Por Dominique Attruia
Traducción, exposición y notas de A. Guillamón
El artículo
En ocasiones, un gacetillero del montón, en un pequeño periódico de provincias de escasísima difusión, consigue expresar en la brevedad de un artículo la esencia fundamental de una etapa histórica. Ni mil libros, ni todos los archivos del mundo sobre ese tema pueden captar los fundamentos de un momento histórico con la pasmosa facilidad conseguida por ese articulista, hace ya 85 años. Ese periodista ocasional, un desconocido, era el militante anarquista revolucionario Dominique Attruia. En la cabecera del periódico se leía Terre Libre. Estaba fechado en enero y febrero de 1938. El tema tratado era la degeneración antifascista del anarquismo revolucionario.
El escrito está jalonado de frases que merecen ser esculpidas a fuego sobre la piedra, como las Tablas de Moisés. Son las Tablas de la Revolución Social.
El autor
ATTRUIA, Dominique (1904-1986). Francés de origen italiano, criado en Argelia, llegó a Francia en 1926. Se relacionó con anarquistas radicales como Prudhommeaux, Volin, etc. y colaboró en diversos periódicos. En Spartacus desde 1931, periódico del que era responsable legal y redactor. También fue redactor de Terre Libre desde 1934. Durante la guerra civil escribió esporádicamente en la sección “Nuestros problemas…” de Terre Libre, en la que cada cual defendía su posición. Después de la Segunda guerra mundial intentó, en vano, publicar en distintas revistas. Mantuvo correspondencia con Camus, Bataille y Merleau-Ponty. En la última etapa de su vida se convirtió al catolicismo. Murió en Alsacia, región de origen de su esposa.
«De la lucha revolucionaria a la Unión Sagrada antifascista» por Attruia, publicado en Terre Libre números 45 (28 enero 1938) y 46 (11 febrero 1938)
Desde que el régimen capitalista ha entrado en la crisis que lo ahoga desde 1929, aparece cada vez más claro a ojos de todos que, para salir, solo hay dos formas: la guerra1 para la burguesía, la revolución para el proletariado.
Desgraciadamente, al contrario de lo que algunos pudieran esperar, el proletariado, engañado por sus “dirigentes”, lejos de tomar el camino revolucionario, está emprendiendo, ya, el que conduce a la guerra.
En efecto, desde hace algún tiempo, en los medios obreros, ya solo se plantea la lucha antifascista. Así, pues, cuando se sabe que el fascismo es determinado por la propia evolución del régimen capitalista, uno se da cuenta que la lucha antifascista solo es el pretexto que permite a la burguesía republicana y democrática salvar su agonizante régimen y preparar, con el concurso de los partidos y organizaciones que se reclaman de la clase obrera, la guerra antifascista.
Pero algunos, incluso anarquistas, pensarán que ellos no están en ese camino. Pues ya se pueden ir desilusionando, porque fuera de la unión sagrada antifascista aceptada y defendida en España por los dirigentes anarquistas, ya existe ahora en Francia una organización llamada SIA “que abarca todas las esperanzas…” Y el primer mitin que acaba de organizar nos entrega la prueba: más de diez mil personas asistieron. Afluencia que, por así decirlo, nunca se ha visto en un mitin organizado por anarquistas.
Pero es necesario saber que “está más allá de las tendencias” y eso lo explica todo. Y tanto más en cuanto la SIA no se propone organizar la revolución, sino sencillamente aportar una eficaz ayuda en favor de la España antifascista. No hay, pues, motivo para sorprenderse si obtiene tanto éxito: cuando se abandona la lucha revolucionaria contra el Estado capitalista, el éxito está asegurado.
Pero se argumentará que ningún revolucionario debería oponerse a la solidaridad con la España antifascista. A esto, debemos recordar a quienes parecen olvidarlo completamente que, para un revolucionario, sobre todo si es anarquista, no se trata de luchar por la defensa de la democracia burguesa contra el fascismo, sino contra el Estado capitalista, ya sea democrático o fascista. Solo desde ese punto de vista puede rechazarse la marcha hacia la guerra antifascista, que están preparando los Estados democráticos contra los Estados fascistas. Nos parece que la burguesía, aun camuflada bajo la etiqueta democrática, seguirá siendo el mismo enemigo de clase del proletariado al que explota y hace pasar hambre con su Estado “democrático”, exactamente igual a como lo hacen las burguesías de los países fascistas. E incluso, para ser exactos, debemos precisar que lo hace más libremente, puesto que es sabido que, en los países fascistas, el Estado tiene un derecho de control de la economía del que se carece en régimen democrático. Dicho esto, se comprenderá que no nos dejemos conducir, como un vil rebaño, a la carnicería imperialista que nuestro enemigo de clase prepara cada vez más febrilmente con la ayuda de los “dirigentes defensores” de la clase obrera,
En el momento en que se prepara a la opinión para que acepte la guerra antifascista, los revolucionarios no deberían dejar que se les recuerde que en cuanto estalle la guerra, las “libertades democráticas” de las que gozamos serán abolidas, y que, de este modo, saliendo en defensa de la democracia, el proletariado combatiría bajo la égida del Estado, que ya no sería democrático, sino… dictatorial, esto es, fascista… Lo que demuestra que la guerra antifascista no es más que una MENTIRA, que solo puede engañar a los ingenuos.
Desgraciadamente, cada vez nos va a costar más argumentar, porque incluso la Unión Anarquista tiene, sobre esta cuestión, una posición contradictoria; por una parte, afirma: “No a la defensa nacional en régimen capitalista”, y, por otra parte, grita:” ¡Ayuda a la España antifascista!”. Se olvida sencillamente de decirnos, no en vano, que la guerra antifascista de España está dirigida por el Estado capitalista, que permanece EN PIE, y que los proletarios son enviados a la muerte para defenderlo. Por supuesto, a quienes no se dejan matar por una causa, que no es la suya, se les fusila; y a aquellos militantes que tienen la desgracia de no aprobarlo, se les encierra en prisión. En cuanto a quienes osan hablar de transformación social, se les asesina a escondidas. Así de sencillo.
Es necesario que se sepa que, en esa España que se dice “antifascista”, reina el terror contrarrevolucionario. Así es como nos enteramos, gracias a Alerta2 que se cuentan ya por centenares, “los que ya no pueden dormir en su casa”, puesto que gente, “provista de papeles oficiales” … “aprovechan las horas nocturnas para hacer la gira de los domicilios de nuestros camaradas y llevarse a quienes encuentran en su domicilio y de los cuales ya nunca más se sabrá nada”. Lo más fuerte es que “esos pistoleros asesinos se llaman antifascistas”. Nos enteramos, además, que, “las mujeres y los hijos de los que luchan y caen en las trincheras mendigan y ejercen la prostitución por necesidad, mientras los ministros y sus satélites, los esbirros de la retaguardia, disfrutan y abusan de todo”.
Hay que saber también que “solo en las prisiones de Cataluña, hay más de tres mil obreros detenidos” y que en solo una semana “48 elementos fascistas han salido de la prisión de Barcelona para dejar sitio a 60 antifascistas”. No queremos insistir más; estas breves citas demuestran claramente que, para quienes han conservado su sentido de clase, no hay más libertad que la de dejarse matar, sin vacilar, por la defensa del Capital, que sigue subsistiendo en la España “antifascista”.
Después de esto, se nos podrá gritar: “¡Cesad la crítica!”. ¡Pero no es el momento de callarse! Creemos que es la hora de denunciar la traición del proletariado por parte de sus dirigentes, tanto en España como en Francia. Sobre todo, cuando se ve un Sebastian Faure declarar públicamente que “el enemigo número uno es el fascismo, que quiere romper la libertad”, dando así crédito al pretexto que permite, antes y ahora, al capitalismo francés preparar la guerra con el asentimiento y el concurso de los dirigentes de la clase obrera.
Nadie ignora, en efecto, que la próxima guerra será una guerra antifascista. Dicho de otro modo, una guerra en defensa de la libertad que el fascismo quiere “romper”. ¿De qué libertad se trata?
Sin duda de esa con la que el capitalismo gratifica tan generosamente al proletariado, es decir, ¡de la libertad bajo la esclavitud del salariado! Ya queen régimen capitalista no existe otra libertad posible: solo se admite la libertad de morir al servicio del Capital. En cuanto a quienes no se someten a esa libertad, ya sabemos que les sucede. Y para defender tal libertad los “anarquistas” se prestan para formalizar aquí la unión sagrada que la CNT-FAI ya han realizado en España, abandonando la lucha revolucionaria contra el Estado y participando en el gobierno llamado republicano, siempre y cuando la burguesía tenga a bien permitírselo.
Lo particularmente sorprendente es que la Unión Anarquista, que aprueba y defiende sin reservas la actitud de la CNT-FAI, continúe mediante la pluma de Leshortes, sobre todo, en predicar la consigna: “No a la defensa nacional bajo régimen capitalista”. Es una actitud inadmisible que debemos denunciar. Es necesario que se nos diga si hay o no hay circunstancias que obliguen al proletariado a participar en una guerra antifascista bajo la égida del Estado burgués; es decir, abandonar la lucha antiestatal y realizar la unión sagrada antifascista, como han hecho CNT-FAI.
Desde siempre. la lucha revolucionaria ha sido, para un anarquista, una lucha contra el Estado, en tanto que este representa el medio que se da la clase dominante para someter el trabajo al capital; dicho de otra forma, para explotar al proletariado. Equivale a decir que mientras el Estado no sea destruido, para un anarquista éste seguirá siendo “el ENEMIGO NÚMERO UNO”.
SIGLAS:
CNT: Confederación Nacional del Trabajo
FAI: Federación Anarquista Ibérica
SIA: Solidaridad Internacional Antifascista
Al fascismo no solo lo necesitan PP y PSOE, quienes dependen principalmente de él son las grandes familias de las oligarquías que hoy son parte de las grandes corporaciones. PP y PSOE se han alternado y mantenido en el escenario político, sin necesidad del fascismo, pero estos partidos de alternancia en el gobierno, no son más que instrumentos del verdadero poder que reside en las diversas estructuras capitalistas.
Los y las anarquistas siempre han luchado contra los Estados, sean o no capitalistas. Hasta no hace tanto, los Estados estaban formados por sus múltiples instituciones y los gobiernos que las sostenían. Hoy, los Estados residen en otras partes y son los que mantienen dependientes a gobiernos e instituciones del Estado, dictando globalmente las políticas que esos gobiernos deben seguir. Antaño siempre se decía que la lucha revolucionaria era contra Estado y Capital, sin embargo hoy, ese vieja estructura de Estado, ya no es quien dicta las leyes a quien gobierna, sino grandes corporaciones que se han enriquecido por la acción privatizadora iniciada desde los viejos Estados, y son estas corporaciones las que necesitan del fascismo para propiciar los cambios necesarios en caso de resistencias, en tiempos en que el carácter destructor del capitalismo se ha hecho más que evidente, pese a que las directrices gubernamentales europeas, por una parte nos hablan de «sostenibilidad ambiental», y por la otra convierten en verde a la energía nuclear y la industria del carbón, por necesidades energéticas de dichas corporaciones.
Son estas grandes corporaciones las que necesitan al fascismo por si fracasan sus planes de imposición por vía de «transición». Es un error pensar que actualmente el Estado es garante del Capital, y no al revés. Y es por eso que los derechos y «libertades» democráticas están en peligro. Es el capital, a través del neoliberalismo, el que desaparecerá al Estado tal y como lo hemos conocido y combatido.
La propuesta de Podemos no es antifascista sino democrática, aunque no liberal. La democracia actual no es anticapitalista, y es a eso a lo que se aferra Podemos y lo que recrimina a Vox, es su déficit democrático (LGTBI, feminismos, violencia de género, educación, transexualidad, aborto…). Guillamón lo expone muy bien cuando dice, «el desdoblamiento político de la burguesía, ante la constante amenaza del proletariado, bajo sus dos aspectos de fascismo (el ultraderechista Vox, pero también de PP y Ciudadanos) y democracia parlamentaria (PSOE, Podemos y nacionalistas) convergen en una estrategia común de la burguesía, en defensa de sus intereses históricos de clase». Nada de eso es antifascismo, o por lo menos, antifascismo revolucionario. No hay antifascismo socialdemócrata, pues como demócratas y liberales, aceptan el fascismo siempre y cuando siga las reglas del juego democrático. Podemos se opone a Vox porque no respeta esas reglas. Así es como accedió Hitler al poder. Así e inmerso el pueblo alemán en una grave crisis, tal y como estamos ahora. No reconocer un contexto propicio, es desalentador y pone de manifiesto una preocupante falta de credibilidad.
Proponer que la socialdemocracia es la que desvía las luchas revolucionarias y anticapitalistas del proletariado, es tener idealizado al proletariado o concebirlo fácilmente manipulable. Apartar al proletariado de sus objetivos revolucionarios de clase, no es algo que lo consiga la socialdemocracia, sino todo un sistema que, al mismo tiempo que señala la ruta de la sociedad del bienestar y el consumo, prepara el terreno a la privatización de los servicios públicos y extinción de los sociales de esa hipotética sociedad del bienestar. Y en ese cambio de trayectoria o juego de trileros, no está sola la socialdemocracia, pues es indiferente el color ideológico del gobierno y se produce en todos los países europeos con gobiernos de distinto color. Es algo sistémico.
El fascismo es instrumento de esas grandes corporaciones, y siempre han recurrido a él cuando lo han necesitado, y ahora nos adentramos en una situación crítica para las clases trabajadoras y populares que, si no la gestionan con todos sus dispositivos de violencia, pueden desembocar en numerosas revueltas. Equiparar fascismo y antifascismo es un discurso que surge de los grupos de poder más ultraconservadores, para restar fuerzas a las posibles resistencias populares y allanar el camino a esas opciones de la nueva ultraderecha, que se mueven con un perfil más bajo y pseudodemocrático.
Dominique Attruia hace referencia a la guerra de los Estados democráticos contra los Estados fascistas en un contexto. Si lo sacamos de él y buscamos algún símil con la situación actual, tendríamos que referirnos a la guerra en Ukrania, aunque no sería semejante porque esos Estados democráticos no se enfrentan directa y abiertamente contra los Estados fascistas, pues el fascismo está en todos los Estados en disputa y no es una confrontación contra fuerzas contrarevolucionarias. En esta ocasión podríamos definirlo como mejor se nos antoje, pero no sería antifascismo contra fascismo, sino una lucha de poder por objetivos diferentes de formas distintas de concebir el capitalismo (grandes corporaciones frente a oligarquías, por eso a Ukrania, para ser aceptada en la OTAN, Europa le obliga a deshacerse de las oligarquías).
La «Unión Anarquista» no entra en contradicción alguna. Está en contra del Estado, sea como sea, y por otra parte, se solidariza y apoya a lxs revolucionarixs que, en otras partes, se enfrentan a los fascistas, porque las realidades son distintas en cada lugar. Cuando se apoya a lxs compañerxs anarquistas presxs, no es porque se esté a favor de las prisiones, sino porque lxs compañerxs están presxs por sus ideas y prácticas revolucionarias. La lucha anticarcelaria, no se da como olvido de la lucha contra el Estado, sino porque las prisiones son parte de sus instituciones para la represión, y desde esa lucha se visibiliza la cárcel como dispositivo del capitalismo en su cruda expresión.
Sorprende que Guillamón ignore la confrontación entre políticas totalitarias y confunda antifascismo con totalitarismo. Puede que haya antifascistas con ideas totalitarias, pero lxs antifascistas revolucionarixs no son totalitarixs, o no deberían serlo y eso pone en evidencia que fascismo y antifascismo son antagónicos y no parte de lo mismo. No se puede ser autoritario y antiautoritario a la vez.
Y es en ese contexto equívoco en el que Guillamón, extrapolando lo sucedido en el Estado español tras la revolución llevada a cabo por anarquistas, muchxs de ellxs antifascistas, que prefiere ignorarlo y recrearse con el autoritarismo totalitario de los golpistas y el autoritarismo totalitario de los contrarevolucionarios republicanos. De ahí las purgas contra lxs revolucionarixs. Ejecuciones y persecuciones que en ocasiones se encubren como «lucha antifascista», pero que, al igual que sucede hoy, no son más que desinformaciones para justificar todos esos crímenes y ejecuciones. No hace tanto que también se difundió que el asalto al Capitolio de los USA, lo habían organizado los antifascistas y, pese a ser falso, los ultraconservadores difundían esa información con todo lujo de detalles y documentación.
En mi opinión, esa equiparación entre fascismo y antifascismo no es más que luz de gas para confundir, pues al igual que sucede cuando se habla de feminismo, se ignora que no existe un único feminismo o antifascismo y que la capacidad del sistema para integrar cualquier disidencia, es enorme. Sin embargo, y pese a la asimilación, todavía hay feminismo y antifascismo revolucionarios.
Si la clase trabajadora de un ramo como el metal, iniciase una huelga y fuese apoyada con otra huelga de la clase trabajadora del transporte, probablemente nos alegraríamos si sus objetivos fuesen transformadores y propusieran la autogestión de los medios de producción. Supongo que en esa lucha hipotética, nadie que se sienta revolucionarix apelaría despreciativamente «a la unión sagrada de la clase trabajadora», por muchos errores que esta cometiera.
La contradicción en el argumento principal de Guillamón se hace todavía más patente cuando él mismo se refiere a las prisiones de Catalunya y coloca un entrecomillado que dice: “48 elementos fascistas han salido de la prisión de Barcelona para dejar sitio a 60 antifascistas”. La frase deja claro que quienes controlaban las cárceles en Catalunya, mientras dejaban libres a fascistas, encarcelaban a antifascistas. Entiendo con ello que ese gobierno contrarevolucionario, era más afín al fascismo y opuesto al antifascismo.
Desconozco cuales son las motivaciones de Guillamón para afirmar el absurdo de que el Estado capitalista francés, hace suya la declaración pública del anarquista Sébastian Faure para declarar la guerra a un fascismo que ya está asentado dentro del Estado y no reconocer que además tiene una posición privilegiada en su estructura de poder.
Asumiendo que el totalitarismo de izquierdas ha intentado apropiarse del antifascismo y su lucha, son demasiadas las distorsiones en los argumentos de Guillamón, y nada justifica esa relación de igualdad o similitud entre antagonismos y mucho menos que el antifascismo esté siendo utilizado por los Estados para involucrar a las clases trabajadoras en una guerra ajena a su condición de clase. Los Estados siempre han pretendido involucrar a las fuerzas sindicales y estas son las que han neutralizado, con la paz social, la capacidad transformadora de las luchas de las clases trabajadoras, a las que mayoritariamente ha adormecido con las cuentas de cristal del consumo y el espectáculo. No es la guerra la que hasta ahora ha involucrado a trabajadorxs, sino lo anteriormente mencionado y la explotación laboral con todo lo que la rodea.
El fascismo siempre ha defendido los privilegios de clase de las oligarquías y la lucha antifascista, mal que pese a quien pese, es por tanto parte de la guerra de clases y la guerra social.
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