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EL TIROTEO DE LA CALLE DE LA PAZ DE GRANADA

Guerra en la calle de la Paz

Fue localizada en la tarde de ayer, en una casa de la calle de la Paz de esta capital, una partida de bandoleros cuya pista venía siguiendo la Guardia Civil; después de ofrecer fuerte resistencia a la fuerza pública, se entregaron tres de los cinco individuos que la integraban, hallándose en el interior de la casa los cadáveres de los otros dos. Resultaron ser todos ellos elementos muy significados y que habían tomado parte en diversos hechos criminales cometidos en la provincia, alguno en fecha muy reciente.

Fue también detenido un enlace de la referida partida, así como el inquilino de la vivienda en que ésta se hallaba refugiada.

En la prestación del anterior servicio resultó herido de pronóstico reservado el capitán de la Guardia Civil don Rafael Caballero.1

Tarde trágica en Granada el día 29 de Mayo de 1949. La Guardia Civil del cuartel de la Palma se dirige a la casa de la calle de la Paz número uno. Saben desde el día anterior por la Brigada Social que allí se esconde un grupo de guerrilleros que en días pasados han recaudado un importante botín de un reciente y exitoso secuestro. Saben también que allí se teje el epicentro de la organización clandestina de la CNT en Granada, cuya principal función en estos años es la de facilitar la evasión de los guerrilleros que quisieran hacia el extranjero, así como procurarles los recursos que necesiten en el hostil contexto de una Granada militarizada y fuertemente vigilada.

Los guardias bajan a un hombre herido y maltrecho, que abre la puerta de la casa y parece hablar con alguien del interior. Su pretensión es informar que han sido descubiertos y procurar que quienes se quieran entregar, lo hagan, para evitar caer en un enfrentamiento mortal. No tiene éxito: el enfrentamiento no tarda en comenzar. El nutrido tiroteo termina con dos guerrilleros muertos, uno de ellos muy probablemente rematado por un compañero suyo, y el otro quizás suicidado. Los demás, se entregan. Entre los no guerrilleros del interior, no hay víctimas. Solo el capitán de la Guardia Civil tiene una herida, poco grave, y un número se ha hecho un pequeño rasguño por un casquillo. El mediador se encuentra en el suelo con seis heridas, varias de ellas graves. Será recogido en una camilla y trasladado a hombros al hospital de San Juan de Dios, donde será curado y sobrevivirá. En medio de la lluvia de disparos, ningún tiro alcanzó órgano vital o los huesos. Responde al nombre de Vicente Castillo, es uno de los principales responsables de la CNT clandestina en Granada, y escribió unas memorias tras la muerte de Franco que no tiene igual para explicar lo que fue la República, la guerra y el franquismo en la ciudad granadina. El principal tema que aborda su segundo tomo es el tiroteo de la calle de la Paz y aclarar lo que pasó, tanto el cómo fueron descubiertos, como lo que ocurrió después, cuando Castillo sufrió los reproches de bastantes de sus compañeros por confesar tras varios días de torturas en el cuartel de la Palma. Sin pretender evadir sus culpas y debilidades, pone algunos puntos sobre las íes respecto a todo lo que ocurrió.

Muchos años más tarde, durante su petición de amnistía, Castillo tendrá acceso a los documentos judiciales que se abrieron sobre el caso de Mayo de 1949, que posteriormente donará al archivo del Ateneu Enciclopedic Popular, en Barcelona2. Las memorias de Castillo3, en dos tomos, de la cual solo existen 25 ejemplares en una edición precaria, pudimos obtener una copia, gracias a un original de la Biblioteca existente en el local de la CNT-AIT de Granada.

Relatamos aquí su versión, con el apoyo de los documentos judiciales, que ayudan a identificar a muchas personas que participaron y que no conoció el militante confederal.

Vicente Castillo

La organización clandestina de la CNT en Granada

Tras el fin de la Guerra Civil en Granada, la mayoría de las organizaciones antifascistas y partidarias de posturas democráticas desaparecen. Existen algunas individualidades del socialismo y del comunismo, pero no llegan a funcionar en ningún momento como estructura. Lo más parecido es la irrupción, en 1945, del guerrillero Roberto (Juan José Muñoz), comunista, con el ambicioso objetivo de agrupar al numeroso -pero disperso- conjunto de partidas guerrilleras (y del sureste ibérico en general), en torno a su disciplina y a la del Partido Comunista. Intentaría aprovechar el trabajo previo de otros militantes del PCE que habían comenzado unos meses atrás. Tuvo éxito y su estructura guerrillera fue la más activa en España, pero no a nivel político dentro de la población4. Pero, desde mucho antes, la CNT, que fue la principal organización existente en la capital granadina previamente a la Guerra Civil, logró levantar una estructura clandestina, si bien precaria en muchos sentidos (como es propio de las organizaciones en esta situación), que sobrevivió hasta el año 1949. Los últimos guerrilleros de Roberto, ya acorralados, caerán o se entregarán en 1952.

En un primer momento, la creación de la primera estructura clandestina de la Confederación se debe a un grupo de veteranos confederales, con prestigio adquirido principalmente durante la guerra, encabezados por Fermín Castillo Vidal, Miguel Contreras y José Bueno Liñán. Hay algunos, de aún mayor y más antigua fama, que están presentes, pero sin voluntad de implicarse activamente y procurando evitar compromisos, porque sienten que están fuertemente vigilados. Es el caso de Evaristo Torralba, alias “el Bakunin”. Parece ser que la primera reunión fue a finales de 1941 o principios de 1942, en la taberna “La Bolilla de la Cartuja”, con unos veinte militantes, entre ellos Rafael Sánchez Reyes, Antonio Cañete Rodríguez, Francisco Hurtado García, José Fernández Pérez, Rafael Romero Román, Pedro Fernández, Emilio Salazar, Cecilio Caballero Buda (“El Niño de la Hueveraque”) y Andrés Fernández Piñar. Rafael Romero era miembro de la partida guerrillera de Antonio Raya, una de las primeras que hubo en la provincia granadina y que provenían directamente de la Guerra Civil. En Mayo de 1942 recibió un duro golpe al ser detenidos Antonio Fernández Labrot, Sánchez Reyes y Antonio Cañete, acusados de una explosión en el local de las Juventudes de Falange. Labrot y José Bueno Liñán se habían incorporado al comité clandestino, y tardarán en retomar las actividades5.

Los del primer grupo (no los más prestigiosos) perderán la confianza del resto de la organización, en especial de los elementos más jóvenes. La mayoría de los primeros no parecían estar muy implicados con la organización, actuando como un grupo aparte del resto, y en el caso de su más destacado militante, Fermín Castillo, fue visto en bares frecuentados por agentes de policía, lo cual unido a lo primero favoreció las suspicacias, que se sumaron a la acusación de la partida del Yatero de que estaba malversando el dinero que la guerrilla recibía de la CNT. No tardó en convocarse una reunión en una finca de La Zubia para aclarar lo que pasaba, y Fermín Castillo iniciada la reunión, sin apenas escuchar lo que iban a decir los otros, amenazó nada más empezar con delatarlos a todos si le pasaba algo (por medio de su familia, que entregaría una carta). Al final no se llega a la violencia, adoptándose un acuerdo: Fermín Castillo abandonaba la organización (con él le acompañaría Miguel Contreras), y una nueva generación pasaba a controlar la CNT de Granada en clandestinidad6. Este grupo estaba compuesto principalmente por Vicente Castillo, Ricardo Vizcaíno, Daniel Gómez y algún otro más.

El más notable, quizás por conservarse sus memorias, es Vicente Castillo, militante de base de las Juventudes Libertarias y de la CNT. En 1942 salió en libertad vigilada, incorporándose en la Clandestinidad, reorganizando el Comité Provincial de la CNT-AIT y también a las Juventudes Libertarias, “con escaso éxito, a causa de la situación que padecía Granada por la acuciante proliferación de las guerrillas que a medida que el tiempo pasaba su situación era más acuciante, decidiéndose que los que quisieran irse a Francia, a Casablanca (Marruecos) les proporcionariamos la salida”. Con esto, creían que desaparecería la gran vigilancia existente en la ciudad. Y añade que por esta situación, y “esto es explicable”, pues los “guerrilleros parecían bandoleros7. Es por ello que se intentó a toda costa facilitar la salida de los guerrilleros, pues no confiaban en su éxito militar ni de la llegada de una intervención extranjera de los contendientes en la Guerra Mundial.

La guerrilla en la provincia de Granada

Tras el final de la guerra, algunos antiguos combatientes continuaron en la lucha, como es el caso de Antonio Raya, que organizó una partida por medio de sus antiguos compañeros de armas, o de José Zarco o López Mochón, éstos más bien de una manera algo improvisada. Asimismo, se dio una fuerte represión en Granada, que obligó a muchas personas, amenazadas y perseguidas, a echarse a la sierra, especialmente a partir de 1941. Es el caso de Yatero, los Clares, Ollafría y otros. Por su parte, hubo un caso de “guerrilla urbana”, protagonizada por los hermanos Quero, cuya leyenda aún persiste en Granada.

Como hemos mencionado, en 1945 llega a Granada Juan José Muñoz Lozano, “Roberto”, elemento muy activo del Partido Comunista. Tras un año de esfuerzo, consigue formar la Agrupación Guerrillera Granada-Málaga, que intentará aglutinar a todos los dispersos guerrilleros existentes en el sureste ibérico, protagonizando una larga lucha de seis años.

Juan José Muñoz Lozano, «Roberto»

La numerosa presencia guerrillera en la provincia de Granada provocará una fuerte vigilancia, que estará prácticamente militarizada durante toda la década de 1940. Se prohibió a los campesinos dormir en sus cortijos, siendo obligatorio trasladarse a los pueblos para pasar la noche. De esta manera se impedía la relación entre la población rural más humilde y la guerrilla, que produciría una colaboración endiablada para las autoridades. La espectacularidad y heroicidad de estos grupos logran varios éxitos en asaltos, secuestros y ejecuciones de élites franquistas, pero no llegan a lograr un éxito militar dentro de España. Son demasiados pocos, con recursos muy limitados, y el exilio no puede ayudar, pues viven dentro de países que no permite la formación interna de ejércitos propios lo suficientemente grandes.

En el Censo de Guerrilleros de José Aureliano Romero Navas8 contamos 625 guerrilleros de la zona de Granada, Málaga y Almería. Las localidades de Granada que más combatientes aportaron fueron Salar, Agrón, Loja, Almuñécar, Órgiva, Güejar Sierra, Baza, Alhama de Granada, Quéntar, . En este censo solo aparecen tres de Granada, si bien se notan algunas ausencias, como la de López Mochón de Maracena (quizás porque su papel fue breve y más en los primeros momentos). Otras localidades donde el movimiento obrero fue muy importante, como Maracena, Pinos Puente, o Pinos Genil, también aportan pocos elementos. Motril aporta ocho, una cifra no alta pero tampoco pequeña. Grupos clandestinos de la CNT en estos años hay en Granada, Maracena y Pinos Puente.

En 1949 la estructura interna de la CNT, que apoya activamente a los guerrilleros aunque no sigan su consigna de salir del país, cae, y se precipitan los acontecimientos. Ya de antes hay una crisis enorme en el grupo de Roberto, con un encadenamiento espectacular de delaciones de todo tipo (que nunca faltaron durante todo el período). La mayoría de entregas y delaciones se debieron a un profundo sentimiento de derrota tras años de penurias. Y no puede negarse la existencia de enfrentamientos internos. Asimismo, se sospecha que alguna partida se entregó a las autoridades para ganar tiempo y engañarlos, mientras organizaban una fuga, pero parece que fueron ejecutados por las propias autoridades antes de comenzar el supuesto plan. En cualquier caso, en 1952, la guerrilla antifranquista de Granada, puede considerarse eliminada a niveles prácticos.

Las vías de evasión de la organización confederal andaluza

La organización clandestina de CNT en Granada tenía enlaces con las guerrillas. Ricardo Vizcaíno se ocupaba principalmente de hacer las fotos carnets y Vicente Castillo de los documentos, que eran cartas de navegación falsificadas9. Obviamente, estos eran menos vigilados. Ahora bien, para salir del país, había que recurrir a la CNT clandestina de Sevilla, donde actuaban varios militantes, principalmente Morillo10, y que a su vez contactaban con los compañeros de Cádiz y su provincia. En general, solían salir de las costas gaditanas, de diversas maneras, no faltando las ocasiones de montar en un barco pesquero que salía a faenar cerca de aguas marroquíes11. Desde ahí, solían trasladar a los evadidos a Tánger. Si el pase era por un barco comercial, podían ir a la misma ciudad o a Casablanca. En el Marruecos francés, su seguridad ya estaba más bien garantizada.

Vicente Castillo cuenta que la labor de los de Granada era enviarlos a Sevilla, y allí los compañeros de CNT se las apañaban para enviarlos a Tánger o Casablanca, según las circunstancias12. Era necesario tener dos fotos de carnet para ir a Sevilla, debidamente documentado, y allí elaborar la documentación falsa para los evadidos13.

La relación con la guerrilla no era realmente formal ni orgánica, salvo en la forma de que algunos guerrilleros se consideraban parte de la estructura orgánica, pero l que podemos entender como estructura guerrillera no parece tener forma. En la ejecución de Fermín Castillo que relata Vicente Castillo, parece que sí se dan unas relaciones internas muy claras, donde la propia guerrilla tiene que esperar el acuerdo de la estructura orgánica (investigando la veracidad de la grave acusación) para obrar según el acuerdo que se tomase.

Parece que las guerrillas vinculadas a la CNT no entregan ningún dinero “regular” u “orgánico” a la estructura clandestina de la Confederación. Sí hay intercambios económicos y materiales, pero más bien siguiendo las necesidades del momento. Y sí parece que hay cierta regularidad en la ayuda de la CNT a la guerrilla, por lo menos en los primeros momentos. Así se puede entender la protesta de Yatero por la malversación de Fermín Castillo. Aaprte, los gastos que conllevaban ciertas ayudas o los intentos de fugas sí debían pagarse por los guerrilleros, si bien si las circunstancias producían dificultades, lo pagaba la estructura o los militantes individuales según las circunstancias. Estos aportes económicos solo costeaban gastos y no servían para “vivir”, de manera que los militantes de la estructura clandestina y más formal debían trabajar en su día a día para sobrevivir. La ayuda a la guerrilla normalmente les suponían gastos y ausencias de trabajo, con los consiguientes problemas.

Ricardo Vizcaíno Alarcón

El fin de esta estructura clandestina que fomentaba la evasión de guerrilleros se dio en un momento de numerosos movimientos que principalmente provenían de la Agrupación Guerrillera de Roberto, en grave crisis interna, con importantes enfrentamientos internos que facilitaron todo tipo de nerviosismo. No faltaron delaciones, pero lo fundamental que precipitó la caída de la red fue la precipitación y el creciente número de guerrilleros que en poco tiempo querían lograr su salida cuanto antes, desbordando los recursos y fuerzas de la estructura clandestina. Vamos a relatar este episodio, que dará el comienzo del fin de la guerrilla, junto a la propia crisis de la Agrupación de Roberto.

La operación para salir del país del grupo guerrillero de Milesio

Vicente Castillo, en su memoria, comienza relatando la cadena de sucesos que acabarán con los trágicos sucesos de la calle de la Paz. Se trataba de unos esfuerzos para sacar a varios guerrilleros pese a la presión ya existente, que los movía a numerosos sacrificios personales. Los combatientes habían oído la efectividad de la estructura clandestina de la CNT para lograr evasiones, y teniendo en cuenta que no simpatizaban con la figura de Roberto, el líder guerrillero del que querían separarse estos, recurrieron a ellos para poder salir del país.

Todo comienza cuando Daniel Gómez les plantea el asunto de evacuar a seis personas de la guerrilla. Vicente Castillo se negó rotundamente, porque no quería implicarse más en estas operaciones, que solo producían sinsabores y sacrificios concentrados en un reducido número de militantes mientras otros quedaban al margen y no se comprometían. Vicente tenía a su familia abandonada, en constante tensión, y no podía permitirse más las continuas ausencias de su trabajo, con las consiguientes reducciones de ingresos. Pero Daniel Gómez insiste porque uno de los guerrilleros es Milesio (Pérez Jiménez), hermano del guarda forestal que es a la vez el enlace de todo el movimiento guerrillero, que lo había dado todo sin pedir nada a cambio. Y antes habían estado en el grupo de Roberto, que los consideraban como “desertores”. También ocurría que se habían entregado algunos de los Clares, colaborando con la antiguerrilla, por lo que la situación se hacía muy desesperada. Ante la insistencia, Vicente responde que preguntará a Vizcaíno, y que si él acepta, entonces él también. Reunidos los tres, que eran los principales que gestionaban estos asuntos, acordaron terminar de una vez, y dejar sus puestos a otros compañeros, cuando terminasen esta evasión de Milesio y de su grupo.

Castillo dice que habían escuchado que ese grupo consiguió 750.000 pesetas por un rescate, y tras lograrlo, dejaron en libertad al secuestrado.

Se reunieron en la Plaza de la Trinidad cuatro personas: Castillo, Vizcaíno, el enlace Gómez, y uno de los guerrilleros. Allí explicaron la operación a realizar para la fuga. A los días hubo un problema con la compra de la cámara de foto, inútil para hacer fotos carnet. El encargado de ello, Ballarcas, arreglaría por su cuenta el problema14.

Al mismo tiempo surgió otro encargo, esta vez por el propio Evaristo Torralba, que hasta entonces era contrario a tener relaciones con la guerrilla. Conocido como el “Bakunin”, veterano militante confederal, en estos años tenía Evaristo un taller de carpintería, con un socio, también confederal, llamado Mariano. Este compañero les informó de dos amigos, también guerrilleros, que querían fugarse, pero estaban perseguidos por los de Roberto, por considerarles “desertores”. Más o menos como el otro grupo, pero con la pequeña facilidad que, en este caso, los Clares no tenían mucha información de ellos, pues estos actuaban por la zona de Motril, alejados, por tanto de su zona de influencia. Vicente Castillo, sorprendido porque era Evaristo Torralba el Bakunin quien lo pedía con tanto interés, siendo él contrario a mantener relaciones con los guerrilleros, interpretó que debían tener gran valor dichas personas, pues solo así se explica el interés y preocupación de Evaristo, que por una vez hacía una solicitud así. Por ello, aceptó sin duda. Bakunin, aunque alejado de los cargos de la clandestinidad (debido a que estaba muy vigilado, por ser el granadino con mayor historial cenetista y libertario en esa época), tenía una gran influencia entre toda la militancia, y solía ser requerido en las asambleas pidiéndoles opinión, aunque luego no militara, y procurara no inmiscuirse.

En la operación por el grupo de Torralba se daba el problema de que se encontraban en Motril, y la carretera que la conectaba con la capital granadina estaba bajo una férrea vigilancia, debido a que era una zona de operaciones de los grupos guerrilleros de Roberto. Castillo y Vizcaíno no tenían capacidad para ir allí y recogerlos. Mariano les informó de un compañero taxista que podría hacer la labor, pero Vicente no quería ponerse en contacto con él, por no conocerle personalmente, sugiriendo que fuese Torralba quien lo hiciese, por ejercer una influencia en los medios confederales casi total, pero se negó, como otras tantas veces, y Castillo sintió nuevamente la falta de compromiso de los demás mientras él y Vizcaíno asumían todas las responsabilidades. Al final, tendrá que ser Castillo quien hablara con el taxista, aún con la oposición de Torralba, que tampoco quería que este chófer se inmiscuyera.

Este chófer era otro militante cenetista y había estado luchando en la Columna Maroto, estando en el cuerpo de tren de la misma. Castillo le expuso la cuestión, y amable pero contundentemente le respondió que no. Castillo explica su fracaso a Torralba y Mariano, y les propone hacer el trabajo del viaje a un amigo que aunque no fuera de la CNT ni de ninguna otra organización, era de sentimientos antifascistas. Se llamaba Antonio, natural de Diezma, el habitual chófer de este pueblo, que llevaba un pequeño camión. Todos estuvieron de acuerdo y fueron a Motril Antonio, un socio suyo (lo cual les sorprendió porque creían que vendría solo), Mariano (el carpintero) y Castillo. En Motril aprovecharon los conductores para comprar sacos de azúcar y hacerlos pasar como parte de su trabajo, y a la vez aprovehcarlos para ocultar a los dos guerrilleros entre ellos.

El socio del chófer no debía saber lo que estaba pensando. La idea era recoger a los guerrilleros en una parada mientras Mariano y Castillo bajaban del vehículo para “evacuar” (fingiendo estar mal del estómago), momento en que los dos guerrilleros debían colarse dentro del camión sin ser vistos. Pero no lo hicieron así y se presentaron, tras diez largos minutos, a los dos fingidores. Subieron al camión adaptándose a la carga y acompañados por Castillo y Mariano. Acordaron que debían bajarse con el camión en marcha, a velocidad de paso de peatón, por la Iglesia de la Virgen de Angustias, y que una vez en el suelo, ir al café Fútbol en la Plaza de Mariana Pineda, “encontrarse” por sorpresa con Mariano y Castillo y tomarse un café. Así se hizo todo, ya sin más sorpresas.

Tras todo ello, Vizcaíno llama por la mañana a Castillo, aún cansado de la operación de Motril. Le informó que todo el plan que había con el grupo de Daniel tenía que cambiarse sensiblemente. Por lo visto, el grupo no esperaría el “aviso” para presentarse en Granada en la Plaza de la Trinidad, yendo por su cuenta a la ciudad para ser recogidos por los de Granada. Esta forma de no acatar el plan y empujarles a hacer lo que los guerrilleros quisieran en un momento inoportuno pusieron de muy mal humor a Ricardo y Vicente, pero era necesario actuar con decisión y firmeza, así que continuaron.

Debían alojar al grupo en la casa de la calle de la Paz, que tenía realquilada el matrimonio de José Alguacil Carranza, y su esposa, que era la hermana de Ricardo Vizcaíno. Tenían un hijo de tres o cuatro años. Propusieron al matrimonio a que fueran con sus familias a pasar una temporada a descansar y así tendrían sitio para los guerrilleros. Mientras tanto, por la forma de proceder del grupo, obligándoles a atenderles y refugiarles antes de tiempo, supuso también que tuvieran que suspender sus trabajos en la confitería, para arreglar todos los imprevistos que causa la presentación espontánea del grupo. Cortar el trabajo era muy problemático porque lo que más vendían eran los cortadillos de azúcar para los diferentes cafés que les compraban. Si no atendían bien, debían recurrir a otros negocios. No podían poner a otras personas a hacer el trabajo porque no tenían que ver a los guerrilleros, aunque fuesen simpatizantes, pues tampoco querían que tuviesen información en caso de ser procesados.

Cuando Castillo se encontró con estos guerrilleros, les afeó su conducta y les explicó el daño que habían ocasionado con su irresponsabilidad, pues, como podían comprobar, ellos no vivían de esa actividad. Se equivocaban si era eso lo que pensaban antes. Cuando llegó Castillo a la casa, vio a cinco, no estando Ballarcas15.

Los miembros de este grupo les informó de un militante del Partido Comunista en Lancha de Cenes que se apellidaba Sevilla16. Castillo le conocía por José Castro (otro antiguo militante de la CNT granadina, combatiente de la Columna Maroto). Debía salir de España también, pues era otro “desertor” de Roberto. Lo interesante es que Francisco Sevilla era primo de “Paco el Lechero”, que vivía en Lancha de Cenes, pero trabajando en un establecimiento en la calle Carnicería número tres en Granada capital. Este hombre resolvería el problema de las fotos. Castillo le encontraría, y le entregaría una nota con la letra de Milesio17.

Francisco Rodríguez Sevilla

Ante la gran cantidad de guerrilleros que tenían que fotografiar, Castillo decide localizar al fotógrafo callejero José Díaz Enríquez para el trabajo. No quiso aceptar por ser esos días de muchos encargos, a causa de la temporada de comuniones, y no quería desperdiciar un carrete para solo siete fotos. Solo con los niños tendría tres carretes llenos, lo cual le daba muchas ganancias. Le propusieron que le pagaría por más que esas ganancias. Vizcaíno dijo que los guerrilleros pagarán todo, por ser los responsables de la situación. Entonces Enríquez acepta. En la calle de la Paz fotografía a cuatro de los cinco.

A continuación marchan al Albaicín a ver a Mariano y a sus dos paisanos. Fueron fotografiados. Castillo fue a comprar maquillaje para el quinto guerrillero, que tenía unas características manchas por falta de pigmentación. Quisieron comprarle un sombrero, por lo que tuvo que salir (ya maquillado) para probarse y adquirirlo en las propias tiendas. Fueron también a comprar gafas para los cinco.

Necesitaban también ropa y acudió a A. Zurita, uno de los muchos hermanos, y que eran casi todos militantes y antiguos combatientes de la Columna Maroto. Éste era el pequeño, y era sastre. Le encargó trajes para los guerrilleros, explicándole la situación y la necesidad de que él mismo se desplazara a la casa para tomarles las medidas.

Mientras tanto, Vizcaíno se fue a Sevilla sin esperar la foto de Francisco Rodríguez Sevilla. Luego arreglaría ese problema, pero era necesario hacer la documentación cuanto antes. Por su parte Castillo fue a buscar a Paco el Lechero, que tras ver la nota, convino en quedar por la tarde, donde tendría ya todo listo, advirtiendo que no quería que les vieran juntos mucho tiempo, y que la última vez que le detuvieron, en comisaría, le dieron tal paliza que “dejó de ser hombre”. Esta frase produjo posteriormente alguna sospecha.

Por la tarde fue a la Plaza de Mariana Pineda, donde habían quedado en una de las mesas del Bar Félix que estaban en la calle. Paco el Lechero estaba sentado de cara a la calle San Matías. Castillo no se sentó porque notó la presencia de un policía, que aunque parecía no mirarles, Castillo quería velar por la petición de Paco el Lechero de no ser vistos juntos. Se fueron al bar Alameda en la Plaza de la Alameda, al lado de la Mariana Pineda, pero sin contacto visual. Allí estuvieron en la barra, no en la terraza. Allí Paco le dijo que la familia había convencido a Sevilla para que no se marchara al extranjero ni irse a la sierra, por tener ahí recursos de sobra, pudiendo estar escondido el tiempo que hiciera falta. Tampoco le podía entregar dinero por haber faltado al trabajo ese día. Hablaron de otros temas, en relación a sus ideas y conductas. Al salir, pudo ver Castillo nuevamente al mismo policía, al fondo de la Plaza de Alameda. No parecía una coincidencia, al pensarse posteriormente, pero en ese momento Castillo no sospechó, porque era habitual que ese agente, el sargento Hidalgo, frecuentase los bares de esa zona. Por precaución, Castillo hizo varias paradas y charlas con conocidos, para comprobar si le estaba siguiendo. Viendo que no era así.

Castillo fue a la calle de la Paz y puso al corriente a los guerrilleros sobre la decisión de Sevilla, según Paco el Lechero, y que habían quedado al día siguiente para la foto de la mujer de Milesio, que era la que faltaba, y la entrega del dinero que tenía Paco. Milesio dijo que lo importante era la foto, y del dinero que entregase lo que pudiera.

Mientras tanto, Mariano se preocupaba por los guerrilleros de Motril hasta que Castillo y Vizcaíno diesen la señal de que podían marcharse. Mariano les atendió bien y eso redujo preocupaciones y tiempos a los otros dos.

Francisco Torralba, “Paquito”, pariente de Evaristo, fue a la casa de la calle de la Paz para visitar a las familias de Castillo, Vizcaíno y Alguacil, que se encontraban juntos el 28 de Mayo junto a los guerrilleros. Paquito les avisó que cuando llegaba a la casa, vio a alguien mirando la fachada y las ventanas, siendo seguro un policía. Alguacil paró de tocar el saxofón, pero Castillo le dijo que disimulara y siguiera. Cuando bajaron a buscar al espía, ya no estaba. Según Vicente, los guerrilleros ni se inmutaron. Estuvieron media hora alertas, pero empezaron a pensar que sería un curioso que escuchó la música de Alguacil.

Pero las mujeres estuvieron asustadas y el músico dejó de atinar bien con las notas. Luego salieron de la casa, y Paquito y Vicente notaron algún seguimiento, pero sin decir nada para no asustar a las mujeres. Más tarde, ya detenido Castillo, sabría que toda la Brigada Social iban tras ellos y se estaban turnando los seguimientos. Y que el vigilante descubierto por Paquito se tuvo que ocultar en unas obras de la calle Alhóndiga al percatarse que bajaron a por él.

Mientras tanto, visitó a Zurita, que les dijo que los trajes estarían para el día 29 por la tarde o la mañana del 3018.

El tiroteo en la calle de la Paz

Castillo continúa con el relato, que se acerca a la terrible tragedia.

Fue al Bar de Los Altramuces antes de tiempo, al no poder trabajar por la situación de la calle de la Paz. Había quedado allí con Paco el Lechero, pero fue antes por no tener otra cuestión pendiente, salvo poner al corriente al guarda de la Alhambra que servía de enlace a los guerrilleros. En el bar estuvo hablando con el dueño, Manuel Espadafor, amigo suyo y viejo militante de la CNT, que compartió prisión con Castillo en Astorga. Antes de montar el bar, Manuel fue el encargado de reorganizar la CNT clandestina en Pinos Puente. Allí había quedado con Paco el Lechero. Cuando apareció le entregó 3.000 pesetas y la foto carnet de la mujer de Milesio. El encuentro duró más de lo deseado porque se desató una gran tormenta. Cuando terminó, ambos se despidieron. Vicente se dirigió a su domicilio del Realejo.

Bar Los Altramuces en la actualidad

A la altura de la calle Jesús y María con la de Santo Domingo, fue abordado por cinco hombres, que le encañonaron en los riñones y costados. No estaba Hidalgo, pero sí el Capitán Caballero, al mando del grupo, que apareció tras el abordaje, siendo seis ahora. Todos ellos iban con ropas de ganaderos de la época, con alpargatas, sombrero y la ropa típica. Los observó luego, mientras era conducido, para ver si reconocía a alguno de los que había visto en los días anteriores. Pudo comprobar que uno de ellos, alto y obeso, lo vio enfrente de Los Altramuces bajo un árbol grande, refugiándose de la tormenta. Pudo comprobar también que dijeron durante el paseo que “el otro maricón se nos ha escapado”, sin duda en referencia a Paco el Lechero. Vicente lo interpretó, al decirlo tan rápido y sin necesidad, pues podían seguir buscándolo, como señal de que era el confidente.

Castillo pudo comprobar que estaba todo planeado. Llegó un camión de la Guardia Civil, que llegó tarde y ya no hacía falta. Todo esto hizo sospechar del Lechero. Lo llevaron al cuartel de la Guardia Civil, donde vio varios autobuses preparados para salir. Dentro, comenzaron a golpearle, sin preguntas ni nada. El interrogatorio fue después, con todo tipo de insultos y golpes. Las preguntas eran muy concretas y detalladas, se notaba que ya sabían mucho. Pero querían saber el número de “bandoleros” que habían en la casa de la calle de la Paz, cual era su armamento, bombas de mano, etcétera. Castillo no les respondió nada, como si todo fuera una equivocación. Le pegaron aún con más intensidad y les dijo que se dejara de tonterías, que solo querían saber eso, que sabían hasta que tenía una foto y 3.000 pesetas encima. También le relatan, con bastante precisión, lo que ha hecho el día anterior. Entendió también que lo de Hidalgo no fue una casualidad, pero desapareció de escena porque descubrieron que le conocía y no era conveniente que estuviese en la operación.

Pero entendió también que Sevilla era el que desató la operación y que seguramente trabajaba ya para la Guardia Civil. Esa era la sospecha de Castillo19.

Castillo entendió que la Guardia Civil iba a atacar la casa, pero que preferían una entrega pacífica a un combate. Estando posiblemente (o seguramente) su familia y la de Alguacil dentro (con niños incluidos), prefería evitar el combate, y empezó a responder a las preguntas, informando que eran cinco guerrilleros y no siete u ocho como les habían dicho. Que se habría confundido el confindente porque el sexto era uno que estaba en Lancha de Cenes y el séptimo en paradero desconocido. Les dijo que no había visto ningún arma pero supondría que tendrían pistolas del nueve largo. Entonces, Castillo les pidió que les oyera, porque tenía una petición que hacerles: les informó que en la casa había mucha gente inocente que nada tenían que ver con todo esto, que estaban en relación con él por trabajo y “estraperlo” (contrabando). Los agentes no estaban muy informados y le pidieron explicación de todo ello. Les contó que habían familias y niños, y que ahí tenía un taller de caramelos y cortadillos de azúcar, con los que se ganaba la vida. También estaría su mujer, que al notar que no había vuelto del trabajo habría ido al taller con la comida20.

Los agentes respondieron que harían lo posible para que nada les pasara. Le propusieron que les acompañaran para intentar convencerlos para que se entregasen. Castillo les informa que debe haber en el taller una pistola del 7,75, sin munición, y una bomba de mano, y que son suyas. Están en el taller con documentos y propaganda cenetista.

Cuando salieron, fueron en autobús, viendo que el parque ya estaba vacío y que el vehículo en el que fue subido no estaba muy lleno.

Cuando llegaron a la calle de la Paz, parándose el autobús en la calle Alhóndiga, se encargó a Castillo para que fuera a la casa. Allí entró, siendo atendido por Manuela, la hermana de Vizcaíno. Le dijo que cogiera a todas las familias y que bajaran, sin montar escándalos ni alarmarse, porque él estaba detenido, enseñando las esposas. Cuando bajó su mujer intentó meterle dentro de la casa, pero la intención de Castillo es que todos salieran. Sabía que los guerrilleros no se entregarían y montarían un gran tiroteo. Apareció Alguacil preguntándole qué ha pasado. Vicente le contó que habían sido delatados, a su parecer por Paco el Lechero y su primo Sevilla. A partir de entonces, perdió la consciencia.

Se había desatado el tiroteo y Castillo quedó malherido. Despertó en el suelo lleno de sangre y heridas. Estaba casi en medio de la calle, bocaabajo y casi en diagonal, con la cabeza mirando hacia la puerta. La parte derecha de su cuerpo le dolía y le pesaba enormemente. No podía moverse. Parecía que disparaban desde los tejados. Preguntó si le veían, respondiendo, por parte de los que estaban dentro de la casa, que sí. Pidió que lo rematasen, temiendo las torturas que le esperaba luego. No quisieron rematarle, a pesar de las explicaciones de Castillo, seguro que si no le habían matado es porque les interesaban a los agentes tenerle vivo. Cuando escribe sus memorias veintiocho años después, Castillo aún no les perdona el no haberlo matado (aunque suponemos que seguramente su mujer Isabel y sus hijos sí).

Entonces apareció el sargento Hidalgo, que le gritó a Castillo para que se callase, que si no le pondría la cabeza como “un colador”. Castillo le estuvo provocando para que lo hiciera. En sus memorias dice que se ahorra mencionar los detalles de las palabras. No sabe el tiempo que pasó así. Cuando todo termina, le recogieron en una camilla y lo llevaron al hospital.

Todo sería por la tarde, pues fue abordado a las cuatro de la tarde y calcula que estuvo dos horas en el Cuartel. Cuando le llevaron al hospital, tras una cura en un taller que había en la calle de la Paz, era ya de noche. En dicho establecimiento, también en calle de la Paz, le curaron personal de la Cruz Roja, y recuerda que había mucha gente, con uniforme y sin él. Pudo sentir a Manuela, Isabel y a Pepe Alguacil, lamentándose. Tenía frío y sed. Le dieron algo de beber y le echaron encima la ropa que le habían retirado. Por exclamaciones fingidas, pudo entender que Ricardo ya sabía lo que había pasado, y no había caído. Pudo notar también que las mujeres y Pepe Alguacil estaban bien. También exclamó por la inoportunidad de la mujer en llevarle comida, modo para que ella entendiera lo que había dicho en el Cuartel para no implicarla21.

Castillo escuchó que dos guerrilleros se suicidaron, otros tres se entregaron. Cuatro miembros de la Cruz Roja le llevaron a hombros al hospital22.

Hospital de San Juan de Dios

Castillo dice que las heridas por armas de fuego eran cinco, aunque para “los efectos” eran seis: dos en los cachetes de las piernas con salida en la parte superior cerca de la ingle; otra en el brazo derecho, que le pasó limpiamente haciendo un canal y dejándole una buena cicatriz, parecía como si hubiese sido de metralla; otra en el mismo brazo, que atravesó hasta llegar a la tetilla derecha; otra que entró por el cuello por la parte baja saliendo por el omoplato. Ninguna bala atravesó ninguna parte vital. Castillo no tiene duda alguna que casi todas sus heridas fueron por la Guardia Civil, por la posición de cada una de ellas. Piensa que vinieron por una ráfaga de naranjero, una ametralladora de la época. Pero algunas de ellas pudieron venir de la casa, por accidente, en la refriega23.

Tenemos los datos oficiales del franquismo. José González Valenzuela, Secretario General de la Diputación de Granada, acredita que en el Libro de Ingreso de Heridos del Hospital de San Juan de Dios de Granada aparece que ingresó en dicho centro Vicente Castillo Muñoz, natural de Órgiva, con domicilio Acera (ilegible según el documento), de 37 años, casado, y de oficio confitero. Se indica que le inyecta un suero antitetánico.

Las heridas son numerosas y graves: 1) Herida por arma de fuego a nivel del sexto espacio intercostal derecho, un centímetro por dentro de la línea mamilar con orificio de salida por la cara lateral del tórax, unos cuatro centímetros más hacia atrás. 2) Herida por arma de fuego en tercio superior del muslo derecho con orificio de salida en la cara postera externa del muslo. 3) Herida tres centímetros por debajo de la espina ilíaca anterosuperior derecha con orificio de salida por la región glútea del mismo lado. 4) Herida que entra por la región lateral del cuello, lado derecho, y orificio de salida a nivel del noveno espacio intercostal izquierdo a nivel de la línea axilar posterior. 5) Herida con orificio de entrada por cara anterior del brazo derecho y salida por la cara posterior. 6) Herida en cara posterior de la muñeca derecha con proyectil incluido, que se extrae y se entrega a uno de los guardias civiles que lo acompañan.

Y añade en “Cómo y dónde ocurrió el hecho”, que fue “en combate con la guardia civil en la calle de la Paz”. El pronóstico es grave24.

Posteriormente vemos lo que saben las fuerzas policiales y judiciales franquistas, en el sumario que se ha conservado en el Ateneo Enciclopedic Popular. Hay muchos detalles que completan las informaciones de Castillo. Como en todo, advertimos precaución sobre la veracidad de todo lo que se dice, pero contrastando con las otras versiones que hemos visto, nos podemos hacer una idea. Asimismo, no podemos descartar aclaraciones posteriores a estas páginas.

Se dan varios datos personales de algunos de los encausados: Vicente Castillo Muñoz, natural de Órgiva y vecino de Granada, 38 años, confitero, casado, hijo de Manuel y Ana; José Alguacil Carranza, natural y vecino de Granada, 23 años, armero, soltero, hijo de Tristán y Trinidad; Daniel Gómez Gómez, natural de Lanteira y vecino de Granada, 39 años, carpintero, casado, hijo de Joaquín y Antonio; Rafael Sánchez Lucena, natural de Colomera y vecino de Granada, 47 años, industrial, casado, hijo de Antonio y María.

Están acusados por el artículo sexto del Decreto Ley de Represión de Bandidaje y Terrorismo, del 18 de Abril de 1947.

Los hechos investigados en el Sumario comienza relatando el secuestro y robo a mano armada de los hermanos Juan y Alfonso Porras y Gonzales, de Canales, en una finca próxima a La Zubia. Ocurrió el 19 de Mayo de 1949, consiguiendo 1.500 pesetas. La Guardia Civil inició pesquisas para averiguar quienes fueron los autores, descubriendo el día 28 de Mayo que un grupo de los autores del atraco estaba refugiado en la casa número 1 de la calle de la Paz. Se hizo el oportuno servicio para su detención, pero fortificados en la casa, los “bandoleros” realizaron numerosos disparos contra la Guardia Civil, hiriendo al Capitán Rafael Caballero Ocaña, que mandaba la fuerza, en el tercio superior de la pierna izquierda con fisura de la extremidad superior del peroné (de pronóstico menos grave), y al guardia José Bolívar García, con una herida contusa, de carácter leve, en el pulgar derecho por la acción de un casquillo de proyectil. Hubo un nutrido tiroteo en el cerco, y resultaron muertos José Sánchez Porras y Gabriel Martín Montero. Se entregaron Milesio Pérez Jiménez, José García Pimentel y José Martínez Montero, después fallecidos. Se encontraron en la vivienda 15.691 pesetas, en billetes de curso legal, algunos rotos. Y en otro montón, billetes de 1.000 y 500 y 100 pesetas quemados o a medio quemar, por lo cual la cantidad era aún superior.

Vicente subarrendó unas habitaciones de la casa a José Alguacil, dedicándose a la fabricación de cortadillos y caramelos, dando albergue a numerosos “forajidos”, a los cuales sirvió de enlace de un modo constante, proveyéndoles de cuanto necesitaran y facilitandoles contactos.

No han localizado a otro miembro de este grupo que daba refugio a los guerrilleros (el de Vicente y Alguacil): Ricardo Vizcaíno Alarcón. Estos han procurado la fuga de los “bandoleros” al extranjero, facilitándoles documentación falsa en Sevilla, “realizando activas y eficaces gestiones para lograr su propósito de que diversos forajidos lograran fugarse y eludir la acción de la justicia”.

José Alguacil Carranza es un armero militarizado del Cuartel de Artillería de Granada. Entre sus viajes a Sevilla para facilitar la fuga de guerrilleros, estuvo con Manuel Hidalgo Ruiz durante 35 días. Según el sumario, conocía perfectamente las actividades de los “bandoleros”.

En la casa n.º 1 de la Calle de la Paz, en la zona habitada por José Alguacil, encontraron numerosa documentación de la CNT, sellos confederales, propaganda de la misma, correspondencia con los comités, una pistola, y otros efectos.

Rafael Sánchez Lucena también fue condenado anteriormente y es conocido por su amistad con los Ollafría. Este grupo guerrillero pudo fugarse gracias al enlace de Sánchez Lucena con el grupo de Castillo, Alguacil y Vizcaíno. Este último pidió 2.000 pesetas para todo lo necesario de la fuga, con tal éxito que se desconoce el paradero de los Ollafría. Durante la operación los refugió en un almacén que tenía Vizcaíno en la calle Horno de Marina. Luego facilitaron la fuga de otros dos “malhechores”, los hermanos Castillos, de Cogollos Vega, donde estuvieron también en la casa de la calle de la Paz. Se fueron junto a los Ollafría.

En este almacén de la calle Horno de Marina estaba la máquina fotográfica que se utilizaba para obtener las fotografías necesarias para la documentación falsa.

Daniel Gómez huyó a zona roja cuando se inició la sublevación militar, llegando a ser sargento. Tras la guerra, es guarda de la Alhambra. Era un activo enlace entre este grupo organizador y las guerrillas, a las que sirvió constantemente de guía. Solía llevar recados y dineros con mucha constancia. Realizaba misiones que le encargaba las guerrillas. Obtenía beneficios por estos servicios, encontrándose en su domicilio 8.000 pesetas.

En el proceso, no se considera culpable a Antonio León Cobos.

Más tarde vemos que tenían dos máquinas fotográficas. Seguramente muestra la veracidad del relato de Castillo, siendo una ineficaz para el propósito de sacar fotos carnet.

También fueron procesados Isabel Amador Guzmán, natural y vecina de Granada, de 38 años, casada (con Vicente Castillo); Manuela Vizcaíno Alarcón, natural de Guadix y vecina de Granada, de 25 años, soltera, hija de José y María (seguramente hermana de Ricardo); Rafael Pérez Jiménez, de Agrón pero vecino de Granada, de 34 años, del campo; Francisco Vega Díaz, natural de Vélez de Benaudalla y vecino de Granada, 42 años, carpintero; José Terrón Jiménez, natural y vecino de Vélez de Benaudalla, 35 años, del campo; Francisco Antúnez Arbolea, natural y vecino de Vélez de Benaudalla, 46 años, zapatero; José Díaz Enríquez, natural y vecino de Granada, 42 años, fotógrafo; Carmelo Martínez Fernández, natural de Gor y vecino de Granada, 41 años, albañil; Manuel Fernández Cobo, natural y vecino de Purchil, 39 años, del campo; Lucas Herrera Izquierdo, natural de Purullena y vecino de Granada, 53 años, aserrador; Manuel Martínez Cobo, natural de Diezma y vecino de Granada, 49 años, del campo; Antonio Martínez Rodríguez, natural de Diezma y vecino de Granada, 20 años, del campo; José Ruiz Ayala, natural y vecino de Píñar, 58 años, del campo; María Rodríguez Martín, natural de Diezma y vecina de Granada, 47 años; Antonio León Cobos, natural y vecino de Cogollos Vega, 33 años, del campo; Emilio Ureña Baena, natural y vecino de Granada, 35 años, molinero; Antonio Sánchez Rodríguez, natural de Diezma y vecino de Granada, 30 años, chófer.

Se supone que todos ellos eran partes del grupo. A excepción del chófer, serán condenados a diferentes penas de prisión.

A partir de ese juicio se ha abierto una investigación en Sevilla para localizar e identificar a la organización clandestina confederal que facilitaba estas fugas a los guerrilleros.

En esta parte hay más investigación de los otros procesados.

De José Díaz Enríquez señalan que ha contribuido eficazmente a las fugas, y que realizó casi todas las fotos, conociendo la condición de todos los forajidos a los que ayudó. Se le llevaba a las afueras de la ciudad y se les pagaba con cantidades desproporcionadas en comparación con su trabajo diario (100 ó 200 pesetas por foto). En su domicilio hay negativos que corresponden a los bandoleros “Ollafría” y “Moreno Chavico”, ambos huidos al extranjero, y a tres de los que se encontraron en la calle de la Paz.

Por su parte, Manuel Martínez Cobo es el casero del cortijo “Juergas”, del municipio de Granada. Es el marido de María Rodríguez Martín. Acogieron en su finca a seis bandoleros, que dormían en el pajar. Ambos atendían a los guerrilleros, les traían alimentos, les limpiaban la ropa, hacían algún recado, etc. En el cortijo acordaron con los bandoleros Milesio Pérez Jiménez, José Sánchez Porras y el conocido por “Paco el Lechero”, el secuestro de “Miguelico, el de la sal”. Manuel Martínez Cobo llevó una carta anónima al hijo del secuestrado, en El Fargue. Pedían 300.000 pesetas. Entregó 10.000 pero los bandoleros no se conformaron, por lo cual Manuel Cobo tuvo que llevar otras dos cartas. En otra visita le dieron otras 15.000 pesetas. Por estas labores y atenciones recibió Manuel de los guerrilleros 400 pesetas. Tenían acordadas, asimismo, señales para indicar si había Guardia Civil en el cortijo y así no fuesen sorprendidos. El hijo de Manuel M. Cobos, Antonio Martínez Rodríguez, fingió su secuestro, dando a entender que los secuestradores entregaban la carta anónima a Manuel Martínez y éste las llevaba abiertamente a la familia de “Miguelico”, como sufrimiento compartido. Se daba dinero a Vega y a Antúnez para que comprasen prendas de vestir. Si bien ellos recomendaban a los guerrilleros a entregarse a las autoridades, y no huir al extranjero.

Antonio Sánchez Rodríguez condujo el camión que los llevó del Puente de las Cañas a Granada, alojando al “Teniente Laya” y a “Jesús el de los Tablones” en la casa 14 de la calle Larga de San Cristóbal, que había arrendado Francisco Vega, donde estuvieron hasta tener noticia de los sucesos de la calle Paz, en la que escaparon y desaparecieron, para posteriormente entregarse voluntariamente a las autoridades. Asegura que no sabía que llevaba a esas personas en concreto, aunque conocía a los “malhechores” por ser de su pueblo, pero no tenía relación con ellos desde que se echaron a la sierra.

En la habitación de Vicente Castillo se encontró en un armario 10.200 pesetas. En un bolso de su mujer, que afirma que no vivía en la calle de la Paz pero iba allí a ver a su marido, tenía 1.700 pesetas25.

Torturas y desarticulación de la organización confederal

En los interrogatorios que le hacían, con mucha presión, en el hospital, Castillo intentaba responsabilizar a Paco el Lechero y a Ballarcas, pero los policías entonces no le hacían caso y no atendían. Castillo tenía la firme creencia que eran los delatores, y según él las reacciones de los agentes lo confirmaba. Los agentes eran ya de la policía, más brutales que los de la Guardia Civil. También fue el juez a interrogarle, que no pasó de ser un mero trámite. Un militar fue también a interrogarle, con máquina de escribir, como los demás, y ante tantas acusaciones por todo tipo de cosas, Castilllo lo negó y pidió un careo para aclararlo todo. El militar le informó que no podía ser, porque los guerrilleros que se entregaron intentaron fugarse a los cinco o seis días y murieron durante la huida. Esto solo era verdad en parte: habían muerto, pero ejecutados sumariamente. Habían sido asesinados al estilo Ley de Fugas.

El 1 de Julio sacaron a Castillo del hospital para llevarlo a Comisaría de las Palmas. Allí fue torturado salvajemente durante una semana. Dio el nombre de Vizcaíno, principalmente porque creía que ya había escapado. Ya antes explicó que quien le acompañaba, pero no era autor de nada, era Paquito Torralba. Poco después pudo saber que Paquito y Ricardo estaban en Francia, donde habían llegado tras pasar por Argelia y Casablanca. En un momento dado, ya derrumbándose, dio el primer nombre que no quería dar. Era el de Daniel Gómez. Había ya pasado un tiempo y Castillo esperaba que hubieran tomado alguna precaución, estando él detenido y previsiblemente torturado durante días. Daniel no hizo nada y la confesión de Castillo lo delató, estando él en Granada. Hasta entonces Castillo sostenía que era él el único responsable de la organización de la evasión de los guerrilleros y de la CNT clandestina en Granada, y Vizcaíno solamente le secundaba. Pero los oficiales sabían que había detrás una organización bien ramificada que llegaba mucho más allá de la provincia: estaban ya bien informados. Siguió incriminando a Ballarcas, Sevilla y Paco el Lechero. Los agentes le respondieron que era inútil que les señalara. Tras la muerte de Franco, años después, estos nunca fueron condenados, según Castillo26.

Cuartel de las Palmas, Granada

En el registro, los policías encontraron billetes quemados. Calculan que en total habría unas 500.000 pesetas. En cambio, encontraron intacta toda la documentación confederal y de las Juventudes Libertarias. Solo se habían preocupado por quemar el dinero, no las pruebas que incriminaban. Sin embargo, los reproches fueron todos contra Castillo, y no hacia los demás, que ni ayudaron, ni tomaron precauciones de ningún tipo27. La documentación interna de la CNT era suficiente para poner en pista a la policía de todos los datos que estaba facilitando Castillo, por lo que era inútil, considera él, reprocharle su confesión. Por no haberse quemado esa documentación, era cuestión de días muchas de las detenciones que se dieron después. Ni siquiera se había quemado las cartillas de navegación que servían como base a las falsificaciones.

Hubo careos entre Daniel y el hermano de Milesio y con José Alguacil. Se dieron también muchos datos a la policía en los mismos. Al final, fueron cogiendo uno a uno a casi todos los implicados, y no hubo ninguno que no confesara tarde o temprano. En algunos casos, incluso en menos de dos horas28. Castillo asegura a los torturadores que José Alguacil no era militante ni tenía nada que ver con todo lo que se hacía. Era, acaso, simpatizante, quizás por la influencia de su cuñado, Vizcaíno29.

Los policías les preguntaban por cosas que Castillo no sabía, y otras que sí pero que solo tres de los detenidos conocían, y él no las confesó. Los agentes sabían que habían llevado a Sevilla una metralleta sin culata, algo que solo sabía Rodríguez Sevilla, Castillo, Vizcaíno y Alguacil. No se explicaba tampoco cómo sabían lo de las fugas de Ollafría, los hermanos Castillo (no eran los Clares), Manuel Hidalgo y otros30.

Daniel Gómez no aguantó mucho las torturas y delató al hermano de Milesio. Cínicamente acusó a Castillo de ser el delator, pero Castillo no conocía a dicha persona salvo por referencias de los otros, y no sabía dónde estaba escondido, tan solo que estaba por el Albaicín. En realidad, nunca le vio. Es obvio que en esto Castillo no fue responsable, y otros de los que confesaron lo hicieron aunque no lo reconocían así a los demás compañeros. Otro, Carmelo, delató a muchos e intentó responsabilizar a Castillo, cuando casi todos los nombres que dio eran de perfectos desconocidos para Vicente. En estos casos, la mayoría ni de oídas los conocía.

La policía, en un momento dado, juntó a Daniel, Alguacil, Vicente y al hermano de Milesio, en un careo. El capitán preguntó por el Yatero, los hermanos Castillo y Manuel Hidalgo. Realmente Vicente solo podía hablar con detalle de Hidalgo, de los otros no, ya que su implicación fue muy indirecta (fue labor sobre todo de Vizcaíno). Dos días más tarde, con más torturas, nombró a Carmelo. Tras él, al fotógrafo y al chófer.

Castillo detalla quien es Carmelo: es miembro del Comité Provincial de la CNT de Granada. Fue quien requirió la organización de la evasión de Manuel Hidalgo. En los documentos del sumario vemos que es natural de Gor y se llama Carmelo Martínez Fernández, albañil de profesión.

Castillo le reprocha no haber tomado precauciones y fugarse de Granada, teniendo bastantes días para hacerlo, y además, con dinero cobrado de Castillo por unas ventas de caramelos. Obviamente Carmelo quiso pegar a Vicente, lo cual entendía porque fue quien lo delató, pero ello fue tras varios días, y creyendo que había escapado con Vizcaíno. Castillo le recordó que él tampoco estaría ahí si no fuera por haber tantos traidores, y sin él allí delatado por otros, él, Carmelo, tampoco. Ahí quedó la cosa31.

En una declaración que el grueso de su contenido la redacta la policía mientras Castillo es torturado, al leerse Vicente se da cuenta que no se menciona ni a Paco el Lechero ni al Sevilla. Fue cuando le quedó clarísimo que eran los delatores. La policía no quería incriminarlos. De Ballarcas, en realidad, solo tenía sospechas32.

Por la documentación recogida de la casa de la calle de la Paz, tienen la dirección del Comité Regional de la CNT. Van a llevar a Castillo a Sevilla para cogerlos. Vicente consigue redactar a escondidas una pequeña nota que pasa a su cuñada, para que informe a un pastelero, también miembro de la CNT, que trabajaba en la pastelería Bernina, en calle Horno de San Matías. Pero no tuvo suerte, la mujer no se atrevió a informar. Más tarde veremos que cayó el principal compañero de Sevilla, Murillo33. Finalmente, Castillo será condenado a 30 años, si bien más tarde consigue una ligera reducción. Pasará más de una década entre rejas.

Solidaridad Obrera en el exilio, ya en el mes de Julio, se hace eco de los hechos de la calle de la Paz y hacen constar los terribles sufrimientos que padece, en concreto, Vicente Castillo34. Parece que los redactores del exilio son más conscientes que algunos militantes granadinos de que es cuestión de tiempo que confiese, si no es asesinado antes. El relato del periódico no es preciso, indicando que se estaba realizando una reunión clandestina de militantes en la calle de la Paz, siendo atacados “traicioneramente” por la policía franquista. Señalan que hay dos muertos y muchos detenidos, datos relativamente ciertos, salvo que tres de los apresados fueron ejecutados poco después en caliente. La fuente de información que ha facilitado la noticia al periódico confederal son miembros de la CNT andaluza. En el relato no se menciona la guerrilla, y que los defensores son “trabajadores” que logran mantener un combate durante una hora, hasta que la desproporción numérica y la escasez de material produce dos muertos y la captura del resto. Se asegura la destrucción de todo el material comprometedor, una información completamente errónea. Indican que fue detenido Vicente Castillo Muñoz, del Ramo de la Alimentación: “Este compañero ha sido martirizado durante varios días y se encuentra, según las últimas informaciones recibidas en Granada, en grave estado”. Han sido detenidas varias mujeres como rehenes, a consecuencia de que la policía no encontró en la casa a quienes buscaban. En realidad, habían encontrado a gran parte de los buscados, pero no a todos (el grupo que estaba con Mariano, y posiblemente al Lechero y a Rodríguez Sevilla). Se menciona el Cuartel de las Palmas como el lugar donde se está torturando a los detenidos. Un grupo de guerrilleros, llamados “Los Niños de la Sierra”, han advertido al presidente de la Audiencia y a las autoridades de tomar represalias si no eran liberados los detenidos.

Consecuencias

Esta caída supuso en primer lugar el fin de la CNT clandestina en Granada, heredera directa de los años de la II República y de la Guerra Civil. Asimismo, supuso un proceso judicial con numerosos implicados. También se verá fuertemente afectada la CNT andaluza, especialmente por Sevilla y Cádiz. Fue también un duro golpe a la guerrilla, pero ésta ya estaba en una importante crisis, y sufrirá otras más después. La red de evasión desaparece, reduciéndose las de ayudas y asistencias, pero no los grupos guerrilleros. En esta situación, se favorecerán las entregas, rendiciones y delaciones. La resistencia irá disminuyendo. Algunos maquis logran salir del país por sus propios medios, obviamente de forma muy rudimentaria.

En las páginas de Vicente Castillo podemos notar el ambiente de sospechas y tensiones. Aunque en un principio no estábamos seguro de la certeza de la teoría que apuntaba como delatores a Francisco Rodríguez Sevilla y Francisco Macías, el historiador José María Azuaga nos lo confirma, existiendo informes de la Guardia Civil sobre la colaboración de Sevilla, solicitando la reducción de su condena como premio. De lo que no cabe duda, es que Vicente Castillo no lo fue, al menos en los primeros momentos, y que sus confesiones posteriores se dan en las circunstancias que éste describe, es decir, bajo fuertes torturas, y procurando siempre dar información supuestamente poco útil, por creer que se han tomado precauciones, al haber pasado un tiempo. Finalmente, no será así, y en un ambiente de reproches, Castillo será objeto de las principales críticas y acusaciones (muchas de ellas por creerle muerto). La prensa libertaria en el exilio se hace eco y se muestra solidaria con Vicente Castillo, al que consideran objeto de fuertes torturas, que en los círculos militantes significaba que tarde o temprano confesará. Se asegura que hay guerrilleros que amenazan para lograr su liberación. Lo cierto es que hubiera sido una acción que hubiera impedido las confesiones, pero realmente no existían medios para enfrentarse al corazón de las fuerzas armadas en Granada. Vicente Castillo, tras ser liberado, marchará a Barcelona, donde seguirá en la CNT. Por otra parte, se formará años más tarde otra CNT clandestina, ya en los sesenta, pero esta vez sin mucha actividad y con la guerrilla ya desaparecida. Sus componentes, en su mayoría, no parece que se comprometan en acciones durante el franquismo, pero sí serán clave para la reconstrucción confederal tras la muerte de Franco. Lo forman tanto jóvenes como veteranos, más o menos de segunda línea, en su mayoría. Evaristo Torralba, por su parte, desaparece: emigra a Brasil, donde perdemos su pista. En su foto para el viaje, le vemos sin su conocida barba. En esa nueva CNT clandestina vemos ya los nombres de Barcojo, Carlos Soriano, Pedro Contreras, Adela García Murillo, Pedro Peralta, Gabriel Aragón, Contreras, etcétera.

El descubrimiento de la red y de la operación puede deberse a las propias diligencias de la policía, si bien la condena a Sevilla es ciertamente extraña y sospechosa. Los documentos judiciales revelan que están buscando, aunque sin éxito, a Paco el Lechero. Puede ser que intentan encubrirle extra judicialmente. Vicente, en cambio, es condenado fuertemente. Otros procesados también reciben condenas. Los guerrilleros capturados serán asesinados. En el relato de Castillo ya notamos que existe un ambiente generalizado de abandonar la sierra. Parece que las decisiones ya estaban tomadas, y que todo era cuestión de encontrar el momento oportuno. Como sabemos, hasta el propio Roberto sucumbirá.

Notas

1Ideal, 29 de Mayo de 1949, pág. 1.

2Ateneu Enciclopedic Popular. Expediente historial de Vicente Castillo Muñoz Nacido en Orgiva Granada miembro del sindicato CNT AIT desde 1932 , Sentencia por pasarse a la zona republicana entre otros documentos, Ref 25876 C.1040.

3Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, dos tomos, Barcelona, edición del autor, 1979.

4Jorge Marco Carretero, La resistencia armada en la posguerra: Andalucía Oriental 1939-1952, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2011, págs. 166167.

5Jorge Marco, Hijos de una Guerra. Los hermanos Quero y la resistencia antifranquista, Granada, Comares, 2010, pág. 176.

6Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo I, págs. 259 y siguientes.

7Ateneu Enciclopedic Popular. Expediente historial de Vicente Castillo Muñoz…

8José Aureliano Romero Navas, Censo de guerrilleros y colaboradores de la Agrupación Guerrillera de Málaga-Granada, Málaga, Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, 2004.

9Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, pág. 49.

10Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 3, 9, 79, 82…

11Jacqueline López Ligero y José María Azuaga Rico, El terror y la dictadura. Seis razones para seguir luchando. Visto el 20 de Enero de 2021, en: http://www.elindependientedegranada.es/blog/terror-dictadura-seis-razones-seguir-luchando.

12Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, pág. 3.

13Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, Barcelona, pág. 9.

14Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 1-2.

15Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 4-8.

16Se trata de Francisco Rodríguez Sevilla. En realidad, era miembro del Partido Socialista, pero Castillo da por sentado que es comunista.

17“Paco el Lechero” es Francisco Macías García. Según el Censo de Romero Navas, era natural de Zujar. Había sido un activo guerrillero anteriormente, principalmente con Yatero.

18Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 20.

19Debemos hacer constar que tal sospecha es dudosa. En el Censo de Romero Navas aparece una pequeña biografía de Francisco Rodríguez Sevilla, alguien importante que llegó a estar en el Estado Mayor de la Agrupación de Roberto. Sevilla será detenido en 1951. Pese a ser acusado de liderar la partida en Monachil, su condena será muy breve. El autor, que le entrevistó, recoge que se le aplicó el indulto de 1945. Lo cierto es que todo resulta algo sospechoso, pero no puede confirmarse y parece que no es consciente de las acusaciones de Vicente Castillo, de cuyas memorias seguramente no llegó a conocer.

20Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 24-28.

21Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 29-33.

22Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, pág. 33.

23Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 35-36.

24Ateneu Enciclopedic Popular. Expediente historial de Vicente Castillo…

25Ateneu Enciclopedic Popular. Expediente historial de Vicente Castillo…

26Aunque levemente, Sevilla sí fue condenado. Paco el Lechero es buscado con insistencia por la justicia franquista, pero no tiene éxito en localizarle. Simplemente desaparece.

27Debemos suponer que la quema de dinero lo realizaron los guerrilleros, posiblemente desconocedores de la documentación confederal. Alguacil y los demás de la casa sí lo sabían, pero no tomaron ninguna medida. Y se supone que su salida antes del tiroteo no fue posible.

28Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 39-50.

29Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, pág. 52.

30Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, pág. 54.

31Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, págs. 56 y 58.

32Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, pág. 78.

33Vicente Castillo, Recuerdos y vivencias, tomo II, pág. 79.

34“En Granada”, Solidaridad Obrera, 9 de Julio de 1949, nº 228, pág. 1.

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