Anarquismo

Pioneros del Anarquismo Comunista: Sevilla

En el último tercio del siglo XIX la ciudad de Sevilla fue seguramente el principal centro anarquista en España, siendo una de las poblaciones más populosas del estado, contando por entonces con casi 150.000 habitantes. La capital andaluza fue junto a Barcelona uno de los centros neurálgicos del desarrollo y arraigo del anarquismo en el estado español.

En 1882 se celebró en Sevilla el congreso de la FTRE en donde el delejado de Montejaque (Málaga), Miguel Rubio, se declaró como anarcocomunista frente a Josep Llunas, por entonces miembro de la Comisión Federal del sindicato y partidario de un colectivismo legalista. En ese contexto, de disputas internas y expulsiones en el sindicato fundado en 1881, la ciudad bética destacó por ser uno de los epicentros de la polémica existente, dividiéndose el anarquismo local en dos tendencias, una legalista y favorable o los designios de los órganos directivos barceloneses de la FTRE, mientras que la otra abrazaba los postulados de la disidencia alrededor de Los Desheredados de la AIT, escisión acontecida por los partidarios de la lucha clandestina y si fuese necesario violenta, tal y como resultó ser la estrategia de la sección hispana de la Internacional durante los años de clandestinidad (1874-1881). Sobre el supuesto apoyo del anarquismo comunista de Rubio, gran parte de la historiografía lo ha considerado como más aparente que real, como si Rubio fuese un militante de segunda fila sin apenas influencia. Aunque a mi parecer, teniendo en cuenta que dichas doctrinas aparecieron en Italia sobre 1876 y rápidamente se difundieron por Europa, y teniendo en cuenta la posterior trayectoria de Rubio, no considero descabellado considerarlo como el «primer» anarquista en España que se declaró de forma convincente como comunista.

Nombres como los de José Antonio Durán, Miguel Rubio, Domingo Díaz o José Díaz encabezaron dicha disidencia contra los órganos directivos de la FTRE. Al igual que Borràs en Gràcia o Daza en Madrid, esos cuatro nombres mencionados eran zapateros, quienes destacaron tanto en ser pioneros en el estado de la disidencia clandestinista, como precursores posteriormente del anarcocomunismo en España. Con ellos se fueron secciones enteras de la FTRE sevillana, como la sección de carpinteros, así como otras personalidades destacadas dentro del sindicalismo anarquista como José Ramos, quien murió el 6 de enero de 1892, y del cual se recordaba en su necrológica su anarcocomunismo, su ateismo y los problemas que existieron en su funeral, puesto que no respetando el deseo del difunto, sus familiares hicieron una ceremonia católica. Lo que provocó que:

por nuestra parte, asistimos unos 70 compañeros, desfilando por delante del clero católico cubiertos en el más profundo silencio, cumpliendo así con justa protesta la voluntad del que en vida supo captarse las simpatías de sus amigos. Reciban nuestro más sentido pésame la desconsolada viuda y cariñosas hijas, y sintamos todos la pérdida de tan ardiente propagandista de las ideas redentoras1.

Detalle de la cabecera del primer número de La Tribuna Libre (Sevilla)

El ambiente sevillano fue junto a Barcelona uno de los centros impulsores de los primeros grupos anarcocomunistas de España. Grupos como el Once de Noviembre, impulsores del periódico La Tribuna Libre entre diciembre de 1891 y enero de 1892, fueron ejemplo de ello. En el mismo estaban personalidades como José Antonio Durán, Miguel Rubio, Ramón Navarro y otros anarquistas destacados. Otros grupos visibles fueron el de Los Desheredados, aparecido a finales de la década de los ’80, el de los Mártires de Chicago, el grupo Comunista Independiente y el llamado Defensores del Porvenir.

Sevilla no sólo era un centro y bastión de los primeros grupos anarcocomunistas, también fue epicentro de otras corrientes que se forjaban en el movimiento hispano. En los últimos años de los ’80 y primeros tiempos de la década siguiente, apareció la tendencia antiadjetivista, que fue impulsada por los sectores partidarios de suprimir a la FTRE por sus errores, substituyéndola por una organización meramente sindicalista (Pactos de Unión y Solidaridad) y otra eminentemente anárquica (Organización Anarquista de la Región Española), hizo que en els estado español existieran de facto tres tendencias anarquistas. Una heredera de la clandestinidad de la década de los ’70, que por entonces abrazaba mayoritariamente los planteamientos anarcocomunistas, otra colectivista, básicamente sindicalista y legalista, y a caballo de ambas, la antiadjetivista. En aquellos debates, Sevilla fue clave para entender la historia y evolución de las mismas.

Gracias a la presencia del reconocido anarquista Ricardo Mella en Sevilla, quien impulsó durante ese tiempo los periódicos de La Solidaridad y La Alarma, la ciudad bañada por el Guadalquivir fue en muchos sentidos también bastión del colectivismo sindicalista. Mella en un primer momento no aceptó las resoluciones de los congresos de 1888, los cuales ponían fin a la FTRE. Junto al balear Francesc Tomàs, quien por entonces residía en Sants (Barcelona), y junto a algunos otros propagandistas y sindicalistas de otras zonas de Andalucía y del estado, mantuvieron viva la organización nacida en 1881 hasta algunos años después de su disolución «oficial» acaecida en 1888.

Detalle de la cabecera del primer número de La Alarma (Sevilla)

Mella era considerado el heredero natural del fallecido Juan Serrano y Oteiza, quien había sido dentro de la Internacional un destacado activista, director en su momento de La Revista Social y antes de morir en 1886, destacado por ser defensor de una FTRE legalista que tenía la costumbre de expulsar y señalar públicamente a sus disidentes. También contribuía a esa relación dad con Serrano un estilo literario similar y el hecho que Mella estuviese emparejado con una hija del propagandista madrileño.

El colectivismo de Mella, aunque legalista y moderado, a finales de la década no se mostraba insensible a algunas de las críticas que sufría dicha tendencia, puliendo o presentando soluciones ante críticas que se planteaban, como el tema de la perviviencia de la propiedad individual en el colectivismo o los posibles casos de miseria entre quienes no pudiesen trabajar. Mella, desde posicionamientos que no sólo recogían la tradición colectivista, también pensamientos del individualismo americano de Benjamin Tucker y otros pensadores a los que el vigués tenía acceso, planteó que la solidaridad humana era la clave para evitar la marginación de quienes no pudiesen trabajar en una futura sociedad anárquica de corte colectivista. Planteaba que los medios de producción se tenían que socializar, aunque consideraba que el salario era:

“el fruto del trabajo aportado a la masa común por cada obrero asociado, la cuota equivalente a este trabajo, lo que por él satisfaga al individuo, será propiedad individual y cada uno podrá hacer de ello lo que le plazca.

Pero esta propiedad individual nunca podrá llegar a constituir medio de explotar al hombre, como lo constituye la propiedad actual, puesto que las primeras materias y los isntrumentos de trabajo formarán siempre parte de la propiedad colectiva universal”2.

En síntesis, una reafirmación colectivista que no tenía miedo al debate y la controversia con los posicionamientos de tipo comunista, partidarios de suprimir esa especie de salario individual y que cada cual aportase a la sociedad lo que pudiese, recibiendo de ella lo necesario para su subsistencia y disfrute de la vida.

En los debates organizativos de los últimos años de la FTRE la figura gallega hubiese preferido la pervivencia de una federación estrictamente colectivista y orgullosa de dichos planteamientos, aunque abierta a pactos con otras corrientes anarquistas y socialistas. El proyecto antiadjetivista fue rechazado por él con fuerza, aunque nunca llegó a perder las relaciones cordiales y fraternas con dicho entorno. Mella, finalmente, en la década de los ’90 abrazará el antiadjetivismo y se mostrará como seguidor y traductor de obras de carácter comunista de pensadores como Malatesta o Kropotkin, al tiempo que también tradujo del inglés algunos fragmentos de los parlamentos de los Mártires de Chicago. Abrazando finalmente, aunque de manera velada, ciertos planteamientos comunistas y posicionándose como antiadjetivista. Pero durante su tiempo en Sevilla aún mantuvo sus posicionamientos colectivistas y hasta bien entrados en 1891 existieron en esa ciudad un número importante de colectivistas. Los debates entre corrientes, muchas veces enraizados en las polémicas de las desfederaciones de los ’80, fueron al igual que en Barcelona acalorados y a menudo tensos, siendo en el fondo los relativos a la estrategia organizativa a seguir, o sobre el uso o no de la violencia política, más contundentes que los propiamente doctrinales entre comunistas y colectivistas. Aunque poco a poco, y en el contexto del inicio de la década, el repliegue colectivista era una evidencia, al igual que el auge e implantación del comunismo.

Detalle de una de las ediciones de «El Crimen de Chicago» de Ricardo Mella

En este sentido los anarcocomunistas sevillanos adoptaron un posicionamiento similar al de Barcelona, con un predominio de las tendencias más informales, poco partidarias de la construcción de organizaciones y favorables a la acción libre de grupos de afinidad. Aunque algunos grupos, como Los Mártires de Jerez o individualidades como Miguel Rubio fueron cercanos a los posicionamientos de Errico Malatesta, partidaro de crear un «partido anarquista» no electoralista. Rubio en el año 1892 ya no vivirá en Sevilla, residiendo entonces en Barcelona, relacionándose allí con Fortunato Serantoni, entonces uno de los propagandistas malatestianos más destacados del llano barcelonés, al tiempo que Rubio ejercía de corresponsal para el Sempre Avanti! del también malatestiano Pietro Gori.

Detalle de la cabecera del Sempre Avanti!

La divesidad interna entre comunistas andaluces explica el posicionamiento bastante neutral del periódico La Tribuna Libre y los anarcocomunistas de Sevilla en el contexto del debate malatestiano que dividó a la corriente comunista en dos sectores (informales y partidarios de la organización). Si bien aceptaron que los planteamientos antimalatestianos vertidos en El Porvenir Anarquista podían enfadar a algunos compañeros, también consideraron que eran útiles para la causa anarquista. En los tres ejemplares salidos a la calle entre diciembre de 1891 y enero de 1892 del periódico sevillano no se vislumbran debates en tonos ofensivos, conviviendo en relativa harmonía antiorganicistas convencidos con malatestianos como Miguel Rubio o Vicente García, otro destacado propagandista, desde el País Basco. Los debates, en cualquier caso, siguen predominando los de tipo doctrinal críticos con el colectivismo, aunque el tono es poco ofensivo. Un escrito de Vicente García expone la evolución del grueso más malatestiano en España por entonces, revelándonos algunas ideas interesantes, puesto que los “partidarios de una y otra escuela han declarado ya que serán los dos practicados [colectivismo y comunismo]3, sin duda una referencia clara a los antiadjetivistas y los malatestianos con quienes García simpatizaba, aunque afirmaba que en ese contexto esperaba un claro predominio futuro del comunismo, puesto que consideraban al colectivismo caduco por sus planteamientos mantendedores de un salario, esperando que éste perdiese “importancia de dia en dia y, sus defensores de hoy, no tardarán en estar á nuestro lado, sobre to, si reflexionan un poco sobre la bondad del comunismo-anarquista”4. En síntesis, un planteamiento anarcocomunista de corte malatestiano proclive a los planteamientos anunciados por Malatesta, de minimizar los debates doctrinales en pos de una unidad de acción organizativa.

Desde las páginas de La Tribuna Libre, periódico que, como su nombre indicaba, estaba destinado a ser un foro abierto a los debates, también se podían encontrar palabras solidarias con los antiorganicistas barceloneses, puesto que admitieron que lo aparecido en El Porvenir Anarquista era bueno para la causa, como también aparecieron algunos textos que denotaban la existencia de un potente sector autóctono partidario de la informalidad. En un texto copiado de El Perseguido de Buenos Aires y relativo a los congresos, se afirmaba que los congresos obreros y anarquistas habían sido autoritarios y que no eran un método válido para planificar la estrategia de lucha, puesto que:

“para propagar nuestras ideas, para acelerar el día de nuestra emancipación, si tenemos conciencia de nuestros actos, si estamos convencidos de que la organización social en que vivimos es viciosa y corrompida, el mejor medio á emplear es la acción constante contra esa organización ya sea la acción individual y colectiva pero siempre espontánea de los individuos”5

En el último número del periódico sevillano se informa de los sucesos insurreccionales acontecidos en Jerez, en donde hacen reflexiones interesantes, lo que les provocará posteriormente la persecución del periódico y que alguno de sus componentes marchase de la ciudad, como fue el caso de Miguel Rubio, quien se desplazó a Barcelona en ese contexto represivo.

En el artículo se afirma que los orígenes del alzamiento se tenían que buscar en la miseria del campo andaluz y el trabajo excesivo y mal pagado. Y justificaban por ello el derecho a la insurrección del pueblo oprimido, afirmando a los burgueses y aristócratas que:

“¿entonces por qué estrañarse de la insurrección de los trabajadores de Jerez? Si no es más que el resultado de vuestro régimen social, ¿acaso no es vuestra educación la insurrección? Abrid la historia por cualquiera de sus páginas y encontrareis en todas ellas manchas de sangre”6.

Una reflexión interesante y aún vigente, ya que el liberalismo se forjó en base a insurrecciones y violencia política. La represión jerezana, sumada a la posterior por el atentado de la Plaça Reial de Barcelona, provocarán que tanto el periódico sevillano, como el barcelonés El Porvenir Anarquista o El Combate de Bilbo cesasen en su publicación, del mismo modo que consiguió cancelar la gira que por entonces Errico Malatesta estaba haciendo por diferentes localidades del territorio español. Aunque la represión afectó al desarrollo del anarquismo, no consiguió erradicar la fuerza del movimiento, el cual, en muchos sentidos, tenía una tradición casi desde su implantación en España plagada de episodios represivos. Sin duda, los tan criticados grupos de afinidad por una parte de la historiografía, normalmente liberal y/o conservadora, tienen mucho que ver en la pervivencia del anarquismo y su hegemonía en el obrerismo hispano hasta la finalización de la Guerra Civil Española en los años ’30 del siglo XX. En esa historia, el anarquismo bético en particular, y el andaluz en general, tienen mucho que aportar.

Notas

1 “José Ramos”. En: La Tribuna Libre, 23/01/1892, p.4.
2 MELLA, Ricardo. “Qué entendemos por colectivismo”. En: BELTRÁN DENGRA, Joaquín. La ideología política del anarquismo español a través de El Productor (1887-1893), Barcelona, Aldarull, 2010, p. 60.
3 [GARCÍA, Vicente]. “No hay que temer”. En: La Tribuna Libre, 23/01/1892, p.4.
4 Ibídem.
5 “Los Congresos”. En: La Tribuna Libre, 23/12/1891, p.3.
6 “Sucesos de Jerez”. En: La Tribuna Libre, 23/01/1892, p.1.

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