Índice. Historiadores en la era Digital:
El impacto de Internet en el oficio de historiar
La Historia Digital ha enriquecido y modernizado a su disciplina madre, planteando nuevos caminos para su didáctica, proporcionado herramientas diversas para trabajar en esta fuente que resulta ser Internet y, especialmente, por tener el valor de experimentar sin prejuicios las posibilidades del medio.
Pero no todo es optimismo; muchos retos y dificultades también van asociadas a la naturaleza de Internet en su rol de fuente. Cuestiones a menudo planteadas y discutidas por los mismos historiadores digitales, pero no por eso podemos afirmar que sean problemáticas solucionadas. Los historiadores del futuro (o ya en nuestro presente) tendrán que trabajar con esto en mente, y apreciar como Twitter, Facebook, Instagram, los centenares de miles de blogs o las diversas publicaciones de cariz digital ya juegan y jugarán un rol de recursos primarios similares al que hoy en día tienen la prensa escrita, la burocracia administrativa o la documentación orgánica de una determinada organización. Si el presente en el web, con miles de petabytes de información sensibles a la historiografía ya es una realidad, el futuro cercano se abre a una posible multiplicación exponencial de la documentación a consultar y, al mismo tiempo, a la aparición de nuevas propuestas para analizar este tipo de fuentes emergentes, introduciendo así cambios metodológicos en el oficio de historiar.
Otra dificultad relativa al medio reside en la conservación futura de datos. De hecho, es un tema más complicado de lo que puede parecer en primera instancia, puesto que tenemos ciertas experiencias con apoyos tecnológicos que, con el paso de unos pocos años, se muestran completamente obsoletos y de difícil consulta. El ejemplo de formatos de cintas de vídeo como los Beta, Video 2000 o VHS, hoy en día tecnológicamente en desuso, o la sustitución de formatos físicos como el CD o el DVD por contenidos alojados en Internet (web, streaming, P2P, etc), hacen que la elección de formatos y su preservación sean factores a tener en consideración. El mismo web es a menudo un medio con contenidos efímeros, y muchas de las fuentes (y herramientas) que un día existen lo dejan de hacer al día siguiente por las más diversas causas: no mantenimiento de los recursos en linea y cierre de páginas, quiebra económica o cierre de empresas que ofrecen programas o recursos ligados a la investigación, abandono de proyectos, etcétera.
En el excelente diálogo editado entre Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, «Nadie acabará con los libros»1, se debate sobre esta problemática, llegando a la conclusión que, a pesar de todas las supuestas ventajas de los medios digitales, los libros se realizaron, entre otros motivos, con la idea de conservar su contenido ante el paso del tiempo, mientras que los formatos digitales, en muchos sentidos, este aspecto es secundario, ya sea por obsolescencia (a menudo programada) o la no compatibilidad entre los viejos y nuevos formatos, provocando que el libro todavía tenga mucha relevancia. En cualquier caso, la preservación de fuentes, tanto las provenientes del mundo analógico (vía digitalización), como las nacidas directamente como digitales, no es un fenómeno nuevo, es un campo de batalla donde historiadores, archiveros, bibliotecarios o restauradores de todo tipo llevan luchando prácticamente desde los orígenes de sus respectivas disciplinas.
Otro aspecto a tener en cuenta es el tipo de software que utilizamos en nuestro día a día como historiadores. La elección de nuestros programas no es una trivialidad. Sin entrar en dogmas, es bastante habitual el uso de soluciones propietarias, muy común, por ejemplo, en una sociedad en donde las administraciones se gastan importantes cantidades de dinero en ese tipo de licencias, pese a existir habitualmente alternativas libres, más económicas y por norma general, igual o más fiables. Ahora bien, opiniones de lado, lo que sí es un hecho es que ese tipo de soluciones, por su carácter cerrado y hermético, provocan mayores riesgos para la conservación futura de contenidos en la red.
Así pues, idealismos de lado, frente al uso de soluciones restrictivas, una buena praxis para la conservación y estudio de fuentes en Internet recae en la necesidad de favorecer soluciones libres. Evidentemente no evitarán la desaparición de fuentes digitales o dificultades en su análisis, pero estas licencias abiertas destacan por ofrecer el código fuente de la aplicación asociado normalmente a la plena libertad para su modificación o mejora. En sentido metafórico, la diferencia entre el software privativo y el libre sería similar a la de una receta secreta de un cocinero de un restaurante, la cual se llevará consigo a la tumba, y la vieja receta que ha ido pasando generación tras generación dentro de una misma familia.
Si continuamos centrados en el terreno de las fuentes, es fácil entender el optimismo de la Historia Digital en referencia a ellas, puesto que actualmente su volumen empieza a ser difícilmente cuantificable. Desde proyectos como el Gutenberg, impulsado por Michael Hart en 1971, hasta el inmenso fondo de libros de Google Books, existen centenares de centros que nos aportan fuentes primarias digitalizadas o, como mínimo, nos indican donde localizar determinado recurso no digitalizados. En este sentido, si analizamos superficialmente lo que tenemos los historiadores hispanos en la red, tampoco nos encontramos desamparados. En el Estado español y desde mi perspectiva de catalanoparlante, por ejemplo, la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España o el ARCA (Archivo de Revistas Catalanas Antiguas) de la Biblioteca de Cataluña, son referencias obligadas para consultas hemerográficas, así como otros centros dependientes de comunidades autónomas u universidades, como sería en el último caso el Depósito Digital de Documentos de la UAB. Para la búsqueda artículos académicos destacaría portales como RACO (Revistas Catalanas con Acceso Abierto) o Dialnet de la Universidad de la Rioja, así como en el ámbito más bibliotecario, el portal del Consorcio de Bibliotecas Universitarias de Cataluña (CBUC), el cual da acceso a varios buscadores documentales, tales como la Biblioteca Digital de Cataluña, el catálogo colectivo de universidades catalanas (CCUC), el TDX (Tesis Doctorales en Red, equivalente catalán del estatal TESEO) u otros portales anteriormente citados. De manera similar y análoga, en Madrid la Biblioteca Nacional de España, además de potenciar portales como la Hemeroteca Digital, también impulsa la digitalización bibliográfica gracias a iniciativas como la Biblioteca Digital Hispánica, un eslabón más hacia una gran biblioteca digital impulsada por la Unión Europea. Esta realidad española es común y equiparable a otros realidades mundiales, en el sentido que cada vez más instituciones ligadas a los estados, así como otras de carácter privado o civil, impulsan el libre acceso de sus fondos digitalizados. Un gran reto para la digitalización de fuentes subyace en el criterio utilizado para seleccionarlas por parte de los estados. Sería un terreno para hacer una investigación en profundidad, pero pensando en mi experiencia como investigador de los movimientos sociales, he tenido siempre la sensación que se primaban unas fuentes sobre otras en los portales hispanos dependientes de las administraciones.
En el casos del ARCA de la Biblioteca de Cataluña, es apreciable que por pequeña e insignificante que sea una publicación catalana antigua, si tiene cierto halo catalanista o nacionalista la encontraremos digitalizada. Por contra, si son de carácter obrero o social, parecen relegadas al olvido o al anecdotario, pese a la fuerza histórica que ha tenido el anarquismo, el comunismo y otros movimientos sociales en dicho territorio. De facto, en este archivo digital, hay incluso más publicaciones relacionadas con el carlismo, el deporte, el excursionismo y otras temáticas que las vinculadas con los movimientos sociales progresivos, síntoma que el criterio utilizado parece obviar la presencia de determinados movimientos e ideologías en el territorio catalán en su historia. Algo más variada resulta ser la Hemeroteca Digital de la BNE, pero tampoco podemos afirmar que el criterio, aunque sea valorándolo superficialmente, induzca a pensar que hay un buen y acertado asesoramiento en la elección de fuentes, que asegure la equidad y abra las posibilidades de poder hacer una investigación en historia social prescindiendo en gran medida de la consulta física de archivos. Aún le quedan a estas iniciativas hispanas mucho camino por hacer en este y otros tópicos de investigación, más aún si lo comparamos con iniciativas similares como Gallica en Francia o la Library of Congress en Estados Unidos.
Finalmente, pensando en ese dicho que dice que en el camino al éxito hay un rastro de fracasos, tampoco podemos olvidar el hecho que muchas de las herramientas creadas o promocionadas por la Historia Digital no han tenido mucha utilidad aparente. Sí, es cierto que gestores bibliográficos como Zotero, Mendeley u otros tipos de programas han ayudado al trabajo del historiador para adentrarse en el medio digital y la informática, pero también es una realidad, y esto es un hecho también extrapolable a otros disciplinas científicas, que por cada herramienta útil se generan otras que no facilitan o no aportan una mejora sustancial a lo que ya tenemos. El denominado H-Bot del CHNM sería un ejemplo de lo afirmado: un tipo de buscador dentro de otro buscador sería el concepto de fondo, es decir, un programa que filtra datos de dos grandes buscadores, Google y Yahoo, para ofrecer respuestas a preguntas concretas. En cierta manera, una potencial herramienta para el proceso de filtrado de fuentes. El problema real surge cuando H-Bot está muy lejos de ser una herramienta útil un atisbo de inteligencia. Para averiguar la fecha de nacimiento o defunción de una persona conocida se obtendría, en teoría, un ahorro de un 95% del tiempo que se usaría sin este programa. Haciendo varias pruebas (en inglés), los resultados no eran siempre correctos y, pese a lo que se promociona en el mismo portal, el tiempo empleado no era significativamente mejor que con una simple búsqueda directa en un buscador o en la Wikipedia.
———————————————–
1 U. Eco y J.C. Carrière, Nadie acabará cono los libros. Barcelona, Lumen, 2010.