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El atentado de la ‘Plaça Reial’ de Barcelona (1892)

El atentado

En la noche del martes 9 de febrero de 1892 explotó una bomba en la popular Plaça Reial de Barcelona. Justo antes del atentado algunos militares estaban bajo la luz de gas de las farolas y quizá, por lo que se rumoreaba, policías y chivatos hacían sus tratos. Sin embargo, a ese escenario de militares y soplones, se sumaba una mayoritaria presencia de vecinos y vecinas de las cercanas barriadas obreras. El explosivo se colocó en el macizo de una jardinera, provocando la muerte de un hombre con aspecto de trapero1, mientras que entre los heridos destacó una joven pareja, siéndole amputado un brazo a la chica. Algunos comercios y fachadas amanecieron con trozos de escombros incrustados en las paredes, mientras una gran cantidad de cristales esparcidos recordaban la contundencia de la explosión.

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La Plaça Reial original carecía de algunos de los ornamentos actuales.

Aún hoy se desconoce a ciencia cierta si la autoría del atentado fue anarquista o no. Aunque resultaría cuanto menos creíble pensar en la hipótesis de un acto en respuesta a los insurgentes jerezanos condenados a garrote vil, tras ser acusados de ser instigadores del alzamiento de Jérez de la Frontera del pasado mes de enero, puesto que la explosión se produjo unas pocas horas antes de las ejecuciones.

El atentado no modificó el resultado de la sentencia y el miércoles 10 de febrero amaneció con el asesinato legal de varios anarquistas en Andalucía. En el llano de Barcelona, por contra, se amaneció con obreros manifestándose por las calles, en actitud de semihuelga, con los brazos caídos, reunidos en coro leyendo en voz alta periódicos. Pero también con más de medio centenar de registros domiciliarios y de locales afines a las ideas anarquistas. Tras los mismos resultaron detenidas una veintena de personas, básicamente peninsulares y algunos franceses e italianos.

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La represión

La prensa burguesa describió a alguno de los apresados como seres feroces y peligrosos. De Paolo Schicchi la Policía explicó a los periodistas que fue detenido mientras dormía junto a un revólver dispuesto a ser usado, mientras que sobre el francés Paul Bernard se comentó que en su casa se habían encontrado “un gran fardo que pesaba más de una arroba, lleno de documentos impresos y de correspondencia con todos los centros anarquistas del mundo. Además se le ha encargado en su casa dos bombas de cono truncado, ó más bien dicho, de una pera de grandes dimensiones. Bombas cargadas, con mechas puestas2. De otro italiano, Luiggi Ettore, se decía que despedía sus cartas con las palabras “Salud y petróleo3, mientras que sobre el catalán Emili Hugas se le acusaba de ser un destacado líder anarquista, prófugo desde hacía tiempo y director del periódico El Porvenir Anarquista. De hecho, prácticamente todas las detenciones que se produjeron fueron alrededor del entorno de dicho periódico. De entrada, tanto Schicchi, como Bernard y seguramente Ettore, formaban parte de la publicación, al igual que otros detenidos como el joven Thomas Ascheri, Emili Hugas y el valenciano Francesc Llombart. Ascheri en un futuro próximo será recordado por su extraño papel tras la explosión de la bomba del Corpus de 1896 en Barcelona, origen del conocido Proceso de Montjuïc. Al parecer Ascheri fue un soplón.

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Cabecera de El Porvenir Anarquista (1891). Publicación nacida en noviembre de 1891 fruto de la unión del Grupo Los Desheredados de Gràcia (Sebastià Sunyer, Emili Hugas, etc), uno francés (Paul Bernard, Tomás Ascheri, etc.) y uno italiano (Paolo Schicchi, L. Ettore, etc). Estableció polémica con Malatesta y sus posicionamientos de crear un Partido Anarquista no parlamentario, así como fueron los principales encausados por el gobierno por el atentado de febrero de 1892 en Barcelona.

No solo el entorno del Porvenir Anarquista, partidario del anarquismo comunista y la informalidad organizativa, fue reprimido. El mismo obrerismo afín al anarquismo también lo fue: varios integrantes del Centro de Carpinteros fueron detenidos por su presunta relación con manifestaciones públicas de apoyo a los anarquistas jerezanos, como fue el poner una bandera en el balcón de una sede obrera en honor a ellos.

El golpe represivo fue dirigido por el discutido y discutible jefe policial Daniel Freixas, quien reconocerá y alardeará ante la prensa, incluso llegando a enseñar su libreta con anotaciones manuscritas, que a varios de ellos les seguía el rastro desde hacía tiempo; a Bernard por haber sido detenido hacía unos meses a instancias de las autoridades francesas y a Schicchi tras la pérdida en Correos de un paquete con ejemplares de un periódico ginebrino4. Si la hipótesis de una posible autoría anarquista no es descartable, tampoco lo es la de un Freixas ávido de relevancia, consiguiéndola de manera rápida atacando a ciertos entornos anarquistas más o menos identificados, tuviesen o no algo que ver con el atentado.

En un plano más general, los medios libertarios de El Productor y La Tramontana5 de Barcelona, así como La Anarquía de Madrid, sufrieron denuncias y secuestro de ejemplares por sus reflexiones alrededor de los ejecutados en Jerez. De igual modo algunos locales obreros fueron registrados y clausurados. El estado nuevamente aplicaba su modelo represivo, el cual consistía en una combinación de represión generalizada, normalmente en forma de multas, detenciones breves y ataque de locales, con otra de carácter más específico, centrada en este caso por el ataque a los diferentes grupos informales tras El Porvenir Anarquista.

A los pocos días de las primeras detenciones fueron puestos en libertad los obreros de la Asociación de Carpinteros6, quienes habían colgado en el local que regentaban, el Círculo Obrero de la calle de les Moles -entre Portal de l’Àngel y la Via Laietana bacelonesa-, una bandera honorífica para los agarrotados. Por contra, el juez especial García Bajo dictó prisión definitiva para Emili Hugas, José Torres, Paul Bernard, Juan Falcó, Vicente Abad, Paolo Schicchi, Narcís Lajusticia, Thomas Ascheri, Francesc Llombart, Alexandre Capmany, Fructuroso González y Luigi Ettore. Otros como Enric Julià, Josep La Bisbal, Marià Moroll, Francesc Prat, Josep Carbonell y Josep Domènech seguían aún a disposición judicial el día 14 de febrero.

Igualmente, aunque sin especificar el nombre, la prensa burguesa anunció la detención de un anarquista que en mayo de 1891 lo había estado junto al trapero muerto en la explosión, acusados de sabotaje de líneas telefónicas, lo que podía indicar, de ser ciertas estas informaciones, que el fallecido en el atentado pudo ser la misma persona que colocó la bomba o cuanto menos un activista obrero.

En cualquier caso, incluso aceptando la posibilidad de ser anárquico el atentado, hubiera sidomuy posiblemente una acción individual y en consecuencia, las decenas de detenciones o los más de 50 registros domiciliarios de anarquistas, un exceso de celo en la búsqueda de supuestas culpabilidades, centrado en castigar ideas más que hechos, porque si fuese así, no se hubiese intentado acusar a la redacción de un periódico que, más allá de alguna brabuconada escrita, estaba formado básicamente por propagandistas.

Notas

1 En los días posteriores se aseguró en la mayoría de periódicos que dicho trapero tenía aspecto foráneo y que tenía significación anarquista y, por lo tanto, podría ser el autor material del atentado.
2 “Los Sucesos de Barcelona”. El Liberal, Madrid, 11 de febrero de 1892, p.1.
3 “Los Sucesos de Barcelona”. El Liberal, Madrid, 11 de febrero de 1892, p.1.
4 Si tenemos en cuenta que la vulneración de la correspondencia era una práctica habitual en la época y denunciada en casi todas las cabeceras anarquisas, se comprende como “se le había caído” ese paquete a Schicchi.
5 A pesar que criticó tanto los sucesos de Jerez como el atentado de la plaça Reial, afirmando que eran cosas de locos y de un anarquismo mal entendido.
6 Entre ellos los anarquistas Joan Gabaldà y Rafael Rocafort.

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