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Los huevos de águila: la ‘nueva’ extrema derecha, sus discursos y cómo combatirlos [Zenón]

Artículo remitido por «Zenón», historiador libertario perteneciente a las masculinidades en transformación

La educación que forjaron nuestras familias, si pertenecían al bando de “lxs perdedorxs de la historia”, lxs desposeídxs, los que aún albergaban un discurso propio centrado en la clase y su visión particular de las relaciones sociales: explotadorxs/explotadxs, ricos/pobres, oligarquía/proletariado… se basaba en inocularnos antídotos a todo lo que supuso no hacía tantos años el fascismo y su visión autoritaria de la vida. Visionar películas como “Germinal” o “Novecento”, escuchar cantautores que nos contaban historias sobre la liberación del yugo imperialista, o lo bello de la libertad entre iguales, forjó nuestra cosmovisión del mundo, siendo sujetos políticos con un pensamiento propio y siempre crítico.

Partiendo de aquí podemos preguntarnos de dónde surgen los “nuevos” discursos de extrema derecha; discursos que impregnan desde sectores de la población desfavorecidos por el sistema a grandes propietarios que añoran una visión tradicional de la vida, en la que el discurso de clase no exista y el liberalismo económico campe más a sus anchas si cabe.

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Aquí conviene, para ser estrictos con la terminología, definir lo que consideramos como extrema derecha y el sistema finalista de muchos de los proyectos políticos que caben en esa definición, que no es otra cosa que el fascismo. Según la RAE, el fascismo sería el “movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX. Éste se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista”. Partiendo de esta definición, podemos, recogiendo otras definiciones, indicar cuáles son “los caminos” para llegar a ese Estado y toma del poder. Un mecanismo que, más allá de la demagogia, la propaganda política y la anulación del individuo, radica sin duda en utilizar todos los medios para alcanzar el poder y la conquista de las instituciones y por ende los aparatos políticos y represivos del estado. Aquí conviene definir, asumiendo los riesgos, el concepto de “violencia política”, entendida esta como -en palabras de Herbert Nieburg-: “el conjunto de los actos de desorganización y destrucción y las lesiones cuyo objetivo, elección de blancos o de víctimas, circunstancias, ejecución y/o efectos adquieren un significado político, es decir, tienden a modificar el comportamiento ajeno en una situación de negociación con repercusiones en el sistema social”.

Recopilando unos pocos datos históricos y para tener un marco contextual veraz, apuntar que la mal llamada “Transición española”, con el dilema de los debates de la izquierda entre la “reforma o la ruptura”, significó según la amplia definición apuntada más arriba de violencia política un total de 591 personas muertas -según Mariano Sánchez Soler en su libro La Transición sangrienta– por violencia política desde 1975, año de la muerte del dictador, hasta diciembre de 1983, cuando los GAL tomaron el relevo de la guerra sucia cometiendo sus primeros crímenes bajo el gobierno socialista.

También conviene recordar, básicamente para no olvidar y entender por qué las heridas siguen abiertas, que yacen en fosas comunes sin identificar en las cunetas, en los aledaños de los pueblos y aldeas, en barrancos o campos los restos de cerca de 114.000 “desaparecidos y desaparecidas” de la Guerra Civil Española (1936-39) y de la dictadura de Franco (1939-75).

¿Qué hacemos con estas cifras? ¿Cómo interpretamos el “resurgir” de la extrema derecha o lo que alguien definió como “lo que hay en el aspecto político entre el liberalismo más conservador en lo social, que no en lo económico, y el fascismo”?

Quizás sea un error pensar o sorprenderse, de esta “nueva” derecha dura y sin complejos. Nuestro análisis requiere preguntarse de dónde surge o si es que en algún momento llegó a desaparecer del todo o solo estaba adormilada, esperando una nueva oportunidad de “crisis” de valores y sistémica para resurgir con sus discurso del odio hacia el débil y el desfavorecido. Preguntarse cómo se construye su dialéctica venenosa, cuáles son sus “enemigos” y estrategias para sembrar la sospecha hacia la diferencia y el ansia acomplejada de quien necesita un guía fuerte para poder definir la vida, son los propósitos de este escrito.

Si tuviéramos que definir nuestros días con un concepto que lo albergue casi todo (el malestar social, la desconfianza generalizada en el sistema, la pobreza cada vez menos disimulable, la ausencia casi total de un sujeto político de resistencia, el individualismo extremo que tiñe grandes capas de población) éste sería el de POSVERDAD.

Dicho concepto surge en los últimos años del pasado milenio y se entiende como la influencia de las emociones en la toma de decisiones políticas, distorsionando la realidad, con el fin de crear y modelar una opinión pública influyendo en las actitudes sociales. Estableciéndose así como un “nuevo” concepto para expresar los mecanismos de propaganda e influencia social que antaño estaban en pocas y evidentes manos, pero que ahora, cuando las opiniones no requieren de contraste veraz, sino que parten de multitud de individuos, crean una cultura del rumor y la conspiración, en la que los hechos o pruebas tácticas no participan del debate o contraste de las opiniones. Más allá de considerar este concepto sencilla y llanamente como la articulación de un discurso político basado en la mentira. Es necesario recordar la famosa frase de Goebbels sobre la mentira repetida mil veces que se convierte en verdad o la más concluyente respecto a la propaganda, que reza así: “por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas…

¿Cómo combatir el rumor? ¿Cómo desterrar las falsedades que escuchamos cada vez más desacomplejadas sobre las personas inmigrantes o las personas no heteronormativas? Existen y hacen una labor encomiable las redes anti-rumores, con financiación europea, que desmienten una serie de tópicos falsos (acceso a ayudas sociales, sanidad, empleo, impuestos, etc) sobre las personas inmigrantes, pero se trata de un recurso al alcance de pocxs y con escasa incidencia social más allá de los círculos más o menos concienciados.

La memoria es un arma cargada de futuro

A principios de marzo de este 2019 en el homenaje a Salvador Puig Antich y 45 aniversario de su asesinato a garrote vil en la cárcel Modelo de Barcelona, Jean Marc Rouillan, en su breve recordatorio, se despidió modificando el conocido verso del poeta Celaya, para recordarnos que sin memoria, ni aprendizajes colectivos, ni luchas, ni derrotas, nosotros, los que no queremos el poder, los que no luchamos para derrocar ningún régimen, sino que nos definimos por ser anticapitalistas, pocas luchas tendrán algún sentido. La memoria nos erige de nuevo como sujetos políticos, pero ¿con qué proyecto? Combatimos el lenguaje y los mensajes de la extrema derecha, pero ¿con qué finalidad? No puede quedar en un mero maquillar el sistema y establecer un lenguaje políticamente correcto e inclusivo, o a la búsqueda de una ruptura de las clases sociales, señalando los privilegios (de género, de orientación sexual, de clase, de etnia) para conseguir una relación entre radicales libres e iguales.

Aprender de los envites: resistencia desde Grecia, de la pedagogía a la lucha guerrillera

Hace apenas seis años, en septiembre del 2012, era asesinado por un militante de Amanecer Dorado el rapero y activista Pavlos Fyssas. Este acto de violencia extrema, precedido por otros muchos ataques, sobretodo hacia personas migrantes y racializadas, desencadenó nuevas estrategias del movimiento antifascista heleno.

Fundado a principios de los 80, Amanecer Dorado, un partido residual hasta la crisis sistémica de 2006/2008, se estaba extendiendo por toda Grecia, ocupando el espacio público cada vez de manera más ostentosa, creando bancos de sangre y alimentos “sólo para griegos” y con muchas ramificaciones entre los cuerpos militar y sobre todo policial.

Unos meses más tarde del asesinato de Fyssas, 4 militantes de Amanecer Dorado eran tiroteados mientras montaban guardia ante la sede de su partido, resultando dos de ellos muertos en el ataque. Esta ejecución fue reivindicada. Simbólicamente, el extenso comunicado que lo vindicaba fue depositado en el monumento al partisano en la ciudad griega de Atenas. Las reacciones mediáticas no se hicieron esperar, y el discurso victimista de los cabecillas del partido xenófobo y ultra nacionalista copaban todos los canales de la televisión. Discurso democrático de condena. Pequeños partidos y grupúsculos rompieron el silencio y no condenaron la acción. El resultado de la misma fue la menor visibilidad de la citada formación ultraderechista y el cierre de unas cuantas de sus sedes.

Otra estrategia a resaltar, para entender la resistencia a los discursos de extrema derecha y la diversidad de tácticas para combatirlos, fue la desarrollada en la isla de Creta, actualmente la única gran región de Grecia sin presencia de Amanecer Dorado. De un activismo militante de base, saliendo y ocupando las calles, contando cómo se vio afectada la isla durante la II Guerra Mundial y lo que hicieron en ella los nazis, quemando, saqueando y asesinando, hasta fomentar desde el profesorado de los institutos la diversidad cultural que impregna la isla, partiendo del discurso del tú a tú: “Tu compañero no nació aquí. ¿Crees que te está robando o quitando algo si comparte contigo el aula?”. Así, desde una cultura antifascista de base pero también con el ataque directo contra la sede del partido en abril del 2018, se consiguió que dos semanas después los ultra nacionalistas xenófobos hicieran la maleta y se largaran.

Análisis del discurso: ¿contra quién? Fuerza, tradición y captación de electorado

Los ataques de sujetos de extrema derecha se van sucediendo con más o menos visibilidad por parte de los media: agresiones a personas LGTBI, intentos de destrucción de espacios emblemáticos de resistencia, ataques a centros de acogida de menores migrantes sin tutela legal (MENAS)…

Es imprescindible un análisis del discurso de la extrema derecha para saber cómo combatir su mensaje de odio a la diferencia, ataque al débil y reafirmación, a la vez, de unos valores que pertenecen como mínimo a lo que podemos denominar como “franquismo/fascismo sociológico” que debido en gran parte a una “Transición política pacífica” que nunca lo fue (ni fue reforma, ni hubo ruptura con los engranajes del estado oligárquico franquista), sino más bien una transacción donde el régimen aparentemente se “autoimmoló” cediendo unas cuantas concesiones a la izquierda más dialogante, para mantener así a buen recaudo las estructuras económicas y represoras del régimen que gobernó con puño de hierro durante casi 40 años. Los crímenes y ataques de sujetos fascistas sin duda tienen un trato de “privilegio” a manos de la justicia estatal. La impunidad roza el insulto cuando sujetos con larga tradición de militancia fascista y asesinos confesos y condenados encabezan listas de partidos de extrema derecha que concurren a las elecciones. Un caso paradigmático en este sentido es el de Pedro Cuevas, principal acusado de asesinar a Guillem Agulló. En el pasado ha participado en listas electorales y se ha visto involucrado con grupúsculos con armamento militar, casi con total impunidad judicialmente hablando. Enlazando con el manido concepto de “memoria histórica”, necesario para no olvidar ni perdonar, nos podemos preguntar por el poco interés institucional que hay, por ejemplo, por descubrir dónde reposan los restos de quien fuera quizás el mejor poeta del XX que dio Iberia: Federico García Lorca. Si no se restablece esta memoria y la consiguiente dignificación de las personas asesinadas por el fascismo militar, no es extraño que su discurso no muera, más todo lo contrario, que resurja cuando a la oligarquía capital/financiera más le convenga.

Si analizamos sucintamente el discurso de la extrema derecha (desde VOX hasta Hogar Social) percibimos: rechazo y odio al inmigrante (nos quitan el trabajo, se benefician de ayudas sociales, etc.), rechazo y odio a lo que tildan de “ideología de género” (ataque directo a los feminismos, al protagonismo político y asunción de algunas de sus reivindicaciones por parte del “establishment político” y odio a la manifestaciones de identidades sexuales no normativas). Y todo ello unido a la necesidad y reivindicación de un “estado” fuerte lejos de los “valores” que representa la Unión Europea. Por lo tanto, euro-escepticismo o rechazo frontal de lo que entienden que éste representa: la “libre” circulación de personas, los impuestos, los “derechos humanos” y la multiculturalidad.

Es decir, a simple vista, nos encontramos con un discurso “antisistema” como el que podía expresar el primer falangismo ibérico de los años 30 contra un sistema inoperante, corrupto, de “vividores” y de ayuda y asistencia al débil, otorgando oportunidades y ayudas con finalidades de integración en el engranaje capitalista. Dicho esto ¿qué contrapone el antifascismo revolucionario, que ni cree, ni confía en la UE (organización de empresarios para facilitar la libre circulación de capitales para explotarnos mejor), pero concibe un mundo sin fronteras ni económicas, ni raciales, anteponiendo la igualdad entre personas y el apoyo mutuo como marco relacional.

¿Y si todo fuera por el petróleo? Geopolítica, y guerras por los recursos

Hace ya unos cuantos años que Antonio Turiel (y otros y otras), desde su blog y con sus charlas nos instruye del más que evidente decrecimiento y fin de los recursos fósiles del planeta. Básicamente, el petróleo y la sociedad tecnificada y el concepto mismo de “progreso infinito” que el capitalismo nos ha inculcado hasta en la sopa, tienen fecha de caducidad. ¿Se traduce este hecho científico, en guerras, alianzas geopolíticas, o una tercera guerra Mundial deslocalizada pero convergente en el tiempo en todo el planeta? El que escribe este texto está convencido que sí.

La lucha de los y las kurdas contra Turquía y el DAESH, la invasión de Libia por parte de las potencias europeas (Francia y Gran Bretaña, principalmente), el acoso periodístico y la guerra de baja intensidad contra Venezuela… Todo son señales de que un modelo que ha durado unos cien años vislumbra su fin. Como consecuencia: el resurgir del concepto “nacionalismo”, en contraposición al “multiculturalismo”, el desmoronamiento del estandarte de la socialdemocracia post-Segunda Guerra Mundial, el Estado del Bienestar y el concepto mismo de “derecho” y quizás el cuestionamiento (¿algún país del mundo la cumple?) de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las preguntas se abren y el cambio de ciclo nos obliga a posicionarnos: ¿tiene sentido seguir apelando a un sujeto político (la clase obrera, por ejemplo) imbuido muy a menudo de valores reaccionarios y emblema de un modelo de desarrollo que en no muchos años implosionará? ¿Cuál es el potencial sujeto político con capacidad de transformación, de análisis y de confrontación que puede generar transformaciones radicales en lo relacional entre las personas y nuestro ecosistema? ¿Quién encabeza o encabezará los nuevos valores revolucionarios y con qué discurso?

El inevitable planteamiento de la autodefensa y el ataque: ¿alianzas con quién y para qué?

Fue Theodore Kaczynski quien, en uno de sus opúsculos escritos desde prisión, donde se encuentra encarcelado a perpetuidad, apuntaba el espinoso tema que no conviene rehuir -si nos consideramos parte de una comunidad de resistencia o anhelamos pertenecer a ella-: la autodefensa. Exponía el clásico ejemplo de la comunidad que ha conseguido establecer unos valores comunes de respeto y apoyo mutuo logrando crear un modelo social de equilibrio y comunión con su entorno ecológico. ¿Qué pasaría si esta comunidad fuera atacada de repente por 50 individuos armados con el afán de destruirla? Pues lo que en no pocos casos los y las libertarias hemos vivido, poniendo en serio peligro su integridad: desalojos de okupas perpetrados por matones, ataques fascistas con armas en las fiestas del pueblo, etc., no sabiendo reaccionar y acudiendo a la policía del sistema para que nos proteja o defienda, apelando a su imparcialidad y a nuestro supuesto derecho a expresarnos y a ser protegidos ante un ataque armado. No porque sea polémico hay que rehuir el tema, pues nuestra capacidad, primero de sentir que pertenecemos a algo y después de garantizarnos nuestra integridad física y mental, son imprescindibles si nuestro objetivo es encontrarnos algún día en el mismo lado de la barricada.

Sujetos políticos: feminismos y excluidas

Pues si de sujetos políticos hablamos, concibiendo la retórica clásica del post-marxismo, no podemos cerrar los ojos y hacernos los sordos ante la lucha y capacidad de movilización que han demostrado ya las mujeres y los feminismos. Sufriendo todos y todas una banalización brutal de la violencia sexual y una larga lista de reivindicaciones claras y de largo recorrido que van desde la desigualdad salarial, al derecho al propio cuerpo y a decidir sobre él (aborto, parto respetado), los tíos no podemos sinó admirar en silencio la capacidad, después de más de quince años picando piedra, de haber conseguido poner en “nuestra agenda” una huelga que se sucederá cada año y ya lleva dos: el 8 de marzo, Día de la mujer trabajadora.

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Pues ahí está el sujeto político que todo lo cambia y cambiará. Recuerdo cuando estudiaba en uno de esos “templos del saber” que son las universidades, y una doctora, Anna Sallés, argumentaba con clarividencia que ninguna revolución que haya triunfado en la historia o que haya llegado a suceder lo ha hecho jamás sin el “beneplácito” de las mujeres de su momento histórico. Es decir, sin su apoyo real, siempre invisibilizado por los hombres que escriben la historia y su perspectiva heroica de los sucesos, ninguna revolución en la historia podría haber tenido lugar.

¿Y quiénes son las excluidas?

Las que no entran en ningún libro de historia, las que se encuentran en los márgenes, las no-ciudadanas, es decir, todas aquellas que ni tienen ni necesitan de “derechos”, pues el sistema ya las ha condenado -quizás desde que nacieron en el sitio y el momento equivocados-.

Así pues, conviene señalar un profundo “cambio de ciclo” en el que los discursos no serán los mismos, donde el ecologismo no será una moda, sino algo vital, y donde lo reaccionario serán unos valores de los adictos al sistema que mantendrán su estatus y sus privilegios a costa -como siempre- de la vida de los demás.

Conclusiones

Más allá de lo expuesto, que no pasa de mero apunte de análisis pero que especialmente pretende plantear preguntas, sería conveniente definirnos, si consideramos que pertenecemos a una historia común de lucha. La gente del MIL, por ejemplo, con Puig Antich como integrante más conocido -pues pagó su lucha con su vida-, no se definían como “antifascistas”, sino como anticapitalistas, pues entendieron que el fascismo es una más de las caras del control social que el capitalismo nos ofrece. No pretende este texto proponer nada en particular, o si las “alianzas estrategicas” con sectores del amplio abanico de la izquierda, sea ésta parlamentaria o no, pueda ser útil o conveniente. La historia está ahí, y por ejemplo, también la Guerra Civil es un buen escenario de estudio del comportamiento de cada “familia” de la izquierda, cortada por su distinta concepción de “revolución” y “autoridad”.

Sólo como apunte y para acabar, a principios de este año 2019 una nueva matanza, en este caso de población musulmana, fue perpetrada por un militante de extrema derecha en Nueva Zelanda. Marcó la munición del subfusil con unos cuantos nombres de sus “predecesores” en este tipo de acción. Entre ellos figuraba el del asesino del vallecano Carlos Palomino.

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Debemos estar alerta, articular discursos propios y elaborar estrategias de defensa y ataque. La extrema derecha más o menos pro-fascista está legalizada, tiene partidos que concurren a las elecciones, su discurso se difunde y poseen información y dinero. Ni olvido ni perdón.

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