Gracias al testimonio de varios familiares suyos, complementado por fuentes documentales y bibliográficas, el presente texto cierra la serie dedicada al abogado anarcosindicalista y trata de dar luz sobre sus años de exilio. Su preparación no hubiera sido posible sin la colaboración del periodista de investigación panameño Alexis E. Sánchez, ex miembro de la Comisión de la Verdad de Panamá que investigó los crímenes de las dictaduras de Omar Torrijos y Manuel Antonio Noriega, y autor de varias entrevistas y de algunas fotografías que aquí se publican.
Nuestra historia comienza cuando, en 1937, es contratado como abogado defensor por los familiares de los encausados en el proceso contra el Comité ejecutivo del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) tras los Hechos de Mayo acontecidos en Barcelona durante la Guerra de España. En ellos –recordemos– se enfrentaron anarcosindicalistas y comunistas anti estalinistas del POUM, de un lado, contra socialistas y comunistas del Partido Obrero Unificado de Cataluña (PSUC) y republicanos catalanistas (ERC), de otro.
La fase de instrucción del juicio empieza en junio. Don Benito es un buen letrado en un ambiente cada vez más asfixiante, donde su profesión y la militancia de sus defendidos –entre ellos Andreu Nin, secuestrado y asesinado, y Julián Gorkin— se entremezclan deliberadamente: acusado falsamente de espía y amenazado de muerte por los sicarios de Stalin, pronto abandona la causa. Tras ser avisado de que lo van a ir a buscar con orden de fusilamiento, se dirige en coche oficial hacia Francia. Acompañado de su esposa embarazada, Amparo Ordóñez, y de Benito, fruto de una relación anterior, cruzan la frontera a pie rumbo a Marsella. Poco después deciden marcharse los tres a Filipinas, donde ella tiene lazos familiares, y el 12 de noviembre de 1937 embarcan en Marsella en el Athos II.

En Manila pronto comienza a escribir y a dar charlas contra los franquistas: el 15 de enero de 1938 pronuncia su primera conferencia, organizada por la Liga para la Defensa de la Democracia[1]. De nuevo se topa con los mismos enemigos que había dejado en España: por un lado, la derecha reaccionaria, hegemónica “donde mandan los frailes de una manera que no se tiene idea si no es viéndolo. Son mayoría, pues con los rebeldes están, como es natural, los españoles ricos, en su gran mayoría, y otros muchos obligados por la necesidad, pues los dejan sin empleo si no se hacen falangistas”[2]; por otro, el Partido Comunista de Filipinas, que se encarga de mancillar el honor de Pabón entre la colonia de exiliados españoles hasta prácticamente aislarlo[3].
En julio de 1938, poco después de nacer su hijo Luis, regresa a Francia por un asunto profesional. Resuelto éste al cabo de unas semanas, vuelve a partir hacia Manila. En octubre, una vez terminado el juicio contra el POUM con sentencias más o menos leves, Pabón muestra deseos de volver a España[4]. Sin embargo, nunca más volverá a pisar Europa.
En el país insular logra trabajar en asuntos de abogacía, sobre todo en el bufete del conocido letrado filipino Claro M. Recto, ex miembro de la Corte Suprema de las Filipinas a nombramiento del Senado de los Estados Unidos (1935-1936). También trabaja en otros despachos redactando alegatos de pleitos y causas que le entregan, entre los cuales destaca la defensa del futuro presidente y dictador del país, Ferdinand Marcos, involucrado en 1935, siendo menor de edad, en el asesinato de Julio Nalundasan, candidato ganador en las elecciones para la Cámara de Representantes. Condenado a la pena capital, la exitosa apelación a la Corte Suprema de Filipinas en 1940 –escrita en español—es preparada por Pabón, aunque su autoría finalmente será usurpada por Marcos, a la sazón también abogado.
Alcanzada cierta prosperidad económica, las vicisitudes continúan para la familia Pabón. Su último hijo, nacido a comienzos de 1940, fallece pocos meses después. Al cabo de un año Benito es nombrado consejero en la Oficina Legal de la Corporación del Gobierno; pero en diciembre de 1941 comienza la invasión japonesa de Filipinas, un calamitoso escenario más de la II Guerra Mundial.
Nuestro protagonista es denunciado por la agrupación falangista de Manila, cuyo jefe provincial es José del Castaño. La orden proviene de Madrid, en concreto de Ramón Serrano Súñer, viejo conocido suyo: ambos se presentaron por Zaragoza a las elecciones de febrero 1936, siendo aquél compañero de Jesús, hermano de Benito, en la CEDA (coalición de derechas). Apresado por la policía militar nipona tras la ocupación de la isla de Luzón, es confinado junto a otros presos políticos de varias nacionalidades en el edificio Villamor Hall de Manila. Liberados muchos de ellos poco después, Pabón y otros con cargos de mayor importancia son trasladados a la prisión militar del Fuerte Santiago y, finalmente, al campo de internamiento de Santo Tomás, donde pasará dos largos años de cautiverio, parte de los cuales enjaulado en una estructura de bambú,
«casi a oscuras, sin poder hablar con nadie, incomunicado del mundo, en poder de gente salvaje” (carta a su hermano Antonio Pabón, Manila, 22 de septiembre de 1945. Archivo Albendea Pabón)

Puesto en libertad a comienzos de 1945 junto con tres mujeres españolas[5], permanece un tiempo más en el país insular junto a su hijo mayor arreglando ciertos asuntos de letrados, entre ellos cobrar unos atrasos del Gobierno filipino. Al fin, en septiembre parte hacia San Francisco rumbo a Cuba, donde le esperan Amparo y Luis. Antes de embarcar, escribe a su hermano:
«Yo me encuentro muy bien de salud y de energías. He engordado 40 libras, es decir el 50% de lo que pesaba cuando llegaron los americanos y nos liberaron” (carta a su hermano Antonio…, cit.)
Aún recala unos días en Nueva York y Panamá para hacer unas gestiones antes de llegar a Cuba, en diciembre. En la isla caribeña permanece un año y medio, instalada la familia en el barrio de Vedado de La Habana. Logra trabajar media mañana en una asesoría jurídica; el resto del tiempo lo dedica a un proyecto de escuela que tiene encargado.
Pronto le llegan dos ofertas desde Panamá: una para ocupar la cátedra de Derecho Civil en la Universidad de Panamá y otra de la Escuela Normal de Santiago de Veraguas Juan Demóstenes Arosemena, donde se abre convocatoria solicitando educadores. La pareja, agobiada por problemas económicos y con intención de no separarse, elige la segunda opción. Su residencia la fijan, a finales de junio de 1947, en las casas ubicadas dentro de la pequeña ciudad-escuela, donde ambos impartirán clases: Amparo, maestra de carrera, de español; él de Sociales. Aunque el sueldo no es elevado, tienen muy pocos gastos; la escuela les paga casa, comida y viajes y logran ahorrar algunos dólares.

Así, de febrero a abril de 1947 van de vacaciones a México D.F., donde él aprovecha la facilidad de acceso a libros de Derecho para redactar un informe destinado a un pleito relacionado con la administración japonesa de Filipinas que le encargan desde el archipiélago; en concreto, sobre el pago por parte de españoles de una deuda de un millón y medio de pesos a un banco inglés que después había gestionado un banco japonés. También contacta con un grupo de exiliados afín a la CNT del interior, partidaria de colaborar con el Gobierno republicano español en el exilio. Regresados a Panamá, la salud no acompaña a Pabón ni a su hijo Luis y gastan su dinero en médicos y traslados a la ciudad.
El año 1948 se presenta bastante mejor. Recibe un dinero de Filipinas que permite a la familia ir a descansar a Medellín (Colombia) durante los dos meses de vacaciones en las aulas. En este pais serán testigos del Bogotazo, una serie de disturbios que se inician con el asesinato del candidato presidencial del Partido Liberal, Jorge Eliecer Gaitán, de ideas socialistas.
Para el nuevo curso del año 1948, el matrimonio solicita el traslado a la Escuela Abel Bravo de la ciudad de Colón. Las horas de docencia, excepto una semanal dedicada a la Filosofía, cada vez se le harán más largas, máxime cuando su tiempo escasee por tener que dedicarse a otros asuntos tales como la organización, en verano de 1951, de una gran feria Agropecuaria, Comercial e Industrial, a cuya Comisión Ejecutiva pertenece en calidad de Secretario; la organización de actos con motivo del centenario de la ciudad de Colón, por los que recibirá una medalla al mérito ciudadano; y la coordinación de la Exposición Comercial internacional (1952).

El exceso de trabajo propicia que no acuda a las revisiones médicas prescritas y cae enfermo en enero de 1954. Tras un periodo de recuperación, en verano tiene un nuevo achaque. Fallece en el hospital Santo Tomás de la Ciudad de Panamá el 28 de agosto de 1954, a las diez de la mañana, víctima de un aneurisma en la aorta abdominal.

Benito Pabón formó parte de aquel grupo de educadores españoles y chilenos que fueron pilares del sistema educativo panameño que formó a toda una generación de políticos, magistrados, profesores, etc. Hombre admirado y respetado, quienes lo conocieron dicen que era muy generoso, más allá de lo que tenía, brillante y muy ecuánime. Como tantos otros exiliados españoles, mantuvo siempre la esperanza de regresar a su tierra o, cuando menos, poder viajar a Francia para abrazar a sus familiares. Nunca quiso renunciar a su nacionalidad española, a pesar de las angustias y privaciones que ello conllevaba.
Amparo Ordóñez tuvo en mente escribir la biografía de su marido, pero no se decidió a hacerlo antes de que una inundación destruyera la documentación que tenía.
Desde 1932 podemos encontrar artículos de Pabón en periódicos madrileños como CNT y La Tierra. De su estancia en Filipinas nos queda Es preciso salvar los viejos archivos Hispano Filipinos (Manila 1940), un opúsculo dedicado a las autoridades filipinas escrito con la intención de poner a salvo el legado documental de la época colonial.
En el año 2016 fue rehabilitado en el Colegio de Abogados de Madrid, cuya Junta de Gobierno revocó los acuerdos adoptados por esta institución en 1939 para expulsar a un total de sesenta y uno abogados acusados de pertenecer o simpatizar con la masonería.[6]
Y sesenta y tres años después rescatamos nosotros la memoria indeleble de un hombre que buscó la justicia social lejos de dogmatismos y beaterías. Quizá por ello haya sido un olvidado entre los olvidados de la Historia.
(Artículo tomado, corregido y ampliado de Humanitat Nova, Revista de Cultures Llibertàries, núm. 03/04, año 2018, Mallorca; pp. 8-12. También apareció bajo el título «Un exiliado español olvidado por la historia» en el diario La Estrella de Panamá, el 27-7-2018
Bibliografía:
- ALBA, Víctor; Ardevol, Marisa (1989): El proceso del P.O.U.M. (Junio de 1937 – Octubre 1938). Transcripción del sumario, juicio oral y sentencia del Tribunal Especial. Documentos Judiciales y Policiales. Lerna, Barcelona.
- GODICHEAU, François: “El proceso del POUM: proceso ordinario de una justicia extraordinaria”; en revista Historia Contemporánea núm. 29, febrero de 2004. Universidad del País Vasco; pp. 839-871.
- ÍÑIGUEZ, Miguel (2008): Enciclopedia histórica del anarquismo español, II. Asociación Isaac Puente, Vitoria.
- RODAO GARCÍA, Florentino: “Falange en Extremo Oriente, 1936-1945”; en Revista Española del Pacífico nº 3, enero-diciembre 1993.
- RODAO GARCÍA, Florentino (2002): Franco y el Imperio Japonés. Imágenes y propaganda en tiempos de guerra. Plaza & Janes, Barcelona.
- RODAO GARCÍA, Florentino (2014): La Comunidad Española en Filipinas, 1935-1939. El impacto de la Guerra Civil Española y de los comienzos de los preparativos de la independencia de Filipinas en su evolución e identidad [tesis doctoral leída en la Universidad de Tokio el 28 de febrero de 2007]. Disponible en: http://eprints.ucm.es/23171/9/totalpdf12-S.pdf (consultada el 2-3-2018).
- STEVENS, Frederic H. (1946): Santo Tomas internment camp. Frederic H. Stevens [edición privada limitada], Stratford House, Inc. (USA).
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