El papel de Alfonso XIII en el desencadenamiento de la mayor derrota colonial sufrida por España en Marruecos deterioró gravemente la imagen del soberano que ya no era positiva. Su postura en el conflicto entre junteros y africanistas había mermado su autoridad. Según Pablo La Porte, al parecer, el monarca prometió a los representantes de las Comisiones Informativas (antiguas Juntas de Defensa Militar) que dilataría todo lo posible su disolución (iniciada en enero de 1922) . A lo largo del proceso de responsabilidades políticas iniciado para esclarecer las causas del desastre, su figura salió en numerosas ocasiones maltrecha y malparada de un debate parlamentario que, por primera vez en muchos años, cautivó la atención de la opinión pública. El rey sufrió acusaciones por parte de la minoría socialista en el Parlamento20.
Xavier Casals subraya el trato íntimo del rey con el general Fernández Silvestre el cual tenía el apoyo del soberano para sus planes en la bahía de Alhucemas, que terminaron con la catástrofe de Annual. Fernández Silvestre era popular y “campechano” como el mismo rey, permitía que la tropa le tutease y los oficiales próximos a él eran conocidos como “los manolos”. En julio de 1921, Alfonso XIII envió un telegrama a Silvestre incitándole a llegar hasta Alhucemas, del cual no se ha encontrado el original: «Olé, los hombres, el 25 (25 de julio Santiago Apóstol, patrón de España) te espero”, aunque según otros historiadores, como Luis Carlos Rejón, habría dicho: “Ole tus cojones”.21
Alfonso XIII era apodado “el Africano», ya que su vinculación con Marruecos se inició al mismo tiempo que su reinado. Apenas dos años después de la Semana Trágica del 1909 y acompañado de la reina Victoria, visitó por primera vez la zona asignada a España. Haciendo ver, en sus discursos, que dicha visita obedecía a su deseo personal de promover la colonización marroquí tanto como a sus obligaciones representativas. Pablo La Porte recalca, además, que el interés del monarca en los progresos de la colonización venía frecuentemente acompañado por iniciativas y sugerencias que no correspondían a sus competencias reales.22
El 18 de abril de 1922, el general Picasso hizo entrega de su informe a Sánchez Guerra, el cual en contra de la opinión de de la Cierva y del rey, lo remitió al Congreso. Allí se designaron varias comisiones parlamentarias para depurar responsabilidades al más alto nivel, entre las que se incluían las del propio rey. Éste, meses después, pronunció un discurso en Barcelona, el 7 de junio del mismo año, en el que evidenció el malestar que le ocasionaba la investigación. 23
La guerra colonial hizo que se cargaran al Ejército culpas que eran de todos y que eran el producto de muchos errores-Pero el Ejército, comprendiendo la magnitud del desastre, bajó la cabeza dando pruebas de disciplina y de amor a la Patria (…). Cuando se nos trae o se nos lleva, cuando se nos cree capaces de adoptar tal o cual actitud, se nos ofende a todos, pero todos tenemos la culpa, y yo el primero, por no haber cumplido nuestro deber protestando contra esas insinuaciones. Yo os ruego que os acordéis siempre de que no tenéis más compromiso que el juramento prestado a vuestra Patria y a vuestro Rey.
El 3 de noviembre de 1922 el ministro de la Guerra, Sánchez Guerra, remitió al presidente del Congreso una relación de testimonios deducidos del expediente y una serie de documentos y telegramas considerados de interés que se completó con la remisión de siete documentos más . Durante ese mes hubo duros y grave debates en el Congreso sobre el desastre produciéndose filtraciones a la prensa que exaltaban los ánimos de la opinión pública pues se barajaban cifras de hasta 14.000 muertos.24
El 28 de noviembre de 1922, se emitió por parte de una comisión senatorial el temido dictamen favorable a la concesión del suplicatorio del general Berenguer lo cual constituyó un duro golpe para la casta militar. El debate parlamentario, sin embargo, no se inició en el pleno del Senado hasta junio de 1923, bajo el gobierno del liberal Manuel García Prieto, el último civil presidente del gobierno hasta 1931.25
En el Congreso, por otra parte, el 10 de julio de 1923 se constituyó una segunda comisión de responsabilidades, la de los “Veintiuno”. Los liberales ya no defendían su dictamen anterior (el de la inhabilitación de tres cargos públicos), sino que entendían que para congratularse con la opinión necesitaban una indagación más amplia y que los trabajos de la comisión no se limitasen al estudio del expediente. Un mes después, Berenguer tuvo que declarar ante la misma. Otros testigos lo hicieron a lo largo del verano. Pero, sin llegar a un acuerdo, la comisión decidió convocar al pleno para el 1 de octubre momento en el que los 21 expondrían sus conclusiones y en que aquel efectuaría una votación general. Un pleno que nunca llegaría a reunirse.26
En los días inmediatamente anteriores al golpe militar, la crisis del régimen se hacía cada vez más evidente y una muestra de ello es lo que decía el diputado por Madrid del PSOE, Manuel Cordero, en El Socialista del 9 de septiembre:
La Monarquía encendió esta guerra para entretener y sostener un ejército superior a nuestras posibilidades económicas , por si llegaban momentos difíciles para ella poder volverlo contra el pueblo (…) Y la guerra de África, que es la ruina material de España, se sostiene nada más que por no declarar a la Monarquía fracasada y por no saber dónde colocar a los militares que sobran.
Cordero, además, ponía en la picota a Alfonso XIII:27
Hay que exigir responsabilidad, más que nadie, a la Monarquía; hay que insistir en obligar a los Gobiernos a abandonar Marruecos. O se abandona Marruecos, o España se disuelve.
Que Alfonso XIII sea el último Borbón que domine en España ¿qué importa? Esta sería, además, nuestra satisfacción. Siendo socialistas hemos de ser encarnizados enemigos de la Monarquía. Que se hunda la Monarquía en medio del ridículo y las risotadas de buen humor nos tiene completamente sin cuidado, pero que se lleve tras de sí en la catástrofe la vida del país, dejándole impotente para poder caminar, es cosa muy seria que no debe aguantar el pueblo español.
El mismo día del golpe, el 13 de septiembre, el presidente de la Comisión, Mateo Sagasta Echevarría, fue al Congreso a rescatar el Expediente Picasso, convencido de que el general Primo de Rivera quería destruirlo. Lo depositó en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos de la que era director y profesor, a la vez que confiaba su custodia a Enrique Jiménez Girón, profesor de la Escuela. Allí permaneció hasta el advenimiento de la República y el propio Mateo Sagasta devolvió el informe al Congreso en 1931, donde finalmente permaneció olvidado. Fue encontrado en septiembre de 1998 parte del mismo en el Archivo de la Cámara baja.28
La Dictadura se convierte respecto al desastre en lo que, Josefina Cuesta, califica como “una máquina de olvido institucionalizado”. Paraliza la Comisión de responsabilidades y apuesta por la impunidad del Ejército, que se materializa en las amnistías que desde febrero de 1924 se conceden a Navarro, Cavalcanti, Araújo, Berenguer, Lacanal y Tuero.29
Alfonso XIII sería finalmente condenado y procesado “in absentia” el 20 de noviembre de 1931 por el Congreso de los Diputados por su responsabilidad en los hechos.30
A modo de conclusión, la mayoría de historiadores no consideran que el Expediente Picasso fuese el detonante del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera del 13 de septiembre de 1923. Diversos factores influyeron en el ánimo de los sublevados como el desorden público, las reivindicaciones catalanistas, el descrédito de la clase política, la merma de la popularidad de la monarquía, entre otros. Dicho esto, muchos militares y Alfonso XIII veían con indignación y resentimiento, en el caso de los uniformados, cómo se ponía en cuestión su actuación el Marruecos y temían sufrir las consecuencias de la depuración de responsabilidades. En cuanto al papel del monarca, si bien no se ha podido probar que hubiera organizado la asonada, en ningún momento se opuso a ella, más bien todo lo contrario, beneficiándose de la capa de silencio que extendió sobre los hechos investigados por Picasso.