A comienzos de la década de los años treinta del siglo veinte, cuando se implantó la Segunda República, Sabadell (Vallès occidental) era una población mediana, de 45.607 habitantes. A nivel laboral, el paro forzoso era uno de los problemas más graves que sufría la sociedad. No había subsidios para los parados y los partidos republicanos de derechas y de izquierda no cumplieron, una vez en el gobierno, sus promesas de aprobación de un seguro de paro obligatorio y general. Resulta difícil cuantificar con precisión los datos del fenómeno. Existen divergencias en torno a este tema y hay indicadores que muestran que no se puede descartar que a nivel local el paro fuera mayor de lo que señalan las estadísticas.
El sector de la construcción
En Sabadell, unos datos que corresponden al número de socios de los Centro de Contratistas de Obras (CCO) de los años treinta indican que el sector de la edificación estaba formado básicamente por pequeñas empresas, conducidas por un maestro de obras o un contratista, que se encargaba de la construcción de viviendas y de coordinar la adquisición de los materiales:
Empresas de la construcción: 42
Albañiles: 89
Manobres: 120
Aprendices: 19
Por otra parte, un Anuario Industrial de 1930 ofrece los siguientes datos sobre las industrias de la construcción locales. Sin embargo, la fuente no revela la envergadura de las industrias, por lo que no se especifica el número de trabajadores:
Construcciones eléctricas: 4
Construcciones metálicas: 1
Carpinterías: 72
Carpinterías mecánicas: 6
Marmolistas: 5
Materiales de construcción: 8
Albañiles: 32
Pintores: 18
Hasta bien entrado el siglo XX, entre algunas empresas de la construcción imperaba todavía el tradicional sistema jerárquico de maestros, obreros y aprendices, que gozaban de gran prestigio. En la construcción había muchos oficios. A finales del siglo XIX, los empapeladores y los yeseros habían sido los aristócratas de la industria. También los canteros y los marmolistas mantenían un sistema de aprendizaje fuerte y podían ganar sueldos relativamente altos. Pero la mayor parte eran albañiles y sus peones, pintores o carpinteros.
Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo, el trabajo en este ramo industrial trajo implícitas unas relaciones contractuales especiales, entre las que sobresalía la subcontratación de cuadrillas para realizar trabajos durante un tiempo determinado sin ninguna garantía de continuidad. Era un rasgo especial que albañiles y otros trabajadores se contrataran para cada nueva obra; así se veían reducidos cada vez más a unas condiciones similares a las de los obreros eventuales.
De los años de la República, 1935 fue la fecha en la que se concedieron un mayor número de licencias de obra mayores (207), seguido por 1931 (186). Por el tipo de empresa, la cuestión decisiva era la construcción civil, no la pública. En la ciudad no había una voluntad de emprender obras de infraestructura que hubieran atenuado el problema del paro forzoso.

Al igual que otras ciudades industriales, Sabadell sufrió los efectos del crack de la Bolsa de Nueva York de 1929, primero en la construcción y en el metal, después en el textil. En las industrias de la edificación, la crisis provocó un paro que estuvo en la base de numerosas movilizaciones y escisiones sindicales dentro del sector (a diferencia de los trabajadores del textil y del metal, que cobraban los salarios de los días que estaban enfermos, los de la construcción no tenían ningún tipo de subsidio); se hicieron huelgas para alcanzar las seis horas, en demanda de un reparto del trabajo más equitativo (medida que creó diferencias y en ocasiones actos de violencia entre los sindicatos que no se ponían de acuerdo); por divergencias en el establecimiento de las fiestas entre semana; por solidaridad por los obreros despedidos de forma improcedente.
Además de los factores enunciados, la eventualidad y la irregularidad del trabajo que se daba en este sector, unido a su peligrosidad (las fracturas o accidentes mortales entre los albañiles y reparadores eran frecuentes), fueron factores que favorecieron el crecimiento de la combatividad entre los obreros del área de la edificación. A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX, en la Europa más desarrollada, los trabajadores de estos oficios tuvieron un importante papel en muchas organizaciones sindicalistas revolucionarias, como las de Francia, Suecia, Alemania, Gran Bretaña y Portugal. No es casual que en Cataluña, concretamente en el ramo de los pintores, surgiera Salvador Seguí (el Noi del Sucre, asesinado en Barcelona el 10 de marzo de 1923), que durante años se convirtió en el líder del movimiento anarcosindicalista catalán.
En Sabadell, de todos los ramos empresariales el de construcción fue el que más padeció la conflictividad social. Además de todos estos elementos que explicaban, los patronos de la edificación estaban ligados a otra serie de factores que les hacían muy vulnerables. Solían ser empresarios modestos y, por tanto, muy sensibles a las peticiones obreras. Si carecían de apoyo de otros patrones, cuando les planteaban una huelga les era difícil resistirla mucho tiempo. Muchas veces debían apelar a medidas radicales, como cerrar los talleres, para poder rendir a los huelguistas.
A diferencia de otros sectores industriales, las características propias del ramo de la construcción estuvieron en el origen de una violencia subyacente que afloró en las relaciones laborales de este sector. Una virulencia que se expresó incluso por medio de agresiones, insultos, amenazas, actos de sabotaje. Incluso estas tensiones se saldaron con algunos muertos.
En ocasiones, la agresividad se expresaba también a través del lenguaje. La construcción era un sector compuesto por trabajadores varones y, a menudo, en los mítines y documentos, los trabajadores utilizaban frases propias de la simbología de la época cargadas de masculinidad. No es de extrañar que en los documentos aparezcan frases como: “somos machos, somos hombres”…, eslóganes con los que se pretendía aumentar la hostilidad contra los contrincantes.
El flagelo del paro obrero
Si se habla de paro en la época de la República las estadísticas muestran que, en Sabadell, el ramo de la construcción fue el más afectado. Ahora bien, hay que cuestionarse la fiabilidad de los datos de los con los que contamos, porque diferentes indicadores apuntan a que los trabajadores afectados debían suponer un mayor número. Por un lado, por la eventualidad de los contratos; por otro, porque en determinadas obras los patronos llevaban a cabo un reparto de trabajo entre los asalariados, de modo que éstos no podían estar ocupados todos los días de la semana. La radicalización de los obreros del sector suscita la hipótesis de que el paro era mayor. En el ramo de albañiles y peones parece que el paro fue más tardío: los trabajadores aseguraban que, antes de la huelga del verano de 1931, no habían sufrido el fenómeno. Sin embargo, una nota publicada en El Radical el 17 de octubre de 1931 señalaba que, en el ramo de la madera, la mitad de los obreros estaban parados.
Otra fuente, de fecha del 9 de enero de 1932, nos proporciona más pistas. Ese día, se reunieron en la Alcaldía los representantes de los obreros y de la patronal de la construcción para proceder al reparto de trabajadores sin trabajo entre los distintos patronos, de conformidad con los acuerdos sancionados por el Gobernador Civil. Después del sorteo, 86 albañiles y 100 peones fueron distribuidos entre 56 patronos.
Pero quizás el más clarificador para poder evaluar las dimensiones del paro en la ciudad es el documento que en marzo de 1932 el alcalde de Sabadell envió a los alcaldes de las provincias de Murcia, Alicante y Almería, que eran las que más emigrantes enviaban a Cataluña, en el que manifestaba cómo percibía la situación sabadellense. Señalaba que las industrias de la ciudad pasaban por una profunda crisis, por lo que, en muchos casos, los patronos hacían un reparto del trabajo escaso. Así, los obreros no podían estar ocupados todos los días de la semana, sino que se alternaban con sus compañeros. Los empresarios solo admitían a los trabajadores que estaban ocupados en la casa antes de la crisis. Los sindicatos, por su parte, velaban por que no se beneficiaran del reparto o turnos aquellos obreros que no residieran en la ciudad un tiempo inferior a seis meses.
Por otra parte, a principios de septiembre de 1932, buena parte de los talleres tenían sus operarios trabajando sólo 24 horas a la semana, y otros se encontraban en paro forzoso. Por eso, el Sindicato de Trabajar la Madera adherido a la CNT pedía “un reparto del trabajo, que mientras hubiera obreros parados las empresas no se pudieran contratar a los hijos de los patrones” anunciaban a los trabajadores carpinteros que no se podía trabajar el sábado en la tarde sin permiso del sindicato correspondiente.
El siguiente cuadro presenta los datos sobre actividad y paro el 30 de abril de 1936 a partir del padrón. El grupo analizado es de 2.468 habitantes, lo que representaba el 5% de la población total. Sin embargo, los datos deben analizarse con cautela. Es un cuadro global, las cifras que se muestran aquí son sólo una parte, y podría ocurrir que la construcción estuviera subrepresentada.
Actius masculins 15-64 | ||||
Ocupats | Aturats | Total | Taxa d’atur | |
Construcció | 48 | 14 | 62 | 22,6 |
* paletes, peons paletes, manobres, enguixadors i estucadors | 21 | 11 | 32 | 34,4 |
* pintors | 18 | 1 | 19 | 5,3 |
* instal·ladors (llauners i electricistes) | 9 | 2 | 11 | 18,2 |
fusta i mobles | 16 | 3 | 19 | 15,8 |
Indeterminat | 3 | 0 | 3 |
Como decíamos, la cuestión decisiva en la ciudad era la construcción civil, no la pública. Se hicieron, se construyó el aeródromo, pero estas iniciativas no fueron suficientes para paliar el paro en el sector.
A medida que avanzaba la República, el paro y las constantes agresiones motivaron a los patronos a unificar fuerzas y a pedir al Ayuntamiento que se implicara en la promoción de redes de infraestructuras que paliaran el fenómeno del paro. Incluso la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Sabadell (COCIS) pretendió obtener el apoyo del resto de Cámaras para conseguir que la Alcaldía tomase la iniciativa en este terreno. Finalmente el Consistorio actuó y encargó a los constructores una serie de obras públicas que mitigaron la situación del paro en el sector.

Por su parte, la Generalitat tenía una insuficiencia de atribuciones en lo que se refiere a la cuestión de las obras públicas y las trabas de Madrid a los traspasos de servicios eran importantes. El Parlamento catalán no tenía facultades ni en lo tocante a la legislación social ni a la planificación económica. Las obras públicas eran una competencia atribuidas al gobierno autónomo, pero España no hacía efectivo este traspaso y, además, en buena parte, Cataluña quedó excluida del plan general de obras públicas de la República. Entre 1931 y 1935 las cantidades destinadas a la construcción de carreteras no eran ni la mitad de lo invertido durante los años anteriores; la inversión pública no llegaba ni a la tercera parte de los impuestos que el Estado español recaudaba. Esto imposibilitaba llevar a cabo un plan de obras públicas que hubiera empleado a varios miles de trabajadores de la construcción en paro forzoso.
El Centro de Contratistas de Obras
El paro y las condiciones laborales hostigaban a los obreros y los impulsaba a organizarse y a protagonizar huelgas y conflictos. Esta dinámica llevó a los patronos también a adoptar posiciones defensivas y a iniciar un proceso de articulación.
En una hoja volante fechada en septiembre de 1931, tras los conflictos ocurridos en el sector de la edificación del mes anterior, el Sindicato del Ramo de la Construcción (FLS) denunciaba el intento de la patronal de reorganizar un Someten, “buscando apoyo de estos patrones de distintos sectores”. Esta actitud de los contratistas ponía de manifiesto la conflictividad vigente en sus relaciones laborales. Mediante una verborrea llena de virilidad, los sindicalistas decían:
Somos machos en las luchas y que tengan presente lo dicho el otro día en la hoja de atrás; ratificamos nuestro grito de ahora más que nunca!… Seamos hombres como siempre. Sabemos también que con la firma de un tal Josep Izard pasan circulares para reorganizar un somatén, subviniéndolo materialmente, y estos semi patrones de pan con aceite hacen la comparsa con todo este cuento que se está tramando en Sabadell. ¿Por qué estos pobres diablos hacen el juego a unos contratistas haciendo ellos el papel de paja con nuestro conflicto? ¿Por qué la organización de este somatén pagado?
Los primeros años de la República, los contratistas de obras, los empresarios más importantes del ramo de la edificación, puesto que actuaban como elementos aglutinadores y coordinadores de las industrias auxiliares, estuvieron asociados al CCO (a veces aparece como Centro de Mestres Paletes), organización patronal presidida por Salvador Ustrell Atset (pequeño empresario con 2 albañiles, 2 peones y 2 aprendices. La primera noticia de la sociedad en esta etapa se sitúa a finales de 1931. Sin embargo, desconocemos la fecha fija de su constitución.
Las cifras que manejamos, correspondientes al año siguiente, muestran que la afiliación sindical en al CCO era muy baja, y que, como ya se ha indicado antes, las empresas eran pequeñas: había 42 patrones asociados, que contaban con 79 peones y 19 aprendices. Durante los años treinta, la CCO es la que negoció con los obreros del ramo las cuestiones de índole laboral.
El paro en aumento y las condiciones de trabajo intensificaban los conflictos y la agresividad en el sector de la construcción. Este fenómeno se producía en diversas ciudades españolas. En julio de 1933, en un intento por contener la conflictividad, una orden del Ministerio del Trabajo y Previsión ordenaba que se estableciera la jornada de cuarenta y cuatro horas semanales en el sector, al tiempo que una determinada escala de salarios. La respuesta fue unánime: una ley sólo podía ser aplicada si era emanada desde Les Corts.

Este intento de reducción de jornada no se puso en marcha, pero todo indica que fue un elemento más en la articulación del empresariado del sector sabadellense. En sus estatutos ya quedaba estipulado los objetivos patronales de formar un frente común ante las exigencias de los obreros, pero también otro que antes hemos comentado: coordinar esfuerzos y obtener del Ayuntamiento determinadas concesiones que facilitaran lo que las empresas pudieran abrir sus puertas. Es decir, los patrones pedían a los poderes políticos que iniciaran medidas de infraestructura para minimizar un paro que, en última instancia, era una fuente de conflictos. El 7 de mayo de 1935, desde esta entidad se presentó un proyecto al presidente de la COCIS y al alcalde. Aunque no concedió todas las demandas, el Ayuntamiento acordó finalmente llevar a cabo una serie de obras públicas, que todo indica que tuvieron éxito, como la fuente explicaba: “dos meses después han venido a atenuar la crisis que de tiempo venía experimentando el ramo de la construcción”.
Las bases que generaron una escisión sindical
Como se ha intentado explicar, la depresión mundial provocó una importante crisis económica y Sabadell no permaneció al margen del fenómeno. El sector de la construcción, donde las causas de la crisis fueron más españolas que mundiales, fue el primero en acusar un fuerte bajón de trabajo, que generó el consiguiente paro, muchos conflictos e incluso actos de violencia. Las colisiones fueron más allá de las que los obreros perpetraron contra los patronos, porque los sindicatos de los trabajadores también se dividieron y pelearon, sobre todo por desacuerdos sobre cómo debía efectuarse el reparto del trabajo -una medida a través de la cual algunos querían minimizar el paro- y por la demanda de una Bolsa de Trabajo.
El 15 de agosto de 1931 comenzó un conflicto que generaría una profunda división entre los obreros del ramo y que estaría en la base de la aparición del nuevo sindicato SPSM. Parece que se inició cuando unos 800 albañiles y peones se declararon en huelga y finalizó cuando el CCO y la Federación Local de Sindicatos (FLS-CNT) firmaron unas bases que establecía que entre los trabajadores de cada empresa se efectuaría una distribución del trabajo, en lugar de despidos de personal. También fijaba que se haría un reparto de trabajo entre todos los obreros del ramo parados. Estas medidas estarían reguladas por una comisión mixta de tres representantes patronos y tres obreros, presidida por el alcalde. El alcalde pidió al gobierno civil que interviniera. El 5 de enero de 1932 el Gobernador emitió una resolución que de nuevo generó una serie de conflictos, ahora sobre todo entre los patronos:
“Primero: el reparto del trabajo de referencia se hará por casas conjuntas entre los obreros fijos y los eventuales con todos los patronos de la localidad y con todos los contratistas de fuera de la población que ejecuten obras en ella.
Segundo: el número de obreros admitidos en cada casa o empresa será en la proporción que corresponda según el número de obreros fijos y el de los obreros parados.
Tercero: Se considerarán obreros parados a efectos del reparto todos aquellos que figuren en la lista que ha sido presentada en la Alcaldía de Sabadell.
Cuarto: Todas las divergencias que hasta ahora se han suscitado se dan por solucionadas y transigidas”.
La patronal no estaba de acuerdo con algunos de los puntos. Disentía principalmente de la solución que se había tomado en el reparto de obreros en las empresas de fuera de la localidad, ya que en el laudo estaban comprendidos en parte todos los patronos de Sabadell pero también los contratistas de fuera que ejecutaran obras. El CCO anunciaba que incumpliría el convenio, dado que había casas que trabajaban en la localidad en las que no se las había incluido en el reparto de obreros. Y poco después, el CCO anunciaba que retiraba su representación de la Comisión Mixta.
División sindical por disconformidad en el reparto del trabajo
Como se comentaba, con motivo de la huelga de agosto de 1931 en el ramo de la construcción y del convenio firmado más tarde respecto al tema del reparto del trabajo, se generaron profundas divisiones entre los trabajadores del sector. Unas divisiones que llegaron a ser el origen de la fractura de los sindicatos de la edificación, fractura hasta ahora desconocida y que no aparece ni en el periódico El Radical. No ha sido tarea fácil llegar a determinar cómo se produjo esta división. Sólo un cuidadoso análisis de varios documentos que irán apareciendo a lo largo de estas páginas ha permitido sostener esta aseveración. La documentación consultada indicaba una buena pista: desde mayo de 1932, se decía que actuaba un sindicato, la Sociedad de Paletas y Manobres de Sabadell (SPMS), denominada la Perrera por los de la FLS. En ese mes de mayo, desde la Junta de este nuevo sindicato se dejaba claro que había habido un cisma en el mundo sindical. Una hoja volante depositada en el Archivo Histórico de Sabadell hablaba “de los compañeros que las disidencias han separado”. Casi un año después, otro documento emitido por el Sindicato del Ramo de la Construcción CNT-AIT (que eran los que se habían quedado en la CNT), que giraba en torno al reparto de trabajo aseguraba “que el pleito hace dos años que dura”. Y otra hoja volante del propio sindicato antes de la salida de la FLS de la CNT atribuía la fractura sindical y la aparición de la SPMS “en la discusión por el reparto del trabajo y aseguraba que todo estaría orquestado por una conjura patronal”. Esta fuente resulta doblemente sugerente porque fue la FLS, y no el Sindicato del Ramo de la Construcción la que se pronunció sobre el problema, buena prueba de la importancia que le otorgaba. De hecho, era la única actividad económica en la que le había salido un competidor sindical de cierta relevancia.
El 4 de junio de 1932, la CNT-AIT. La Federación Local de Sindicatos de la Construcción de Sabadell se dirigía a la opinión pública mediante una hoja volante que decía así:
Tan pronto firmadas las bases del reparto, los patronos de la construcción, amparándose con aquellos obreros faltos de sentimientos de solidaridad y por consiguiente, inconscientes de los deberes sindicales, y bajo la promesa de que no serían relevados un solo día del trabajo, contrariamente a los compromisos contraído con el Sindicato Único de la Edificación, captándolos a la constitución de una asociación llamada obrera, cuyos principios van encaminados a defender los intereses antagónicos de toda la clase. Esta asociación tiene por moral la intriga. En tanto, pueden valerse de ella para lanzarnos en medio del camino a unos cuantos desgraciados, cabezas de turco impidiendo el reparto normal del trabajo.
La FLS rechazaba las alegaciones que asignaban obreros no calificados a los patronos en el reparto de trabajo. Afirmaban que, si se daba el caso, las cambiaban.
Por otra parte, dieciséis días más tarde, un informe extraído de una asamblea, explicitaba que, durante aquellos meses, hubo obreros que se dieron de baja del Sindicato del Ramo de la Construcción (FLS-CNT) para tratar del acuerdo de no pagar el sello confederal (que sería el prolegómeno del conflicto de los trentistas tres meses después). En esta reunión parece que no hubo mucha asistencia, lo que probablemente reflejaba cierta crisis sindical. Uno de los acuerdos que se tomaron quedó reflejado en otra hoja volante que dice así:
Sabiendo que son muchos los compañeros pertenecientes a este Sindicato que por dejación no tienen sus carnes al corriente y teniendo en cuenta de que cuanto más tiempo pase más imposible se hace pagar sus cuotas, y que por esta razón hasta les da vergüenza presentarse al Sindicato, se da un plazo de tres meses a contar desde primero de junio hasta el fin de agosto para que todos los atrasados en los pagos se pongan al corriente, advirtiendo que de todo lo atrasado no tienen que pagar nada. Esta prórroga alcanza también a todos los compañeros que no se dieron de baja de este Sindicato para ingresar en la calle de la Salud, e igualmente a los ladrilleros que no nos explicamos como tienen su sección tan abandonada.
Si, como todo indica, el origen de la escisión de la SPMS se debió al tema del reparto forzado del trabajo que contribuía a que todo el mundo trabajara pero menos tiempo y lógicamente con un ingreso menor para los trabajadores, cabe pensar que los creadores de la SPMS eran albañiles que consideraban que en un régimen de libertad de trabajo, es decir, sin el reparto forzado, tendrían más trabajo y, por tanto, más ingreso. Esto hace pensar que se consideraban obreros más calificados; y esto no excluye que también fueran más dóciles con los patronos. En cualquier caso, tanto la SPMS como la Patronal estaban en contra del reparto forzado del trabajo y aquí había un interés común.
La escisión de la SPMS a raíz de no estar de acuerdo en la resolución tomada sobre el reparto del trabajo y por la demanda de la libertad de trabajo parece que se hizo de forma traumática. A partir de la división, las relaciones entre los sindicatos estuvieron llenas de amenazas de insultos…
los de Pérez Galdós [la FLS], se atreven a unas preferencias grandes dentro de la Alcaldía y no sabemos el porqué. [Y señalaba que] quería explicar a la luz pública la manera asquerosa de proceder de ciertos elementos que por vergüenza de todos los ciudadanos venimos sufriendo desde hace un tiempo a los ciudadanos en este pedacito de tierra catalana que todos tanto aman.
Que la discusión sobre la cuestión del reparto del trabajo fue, en última instancia, el origen de la división sindical está profusamente documentada. En una hoja volante emitida en mayo de 1932, la SPSM volvía a poner de manifiesto su postura. Enviaba unos manifiestos a la opinión pública donde se señalaba que la mayoría de obreros protestaban de la forma que se estaba llevando a cabo el reparto de trabajo. Se preguntaba porqué la Comisión Mixta no confeccionó un Censo decente conforme, y no tan ligero y cargado de gente inepta. Se acusaba de que esto era una reivindicación de los sin trabajo, y que el paro entre albañiles y peones, que antes no existía, había aparecido a raíz de la huelga de agosto de 1931. Según la SPMS se había inflado el número de parados con personal que no tenía calificaciones de albañilería: No nos explicamos nosotros como de 400 obreros sean hoy más 800 los inscritos en el Censo. Se acusaba al Sindicato de la Construcción de no practicar el reparto del trabajo: No es una amenaza ni un insulto como nos demuestra la razón, ni mucho menos moteando grosamente a compañeros que las diferencias han separado. Y la SPMS, que daba los mítines en catalán, se oponía a esta medida e insistía en un punto que afectaba indirectamente a la inmigración, afirmando que dentro de la Sociedad Obrera de Oficios Varios-CNT (SOV-CNT) [que tenía el local social en Vilarrúbies, 23], había gente -se referían a los inmigrantes- que no sabía lo que era ejercer la profesión. La alusión a gente que no sabía el oficio era genérica, pero el documento es crítico con el Sindicato de la Construcción de la FLS (todavía CNT) y en especial con sus dirigentes.
La SPMS alegaba otra razón para justificar la ruptura: cuestionaba el destino de miles de pesetas que los del sindicato del Arte Fabril y Textil, aprovechando el aumento de jornal, cedió al sindicato sección de albañiles en un momento de huelga, un dinero que, según acuerdos de asamblea, nadie había recibido. Haciendo orgullo de su masculinidad, con una terminología que recordaba la de los afiliados a la CNT, en la hoja volante se decía: “¡Que podíamos esperar de esa gente! Es por eso que sentirnos machos y con mucha más dignidad que todos ellos, nos separamos, sin temer a la amenaza de que los que no fuera del sindicato no trabajaría”.

En un documento emitido en el mes de mayo, antes de que en septiembre los trentistas se marcharan de la CNT llevándose la mayor parte de los afiliados, el Sindicato del Ramo de la Construcción de la FLS-CNT denunciaba que la patronal, en coalición con los de la Perrera, había puesto trabas a repartir el trabajo. También afirmaba que este sindicato, la SPSM, se reunía, en su domicilio social de la calle Salud, con antiguos militantes de los Sindicatos Libres, que estarían patrocinados por cierto contratista de esta ciudad: “pretendieron los de la perrera pasar por buenos chicos cuando los desenmascaramos; pretendió la patronal que rectificáramos cuando dijimos que preparaban una celada a los trabajadores, invitándoles a firmar unas hojas dando su conformidad para abolir el reparto de trabajo”. Esta Sindicato aseguraba que tenía pruebas para demostrar este contubernio “que los Jurados Mixtos estaban constituidos por los mismos hombres que los de la dictadura, quienes formaban los Comités Paritarios”. Y hacía saber que, en la ciudad, “uno de los que vino para formar parte de estos Jurados para intervenir en las obras del alcantarillado venía acompañado de un célebre pistolero de los Libres, José Rovira”. Decía también que “eran los matones que antes actuaban en nombre del Sindicato Libre y ahora lo hacían en el de UGT” (estas palabras, y lo que se ha comentado antes, indican que se está denunciando un acuerdo entre SPSM y UGT, aunque no quedaba claro si era orgánico porque representantes de UGT asistían a los de la Perrera en la cuestión del Jurado Mixto). Y acusaba a gente del CCO, como Buenaventura Pladellorens, que dejan tranquila a la guardia civil en el cuartel y que procuran no jugar con fuego porque ya se sabe lo que dice el adagio castellano…
No conocemos con certeza el momento de su integración, pero, como veremos más adelante, aunque no queda suficientemente claro, parece que en mayo de 1932 el Sindicato de la Construcción CNT denunciaba que había un acuerdo entre la SPMS y la UGT. Y, según el profesor Josep M. Benaul, en 1934 la SPMS estaba integrada en UGT, y en cuanto al número de afiliados, constituía la cantidad o más importante que el sindicato socialista tenía en algunos momentos (126).
Como se ha dicho, en septiembre de 1932 se produjo otra división en los sindicatos de la construcción. Pero ya en otra hoja volante emitida tres meses antes se puede observar cómo las cosas no iban bien desde el punto de vista de la afiliación sindical. De hecho, en este documento ya se hallan dos problemáticas: la vieja escisión de la SPMS y la que pronto se produciría con el rompimiento trentista. Hecho que motivaba, desde el 10 de septiembre de 1932, que hubieran tres sindicatos actuando en el ramo de la construcción en Sabadell: la SPMS, el Sindicato del Ramo de la Construcción de la FLS y los albañiles y mineros del SOV-CNT.
Curiosamente, meses después de que la FLS rompiera con la CNT, el Sindicato del Ramo de la Construcción continuaba usando las siglas CNT-AIT. De la fuente consultada de esta etapa, una hoja volante, destacaría tres puntos. Primero: se había pasado del reparto forzado del trabajo a una propuesta de reducción de la jornada laboral a tres tercios (6 horas en lugar 8), aunque cobrando lo mismo que en una jornada completa, lo que los patronos lógicamente no podían aceptar y que llevó a la SPMS a renunciar a esta propuesta. Segundo: la proposición se realizó en una asamblea conjunta de todos los trabajadores y no de un sindicato específico; de hecho, la propuesta fue planteada por Pere Payà, de la SPMS. Esto prueba que el hecho de la división sindical ya estaba plenamente aceptado y que la SPMS era un rival considerable para el Sindicato del Ramo de la Construcción de la FLS y que no tenía más remedio que acceder a su presencia. Tercero, como en otra parte quedaba claro, la SPMS aceptaba el papel de los Jurados Mixtos, lo que le acercaba a los planteamientos de la UGT y le alejaba de los de los FLS, que aún tenía las tradiciones anarcosindicalistas sobre este punto.
Y en una asamblea de albañiles y peones celebrada el 13 de abril de 1933, se acordó proponer a la patronal la sustitución del reparto del trabajo por los tres cuartos de jornada. Es decir, los obreros acordaban trabajar 7 horas diarias (aquí seguramente hay un error tipográfico y se trata de 6), pero los albañiles seguirían cobrando como si fueran 8, y los espacios como si hicieran 9. La propuesta aprobada fue planteada por Pere Payà, de la SPMS. La patronal se negó. Es importante volver a reseñar que, a diferencia de la SPMS, los del Sindicato Único se seguían oponiendo a la intervención del Delegado de Trabajo y de los Jurados Mixtos.
Por otra parte, dentro del ramo de la construcción estaban también los mineros (especialidades en hacer pozos, zanjas, cloacas y minas para la conducción de agua) que tenían un campo profesional bien delimitado. Tras el conflicto entre los sindicatos que había dado lugar a la escisión de la SPMS antes de la salida de la FLS de la CNT en septiembre de 1932 un nuevo antagonismo se produjo entre los mineros de la FLS y los que se integraron en el SOV-CNT local que fueron la mayoría, como indicaba una hoja volante de octubre de ese mismo año. Y el 23 de ese mes, pocos días después de la escisión, Pere Payà signaba con la SPMS un acuerdo de las patronales y de los sindicatos de albañiles y de mineros sobre el acuerdo de que la colocación de tubos en las zanjas corresponda a los albañiles y no a los mineros. El acuerdo también lo firmó Antoni Soler por el Sindicato del Ramo de la Construcción de la FLS.
Lógicamente, la división sindical beneficiaba a los patronos, como queda patente las hojas volantes difusas por la SOV-CNT después de las escisiones.
Respecto a los convenios, las fuentes indican que ninguno de ellos se cumplió, y que, como consecuencia, el conflicto permaneció latente. La conflictividad continuó, unas veces por la resistencia pasiva de los patronos, y otras por la oposición activa de algunos obreros, que se negaban a abandonar el trabajo para ser sustituidos.
A partir de ahí, los sindicatos de la construcción llevaron a cabo una lucha carretada de violencia, en un principio verbal, pero después también física. Mediante hojas volantes, la SOV-CNT, a la que pertenecían los militantes que se quedaron dentro de la CNT tras la salida de los trentistas, acusaban a los afiliados militantes del SPMS de estar de acuerdo con los patronos, de tener preferencias en la alcaldía y de ser un sindicato amarillo.
Violencia intersindical e implicación patronal
En Sabadell, en todos los sectores industriales, las cifras más elevadas de conflictividad se cuantifican en el año 1933 (tras la represión de octubre del 34 las hostilidades disminuyeron). Recién comenzado aquel año, se produjo una huelga general revolucionaria en diferentes lugares del Estado. Desde Vertical, órgano de la FLS, se decía que, en la localidad, el conflicto se fraguó en ciertos ambientes del sector de la construcción dominado por los anarquistas, y que en la base estaba la demanda de las seis horas, para todo el ramo, y la aceptación de la bolsa de trabajo, entre otras mejoras. Es decir, que involucraban al ramo de la edificación en el estallido del conflicto.
El 28 de marzo de 1933, se produjo una huelga general de dos horas en la que participaron 10.000 obreros (a excepción de los del servicio público). Fue provocado como protesta contra el plebiscito organizado por el Jurado Mixto, el Ayuntamiento de Sabadell y los obreros de la construcción, para decidir entre dos alternativas: o crear con cotizaciones obligatorias patronal y obreras un fondo en el que el Ayuntamiento pudiera dar trabajo a los obreros parados, o establecer la jornada de seis horas con reducción de sueldo para reabsorberlos. Se quería así solucionar el conflicto latente en este sector desde 1931, después de haber fracasado la tesis sindicalista del reparto del trabajo en turnos semanales (solo un obrero se atrevió a votar), tesis que los empresarios consideraban perjudicial.

A pesar de que en 1933 fue el que presentó una mayor conflictividad laboral en el ramo de la construcción (y, en general, también en los otros sectores industriales), la violencia perpetrada entre los propios obreros y entre trabajadores y patronos se inició ya un año antes.
Como ya se ha dicho, después de la escisión sindical del ramo de la construcción en 1932 la gran mayoría de los mineros ingresaron en el SOV-CNT. Con ocasión de la muerte violenta de dos hermanos mineros de este sindicato, las declaraciones de sus dirigentes dejan claro el conflicto entre los cenetistas y la FLS: “la agresión había sido obra de la FLS, porque la SOV-CNT no quería someterse a las maniobras politiqueras y dictatoriales de los sindicatos amarillos”. Se culpabilizaba al minero Saturnino Nicolás (a) «Lino» ya otros sindicalistas que “mangonean la Federación Local de Sindicatos. Un asesino vulgar, un sujeto de antecedentes pésimos a sueldo del mejor postor, hoy Sindicatos de la Construcción, protegido e instigado por los dirigentes, apóstatas del obrerismo y disidentes de la CNT, ha cumplido la obra macabra que hace una semana venían perpetrando todos ellos con la complicidad de las autoridades». Y se amenazaba a un socio del CCO, Buenaventura Pladellorens: “que dejen tranquila a la guardia civil en el cuartel y que procuran no jugar con fuego”…
Según los dirigentes de la SOV-CNT, esta agresión tuvo lugar el 25 de octubre de 1932, cuando en la fábrica de Can Carol (Vapor Colomer (Can Jepó)), donde trabajaban sus compañeros asesinados en la construcción de un pozo, se presentó Lino, acompañado del Comité de fábrica de dicha casa. Acto seguido intimidaron a los compañeros mineros para que abandonaran el trabajo: “Llegaba en ese momento Fornier con un botijo de agua y fue interpelado por Lino. Empezaron los insultos y Fornier le arrojó el botijo en la cara de Lino que lo esquivó y sacó una pistola y disparó todo el cargador contra Fornier, Esparza y los otros obreros que resultaron ilesos”. (Parece que José Esparza murió y que Francisco Fornier quedó agonizando).
Por otra parte, durante la República, la violencia en el sector de la construcción sabadellense contra empresarios se manifestó en actos de sabotaje, en agresiones físicas y de forma verbal. Los destinatarios de estas acciones fueron en su mayoría algunos miembros del CCO, la patronal que negoció con los obreros las cuestiones laborales.
La situación crispada de las relaciones laborales en la construcción empeoró cuando, el 17 de mayo de 1932, tuvo lugar un acto de sabotaje en una obra del empresario de Albert Salanguera, socio del CCO. El conflicto venía motivado porque “algunos obreros que nadie había contratado se personaron en las obras y se negaron a abandonarlas hasta que les fueran abonados los salarios de los días que habían estado allí presentes”. Un mes después, el presidente del CCO, Salvador Ustrell, solicitaba al alcalde que comunicara al gobernador civil que se necesitaba un mayor contingente de fuerzas de orden público para retirar a los trabajadores que, repetía, “nadie los ha contratado”.
Si bien los actos de sabotaje provocaron temor y requerimiento de ayuda a las autoridades, las agresiones físicas que empezaron a producirse contra destacados miembros del CCO evidenciaron que el peligro era más que evidente. El socio Llorenç Serra Gutés sufrió un ataque en su domicilio, y entonces las presiones de los patronos al alcalde se hicieron de forma más contundente.
A finales de 1932, en Sabadell llegó la noticia de que entre varias ciudades industriales se había repartido un escuadrón de la Guardia Civil de Caballería. Desde la alcaldía se contactó de nuevo con el gobernador civil y con mandos de la benemérita para pedirles que, de esas fuerzas, diez individuos y un Cabo de dicho escuadrón, fueran destinados a Sabadell. El coronel de la Guardia Civil consideró que era el ministro de la Gobernación quien debía dar una respuesta a la demanda del alcalde. Y el 10 de febrero de 1933, de nuevo la solicitud quedaba denegada.
Pero quizás las agresiones que tuvieron más eco en Sabadell fueron las que se efectuaron contra un significado patrón y otro obrero de la construcción. A las nueve y media de una noche de 1933, un grupo de siete u ocho hombres penetraron en el comedor de la casa número 6 de la calle Soledad, cuyo propietario era Salvador Ustrell, como ya se ha dicho, presidente del CCO. Dentro, unos mineros trabajaban en una labor. De forma violenta, los recién llegados les conminaron a que se retiraran del trabajo y a uno de ellos, de apellido Martínez, le dieron una paliza de tal envergadura que le lesionaron las costillas. Al tiempo, agredieron al propio Ustrell, causándole heridas en la cara. Evarist Gisbert, secretario del CCO, explicaba con todo detalle al alcalde cómo se habían producido los ataques y volvía a pedir una mano enérgica:
Es con todo respeto, como he dicho al principio, que nuestro Centro protesta enérgicamente. Usted, entendemos, tiene el deber de velar por la paz de la ciudad y por el bien de todos los ciudadanos. Nos duele tener que decirlo, pero nos causa el efecto de que todas las protestas que por estos mismos hechos hemos tenido que dirigir no han dado el resultado que esperábamos ni tampoco hemos visto su eficacia. La impunidad de la que se atreven y gallardean los agresores y perturbadores de nuestro ramo es una muestra.
Durante la noche del 16 al 17 de junio de 1933, el también socio del CCO, Joaquim Torras Sendra, sufrió dos actos de sabotaje en las obras que estaba construyendo: en la primera, en la Plaza del Ángel, los desperfectos fueron de tal envergadura que los trabajos tuvieron que detenerse; en la segunda, un hombre que llevaba una pistola amenazó al vigilante y llevó a cabo actos de vandalismo en una edificación situada en la carretera de Barcelona. La carta de los empresarios de la construcción al alcalde ponía de manifiesto el miedo que les embargaba. Decía que “Nuestra situación cada día se pone más crítica. Nuestras obras están a merced de uno cualquiera para ser derribadas o dañadas. Nuestra seguridad personal está en peligro constante”.
Y solicitaban “que se tomen las medidas necesarias para que no continúen efectuándose tales actos, evitando de esta forma que nuestros compañeros con su perfecto derecho de defensa adopten posiciones que vengan a agravar más el tan engorroso conflicto del ramo de la construcción”.

Una sucinta reflexión
Durante los años de la Segunda República, la ciudad fue escenario de un gran número de conflictos. El sector de la edificación sufrió intensamente una confrontación social. En aquella época, en toda España la construcción acusó una fuerte crisis, pero Cataluña lo sufrió de forma más aguda. Lo padeció la construcción privada, pero también la pública, puesto que, en buena parte, quedó excluida del plan general de obras públicas de la República. Las cifras sobre paro emanadas de diferentes documentos no coinciden y seguramente los datos reales fueron más elevados. Lo que las fuentes sí ponen de relieve es que entre los obreros el fantasma del paro estuvo presente durante todos estos años. ¿Cómo se explica, sino el recelo de muchos trabajadores, sobre todo el de un sindicato de la construcción moderado, recientemente creado, como la Sociedad de Paletas y Manobres de Sabadell, hacia los inmigrantes?
De este nuevo sindicato, la SPSM hay constancia desde mayo de 1932. Sorprendentemente, hasta ahora no se había encontrado información sobre esta sociedad, aunque fue muy activa en el mundo laboral. Sabemos que fue creada a partir de la huelga de 1931, y todo indica que tenía relación con la minoritaria UGT. Pues bien, esta nueva Sociedad solía acusar al Sindicato de Oficios Varios-CNT de apoyar a “paletas que no tenían albañilería” refiriéndose, probablemente, a los obreros que llegaban de fuera, que no habían trabajado nunca en este sector y que se afiliaban a la central anarcosindicalista que les daba cobijo. Una problemática que se ha repetido a lo largo de la historia.
En 1932, pues, dentro del movimiento obrero sabadellense se produjeron cambios importantes. Como decíamos, apareció un nuevo sindicato de la construcción, la SPMS, y la CNT y la Federación Local de Sindicatos se separaron. Estas escisiones adquirieron un carácter particularmente violento porque la conflictividad laboral allí adquirió una notable dureza. Dureza y violencia que se vieron notablemente aumentadas durante la Guerra Civil.
Fuente:
BENGOECHEA, Soledad, República i Indústria a Sabadell. Organització patronal i conflictivitat social (1931-1936), Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2015.
Soledad Bengoechea, doctora en historia, miembro del Grupo de Investigación Consolidado “Treball, Institucions i Gènere” (TIG), de la UB y de Tot Història, Associació Cultural.