“Después de un intermedio amenizado por la música de las bandurrias, tomó la palabra el compañero T. de Barcelona. Dice que Colón fué á América é impuso la esclavitud”
“Actos conmemorativos del primer aniversario de los Mártires de Chicago”. Tierra y Libertad, nº13, 17 de noviembre de 1888, p.2.
Una ciudad en un llano
La ciudad de Barcelona del último tercio del siglo XIX era una ciudad anclada al mar y bien conectada a sus alrededores y otras regiones gracias al ferrocarril y al mismo puerto. Según el censo oficial del 31 de diciembre de 1887 tenía 272.481 habitantes y su término municipal por entonces era bastante más reducido que en nuestros días1. En aquel llano barcelonés el proyecto de ensanche diseñado por Ildefons Cerdà y desvirtuado por la acción especuladora2 empezaba a tomar forma, especialmente en el espacio comprendido entre las Plazas de Universidad y Tetuán así como la frontera con el municipio de Gràcia, de 45.042 habitantes censados en 1887, siendo por entonces el segundo en importancia del llano. La suma de todos los municipios sobrepasaba por poco los 400.000 habitantes. En ese llano o pequeña metrópoli las industrias y talleres proliferaban desde hacía años, pero aún pervivían entre los espacios no urbanizados actividades primaras a tiempo completo o parcial. Igualmente, la masa de artesanos o pequeños propietarios en algunos sectores, tales como panaderos, carpinteros, zapateros o sastres persistían ante los cambios que la industrialización provocaban en el devenir diario. El trabajo femenino o infantil con peores condiciones laborales que el masculino era también una realidad palpable. Los niños y niñas de las clases asalariadas solían comenzar a trabajar a la edad de 6 años. Las jornadas laborales, pagadas en base a salarios de hambre, podían alcanzar e incluso sobrepasar tranquilamente las 14 horas3 diarias.
Si en aquel mundo sin adolescencia el hombre cobraba algo más que mujeres e infancia, en contrapartida podía dar su vida en el marco de una guerra, puesto que las mismas eran periódicas, al igual que las epidemias y la presencia de enfermedades endémicas: cólera, tifus, tuberculosis… Un espectáculo que no sólo era común, por cierto, de España.
Las diferencias sociales en el último tercio del siglo XIX eran evidentes, la distancia entre la opulencia burguesa de algunos edificios del Paseo de Gracia contrastaban profundamente con las casas proletarias, minúsculas, insalubres y realquiladas por habitaciones en las cuales vivían miserablemente un gran número de personas excluidas de los placeres mundanos del Capitalismo. En Barcelona y su llano, al igual que en el campo andaluz, los barrios humildes parisinos o en los suburbios de cualquier ciudad industrial europea o americana se podía vivir en la miseria. Las noticias en diferentes periódicos de motines de hambre, muertes por enfermedad de personas debilitadas por una mala alimentación, o la visión de muchas localidades como nido de indigentes era una realidad cotidiana. En este sentido resulta sintomático los escritos del republicano francés Elías Reclus4 durante su viaje por España entre octubre de 1868 y marzo de 1869. En ellos afirmó de manera contundente y categórica que “los mendigos constituyen una plaga en España”5 y que en el caso de ciudades como Valencia el “oficio de mendigo ha sido arruinado por la concurrencia”6.

El anarquista errante.
Las relaciones internacionales del anarquismo han estado siempre presentes en su historia y han sido importantes para analizar dicho movimiento. Como aseguraba acertadamente Agustin Hamon7 en su “Psicología del Socialista-Anarquista”:
“la doctrina socialista-anarquista se enseña en todos los países y se halla á sus adeptos en todas las naciones. Es internacional en su enseñanza, y la mentalidad filosófica específica de sus adeptos se encuentra independientemente de su nacionalidad. Estos se reclutan en Francia como en Inglaterra, en Escocia como en España, en Italia como en Irlanda (…)”8.
El desarrollo del anarquismo fue muchas veces parejo a la circulación de migrantes económicos o políticos alrededor del mundo. En el norte de África, así como en los diferentes hemisferios americanos, por ejemplo, podemos encontrar diferentes grupos anarquistas y organizaciones establecidas en función de diferentes orígenes o dominios lingüísticos. Así, por ejemplo, podemos hallar de manera habitual a obreros anarquistas de múltiples orígenes en Estados Unidos9 o Argentina10, al igual que en ciudades del norte de África11. En el mismo sentido, ciudades como París, Londres y Barcelona o estados como el Suizo poseían la tradición de albergar a grupos e individualidades anarquistas de distintas nacionalidades de manera habitual.
El imaginario internacional del anarquismo
A menudo se comenta que existe cierta diferenciación entre el concepto de internacionalismo y el de cosmopolitismo promulgado por los y las anarquistas. El primero más ligado a un reconocimiento de las diferentes naciones y el apoyo de una fraternidad universal entre las mismas y, en el segundo caso, se especularía con una teoría que rechazaba más de pleno el mismo concepto de nación y se apoyaba en el apatriotismo. Sin embargo, tras el análisis de numerosas fuentes primarias referidas al anarquismo, tengo la impresión que esa diferenciación dentro del propio movimiento libertario decimonónico no existía de manera consciente. Se pueden aceptar dichos conceptos como categorías analíticas, puesto que pueden servir para analizar planteamientos individuales o colectivos concretos, pero en su conjunto el anarquismo no se entretenía mucho en debatir si existían o no naciones, puesto que no era un aspecto fundamental de sus teorías y prácticas políticas, lo importante, en este sentido, era el análisis y solución de los problemas sociales fruto de un sistema basado en la jerarquización social, y en ese contexto, por ejemplo, encontraremos las críticas a los patriotismos como excusa utilizada por los poderes para fomentar guerras. El origen geográfico, pese a influir en las características individuales y colectivas de los anarquistas, era un aspecto secundario del ideario libertario, lo importante para el mismo eran las cualidades personales, los anhelos compartidos por el movimiento, las esperanzas de una sociedad futura basada en el beneficio humano, estos aspectos sí que constituían algunos de los pilares ideológicos anarquistas, la idea de patria, por si misma, no les preocupaba, ni tan siquiera era un problema para los anarquistas, pero sí el uso que de ella hacían otros sectores sociales.
En síntesis, hay que entender el cosmopolitismo y/o internacionalismo libertarios como ejemplos prácticos de un movimiento en su afán por superar las posibles diferencias nacionales entre los explotados del mundo y el fomento de los lazos de solidaridad entre diferentes latitudes, puesto que en un contexto de Capitalismo internacional, la respuesta revolucionaria, igualmente lo debía de ser.
Un ejemplo claro de ese posicionamiento tendente a la fraternidad y solidaridad internacional lo podemos encontrar en el propio imaginario anarquista tras el análisis de las efemérides celebradas o recordadas por aquel entonces. En Barcelona, al igual que prácticamente cualquier lugar del mundo con presencia activa de anarquistas, se celebraba, por ejemplo, la Toma de la Bastilla como origen de las revoluciones modernas y símbolo del pueblo alzado insurgentemente contra la tiranía12. Se celebraba igualmente el 18 de marzo en recuerdo de La Comuna de París, símbolo de una prístina revolución de carácter socialista, en la cual el pueblo trabajador empezaba a aprender de los errores de revoluciones pasadas, en las cuales, consideraban que fue utilizado por la burguesía para conseguir sus fines políticos. También se rememoraba con mucha fuerza la fecha del 11 de noviembre en recuerdo de la ejecución de Los Mártires de Chicago. El simbolismo de los llamados Mártires de Chicago era un recordatorio que en la república “más avanzada” del mundo se perseguían y asesinaban a luchadores anarquistas por sus ideas13. Otras efemérides señaladas fueron 1882 y 1883 en recuerdo de los asesinados y reprimidos en Andalucía tras los sucesos de La Mano Negra, las víctimas de Jerez tras la revuelta de enero de 1892 o el significado internacional de los primeros de mayo. En definitiva, en el imaginario político anarquista la llamada solidaridad internacional o, si se prefiere, cosmopolita, era una pieza fundamental para entender dicho movimiento.

Una ciudad de exiliados
En el caso barcelonés, por ejemplo, una gran oleada de exiliados políticos franceses recabaron en ella tras la dura represión a los partidarios de la Comuna de París y de otras localidades francesas14. Sólo hay que recordar el nacimiento en Sant Martí de Provençals del anarquista Emile Henry tras el exilio de sus padres en 1871. Henry residió en España hasta la amnistía francesa de 1882 y apenas diez años más tarde se haría célebre por sus aventuras dinamiteras. Pero más significativo e interesante para lo aquí planteado fue la presencia en Barcelona de los franceses Charles Alerini, Camille Camet y Paul Brousse, el primero exiliado de la Comuna de Marsella, el segundo de la de Lyon, mientras que el tercero, también exiliado, al parecer en su juventud ya había residido en Barcelona.
Alerini, Camet y Brousse se integraron en las estructuras organizativas internacionalistas existentes en Barcelona y llano, tales como la Federación Local de la Federación Regional Española de la Internacional o en la bakuninista Alianza por la Democracia Socialista. En 1873 crearon en Barcelona un “Comité de propaganda revolucionaria socialista de la Francia Meridional” y el periódico en francés “La Solidarité Révolutionnaire”. Leyendo entre las páginas de dicha publicación destaca el análisis revolucionario de la realidad española, especialmente ante los derroteros que tomaba el ambiente en el contexto de lo que se conocerá como Revolución Cantonalista de 1873, o sus críticas al líder republicano federal Pi i Margall y, por extensión, a todo el movimiento republicano por su papel político de entonces, quizá el movimiento social más cercano al internacionalismo bakuninista de Cataluña, pero no por ello, al contrario, menos criticado. Ejemplo de ello fue el artículo “La Réaction Républicaine a Barcelone»15 sobre el papel de los mismos en dicha localidad, acusándoles de repartir armas entre comerciantes, rentistas, carlistas, alfonsinos, sagastinos y demás, pero no entre los trabajadores.
En las páginas de La Solidarité Révolutionnaire encontramos esa realidad de exiliados políticos que se cobijaron en Barcelona, pero que al mismo tiempo se integraron en las estructuras libertarias locales, las cuales, como parte de su ideal practicaban una fuerte solidaridad internacional. Este aspecto es relevante puesto que pese a la relativa facilidad de auto-organización de los anarquistas emigrantes por todo el mundo, básicamente en función de comunidades lingüísticas, no resultaba tan común encontrar una buena conexión con el movimiento anárquico local.
De aquella época nos podemos quedar con el precedente en nuestro recuerdo, por aquello de buscar orígenes16, de la teorización de la “propaganda por el hecho” en el artículo “La propagande révolutionnaire” aparecido en La Solidarité Révolutionnaire. En dicho artículo se afirmaba que la:
“propagande révolutionnaire ne se fait pas seulement par la pluma et la parole, par des livres, per des brouches, par des réunions publiques (…) la propagande révolutionnaire se fait surtont sur la place publique, au milieu des pavés amoncelés en barricades, les jours ou le peuple exaspéré livre batalle aux forces mercenaires de la réaction”17.
Un artículo, sin duda, precursor del redactado a posteriori por Paul Brousse en el Bulletin de la Féderation Jurassienne del 5 de agosto de 1877 y titulado “La propagande per la fait”18. Dicho artículo, cabe recordar, sirvió para popularizar dicho concepto, el cual apostaba por la multiplicidad de tácticas como estrategia de lucha, aceptando las de carácter violento cómo válidas para el desarrollo de las ideas revolucionarias.
Una ciudad de antipatriotas y desertores
Resultaría imposible entender el anarquismo sin antes comprender la superación premeditada y consciente de las limitaciones que el patriotismo podía inculcar a los desposeídos de la tierra. En este sentido, seguramente gracias a la pluma de algún migrante catalán en Buenos Aires, desde las páginas del periódico anarquista comunista “El Perseguido” se afirmaba en septiembre de 1895, alrededor del conflicto colonial de España en Cuba y el alistamiento de voluntarios españoles en Argentina que:
“parece increible que aún en la actualidad el fuego patrio invada vuestros corazones y os haga perder el raciocinio, hasta el extremo de estar dispuestos á empuñar un fusil y partir á lejanas tierras, con el objeto de lanzaros en bárbara pelea contra vuestros hermanos los cubanos”19.
Al tiempo que hacían la siguiente advertencia:
“Recordad por un momento que cuando la guerra de África, de los 500 voluntarios catalanes que se pusieron á las órdenes de Prim, solo quedaron 120 con vida, dándose el vergonzoso espectáculo de que en España á algunos de ellos se les vé arrastrándose por las calles, por haber perdido las piernas en combate, pidiendo una miserable limosna á los que con sangre derramada en campos de batalla, se hacen millonarios (…) ¡Abajo las fronteras! ¡Viva la fraternidad universal!”20.
Para los anarquistas la guerra era sinónimo de muerte al servicio de los poderes establecidos, significaba también la orfandad y viudedad así como la esclavitud de la prostitución para mujeres sin redes de apoyo potentes a su alrededor. El antimilitarismo había sido y era uno de los pilares en los cuales se sustentaba el anarquismo decimonónico y era, al mismo tiempo, una de las fuentes principales de conflictividad en la sociedad del último cuarto del siglo XIX. No es de extrañar que en estados como el español las luchas contra la guerra21 quedaran plasmadas en diferentes revueltas como la contraria a las quintas de 1870 o fuese el detonante de insurrecciones como la de 1909. En ambas Barcelona y las ciudades del llano fueron, como de costumbre, escenarios principales de los acontecimientos. Hombres, especialmente jóvenes, madres, esposas y novias, y lo que hoy en día serían considerados cómo adolescentes, protagonizaron este tipo de actos de rebeldía.
El surgimiento en dicho contexto de grupos, ligas y otro tipo de organizaciones antipatriotas, así como la presencia en determinados ambientes anarquistas de desertores militares, se explica fácilmente si entendemos el drama social que suponían las ansias de expansión colonial occidental o las disputas militares entre potencias europeas. Francia, en este sentido, había sido una de las regiones europeas en donde más fuerte había calado el movimiento antipatriota y antimilitarista, pese al esfuerzo nacionalizador del estado y el surgimiento de organizaciones afines como la “Ligue des patriotes”, que tuvo su contrapartida, tal y cómo explica el historiador Jean Maitron22, en la llamada “Ligue des Antipatriotes”, fundada en 1886. La influencia ideológica francesa fue muy importante en Cataluña23, no en vano el movimiento antimilitarista y antipatriota francés, bajo una fuerte influencia anarquista, había sido bastante potente, tal y cómo resumió en el Congreso Anarquista de Amsterdam de 1907 el anarquistia René de Marmande quien, según se recoge en las actas de la decimocuarta sesión, mostró “el papel considerable desempeñado por los anarquistas [en Francia y en ese tipo de luchas]. Recuerda las persecuciones del año 1887 contra la ‘Ligue des antipatriotes’; la condena que golpeó a Jean Grave en 1894 por su libro de rebeldía, ‘La Societé mourante et l’anarchie’. Señala la campaña incesante, llevada a cabo en los ‘Temps Noveaux’ y el ‘Libertaire’, contra el ejército y la idea de patria”24. Ejemplo de dichas influencias podríamos destacar al anarquista Joseph Tortelier, iniciador en su momento de la Ligue des Antipatriotes y el cual, por otro lado, conocía el ambiente anarquista comunista barcelonés, dado que figuraba como suscriptor o en la correspondencia con publicaciones catalanas de dicha corriente libertaria25.
Estos contactos y relaciones fluidas entre ambientes franceses y el anarquismo del llano de Barcelona seguramente explican parcialmente el surgimiento de grupos y organizaciones antipatriotas, así como bastantes artículos críticos con la guerra en las cabeceras libertarias. No sólo dicho llano era un lugar de acogida de exiliados anarquistas, también podía ser la puerta de entrada de desertores militares26 que, de buen seguro, encontraban refugio en el ambiente anárquico barcelonés. Éste ambiente fue el caldo de cultivo ideal para ligas y grupos antimilitaristas, ejemplo de ello fue la creación en 1889 de una “Liga de antipatriotas”27 compuesta básicamente por jóvenes anarquistas, a imagen y semejanza de la liga francesa o grupos de esta índole.
Barcelona y su llano eran un lugar en la mente de cualquier anarquista del mundo: ofrecía cobijo, oportunidades de trabajo, redes de solidaridad, integración en las lucha locales y una recurrente conflictividad social que resultaban deseables para aquellas personas que luchaban por destruir al Capitalismo y los estados, al tiempo que soñaban con la construcción de un mundo nuevo libre e igualitario sobre las ruinas del liberalismo.
Si bien entre las tendencias libertarias existían diferencias tácticas y organizativas, en los posicionamientos frente al proceso nacionalizador existían bastante similitudes. El colectivista Josep Llunas i Pujals, conocido por sus críticas dinamiteras y sus posicionamientos, en general, bastante moderados dentro del anarquismo, desde las páginas del periódico “La Tramontana”, en 188528 afirmaba que “l’amor á la patria té d’esser sustituhit per l’amor á la humanitat”29. En otro artículo del mismo año, igualmente, afirmó que “l’amor patri tindria de ser: Amor á nostra patria, per ser la nostra: amor á cada una de les demés patrias, per ser una patria, y per lo tant digne de carinyo y respecte; de lo qual se’n deduhiria: amor a la patria universal, lo mon: amor á tots los patriotas, la humanitat”30. Cómo vemos el posicionamiento de Llunas es acorde a los planteamientos internacionalistas y/o cosmopólitas: en un contexto, como el de 1885, de posibilidad de guerra entre España y Alemania, las patrias en sí mismas no eran un problema, el problema era el uso que se podía hacer sobre las mismas, en especial si acarreaban rivalidades, odios y guerras. En figuras como Llunas, representante del anarquismo colectivista más moderado, se cumple ese internacionalismo o cosmopolitismo, en el cual pesa más la conciencia de clase o la fraternidad entre los explotados del mundo que no el mero amor a la patria31. Aunque en su caso, en los últimos tiempos se ha utilizado su figura para plantear en él un precedente del catalanismo de izquierdas, un error interpretativo a mi entender, ya que se confunde un internacionalismo clásico con nacionalismo, aunque es cierto que Llunas, como otras figuras, llegaron a virar dentro del anarquismo más moderado hacia postulados más liberales y partidarios de las concepciones nacionalistas.
En el otro extremo ideológico del anarquismo, en este caso los anarquistas comunistas que empezaron a aparecer a mediados de los ’80 en el llano barcelonés, observaremos como estos planteamientos también se cumplen. El clásico historiador y anarquista Max Nettlau apuntó que los primeros anarquistas comunistas de Cataluña aparecieron tras la aparición de un manifiesto de “Los Grupos Comunistas Anarquistas de Barcelona”32 en 1885, pero también indicaba que la influencia foránea estaba detrás de la aparición de dicho entorno, ya fuese por el llamado Proceso de Lyon de 1883, la presencia de un Círculo Anarquista Italiano en Barcelona en 1883 o del anarquista ginebrino y colaborador del entorno de Kropotkin, George Herzig, en 1884. Este entorno, compuesto por varios grupos e individualidades de todo el llano, aunque con un epicentro claro en la ciudad de Gràcia, impulsó a lo largo de las décadas de los ’80 y ’90 varias cabeceras libertarias, libros, actos y acciones. Entre las páginas de sus publicaciones podemos encontrar numerosos ejemplos de críticas a las consecuencias del patriotismo que tranquilamente podrían haber pasado como propias de Llunas, del cual, por cierto, este entorno lo odiaba, como mínimo, desde los tiempos de los procesos contra La Mano Negra a inicios de los ’80 y su supuesto papel “delator” dentro de la Comisión Federal de la FTRE. En este sentido podemos encontrar artículos abundantes en referencia a la cuestión nacional, por ejemplo, en 1886 en las páginas de “La Justicia Humana” un anarquista francés afirmaba que el patriotismo era una “vieja institución histórica que nos hace solidarios de los crímenes cometidos contra otros pueblos, y solidarios también de los malos hechos de nuestros gobernantes actuales”33, o apenas dos años después en la cabecera “Tierra y Libertad” encontramos numerosas referencias directas o indirectas al hecho nacional, tales cómo una carta de obreros anarquistas franceses de Marsella que luchaban para integrar a los obreros italianos migrantes en el movimiento anarquista autóctono34, o las noticias de la creación de un “Grupo Internacionalista” de anarquistas de diferentes lugares del mundo en Montevideo, con el objetivo de combatir el patriotismo y el fanatismo religioso35. Ya en la década de los ’90 en las páginas de “El Porvenir Anarquista”36, destacaría la noticia de la creación del grupo anárquico “I Vespri Sicilliani” y la reacción de los redactores de esta plurilingüe37 publicación, quienes pese a saludarles con afecto les advirtieron negativamente sobre las resonancias patrioteras de su nombre, aconsejando que lo cambiasen.

Una ciudad catalana
En el llano barcelonés dominaba la presencia de personas catalonoparlantes, puesto que el idioma vehicular en Cataluña en el tránsito del siglo XIX al XX era el catalán38. La presencia mayoritaria de catalanes o catalanoparlantes en los ambientes más radicalizados del anarquismo no nos debería de extrañar, por mucho mito39 inculcado de “murciano” o “andaluz” que vivía en Cataluña pero que su radicalidad contrastaba con el llamado “seny” o moderación del buen catalán. Por suerte, en este sentido, no se tiene que ser innovador para ver que la cultura catalana decimonónica era bastante radical, el mismo Jaume Vicens Vives, sobre el caso catalán, ya apuntó hace décadas sobre la naturaleza radical del pueblo o nación catalana, puesto que “les alteracions revolucionàries, les atribuïm a la perversitat d’elements estranys (…). Per justificar i reduir a la intel·lecció les revolucions catalanes, els intèrprets de la nostra història, oblidant [sic. obliden] els fets directes que poden explicar una certa tendència a la subversió”40, a la par que apuntó, sólo en el siglo XIX catalán, a 5 periodos revolucionarios, muchos más numerosos que en comparación a Francia, Holanda o Inglaterra.
El germen revolucionario y radical no era un fenómeno extraño, ya estaba presente en las tierras catalanas en gran medida como un producto de tradición histórica. El elemento foráneo fue importante y ayudó a la circulación de ideas y estrategias de lucha, pero sin un elemento catalán unificador de dicha radicalidad, difícilmente Barcelona hubiese sido uno de los epicentros del anarquismo mundial y escenario de conflictos y acciones con resonancias allende de lo mares. En este sentido, ya en las páginas del primer Tierra y Libertad, publicación sucesora de La Justicia Humana y “portavoz” de ese ambiente comunista anarquista catalán, en julio de 1888 se aprecia una contestación a un anarquista madrileño que resulta muy útil para entender el componente mayoritario de dicho ambiente: “Nuestros escritos no solamente revelan que somos obreros manuales si que también hallaréis en ellos el estilo catalán de sus autores (decís en otra parte de vuestra carta), si de eso se quisiera sacar un argumento contra nuestras doctrinas, trabajo les damos á nuestros contrarios, pues ya que pueden echar pullas contra los madrileños, porque escriben bajo la influencia de su arrebatador sistema; al andaluz que lo hace bajo la influencia de su habla y costumbres, y el aragonés bajo su claro y rudo concepto; y así pueden criticar á todo el mundo que no escriba como ellos, que acabarán por criticarse á si mismos, y solo le quedará la gloria al vallisoletano de hablar y escribir castellanamente”41. Ante estas palabras sobra explicar nada más, es evidente que eran catalanes en su mayoría y que tenían conciencia de ello, pero como vemos, el elemento identitario de tipo «nacional», era algo más bien secundario o destinado a ser combatido.
La ciudad de los prófugos y represaliados
Los extranjeros más que ser “profetas” diseminadores del ideal anárquico ante unas masas ignorantes, en el caso del llano barcelonés, se encontraron con un movimiento autóctono activo y abierto a los debates exteriores. La relación no era la de extranjeros básicamente aislados del movimiento autóctono, era la de foráneos integrados en la lucha local. Ejemplo de ello, dentro de este ambiente anarquista comunista, resultaría ser la aparición en Gràcia en noviembre de 1891 de la publicación “El Porvenir Anarquista”, sucesora de “El Revolucionario” y nacida como fruto de la unión de tres grupos, uno autóctono conocido como Los Desheredados de Gracia42, un grupo francófono alrededor de la figura del francés Paul Bernard y seguramente la de Tomás Ascheri y otro grupo en lengua italiana alrededor de Paolo Schicchi y Ettore Luigi Bernardini43. Fue reprimida casi toda la redacción tras el atentado de la Plaza Real de 1892, acto del cual siempre rechazaron su posible autoría, aunque previamente “importaron” la polémica que existía entre los posicionamientos anti-organizacionistas de Paolo Schicchi y los pro-organización de Errico Malatesta, el cual, a finales de 1891 e inicios de 1892 estaba de gira propagandística por España, junto a Pedro Esteve, Adrián del Valle y otros anarquistas de relevancia, tales como Vicente García44. La polémica nacida en el Congreso de Capolago entre Malatesta45 y Schicchi tuvo un punto culminante en Barcelona y su llano, en donde el mismo Schicchi en compañía de otros, a la par que boicotearon los actos de Malatesta, promovieron un posible duelo a muerte entre Malatesta y Schicchi, el cual fue descartado por el primero. No sólo las personas circulaban, las ideas y las polémicas también, siendo Barcelona una “parada obligatoria” de las mismas.
Cómo vemos, Barcelona y su llano a finales del siglo XIX fue una ciudad en donde la presencia de desertores militares, prófugos de la ley, exiliados y antipatriotas fue habitual. Todo ello es imprescindible para entender la fuerza histórica que adquirió el anarquismo, aunque a diferencia de otras latitudes, el activismo autóctono siempre estuvo abierto a la presencia extranjera, integrándola y ofreciendo lazos de solidaridad muy importantes. El llano barcelonés, sin duda, era uno de los faros que guiaba al anarquismo internacional, y no sólo fue un centro “importador” de anarquistas, también los “exportó” a todo lugar que desde Barcelona se podía alcanzar por tierra o por mar. Muchas veces, esos exiliados, no sólo huían del hambre o de la falta de jornal, a menudo lo hacían huyendo de la represión, siendo en la práctica prófugos de la ley. Rafael Roca y Victoriano San José46 huyeron, primero a Francia y luego a Argentina, tras la represión y acoso policial que sufrieron las publicaciones anarquistas comunistas catalanas a finales de los ’80, en Argentina fueron muy activos en el movimiento anárquico local, al igual que otros catalanes como Zacarías Rabassa o el conocido Antoni Pellicer Paraire. Después de la represión que siguió al atentado de la Plaza Real de Barcelona, los anarquistas Adrián del Valle y Pedro Esteve, quienes acompañaron a Malatesta en su gira, huyeron hacía Londres, en donde se relacionaron con otros apátridas como Piotr Kropotkin y Louise Michel, y en el caso de Esteve, marchó a América, siendo un anarquista activo en Cuba y, especialmente, Estados Unidos de América.
En 1896, tras la explosión de la bomba de Cambios Nuevos, el carpintero valenciano y anarquista, Francisco Llompart, represaliado en 1892 por los sucesos de la Plaza Real, consiguió escapar de la represión indiscriminada del estado de la Restauración, huyendo en su caso posiblemente hacia Argentina, puesto que si se hubiese quedado, su suerte, seguramente, hubiese sido muy similar a la de los ejecutados y encarcelados en los llamados Procesos de Montjuïc.
Lo aquí expuesto sólo son unas pinceladas de la Barcelona de los exiliados políticos, de los desertores y antipatriotas que se rebelaban frente a las consecuencias del imperialismo y patriotismo al servicio de los poderosos, de los prófugos de la ley y, especialmente, la de los catalanes que acogían e integraban ese talento humano para el beneficio solidario de construir un mundo basado en el respeto de la humanidad.