Ciudadanía frente a Clase
En nuestro presente parece evidente que la conciencia de clase trabajadora no pasa por sus mejores momentos. De hecho si observamos la actualidad política encontraremos indicios claros de dicha crisis de conciencia.
En los estados desarrollados, lo que comúnmente se conoce como Primer Mundo, tanto formaciones políticas e intelectuales de izquierdas han suprimido de sus discursos el análisis de clase. Se acepta la difusa conciencia ciudadana en lugar de la más específica de clase obrera, al tiempo que se aceptan los parámetros discursivos del liberalismo sin discusiones: nación, repesentatividad, ciudadanía, derechos y deberes, etc.

Un ejemplo de lo afirmado lo podemos encontrar en una entrada del blog personal de Íñigo Errejón, uno de los dirigentes más destacados de Podemos. El texto contiene varias reflexiones interesantes sobre la situación del sistema de partidos tras las elecciones del pasado diciembre de 2015, pero lo que nos resulta interesante son ciertos esbozos del discurso político de Podemos, por ejemplo cuando afirma que:
«Podemos llegaba a las elecciones habiendo hecho una adaptación y refinamiento de la hipótesis nacional-popular que está en el corazón de su nacimiento como fuerza política. Según ésta, la crisis orgánica y la ofensiva oligárquica habían abierto una brecha entre el ‘país real’ y el ‘país oficial’, que el 15M nombró, evidenció y amplió. El descontento y la desconfianza generalizados y transversales pero desanclados -que no encontraban cauce o contención en las identidades disponibles- posibilitaban una identidad política nueva: un espacio para un discurso patriótico de nuevo tipo, refundacionalista, que identificase los intereses nacionales con los de las mayorías golpeadas y maltratadas en los años del ajuste y la regresión democrática: la ‘gente’ o un pueblo ya escasamente representado por un sistema político que da muestras de agotamiento.(…)
Lo cierto es que esta hipótesis nacional-popular, capaz de fundar una identificación política que ha obligado a reposicionarse a todo el resto de actores en el mapa y de romper los equilibrios y la gobernabilidad de las élites, requería de dos matizaciones de calado, dos traducciones a su contexto geográfico e histórico. España es un país plurinacional y en el que la institución exitosa y los procesos de modernización han generado una composición social individualizada en la que la relación con lo público se establece a menudo más como “ciudadano” que como “pueblo”. La hipótesis nacional-popular, así, se ha enriquecido, diversificado y reforzado con lo plurinacional y lo ciudadano, ganando en capacidad de articular sectores culturalmente diversos.
Con respecto a esta vertiente ciudadana o “cívica” nos referimos a tres elementos, fundamentales para construir un nuevo bloque histórico en el que los sectores autopercibidos como “medios” juegan un papel decisivo como argamasa cultural y de opinión pública y modelos de conducta» (texto completo).
En un plano especulativo y abierto a la discusión, Podemos representaría un ejemplo de movimiento ciudadanista que lucha, al fin de cuentas, por el retorno a unas pocas décadas atrás, cuando las políticas sociales aumentaban en lugar de decrecer. Si hiciéramos una analogía histórica, Podemos y otras formaciones similares que han aparecido en Europa, como sería el caso de Syriza en Grecia, son herederas de aquellos partidos, sindicatos y organizaciones que ya durante el siglo XIX y más concretamente en el XX, plantearon que el camino hacia el Socialismo podía ser posible bajo la participación democrática, las reformas legislativas y la ampliación de los derechos ciudadanos. Sin embargo, en el caso de Podemos renunciando aparentemente al discurso de clase y optando por asimilar el hecho de la existencia de la difusa y diversa conciencia ciudadana y de «clase media». El discurso de Podemos entiende que con un mensaje político fundamentado en la confrontación entre clases difícilmente podría ser asumido por las clases trabajadoras, las cuales se sienten en muchas ocasiones como parte de las clases medias. Podemos en el siglo XXI sigue estirando el chicle del nacionalismo español de corte republicano y progresivo nacido en el XIX, muerto tras la derrota de 1939 y que al parecer, bajo parámetros de personalidades como Errejón, intentan resucitar, pese a que la nacionalización española hegemónica sea monopolizada casi en exclusiva por la tradición españolista reaccionaria.
Así pues, no debe de resultar extraño que en la misma Puerta de Sol de Madrid, Pablo Iglesias comparase su avance político a uno de los mitos fundacional del nacionalismo liberal español, como fue el alzamiento del 2 de mayo de Madrid: