Exilios

LAS DEMOCRACIAS OCCIDENTALES EN 1938: ¿PAÍSES DE ASILO O CÓMPLICES DEL NAZISMO?

A pesar del título de este artículo, empezaremos nuestro recorrido unos años atrás, concretamente en 1933. Hitler era canciller del Reich desde el 30 de enero, se habían celebrado -bajo estado de emergencia- las últimas elecciones multipartidistas, que no libres, dado el clima de intimidación en que tuvieron lugar. El 27 de febrero es incendiado el Reichstag del cual se acusa falsamente a los comunistas y que se convierte en el pretexto para arrestar a los jefes de los partidos adversarios del nacionalsocialista, el NSDAP. En realidad quien prendió fuego al Parlamento alemán fue Marinus Van der Lubbe (Leiden, Países Bajos, 1909- Leipzig, 1934). Era un chico que actuaba por libre, miembro del Partido de los Comunistas Internacionales (sin relación con los comunistas ortodoxos). Su acto fue aprovechado por los nazis para desencadenar una ola represiva sin precedentes contra los comunistas alemanes, que no estaban implicados en el suceso.

Marinus Van der Lubbe | Fuente: Alamy

Herman Göring (Rosenheim, Baviera, 1893- Nüremberg, 1945), entonces ministro sin cartera del nuevo gobierno de Hitler, detenía los rotativos y rehacía la primera plana del Völkischer Beocbachter [El Observador Popular]. De inmediato, prohibió todas las publicaciones comunistas de Prusia  por cuatro meses y todas las socialdemócratas por dos semanas. Esa misma noche envió a la policía y a las tropas de choque una lista de 4000 funcionarios comunistas cuyos nombres habían sido compilados por su predecesor socialdemócrata. Antes del amanecer, cientos de personas que aparecían en el elenco -y otros muchas que no eran del agrado de los nacionalsocialistas- fueron sacadas de sus camas a punta de pistola, golpeadas, encarceladas e incluso asesinadas u ahogadas. Ese mismo día, Hitler propuso un decreto de estado de emergencia que suspendía más libertades fundamentales que cualquier ley anterior y que culminaría en la ley habilitante aprobada por el Reichstag el 23 de marzo de 1933 por 444 votos a favor (NSDAP + Zentrum, los centristas católicos) y 94 en contra del SPD (los comunistas del KPD habían sido prohibidos).[1]

La espiral de la represión ya no tenía freno. En pocos meses, fueron ilegalizados partidos y sindicatos de izquierda (los de clase media se autodisolvieron), clausurada la prensa disidente, acosados los científicos y miembros de la cultura considerados marxistas o judíos, asediadas las bibliotecas universitarias, quemados libros en la vía pública. Al respecto, el episodio frente a  la Ópera Kroll berlinesa del 10 de mayo es el más conocido, pero ni mucho menos el único). Las cárceles se llenaron de disidentes y se abrieron los primeros campos de concentración. Además el 1 de abril había tenido lugar la primera acción concertada a nivel nacional contra los comercios regentados por judíos, lo cual desató todas las alarmas entre los 500 000 hebreos que vivían en el Reich, un 1% de su población.

El 14 de julio un decreto del gobierno sancionaba el establecimiento de la dictadura del NSDAP en Alemania  al declarar crimen sancionable con hasta tres años de prisión la formación de un partido opositor.

En este contexto, es lógico que las personas más expuestas a la persecución nazi empezaran a plantearse abandonar el Reich con destino a alguna de las democracias que todavía existían en Europa y, especialmente, hacia Francia, el Reino Unido, Bélgica y Holanda.

Anne Grynberg habla de tres olas de refugiados germanos en Francia.

Entre marzo y agosto de 1933, la jefatura de policía de París registra 7304 refugiados de Alemania a los cuales hay que añadir 2500 clandestinos. Esta sería la primera avalancha integrada, sobre todo, por militantes de organizaciones de izquierda, comunistas o socialdemócratas, entre los que había numerosos intelectuales (profesores, periodistas, escritores). Figuraban, asimismo, bastantes hebreos, pero, la mayoría de las veces, alejados de cualquier sentimiento identitario.

Algunos judíos abandonan el Reich a partir de abril del mismo año después del boicot a  sus comercios; otros, más numerosos, como consecuencia de las leyes raciales de Nüremberg, aprobadas el 15 de septiembre de 1935; otros, tras la Kristallnacht [La noche de los cristales rotos] del 8 al 9 de noviembre de 1938. Entre ellos, 60% eran de nacionalidad alemana, mientras que el 40% eran Oustjuden [judíos originarios del este de Europa].

Esa trágica noche, casi de 100 hebreos fueron asesinados y sumarían bastantes más con el paso del  tiempo y la defunción de no pocos heridos. 30 000 de ellos fueron  enviados a campos de concentración y se prendió fuego a miles de sinagogas, tiendas, escuelas, cementerios y hospitales.

En 1935 llegan los que huyen de la regíón del Sarre (5000), bajo control, esencialmente, de la Sociedad de Naciones (SDN), como parte de las reparaciones que Alemania debía pagar por la guerra. Ese año se celebró un referéndum el 13 de enero para determinar su situación definitiva y más del 90% se pronunció por la reintegración inmediata a Alemania la cual se materializó el 1 de marzo.

Finalmente, la tercera ola se da en los años 1938 y 1939. La anexión de Austria, el Anschluss, ocasionó otro éxodo de antinazis (7000) y en 1939, es el turno de los checos después de la ocupación de  Bohemia y Moravia con la entrada de los alemanes en Praga el 15 de marzo de ese año en flagrante violación de los Acuerdos de Munich firmados por Hitler, Mussolini, Daladier y Chamberlain el 30 de septiembre de 1938 en la capital bávara.

Para el año 1933, se baraja la cifra de 60 000 personas que abandonaron el Reich, entre las cuales de 25 000 a 30 000 habrían huido a Francia. En 1935, salieron 100 000 individuos de Alemania (según Norman Bentwich, en la época, responsable de la comisión de la SDN para los refugiados procedentes del estado germánico). Dos tercios de ellos eran judíos y, aunque la cifra fuera considerable, no era comparable a la de las grandes migraciones económicas del momento, como la italiana, representada por 800 000 personas  en el país galo.

La gran mayoría de los refugiados del Reich son varones jóvenes; tres cuartas partes están comprendidos entre los 25 y los 40 años siendo insignificante el número personas de más de 60 años. En cuanto al reparto socioprofesional, existen datos bastante precisos del periodo anterior a 1936. La proporción de obreros y de empleados es más bien baja (10%, para cada una de ambas  categorías); la de los artesanos y los comerciantes supera el 40% ; se cuentan 20% de estudiantes y también un 20% de miembros de profesiones liberales y de intelectuales.

Los que deciden emigrar se enfrentan, asimismo, a  dificultades materiales. Se les prohíbe, a partir de 1935 llevarse más de 200 marcos por persona. Además, el gobierno nazi recurre a la Reichfluchsteuer, una tasa a la emigración instaurada en 1931  por la República de Weimar a fin de preservar las reservas alemanas y de desmotivar cualquier veleidad de partida. Arruinados, los refugiados llegan en un estado de desamparo extremo.[2]

        Atentados contra sinagogas  durante la Kristallnacht en la noche del 8 al 9 de noviembre de 1938. Fuente: fcit.us.edu

                                                     Anne Grynberg pone de relieve la actitud cada vez más desfavorable de las autoridades francesas hacia los refugiados llegándose incluso a negar en 1933 la condición de tales a los judíos  “por no ser perseguidos  a causa de su religión,”según opinaban algunos cónsules  galos en el Reich.

El 18 de julio de 1933, el ministro del Interior precisa que, en los sucesivo, solo serán acogidos  los titulares del pasaporte alemán lo que perjudica principalmente a los Oustjuden

Al margen de los refugiados, los extranjeros son vistos cada vez más como una carga para el país. A partir de 1935 son progresivamente apartados de las profesiones médicas y sus actividades en los ámbitos comercial y artesanal quedan estrictamente reglamentadas.

Durante el gobierno del Frente Popular presidido por Léon Blum (París, 1872- Jouy-en Josas, Isla de Francia, 1950), las disposiciones adoptadas en febrero de 1935 son oficialmente mantenidas, sin embargo, en el día a día se suavizan. Los rechazos son menos frecuentes y el 17 de septiembre de 1936, el ejecutivo establece un certificado de refugiado en proveniencia de Alemania que no tiene en cuenta la nacionalidad de origen. La instauración de ese documento permite a los mismos el circular libremente entre los países de la Sociedad de Naciones a la vez que disminuye su inseguridad jurídica.[3]

En la primavera de 1938, sin embargo, el gobierno del Frente Popular cada vez se encuentra más acorralado por la derecha nacionalista que grita Plutôt Hitler que Blum! [Antes Hitler que Blum] y sufre divisiones internas que conducen a la dimisión de Blum el 8 de abril de aquel año.[4]

Édouard Daladier (Carpentras, 1884- París, 1970), ministro de Defensa y diputado radical le sustituye en el cargo.

Pocas semanas antes se había producido el Anschluss, la anexión de Austria por el III Reich, lo cual provocó una  nueva salida de refugiados hacia Francia y otros países como los Estados Unidos. Concretamente llegaron al país americano 85 000 de ellos desde marzo de 1938 a septiembre de 1939.

Volviendo al país galo, el 2 de mayo de 1938 se publica el decreto sobre la policía de los extranjeros. El gobierno instaura el delito de entrada irregular y clandestina en Francia y se concretan datos sobre el mismo, días más tarde, el 14. Los españoles, alemanes y austríacos son obligados a solicitar un visado en los consulados franceses de sus respectivos países y a tener un pasaporte en vigor para poder entrar en el país. Los que contravengan estas disposiciones y entren irregularmente en territorio galo se arriesgan a una multa de 100 000 francos e, incluso, a una pena de prisión de un mes a un año.

En los puestos de control, las fuerzas del orden comprueban las condiciones materiales de los extranjeros. Los más humildes-aunque dispongan del visado de entrada- corren el riesgo de ser rechazados. Además quienes reinvindican la condición de trabajador tienen que aportar un contrato laboral con el visto bueno del Ministerio de Trabajo.

Una situación particular es la de los extranjeros que, sin disponer de visado consular, quieren poner en valor su condición de refugiados desde el mismo momento de su llegada  a las fronteras francesas. En teoría, son objeto de una reseña de identificación y es la policía la que se encarga de preparar una investigación administrativa de resultas de la cual el ministro del Interior toma la decisión de reconocer o no este estatus. De manera provisional, checos e italianos reciben un trato menos severo ya que les basta con presentar un pasaporte válido y no caducado. Sin embargo, el 19 de octubre del mismo año se publica un decreto-ley que estipula que los ciudadanos de ambos países tendrán que estar en posesión de un pasaporte nacional válido visado por el consulado francés.[5] Semanas antes se había producido la anexión de los Sudetes por parte del Reich lo que supuso para Checoslovaquia la pérdida de 30 000 km2 de su territorio. A pesar de todo, seguía afluyendo gente que huía de los nazis y, por ello, se estimó necesario dar una vuelta de tuerca más  a la política de mano dura con los extranjeros. Se dieron instrucciones precisas a los prefectos. Los comisarios especiales tenían que dictaminar sobre la suerte de los interesados basándose en un procedimiento bien definido. Comprobaban, en primer ligar, si el refugiado figuraba en la lista de individuos sospechosos, expulsados o rechazados y, si era el caso, se le obligaba a abandonar el país. Las instrucciones concretaban, seguidamente,  las instrucciones sine qua non para reconocer o no la cualidad de refugiado político o confesional.

El solicitante tenía que presentar la prueba de que había escapado de su país para “evitar  duras sevicias sobre su persona o graves perjuicios en sus bienes. Debía de presentar los documentos suguientes como prueba:

  • atestado de las autoridades consulares francesas explicando la situación del refugiado.
  • testimonio de asociaciones, de personalidades galas  o internacionales  que se encontraban en el país de procedencia del interesado y que podían atestar que este era de una “honorabilidad indiscutida”
  • extracto de prensa o de revista en los que se relatasen los hechos que le obligaron  a abandonar su estado  y a reinvindicar la calidad de refugiado presto a expatriarse. Todo ello debía ir acompañado de piezas probatorias de que, efectivamente, se encontraba  en los sitios  donde las persecuciones raciales  y políticas habían tenido lugar. 
  • cualquier documento “probando de modo irrefutable” que este extranjero era un opositor al régimen de su país y que tal hostilidad le había expuesto a un peligro eminente[6].

      

            

Édouard Daladier, jefe del gobierno francés (1938-1940). Fuente: Iberlibro 

 Meses antes, del 6 al 15 de julio de 1938, se había celebrado en la ciudad balnearia de Évian una conferencia sobre refugiados que había reunido a delegados de trenta y dos países. Roosevelt optó por no enviar a  la misma a un representante de alto rango como el secretario de Estado siendo un empresario y amigo suyo Myron C. Taylor quien le representó. Un elocuente gesto que reflejaba la reticencia de América a la hora de contraer obligaciones con los perseguidos aunque hubiese sido el propio Rooselvelt quien había tomado la iniciativa de convocar la cumbre[7]. De hecho, desde el año 1924, los inmigrantes debían tramitar su admisión en el consulado norteamericano establecido en el país de origen antes de partir. En principio, la reunión debía celebrarse en Suiza, pero el estado helvético había rechazado acogerla en su territorio. Alemania no fue invitada e Italia desistió de asistir en solidaridad con Berlín.

Uno tras otro los países participantes esquivan sus responsabilidades. Así se podía leer en el diario Le Figaro del 8 de julio: “ Los delegados del Brasil, Bélgica, Argentina y los Países Bajos, si bien manifestando cierta simpatía hacia el proyecto, han manifestado reservas respecto a la capacidad de absorción de sus respectivos países (…). El gobierno federal australiano desea reservar las posibilidades de emigración a los emigrados de raza británica.” [8] Francia, por su parte, ya había dicho que la cuasi saturación que padecía le impedía integrar a más refugiados.

¿Qué acuerdos se tomaron en la cumbre? Lo cierto es que poca cosa. Se decidió la creación de un Comité Intergubernamental sobre los Refugiados cuya misión- muy imprecisa- sería la de “ mejorar el estado actual de cosas sustituyendo un éxodo por una emigración ordenada.”El delegado americano, Myron C. Taylor llegó a la conclusión de que era “esencial que los emigrantes puedan abandonar su país  con sus bienes  y que, en consecuencia, se establezca una colaboración  con los estados de origen.” Un auténtico brindis al sol, por supuesto.

La prensa nazi del Reich se tomó a guasa lo decidido en la reunión de Évian subrayando que la comunidad internacional, tan dispuesta a denunciar a Alemania por el tratamiento impuesto a los judíos, se negaba, sin embargo, a acogerlos.

En los Países Bajos, la ley de extranjería en vigor permitía inicialmente a los alemanes -incluidos los judíos de esa nacionalidad- establecerse sin mayores problemas siempre que dispusieran de papeles válidos y medios de vida.

En 1933 se creó en Amsterdam, el Comité de Ayuda a los Refugiados Judíos. Las autoridades neerlandesas intentaban persuadirlos de que solicitaran ayuda  a dicho organismo para seguir emigrando a un tercer país. A lo largo de la década de los treinta, la política del gobierno de La Haya se mantuvo orientada a reconducir al mayor número posible de refugiados a terceros estados.[9]  

Judíos huidos de Alemania entre 1933 y 1939 y países de destino. Fuente: Anne Frank house 


                         Volviendo a Francia, apenas semanas después del endurecimiento de las medidas contra los extranjeros, tuvo lugar un suceso que sería inmediatamente aprovechado por las autoridades nazis para dar un paso más en su deriva persecutoria contra los judíos del Reich ampliado, es decir, Alemania y Austria. En efecto, el 7 de noviembre un joven de 17 años, Herschel Grynszpan (Hannover, Alemania, 1921-?) después de comprar un revólver en una armería del barrio parisino en el que reside con sus tíos desde dos años antes, se dirige en metro al centro de la ciudad. Se baja en las proximidades de la embajada alemana en la capital francesa, consigue entrar en ella con relativa facilidad (con la excusa de entregar algo de valor a un miembro de la misma) y asesina a bocajarro a Ernst von Rath (Franckfurt an en el  Main, Alemania, 1909- París,1938),  tercer secretario de la delegación diplomática de Berlín. Grynzpan, un hebreo de origen polaco nacido en el norte del país germánico, ante el clima de antisemitismo que se respiraba en el Reich es enviado por su padre a Francia, a casa de su hermano. Cuando, más tarde, se entera de que toda su familia ha sido deportada- junto a otros 10 000 judíos- a Polonia, decide que tiene que hacer algo para atraer la atención mundial sobre la suerte de su pueblo. Ese “algo” será el atentado que le costará la vida a von Rath. Grynzpan no es que fuera “ a por él”, ya que ni siquiera sabía quién era hasta que lo llevaron a su despacho. Buscaba a algún diplomático “nazi” para, de alguna manera, vengar las injusticias cometidas contra sus parientes y su pueblo y, como hemos dicho, hacer de altavoz de la causa judía para que las naciones occidentales tomasen cartas en el asunto. Si antes hemos puesto la palabra nazi entre comillas en relación al desdichado secretario de la embajada es porque diversos autores aseguran que von Rath no era, precisamente, un adicto a la causa nacionalsocialista como no lo había sido tampoco su tío Roland Koster, embajador hasta 1935 que no tenía reparo en invitar a la legación a judíos o a representantes del ilegalizado SPD. Willam L. Shirer asegura, incluso que von Rath era vigilado  por la Gestapo.[10] A pesar de eso, el régimen nazi desde el minuto uno después de conocer lo acontecido en París puso en marcha la maquinaria de propaganda para “vender” lo ocurrido como una demostración incuestionable de la existencia de un complot judío internacional que tendría como objetivo el enfrentamiento bélico entre Alemania y Francia amén del desencadenamiento de una guerra mundial. Los hebreos serían, pues, los enemigos de la paz y de la convivencia pacífica entre los pueblos.

Von rath fue convertido -muy probablemente a su pesar- en un mártir del nacionalsocialismo y los judíos, una vez más, en el fácil chivo expiatorio sobre el que descargar la ira popular que sería excitada desde todas las instancias oficiales en las horas y jornadas posteriores al atentado.

El joven diplomático murió dos días después, el 9 de noviembre, coincidiendo casualmente su deceso con aniversario del putsch de 1923 en la cervecería de Múnich.

El ministro de Propaganda, Josef Goebbels (Rheydt, Alemania, 1897- Berlín, 1945) reunido con la vieja guardia del partido nazi, el NSDAP, en la capital bávara para conmemorar el evento, pronunció un  discurso incendiario  que suele considerarse como una orden para desencadenar el pogromo que tuvo lugar en la noche del 8 al 9  conocido como la kristallnacht [noche de los cristales rotos].

Al día siguiente del atentado, el gran rabino de París Julien Weill (Versalles, 1873. París, 1950) concede una entrevista al rotativo Le Matin que aparece publicada en portada bajo el título Pour venir en aide aux Juifs [Para acudir en auxilio de los judíos]  y en la que declara: “Para acudir en auxilio de los judíos. La solución que reclama este problema depende sobre todo de Inglaterra y de América […] Desgraciadamente no puedo aportar la menor contribución al arreglo de esta cuestión tan angustiosa. Supera ampliamente mi competencia. Hasta el momento presente, comités de asistencia se han encargado de suministrar a los israelitas inmigrados los medios de procurarse un nuevo hogar. El problema judío ha adquirido, en estos últimos tiempos una tal envergadura que no podrá resolverse más que en el marco de las organizaciones internacionales. Creo al respecto que la solución que exige depende mucho más de América y de Inglaterra que de Francia, la cual ha hecho más que ninguna otra nación en el mundo y es obvio que no puede acoger a nuevos.  Inmigrantes.  Pienso que ni siquiera podría hacerles lugar en las regiones más habitables de su imperio colonial […] Nadie se compadece más que yo, se lo puede imaginar, del dolor y de la miseria de los israelitas alemanes. Nada, sin embargo, me parece más precioso que el mantenimiento de la paz en la tierra”

Como ya se ha comentado anteriormente, esa dramática noche alborotadores supuestamente espontáneos-en realidad obedeciendo órdenes de Reinhard Heynrich (Halle, Sajonia-Anhalt, 1904- Praga, 1942), asaltaron e incendiaron sinagogas, establecimientos judíos, apalizaron e humillaron públicamente a muchos hebreos, sobre todo en Berlín y Viena donde residían las comunidades más importantes del Reich, amén del asesinato de 91 personas cifra que, en las semanas posteriores, aumentaría sustancialmente al sumarse la de aquellas que sucumbieron a sus heridas.

El progromo tuvo una gran repercusión internacional  y periódicos como Le Figaro  en Francia o el The New York Times en los Estados Unidos abrieron sus portadas con grandes titulares sobre lo acontecido en Alemania en sus respectivas ediciones del 11 de noviembre. La emergencia de la situación no podía ser obviada ni negada, pero ni aun así, se produjo un cambio de postura de las grandes potencias. El Comité Internacional sobre los Refugiados, creado durante la Conferencia de Évian en verano, no movió ficha. Y, si hablamos de Francia, sí que movió ficha, pero para endurecer todavía más la política del gobierno en relación a los extranjeros. El decreto-ley de 12 de noviembre de 1938-apenas unos días después de la Kristallnacht– agrava las disposiciones tomadas en mayo. La asignación a residencia – ya prevista por la norma de mayo- es completada con la apertura de centros de internamiento. Se establecía que, en caso de movilización,  todos los extranjeros de sexo masculino  entre los 17 y los 50 años tenían que ser concentrados en el plazo más breve posible en centros de reagrupamiento para no nacionales. El primer campo se abrió al principio del año 1939 en la localidad de Rieucros, en el departamento de Lozère, en el SE del país, sito en la actual región de Occitania. [11]

Portada del The New York Times del 11 de noviembre  de 1938. Fuente: Alamy.

Aunque este escrito se limita al año 1938, no podemos dejar de hacer una breve referencia a 1939.

El 15 de marzo de ese año, las tropas hitlerianas ocuparon el resto del territorio checo. Al día siguiente se creaba el Protectorado de Bohemia y Moravia, en flagrante violación  de los Acuerdos de Múnich. La Gestapo enseguida empezó a arrestar a funcionarios socialdemócratas y a emigrantes antinazis alemanes refugiados en el país. Por supuesto, la ocupación nazi ocasiona un aumento del número de personas que, en condiciones de extrema precariedad, se ven obligadas a huir del país para no caer en manos de la policía política alemana.

Finalmente, el 13 de mayo zarpó de Hamburgo el trasatlántico alemán St Louis con destino a La Habana. Viajaban a bordo 937 pasajeros. Casi todos eran judíos que huían del III Reich, la mayor parte de ellos, ciudadanos alemanes, si bien algunos procedían de Europa oriental e incluso se contaban unos pocos apátridas. La gran mayoría había solicitado visado para los Estados Unidos por lo que su estancia en Cuba se suponía que sería provisional.

Obviamente, ninguno sabía que, un mes antes, el presidente de la isla antillana, Federico Laredo Bru, había promulgado un decreto que invalidaba todos los certificados de desembarco expedidos recientemente. Para entrar en el país caribeño era necesario contar con una autorización por escrito de los secretarios de estado y de trabajo de Cuba, así como el pago de una fianza de $500 dólares. Semanas antes de su llegada, la prensa isleña lanzó una violenta campaña contra la admisión de judíos y esto se tradujo en una gran manifestación antisemita en La Habana el 8 de mayo, cinco días antes de que el barco zarpara de Hamburgo.

Permiso cubano con el que partieron de Alemania los pasajeros del St Louis. Fuente: Infobae


                        Al llegar al puerto de La Habana, el 27 de mayo, las autoridades solo  admitieron a 28 pasajeros, 22 de los cuales eran judíos y contaban con visados estadounidenses vigentes. Los otros 743 no fueron ni siquiera autorizados a desembarcar. El navío puso entonces rumbo a Florida, navegando a lenta velocidad para dar tiempo a las gestiones que llevaba a cabo el Joint Distribution Committee (JDC) [Comité Conjunto para la Distribución de los Judíos]. Washington se negó aconcer visados a más de 900 refugiados, el barco se vio obligado a regresar a Europa. Los gobiernos de Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos y Bélgica aceptaron a algunos de los pasajeros. De las 908 personas del St Louis que retornaron que retornaron q nuestro continente, se sabe que 254 – casi el 28 %-murieron víctimas del Holocausto; 288 pasajeros encontraron refugio en Gran Bretaña. De los 620 que volvieron al continente, se sabe que solo 366-un poco más del 59%-sobrevivieron a la guerra.[12]

En conclusión, el papel de las democracias occidentales en relación a los perseguidos del nazismo fue el de escamotear cualquier tipo de responsabilidad y el de mirar para otro lado sabiendo perfectamente, como se sabía, que la vida y la integridad física de decenas de miles de personas estaban gravemente en peligro. Cierto es que, en la calle, no pocas personas se movilizaron para denunciar esta situación tanto en Europa como en los Estados Unidos, pero no lo es menos que las autoridades de uno y otro lado del Atlántico hicieron oídos sordos a estas peticiones de solidaridad y de humanidad con muy contadas excepciones.

                                                                        BIBLIOGRAFÍA

Ben Khalifa. Riadh La fabrique des clandestins en France, 1938-1940. En: Migrations Sociétés, nº 139, pp.11-26.

Disponible en: https://www.cairn.info/revue-migrations-societe-2012-1-page-1a 1.htm

Broek, Gertjan  “ La (im)posibilidad de huir. Inmigración judía 1933-1942.”En: Anne Frank house.” Disponible en:

https://www.annefrank.org/es/ana-frank/en-foco/la-imposibilidad-de-huir-1933-1942-inmigracion-judia-1933-1942/

Editores de Time-Life Books. John R. Elting y William Sheridan Allen (colaboradores); Daniel Laks (traducción);

Pozuelo de Alarcón (Madrid): Editorial Rombo, 1995, p. 156.


Grynberg, AnneL’accueil des réfugiés d’Europe centrale en France (1933-1939.” En: Les cahiers de la Shoah, Conférences et séminaires sur l’histoire de la Shoah. París: Université de Paris I, 1993-1994. Disponible en:

http://www.anti-rev.org/textes/Grynberg94a/

Lestienne, Camille 6 juillet 1938: la conférence d’Évian sur les réfugiés juifs.” En: Le Figaro/ Histoire.Disponible en: https://www.lefigaro.fr/histoire/archives/2018/07/05/26010-20180705ARTFIG00298-6-juillet-1938-la-conference-de-la-honte-a-evian.php

L. Shirer, William“Checoslovaquia deja de existir” en Historia de la II Guerra Mundial y del III Reich. Jesús López

Pacheco, Juana Bignozzi, Elena Andreoni (traducción y adapatación).  Barcelona:  Océano-Instituto Gallach, 1985, p.

 508.

                                                                                                 WEBGRAFÍA

Decreto-ley de 19 de octubre de 1938 relativo a la entrada de extranjeros en el territorio francés. Journal  Officiel

de la République française,p. 12 075.

“Los refugiados.” En: Enciclopedia del Holocausto.Última edición: 25 de marzo del 2020. Disponible en:

https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/refugees


[1] Editores de Time-Life Books. John R. Elting y William Sheridan Allen (colaboradores); Daniel Laks (traducción);

Pozuelo de Alarcón (Madrid): Editorial Rombo, 1995, p. 156.

[2]Anne Grynberg L’accueil des réfugiés d’Europe centrale en France (1933-1939.” En: Les cahiers de la Shoah, Conférences et séminaires sur l’histoire de la Shoah. París: Université de Paris I, 1993-1994. Disponible en:

http://www.anti-rev.org/textes/Grynberg94a/

[3] Ibidem.

[4] En realidad, había dimitido por primera vez el 21 de junio de 1937 siendo reemplazado por Camille Chautemps entre esa fecha y el 13 de enero de 1938.

[5] Decreto-ley de 19 de octubre de 1938 relativo a la entrada de extranjeros en el territorio francés. Journal  Officiel

 de la République française,p. 12 075.

[6] Riadh Ben Khalifa La fabrique des clandestins en France, 1938-1940. En: Migrations Sociétés, nº 139, pp.11-26.

Disponible en: https://www.cairn.info/revue-migrations-societe-2012-1-page-1a 1.htm

[7] El 28 de marzo, después del Anchsluss, Rooselvelt había lanzado la iniciativa como consecuencia de las advertencias de la comunidad judía de los EE.UU.

[8] Le Figaro, 8 de julio de 1938. Citado por: Camille Lestienne 6 juillet 1938: la conférence d’Évian sur les réfugiés juifs.” En: Le Figaro/ Histoire.Disponible en: https://www.lefigaro.fr/histoire/archives/2018/07/05/26010-20180705ARTFIG00298-6-juillet-1938-la-conference-de-la-honte-a-evian.php

[9] Gertjan Broek “ La (im)posibilidad de huir. Inmigración judía 1933-1942.”En: Anne Frank house.” Disponible en:

https://www.annefrank.org/es/ana-frank/en-foco/la-imposibilidad-de-huir-1933-1942-inmigracion-judia-1933-1942/

[10]William L. Shirer “Checoslovaquia deja de existir” en Historia de la II Guerra Mundial y del III Reich. Jesús López

Pacheco, Juana Bignozzi, Elena Andreoni (traducción y adapatación).  Barcelona:  Océano-Instituto Gallach, 1985, p.

 508.

[11] Anne Grynberg L’accueil des réfugiés d’Europe centrale en France (1933-1939.” En: Les cahiers de la Shoah, Conférences et séminaires sur l’histoire de la Shoah. París: Université de Paris I, 1993-1994. Disponible en:

http://www.anti-rev.org/textes/Grynberg94a/

[12] “Los refugiados.” En: Enciclopedia del Holocausto.Última edición: 25 de marzo del 2020. Disponible en:

https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/refugees

7 comentarios

  1. Saludos, tienes toda la razón, en cuanto fueron más bien colaboradores. En el caso de Francia, estaba inmerso, el odio contra el extranjero, pero en forma solapada para no se notara y complicaba más la residencia a los inmigrantes, pero más si eran judíos. Excelente entrada y su contenido, ayuda a entender la situación de odio a la que fueron sometidos los judíos y sus consecuencias.

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    1. Muchas gracias por su comentario. Desgraciadamente, todos los países occidentales mantuvieron una postura de mirar para otro lado en el tema. En el caso de Francia, fue nefasta la influencia del ministro del Interior, Georges Bonnet, que, sin exagerar, podría calificarse de colaboracionista «avant la lettre.»

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