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Podemos y la promoción de un conciencia ciudadana, izquierdista y popular.

Popular

El término popular acepta muchos significados y matices, pero si pensamos en el mismo cómo lo que es tendencia del momento, Podemos es un movimiento popular, que no populista.

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Ha entrado en la escena política española con fuerza. Han apostado por reivindicar un nuevo tipo de nacionalismo español, que cómo hemos comprobado tampoco supone ninguna novedad histórica. En este sentido se les tiene que valorar como parte de la tendencia global generalizada, derivada del llamado pensamiento único, que es la que afirma que los viejos esquemas de lucha de clases son inoperantes, siendo substituidos éstos por un mero nacionalismo (o plurinacionalismo) español que, tampoco hay que olvidarlo, tiene sus orígenes en movimientos históricos como el republicanismo federal español del siglo XIX, así pues, novedad, lo que se dice novedad, Podemos no lo es.

El tiempo mostrará si su apuesta por la construcción nacional española será provechosa para esas clases «autopercibidas» como medias, que no deja de ser, en el fondo, un mero eufemismo para designar a la clase trabajadora. Algo parecido hizo el PSOE cuando formalizó su no marxismo en aquel famosos congreso en la Transacción, en el que Felipe González hizo el amago de dejar el mando si el partido continuaba definiéndose como marxista.

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Siguiendo los signos de los tiempos, los dirigentes de Podemos han transformado la protesta en la calle en espectáculo televisado, quedando claro que estas nuevas formaciones, más que contribuir al cambio social, lo frenan, puesto que han contribuido a disolver la tendencia de buscar complicidades en las calles y las plazas, por buscarlas en debates televisados y promovidos, curiosamente, por la «casta» que tanto es criticada.

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Tras analizar el discurso de Podemos y por extensión otras fuerzas, no dejo de tener la sensación que los cambios con respecto a 1978 son escasos. Alfonso Guerra a inicios de la década de 1980 era capaz de marcarse discursos que hoy pasarían como propios de Podemos. Ni el PSOE, ni mucho menos el PP parecen condenados a desaparecer y, en donde gobiernan fuerzas emergentes, la realidad de los hechos, con las consecuencias de años de recortes sociales sobre la mesa, con arcas vacías y en números rojos, hacen imposible que incluso entre los más sinceros y entregados sea posible el cambio por la vía electoral. Y esto es un debate que se suele rehuir.

Un partido como Podemos no deja de ser un recambio o complemento del PSOE: la vieja política española siempre ha sabido refundarse, y para una parte de las élites, la canalización del malestar del 15M compensa el tener un mapa de partidos más diverso, porque al final todo cambia para seguir igual.

 

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