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ACTIVISTAS NACIONALISTAS VASCAS EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX: EMAKUME ABERTZALE BATZA

Euskal Herria también miró hace un siglo al espejo irlandés. Pocos procesos independentistas han tenido una influencia tan intensa y duradera en nuestro país. Quizá por su proximidad geográfica y por sus éxitos políticos, tal vez por la rebeldía y tenacidad de los patriotas irlandeses, por su ejemplar perseverancia en la lucha, lo cierto es que para el nacionalismo vasco la simpatía y solidaridad con los irlandeses, mayoritariamente católicos, fue algo natural, un impulso que se convirtió en cultura política. Aunque todo sea dicho, también fue utilizada para la disputa interna. Las dos facciones del PNV, Comunión y Aberri, se inspiraron en distintos actores del proceso irlandés.

El papel de Sabino Arana en el nacionalismo vasco

El nacionalismo vasco es un fenómeno de importante incidencia social aparecido en el País Vasco a principios de siglo XX, sobre todo en Vizcaya, en el contexto de reacción ante los profundos cambios poblacionales, económicos, culturales, sociales, y lingüísticos que la rápida industrialización y el liberalismo ejercían sobre su territorio. Como consecuencia de la industrialización y de la llegada de emigrantes, la población vizcaína experimentaba un rápido aumento de población. Unos datos: en 1860, Bilbao tenía 27.583 habitantes, que pasaron a más de 80.000 en 1900, después de las anexiones de Abando, Deusto y Begoña. Además, la lengua euskaldun estaba amenazada. Ya en el siglo XVIII, incluso antes de la industrialización, en Bilbao el euskera se utilizaba muy poco y con la llegada de la emigración el fenómeno se agudizó. De hecho, entre las clases medias ilustradas bilbaínas a las personas que hablaban euskera se las consideraba aldeanas, se las menospreciaba. Se consideraba que iban contra la modernidad, que estaban apegadas a la tradición. Ello llevó a muchos sectores de la población, principalmente de zonas rurales, a sentir un temor a perder sus raíces.

Aunque el surgimiento del nacionalismo no pueda desvincularse de procesos históricos anteriores relacionados con la pérdida de los fueros y de su correspondiente elaboración
ideológica, no puede negarse la importancia de Sabino Arana en la consolidación y posterior extensión de lo que en pocos años se convirtió en un movimiento de grandes proporciones. Esta es la razón por la que puede considerarse que el aranismo fue el motor ideológico de las prácticas nacionalistas del primer tercio de siglo, así como de los años que siguieron a la guerra civil (1936-1939).

El Partido Nacionalista Vasco (oficialmente Euzko Alderdi Jeltzalea-Partido Nacionalista Vasco, EAJ-PNV) es un partido político nacionalista fundado en Bilbao el 31 de julio de 1895 por Sabino Arana. Su publicación entre 1909 y 1913 fue: Bizkaitaŕa: jaun-goikua eta lagi-zaŕa (Vizcaíno: Dios y leyes viejas). El PNV se creó para defender sus tesis en pro de la raza vasca, la recuperación de los fueros y la independencia de la «confederación vasca”. Con el transcurso de los años su ideario se moderó, pero Bilbao devino el laboratorio donde las actividades culturales y deportivas de los jóvenes militantes fueron puestas al servicio de una estrategia de reconstrucción de la personalidad vasca.

Sabino Arana, fundador del PNV, murió en 1903 a la edad de 38 años. Presentaba un perfil muy común en la época, un machismo visceral (en su opinión, la mujer era vana, egoísta, superficial e inferior al hombre), además de posiciones respecto a los otros pueblos que hoy consideraríamos claramente racistas, aunque se moderó algo en sus últimos años. Aparte del referente mítico de la lengua, común en la mayor parte de los nacionalismos europeos desde los románticos alemanes, Arana dotó a su movimiento de un tinte tradicionalista (reclamación de los «fueros» como constitución propia del país) y de un confesionalismo católico rayano en el integrismo, que quedaron reflejados en su lema Dios y leyes viejas. Hizo objeto de sus ataques a los inmigrantes venidos de otras regiones de España, a los socialistas y al movimiento obrero en general, así como a los principios de tolerancia del liberalismo. Sabino Arana consiguió así atraer hacia su causa a muchas clases medias de la provincia de Vizcaya, sacudidas por el avance de la revolución industrial.

Según la ideología que promulgaba Arana, la mujer, esposa y madre, estaba destinada al cumplimiento de la función reproductora desde una doble vertiente. Por una parte, en la medida de que era el sujeto de reproducción biológica, sería la responsable de la conservación de la raza frente a la amenaza de absorción y disgregación como grupo humano; y, por otra parte, la mujer sería investida con la función de conservación y reproducción del acervo ideológico, cultural y lingüístico distintivo del nacionalismo. La esposa y madre vasca se mudaba así en la productora y reproductora de identidad nacional de las generaciones en fase de socialización. La organización que articuló toda esta ideología y discurso de género en la primera mitad del siglo XX fue Emakume Abertzale Batza (EAB), una organización femenina filial del PNV surgida en 1922.

El semanario Aberri

Entre los nacionalistas, la iniciativa de permitir la incorporación de las mujeres a su movimiento surgió en 1906 de la organización del PNV, y, más concretamente, del semanario Aberri, órgano de la Juventud Vasca de Bilbao (fue la organización independentista más influyente y activa en el seno de la comunidad nacionalista, el principal agente de creación y difusión del imaginario nacionalista vasco). En el ideario de Juventud Vasca, los emigrantes españoles que se habían instalado en el País Vasco debían ser despreciados por supuestamente traer consigo todos los males que estaban destruyendo la sociedad vasca tradicional. En muchos escritos, aparecían como portadores de una enfermedad que iba contagiando a la población vasca, cuyos síntomas eran, entre otros, la blasfemia, el ateísmo, la violencia y, en definitiva, la pérdida de todos los valores que supuestamente caracterizaban a los vascos. Por este contagio, éstos se estaban transformando en españoles, y lo único que podía salvarles era el euskera y la ideología nacionalista.

Hasta principios del siglo XX, las mujeres nacionalistas solo participaban en mítines y manifestaciones, pero no en la vida pública. En su número del 11 de agosto de 1906, Aberri les propuso salir de su anonimato llamándolas a colaborar con sus escritos en el semanario. El objetivo era que las propias mujeres se ocuparan de formar a las nacionalistas menos preparadas. Estas mujeres de las juventudes del partido con su incorporación a la vida pública desobedecían a sus padres, a sus directores espirituales y al propio PNV, que siempre les decían que la labor de las nacionalistas no tenía que trascender fuera del hogar. El lema era: las mujeres tenían que permanecer en la sombra, invisibles. Ello no solo ocurría en Euskadi, pero allí los postulados conservadores de la religión tenían mucho peso.

Por respeto a todos sus allegados, las mujeres que escribían en el semanario no firmaban con su nombre, sino que lo ocultaban bajo un seudónimo. Ellas no podían evitar sentirse inseguras en una tarea a la que nunca se habían dedicado, y sobre la que no había un acuerdo general de que fuera de su competencia. En aquella Euskadi tan tradicional no estaba bien visto que las mujeres trabajasen fuera del reducto casero. Ellas debían orientarse hacia el cuidado de la casa y, sobre todo, a tener hijos.

Probablemente, Arana no hubiera querido que las mujeres dieran el paso de escribir en la prensa. Pero aquellas valientes jóvenes pensaban, seguramente, que tenían derecho a opinar aunque sesudas cabezas masculinas vascas y del resto de España difundiesen que biológicamente ¡las mujeres eran inferiores a los hombres! No sabemos cómo debieron sentirse aquellas jóvenes que escribían en Aberri cuando el semanario Euskalduna (fuerista) las atacó. Lo más probable es que comprendiesen que Euskalduna pertenecía a la corriente moderada del PNV y, por tanto, polemizaba con el independentismo de Arana. Bien, el hecho es que algunas chicas bilbaínas decidieron seguir escribiendo en Aberri.

En un artículo del semanario Aberri publicado a finales de 1906, una joven hablaba del primer pensamiento de Sabino Arana. Explicaba a sus lectoras y lectores que este político quería lo mejor para su soñada nación vasca independiente y cuáles eran sus pilares fundamentales: la religión católica, las leyes viejas y la tradición vasca. Unas ideas esenciales que, precisamente, solían transmitirse principalmente de madres a hijas (como ocurría con el carlismo). La articulista escribía, también, que otro elemento importante del quehacer de Arana es que había fijado la grafía de la lengua euskera, idioma oficial en su proyecto de nación, y de cómo insistía en que las mujeres eran muy importantes en el renacimiento de esta lengua. La cultura euskaldun, recalcaba Arana, estaba amenazada. De hecho, en Bilbao apenas se hablaba euskera desde el siglo XVIII, y el idioma estaba retrocediendo también en zonas rurales de Vizcaya, aunque mucho menos en Guipúzcoa.

La joven escribía, principalmente, sobre el pensamiento de Arana respecto a la «raza vasca». Y remitiéndose a él decía: “Estad seguras, amigas -decía a sus presuntas lectoras- que si al menos vuestros primeros apellidos son vascos pertenecéis a la raza vasca y, aunque en algún caso quizás os pueda doler, a las que no son vascas debemos considerarlas extranjeras». La autora argumentaba que era preciso conservar la pureza de la raza y que las mujeres, como reproductoras del género humano, tenían en sus manos el porvenir de la raza vasca. Y seguía afirmando que para que esta fuera fuerte debían elegir un esposo vasco y renunciar a otro que no lo fuera. Y por si sus lectoras no lo sabían, les explicaba que Arana no les exigía un comportamiento heroico, aunque él sí lo llevó a cabo: estaba enamorado de una bilbaína y rompió con ella porque sus apellidos no eran vascos. La cronista decía a sus lectoras: ¡qué ejemplo nos dio con ello! Y más aún, seguía, «conoció a otra joven, Nikolasa Atxikallende Iturri, y no le pidió relaciones hasta saber que sus primeros 126 apellidos eran vascos. Entonces, aunque fuera una aldeana pobre e iletrada que apenas sabía castellano y no pudo ayudarle en su carrera política, Arana ¡se casó con ella! Y le hizo prometer sumisión y obediencia». Y la periodista acababa el artículo enviando un mensaje: «Amigas, tenemos la obligación de vigilar, la inmigración a Euskadi cada vez es más importante, ¡sobre todo la masculina!».

Euzkel Jantzitegia o El Ropero Vasco

Victorina de Larrinaga de Basabe, una mujer de la alta burguesía vizcaína nacida en 1866, militó en el nacionalismo vasco de primera hora financiando varias de sus empresas políticas, en especial el diario Euzkadi aparecido en 1913 y La Voz de Navarra en 1922, por lo que se le llegó a llamar la «Reina Vasca». Asistente asidua a las sesiones del III Congreso de Estudios Vascos de 1922, fue una de las grandes promotoras del Ropero Vasco, asociación de la cual fue nombrada presidenta honoraria.

El 2 de febrero de 1908 se fundó en Bilbao El Ropero Vasco, una organización benéfico-asistencial, precedente del Emakume Abertzale Batza, de carácter apolítico. Unos días después, tuvo lugar la primera reunión de mujeres de la asociación. Se decidió que estaría dedicada a la recogida de ropa y enseres para los sectores sociales más desfavorecidos. Había nacido tras un período de propaganday con el apoyo de las asociaciones nacionalistas Centro Vasco y Juventud Vasca de Bilbao. Tanto los nacionalistas radicales como los moderados se apresuraron a dar su bendición a la nueva asociación. Como patrona se eligió a Nuestra Señora de Begoña, patronal de Vizcaya. El Ropero siguió funcionando durante toda la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).

El Ropero aglutinaba a mujeres nacionalistas que aspiraban a contribuir a la consecución de los objetivos del PNV, no solo de forma individual, sino también colectiva, desde dentro y desde fuera del hogar. Surtiría gratuitamente de ropa a los necesitados, independientemente de que fueran nacionalistas o no, pero ¡a condición de que fuesen vascos y se identificasen como tales por sus apellidos!

Algunas mujeres que habían pensado hacerse socias del Ropero quizás cambiasen entonces de opinión, no lo sabemos. Las féminas vascas eran muy católicas y lo más probable sería que algunas sintieran piedad por los inmigrantes, la mayoría campesinos pobres, castellanos sobre todo, maketos en definitiva. (Maketos es el nombre despectivo que recibieron las personas que emigraron desde otras regiones de España a Vizcaya, y en general al País Vasco, a partir del último tercio del siglo XIX, como consecuencia del intenso proceso de industrialización que experimentaron estos territorios. El término tenía un sentido peyorativo, que fue extendido por Sabino Arana, fundador del nacionalismo vasco, a todos los españoles —España era Maquetania— a quienes consideraba los responsables de la «degeneración» de Vizcaya y de «Euskadi» —un neologismo inventado por él). Sabino Arana llegó a afirmar:

“Es preciso aislarnos de los maketos. De otro modo, aquí en esta tierra que pisamos, no es posible trabajar por la gloria de Dios”.

Ellas sabían que en las minas y en las fábricas autóctonos y emigrantes tenían que soportar unas condiciones brutales de trabajo y vida, y ello siempre inspira compasión. La doctrina social de la Iglesia ya había advertido que esta lástima debía convertirse en caridad y recordaba que se debía ayudar en la medida de las posibilidades a aliviar la miseria. Además de estas consideraciones, hay que tener en cuenta el trasfondo: los que llegaban de fuera estaban haciendo actos de protestas espontáneas y huelgas y todo ello era caldo de cultivo para el auge del socialismo.

El modelo irlandés: Emakume Abertzale Batza, la rama femenina del PNV

El 10 de abril de 1922 (dos meses antes de comenzar la Guerra Civil irlandesa que duró once meses), el irlandés Ambrose V. Martin O’Daly ofreció una velada literaria-musical y un discurso en los locales de la Juventud Vasca de Bilbao, organización presidida por Eli (Elías) Gallastegui (Bilbao, 1892). Allí mismo, aquel día, Gallastegui hizo una propuesta: constituir en Euskadi una organización de mujeres nacionalistas: Emakume Abertzale Batza (EAB) que sería similar a la irlandesa Cumann na mBan (Liga de Mujeres: este fue el nombre del ala femenina del IRA durante varios periodos). Pero Gallastegui dejó claro que las mujeres no tenían que actuar en política, proponiendo, a cambio, que ellas deberían implicarse en misiones de beneficencia, de asistencia social.

En la reunión se explicó que Cumann na mBan había nacido a partir de la lectura de un manifiesto en Dublín en 1914, donde un grupo de aguerridas mujeres proclamaron su voluntad de defender Irlanda de la ocupación británica, con las armas si era necesario. Su objetivo principal fue «avanzar en la causa de la libertad irlandesa, instruir a sus miembros en primeros auxilios, ejercicios militares y en prácticas de rifles para ayudar a los hombres de Irlanda» y «constituir un fondo para esos propósitos, que sería llamado The Defence of Ireland Fund». El 23 de abril de 1916, en el llamado Alzamiento de Pascua, una alianza de militantes republicanos que incluyó la Hermandad Republicana Irlandesa (IRB (organización secreta irlandesa cuyo fin último era la de establecer en Irlanda «una República independiente y democrática»), Cumann na mBan, el Ejército Ciudadano Irlandés(ICV) (grupo armado), los Fusileros Hiberneos(HR), y Fianna Éireann (Soldados de Irlanda), formaron un «Ejército de la República Irlandesa». Por las preguntas que las mujeres presentes hicieron al ponente, traducidas al inglés y al castellano, se percibió que algunas de las asistentes a la velada eran jóvenes aguerridas que, como las irlandesas, estaban decididas a dar su vida por la patria. En fin, durante el acto el tema de la violencia en Irlanda no impidió que la propuesta fuera inmediatamente secundada por una cincuentena de las mujeres asistentes.

Pongamos ahora el foco en la figura de Eli Gallastegi y Uriarte, promotor de EAB. Gallastegui nació en Bilbao el 20 de julio de 1892 y era un dirigente de la Juventud Vasca. Un año antes, en julio de 1921, el PNV se había escindido y dado lugar a dos grupos: Aberri (neologismo creado por Arana a partir de aba, que interpretó como sinónimo de la palabra ‘padre’, usada con significación de ‘antepasado’) y (h)erri con el significado de ‘patria’) y Comunión Nacionalista. Gallastegi fue uno de los impulsores de Aberri, organización claramente independentista (de aquí surgió la iniciativa de organizar a las mujeres nacionalistas dentro de un plan más general cuyos objetivos eran incorporar al nacionalismo a todos los grupos sociales, intento que se llevaría a la práctica con la fundación de Emakume en 1922 y en mayor medida durante los años treinta). La clara visión de futuro demostrada por Eli fue contraria a la de sus excompañeros de Comunión, que apostaron por un autonomismo. Gallastegui, uno de los predecesores del pensamiento de la izquierda abertzale, fue conocido con el sobrenombre de Gudari (soldado o guerrero), seudónimo con el que firmó la mayoría de sus innumerables trabajos periodísticos. Su primera forma de militancia fue enseñar el euskera. Como recuerda el anónimo prologuista de Por la libertad vasca, durante la Dictadura de Primo de Rivera Eli intervino en la primera huelga de hambre en la historia del nacionalismo vasco.

La historiadora Miren Llona ha subrayado la tensión que acompañó la incorporación de las emakumes al movimiento nacionalista vasco durante los años veinte y treinta. Esta incorporación debe ser entendida, en buena medida, como una conquista de las mujeres que pugnaron por rebasar los límites de actuación impuestos por los dirigentes nacionalistas, logrando abrir un nuevo espacio de sociabilidad e intervención política. Emakume Abertzale Batza (EAB) fue creada en 1922, se ha dicho. Karmele Errazti (Begoña, 1885) fue su primera presidenta y pronto se apuntaron a la organización hasta cuatrocientas mujeres nacionalistas que, en general, procedían de extractos sociales de la pequeña y mediana burguesía. Aunque Erratzi era oriunda de una localidad minúscula no fue vascoparlante en su juventud, ya que aprendió euskera en el instituto Kirikiño, lo que da una idea del estado en que se encontraba el euskera en Vizcaya. Después Erratzi se dedicó a la enseñanza del idioma vasco. Fue de las primeras mujeres, que escribió en la prensa patriota, popularizando el seudónimo de «Etxakin».

Siguiendo las directrices del nacionalismo vasco, los estatutos de EAB aludían a la mujer como quien «modela», «pone cimiento», «asegura que no se pierda y que se arraigue» la nación vasca, aunque paralelamente a la importancia de esta función se fueran insertando menciones a la sumisión de las mujeres a las autoridades eclesiástica y masculina. De hecho, no es fácil precisar la intencionalidad real que había en estas mujeres respecto a superar su situación de desventaja respecto a los hombres. No puede obviarse el hecho de que el discurso femenino nacionalista debía definirse en contraposición, precisamente, a quienes ondeaban banderas de emancipación feminista como las agrupaciones republicanas y socialistas.

En el seno de EAB las referencias directas al tema educativo eran constantes, tanto en la vertiente religiosa como en la moral y cultural. La transmisión del euskera, su preservación, quedaba en manos de las mujeres. La contrapartida vasca al modelo de madre social resultó ser entonces la madre patria. A partir de ese momento, Emakume tuvo una actividad febril, estableciendo cursos para aprender euskera, taquigrafía, mecanografía… Se crearon grupos de teatro, de hilanderas, se organizaron salidas al monte y se canalizó la participación de las mujeres nacionalistas en la propaganda y en los actos públicos. Las mujeres lo asumían, pero, en general, tenían un papel secundario o auxiliar. La actividad política seguía siendo básicamente ejercida por los hombres. Desconocemos si Emakume, organización independentista al igual que El Ropero Vasco, tampoco permitía que se beneficiaran de sus acciones las personas que no tuvieran apellidos vascos.

Pero lo cierto es que, con una fuerte base en la sociedad vizcaína tradicional y unida estrechamente a la imagen de la ama de casa, las integrantes de EAB lograron salir de su espacio habitual en el hogar y trabajar  en el ámbito de la solidaridad, en el de la enseñanza y en la transmisión cultural. Con el tiempo extendieron su labor al medio social y político.

La dictadura de Primo de Rivera (1923) impidió la expansión de EAB. Las asociaciones nacionalistas fueron ilegalizadas, así como otros partidos y sindicatos obreros.

Aunque como se ha comentado EAB había sido creada en 1922, su verdadera eclosión se dio a partir de la llegada de la II República en 1931. La organización rescató los objetivos que le habían caracterizado en los años veinte. En esas fechas se produjo lo que podríamos llamar “florecimiento” de la asociación. A partir de este momento, su protagonismo experimentó un crecimiento. Mujeres como Polixene Trabudua, Hydeen Agirre o Sorne Unzueta se convirtieron en grandes propagandistas del nacionalismo vasco. Durante esta nueva etapa podemos apreciar una mayor presencia de las mujeres en los actos del PNV, aunque se les seguía prohibiendo participar en las decisiones políticas del partido. Y a pesar del paso del tiempo, el viejo prejuicio de la superioridad masculina y la percepción de las mujeres como sexo débil y pecaminoso no desaparecieron del discurso de género nacionalista. Aún en 1937, en medio de la guerra civil, Polixene Trabudua, dirigente de EAB, definió las modernas doctrinas feministas como contraproducentes, no solo para la constitución física de las mujeres, sino para su alma espiritual y sensible.

Polixene había nacido en Sondika (Vizcaya) en 1912. Era muy joven, pues, en tiempos de la República. Su infancia y juventud transcurrieron en un ambiente rural cercano al caserío. Estudió en Bilbao y entró en contacto con la organización nacionalista independentista Juventud Vasca, presidida por Eli Gallastegui, propulsor de EAB. Su afinidad con este movimiento la llevó a integrarse en esta organización.

A la izquierda, Polixene.

En este contexto se crearon grupos de EAB en la mayor parte de los pueblos de Euskal Herria, y para 1936 eran más de 28.000 las emakumes afiliadas. El derecho a voto de las mujeres, aprobado en diciembre de 1931, se consiguió en el mismo periodo en que muchas militantes de EAB actuaban como mitineras.

En este contexto ideológico, por iniciativa de EAB, el 4 de mayo de 1932 se creó en Bilbao Euzko Ikastola Batza-Federación de Escuelas Vascas (EIB), que agrupó a las 14 ikastolas (escuelas) de Bizkaia y a una gipuzkoana que existían en ese momento. Como sede social se eligió Sabin Etxea (Casa de Sabino, refiriéndose a Sabino Arana) ubicada en Bilbao. Como ocurría en los años veinte, las impulsoras de la iniciativa consideraban que la enseñanza debía garantizar y nutrir la identidad vasca. EAB también llevó a cabo una gran labor en la educación informal tanto con niñas y niños y personas adultas. Con objeto de preparar ponentes y mitineras, por ejemplo, organizaban clases de oratoria.

Durante la República, EAB llegó también a Navarra. En 1936 había allí doce asociaciones legales de Emakumes en las siguientes localidades: Aoiz, Arbizu, Elizondo, Estella, Pamplona, Leiza, Marcilla, Goizueta, Sesma, Sangüesa, Tafalla y Villava. En total, se contabilizaban 2000 afiliadas. La más numerosa era la de Pamplona, con 700 militantes.

En 1936, cuando comenzó la Guerra Civil, muchas emakumes realizaron labores asistenciales en el frente y en la retaguardia. Repartiéndose el trabajo, confeccionaban ropa para los gudaris y recogían mantas y prendas de abrigo. En algunos casos, la labor de las mujeres de EAB en la retaguardia llegó a sustituir incluso a los hombres en algunas labores. Su trabajo en el frente y en los hospitales resultó imprescindible. También, en ocasiones acompañaron a las niñas y los niños al exilio y proporcionaron refugio a los gudaris.

Bittori Etxeberria, Itziar Mujika, Delia Lauroba y Tere Verdes fueron cuatro mujeres que vivían en diferentes lugares de Euskadi y Navarra durante el franquismo. A la vista de los demás, eran mujeres de a pie, cada una con su oficio. Pero las cuatro guardaban un secreto: fueron las precursoras de la ‘Red Álava’, una red de espionaje que entre 1937 y 1940 se dedicaba a trasladar información confidencial entre las cárceles y el Gobierno vasco, en aquella época en el exilio por la dictadura franquista. Con la caída de Euskadi, algunos líderes del gobierno vasco se trasladaron a Barcelona, donde formaron una especie de Gobierno en el exilio bajo la colaboración del Presidente Companys y la Generalitat de Catalunya. Estas mujeres, junto al grupo que formaron de entre 30 y 50 personas, se encargaban de dar comida y medicinas a los presos y, gracias a sus informaciones sobre el régimen de Franco, lograron impedir detenciones e incluso ejecuciones. Aprovechando su posición ideológica –la mayoría de ellas formaban parte de Emakume Abertzale Batza, y sus lazos con presos –contaban con hermanos en la cárcel o en el caso de Delia con su marido, que fue encarcelado y posteriormente fusilado–, eran las personas idóneas para el trabajo, que comenzaron en septiembre de 1937 tras la toma de Bizkaia por parte del bando sublevado y la rendición del Ejército vasco en Santoña (Cantabria).

Cuando las tropas sublevadas del general Franco entraron en Bilbao, muchas de estas mujeres tuvieron que marchar al exilio. En otros casos fueron represaliadas y soportaron penas de cárcel. Pero muchas emakumes se establecieron en Cataluña, que estaba en poder de los republicanos. Allí pusieron la nota cristiana propia de la asociación abriendo una capilla y con ella, reanudando el culto en zona «roja». También habilitaron una casa, que se llamó Gure-Etxia (Casa de Emakume Abertzale Batza). La capilla del nuevo hogar se hallaba en la calle del Pino, número 5. Se constituyó una junta directiva y comisiones de propaganda, cultura, hogar, culto, caridad y trabajo. Allí las emakumes organizaron cursos de euskera sin dejar de impulsar las suscripciones para las canastillas, etc. Pronto instalaron otra capilla en el llamado Hospital Euzkadi (el edificio estaba situado en la Avenida de la Mare de Deu de Montserrat, frente a la Fuente Castellana, en el barrio barcelonés de Guinardó). Más tarde instalaron y fundaron Hasiera (El Hogar) destinado a prestar alojamiento a las mujeres vascas que estaban refugiadas en diferentes pueblos de Cataluña. Así mismo, Hasiera recogía a religiosas y religiosos vascos que vivían en la clandestinidad y les proporcionaban pasaporte para pasar a Francia.

Otra de las actividades de las emakumes fue el proporcionar colocación y trabajo a gran número de refugiadas vascas que estaban en Cataluña, incluso poniendo en marcha un taller propio y un Ropero. Ellas, las emakumes, fueron noticia en Barcelona, sobre todo por sus intentos de restaurar el culto público que en forma privada ya practicaban en las dos citadas capillas. Para ello contaban con el beneplácito del ministro navarro de la República Manuel de Irujo.

Con la entrada de los facciosos en Cataluña, la organización deEAB se ramificó por el mundo estableciéndose en Francia, Bélgica, Inglaterra, Chile, Uruguay, Argentina y, sobre todo, en Arrecifes, Rosario y Tandil.

Una somera reflexión

El primer nacionalismo vasco, tal y como fue formulado por Sabino Arana, vio en las mujeres seres inferiores a la vez que enalteció las virtudes de un pueblo viril. Pero como se ha visto, utilizó a ellas en pro de su causa. Entre los dirigentes independentistas vascos varones de finales del siglo XIX y principios del XX había un intenso temor a que los emigrantes que buscaban trabajo en una Euskadi en proceso de industrialización diluyesen las raíces de la lengua, costumbres y “raza” del pueblo euskaldun. Entonces elaboraron un discurso de carácter racista contra los recién llegados y fomentaron la participación de las mujeres en la vida pública. Como señala la profesora Nerea Aresti: “Los años veinte del pasado siglo fueron testigos de cambios importantes en este sentido. La figura de la «madre de la patria» irrumpió en la escena política y alcanzó una gran relevancia simbólica. Se produjo entonces la incorporación sexuada de las mujeres al movimiento nacionalista vasco”.

Mientras en otras zonas de España, como por ejemplo Cataluña, el feminismo iba cuajando, en la organización vasca que los hombres del PNV impulsaron,EAB, la lucha de emancipación nacional se sobreponía a la lucha por los derechos de la mujer, no se cuestionaba la jerarquía establecida entre hombre y mujer. Y es que Emakume era una organización vinculada al Sinn Féin irlandés que nacía con la finalidad de ayudar a los hombres del partido en todos los aspectos posibles, desde el suministro de armas hasta el apoyo moral.

Como se ha visto en estas páginas, al igual que sus compañeros varones, las nacionalistas independentistas vascas fueron muy beligerantes con respecto a los trabajadores llegados de fuera. Por ello incidieron sobre todo en la enseñanza de la lengua. También en el tema de la caridad, como se ha visto, pero siempre que los receptores tuvieran apellidos vascos.

Se han visto aquí algunas de las causas. Había una dicotomía aldea /ciudad. Entre las clases medias ilustradas bilbaínas a las personas que hablaban euskera se las consideraba aldeanas, se las menospreciaba. Se consideraba que iban contra la modernidad, que estaban apegadas a la tradición. Ello llevaría a algunas vascas, principalmente de zonas rurales, a sentir un temor a perder sus raíces. Este temor aumentaba debido al rápido crecimiento de la población que experimentaba la provincia de Vizcaya, un aumento de población consecuencia de la industrialización que estaba protagonizada por los emigrantes. La cultura euskaldun, recalcaba Arana, estaba amenazada. Si como se ha señalado anteriormente en el siglo XVIII en Bilbao el euskera se utilizaba muy poco, con la llegada de la emigración el fenómeno se agudizaría. Para los emigrantes el euskera es un idioma muy difícil de aprender.

En Euskadi, Emakume nació auspiciada por la rama independentista del PNV y si bien representó una novedad, si se mira bien no se alejó demasiado de las actividades domésticas dentro del batzoki (sede política y social del PNV), un espacio cerrado donde el trato mantenía una cierta semblanza con las relaciones familiares. La sociedad euskaldun era muy cerrada, muy religiosa y tradicional. Como telón de fondo, hay que tener en cuenta que las vascas se incorporaron al trabajo industrial tarde. Por ello las mujeres que trabajaban asalariadas eran escasas. La industrialización vasca (minería y siderurgia, principalmente) no ofrecía trabajo a las mujeres, como sí ocurrió, por ejemplo, con la catalana.

Pasaron los años, pero en Euskadi la devoción a la religión y el amor a la patria permanecieron. Sabino Arana dijo en su día que el papel de las mujeres en la política había de estar vedado, pero él no sabía que la primera guerra mundial (1914-1918) provocaría grandes cambios en el mundo y que la modernización social iría adelante impulsada por la industrialización. En todos los sentidos, Euskadi no podía continuar cerrándose a estos cambios.

El 13 de septiembre de 1923, Primo de Rivera dio un golpe de estado. En Cataluña, donde desde 1919 se vivía una gran agitación, obtuvo intensos apoyos, sobre todo por parte de los sectores mejor aposentados. El militar se dedicó a ir contra todo lo que recordase elementos nacionalistas, e ilegalizó la mayoría de las asociaciones políticas.

Cuando se implantó la Segunda República española en 1931, las emakumes volvieron a constituirse como asociación nacionalista (mujeres como Polixene Trabudua, Hydeen Agirre o Sorne Unzueta se convirtieron en grandes propagandistas del nacionalismo vasco) y a tener presencia en el PNV, pero en ningún caso se les permitió participar en sus decisiones políticas. 

La pérdida de la guerra trajo para las emakumes el exilio en Francia, Bélgica, Inglaterra, mientras otras se establecían en Cataluña que estaba en poder de los republicanos.

La actividad de EAB desapareció en Euskadi durante la dictadura aunque la asociación permaneció activa en el exilio.

Fuentes utilizadas:

Alonso Olea, Eduardo J., Y después qué… Efectos de las anexiones de Abando, Deusto y Begoña a Bilbao. 1870-1936. BIDEBARRIETA 22 / 2011.

ARESTI, Nerea, “DE HEROÍNAS VIRILES A MADRES DE LA PATRIA. LAS MUJERES Y EL NACIONALISMO VASCO (1893-1937)”, Historia y Política, núm. 31, Madrid, enero-junio (2014), págs. 281-308.

Bizkaitarra, n.º 19

Emakume Abertzale Batza. El exilio. Auñamendi Eusko Entziklopedia, https://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/es/emakume-abertzale-batza/ar-47346-26564/

Emakume Abertzale Batza, mujeres comprometidas con la acción política, Sabino Arana Funndazioa, https://www.sabinoarana.eus/es/historias-vascas/efemerides/emakume-abertzale-batza-mujeres-comprometidas-con-la-accion-politica-20200602

FERREIRA, Maialenra, “La ‘Red Álava’, el grupo de espías vascos creado por mujeres durante la dictadura franquista”, El Diario.es, https://www.eldiario.es/euskadi/red-alava-grupo-espias-vascos-creado-mujeres-durante-dictadura-franquista_1_6298276.html

LLONA, Miren, «Polixene Trabudua. Historia de vida de una dirigente del nacionalismo vasco en la Vizcaya de los años treinta», Historia Contemporánea, n.º 21, 2000, pp. 459-485.

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Soledad Bengoechea, doctora en historia, es miembro del Grupo de Investigación Consolidado “Trabajo, Instituciones y Género” (TIG), de la UB y de Tot Història, Asociación Cultural.

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