Guerra civil Española

Guadarrama: un pueblo en la línea del frente durante toda la Guerra Civil

A pesar de que el pueblo de Guadarrama es un enclave importante por ser centinela histórico del paso por las montañas de Segovia a Madrid, se hace difícil encontrar información que permita reconstruir la vida de sus habitantes, incluso en momentos relativamente recientes como el siglo XX. Los archivos del municipio están mochos, víctima de la destrucción masiva que todo Guadarrama sufrió durante los tres años en los que fue línea del frente serrano durante la Guerra Civil. Las noticias que rastreamos en la hemeroteca siempre muestran una imagen subsidiaria de la capital, como escenario ocasional del burgués madrileño, ya sea objeto de idealización del excursionista, salida de carreras automovilísticas, escenario de maniobras militares en las que participaba la familia real o destino vacacional, sobre todo después de la llegada del tren a la cercana localidad de Villalba1

Como anécdota que muestra el olvido histórico al que los historiadores hemos condenado a la población autóctona de este y tantos pueblos, podemos atender al caso de la colonia del Doctor Rubio (Federico Rubio y Galí)2, proyecto higienista de principios del XX en Guadarrama, con un hotel balneario, chalets, iglesia, casino y coches de caballos diarios al tren de Villalba…Un enclave para veraneo de tuberculosos burgueses a la estela de Panticosa y otros grandes balnearios de la época.

Todo se había construido entorno a un pequeño manantial que aún existe llamado La Porqueriza al que se suponían propiedades minerales beneficiosas. El afamado Doctor Rubio, se dice, conoció de cacería de dichas propiedades, que eran vox pópuli entre la gente del lugar desde hacía años porque las aguas iban bien al ganado enfermo.

Alfonso XIII en una carrera automovilística en Guadarrama (1912) |Nuevo Mundo

Leyendo sobre el tema, casi no pude encontrar información sobre los trabajadores del complejo, sin duda oriundos de Guadarrama. Apenas la historia de una señora del pueblo que era la única que se atrevía a llevarse los cadáveres de los muertos por tuberculosis.

No deja de ser significativo, no obstante, que la élite social del momento (en el proyecto estuvieron involucrados personajes del calado de Francos Rodríguez) se fueran a bañar a las aguas que los lugareños habían llamado La Porqueriza (posteriormente se llamaría Valdesierra por razones comerciales) …porque allí se bañaban sus cerdos.

Este artículo no pretende ser solución a esta carencia, pero sí fijarse en los contornos del pueblo y sus habitantes en los difíciles momentos en los que quedó encajado en la línea del frente y junto a la carretera que asciende al Puerto de Guadarrama, camino de pólvora y polvo.

Cuando tu pueblo es la línea del frente

Barricada en Guadarrama Mundo Grafico 29-7-36

Poco he podido averiguar acerca de la vida política del pueblo durante aquellos años convulsos de Guadarrama, un pueblo de unos 2.0003 habitantes en los años treinta, aunque conocemos a su alcalde al comenzar la guerra, Diosdado Martínez Escudero, de ideología comunista y profesión cartero (he podido constatar que unos años antes administraba la estafeta del pueblo). Dirigió personalmente las milicias de voluntarios tras el golpe de Estado y fue herido por los bombardeos y evacuado al principio de la batalla (los pocos vecinos que quedaron en el pueblo eligieron a un guardia civil para sustituirle). Murió fusilado en las tapias del Cementerio del Este el 24 de julio de 1939.4 En aquellos 30 había, al menos, una agrupación socialista en Guadarrama y una Casa del Pueblo, de la que quedan rastros por la noticia algún mitin del Frente Popular en enero de 1936.

Entre los planes de los sublevados el 17 de julio en África estaba tomar lo más rápidamente Madrid, para lo cual, las tropas de Mola avanzarán a la capital desde el Norte, mientras que las de Franco harán lo propio desde el sur. Los macizos del Sistema Central se interpondrán en el camino de Mola, convirtiendo Somosierra y la Sierra de Guadarrama en batallas importantes para el destino de la capital republicana.

El Alto del León, punto de acceso a Madrid desde Segovia por la carretera de La Coruña (y a través del ferrocarril también), se convertiría en una pieza importante para ambos bandos desde las primeras horas.

El mismo día 18 varias partidas de voluntarios del pueblo de Guadarrama se dirigen al Alto del León, aunque no sería hasta el día 22 cuando comenzaran las hostilidades. Este día, de madrugada, la Columna Castillo toma la plaza. Las tropas de Mola, desde el cercano pueblo de San Rafael, responden de inmediato, ocupando el Alto del León al caer la noche. Comienza entonces la ofensiva republicana y la defensa nacional, que cristalizará en la creación de numerosas posiciones en los montes que circundan el pueblo (en la cima de La Sevillana, Cuelgamuros, Cerro Piñonero, Cerro de Salamanca…).

Durante los días siguientes se produce un feroz asedio al Alto, con intenso fuego. Los mandos nacionales a punto están de abandonar la posición, pero hay orden tajante de defenderla como sea. Hay cierto vaivén y hasta una reconquista momentánea el 26 de julio. Tras estos inicios ajetreados, que de hecho lleva la línea nacional hasta el mismo pueblo de Guadarrama el 1 de agosto, el frente se estabiliza durante prácticamente toda la guerra, siendo Guadarrama el último pueblo antes de la España Sublevada.

Las primeras Columnas que acuden a la Sierra, organizadas por sindicatos y partidos políticos, estaban formadas por milicianos, obreros, campesinos y voluntarios, reforzadas con algunas unidades de Infantería, Carabineros, Guardia Civil o Guardia Nacional Republicana. Pronto se establecería en el pueblo la Columna Asensio o Guadarrama, con efectivos de distintos orígenes entre los que encontramos gente de las Compañías de Acero del Quinto Regimiento y milicianos voluntarios. El 25 de agosto eran unos 2800 hombres en el pueblo5.

De la incertidumbre de las posiciones estos primeros días de la guerra queda en Guadarrama un testigo que desconocen muchos de sus habitantes actuales. En un área recreativa, a un costado de la antigua carretera A6, esquinada y perdida entre los pinos, hay desde 1996 una modesta placa que recuerda a Josep Suñol i Garriga. El diputado de Esquerra Republicana y antiguo presidente del FC Barcelona se dirigía al frente en una visita, de detalles poco claros aún hoy, cuando su coche cayó del otro lado de la línea amiga, lo que supuso su final.

Población en fuga

La situación de Guadarrama como enclave entre dos fuegos hizo que el pueblo sufriera un castigo excepcional y su población, atemorizada, huyera del pueblo desde el principio. Prensa y revistas gráficas madrileñas dedican amplio espacio a estos refugiados en Madrid y a la destrucción del pueblo, también por su desafortunada localización. Si bien es importante entender el barniz propagandístico de muchas publicaciones durante la guerra, y filtrados debidamente los tonos laudatorios, estos reportajes contienen textos e imágenes que resultan de un gran valor informativo.

Junto con las evacuaciones que fueron organizándose desde el gobierno de la República se produjeron, especialmente durante los comienzos de la contienda, huidas fuera de control, a menudo a pie o con caravanas de carros, en los que familias enteras porteaban lo que habían podido salvar de sus casas. Estas manchas humanas entrando a Madrid aparecen en descripciones literarias, desde La forja de un rebelde de Barea hasta Zamacois, pasando por el Francisco Camba de Madridgrado.

En Zamacois leemos, por ejemplo:

«(…) desde hace quince días se aproximan a Madrid millares de personas que, unas en carro, otras en caballerías o a pie, escapan de las tierras invadidas (…) El éxodo de los judíos, contado por las Sagradas Escrituras, se repite en Castilla. Despavoridas, sucias, llena el alma de sombras,
esas gentes sin albergue ni pan, caminan día y noche aguijoneadas por el terror de que sus perseguidores las alcancen. Avanzan en grupos: las mujeres delante, con sus hijos pequeños en brazos, mientras los mayorcitos, cogidos a las faldas maternales, lloran de cansancio; los
hombres –casi todos viejos– cierran la marcha. Van callados, amustiados, rendidos, van muertos. Algunos, los más felices, llevan del ronzal un borriquillo sobre el que se bambolean unos aperos de labranza, un colchón, una silla, un cesto con ropas…»6

Niños de Guadarrama recogidos por la Junta de Protección de Menores

Madrid se había convertido en el puerto de llegada de los naúfragos terrestres que llegaban desde Andalucía, Extremadura, Ávila, Guadalajara, Toledo y, por supuesto, la sierra madrileña.

Pronto, la ciudad comenzó a crear estructuras para acomodar a los refugiados en régimen colectivo, habilitando colegios, edificios religiosos, hoteles (como el Palace), cines (como el Capitol), palacios incautados a desafectos a la República…A pesar de ello, fue muy frecuente el alojamiento en casas de conocidos de los refugiados, de voluntarios y, también, el cobijo en portales, estaciones o El Retiro. A Felipe III se le conocía como El Evacuado porque alrededor de su estatua en la Plaza Mayor estos se arremolinaban. La ofensiva de noviembre a la ciudad extremaría la situación.

Llegaron hasta medio millón7 de refugiados (100.000 acomodados en el metro) que propiciaron la creación del Comité de Refugiados de Madrid en octubre de 1936, presidido por José Giral y participado por todos los partidos y sindicatos del arco republicano. En pocos días el Comité pasó a llamarse Comité Nacional de Refugiados.

Incluso antes de la creación del Comité, se habían ido creando brazos de la administración de forma más o menos espontánea. En una entrevista con Mariano Granados, que dirigía Protección de Menores y Matilde Huici, “destacada miembro de la Junta” (Estampa 22-8-1936) hablan de como esta institución se encargó en los primeros días de la guerra de rescatar a los niños que quedaron abandonados en instituciones caritativas de los pueblos en el frente.

Evacuados de Guadarrama en Madrid | Estampa

De esta forma, la prensa sacaba fotografías a principios de agosto de los niños recogidos en Guadarrama por parte del Consejo de Protección de Menores, que se hallaban alojados, junto con sus familias, en el noviciado junto al convento de Jesús de Medinaceli. El 26 de julio la ABC ya daba noticia de la suerte de los niños que se encontraban en el Preventorio del pueblo, que estaban en el hospital del Niño Jesús y los mayores de seis años en el Hospital Nacional de Infecciosos de Chamartín de la Rosa. El preventorio infantil estaba en el lugar donde había estado el Hotel Balneario de La Alameda, coetáneo del antes comentado del Doctor Rubio. Uno y otro complejo, junto a la carretera, caerían en los límites del frente (siendo incluso utilizados como centro de operaciones), y quedaron tremendamente dañados.

Sobre la organización de los habitantes de Guadarrama en el convento del niño Jesús daba algunas notas ABC (15-8-1936):

Cada cuarto, antes habitado por un fraile cobija ahora a una familia. En los claustros de clausura, en cuyas paredes aún aparecen carteles reclamando silencio, ríen y cantan muchas vocecitas infantiles. Entre estos chiquillos está “el hijo de todos”. Un peque de nueve años guapísimo, travieso, que ignora su dramática desgracia…

La ya mentada situación del pueblo como límite de los frentes republicano y nacional, hizo que su evacuación fuera temprana y dramática. “De entre los pueblos de la Sierra, Guadarrama ha sido, seguramente, el más castigado por la lucha. Su vecindario vivió horas de angustia bajo el bombardeo”, decía un periodista de Mundo Gráfico el 5 de agosto.

Niños acogidos en casa particular (pueden ser de Guadarrama) Estampa 22-8-36

Las gentes del pueblo empezaron a refugiarse en casas de familiares, a huir carretera adelante de forma espontánea y a refugiarse en una finca camino de San Lorenzo de El Escorial conocida como El Campillo, antigua propiedad real de gruesos muros que hoy sonará porque ha albergado bodas de relumbrón, como las de los hijos del presidente Aznar.

Un par de centenares de vecinos refugiados allí salían al campo en busca de comida en los momentos en los que el ruido de la artillería parecía cesar. Presa del pánico, cuando una unidad del ejército vino a buscarlos con un autobús para llevarles a la ciudad se atrincheraron al fondo del caserón, pensando que había llegado su hora.

Acerca del estado ruinoso del pueblo, convertido pronto en centro de operaciones del frente republicano, dicen mucho algunos reportajes sobre la muerte de Alvar, un periodista del Heraldo que participaba en las Milicias de la Prensa8, y que murió en la plaza del pueblo por el impacto de un obús a principios de agosto, en el que también fue herido el alcalde de Guadarrama. De un viaje posterior a los escenarios del trágico final de Alvar por parte de unos compañeros conservamos algunas descripciones del pueblo durante aquellos días (Crónica 9-8-1936):

Dejamos atrás el primer hospital de sangre, y enseguida los lejanos estampidos del cañón empiezan a hacerse oír. Pocos kilómetros más, y el tableteo de las ametralladoras nos señala la proximidad de los lugares de combate. El panorama ha cambiado radicalmente.

El ambiente se espesa con el humo de algunas casas destruidas por el bombardeo enemigo. Este pueblecito es uno de los más castigados de la Sierra. El Ayuntamiento, las escuelas, las casas particulares muestran los zarpazos de la metralla.

Salvo unos heroicos números de la Guardia civil y algún que otro miliciano, no hay aquí más seres vivientes que algunos pobres animales, asustados por los estampidos, que se refugian en la ruina de las casas.

La plaza del pueblo, con el Ayuntamiento al fondo y un Grupo Escolar a su derecha, está ante nosotros.

Un joven guardia civil aparece bajo el porche. Nos acercamos.

—¿Está el alcalde en el pueblo?
Una miliciana—«mono» azul y fusil dispuesto—, que sale del Ayuntamiento, contesta a nuestra pregunta:
—El alcalde es él.
—¿Usted? ¿Un guardia civil?
—Si. Hirieron al anterior, y tuvo que ser evacuado.
Como casi todo el pueblo se marchó, me hicieron a mí alcalde los que quedaron.
En un lado de la plaza, un automóvil diminuto tiene sobre sí la huella de innumerables impactos de metralla.
A los labios nos asoma una pregunta:
—Aquí mataron al pobre Alvar, ¿verdad?
—¿El periodista del Heraldo? Fué allí, mire. Entraba al Ayuntamiento, acompañado del anterior alcalde, y un obús explotó detrás de ellos. Mire el hoyo que hizo al estallar….

Las descripciones de los elementos distintivos de la sierra madrileña abandonados –las vacas, sus característicos muros linderos de piedra- adornan otras crónicas del frente en la época, como la de una visita al frente de Rafael Martínez Gandía publicada el 20 de agosto en Crónica, en la que da fe de las ruinas del pueblo después de atravesar el consabido paisaje de bombas y disparos desde el monte, aunque aquí aparece de pasada una vecina que ha permanecido en Guadarrama:

Nos detuvimos un poco en Guadarrama antes de emprender el regreso a Madrid. Guadarrama tiene hoy el aspecto de uno de esos pueblos en ruinas que nos presentaban los noticiarios cinematográficos de la Gran Guerra. Unas reses sin dueño caminan al azar. Las casas, medio derruidas, dan la impresión exacta de lo que es la guerra. Sentada en el escalón de una pobre casa, cuyo tejado aparece derrumbado, una mujer de luto oculta la cabeza entre las manos, y un niño, con la cara muy sucia y los ojos muy abiertos, la contempla grave y silencioso.

Es difícil hacer un recuento fiable de refugiados, pero los grandes grupos que la prensa de aquellos días cita, entre familias y los niños del Preventorio, no van más allá de los tres centenares (aunque pudo haber más rescates, que desconocemos). Sabemos también que, aunque el pueblo estaba semivacío, quedaban algunos vecinos allí, que muchas huidas se produjeron de forma espontánea por las carreteras (en los relatos del rescate en autobús se menciona la recogida de gente por el camino, de hecho) y que muchos refugiados prefirieron quedarse en pueblos cercanos a los suyos, al menos al principio de la guerra. No sabemos cuántos vecinos de Guadarrama se alojaron con otros madrileños, en casas de familiares que vivían en la capital o durmieron en el metro…Conocemos el hecho de que hubo gente del pueblo que se integró en las milicias republicanas, también. Muchas son las imprecisiones y conjeturas hasta sumar los dos millares de vecinos que vieron alterada su vida en condiciones trágicas y, las más de las veces, tuvieron que huir de sus hogares.

La memoria de un pueblo evacuado

La placa está en la zona donde sucedió, un pedacito de monte en Guadarrama con mesitas para domingueros

Hoy Guadarrama es un pueblo entorno a los 15.000 habitantes censados (una cifra muy pequeña en comparación con su población en verano) en el que hace falta agudizar la vista para recuperar la memoria de cuando el pueblo fue ruinosa antesala de la Batalla del Guadarrama.

Al pasear frente a la Iglesia y leer en una señalización que data del XVIII uno la mira extrañado. Nadie le avisa de que su última reconfiguración es deudora de las obras de reconstrucción posteriores a la Guerra por parte del Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones. Lo mismo ocurre con su Ayuntamiento, que arrastra trazas de la arquitectura historicista, de ecos imperiales y escurialenses, del franquismo. Uno sabe que tiene la mirada desubicada pero no acaba de encontrar las causas de las disonancias estéticas de un pueblo en el que el clásico granito serrano se encuentra mezclado en restos de construcciones y reconstrucciones. Algo así sucede con el barrio llamado, precisamente, de Regiones Devastadas, con caserones de tipología rural de la posguerra entre las cuales uno encuentra, en un sillar de un viejo cobertizo renacido como discoteca, una inscripción del siglo XVIII.

En los ultimísimos tiempos se ha iniciado una labor de recuperación de la memoria de la guerra, que se puede ver en la señalización del barrio de Regiones Devastadas y que tiene como máximo exponente el mapeo y puesta en valor de los numerosos restos materiales de la contienda que su monte alberga en forma de trincheras o fortines9 (cuántas campañas arqueológicas como las que en los últimos años se han llevado a cabo en la Ciudad Universitaria de Madrid podrían hacerse en esas lomas). Sin embargo, hay una deuda irresuelta con las vidas de los habitantes de Guadarrama, aquellos que trabajaban el campo y servían en los balnearios burgueses hasta los años veinte. Los que huyeron bajo las explosiones de la artillería en el 36.

Citas:

1Se trataba de una parada del ferrocarril a El Escorial, que se inauguró en 1861
2Véase Caba, M. Á. S. (2011). Agua, salud y sociedad en la Sierra de Guadarrama, 1890-1936. El manantial de aguas minero-medicinales de La Porqueriza y el balnearismo en Guadarrama (Comunidad de Madrid). Espacio Tiempo y Forma. Serie VI, Geografía, (4-5), 177-194
3Véase SOUTO KUSTRÍN, Sandra Isabel. Poder, acción colectiva y violencia en la provincia de Madrid,(1934-1936). 2003. P.
4Aparece en el listado Fusilamientos en las tapias del Cementerio del Este (actualmente ‘La Almudena’), Madrid (1939-1945), basado en DÍAZ-BALART, Mirta Núñez; FRIEND, Antonio Rojas. Consejo de guerra: los fusilamientos en el Madrid de la posguerra;(1839-1945). Compañía literaria, 1997. En el AHN hay también expedientes personales esperando a ser estudiados.
5Véase MUÑOZ ESCRIBANO, Cristobal, 2015. Fernando Alberca Barrilero, de soldado de infantería a piloto de la FAR. ICARO Boletín Informativo de Aviadores de la República Madrid: ADAR, nº 118, diciembre de 2015, pp. 15-17
6De la novela El asedio de Madrid, de Eduardo Zamacois, extraído de SÁNCHEZ-COLLADO JIMÉNEZ, Juan Carlos. Los evacuados de la Guerra Civil de la provincia de Toledo (1936-1939). 2016. p 123
7Íbid. p 142
8Diferentes redactores de Heraldo de Madrid participaron de las Milicias de la Prensa, como Ramiro Gómez Zurro, Juan G Olmedilla, Emilio Criado Romero, Francisco Caramés, José Díaz Morales y Manuel Fernández Álvarez, Alvar
9REDONDO ARANDILLA, Manuel y AVISÓN MARTÍNEZ, Juan Pablo, 2012, Guadarrama: tras las huellas de la guerra, Guadarrama: Ayuntamiento de Guadarrama, disponible en http://www.guadarrama.es/Rutas/Tras%20las%20huellas%20de%20la%20guerra.pdf

 

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