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1930. La intrahistoria de la sublevación republicana de Jaca [Antonio Gascón Ricao]

Introducción

A punto de cumplirse el 89 aniversario de la sublevación republicana de Jaca, y con indiferencia de la ideología del autor, o que el autor se llame Salvador Sediles Moreno, Antonio Graco Marsá Balcells, Miguel Maura Gamazo o Emilio Mola Vidal,1 en su caso, cuatro personajes que por una causa u otra fueron testigos muy cualificados de los Hechos de Jaca de 1930, se debería tomar conciencia de lo subjetivo que resulta cualquier libro de memorias, si al final se decide tomarlo como punto de referencia histórica.

Del mismo modo que resulta comprensible la circunstancia de que los historiadores sigamos tomando a los autores citados como punto de referencia, al darse por supuesto que por mediación de los mismos resulta factible explicar lo acaecido en Jaca durante aquellos trepidantes días, aunque olvidando demasiado a menudo que sus relatos eran interesados, al haber sido en mayor o menor medida, implicados directos en dicho hecho.

A las fuentes anteriores, las únicas impresas y dignas de mención durante la época republicana,2 añadimos la obra pionera editada en 1984, La sublevación de Jaca, de José María Azpíroz y Fernando Elboj.3 Puestos a sumar, añadimos la de Esteban C. Gómez de 1996, La insurrección de Jaca. Los hombres que trajeron la Republica,4 advirtiendo que a la inversa que la anterior, la obra de Gómez resulta subjetiva, prueba de ello, entre otras muchas, es el uso abusivo que el autor hace de “diálogos” extraídos de las memorias antes citadas, con la clara intención de hacer creer al lector de que son totalmente históricos (sic), cuando no lo son.5

Por tanto, de hacer balance, la historia de la sublevación de Jaca sigue pendiente de revisión, y que el supuesto caso de volver algún día sobre ella, con la pretensión de llegar a una veraz aproximación de los motivos que desencadenaron aquel fracaso revolucionario del 12 de diciembre de 1930, y las herramientas deberían ser la frialdad, el distanciamiento y el correspondiente método, sin olvidar algunos detalles vitales que seguidamente se van a exponer.

Los conspiradores civiles de Jaca

Tras el triunfo en las urnas de la República el 14 de abril siguiente, y con la euforia consiguiente que comportó, no hubo tiempo ni interés alguno, y menos aún por parte de los medios de comunicación de la época, en explicar el papel que habían jugado los paisanos jacetanos en aquella fallida sublevación de diciembre,6 minimizado aún más a causa de los desafortunados fusilamientos de los militares Fermín Galán y Ángel García Hernández acaecidos el 14 de diciembre anterior, y encubierto aún más al cobrar un importante protagonismo una parte de los oficiales que habían participado en aquella fracasada sublevación, tal como la describió el oficial Salvador Sediles, uno de los principales implicados7.

sublevacion de jaca en 1930  Fermin Galan y Garcia Hernandez
Retratos de Fermín Galán y Ángel García en memoria de los sublevados de Jaca. Fuente: El Periódico

De entrar al detalle, y según el testimonio personal de Sediles, Galán en principio no tenía prevista la participación civil en la sublevación en Jaca. Sin embargo después de mucho darle vueltas al asunto, llegó a la conclusión de que de algún modo se debería disimular la “militarada” local que estaba a punto de producirse, en un intento de hacer creer a la opinión pública que el golpe no había sido obra exclusiva de los militares de “siempre”, en un país demasiado acostumbrado a las “asonadas”. Y de ahí que Galán al final decidiera aceptar la presencia de civiles en la misma, pero con la intención de hacer creer de que en Jaca había sido el pueblo llano el que se había sublevado, y al cual había seguido de forma solidaria el propio ejército 8.

Pensado a la inversa de Galán, el Comité Nacional Revolucionario estaba formado en su totalidad por civiles, y si dicho Comité había decidido contar con unos pocos militares más o menos liberales, era porque los necesitaba como palanca necesaria e imprescindible para poder dar el golpe, ya que dichos militares deberían ser los encargados de asumir el mando militar de determinadas unidades ya comprometidas, pero en el momento preciso de producirse el golpe dichos militares quedarían supeditados bajo el mando directo de los miembros civiles del futuro Gobierno Provisional de la República.

Al cambiar de idea, Galán inició contactos con algunos elementos civiles de Jaca, empezando por los representantes de los socialistas locales, como eran los casos de Alfonso Rodríguez, el Relojero,9 Julián Borderas Pallaruelo, el Sastre,10 o de Pío Díaz,11 presidente del Círculo Republicano Socialista de Jaca, que aceptaron de buen grado adherirse a la conspiración, a los cuales siguieron Antonio Beltrán Casaña, el Esquinazau, Antonio Mur, que años después sería alcalde Jaca, Mariano Vizcarra, Francisco Cavero, el Taxista de Canfranc, socio y amigo de Beltrán, Luis Duch Lacasa, Ricardo Mairal, Francisco Laclaustra, Adolfo Palacios, Vicente Malo, Ángel Sagasti, Antonio Trullas, Leoncio Villacampa, Venancio Domínguez y así hasta una cincuentena de paisanos.

A la hora de poner alguien al frente de aquel grupo de civiles, debió pesar mucho que un convecino comprometido tenía en su haber una probada experiencia militar al haber participado en la revolución mejicana, enrolado en los “dorados” de Panco Villa, o participando en la batalla de Columbus el 9 de marzo de 1916, o en la I Guerra Mundial enrolado en la Legión Americana, consiguiendo incluso una medalla, por ello se le designó jefe de aquellos civiles a Antonio Beltrán Casaña, el Esquinazau, futuro comandante en jefe de la 43ª División republicana durante la Bolsa de Bielsa (abril-junio de 1938), después alumno de la Academia Militar Frunze de Moscú, o jefe del Aparato central de Pasos del Pirineo con el PCE en la época del maquis.

De hecho que gracias a la labor el Esquinazau y la de sus compañeros, permitió a Galán, entre otras muchas cosas, poder contar el día de la sublevación con la necesaria e imprescindible columna de vehículos, tanto camiones, coches, como autobuses, de los cuales se sirvió Galán para llevar a la tropa republicana al encuentro con su destino en las inmediaciones de Cillas. Galán, indudablemente fue el mártir y el símbolo, pero hombres como Beltrán fueron básicos para poder hacer posible que la República surgiera con ímpetu en un rincón pirenaico aquella madrugada del 12 de diciembre de 1930.

En Jaca como no se subleve el Obispo

Antes del primer y último aniversario de la Dictablanda, término acuñado por Bergamín, en los últimos meses de 1930 se generalizaron en toda España los rumores que hacían referencia a inminentes motines. A aquella alarma social se correspondía en los cuarteles con una mayoritaria indiferencia por las gestiones que estaba llevando a cabo el gobierno del general Dámaso Berenguer, sustituto del golpista Primo de Rivera, antiguo Comisario en Marruecos y máximo responsable del Desastre de Annual, “obra disgregadora” en opinión de la derecha monárquica y absolutista que detentaba el poder, mientras que en el caso de una minoría, lo que empezó como un expreso y un velado rechazo a aquella misma política, en la práctica se tradujo en una serie de maniobras conspirativas que corrieron a cargo de los sectores más liberales del propio ejército.

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Dámaso Berenguer. Fuente: Wikipedia

Al proceso huelguístico reivindicativo del momento, paralelo al alarmante crecimiento del paro, siguió una irresistible curva ascendente tras los años de represión de la Dictadura. Factores todos ellos que favorecieron el juego antidinástico, tanto entre militares como entre intelectuales, o entre los sectores políticos y sindicales, situación general por tanto ideal para los conspiradores republicanos que la veían con agrado, y como medio propicio para poder lograr sus objetivos revolucionarios.

El mes de agosto anterior, en la donostiarra calle Garibay, domicilio social de Unión Republicana, los partidos republicanos y nacionalistas habían firmado lo que se dio en llamar después el Pacto de San Sebastián, acuerdo que culminó en una alianza de mutua asistencia y en el nombramiento de un Comité encargado de unificar las distintas actividades pactadas, pero del cual quedaron excluidas las fuerzas sindicales, al no invitarse a dicha reunión a la UGT ni a la CNT.

A pesar de ello, en octubre los sindicalistas aceptaron prestar su apoyo al autodenominado Comité Revolucionario Nacional, comprometiéndose ambas centrales sindicales a organizar una huelga general pacífica en toda España que debería culminar, según las propias previsiones del Comité, en la insurrección de determinadas guarniciones militares con las que ya se estaba en contacto.

En medio de todo ello, el capitán Fermín Galán Rodríguez, que había sido puesto en libertad en diciembre de 1929, tras cumplir condena en el castillo militar de Montjuic tres y medio de sus seis años de condena por complicidad en la “Sanjuanada”, un complot destinado a acabar con la Dictadura de Primo de Rivera en 1926, encabezado por los generales Valeriano Weyler y Francisco Aguilera, a finales de junio de 1930, y desatendida su petición de traslado a la plaza de Barcelona, donde contaba con grandes amigos, particularmente entre la CNT, se le destinó de forma forzosa a Jaca, en concreto al Regimiento de Infantería Galicia núm. 19, unidad bajo el mando del coronel Miguel de León, que a su vez contaba como segundo al teniente coronel Julio Mangada, estrafalario personaje que al final acabó por implicarse en la sublevación12.

En contra de la opinión general generada como consecuencia del mito posterior de Jaca, Galán era en aquellas fechas un gran desconocido, y más aún para el recién constituido Comité Revolucionario Nacional. De ahí que hiciera fortuna la frase del periodista Graco Marsá, ante la pretensión de un tal Galán de sublevar aquella plaza y tomar por sorpresa la pequeña guarnición de Huesca, afirmando en plan irónico que “en Jaca como no se subleve el obispo”, pues de hecho y antes de la propuesta de Galán, el objetivo de Jaca no estaba contemplado bajo ningún aspecto en el primer plan general de la sublevación, según declarará un tiempo más tarde el propio Graco Marsá13.

De esta forma, la primera noticia que tienen de él y de su pretensión, es gracias a la gestiones realizadas por el capitán Salvador Salinas, hijo del jefe del Estado Mayor de la 5ª Región (Zaragoza), quien tras mucho insistir consiguió que Galán fuera llamado por el Comité a Madrid para una entrevista previa. A finales de septiembre o principios de octubre, según la fuente, Galán marchó a la capital de España, con la intención de poder intercambiar impresiones con el Comité Revolucionario, y en el caso de llegar a un acuerdo con el mismo, para exponerles un nuevo y audaz plan, dado que Huesca, su primitivo objetivo, se desconocen los motivos, se le había quedado pequeño y por lo mismo pretendía ampliarlo alcanzando en su objetivo final la mismísima Barcelona.

Para lograr el mismo, Galán contaba sobre el papel con las fuerzas de Jaca, militares y paisanos, más el compromiso de un puñado de sindicalistas catalanes, que sublevados en Jaca, se unirían en Huesca con los ya comprometidos en aquella plaza, y todos juntos deberían marchar sobre Lérida. Ocupada ésta, debería caer sobre Barcelona, donde contaban con el supuesto apoyo de los sindicalistas, y desde allí, caso de triunfar, se pensaba en poder organizar y enviar dos columnas que marcharían, a su vez, en dirección a Madrid y Levante.

El Comité escuchó atentamente el plan propuesto por Galán, pero se mostró muy reticente al mismo, visto el elevado riesgo que conllevaba aquella compleja operación, en el supuesto caso de llevarse a cabo como pretendía Galán, y más aún al tener unos objetivos tan lejanos y a la vez tan sumamente complejos. Operación, que caso de llevarse a efecto tal cual, multiplicaría los riesgos de dar al traste con toda la operación general que ya estaba prevista y en marcha en toda España, y que bien mirada resultaba mucho más sencilla y factible, pues se trataba de sublevar determinadas guarniciones situadas en puntos muy concretos, pero en todos los casos significativas dado el nivel de compromiso de algunos oficiales, y en principio sin necesidad de marcha alguna sobre ningún objetivo.

Sin embargo, el Comité aceptó incluir la propuesta de Galán dentro del plan general, siempre y cuando se supeditara y acatara con todas de la ley el mando unificado y las órdenes directas provenientes del Comité Nacional, a lo que Galán se plegó sin grandes esfuerzos, siendo nombrado, según alguna fuente, Delegado del Comité Revolucionario Nacional en Aragón14.

La única modificación que sufrió la idea original de Galán fue la de sustituir a los sindicalistas barceloneses propuestos por él, por un centenar de estudiantes madrileños del FUE de Madrid, que se le proporcionarían en su momento y de cara a su marcha sobre Huesca. Posteriormente, los capitanes Juan Aiza y Salvador Salinas, anteriormente comprometidos con Galán, se pusieron en marcha, viajando el primero a Huesca y Barcelona, y Salinas a Zaragoza y Lérida, mientras que Galán recorrió Calatayud, Zaragoza y Huesca para después reintegrarse a Jaca. Los otros delegados civiles de Galán, además de Rafael Sánchez Ventura en Zaragoza, eran el sindicalista Antonio Leal en Barcelona y Ramón Acín, profesor de dibujo de la escuela Normal de Huesca y líder de la CNT en las tierras oscenses.

Un hecho significativo, pues da la medida de la traición de sus propios camaradas militares, es que en aquellos mismos días Galán se entrevistó en el Casino de Zaragoza con el general Joaquín Gay del Arma de Artillería, asistiendo a dicha reunión el teniente Eustaquio Mendoza y el catedrático Rafael Sánchez Ventura, el hombre de Galán en la ciudad del Pilar. En el transcurso de la misma el general Gay prometió su total apoyo: “Esto es lo que yo necesitaba. La ‘cornetilla’ de Infantería que me ayudase a hacer la revolución…”, haciendo referencia a la divisa de los infantes.

Dos meses más tarde, el 13 de diciembre siguiente y tras la fallida sublevación de Jaca, el mismísimo general Gay, ascendido a general de División, sería nombrado vocal instructor en la causa militar seguida contra Fermín Galán y sus compañeros de armas, substituyendo en la presidencia, debido a su sordera, al general Lezcano, y a la par ostentando el flamante cargo de gobernador militar de la plaza de Huesca.

El Comité y Jaca

Desde principios de septiembre, en Jaca, y sin todavía contacto alguno con el Comité Nacional Revolucionario, aparte del estamento militar ya comprometido, se había constituido paralelamente un Comité Revolucionario civil, que en su caso sería el encargado de prestar su apoyo a Galán, tanto físico como material, a todo lo largo de la conspiración. Formaban parte del mismo Antonio Beltrán Casaña, el Esquinazau, Antonio Mur, sin ninguna vinculación con la fonda Mur, como repetidamente se le ha atribuido en la pluma de un conocido historiador franquista, Julián Borderas, el Sastre, futuro diputado socialista por Huesca en las elecciones de febrero de 1936, Alfonso Rodríguez, el Relojero, Mariano Vizcarra, Francisco Cavero, el Taxista de Canfranc, cuyo apodo erróneamente le han adjudicado en ocasiones a Beltrán, y Pío Díaz, presidente del Círculo Republicano Socialista.

Salida tropa
Salida de la tropa sublevada en Jaca. Fuente: foto cedida a Antonio Gascón por familiares del fotógrafo local Francisco de las Heras

Las reuniones previas a la sublevación tuvieron lugar en el Casino «La Alegría Juvenil«, en el bar «El buen gusto«, que solían frecuentar los socialistas, o en el «Café Universal«, situado junto a la Catedral y sede de los republicanos radicales, lugar donde lindas damiselas muy al gusto de la época interpretaban casi a diario números de destape. El martes 18 de noviembre los conspiradores de Jaca se reunieron como otras ocasiones en la calle Mayor bajo los balcones mismos del teniente coronel Rodríguez Mantecón, jefe de los Carabineros, en la trastienda de la relojería de Alfonso Rodríguez, el Relojero.

A dicha reunión, convocada casi a la carrera, asistió la plana mayor: Galán, García Hernández, Sediles, Mendoza y Marín por los militares, y Borderas y Beltrán por los civiles. Y la primera sorpresa fue, tal era su impaciencia, que Galán quería sublevarse sin más requisitos aquella misma noche. Ante aquella grave y sorprendente propuesta, el encargado de disuadirlo fue Beltrán, argumentando que si después de sublevarse en Jaca, se pretendía transportar las tropas hasta Huesca, de entrada hacían faltaban camiones, y por tanto debería esperarse hasta el próximo viernes, día de mercado en la plaza, momento en que se podría confiscar los necesarios para poder organizar con ciertas garantías el convoy. Tras aquel aplastante argumento, que puso al descubierto los nervios y, la imprevisión, o según se mire la falta de capacidad de mando de Galán, se cerró la reunión acordándose esperar hasta el viernes día 21.15

El motivo de aquella esperpéntica reunión de Jaca estuvo, en que después de muchos titubeos el Comité Nacional había decidido fechar aquel movimiento para el 14 de noviembre. Pero el día señalado, en Madrid se celebró el entierro de cuatro obreros que habían muerto dos días antes al desplomarse un edificio. Durante dicho sepelio se produjeron graves enfrentamientos entre los obreros y las fuerzas de orden público, incidentes que se saldaron con la muerte de dos trabajadores más. Consecuencia del hecho, estalló en Madrid una huelga general que duró hasta las 6 de la tarde del día 16.

A causa de aquellos mismos incidentes de Madrid, y en solidaridad, se desencadenaron entonces huelgas en diferentes puntos de España, sostenidas a remolque de los acontecimientos por la CNT y la UGT, y fue en Barcelona, y a causa de las posturas endurecidas y radicales de los obreros, lo que provocó la reaparición del pistolerismo del conservador Sindicato Libre, que dejó otro reguero de sangre con cuatro obreros muertos más.

Aquellos luctuosos sucesos, que deberían haber excluido posiciones ambiguas y tibias y abocar al “ahora o nunca”, movieron de manera paradójica al Comité Revolucionario republicano a fijar una nueva fecha: la del día 26 noviembre. Aplazamiento que provocó la confusión total en la base republicana implicada. Por otra parte, la información puntual que recibía el gobierno monárquico sobre los preparativos insurrecciónales era tan correcta, que Mola, Director General de Seguridad, tenía en su poder la lista de los principales comprometidos. Por el contrario, entre los conspiradores reinaba el caos más absoluto al no entender nadie nada.

Sorpresas y esperanzas

Aquel viernes 21 en Jaca no se movió nadie, pero el que sí se movió fue el Comité Revolucionario, espantado tras recibir días antes una carta conminatoria de Galán en la cual les amenazaba: “Si no salen, saldremos nosotros”, dándoles ocho días de moratoria, fecha que volvía recaer en el siguiente viernes día 28. Una amenaza que rompía en pedazos el esquema general diseñado para la sublevación nacional. Por dicho motivo se decidió enviar al enclave pirenaico a unos «excursionistas» madrileños; el abogado Antonio Graco Marsá, José Rico Godoy, (padre de la famosa periodista), Fernando Cárdenas Abarzuza, Ramón Martínez Pinillos, colaborador del diario Rebelión, a los que acompañaban los militares Aiza y Salinas, provenientes todos ellos de Zaragoza.

Al iniciarse la reunión, Galán empezó por argumentar que el momento era sumamente propicio dada la abundancia de huelgas, y además había tres temas que le preocupaban mucho y que parecían no ser tenidos en cuenta por Madrid. El Supremo de Guerra y Marina estaba ventilando el pleito de las escalas de Artillería, de ahí la supuesta adhesión del general Gay en Zaragoza, que caso de resolverse favorablemente, como acaeció, le hacía temer la pérdida de la colaboración de aquella arma tan vital, y «además, se nos a echar encima la época de las nieves«, que unido a los ya próximos permisos navideños daba como consecuencia que la operación de Jaca se podía ir al garete en cualquier momento.

Por su parte, el capitán Salinas, recién llegado de Zaragoza, expuso al Comité de Jaca y a los recién llegados la situación y su última entrevista con el Comité Revolucionario Nacional, más concretamente con Marcelino Domingo, y la conclusión, más bien orden, era simple, el Comité había dado instrucciones de aplazar de nuevo la fecha. Hecho que confirmaron los recién llegados de Madrid, pasando seguidamente estos a exponer a Galán las nuevas órdenes del Comité y de las cuales eran portadores.

La primera aplazar el golpe hasta nueva orden, tal como había expuesto antes Salinas, y la segunda era que Galán debería aceptar y aprobar el plan genérico establecido y previsto por el Comité Nacional para el caso concreto de Jaca, reducido en su caso a dos objetivos simples: sublevar Jaca y tomar Huesca. Galán, muy descontento, aparentó doblegarse a las nuevas órdenes, momento en que se le comunicó que dejaba de ser Delegado en Aragón del Comité, pasando a ser el responsable militar único de la futura sublevación en Jaca

Después aquellas discusiones, los «excursionistas» partieron aquel mismo día 21, dirigiéndose en primer lugar a Lérida y de allí a Madrid a exponer al Comité lo hablado en Jaca. El día 24 se recibió en Jaca una tarjeta postal procedente de Lérida, su texto: «Lola muy bien. Todos muy contentos. Enviaré detalle. Abrazos. Antonio«. Con aquel ingenuo lenguaje “cifrado” de la época, se les comunicaba que los militares comprometidos de la guarnición de Lérida estaban de acuerdo, y que la misma se unía a la sublevación general prevista por el Comité, en principio, todo lo apuntaba, para el miércoles día 26.

En aquella nueva espera, los conspiradores civiles de Jaca continuaron ultimando los detalles en una serie de reuniones que tuvieron lugar, con el fin de no levantar sospechas, en el mesón «Esculabolsas«, situado a 10 Km de Jaca. El suboficial Ernesto Gisbert Blay, encargado de la fabricación de bombas de mano, de las que los conspiradores carecían, fue acompañado en diversas ocasiones por Beltrán y Borderas a la finca «No te fíes«, en la carretera de Biescas y propiedad de Pío Díaz, donde tuvieron lugar las pruebas de aquellos artefactos caseros con resultados poco o nada satisfactorios.

Situación ambigua

En aquellos mismos días Ramón Franco16 que se encontraba encarcelado desde el 11 de octubre anterior, por su participación en una insurrección que finalmente había sido abortada, siendo su propio hermano Francisco Franco, entonces Director de la Academia General Militar de Zaragoza, el que lo había delatado a la policía. Pero la “oveja negra” de los Franco decidió la madrugada del día 25 de noviembre, sin encomendarse a nadie, escapar de prisiones militares en compañía del ex comandante Alfonso Reyes, condenado a varios años de presidio por un delito de malversación de fondos. La situación creada con aquella sorpresiva fuga, y el escándalo consiguiente que provocó dada su fama, constituyó un excelente pretexto para que el Comité Nacional volviera, por segunda vez, a postergar el ansiado día “D”, provocando en las bases de la conspiración otra nueva confusión total.

Por otra parte, la información que poseía el gobierno referida a los preparativos insurrecciónales era cada vez más próxima a la realidad, y fue entonces cuando Mola, Director General de Seguridad, escribió a Galán una misiva realmente insólita, puesto que le pedía que meditara su postura: «Sabe el gobierno y sé yo de sus actividades revolucionarias y sus propósitos de sublevarse con tropas de la guarnición…». Galán de forma irresponsable ocultó la misiva a sus correligionarios, y su confianza en el Comité civil, si alguna vez la tuvo vaciló, y debió ser en aquel preciso momento o un poco más tarde cuando tomó la decisión de tirar para adelante acelerando al máximo el proceso de su sublevación, pasando si hacía falta de palabras dadas, en un camino sin retorno y antes a poder ser de que se produjera su ya más que presumible detención.

Algo de ello se vislumbra, cuando volvió a enviar de nuevo a Sediles, Marín y «el Esquinazau«, en el taxi de Francisco Cavero, el Taxista de Canfranc, a Lérida, donde se sus emisarios se entrevistaron en un taller de maquinaria agrícola, propiedad de Francisco Arques, con los militares Servando Marenco17 y Jesús Pérez Salas.18. En dicha reunión, los militares leridanos se mostraron de acuerdo en las sospechas de que existía un cierto aroma a traición dentro de su círculo, a la vista de tantos aplazamientos, y por lo mismo coincidieron con los emisarios de Jaca en que se hacía imprescindible acelerar al máximo la sublevación antes de que se destapara todo y empezaran a rodar cabezas.

Concluida la misma, Marengo partió hacia Valencia y Pérez Salas se dirigió a Tarragona, donde pensaban tantear el terreno, y con las observaciones que se recogieran de los otros conspiradores tenían la intención de dirigirse a Madrid, donde ambos deberían juntarse con un delegado previamente enviado desde Jaca, para después contactar con el Comité Nacional al que expondrían nuevamente su plan, con la intención de lograr del mismo una decisión definitiva.

Por aquellos mismos días, Beltrán se presentó en su casa de la calle Fregenal con un rollo de galón tricolor encargando a Teodora Bescós, su esposa, que hiciera con él todas las «sardinetas» que pudiera. Extrañada la mujer, le pregunto por su utilidad, a lo que Beltrán respondió, con estudiada indiferencia, que simplemente eran para ponérselas en la gorra todos los amigos, como adorno, en la próxima “excursión” que pensaban realizar. Por supuesto “la excursión” a la que se refería «el Esquinazau«, y de la que su esposa desconocía todo, era la asonada, y las “sardinetas” el emblema que debería distinguir el día de la sublevación a los revolucionarios de los “otros”.

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Lectura del bando revolucionario de Jaca. Quien sostiene la bandera, realizada por él mismo, era el sastre Lucas Biscós. Fuente: fotografía cedida a Antonio Gascón Ricao por la familia del fotógrafo local Francisco de las Heras.

Otro hecho que muchos jaqueses ignoraban, es que en aquellos mismos momentos, un sastre, Lucas Biscós, del quien nadie sospechaba el más mínimo interés por la política y menos aún por la revoluciones, ya había ultimado en su taller la confección de una enorme bandera con los colores republicanos, con la cual pasará a la posteridad al portarla personalmente en la famosa foto de la lectura del bando de Galán el día de la sublevación, que concluía: “…En nombre del gobierno revolucionario queda en la ciudad de Jaca proclamada la República”, foto que captó de forma muy oportuna el fotógrafo local Francisco de Las Heras.19

Madrid aplaza, Galán ultima

Fueron pasando los días, pero ni Madrid ni Lérida daban señales de vida. Galán impaciente empezó a asediar al Comité con continuas conferencias telefónicas, y la respuesta era siempre la misma: «¡No!, ¡Hay que esperar!». Un nuevo acontecimiento forzó aún más a Galán: la aparición en el Diario Oficial de la temida autorización a los capitanes generales para conceder permisos con motivo de la Navidad. Un punto más que obligaba a Galán a tener acelerar la sublevación, puesto que en Jaca ya había demasiada impaciencia retenida y más aún en su caso particular. A todo esto la primera oportunidad del viernes 5 de diciembre ya se les había pasado.

Por fin, el lunes día 8 se recibió en Jaca un telegrama de Madrid que decía: «Enviamos libros que salen hoy mismo«. Es decir, pareció que era el Comité y no Galán el que volvía a tomar la iniciativa. El día 9 por la noche, llegaron a Jaca procedentes de Madrid, Cárdenas, Pinillos, Rico Godoy y el capitán Miguel Gallo,20 que a la sazón se encontraba en Zaragoza de permiso, pero el primer comentario volvió a arrojar otro jarro de agua fría: «Fecha fija no traemos…». De aquel modo la eterna pregunta continuaba sin una respuesta definitiva, pero, eso sí, se les avisaría en el momento oportuno, mediante la visita personal de un emisario, que con dos días de antelación sería el portador de la fecha del alzamiento.

Miguel Gallo
Miguel Gallo. Durante la Guerra Civil Española será jefe del X Cuerpo del Ejército. Fuente: fotografía cedida a Antonio Gascón por la familia del fotógrafo local Francisco de las Heras

Entonces fue cuando Galán impaciente impuso sus draconianas e inflexibles condiciones: «… si (el emisario) no llega el día 11, el 12 por la mañana saldremos a la calle…». La razón era obvia, el día 12 volvía a ser viernes y tornaba a haber mercado en la plaza, y por tanto aquella era la última y definitiva oportunidad que tenía Galán para poder conseguir los necesarios camiones previstos para su marcha rápida sobre Huesca, tal como le había aconsejado Beltrán, el Esquinazau, puesto que no tardarían en caer las primeras nieves, nevadas que de hecho se iniciaron el día 15.

En Madrid, el Comité sabía que toda demora no hacía más que complicar aún más las cosas, y por lo mismo se estimaba que la insurrección debería iniciarse en toda España, alargando mucho, la semana que concluía el domingo 14 de diciembre, pero entonces fueron los militares de Valencia quienes pidieron al Comité un nuevo aplazamiento. En medio, Galán ajeno pero dispuesto a todo, y fiel al comentario realizado horas antes, decidió aquel mismo día 9 enviar a Madrid su famoso telegrama: «Viernes día 12, enviad libros«, refiriéndose al día previsto por él para sublevarse, y al envío desde Madrid de los estudiantes de la FUE comprometidos y que deberían participar junto con él en la sublevación, que del centenar previsto quedaron reducidos a un magro puñado.

Hablando de telegramas. Hasta la fecha ha sido notoria la injusticia cometida por la mayoría de los autores que han tocado el tema de Jaca, al tratar sobre el papel desempeñado en todo aquel enredo por Venancio Domínguez el telegrafista de Jaca, y por lo mismo pretendemos reparar en alguna medida el despiste general. El paisano Domínguez colaboró desde el primer día con Galán, enviando los telegramas a Madrid fuera de hora y por canales especiales, con una sola reserva: «Yo no quiero saber nada de fusiles«, y por supuesto no fue él, tal como se le ha atribuido, el personaje que tan oportunamente puso en aviso al gobierno el día de la sublevación. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de la telegrafista y de la telefonista respectivamente de Ayerbe, Anita Companys y Anita Torrero, “premiadas” en enero siguiente con una pulsera de oro por el general Berenguer, jefe del gobierno, por su “estimable cooperación”.

El miércoles día 10, Cárdenas y Sediles partieron para Lérida con la intención de ultimar los detalles con los elementos civiles implicados de aquella capital. La reunión tuvo lugar aquella misma noche en la clínica del doctor Benavent, y en el transcurso de la misma los implicados leridanos les pidieron a los de Jaca armas y garantías. Se les prometió lo primero, y lo segundo quedó pendiente de la llegada del emisario de Madrid, que caso de producirse, se les avisaría telefónicamente de lo convenido. Al concluir todo quedó aclarado y a la espera del día 12.

Durante dicho viaje, según Graco Marsá, ocurrió un hecho vital que Sediles, curiosamente, no recoge en su libro, él sabrá por qué, al enviar Cárdenas a Madrid y desde Lérida un telegrama cuyo texto decía así: “Retrasar envío “libros” sábado”, firmándolo incluso con su propio apellido, algo completamente insólito. En Madrid, donde ya se estaba preparando la expedición civil para Jaca con la intención de salir el jueves, vacilaron ante el mensaje, puesto que daba a entender que se había producido otro nuevo retraso, y que el golpe debería producirse el domingo de madrugada. A pesar de ello optaron por continuar con el plan previsto. Aquel hecho polémico, publicado en el semanario La Calle en abril de 1931, explicaría en parte la actitud final del emisario del Comité, Casares Quiroga. La de irse a dormir tranquilo, la noche del 11 al 12 de diciembre, pensando que tenía todavía un día más para dar la contraorden.21

La larga noche

El telegrama de Galán del día 9 surtió efecto, puesto que el día 11 salió de Madrid con dirección a Jaca Santiago Casares Quiroga,22 el delegado designado por el Comité, en aquel momento Gobierno provisional, al que acompañaban Graco Marsá, Luis Lumpuy, el doctor Manuel Pastoriza, que era portador de una nueva orden de aplazamiento para la operación prevista por Galán en Jaca, y que, además, llevaba la orden de hacerse cargo personal de la dirección civil en Jaca en cuanto se produjera el movimiento, quedando por tanto Galán supeditado, a todos los efectos, de Casares Quiroga. También aquella misma mañana partieron de Madrid dos taxis con los «esquiadores» previstos. Uno al mando del joven abogado José Rico Godoy y el otro al de Rodríguez Delgado.

Al llegar Casares Quiroga y sus acompañantes a la ciudad, eran las 23 horas del jueves 11, se personaron en el Hotel Mur donde sabían todos ellos que se alojaba Galán, y donde suponían que estaba en aquel momento reunida la plana mayor revolucionaria a la expectativa de cualquier noticia, como así era, pero después de tocar repetidamente el claxon nadie se asomó a las ventanas, y cuando el sereno finalmente les franqueó la puerta, no vieron a nadie salvo a una mujer que les comunicó que no hay habitaciones libres, entonces, visto el panorama y por no levantar más sospechas, decidieron marchar al hotel La Paz, situado en la calle Mayor y al otro extremo de Jaca, y después de inscribirse se fueron a dormir. Detalle que después justificará supuestamente Casares Quiroga aduciendo “¡Cuando se ha visto que los militares se subleven (en España) a la hora convenida…!”

Aquella noche, Teodora esperó inútilmente la vuelta de Beltrán al domicilio conyugal, ya que éste, a las 2 de la madrugada, estaba conversando a la entrada de la ciudad, en compañía de los capitanes Sediles y García Hernández, con el médico Benavent recién llegado a Jaca procedente de Lérida. Las noticias de Benavent no podían ser más desalentadoras, los comprometidos, a los cuales representaba, habían decidido retrasar unos días la intentona ante el inminente levantamiento, que aseguraba constarles debería tener lugar en Valencia y Tarragona el lunes próximo día 15. 23

Advertido poco después Galán por el propio Benavent, del nuevo aplazamiento, afirmó displicente: «¡Bueno! Pero eso debe estar previsto por el Comité de Madrid… Nosotros si no llega directamente del Comité orden en contra, no tenemos más remedio que empezar a las cinco ¿No es lo convenido?».

A las 4 horas del día 12 llegaron procedentes de Zaragoza, los oficiales Gallo y Salinas, que confirmaron el compromiso firme de los líderes sindicalistas zaragozanos de declarar la huelga general aquel mismo día 12, promesa que después no se cumplió, pero sin aportar noticia alguna de Huesca y población por la cual habían pasado en su viaje. Ante noticias tan contradictorias, fue Galán quien nuevamente tomó la decisión: «El aplazamiento no cabe. La sublevación está definitivamente decidida«.

A aquella misma hora, Teodora, la esposa de Beltrán, que no ha podido, inquieta, conciliar el sueño, se levantó precipitadamente al escuchar el ruido de una llave en la cerradura para ver como entraba su marido, con su larga gabardina negra y la gorra ladeada, a recoger con brusquedad el pistolón, un Colt 45, recuerdo de su estancia en la Gran Guerra y que guardaba en el armario. «No te preocupes, no pasa nada«, le dijo, y mientras sujetaba el arma a la cintura con un simple cordel la conminó: «Métete en la cama». Beltrán, a la salida de su casa se dirigió a la carretera de Huesca donde se encontraban todos los conjurados, esperando la llegada de los muchachos de la FUE de Madrid que sabían venían en taxi. Eran las 4,30 de la madrugada cuando llegó el de Rico Godoy, y con aquella llegada se inició el primer acto de la gran tragedia de Jaca.

Puntualizaciones

El azar quiso que Rodríguez Delgado, el otro ateneísta comisionado en su caso por Manuel Azaña, para comunicar la noticia del aplazamiento a Galán, viera incumplida su misión al sufrir su taxi una avería a su paso por Zaragoza. Imprevisto que le demoró de forma considerable, pues cuando llegó por fin a Jaca ya era el mediodía del día 12, y por otro lado tampoco no se le ocurrió a Rodríguez Delgado llamar por teléfono a Galán avisándole de dicho aplazamiento, cuando menos no consta.24

Aquel vulgar contratiempo, junto a la supuesta flagrante inconsciencia de Casares Quiroga, el otro emisario, han sido las dos principales causas esgrimidas como excusa y a favor de Galán, argumentando que al no tener noticias directas del Comité, su prematuro adelantamiento no debería mirarse como tal, al cumplir Galán fielmente todos los pasos y con el conocimiento del propio Comité

Argumento no del todo exacto, ya que, por el testimonio de otro ateneísta, José Rico Godoy, sabemos que éste, en conversación telefónica mantenida con Miguel Maura, miembro del Comité, el mismo día 11 y antes de su partida hacía Jaca, Rico Godoy ya estaba al corriente del aplazamiento, y al recordarle Rico Godoy a Maura la necesidad urgente de avisar a Galán, éste le confirmó: «Tienes razón, ahora mismo sale Casares Quiroga«.25

Resumiendo. Galán supo unas horas antes del nuevo aplazamiento por orden del Comité Nacional. Primero por Benavent, el delegado de Lérida, más tarde por Rico Godoy, informado éste en directo por Maura, y sabiendo también por Rico Godoy que Casares Quiroga tenía que llegar de un momento a otro, y que este portaba la misma orden. El hecho desconocido es si Rico Godoy sabía, además, que Rodríguez Delgado portaba también la misma orden, en su caso procedente de Manuel Azaña.

A pesar de ello, cabezón, Galán despreció la noticia llegada a su conocimiento por diversos canales, al no aparecer, según sus férreas condiciones, el Delegado de Madrid, en su caso, Casares Quiroga, y contando sólo con el dudoso apoyo de Huesca, aunque sólo con Ramón Acín y sus sindicalistas, pues Gay y su artillería se había vuelto atrás el día 10, noticia que ya antes le había comunicado Salinas a Galán, y con la supuesta y vaga promesa de la huelga general en Zaragoza, de la que dependía fundamentalmente, puesto que si se paralizaba el ferrocarril, no se podrían enviar refuerzos militares a Huesca, se decidió, según sus propias palabras, «A tirar del mantel, con lo que toda la vajilla rodará por los suelos«, pero como en el juego del prestidigitador, salió el mantel y la vajilla permaneció intacta sobre la mesa.

Pero en el supuesto e hipotético caso de que Casares Quiroga hubiera compadecido a la cita, Galán posiblemente tampoco hubiera aplazado el alzamiento, por la sencilla razón de que ya estaba decidido a sublevarse, al ser aquel viernes 12 de diciembre su última oportunidad personal, que pasaba por conseguir aquel preciso día los camiones necesarios para sus tropas en su marcha prevista sobre Huesca, puesto que el ferrocarril, tal como se demostró en la práctica unas horas más tarde, era un medio lento, peligroso y muy vulnerable.

Detalle en apariencia trivial, que zanja definitivamente el enigma de Jaca. Galán se sublevó aquel viernes porque no le quedó otra alternativa salvo la de dar marcha atrás, pero de haberlo hecho así, y en el caso hipotético de haberse producido el alzamiento nacional el lunes día 15, le hubiera impedido, no olvidemos aquí el frágil factor humano, adjudicarse el mérito de ser el primero o de los primeros, y por tanto se hubiera visto convertido en un mero comparsa más, y su adhesión a la sublevación general en puramente testimonial, al encontrarse bloqueado y sin medios de transporte, en un lejano y oscuro rincón de la geografía española situado a kilómetros de cualquier parte.

La Sublevación

A las 5 en punto, Galán personalmente y en compañía de los capitanes Gallo y García Hernández lograron sublevar el Regimiento núm. 19 de guarnición en el Cuartel de la Victoria, poniéndolo al servicio de la República. Seguidamente, los militares Salinas, Mendoza y Marín, marcharon a la Ciudadela con la intención de sublevar la batería de artillería allí residente, a los que acompañaban los también militares Gallo y Manzanares, con una guardia mixta de soldados, estudiantes y paisanos, portando también la grave misión de proceder a la detención del general gobernador, Alfonso Beorlegui,26 y de todos los jefes y oficiales que tenían su residencia en los pabellones de la fortaleza.

En el momento de las detenciones, nadie ofreció la más mínima resistencia. Es más, incluso se llegaron a producir escenas tan chuscas como la protagonizada por el teniente coronel Ignacio Zappino Cabrero de Intendencia, que salió de su pabellón dispuesto a «detenerse» a sí mismo, ya que tras encontrarse en el patio de la Ciudadela cara a cara con el teniente Mendoza, le dijo: «Hombre, déme Vd. unos soldados que me conduzcan al Ayuntamiento«, «No hace falta, mi teniente coronel – contestó Mendoza – ¡Usted va solo!», y en dicho Ayuntamiento se fueron acumulando con las horas, en calidad de detenidos, los jefes y oficiales no comprometidos con el levantamiento.

A las 5:30, Sediles, Rico Godoy y «el Esquinazau», acompañados de una veintena de soldados, se dirigieron al cuartel de los Estudios para sublevar el Batallón de la Palma. Y mientras en la puerta quedaba Rico Godoy al mando de la tropa, Sediles y Beltrán penetraron en el cuartel, no sin antes reducir a la guardia. El testimonio de Sediles es concluyente: Beltrán fue el que arengó, convenció y animó continuamente a la tropa que se había puesto del lado de los sublevados, ya que los oficiales y suboficiales presentes, en un principio, se negaron a participar en el levantamiento con lo que éste pudo concluir aquí en una tragedia.

Sediles afirma: «Gracias al cariño que me tenían los soldados, y a la colaboración de Antonio y Pepe Rico, quien inflexiblemente en la puerta aseguraba mi libertad de acción en el interior, se hizo posible el milagro«. A las 6, sin mucho revuelo, todo había concluido, al estar detenidos por la tropa y en el salón de sesiones del Ayuntamiento el comandante militar, general Fernando Urruela, y el teniente coronel Alfonso Beorlegui, jefe del Batallón de Montaña núm. 8, llamado de la Palma.

Aclarando actitudes

Historia distinta es la de la Guardia Civil, que a las 7:15 de mañana, apercibidos antes por un miembro de la Benemérita llegado del exterior, de que se encaminaban hacia su cuartel, con claras intenciones hostiles, una patrulla del Regimiento de Infantería de Galicia al mando del sargento Burgos, y ausente el capitán Félix Mínguez, jefe del destacamento, desplazado a Huesca con el guardia segundo Vicente Hijós, con la misión de recoger los haberes de la unidad, el comandante accidental del puesto, el sargento comandante Demetrio Gallego, acompañado por Francisco Oliván, sargento del Regimiento de Infantería de Galicia e hijo de un guardia del mismo puesto, salieron del acuartelamiento dispuestos a investigar. Encuentro que se saldó con el resultado de la muerte violenta del sargento Gallego, cuyo cadáver fue retirado por sus compañeros a la casa-cuartel, y dos heridos por parte de los soldados: Cruz Bobadilla y Policarpo Urruzola. El cuerpo del sargento no sería “levantado” por el juez de instrucción hasta las 8 de la tarde. .

Durante toda la mañana la Guardia Civil mantuvo conversaciones con los sublevados, tanto telefónicas como verbales, con visita incluida al Ayuntamiento del suboficial del cuerpo Modesto Acín, con el fin de aclarar su posición en la revuelta.27 Al final de aquellas conversaciones, Galán decidió, en un gesto de buena voluntad, reexpedir a los números que tenía detenidos en la estación, desde por la mañana y la llegada de los trenes procedentes de Zaragoza y Canfranc, más otro guardia más apresado a su llegada en el autobús público procedente de Hecho, alojándolos a todos en la casa-cuartel, con lo que fuerza hacía un total de 17 hombres.

Sediles siempre afirmó que a su marcha de Jaca, la Guardia Civil había sido desarmada, pero no de la forma que hubiera sido la normal dadas las circunstancias, sino mediante un acuerdo diríamos de caballeros, ya que los fusiles de los guardias fueron depositados, ante los ruegos del suboficial, lágrimas incluidas, y por no perjudicar más a éste, en una habitación independiente de la propia casa-cuartel de Jaca, quedando bajo la custodia de un puñado de soldados adictos, y en la espera del resultado positivo o negativo de la revuelta, salvándose con aquella extraña “formula” el honor de la Guardia Civil.

Dicho suboficial, concluidos los hechos, y en el parte correspondiente al Gobierno Civil de Huesca, explicará a su manera aquella misma historia: «…su misión (la del teniente Cayetano Corbellini Obregón) era interesante toda vez que el elemento del pueblo con armamento del regimiento de Galicia quería atacar y asaltar la casa a viva fuerza, por amor al cuerpo, y dada nuestra actitud, evitar más derramamiento de sangre, y que permitiese que cuatro individuos y una clase vinieran al Cuartel para que en unión de la fuerza del cuerpo defendernos del ataque del paisanaje, lo que permití, pero haciendo presente que bajo ningún concepto, caso de pretenderlo, le entregaríamos el armamento…». Es resumen, según la versión del suboficial, fueron los militares sublevados los que ofrecieron a la Guardia Civil su ayuda para protegerlos de los paisanos, y Acín la aceptó sin rechistar, pero insistiendo en que en ningún momento los habían desarmado, hecho evidentemente incierto. Detalle y testimonio que descubre la realidad de lo acaecido con la Guardia Civil de Jaca.28

Historia diferente fue la de los Carabineros, ya que despertado en su casa de la calle Mayor su jefe, el teniente coronel Joaquín Rodríguez Mantecón, a causa de los disparos con la Guardia Civil, tras advertir frente a su casa la presencia de soldados armados, y no conseguir comunicar por teléfono con nadie, la centralita no le atendía, decidió echarse a la calle e incorporarse a su Comandancia. A la salida se topó con Alfonso Rodríguez, el Relojero, y tras intercambiar unas breves palabras ambos, eran medio amigos, quedo claro que Rodríguez Mantecón estaba “por la causa”, es decir, no pensaba intervenir con su fuerza a favor del Gobierno. Llegado al cuartel dio orden a los dos carabineros que estaban de servicio en la puerta de que macharan a dar la orden a sus compañeros, que vivían en diversas casas particulares, de agruparse de inmediato en la Comandancia.

1Relojero; 2 Beltran
Retrato de diferentes integrantes de la suublevación de Jaca, como Alfonso Rodríguez, el relojero [primero por la izquierda], o Antonio Beltrán, el Esquinazau [Centro]. Fuente. Archivo personal de Antonio Gascón Ricau.

A las 8:30 de la mañana, un grupo de militares, entre ellos el sargento Burgos, pero al mando del alférez Rodríguez, acompañados de un paisano, que se estaban empleando en las detenciones de los oficiales, se topó con aquella misma pareja de carabineros destacados por Rodríguez Mantecón. El grupo invitó a los carabineros a deponer las armas. Tras unas palabras y un violento forcejeo, se produjo un breve pero violento enfrentamiento entre los carabineros y la patrulla militar, y justo en las cuatro esquinas –calle del Carmen, cruce con la calle Mayor– cayeron abatidos los carabineros Sabino Ballestino y Manuel Montero, y herido el paisano Rafael Robles Soldevilla.

Minutos más tarde una patrulla militar al mando del teniente Ramón Manzanares Molina, se tropezó, al final de la calle Mayor, cerca del Hotel La Paz, con el teniente coronel Rodríguez Mantecón al que acompañaban una docena escasa de miembros de aquel cuerpo, que al oír los disparos anteriores habían salido a investigar. Después dirán los periódicos que los carabineros ofrecieron una heroica resistencia, aunque la verdad fue que fueron desarmados a los pocos segundos por los hombres de Manzanares y sin disparar un solo tiro, retirándose seguidamente con su jefe a la cabeza camino de la casa-cuartel, donde quedaron recluidos hasta que todo concluyó.

El final

La requisa de los vehículos disponibles comenzó temprano y «por narices». Beltrán, el Esquinazau, salvo los escasos conjurados civiles que corrían de un lado para otro con Dios sabe qué objetivos, sorprendió a la mayoría de sus compadres en la cama, puesto que no habían sido avisados antes, y de ella los sacó a punta de pistola requiriendo de los que poseían automóvil que lo pusieran inmediatamente a disposición de los militares junto con sus personas, requerimiento que efectuaron de mejor o peor grado, y a quienes le habían dado en alguna ocasión un vago compromiso de colaboración, los conminó a ponerse a las órdenes de Galán, siempre, eso sí, con el arma por delante. Cuando mucho después le preguntaban a Beltrán el motivo de aquel singular trato con ellos sus amigos, él sonría zumbón: «Es que si no nadie se hubiera movido«.

Desde el primer momento el garaje de Esteban Bandrés se llenó a rebullir de soldados que acudían a que se les arrancaran con unas tenacillas la corona, símbolo de la monarquía, que lucían en los alzacuellos de sus uniformes. En el mismo taller se había empezado a abastecer de gasolina los vehículos que, al ser día de mercado, y confiscarse todo lo que tenía ruedas, afluían en gran número.

Aquella tarea se desarrolló con gran lentitud pues el carburante tenía de ser vertido en los depósitos ¡con embudo!, puesto que en Jaca entonces no había postes de aprovisionamiento, y cuando se agotaron las existencias, 2.100 litros, Beltrán confiscó a la fuerza 22 de bidones de 250 litros sacados del Monopolio de Combustibles situado éste en las cercanías de la estación de ferrocarril. Semejante hecho explica de forma conveniente el gran retraso con que partió rumbo a Huesca la columna motorizada, y cierra las especulaciones con las que se ha tratado de dar explicación a la demora.

Y mientras Beltrán, cumplida su tarea, encaminaba sus pasos hacia el Ayuntamiento, no sin antes desayunar en casa de unos parientes, su esposa Teodora enfadada se negó a dárselo, a las 9:10 de la mañana el capitán Ángel García Hernández y Julián Borderas, el Sastre, sin ninguna solemnidad, procedieron al nombramiento a dedo de la Junta Municipal revolucionaria que pasó a ser presidida por el republicano moderado Pío Díaz.

Julian Borderas
Julián Borderas. Fuente. Archivo personal de Antonio Gascón Ricao

Poco después y en la calle, tuvo lugar la lectura del bando en el que se declaraba en la ciudad el nuevo régimen, bando redactado de puño y letra de Galán y del cual, tras “convencer” Alfonso Rodríguez y Vicente Malo a Fausto Abad, dueño de la imprenta local, se imprimieron 40 ejemplares que fueron convenientemente repartidos y pegados por las esquinas de la población. El pregonero en aquella ocasión excepcional resultó ser de nuevo Alfonso Rodríguez, el Relojero, al que dio escolta el capitán Miguel Gallo, flanqueado por un Lucas Biscós exultante al lucir su última creación como sastre: la flamante bandera republicana.

Bandera que fue izada en la fachada de la casa consistorial a la 11:30, con la tropa formada, el oficial en saluda y los paisanos descubiertos, mientras la banda interpretaba los sones del Himno de Riego29. Detrás de ella, la cara sonriente de don Pío Díaz Pradas, primer alcalde de la República, al que flanqueaban Clemente Baras, Isidro Callaved, Adolfo Palacios, Julián Borderas, Antonio Villacampa y Aurelio Allué, al formar parte todos ellos de la Junta Provisional Republicana de Jaca.

La columna motorizada, que debería haber partido hacia Huesca a las 11 de la mañana, y que a las 13 horas seguía sin concretarse, lo hará a las 14:30 cargándose en los primeros camiones dos morteros de 90 mm., varias ametralladoras, 170 fusiles de repuesto, 117.000 cartuchos, y de comida 789 raciones de pan, 400 latas de sardinas y atún y 30 kilos de chorizo.

A grandes números, y de tomar como base de referencia las listas de los procesos posteriores, en Jaca participaron en la sublevación unos 670 militares en todas sus escalas y más un centenar largo de civiles, a los que habría que sumar otro puñado más procedente de los voluntarios civiles que se apuntaron al paso de las columnas por Ayerbe. De todos ellos, partieron en la primera columna de Jaca, la motorizada, unos 450 militares, 370 pertenecientes al Regimiento Galicia y juntos ellos más de 70 civiles, una parte en el papel de chóferes.

Y no fue hasta última hora que finalmente se decidió embarcar centenar y medio largo de soldados –la mayoría perteneciente al Batallón de Montaña– en uno de los dos trenes detenidos en la estación desde por la mañana, que partió al mando de Sediles a las 16:40 horas. Unas estaciones más allá, en la de La Peña, les precederá una maquina exploradora al tener noticias de un previsible levantamiento de vías. El resto, hasta un total de 120 –80 de ellos militares– quedaron destinados en Jaca encargados de cubrir los servicios tanto de custodia como de vigilancia, particularmente de los jefes y oficiales detenidos en el Ayuntamiento, un total de 18, y de los 60 carabineros y guardias civiles que, dados los pactos establecidos, quedaron atrás.30

El final de aquella aventura es sobradamente conocido. A Antonio Beltrán, el Esquinazau, junto con Salinas y García Hernández, les cupo el dudoso honor de ser los primeros prisioneros republicanos caídos en manos del general realista Ángel Dolla en la batalla de Cillas, hecho que de por sí ya pertenece a otra historia. A modo de resumen, la en ocasiones desmemoriada Historia no pudo hurtar la mordaz coplilla popular que resumió con agudeza y en cuatro ingenuas estrofas la clave principal del enigma de Jaca:

De Jaca salen los hombres,

de Ayerbe los vencedores,

del pueblecico de Huesca

los militares traidores.

Notas

1 Salvador Sediles Moreno, ¡Voy a decir la verdad! Madrid, 1931; Antonio Graco Marsá, La sublevación de Jaca, Relato de un rebelde. Madrid, 1931; Miguel Maura, Así cayó Alfonso XII. México, 1962; Emilio Mola, El derrumbamiento de la Monarquía, Tempestad, calma, intriga y crisis, Memorias de mi paso por la Dirección General de Seguridad. Madrid, s/f.
2 Descartamos en la presente relación los poemas, alguna que otra obra teatral, cierto disco o cierta película que circularon en la época, al ser todo ello pura y dura propaganda política, y por tanto sin ningún valor histórico, del mismo modo que no renunciamos a citar determinadas obras impresas durante la época franquista.
3 José María Azpíroz Pascual, y Fernando Elboj Broto, La sublevación de Jaca. Zaragoza, 1984.
4 Esteban C. Gómez, La insurrección de Jaca. Los hombres que trajeron la Republica. Barcelona, 1996.
5 De hecho, la aportación de Gómez descontando las fotos quedó reducida al uso de una serie de documentos que hoy cualquier persona curiosa puede consultar en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, Fondo Ministerio de Justicia, Jaca. Material que dio a conocer antes que él Louis Bertrand Fauquenot, en su artículo “Fermín Galán, verdad y mito” de mayo 1985. Pero a gran diferencia de Fauquenot, Gómez no cita las fuentes, olvidando también, entre otras muchas cuestiones, dar el nombre de un civil muy concreto de Jaca, en un intento pueril por convertirlo en otro nuevo mito mediático similar al de Galán, cuando en dicha documentación, unida a las noticias que proporcionó el Mola, Jefe de Seguridad en aquel momento, lo señalan, antes y después, como delator inconsciente, cuestión por tanto que Gómez soslayo.
6 El 18 de marzo de 1931, encausados en Jaca por la justicia militar había 45 paisanos para los que se solicitaba la pena de “reclusión perpetua a muerte”, 5 más con penas menores, y 9 prófugos.
7 S. Sediles Moreno, Op. cit.
8 S. Sediles Moreno, Op. cit.
9 Alfonso Rodríguez Subirana, el Relojero. Nacido en Gerona y propietario de una pequeña relojería, formó parte de la Agrupación Socialista de Jaca, participando en la sublevación de 1930. Durante la guerra civil fue comisario político en Carabineros. Fue fusilado en la Ciudadela de Jaca en 1942.
10 Julián Borderas Pallaruelo, el Sastre. Nacido en Jaca en 1899 y propietario de un pequeño taller de sastrería, fue uno de los fundadores de la Agrupación Socialista de Jaca en 1928. Encarcelado por su participación en el movimiento de Jaca, fue liberado el 14 de abril de 1931. Diputado por el Frente Popular en 1936, fue comisario político durante la guerra, primero en la 130 BM y más tarde en el X Cuerpo de Ejército. Exiliado en Méjico siguió ejerciendo su profesión hasta su muerte en 1980. Su Archivo personal se puede consultar hoy en la Fundación Pablo Iglesias de Madrid.
11 Es de lamentar que exista únicamente una biografía conocida sobre Pío Díaz, y que esta resulte corta e insuficiente, cuando no muy interesada. Jesús Pedro Juanín, Pío Díaz Pradas. Un Alcalde para la Historia. 1930-2000 (70 años después). Jaca, 2000.
12 Julio Mangada Roserhorn era, entre otras muchas cosas, “naturista” convencido, y se salvó de su implicación directa en el abortado complot republicano de 1930, a causa del fallecimiento prematuro de una hija. En los principios de la guerra civil dirigió una columna miliciana en la sierra madrileña con su mismo nombre, que alcanzó una plantilla de 4.000 hombres, los cuales lo “ascendieron” al rango de general. Apartado del mando al poco tiempo a causa de sus continuos fracasos militares, fue nombrado gobernador militar de Alicante, lugar donde pasó la mayor parte de la guerra. Concluida la contienda civil se trasladó a África del Norte.
13 Antonio Graco Marsá Balcells. Abogado, periodista, editor y gerente de la Editorial Zeus, representó un importante papel como enlace entre el Comité Revolucionario Nacional y la guarnición de Jaca. Ideológicamente evolucionó a lo largo de la II República hacia posturas mucho más conservadoras, afiliándose al Partido Radical-Republicano de Alejandro Lerroux.
14 Artículo de Luis Sainz de Morales, de abril de 1931, en el semanario La Calle. Verlo íntegro en E. C. Gómez, La insurrección de Jaca, pp. 659 a 663.
15 S. Sediles, Op. cit.
16 Ramón Franco Bahamonde. Nacido en El Ferrol en 1896, en 1911 ingresó en el Arma de Infantería y en 1914 era oficial. En 1920 fue destinado a Aeronáutica, siendo traslado a Marruecos en 1921. Junto con Ruiz de Alda participó en el famoso vuelo del Plus Ultra a Argentina. Conspirador contra la monarquía se sublevó en Cuatro Vientos el 15 de diciembre de 1930, huyendo a Portugal. Con la República fue nombrado jefe superior de Aeronáutica Militar y diputado por Sevilla y Barcelona. En la guerra civil se unió al bando nacional, muriendo en aguas de Mallorca durante una misión de guerra.
17 Servando Marenco Reja. Comandante y amigo de Galán, era el jefe militar de la sublevación de diciembre de 1930 en Lérida. Oficial del Cuerpo de Intervención Militar, al iniciarse la guerra civil fue inspector general de Milicias y luego del CRIM. A punto de concluir la guerra civil mandó un batallón de ametralladoras con el cual cubrió la retirada de Cataluña. Después de la guerra española, y al iniciarse la II Guerra Mundial, estuvo al mando del batallón vasco autónomo de las Fuerzas Francesas Libres con base en Londres y posteriormente en Brazzaville
18. Jesús Pérez Salas. Conspirador contra Primo de Rivera, después de lo de Jaca y tras proclamarse la República en 1931, se haría muy popular a causa de su implicación en los Hechos de Octubre de 1934 acaecidos en Cataluña, al sublevarse contra la propia República, motivó por el cual se tuvo que exiliar no regresando a España hasta 1936. Al inicio de la guerra civil, marchó como asesor militar de la columna “Macià-Companys”, unidad que continuo mandando al transformarse en la 30 División. En marzo de 1938 fue subsecretario de la Guerra. Se exilió en Méjico.
19 Dicha foto de Francisco de Las Heras, junto con unas cuantas más tomadas aquel mismo día, y que en estos últimos años vienen apareciendo en diferentes publicaciones, aparecen sin que se cite el nombre de su autor, citándose en contra como pertenecientes al archivo de un determinado escritor. A ellas debemos sumar las realizadas por Las Heras el 14 de abril de 1931, o algunas sacadas con motivo de los homenajes posteriores en Jaca. Todo ello ha sido posible gracias a la benevolencia de los familiares De Las Heras, que siempre las prestaron para su reproducción a cuantos se las pidieron, sin demandar jamás contrapartidas, y que hoy en día regentan en Jaca el establecimiento Foto Peñarroya. Quede desde aquí buena constancia de ello.
20 Miguel Gallo Martínez, capitán de Infantería implicado en la sublevación de Jaca, ostenta el triste record de haber huido en dos ocasiones frente al enemigo, pasándose en ambas a Francia. La primera tras la derrota de Cillas, al huir junto con Galán dejando ambos tirados a los hombres bajo su mando. Al proclamarse la República, como “premio” a su participación en los hechos de Jaca, fue nombrado miembro del Cuarto Militar de la Presidencia de la República. Al inicio de la guerra civil, siendo católico confeso, se afilió al PCE pasando a ser miembro del Quinto Regimiento. Mandó la 6ª BM, y en mayo de 1937 se hizo cargo de la 24ª División con la que actuó en Brunete, y por último pasó al mando del Xº Cuerpo de Ejército del Este, (Divisiones 31ª y 43ª) donde alcanzó el grado de teniente coronel. En la primavera de 1938, al producirse el hundimiento del frente de Aragón, huyó por segunda vez a Francia junto con la 31ª División dejando atrás a su homónima la 43ª División que estaba al mando de Antonio Beltrán, el Esquinazau, que a la inversa que él decidió atrincherarse en Bielsa. A su regreso a Cataluña, y como castigo a su cobarde huida se le retiró del mando activo. A la caída de Cataluña en 1939 pasó a Francia, para después regresar a la Zona Centro donde fue apresado y encarcelado con motivo del golpe de Casado. Caído en manos de los franquistas al final de la guerra, fue ejecutado en el Reformatorio de Alicante en junio de 1939.
21 En la visión de José María Azpíroz y Fernando Elboj dicho telegrama pudo ser un invento de Graco Marsá, para justificar la responsabilidad de Casares Quiroga. Una posibilidad que desmiente la entrevista a Graco Marsá en el semanario La Calle. J. M. Azpíroz y F. Elboj, La sublevación de Jaca, Zaragoza, 1984, p. 39.
22 Santiago Casares Quiroga. Nacido en la Coruña en 1884. Abogado. Firmó el Pacto de Sebastián en 1930. Diputado a Cortes en 1936 por el ORGA, que en 1933 se fusionó con Acción Republicana de Azaña, constituyendo Izquierda Republicana. Ministro de Marina en 1931, de Gobernación entre 1931 y 1933, interino de Justicia en 1933 y de Obras Públicas en 1936. Tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, y durante la presidencia de Azaña fue nombrado presidente del Gobierno. Dimitió el 18 de julio de 1936, oponiéndose a la distribución de armas al pueblo. Murió en París en 1950.
23 Según Miguel Maura, el Comité Revolucionario aquella misma semana se transformó en Gobierno Provisional, teniendo distribuidos sus objetivos, efectivamente, para el día 15. De esta forma Alcalá Zamora y Lerroux, deberían ir a Burgos, donde el general Villegas al parecer tenía comprometida a la guarnición. Indalecio Prieto debería pasar a Asturias y Vizcaya, su feudo. Casares Quiroga a Galicia, pero que por motivos obvios acabó en Jaca. Martínez Barrios a Sevilla, Marcelino Domingo a Cataluña, Álvaro de Albornoz a Levante, y finalmente Manuel Azaña, Fernando de los Ríos y Miguel Maura tenían que tomar el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid, con la ayuda del consuegro de Alcalá Zamora, el polémico y tristísimo general Queipo de Llano. Pero en la madrugada del 13 al 14, después del fracaso de Jaca, empezaron a caer los primeros, salvándose de las redadas policiales Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y Manuel Azaña, y de forma sorprendente no se molestó para nada a Alejandro Lerroux, un hecho cuando menos curioso, ya que de creer a Maura este personaje había sido el que había dado “alas” a Galán.
24 Unos días más tarde de lo de Cillas, huido Rodríguez Delgado junto con Rico Godoy, fueron detenidos por la policía en Tarrasa (Barcelona), y mientras al primero se lo llevaron para Jaca, el segundo pudo huir.
25 Testimonio de José Rico Godoy, “No pudimos convencer a Galán”, Historia 16, número 60, p. 85.
26 Alfonso Beorlegui Canet. Teniente coronel al iniciarse la guerra civil y de guarnición en Pamplona, se puso a las órdenes de Emilio Mola, que le encargó del mando de la Guardia Civil y de Asalto, nombrándole delegado de Orden Público. Colaboró en la ocupación de Irún y San Sebastián. Herido durante aquella campaña, murió poco después en Huesca a consecuencia de las heridas.
27 Proclamada la República en abril, y liberado Sediles junto con el resto de sus compañeros de la prisión militar de Mahón, a su llegada al puerto de Barcelona la Guardia Civil que le rindió honores, cosas del destino, estaba al mando del recién ascendido Modesto Acín que intentó inútilmente dar la mano a Sediles para felicitarlo.
28 Parte de la Guardia Civil de Jaca de fecha 13 de diciembre de 1930, dirigido al gobernador civil y firmado por el suboficial Modesto Acín, Archivo particular. Ver Anexo I.
29 Según se afirma en Aragón, el origen del aquella marcha, habría que buscarlo en el llamado baile de mayordomos, un baile tradicional del Alto Aragón,  cuyos ejemplos mejor conservados se encuentran en los valles de Sobrarbe y en la alta Ribagorza, música que se solía bailar en la fiesta de los pueblos,.
30 El número de individuos de las Clases de 1ª Categoría (cabos y soldados) que marcharon por carretera y ferrocarril, y que fueron posteriormente procesados fueron: Regimiento Infantería Galícia nº 19: 370 hombres; Batallón de Cazadores de Montaña La Palma nº 8: 174 hombres; Regimiento Artillería a Pie nº 5 – Batería fija de Jaca: 31 hombres. En cuanto a oficiales, suboficiales, sargentos y especialistas varios procesados, su número fue de 77 hombres más.

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