«Izquierdista»
Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la UPF, así como profesor en la The Johns Hopkins University, afirmaba en un artículo donde se loaba al excandidato «socialista» a la Presidencia de EEUU, Bernie Sanders, por concentrar las fuerzas del movimiento americano de ocupaciones de plazas y espacios, al tiempo que aseguraba que sus reformas podían ser provechosas para llegar a una sociedad más justa y, en definitiva, próxima al Socialismo, al tiempo que advertía que «grupos izquierdistas también han intentado desacreditarlo, presentándolo como no suficientemente revolucionario o como un socialdemócrata tradicional (observación que intenta ser insultante), que solo ‘intenta humanizar el capitalismo’, expresión característica de elementos muy minoritarios, sin apoyo popular, y de carácter predominantemente testimonial y nula incidencia política, ignorando que el socialismo no es un proyecto que ocurre el año A y día D (la famosa toma del Palacio de Invierno), sino que se construye o destruye diariamente, con medidas políticas públicas que distribuyen los recursos según las necesidades de la población, recursos que son financiados según las habilidades y capacidades de cada ciudadano, atendiendo al principio de “a cada uno según su necesidad, de cada uno según su capacidad” (texto completo).
El uso del apelativo izquierdista comporta, tal y como el mismo Navarro debe de saber, muchas connotaciones negativas, un halo de descrédito difícil de contrarrestar, ya que nos transmite la idea de sectores políticos mal organizados, divididos y con referentes y prácticas contradictorias. Las afirmaciones de Vicenç Navarro posiblemente describan correctamente la realidad social y política de Estados Unidos, aspecto que pongo en duda, mientras que su creencia sobre que el único camino hoy posible para llegar al Socialismo sea la vía electoral y la protesta bajo los cauces establecidos por el liberalismo, choca con la realidad de escenarios actuales como el de algunas zonas del Kurdistán y las doctrinas confederalistas democráticas, así como por la reiteración de proyectos políticos fracasados, que prometían cambios pero que, tras alcanzar el poder, defraudan a sus votantes.
Navarro sabe que gran parte de los cambios sociales en la Historia se han producido por la fuerza y violencia política, la desobediencia civil no necesariamente pasiva, las huelgas salvajes y otras situaciones que abren las puertas a la transformación social. En sentido metafórico, el 2 de mayo de 1808 sería un buen ejemplo de ello. Iglesias rememoró el 2 de mayo como una fecha de un pueblo que se alzó democráticamente, y en parte tiene razón, lo que olvida o pasa de puntillas es que aquella transformación democrática se tiñó de la sangre de muchas personas, de guerra y destrucción.
Bien es sabido que, si bien Navarro es crítico con la estrategia de Podemos en prescindir del análisis de clases, es coincidente en muchos otros aspectos, tal cual sería la teoría que delegando mediante el voto es posible el cambio político radical. Una opinión respetable, pero no acorde con las enseñanzas de la historia o nuestro violento presente.
¿Qué papel han jugado formaciones como Podemos, Barcelona en Comú, o incluso la misma CUP en calmar y canalizar el descontento social presente en el 15M? Posiblemente uno importante, produciéndose un contexto de endémico malestar pero que, mediante el voto y la vía parlamentaria, ha encontrado en formaciones como Podemos válvulas de escape, aunque las soluciones y los cambios sean, después de la primera eclosión de la formación en la elecciones europeas de 2014, bastante escasas.
Pensar que las transformaciones sociales llegarán bajo la doctrina del diálogo social, hipótesis defendida por intelectuales como Navarro o formaciones como Podemos, no deja de ser una rémora del régimen de 1978, cuando en los llamados Pactos de la Moncloa las izquierdas, a cambio de la paz social, debían de conquistar derechos tales como una educación, sanidad y ayudas públicas para quienes las necesitase, es decir, la creación de un auténtico Estado del Bienestar. Podemos intenta canalizar el descontento social producido tras las crisis de 2008, en parte por esa ruptura del pacto de la transición, ya que sanidad, educación y derechos recibidos han sido recortados o suprimidos. Pero tampoco representa una gran novedad con respecto al esquema de partidos de 1978, de igual modo que otra formación al alza, como sería la derechista Ciudadanos.