El asesinato
El diez de febrero de 1938, en Barcelona, hacia las diez de la noche, un joven de unos veinte años vestido con el uniforme de capitán del Ejército había encendido un cigarrillo. Tenía una cita. Era un frío día de invierno. El lugar era solitario y desapacible, las casas más cercanas se encontraban a unos quinientos metros de distancia. Estaba esperando en la calle Legalidad, a la altura de Alegre de Dalt, en una zona despoblada, sin urbanizar, cercana a la casa conocida como Can Compte. Era una calle flanqueada por dos cunetas, que apenas la diferenciaban de las huertas circundantes. Se aproximaron los dos hombres con los que había concertado la cita. En respuesta a su saludo el más cercano, a su izquierda, le disparó, a medio metro de distancia. La bala penetró por el mentón hacia la izquierda de la boca, siguiendo una trayectoria de abajo arriba y de izquierda a derecha que destrozó dos piezas dentarias, parte del paladar y se incrustó en el cráneo, sin provocar orificio de salida. El segundo hombre se aseguró la muerte del capitán disparando dos veces en la cabeza del cuerpo ya tendido en el suelo, decúbito supino. Del cráneo destrozado por las tres balas se desparramaban los sesos. El cadáver formó un gran charco de sangre que silueteaba su cuerpo. En el suelo se encontraba, a poca distancia, un cigarrillo, una gorra militar y dos casquillos de bala del calibre 9 milímetros, corto.
Hacia las once de la noche Jaime Planella, sereno de la zona, encontró el cadáver de un hombre uniformado, perpendicular a la dirección de la calle. Avisó por teléfono a comisaría. Presentados la policía y el juez de guardia en el lugar del asesinato se registró el cadáver, y por la documentación encontrada se le identificó como León Narwick, o quizás Narwicz o bien Narwich, ya que la última letra del apellido era dudosa y totalmente ajena a la grafía española. Era capitán de las Brigadas Internacionales, primera compañía, cuarto batallón, 13 Brigada, 45 División del Ejército del este. El 14 de febrero el cadáver de Leon Narwicz fue sepultado en la fosa común del cementerio del Sud-oeste de Barcelona.

El 26 de marzo de 1938 el delegado de las Brigadas Internacionales, capitán Jesús Prados Arrarte se presentó en el juzgado, a requerimiento del juez, para responder a sus preguntas. Declaró altaneramente que el capitán Leon Narwicz era de nacionalidad polaca, que había sido voluntario en las Brigadas Internacionales y que en la actualidad trabajaba en el Servicio Militar de Investigación (SIM) de las Brigadas Internacionales. Leon en polaco no lleva acento. Identificó a Narwicz por las fotografías que le enseñaron. El capitán Prados exigió que se permitiera a Kurt Laube, jefe del SIM y de la delegación de las Brigadas Internacionales en Barcelona, que retirara la documentación y los efectos personales del fallecido, que finalmente le fueron entregados el 12 de abril. El recibo firmado por el jefe del SIM en Barcelona detallaba los objetos pertenecientes al difunto: varias fotografías, algo más de doscientas pesetas, una pluma estilográfica de color negro, un reloj pulsera de color blanco, un encendedor, un peine, una carterita con billetes de metro, un pañuelo sin iniciales y, aunque no se detalla en el recibo, cinco hojas numeradas de inscripción del Socorro Rojo del POUM, amén de su documentación personal y una libreta con direcciones.
En la libreta de direcciones de Narwicz aparecía el domicilio de Munis, dirigente de la Sección Bolchevique-Leninista de España (SBLE). El comisario general dictó orden para que se montara un servicio de vigilancia en el piso cuarto de la casa número trescientos ocho de la calle Valencia, con el objetivo de detener a Munis y a sus posibles cómplices o colaboradores. El comisario general seguía las instrucciones que le daba Julián Grimau García. Grimau estaba al tanto de la operación del SIM, preparada por dos de sus agentes, el asesinado capitán Narwicz y otro, conocido como Marx o Joan, que estaban trabajando en el intento de la policía política soviética de infiltrarse en las filas de los bolchevique-leninistas.
A las trece horas del día 13 de febrero de 1938, los policías Antonio Martínez, José del Olmo, Francisco Llobet y Manuel Dayán, al mando de un numeroso despliegue policial se presentaron en el domicilio de Munis para detenerlo. Antes de entrar en dicho domicilio ya habían detenido a Jaime Fernández Rodríguez y Luis Zanon cuando se disponían a visitar a Munis. Al intentar detener a Munis, éste se abalanzó sobre el agente Francisco Llobet, al que arrebató la pistola. Se creó una situación confusa y peligrosa que se resolvió cuando Munis, ante el requerimiento y aviso de Jaime de que la casa estaba rodeada por un enorme despliegue policial, desistió en su resistencia devolviendo la pistola.

Munis, Jaime Fernández y Zanon junto con otros militantes de la SBLE apresados en días posteriores: el italiano “Adolfo Carlini” (Domenico Sedran), el danés Aage Kielso (que consiguió fugarse de la prisión), el checo Víctor Ondik y Teodoro Sanz, estuvieron detenidos durante un mes en la checa del SIM sita en los sótanos de Plaza Berenguer, la sede de la Brigada Criminal, sometidos a toda clase de torturas por un equipo de agentes del SIM, dirigido por Julián Grimau: palizas, simulacros de fusilamiento, cabellos arrancados de cuajo mediante tenazas, varios días sin alimento ni agua, hasta el punto de verse obligados a beber los propios orines, etcétera.
Los detenidos dormían en Jefatura Superior de Policía, en vía Layetana y eran trasladados diariamente en una furgoneta a la plaza de Berenguer, sitio de los interrogatorios. Ambos lugares estaban a unos cien metros de distancia
Zanon, que había sido separado del resto del grupo, era el único que dormía en el local de la Brigada Criminal. Se derrumbó sicológicamente, absolutamente aterrorizado. Grimau consiguió que Zanon firmara una «confesión» que acusaba a sus camaradas del asesinato de Narwicz, de la que se retractó en cuanto ingresó en la Modelo.
Leon Narwicz, antes de las Jornadas de Mayo, se había presentado como simpatizante de la oposición rusa, consiguiendo la confianza de Nin, Gorkin, Landau y Andrade. Con su cámara de fotos había recorrido los distintos locales del POUM. El grupo de acción del POUM que mató al capitán Narwicz estaba formado por Albert Masó March y Lluís Puig. Ninguno de ellos fue detenido. Con la muerte de este agente polaco del SIM, el POUM quiso vengar el asesinato de Nin y la represión desencadenada contra el partido desde el 16 de junio de 1937. Las fotos de Narwicz habían jugado un papel insustituible en la identificación y detención de los dirigentes y militantes poumistas por la policía. Puig murió de tuberculosis en la prisión de La Santé en París, en 1939. Masó fue un destacado militante de Socialisme ou Barbarie y durante la Transición trabajó en el fracasado intento de reconstrucción del POUM. Munis, autor de destacados libros de teoría marxista, fundó en 1958, con el poeta surrealista Benjamín Péret, un grupo revolucionario (Fomento Obrero Revolucionario), en el que militó también Jaime Fernández. El torturador Julián Grimau, militante del PCE, fue detenido, interrogado, torturado, juzgado, condenado y fusilado en Madrid en 1963. El régimen fascista lo convirtió en un mártir antifranquista.
Todos ellos habían tenido un punto común de referencia: el asesinato de Leon Narwicz, agente de la policía política soviética y del SIM, en la calle Legalidad, el diez de febrero de 1938, hace ahora 81 años.
Pensar “el caso Narwicz”
¿Por qué es importante el caso Narwicz? ¿Qué novedades aporta a la historiografía? ¿Cómo comprender un asesinato de hace casi ochenta años?
El caso Narwicz es importante porque sabemos que fue agente de la NKVD antes de mayo de 1937, y como tal supo ganarse la confianza de los líderes del POUM y obtener fotografías de sus dirigentes, que más tarde sirvieron para su identificación y detención. Sabemos que Leon Narwicz y Lothar Marx intentaron infiltrarse en la SBLE. Sabemos que Leon Narwicz obtuvo una cita con militantes poumistas, que ya vivían en la clandestinidad, con el objetivo de obtener pruebas en el juicio en curso contra sus dirigentes, y para desmantelar la organización clandestina de ese partido. La cita le resultó fatal, porque el POUM conocía ya el papel jugado por Narwicz antes de mayo de 1937. Por esa razón, fue ejecutado por el comando que le dio la cita. Cuando el jefe del SIM en Barcelona identificó su cadáver, certificó su pertenencia al SIM y se llevó documentación comprometedora que pudiera implicar al otro agente infiltrado: Lothar Marx.
Por lo tanto, el capitán polaco de las Brigadas Internacionales, Leon Narwicz, es la prueba evidente de un agente de la NKVD, anterior a mayo de 1937, que en febrero de 1938 era agente del SIM. Y este dato irrefutable, comprobado documentalmente, comporta algunas consecuencias:
Primero. Que el SIM era la españolización del NKVD.
Segundo. Que NKVD y SIM compartían agentes e informaciones.
Tercero. Las dos anteriores certezas, nos permite plantear la hipótesis de una subordinación total del SIM a la NKVD.
El asesinato del capitán Narwicz por un grupo de acción del POUM rompe con la imagen victimista del POUM, que ese partido siempre ha querido ofrecer, no sin razones de peso. Y aparece la imagen de un POUM que, en ocasiones, sabía responder certeramente al acoso represivo de los estalinistas, porque al fin y al cabo el POUM era un partido marxista y no una asociación pacifista. Lluís Puig y Albert Masó constituyeron el comando del POUM que asesinó al capitán Leon Narwicz, como venganza por la desaparición de Nin, la ilegalización del POUM, la persecución, asesinato y/o detención de sus militantes, y el proceso moscovita contra sus dirigentes.
Por otra parte, que fuera Julián Grimau quien se hizo cargo de los interrogatorios y de las torturas de los acusados por el asesinato del capitán Narwicz no fue una mera casualidad, sino que demuestra el interés de los soviéticos en la venganza del asesinato de su agente. Asesinato que fue atribuido falsamente a militantes de la Sección Bolchevique-Leninista de España, porque de este modo eliminaban a este grupo político trotskista. Grimau, en esos momentos, era el “ojo de Moscú” en Barcelona. Grimau torturador, como aparece diáfanamente en las actas de los interrogatorios por él firmadas. Grimau torturador, como testimoniaron los trotskistas que martirizó, como detalló Domenico Sedran (“Adolfo Carlini”) en sus memorias, como describió Zanon en la Cárcel Modelo, libre ya del terror a las torturas. Grimau, el torturador torturado por la policía franquista, en 1963. Grimau, el torturador fusilado por el régimen fascista de Franco, que lo convirtió de este modo en un mártir antifranquista. ¿Tuvo que elegir Grimau entre la expulsión del partido o el martirio? Curiosamente había un destacado personaje político y taimado burócrata del PCE, Santiago Carrillo, que ganaba con ambas opciones. Paradojas de la historia: el alguacil alguacilado.
Barcelona, mayo de 2019
Ampliación del artículo publicado en: La Barcelona rebelde, Octaedro, 2008 / Biografías del 36. Descontrol, 2016
Bibliografía:
1. Proceso contra la SBLE, en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. Resumido y comentado en Agustín Guillamón (dir.): Documentación histórica del trosquismo español. Ediciones de la Torre, 1996, pp. 201-249.
2. SEDRAN, Domenico: Memorie di un rivoluzionario, en Critica Comunista, números 8-9 (1980).
3. Varios Autores: Biografías del 36. Coordinado por Agustín Guillamón y Paolo Casciola. Descontrol, 2016. [Biografías de Albert Masó, Munis, Domenico Sedran y Aage Kielso. Noticia sobre el asesinato de Leon Narwicz].