.net/memorias-de-un-pistolero-de-la-fai-y-cr-nica-de-la-barcelona-anarquista/; abril 2010, https://kaosenlared.net/el-caso-mir-o-el-odio-clerical-a-los-anarquistas/
[26] Fragmentos de la carta del Dr. Reventós a sus hijos, La Vanguardia, op. cit. p. 46, firmada el 12 de noviembre de 1942.
[27] Ustrell Torrent, Josep María (1997). “Odontología forense en la identificació del bisbe Irurita: un treball inedit del Dr. Joan Carol Monfort” Gimbernat (Seminari Pere Mata de les Unitats de Medicina Legal i Laboral i d’Història de la Medicina del Departament de Salut Pública de la Universitat de Barcelona) (28): 239-246.
[28] Op. cit., p. 240.
[29] Josep Clará (2008). “El misteri de la mort del bisbe Irurita, estat de la qüestió i noves dades”. Annals de l´Institut d´Estudis Gironins, (Institut d´Estudis Gironins) (49) : 87-98.
[30] Op. cit., p. 95.
[31] Op. cit.
[32] Op. cit., p. 10.
Otra vez vuelven a cargar contra el obispo mártir Manuel Irurita https://www.infocatolica.com/blog/germinans.php/1104051110-otra-vez-vuelven-a-cargar-con
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